Discursos 2003 83


A LOS JÓVENES DE LA DIÓCESIS DE ROMA


Y DE LAS DIÓCESIS DEL LACIO


Jueves 10 de abril de 2003

Amadísimos jóvenes:

1. También este año nos reunimos para celebrar un encuentro de oración y de fiesta, con ocasión de la Jornada mundial de la juventud.

Saludo al cardenal vicario, al que agradezco las palabras que me ha dirigido al inicio; a los demás cardenales y obispos presentes, y a vuestros sacerdotes y educadores.

Saludo a los muchachos que me han hablado en nombre de los demás y también me han ofrecido regalos significativos, y a cada uno de vosotros, amadísimos jóvenes, chicos y chicas, de Roma y de las diócesis del Lacio, reunidos aquí. Saludo también la lluvia, que nos ha acompañado fielmente, luego ha cesado un poco, pero parece que vuelve ahora.

Saludo, además, a los participantes en el encuentro sobre las Jornadas mundiales de la juventud organizado por el Consejo pontificio para los laicos y, juntamente con ellos, a las delegaciones de los jóvenes de Toronto y de Colonia, a los artistas y a los testigos que hoy comparten este momento.

84 2. "He ahí a tu Madre" (Jn 19,27). Son las palabras de Jesús que elegí como tema de esta XVIII Jornada mundial de la juventud.

Habiendo llegado la "hora", Jesús, desde la cruz, entrega al discípulo Juan a María, su Madre, convirtiéndola, a través del discípulo amado, en Madre de todos los creyentes, Madre de todos nosotros. A cada uno de nosotros nos dice Jesús: He ahí a María, mi Madre, que desde hoy es también tu Madre.

Preguntémonos: ¿quién es esta Madre? Para comprenderlo mejor os aconsejo que leáis, en este Año del Rosario, todo el magnífico capítulo VIII de la constitución dogmática Lumen gentium del concilio Vaticano II. María "cooperó de manera totalmente singular a la obra del Salvador con su obediencia, su fe, su esperanza y su ardiente caridad, para restablecer la vida sobrenatural de las almas. Por esta razón es nuestra madre en el orden de la gracia" (n. 61). Y esta maternidad sobrenatural continuará hasta la vuelta gloriosa de Cristo.

Ciertamente, él, Jesucristo, es el único Redentor. Él es el único Mediador entre Dios y los hombres. Sin embargo -como enseña el Concilio-, María coopera y participa en su obra de salvación. Ella es, por tanto, una Madre hacia la que debemos tener una profunda y verdadera devoción, una devoción profundamente cristocéntrica, más aún, arraigada en el mismo misterio trinitario de Dios.

3. «"He ahí a tu Madre". Y desde aquel momento -prosigue el evangelio- el discípulo la acogió en su casa» (Jn 19,27).

Acoger a María en su casa, en su existencia, es privilegio de todo fiel. Lo es, sobre todo, en los momentos difíciles, como son los que también vosotros, jóvenes, vivís a veces en este período de vuestra vida. Recuerdo que, cuando era joven y trabajaba en el taller químico, encontré estas palabras: Totus tuus. Y con la fuerza de estas palabras pude caminar a través de la terrible guerra, a través de la terrible ocupación nazi y luego también a través de las demás experiencias difíciles de la posguerra. A todos se ofrece la posibilidad de acoger a María en la propia casa, en la propia existencia.

Hoy, por estos motivos, os quiero encomendar a María. Queridos jóvenes, os lo digo por experiencia, ¡abridle a ella las puertas de vuestra existencia! No tengáis miedo de abrir de par en par las puertas de vuestro corazón a Cristo a través de ella, que quiere llevaros a él, para que seáis salvados del pecado y de la muerte. Ella os ayudará a escuchar su voz y a decir sí a todo proyecto que Dios piensa para vosotros, para vuestro bien y para el de la humanidad entera.

4. Os encomiendo a María mientras ya estáis idealmente en camino hacia la Jornada mundial de la juventud de Colonia. Los jóvenes de Toronto acaban de traer a este atrio la cruz del Año santo. Desde Toronto a Colonia: el domingo próximo, domingo de Ramos, la entregarán a sus amigos de Colonia. Dos jóvenes de Roma, en cambio, han puesto al pie de la cruz el icono de María, que veló por los "centinelas de la mañana" de Tor Vergata durante la inolvidable Jornada mundial de la juventud del año 2000. ¡Tor Vergata! Para que sea siempre evidente, también de forma visible, que María es una poderosísima Madre que nos conduce a Cristo, deseo que el próximo domingo, a los jóvenes de Colonia, además de la cruz, se les entregue también este icono de María y que, junto con la cruz, de ahora en adelante ella vaya en peregrinación por el mundo para preparar las Jornadas de la juventud.

