Audiencias 2003 62

62 5. A esa Jerusalén, libre y gloriosa, signo de la Iglesia en la meta última de su esperanza, prefigurada por la Pascua de Cristo, san Agustín se dirige con ardor en el libro de las Confesiones.
Refiriéndose a la oración que quiere elevar en "lo más secreto de su alma", nos describe "cantos de amor, que exhale en mi peregrinación terrestre indecibles gemidos, lleno del recuerdo de Jerusalén, con el corazón levantado hacia ella, Jerusalén, mi patria, Jerusalén, mi madre, y hacia Vos, su rey, su iluminación, su padre, su tutor, su esposo, sus castas y apremiantes delicias, su sólida alegría, su bien inefable". Y concluye con una promesa: "Y no me alejaré ya más de Vos, hasta que, unificándome después de tantas disipaciones, reformándome después de tantas deformidades, me hayáis recibido en la paz de esa madre querida, en la que están las primicias de mi espíritu y de donde me han venido mis certidumbres, para establecerme en ella para siempre, Dios mío, misericordia mía" (Las Confesiones, XII, 16, 23, Roma 1965, pp. 424-425).

Saludos

Saludo con afecto a los peregrinos de lengua española. En especial, al grupo de oficiales de la Academia politécnica del Ejército de Chile. A vosotros, y a todos los demás, os deseo que esta gozosa peregrinación a Roma os anime a afianzar la fe. Buenas vacaciones a todos. Muchas gracias por vuestra atención.

(En italiano)
A vosotros, queridos jóvenes, enfermos y recién casados, os deseo que imitéis el ejemplo heroico de san Maximiliano María Kolbe, cuya memoria celebraremos mañana. Como él, esforzaos por vivir de modo auténtico y coherente la vocación cristiana.





AUDIENCIA GENERAL DE JUAN PABLO II


Miércoles 20 de agosto de 2003

Restauración de Jerusalén

1. El salmo que ha sido propuesto ahora a nuestra meditación constituye la segunda parte del precedente salmo 146. En cambio, las antiguas traducciones griega y latina, seguidas por la liturgia, lo han considerado como un canto aparte, porque su inicio lo distingue netamente de la parte anterior. Este comienzo se ha hecho célebre también porque a menudo se le ha puesto música en latín: Lauda, Jerusalem, Dominum. Estas palabras iniciales constituyen la típica invitación de los himnos de la salmodia a celebrar y alabar al Señor: ahora es Jerusalén, personificación del pueblo, la que es interpelada para alabar y glorificar a su Dios (cf. v. 12).

A continuación, se hace mención del motivo por el que la comunidad orante debe elevar al Señor su alabanza. Es de índole histórica: ha sido él, el Libertador de Israel del exilio babilónico, el que ha dado seguridad a su pueblo, "reforzando los cerrojos de sus puertas" (cf. v. 13).

Cuando Jerusalén cayó ante el ataque del ejército del rey Nabucodonosor, en el año 586 antes de Cristo, el libro de las Lamentaciones presentó al Señor mismo como juez del pecado de Israel, mientras destruía "la muralla de la hija de Sión. (...) Sus puertas en tierra se han hundido, él ha deshecho y roto sus cerrojos" (Lm 2,8-9). Ahora, en cambio, el Señor vuelve a ser el constructor de la ciudad santa; en el templo reconstruido bendice de nuevo a sus hijos. Así, se hace mención de la obra realizada por Nehemías (cf. Ne Ne 3,1-38), que había reconstruido las murallas de Jerusalén para que volviera a ser un oasis de serenidad y paz.

63 2. En efecto, se evoca enseguida la paz (shalom), también porque se halla contenida simbólicamente en el mismo nombre de Jerusalén. El profeta Isaías ya prometía a la ciudad: "Te pondré como gobernante la paz, y por gobierno la justicia" (Is 60,17).

Pero, además de reconstruir las murallas de la ciudad, de bendecirla y pacificarla en un clima de seguridad, Dios ofrece a Israel otros dones fundamentales, como se describe al final del salmo. En efecto, allí se recuerdan los dones de la Revelación, de la Ley y de las prescripciones divinas: "Anuncia su palabra a Jacob, sus decretos y mandatos a Israel" (Ps 147,19).

Así, se celebra la elección de Israel y su misión única entre los pueblos: proclamar al mundo la palabra de Dios. Es una misión profética y sacerdotal, porque "¿cuál es la gran nación cuyos preceptos y normas sean tan justos como toda esta Ley que yo os expongo hoy?" (Dt 4,8). A través de Israel y, por tanto, también a través de la comunidad cristiana, es decir, la Iglesia, la palabra de Dios puede resonar en el mundo y convertirse en norma y luz de vida para todos los pueblos (cf. Ps 147,20).

3. Hasta este momento hemos descrito la primera razón de la alabanza que se ha de elevar al Señor: es una motivación histórica, es decir, vinculada a la acción liberadora y reveladora de Dios con respecto a su pueblo.

Sin embargo, hay otra fuente de júbilo y alabanza: es de naturaleza cósmica, es decir, relacionada con la acción creadora de Dios. La Palabra divina irrumpe para dar vida al ser. Semejante a un mensajero, corre por los espacios inmensos de la tierra (cf. Ps 147,15). Y al instante suceden cosas maravillosas.

Llega el invierno, cuyos fenómenos atmosféricos se describen con un toque de poesía: la nieve, por su pureza, se parece a la lana; la escarcha es como ceniza (cf. v. 16); el hielo se asemeja a migas de pan arrojadas a tierra; el frío congela las aguas y bloquea la vegetación (cf. v. 17). Es un cuadro invernal que invita a descubrir las maravillas de la creación, y volverá a aparecer en una página muy pintoresca también de otro libro bíblico, el del Sirácida (Si 43,18-20).

4. Pero, siempre por la acción de la Palabra divina, reaparece la primavera: el hielo se derrite, sopla su aliento y corren las aguas (cf. Ps 147,18), repitiendo así el ciclo perenne de las estaciones y, por consiguiente, la misma posibilidad de vida para hombres y mujeres.

Naturalmente, no han faltado lecturas metafóricas de estos dones divinos. La "flor de trigo" ha hecho pensar en el gran don del pan eucarístico. Más aún, Orígenes, el gran escritor cristiano del siglo III, identificó ese trigo como signo de Cristo mismo y, en particular, de la sagrada Escritura.
Este es su comentario: "Nuestro Señor es el grano de trigo que cayó en la tierra, y se multiplicó por nosotros. Pero este grano de trigo es sumamente abundante. (...) La palabra de Dios es sumamente abundante: encierra en sí misma todas las delicias. Todo lo que quieres, proviene de la palabra de Dios, tal como narran los judíos: cuando comían el maná, este, en su boca, tomaba el gusto de lo que cada uno deseaba. (...) Así también en la carne de Cristo, que es la palabra de la enseñanza, es decir, la comprensión de las sagradas Escrituras, cuanto mayor es el deseo que tenemos de ella, tanto mayor es el alimento que recibimos. Si eres santo, encuentras refrigerio; si eres pecador, encuentras tormento" (OrigeneGerolamo, 74 omelie sul libro dei Salmi, Milán 1993, pp. 543-544).

5. Así pues, el Señor actúa con su palabra no sólo en la creación, sino también en la historia. Se revela con el lenguaje mudo de la naturaleza (cf. Ps 18,2-7), pero se expresa de modo explícito a través de la Biblia y su comunicación personal en los profetas, y plenamente a través de su Hijo (cf. He 1,1-2). Son dos dones diversos, pero convergentes, de su amor.

Por eso, cada día debe subir al cielo nuestra alabanza. Es nuestra acción de gracias, que florece al despuntar la aurora, en la oración de Laudes, para bendecir al Señor de la vida y la libertad, de la existencia y la fe, de la creación y la redención.

Saludos

64 Saludo con afecto a los peregrinos de lengua española, en especial a los grupos parroquiales de Alicante y a los peregrinos de Ávila y de Torrevieja. Que cada día sepamos agradecer al Señor el gran don de su palabra y de su amor. Muchas gracias.

(En italiano)
A las Hermanas Franciscanas de la Caridad:
Queridísimas hermanas, de corazón os bendigo a vosotras y a vuestro instituto, a fin de que, fieles al carisma de vuestro fundador, correspondáis con renovado fervor a la llamada divina.

Con afecto saludo, también, a los jóvenes, a los enfermos y a los recién casados. Recordando la admirable figura de san Bernardo, abad y doctor de la Iglesia, cuya memoria celebramos hoy, os deseo a cada uno que progreséis cada vez más en el amor de Dios, que da pleno significado a la juventud, al sufrimiento y a la vida familiar.

Finalmente, aludió a los atentados que tuvieron lugar el 19 de agosto en Bagdad y Jerusalén, con las siguientes palabras:

Las trágicas noticias que llegan en estas horas de Bagdad y Jerusalén no pueden por menos de generar en nuestro corazón profunda tristeza y reprobación unánime.