Mientras esperáis el encuentro con los jóvenes de todo el mundo en Colonia, permaneced con María en un clima de oración y de escucha interior del Señor. Por este motivo, deseo también que esa Jornada se prepare desde hoy con la oración constante que deberá elevarse desde toda la Iglesia y, en particular, en Italia, desde cuatro lugares significativos: el santuario mariano de Loreto y el de la Virgen del Rosario de Pompeya; aquí, en Roma, el Centro juvenil San Lorenzo, que desde hace veinte años, muy cerca de la basílica de San Pedro, acoge a los jóvenes peregrinos que vienen a visitar la tumba de san Pedro; y la iglesia de Santa Inés en Agone, en la plaza Navona, donde desde el Año santo 2000, todos los jueves por la noche, los jóvenes pueden encontrar un oasis de oración ante la Eucaristía y la posibilidad de recibir el sacramento de la confesión.

5. Pensando desde ahora en la Jornada mundial de la juventud de Colonia, deseo dar gracias a Dios, una vez más, por el don de las Jornadas mundiales de la juventud. En estos veinticinco años de pontificado se me ha concedido la gracia de reunirme con los jóvenes de todas las partes del mundo, sobre todo con ocasión de esas Jornadas. Cada una de ellas ha sido un "laboratorio de la fe", donde se han encontrado Dios y el hombre, donde cada joven ha podido decir: "Tú, oh Cristo, eres mi Señor y mi Dios". Han sido auténticas escuelas de crecimiento en la fe, de vida eclesial y de respuesta vocacional.

Y, ciertamente, podemos decir también que cada Jornada se ha caracterizado por el amor materno de María, del que ha sido elocuente imagen la solicitud amorosa y materna de la Iglesia por la regeneración de los jóvenes. ¡Vuelve la lluvia!Nosotros, los jóvenes, te amamos, lluvia.

85 6. "He ahí a tu Madre" (Jn 19,27), Reina de la paz. Responder a esta invitación, acogiendo a María en vuestra casa, significará también comprometeros en favor de la paz. En efecto, María, Reina de la paz, es una madre y, como toda madre, tiene un único deseo para sus hijos: verlos vivir serenos y en paz entre sí. En este momento convulso de la historia, mientras el terrorismo y las guerras amenazan la concordia entre los hombres y las religiones, deseo encomendaros a María para que os convirtáis en promotores de la cultura de la paz, hoy más necesaria que nunca.

Mañana se cumple el 40° aniversario de la publicación de la encíclica Pacem in terris del beato Juan XXIII. Sólo comprometiéndonos a construir la paz sobre los cuatros pilares: la verdad, la justicia, el amor y la libertad, tal como nos enseña la Pacem in terris, será posible impulsar la cooperación entre las naciones y armonizar los intereses, diferentes y opuestos, de culturas e instituciones. ¡Reina de la paz, ruega por nosotros!Unas pocas palabras más, y luego os dejo.Estas pocas palabras son sobre el rosario.

7. El rosario es una "dulce cadena que nos une a Dios". ¡Llevadlo siempre con vosotros! El rosario, rezado con inteligente devoción, os ayudará a asimilar el misterio de Cristo, para aprender de él el secreto de la paz y convertirla en proyecto de vida.

Lejos de ser una huida de los problemas del mundo, el rosario os impulsará a mirarlos con responsabilidad y generosidad, y os permitirá encontrar la fuerza para afrontarlos con la certeza de la ayuda de Dios y con el firme propósito de testimoniar en cada circunstancia "la caridad, "que es el vínculo de la perfección" (Col 3,14)" (cf. Rosarium Virginis Mariae RVM 40).

Con estos sentimientos, os exhorto a proseguir vuestro camino de vida, a lo largo del cual os acompaño con mi afecto y mi bendición. Esta mañana he celebrado la misa con la intención de obtener la bendición de Dios para este encuentro con los jóvenes de Roma y del Lacio.
Acto de consagración a María




"He ahí a tu Madre" (Jn 19,27).
Es Jesús, oh Virgen María,
quien desde la cruz
nos quiso encomendar a ti,
no para atenuar,
sino para reafirmar
86 su papel exclusivo de Salvador del mundo.