A la vez que encomendamos a la misericordia divina las personas que han perdido la vida e imploramos consuelo para los que lloran, pedimos al Dios de la paz que prevalezca en los corazones la sabiduría y los responsables de la cosa pública sepan romper esta funesta espiral de odio y de violencia.




Miércoles 27 de agosto de 2003

Juan Pablo I, maestro de fe límpida

1. El sábado 26 de agosto de 1978, por la tarde, fue elegido pontífice mi venerado predecesor Juan Pablo I. Ayer se cumplieron veinticinco años de aquel acontecimiento.

65 Vuelvo hoy a aquellos momentos, que tuve la alegría de vivir con íntima emoción. Recuerdo cómo sus palabras llegaron al corazón de la gente que llenaba la plaza de San Pedro. Desde su primera aparición en el balcón central de la basílica vaticana, se entabló con los presentes una corriente de simpatía espontánea. Su rostro sonriente, su mirada confiada y abierta conquistaron el corazón de los romanos y de los fieles del mundo entero.

Procedía de la ilustre comunidad eclesial de Venecia, que en el siglo XX ya había dado a la Iglesia dos grandes Pontífices: san Pío X, de cuya elección al solio pontificio este año conmemoramos el centenario, y el beato Juan XXIII, de cuya muerte recordamos en junio el cuadragésimo aniversario.

2. "Nos abandonamos confiados a la ayuda del Señor", dijo el nuevo Papa en su primer radiomensaje (27 de agosto de 1978: L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 3 de septiembre de 1978, p. 4). Fue, ante todo, un maestro de fe límpida, sin concesiones a modas pasajeras y mundanas. Trataba de adaptar sus enseñanzas a la sensibilidad de la gente, pero conservando siempre la claridad de la doctrina y la coherencia de su aplicación a la vida.
Pero el secreto de su fascinación era un contacto ininterrumpido con el Señor. "Tú lo sabes.

Contigo me esfuerzo por tener un coloquio continuo", había apuntado en uno de sus escritos en forma de carta a Jesús. "Lo importante es imitar y amar a Cristo": esta es la verdad que, traducida a la vida diaria, hace que "cristianismo y alegría vayan unidos".

3. Al día siguiente de su elección, en el Ángelus del domingo 27 de agosto, después de recordar a sus predecesores, el nuevo Papa dijo: "Yo no tengo la sapientia cordis del Papa Juan, ni tampoco la preparación y la cultura del Papa Pablo, pero estoy en su puesto. Debo tratar de servir a la Iglesia" (L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 3 de septiembre de 1978, p. 11).

Estaba muy unido a los dos Papas que lo habían precedido. Ante ellos se hacía pequeño, manifestando una gran humildad, que para él constituyó siempre la primera regla de vida. Humildad y optimismo fueron la característica de su existencia. Precisamente gracias a estas dotes dejó, durante su paso fugaz entre nosotros, un mensaje de esperanza que encontró acogida en muchos corazones. "Seamos optimistas a pesar de todo -solía repetir-. La confianza en Dios debe estar en el centro de nuestros pensamientos y de nuestras acciones". Y afirmaba con realismo animado por la fe: "Los protagonistas principales de nuestra vida son dos: Dios y cada uno de nosotros".

4. Su palabra y su persona habían entrado en el corazón de todos y, por eso, fue muy dolorosa la noticia de su muerte repentina, que sobrevino en la noche del 28 de septiembre de 1978. Se apagaba la sonrisa de un Pastor cercano a la gente, que con serenidad y equilibrio había sabido entablar un diálogo con la cultura y con el mundo.

Los pocos discursos y escritos que nos legó como Papa enriquecen la colección no pequeña de sus textos, que a veinticinco años de su muerte conservan una actualidad sorprendente. Dijo una vez: "El progreso con hombres que se amen, considerándose hermanos e hijos del único Padre Dios, puede ser algo maravilloso. El progreso con hombres que no reconocen en Dios a un único Padre, se convierte en un peligro continuo" ¡Cuánta verdad en estas palabras, útiles también para los hombres de nuestro tiempo!

5. ¡Ojalá que la humanidad acoja esta advertencia tan sabia y apague los numerosos focos de odio y violencia presentes en tantas partes de la tierra, para construir en la concordia un mundo más justo y solidario!

Por intercesión de María, de la que Juan Pablo I se declaró siempre tierno y devoto hijo, pidamos al Señor que acoja en su reino de paz y alegría a este fiel servidor suyo. Pidamos también que su enseñanza, que tiene una dimensión práctica para la vida diaria, sea luz para los creyentes y para todas las personas de buena voluntad.

Saludos

66 Saludo cordialmente a los peregrinos de España y América Latina, especialmente a los de México, a los grupos parroquiales españoles y a la Hermandad de Lucena. Que el Señor, por la maternal intercesión de María, a quien Juan Pablo I profesó siempre devoción filial, nos conceda la gracia de acoger sus enseñanzas para apagar el odio presente en tantos lugares de la tierra y construir un mundo más justo y solidario.

(A los fieles húngaros)

En estos días se inicia el nuevo año escolar; ojalá que la juventud aproveche este tiempo para familiarizarse con los tesoros intelectuales y espirituales.

(En italiano)

Acojo con alegría a los participantes en el congreso nacional de estudio y actualización sobre la invalidez auditiva, organizado por la Asociación italiana de educadores de sordos, con ocasión del año europeo de los inválidos.

Finalmente, como de costumbre, os saludo a vosotros, queridos jóvenes, enfermos y recién casados. Que el ejemplo de santa Mónica, a la que recordamos hoy, y de su hijo san Agustín, a quien celebraremos mañana, os ayuden a mirar con indómita confianza a Cristo, luz en las dificultades, apoyo en las pruebas y guía en todo momento de la vida.





Septiembre de 2003


Miércoles 3 de septiembre de 2003

Alabanza al Dios creador

1. Se nos ha propuesto el cántico de un hombre fiel al Dios santo. Se trata del salmo 91, que, como sugiere el antiguo título de la composición, se usaba en la tradición judía "para el día del sábado" (v. 1). El himno comienza con una amplia invitación a celebrar y alabar al Señor con el canto y la música (cf. vv. 2-4). Es un filón de oración que parece no interrumpirse nunca, porque el amor divino debe ser exaltado por la mañana, al comenzar la jornada, pero también debe proclamarse durante el día y a lo largo de las horas de la noche (cf. v. 3). Precisamente la referencia a los instrumentos musicales, que el salmista hace en la invitación inicial, impulsó a san Agustín a esta meditación dentro de la Exposición sobre el salmo 91: "En efecto, ¿qué significa tañer con el salterio? El salterio es un instrumento musical de cuerda. Nuestro salterio son nuestras obras. Cualquiera que realice con sus manos obras buenas, alaba a Dios con el salterio. Cualquiera que confiese con la boca, canta a Dios. Canta con la boca y salmodia con las obras. (...) Pero, entonces, ¿quiénes son los que cantan? Los que obran el bien con alegría. Efectivamente, el canto es signo de alegría. ¿Qué dice el Apóstol? "Dios ama al que da con alegría" (2Co 9,7). Hagas lo que hagas, hazlo con alegría. Si obras con alegría, haces el bien y lo haces bien. En cambio, si obras con tristeza, aunque por medio de ti se haga el bien, no eres tú quien lo hace: tienes en las manos el salterio, pero no cantas" (Esposizioni sui Salmi, III, Roma 1976, pp. 192-195).

2. Esas palabras de san Agustín nos ayudan a abordar el centro de nuestra reflexión, y afrontar el tema fundamental del salmo: el del bien y el mal. Uno y otro son evaluados por el Dios justo y santo, "el excelso por los siglos" (v. 9), el que es eterno e infinito, al que no escapa nada de lo que hace el hombre.

67 Así se confrontan, de modo reiterado, dos comportamientos opuestos. La conducta del fiel celebra las obras divinas, penetra en la profundidad de los pensamientos del Señor y, por este camino, su vida se llena de luz y alegría (cf. vv. 5-6). Al contrario, el malvado es descrito en su torpeza, incapaz de comprender el sentido oculto de las vicisitudes humanas. El éxito momentáneo lo hace arrogante, pero en realidad es íntimamente frágil y, después del éxito efímero, está destinado al fracaso y a la ruina (cf. vv. 7-8). El salmista, siguiendo un modelo de interpretación típico del Antiguo Testamento, el de la retribución, está convencido de que Dios recompensará a los justos ya en esta vida, dándoles una vejez feliz (cf. v. 15) y pronto castigará a los malvados.

En realidad, como afirmaba Job y enseñó Jesús, la historia no se puede interpretar de una forma tan uniforme. Por eso, la visión del salmista se transforma en una súplica al Dios justo y "excelso" (cf. v. 9) para que entre en la serie de los acontecimientos humanos a fin de juzgarlos, haciendo que resplandezca el bien.