Si en el discípulo Juan
te han sido encomendados
todos los hijos de la Iglesia,
mucho más me complace
ver encomendados a ti, oh María,
a los jóvenes del mundo.

A ti, dulce Madre,
cuya protección he experimentado siempre,
esta tarde los encomiendo de nuevo.
Bajo tu manto,
bajo tu protección,
87 todos buscan refugio.

Tú, Madre de la divina gracia,
haz que resplandezcan con la belleza de Cristo.
Son los jóvenes de este siglo,
que en el alba del nuevo milenio
viven aún los tormentos que derivan del pecado,
del odio, de la violencia,
del terrorismo y de la guerra.

Pero son también los jóvenes a quienes la Iglesia
mira con confianza, con la certeza
de que, con la ayuda de la gracia de Dios,
88 lograrán creer y vivir
como testigos del Evangelio
en el hoy de la historia.

Oh María,
ayúdales a responder a su vocación.
Guíalos al conocimiento del amor verdadero
y bendice sus afectos.
Sostenlos en el momento del sufrimiento.
Conviértelos en anunciadores intrépidos
del saludo de Cristo
el día de Pascua: ¡La paz esté con vosotros!

89 Juntamente con ellos,
también yo me encomiendo
una vez más a ti,
y con afecto confiado te repito:
Totus tuus ego sum!
¡Soy todo tuyo!

Y también cada uno de ellos,
conmigo, te dice:
Totus tuus!
Totus tuus!

Amén.






A LAS HERMANAS DE LOS POBRES


DE SANTA CATALINA DE SIENA


90

Viernes del 11 de abril de 2003



Amadísimas Hermanas de los Pobres:

1. Con alegría os acojo con ocasión del capítulo general de vuestro instituto. A todas y a cada una doy una cordial bienvenida. Saludo en particular a la superiora general y a su consejo, y extiendo mi saludo a toda vuestra familia religiosa, dedicada a difundir el evangelio de la caridad especialmente entre los pobres.

Toda asamblea capitular constituye para las órdenes y congregaciones un importante momento de reflexión y de impulso de la acción espiritual y misionera, porque, en cierto modo, es una vuelta ideal a sus orígenes, para proyectarse con mayor valentía aún hacia ulteriores metas apostólicas.

Esto es lo que también vosotras, amadas hermanas, habéis querido hacer en el actual capítulo general, dóciles a las inspiraciones del Espíritu y atentas a los "signos" de los tiempos. La rica herencia carismática, que la beata Sabina Petrilli os dejó, representa un providencial "talento" que es preciso hacer fructificar en la Iglesia y para el mundo.

2. Vuestra fundadora, a quien el Señor me concedió beatificar hace quince años, se consagró a Dios y a los hermanos más necesitados, inspirándose en los cuatro grandes amores de santa Catalina: la Eucaristía, el Crucifijo, la Iglesia y los pobres. Siempre dispuesta a ayudar a los hermanos en sus necesidades, no dudó en ir, hace cien años, al continente latinoamericano. Siguiendo su estela luminosa, sus hijas espirituales extendieron luego la presencia de la congregación también en Asia.

El tema del capítulo general: "Un don para donar: el rostro carismático de la Hermana de los Pobres", subraya la urgencia de proseguir esta acción espiritual y misionera, sin perder nunca de vista la intuición carismática de la beata Sabina Petrilli. Ser Hermanas de los Pobres -decía- lleva consigo el compromiso de no abandonar jamás a "los pobres que Dios nos dio por hermanos" (Directorio, p. 15), porque "debemos amarlos, y dedicarles a ellos en particular nuestra predilección, nuestro favor, nuestro corazón, todas nuestras facultades y nuestro trabajo" (ib., p. 1006). Este amor -añadía la beata Sabina- "será nuestra gloria y el manantial de donde brotarán siempre para el Instituto las bendiciones del cielo, porque quien tiene misericordia del pobre da al Señor" (ib., p. 1007).

3. Reconocer en el rostro de todo indigente el rostro de Cristo es la enseñanza que vuestra fundadora os repite hoy, recordando, como hacía a menudo con las primeras hermanas, que "todo es poco para Jesús" y que "el corazón humano resiste a todo, menos a la bondad". La Hermana de los Pobres sabe que debe educar su corazón en el amor, aprendiendo a "sacrificarse y a ser sacrificada sin quejarse", tendiendo al heroísmo de la caridad, disponible y acogedora con toda persona, cualquiera que sea la pobreza que presente.