3. El orante vuelve a presentar el contraste entre el justo y el malvado. Por una parte, están los "enemigos" del Señor, los "malvados", una vez más destinados a la dispersión y al fracaso (cf. v. 10). Por otra, aparecen en todo su esplendor los fieles, encarnados por el salmista, que se describe a sí mismo con imágenes pintorescas, tomadas de la simbología oriental. El justo tiene la fuerza irresistible de un búfalo y está dispuesto a afrontar cualquier adversidad; su frente gloriosa está ungida con el aceite de la protección divina, transformada casi en un escudo, que defiende al elegido proporcionándole seguridad (cf. v. 11). Desde la altura de su poder y seguridad, el orante ve cómo los malvados se precipitan en el abismo de su ruina (cf. v. 12).

Así pues, el salmo 91 rebosa felicidad, confianza y optimismo, dones que hemos de pedir a Dios, especialmente en nuestro tiempo, en el que se insinúa fácilmente la tentación de desconfianza e, incluso, de desesperación.

4. Nuestro himno, en la línea de la profunda serenidad que lo impregna, al final echa una mirada a los días de la vejez de los justos y los prevé también serenos. Incluso al llegar esos días, el espíritu del orante seguirá vivo, alegre y activo (cf. v. 15). Se siente como las palmeras y los cedros plantados en los patios del templo de Sión (cf. vv. 13-14).

El justo tiene sus raíces en Dios mismo, del que recibe la savia de la gracia divina. La vida del Señor lo alimenta y lo transforma haciéndolo florido y frondoso, es decir, capaz de dar a los demás y testimoniar su fe. En efecto, las últimas palabras del salmista, en esta descripción de una existencia justa y laboriosa, y de una vejez intensa y activa, están vinculadas al anuncio de la fidelidad perenne del Señor (cf. v. 16). Así pues, podríamos concluir con la proclamación del canto que se eleva al Dios glorioso en el último libro de la Biblia, el Apocalipsis: un libro de terrible lucha entre el bien y el mal, pero también de esperanza en la victoria final de Cristo: "Grandes y maravillosas son tus obras, Señor, Dios todopoderoso; justos y verdaderos tus caminos, ¡oh Rey de las naciones! (...) Porque sólo tú eres santo, y todas las naciones vendrán y se postrarán ante ti, porque han quedado de manifiesto tus justos designios. (...) Justo eres tú, aquel que es y que era, el Santo, pues has hecho así justicia. (...) Sí, Señor, Dios todopoderoso, tus juicios son verdaderos y justos" (
Ap 15,3-4 Ap 16,5 Ap 16,7).

Saludos

Saludo cordialmente a los peregrinos de España y América Latina. En especial a una Asociación de empleados de León, a los feligreses de San Lázaro, de Zamora, y al Colegio francés de Santiago de Chile. Demos siempre gracias al Señor por sus dones, sobre todo por su gran misericordia. Muchas gracias.
. (En húngaro, al grupo del Instituto cisterciense de Pécs)
En estos días se inaugura el año escolar. Os recomiendo las clases de religión.

(En lengua checa)
68 Ojalá que esta peregrinación a Roma fortalezca vuestra fe y acreciente en vosotros el deseo de perfección espiritual.

(En italiano)
Queridos jóvenes, al reanudar las actividades ordinarias después del tiempo de vacaciones, sed en toda circunstancia testigos de esperanza y de paz.

Vosotros, queridos enfermos, encontrad consuelo en el Señor que sufre y prosigue su obra de redención en la vida de todo hombre.

Y vosotros, queridos recién casados, haced que vuestro amor sea cada vez más auténtico y solidario con los demás.

Antes de terminar el encuentro, el Santo Padre añadió:

Quisiera ahora recordar, juntamente con vosotros, a nuestro querido hermano Costantino Marchionni, que falleció el lunes pasado mientras trabajaba en la plaza de San Pedro. Elevemos al Señor nuestra oración por él y por los que lloran su muerte, así como por todas las víctimas de accidentes de trabajo. Requiem aeternam dona eis, Domine.


Miércoles 10 de septiembre de 2003

Dios renovará a su pueblo

1. El cántico que acaba de resonar en nuestros oídos y en nuestro corazón fue compuesto por uno de los profetas mayores de Israel. Se trata de Ezequiel, testigo de una de las épocas más trágicas que vivió el pueblo judío: la de la caída del reino de Judá y de su capital, Jerusalén, a la que siguió el amargo destierro en Babilonia (siglo VI a.C.). Del capítulo 36 de Ezequiel está tomado el pasaje que entró a formar parte de la oración cristiana de Laudes.

El contexto de esta página, transformada en himno por la liturgia, quiere captar el sentido profundo de la tragedia que vivió el pueblo en aquellos años. El pecado de idolatría había contaminado la tierra que el Señor dio en herencia a Israel. Ese pecado, más que otras causas, es responsable, en definitiva, de la pérdida de la patria y de la dispersión entre las naciones. En efecto, Dios no es indiferente ante el bien y el mal; entra misteriosamente en escena en la historia de la humanidad con su juicio que, antes o después, desenmascara el mal, defiende a las víctimas y señala la senda de la justicia.

69 2. Pero la meta de la acción de Dios nunca es la ruina, la mera condena, el aniquilamiento del pecador. El mismo profeta Ezequiel refiere estas palabras divinas: "¿Acaso me complazco yo en la muerte del malvado y no más bien en que se convierta de su conducta y viva? (...) Yo no me complazco en la muerte de nadie, sea quien fuere. Convertíos y viviréis" (Ez 18,23 Ez 18,32). A la luz de esas palabras se logra comprender el significado de nuestro cántico, lleno de esperanza y salvación.

Después de la purificación mediante la prueba y el sufrimiento, está a punto de surgir el alba de una nueva era, que ya había anunciado el profeta Jeremías cuando habló de una "nueva alianza" entre el Señor e Israel (cf. Jr 31,31-34). El mismo Ezequiel, en el capítulo 11 de su libro profético, había proclamado estas palabras divinas: "Yo les daré un corazón nuevo y pondré en ellos un espíritu nuevo: quitaré de su carne el corazón de piedra y les daré un corazón de carne, para que caminen según mis preceptos, observen mis normas y las pongan en práctica, y así sean mi pueblo y yo sea su Dios" (Ez 11,19-20).

En nuestro cántico (cf. Ez 36,24-28), el profeta repite ese oráculo y lo completa con una precisión estupenda: el "espíritu nuevo" que Dios dará a los hijos de su pueblo será su Espíritu, el Espíritu de Dios mismo (cf. v. 27).

3. Así pues, no sólo se anuncia una purificación, expresada mediante el signo del agua que lava las inmundicias de la conciencia. No sólo está el aspecto, aun necesario, de la liberación del mal y del pecado (cf. v. 25). El acento del mensaje de Ezequiel está puesto sobre todo en otro aspecto mucho más sorprendente. En efecto, la humanidad está destinada a nacer a una nueva existencia. El primer símbolo es el del "corazón" que, en el lenguaje bíblico, remite a la interioridad, a la conciencia personal. De nuestro pecho será arrancado el "corazón de piedra", gélido e insensible, signo de la obstinación en el mal. Dios nos infundirá un "corazón de carne", es decir, un manantial de vida y de amor (cf. v. 26). En la nueva economía de gracia, en vez del espíritu vital, que en la creación nos había convertido en criaturas vivas (cf. Gn 2,7), se nos infundirá el Espíritu Santo, que nos sostiene, nos mueve y nos guía hacia la luz de la verdad y hacia "el amor de Dios en nuestros corazones" (Rm 5,5).

4. Así aparece la "nueva creación" que describe san Pablo (cf. 2Co 5,17 Ga 6,15), cuando afirma la muerte en nosotros del "hombre viejo", del "cuerpo del pecado", porque "ya no somos esclavos del pecado", sino criaturas nuevas, transformadas por el Espíritu de Cristo resucitado: "Despojaos del hombre viejo con sus obras, y revestíos del hombre nuevo, que se va renovando hasta alcanzar un conocimiento perfecto, según la imagen de su Creador" (Col 3,9-10 cf. Rm 6,6). El profeta Ezequiel anuncia un nuevo pueblo, que en el Nuevo Testamento será convocado por Dios mismo a través de la obra de su Hijo. Esta comunidad, cuyos miembros tienen "corazón de carne" y a los que se les ha infundido el "Espíritu", experimentará una presencia viva y operante de Dios mismo, el cual animará a los creyentes actuando en ellos con su gracia eficaz. "Quien guarda sus mandamientos -dice san Juan- permanece en Dios y Dios en él; en esto conocemos que permanece en nosotros: por el Espíritu que nos dio" (1Jn 3,24).

5. Concluyamos nuestra meditación sobre el cántico de Ezequiel escuchando a san Cirilo de Jerusalén, el cual, en su Tercera catequesis bautismal, vislumbra en la página profética al pueblo del bautismo cristiano.