Queridas hermanas, uniendo "la contemplación a la acción", proseguid en vuestro servicio eclesial, que florece de la oración como "de la raíz la flor".

En nuestra época es muy necesario reafirmar el primado de la escucha de Dios y de la contemplación, como os habéis esforzado por hacer durante los trabajos capitulares. Si Jesús vive en vosotras, precisamente la intimidad con él impedirá que se produzca una ruptura entre la experiencia espiritual y las obras que hay que adaptar siempre a las nuevas exigencias de los tiempos.

Además de aliviar las necesidades materiales de la gente, no perdáis de vista el anuncio explícito del Evangelio, recordando lo que decía vuestra fundadora: "Nada debe dar al prójimo quien no puede darle a Dios, y no es caridad darle algo en lugar del Creador".

91 Queridas hermanas, tenéis ante vosotras un vasto campo de acción: poned especial cuidado en prepararos con una formación adecuada y constante. Os acompañe y sostenga la Virgen santísima, y os protejan santa Catalina y la beata Sabina Petrilli. Os aseguro mi oración, a la vez que con afecto os bendigo a vosotras y a toda vuestra familia religiosa.








A LOS PARTICIPANTES EN EL CONGRESO


INTERNACIONAL "UNIV 2003"


Lunes 14 de abril de 2003



Amadísimos jóvenes:

1. Me alegra acogeros también este año a todos vosotros, que frecuentáis las actividades de formación cristiana organizadas por la Prelatura del Opus Dei en numerosos países del mundo.
Habéis venido a Roma para pasar aquí la Semana santa y participar en el encuentro internacional del UNIV: os saludo cordialmente y os deseo que estas jornadas romanas sean ocasión de un renovado encuentro con Jesús y de una fuerte experiencia eclesial.

Para vuestro congreso universitario habéis elegido como tema: "Construir la paz en el siglo XXI". Es un tema muy actual en estos meses, en que estamos preocupados, además de por la situación en Irak, por numerosos focos de violencia y de guerra, que se han encendido también en otros continentes. Todo ello hace más urgente una verdadera educación con vistas a la paz.

2. Para los creyentes, la acción primera y fundamental en favor de la paz es la oración, puesto que la paz es don del amor de Dios.

Ayer, domingo de Ramos, en todas las diócesis se celebró la Jornada mundial de la juventud. En el Mensaje que para esta ocasión dirigí a los jóvenes, les pedí, en este tiempo en el que se cierne la amenaza de la violencia, el odio y la guerra, que se comprometan a testimoniar que Jesús es quien puede dar la verdadera paz al corazón del hombre, a las familias y a los pueblos de la tierra.

Los cuatro pilares en los que se apoya la paz son la verdad, la justicia, el amor y la libertad, como enseñó el beato Juan XXIII en la encíclica Pacem in terris, cuyo cuadragésimo aniversario celebramos hace algunos días (cf. AAS 55 [1963] 265-266).

3. Para ser constructores de paz es preciso, ante todo, vivir en la verdad. Vosotros, jóvenes, tened la valentía de interrogaros con sinceridad sobre el sentido de la vida; forjaos en una límpida rectitud de pensamiento y acción, de respeto y diálogo con los demás. Tened, en primer lugar, una relación verdadera con Dios, que pide conversión personal y apertura a su misterio. El hombre sólo se comprende a sí mismo en relación con Dios, que es plenitud de verdad, de belleza y de bondad.

Observa san Josemaría Escrivá: "Intentan algunos construir la paz en el mundo, sin poner amor de Dios en sus propios corazones (...). ¿Cómo será posible efectuar, de ese modo, una misión de paz? La paz de Cristo es la del reino de Cristo; y el reino de nuestro Señor ha de cimentarse en el deseo de santidad, en la disposición humilde para recibir la gracia, en una esforzada acción de justicia, en un divino derroche de amor" (Es Cristo que pasa, 182).

92 4. La justicia, juntamente con el respeto de la dignidad de toda persona, va unida a la verdad. Pero sabemos que sin amor sincero y desinteresado, la misma justicia no podría asegurar al mundo la paz. En efecto, la auténtica paz florece cuando en el corazón son vencidos el odio, el rencor y la envidia; cuando se dice no al egoísmo y a todo lo que impulsa al ser humano a encerrarse en sí mismo y a defender sus intereses.

Si el amor, que es el signo distintivo de los discípulos de Cristo, se traduce en gestos de servicio gratuito y desinteresado, en palabras de comprensión y perdón, la ola pacificadora del amor se ensancha y se extiende hasta envolver a toda la comunidad humana. Así es más fácil comprender también el cuarto pilar de la paz, es decir la libertad, el reconocimiento de los derechos de las personas y de los pueblos, y el libre don de sí en el cumplimiento responsable de los deberes que competen a cada uno en su estado de vida.

5. Queridos jóvenes del UNIV, si tratáis de seguir este camino, podréis dar una contribución eficaz a la construcción de un mundo "pacificado" y "pacificador". Escribe vuestro santo fundador: "Tarea del cristiano: ahogar el mal en abundancia de bien. No se trata de campañas negativas, ni de ser antinada. Al contrario: vivir de afirmación, llenos de optimismo, con juventud, alegría y paz; ver con comprensión a todos" (Surco, n. 864). Seguid estas enseñanzas; acoged la paz que Cristo da a quien le abre el corazón, y difundidla en todos los ambientes.

María, Reina de la paz, vele sobre vosotros, sobre vuestros deseos y proyectos, sobre vuestras familias y sobre las naciones de las que procedéis. Os asistan vuestro santo fundador y vuestros patronos celestiales. Deseándoos que os preparéis con fe para celebrar la Pascua, os bendigo de corazón a todos.







VÍA CRUCIS EN EL COLISEO



ORACIÓN INICIAL

El Santo Padre:

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
R /. Amén.
Vía Crucis del Viernes Santo del año 2003


Via Crucis de la comunidad eclesial de la Urbe
convocada junto al Coliseo,
trágico y glorioso monumento de la Roma imperial,
93 testigo mudo del poder y del dominio,
memorial mudo de vida y de muerte,
donde parecen resonar, casi como un eco interminable,
gritos de sangre (cf. Gn
Gn 4,10)
y palabras que imploran concordia y perdón.

Vía Crucis del vigésimo quinto año de mi Pontificado
como Obispo de Roma y Pastor de la Iglesia universal.
Por la gracia de Dios, en los veinticinco años
de mi servicio pastoral
nunca he faltado a esta cita,
verdadera Statio Urbis et Orbis,
94 encuentro de la Iglesia de Roma
con los peregrinos venidos de todas las partes del mundo
y con millones de fieles que siguen el Vía Crucis
por medio de la radio y la televisión.
También este año,
por renovada misericordia del Señor,
estoy entre vosotros para recorrer en la fe
el trayecto que Jesús recorrió desde el pretorio de Poncio Pilato
hasta la cumbre del Calvario.

Vía Crucis,
ideal abrazo entre Jerusalén y Roma,
95 entre la Ciudad amada por Jesús,
donde dio la vida por la salvación del mundo,
y la Ciudad sede del Sucesor de Pedro,
que preside en la caridad eclesial.

Vía Crucis, camino de fe:
en Jesús condenado a muerte
reconoceremos al Juez universal;
en Él, cargado con la Cruz, al Salvador del mundo;
en Él, crucificado, al Señor de la historia,
al Hijo mismo de Dios.

Noche del Viernes Santo,
96 noche tibia y palpitante del primer plenilunio de primavera.
Estamos reunidos en el nombre del Señor.
Él está aquí con nosotros, según su promesa (cf. Mt
Mt 18,20).

Con nosotros está también Santa María.
Ella estuvo sobre la cumbre del Gólgota
como Madre del hijo moribundo,
Discípula del Maestro de la verdad,
nueva Eva junto al árbol de la vida.
Mujer del dolor,
asociada al "Varón de dolores y sabedor de dolencias" (Is 53,3),
Hija de Adán, Hermana nuestra, Reina de la paz.

97 Madre de misericordia,
ella se inclina sobre sus hijos,
aún expuestos a peligros y afanes,
para ver los sufrimientos,
oír los gemidos que surge de sus miserias,
para confortarles y reavivar la esperanza de la paz.

Oremos.

Breve pausa de silencio.