En el bautismo -recuerda- se perdonan todos los pecados, incluidas las transgresiones más graves. Por eso, el obispo dice a sus oyentes: "Ten confianza, Jerusalén, el Señor eliminará tus iniquidades (cf. Sof 3, 14-15). El Señor lavará vuestras inmundicias (...); "derramará sobre vosotros un agua pura que os purificará de todo pecado" (Ez 36,25). Los ángeles os rodean con júbilo y pronto cantarán: "¿Quién es la que sube inmaculada, apoyada en su amado?" (Ct 8,5). En efecto, se trata del alma que era esclava y ahora, ya libre, puede llamar hermano adoptivo a su Señor, el cual, acogiendo su propósito sincero, le dice: "¡Qué bella eres, amada mía!, ¡qué bella eres!" (Ct 4,1). (...) Así dice él, aludiendo a los frutos de una confesión hecha con buena conciencia (...). Quiera Dios que todos (...) mantengáis vivo el recuerdo de estas palabras y saquéis fruto de ellas traduciéndolas en obras santas para presentaros irreprensibles al místico Esposo, obteniendo así del Padre el perdón de los pecados" (n. 16: Le catechesi, Roma 1993, pp. 79-80).

Saludos

Saludo cordialmente a los peregrinos de España y América Latina, especialmente a los sacerdotes de Orihuela, acompañados de monseñor Victorio Oliver; a los fieles de As Pontes y de Santa Gema de Pedralbes; a la Hermandad de Tarragona, así como a las Misioneras de Santo Domingo y al colegio Francisco de Asís de Santiago de Chile. Mantened vivas las palabras del profeta y traducidlas en obras santas.


(A un grupo de bomberos polacos)
Recordad que, al socorrer al hombre y salvar los bienes que posee, incluso poniendo en peligro vuestra vida, contáis con el premio que ha prometido el Señor a quienes ofrecen su vida por los hermanos por quienes Cristo ha muerto.

(En italiano)
70 (A los representantes de la Acción católica)
Amadísimos hermanos, la Iglesia os necesita a vosotros, que habéis hecho de la parroquia el lugar en donde vivís una entrega evangélica diaria fiel y generosa.


Por último, os saludo a vosotros, jóvenes, enfermos y recién casados. Anteayer celebramos la fiesta de la Natividad de la Virgen y pasado mañana conmemoraremos su Santo Nombre. Que la celestial Madre de Dios os guíe y sostenga en el camino de una adhesión a Cristo y a su Evangelio cada vez más perfecta.


Me dispongo a iniciar mañana con gran esperanza mi tercer viaje apostólico a Eslovaquia, tierra enriquecida por el testimonio de heroicos discípulos de Cristo, que han dejado elocuentes huellas de santidad en la historia de la nación. Queridísimos hermanos y hermanas, os invito a acompañarme con la oración. Encomiendo este viaje apostólico a la Madre del Redentor, tan venerada en Eslovaquia. Que ella guíe mis pasos y obtenga para el pueblo eslovaco una nueva primavera de fe y de progreso civil.



Miércoles 17 de septiembre de 2003

Viaje del Papa a Eslovaquia

Amadísimos hermanos y hermanas:

1. Hoy quisiera comentar con vosotros el viaje apostólico que tuve la alegría de realizar la semana pasada a Eslovaquia. Doy gracias al Señor, que por tercera vez me ha concedido visitar ese noble país. Renuevo la expresión de mi sentimiento de gratitud a todos los que me acogieron con tanta cordialidad. Doy las gracias, ante todo, a los venerados hermanos en el episcopado, al señor presidente de la República y a las demás autoridades, así como a los que han cuidado todos los aspectos de mi estancia en esa tierra.

2. Fiel a Cristo y a la Iglesia: así se presenta Eslovaquia en su historia. Yendo personalmente, quise confirmarla en esta fidelidad, mientras se encamina con confianza hacia el porvenir. Pude admirar, complacido, el desarrollo económico y social que ha logrado en estos años. Estoy seguro de que, al entrar en la Unión europea, el pueblo eslovaco dará a la construcción de Europa una contribución eficaz también en el ámbito de los valores. En efecto, gracias a Dios, posee un rico patrimonio espiritual que, a pesar de la dura persecución que sufrió en el pasado, ha sabido conservar con firmeza. Lo demuestra con elocuencia el prometedor florecimiento de vida cristiana y de vocaciones sacerdotales y religiosas, que está registrando hoy. Pido a Dios que esta amada nación prosiga con confianza por ese camino.