Mira, Padre santo,
la sangre que brota del costado traspasado del Salvador,
mira la sangre derramada por tantas víctimas
98 del odio, de la guerra, del terrorismo,
y concede, benigno, que el curso de los acontecimientos del mundo
se desarrolle según tu voluntad en la justicia y la paz,
y que tu Iglesia se dedique con serena confianza
a tu servicio y a la liberación del hombre.
Por Jesucristo nuestro Señor.

R/. Amén.

PRIMERA ESTACIÓN


Jesús es condenado a muerte

V/. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi.

R/. Quia por sanctam crucem tuam redemisti mundum.

Del Evangelio según San Marcos. 14, 14-15

99 Pero ellos gritaron con más fuerza: "! Crucifícale! "
Pilatos, entonces, queriendo complacer a la gente,
les soltó a Barrabás y entregó a Jesús,
después de azotarle,
para que fuera crucificado.



MEDITACIÓN

La sentencia de Pilato fue dictada bajo la presión de los sacerdotes y de la multitud. La condena a muerte por crucifixión debería haber satisfecho sus pasiones y ser la respuesta al grito: "¡Crucifícale! ¡Crucifícale!" (Mc 15,13-14, etc. ). El pretor romano pensó que podría eludir el dictar sentencia lavándose las manos, como se había desentendido antes de las palabras de Cristo cuando éste identificó su reino con la verdad, con el testimonio de la verdad (Jn 18,38). En uno y otro caso Pilato buscaba conservar la independencia, mantenerse en cierto modo "al margen". Pero eran sólo apariencias. La cruz a la que fue condenado Jesús de Nazaret (Jn 19,16), así como su verdad del reino (Jn 18,36-37), debía de afectar profundamente al alma del pretor romano. Esta fue y es una Realeza, frente a la cual no se puede permanecer indiferente o mantenerse al margen.
El hecho de que a Jesús, Hijo de Dios, se le pregunte por su reino, y que por esto sea juzgado por el hombre y condenado a muerte, constituye el principio del testimonio final de Dios que tanto amó al mundo (cf. Jn Jn 3,16).
También nosotros nos encontramos ante este testimonio, y sabemos que no nos es lícito lavarnos las manos.



ACLAMACIONES

Jesús de Nazaret, condenado a muerte en la cruz
testigo fiel del amor del Padre.
R/. Kyrie, eleison

100 Jesús, Hijo de Dios, obediente a la voluntad del Padre
hasta la muerte de Cruz
R/. Kyrie, eleison

Todos:

Pater noster, qui es in caelis:
sanctificetur nomen tuum;
adveniat regnum tuum;
fiat voluntas tua, sicut in caelo, et in terra.
Panem nostrum cotidianum da nobis hodie;
et dimitte nobis debita nostra,
sicut et nos dimittimus debitoribus nostris;
101 et ne nos inducas in tentationem;
sed libera nos a malo.

Stabat mater dolorosa
iuxta crucem lacrimosa,
dum pendebat Filius.

SEGUNDA ESTACIÓN


Jesús carga con la Cruz

V/. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi.

R/. Quia por sanctam crucem tuam redemisti mundum.

Del Evangelio según San Marcos. 14, 20

Cuando se hubieron burlado de él,
le quitaron la púrpura,
102 le pusieron sus ropas
y le sacan fuera
para crucificarle.

MEDITACIÓN

Empieza la ejecución, es decir, el cumplimiento de la sentencia. Cristo, condenado a muerte, debe cargar con la cruz como los otros dos condenados que van a sufrir la misma pena: "Fue contado entre los pecadores" (1S 53,12). Cristo se acerca a la cruz con el cuerpo entero terriblemente magullado y desgarrado, con la sangre que le baña el rostro, cayéndole de la cabeza coronada de espinas. Ecce Homo! (Jn 19,5). En Él se encierra toda la verdad del Hijo del hombre predicha por los profetas, la verdad sobre el siervo de Yavé anunciada por Isaías: "Fue traspasado por nuestras iniquidades... y en sus llagas hemos sido curados" (Is 53,5).
Está también presente en Él una cierta consecuencia, que nos deja asombrados, de lo que el hombre ha hecho con su Dios. Dice Pilato: "Ecce Homo" (Jn 19,5): "¡Mirad lo que habéis hecho de este hombre!" En esta afirmación parece oírse otra voz, como queriendo decir: " ¡Mirad lo que habéis hecho en este hombre con vuestro Dios!"
Resulta conmovedora la semejanza, la interferencia de esta voz que escuchamos a través de la historia con lo que nos llega mediante el conocimiento de la fe. Ecce Homo! Jesús, "el llamado Mesías" (Mt 27,17), carga la cruz sobre sus espaldas (Jn 19,17). Ha empezado la ejecución.