3. La primera etapa de mi peregrinación fue la visita a la catedral de Trnava, iglesia madre de la archidiócesis de Bratislava-Trnava. En ese templo, dedicado a San Juan Bautista, pedí a los cristianos que sean testigos cada vez más intrépidos del Evangelio.

Las jornadas sucesivas tuvieron como centro celebraciones eucarísticas hermosas y sugestivas, bien cuidadas en la liturgia y en los cantos, con una intensa y devota participación del pueblo cristiano. La primera tuvo lugar en la plaza de Banská Bystrica, en el centro de la localidad. Comentando el evangelio de la Anunciación, subrayé la exigencia de cultivar, desde la familia, una libertad madura. Sólo así se puede responder a la llamada de Dios, siguiendo el ejemplo de la Virgen María.

71 También en Banská Bystrica me encontré con los miembros de la Conferencia episcopal de Eslovaquia. Los animé a proseguir la vasta obra de promoción de la vida cristiana, después de los años oscuros del aislamiento y de la dictadura comunista.

4. Luego me dirigí a Roznava, la ciudad más importante de una región agrícola. En ese contexto, resonó con mucha elocuencia la parábola evangélica del sembrador. Sí. La palabra de Dios es semilla de vida nueva. Hablando de modo especial a los campesinos, subrayé la gran importancia de su contribución a la construcción del país. Con todo, es preciso que permanezcan muy sólidamente arraigados en su secular tradición cristiana. También en Roznava, tuve la oportunidad de saludar a una numerosa comunidad de lengua húngara.

La última etapa de mi viaje apostólico, la principal, fue en la capital, Bratislava.Durante una solemne santa misa, tuve la alegría de beatificar a dos hijos de esa tierra: el obispo Basilio Hopko y sor Zdenka Cecilia Schelingová, víctimas de crueles persecuciones en la década de 1950 por parte del régimen comunista. Ambos testigos de la fe del siglo XX fueron elevados al honor de los altares precisamente en el día de la Exaltación de la Santa Cruz. Recuerdan que el pueblo eslovaco, en los momentos dramáticos de sufrimiento, encontró fuerza y esperanza en la cruz de Cristo: O crux, ave spes unica!

5. La Virgen de los Dolores, patrona principal de Eslovaquia, ha sido el apoyo de la Iglesia en ese país. Unidos a ella, que permaneció al lado de su Hijo en el Calvario, nuestros hermanos eslovacos, también en esta época, quieren seguir fieles a Cristo y a la Iglesia. Que la Virgen de los Dolores proteja a Eslovaquia, para que conserve celosamente el Evangelio, el bien más valioso, que es preciso anunciar y testimoniar con la santidad de vida.

¡Dios te bendiga, querida Eslovaquia! ¡Gracias por tu amor a la Iglesia y al Sucesor de Pedro!

Saludos


Saludo a los fieles de lengua española, especialmente a los de Chile y España, así como a los alumnos del Pontificio Colegio Mexicano en Roma. Que bajo la protección maternal de Nuestra Señora anunciéis valientemente el Evangelio, dando testimonio con vuestra vida santa.
El Santo Padre pidió a los peregrinos de lengua portuguesa oraciones por los católicos de Eslovaquia y por él mismo, para poder llevar el peso de la misión que el Señor le ha confiado.
A los fieles lituanos presentes los exhortó a ponerse constantemente a la escucha de la palabra de Dios, para que su vida cristiana dé abundantes frutos espirituales.

(A los peregrinos de la República Checa)
Doy una cordial bienvenida a los jóvenes y peregrinos de Jihlava. Ayer celebramos la fiesta de la santa duquesa Ludmila, que selló con el martirio la difusión del cristianismo en vuestra patria. Por su intercesión, os bendigo a vosotros y a vuestra tierra.

72 (A un grupo de alumnos del seminario mayor de Lódz, Polonia)
La vocación sacerdotal es una vocación a la santidad. Signos de la santidad son la oración, el espíritu de contemplación, el sacrificio y la disponibilidad a servir a Dios y al hombre. Os deseo que la vocación, comprendida y vivida así, sea el camino espiritual que recorráis cada uno de vosotros. Os ayuden a descubrirla y vivirla así vuestros formadores y superiores.

(En italiano)
Saludo, por último, a los jóvenes, a los enfermos y a los recién casados.

La amistad con Jesús sea para vosotros, queridos jóvenes, motivo de inspiración de vuestros compromisos; para vosotros, queridos enfermos, sea apoyo en los momentos de sufrimiento; y para vosotros, queridos recién casados, sea estímulo a corresponder a vuestra vocación familiar.



Audiencias 2003 62