ACLAMACIONES

Cristo, Hijo de Dios,
que revelas al hombre el misterio del hombre.
R/. Kyrie, eleison

Jesús, Siervo del Señor,
por tus llagas hemos sido curados
R/. Kyrie, eleison

Todos:

103 Pater noster, qui es in caelis:
sanctificetur nomen tuum;
adveniat regnum tuum;
fiat voluntas tua, sicut in caelo, et in terra.
Panem nostrum cotidianum da nobis hodie;
et dimitte nobis debita nostra,
sicut et nos dimittimus debitoribus nostris;
et ne nos inducas in tentationem;
sed libera nos a malo.

Cuius animam gementem,
contristatam et dolentem
104 pertransivit gladius.

TERCERA ESTACIÓN

Jesús cae por primera vez

V/. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi.

R/. Quia por sanctam crucem tuam redemisti mundum.

Del libro del Profeta Isaías. 53, 4-6

Y con todo eran nuestras dolencias las que él llevaba
y nuestros dolores los que soportaba!
Nosotros le tuvimos por azotado,
herido de Dios y humillado.
El ha sido herido por nuestras rebeldías,
molido por nuestras culpas.
105 El soportó el castigo que nos trae la paz,
y con sus cardenales hemos sido curados.
Todos nosotros como ovejas erramos,
cada uno marchó por su camino,
y Yahveh descargó sobre él
la culpa de todos nosotros.



MEDITACIÓN

Jesús cae bajo la cruz. Cae al suelo. No recurre a sus fuerzas sobrehumanas, no recurre al poder de los ángeles. "¿Crees que no puedo rogar a mi Padre, quien pondría a mi disposición al punto más de doce legiones de ángeles?" (Mt 26,53). No lo pide. Habiendo aceptado el cáliz de manos del Padre (Mc 14,3 6, etc. ), quiere beberlo hasta las heces. Esto es lo que quiere. Y por esto no piensa en ninguna fuerza sobrehumana, aunque al instante podría disponer de ellas. Pueden sentirse dolorosamente sorprendidos los que le habían visto cuando dominaba a las humanas dolencias, a las mutilaciones, a las enfermedades, a la muerte misma. ¿Y ahora? .¿Está negando todo eso? Y, Sin embargo, "nosotros esperábamos", dirán unos días después los discípulos de Emaús (Lc 24,21). "Si eres el Hijo de Dios..." (Mt 27,40), le provocarán los miembros del Sanedrín. "A otros salvó, a sí mismo no puede salvarse" (Mc 15,31 Mt 27,42), gritará la gente.
Y él acepta estas frases de provoca ación, que parecen anular todo el sentido de sumisión, de los sermones pronunciados, de los milagros realiza dos. Acepta todas estas palabras, decide no oponerse. Quiere ser ultrajado. Quiere vacilar. Quiere caer bajo la cruz. Quiere. Es fiel hasta el final, hasta los mínimos detalles, a esta afirmación: "No se haga lo que yo quiero, sino lo que quieres tú" (cf. Mc 14,36, etc.).
Dios salvará a la humanidad con las caídas de Cristo bajo la cruz.



ACLAMACIONES

Jesús, manso cordero redentor,
que llevas sobre ti el pecado del mundo.
R/. Kyrie, eleison

106 Jesús, compañero nuestro en el tiempo de angustia,
solidario con la debilidad humana
R/. Kyrie, eleison

Todos:

Pater noster, qui es in caelis:
sanctificetur nomen tuum;
adveniat regnum tuum;
fiat voluntas tua, sicut in caelo, et in terra.
Panem nostrum cotidianum da nobis hodie;
et dimitte nobis debita nostra,
sicut et nos dimittimus debitoribus nostris;
107 et ne nos inducas in tentationem;
sed libera nos a malo.

O quam tristis et afflicta
fuit illa benedicta
mater Unigeniti!



CUARTA ESTACIÓN

Jesús encuentra a su Madre

V /. Adoramus tú, Christe, et benedicimus tibi.

R /. Quia por sanctam crucem tuam redemisti mundum.

Del Evangelio según San Lucas. 2, 34-35.51

Simeón les bendijo y dijo a María, su madre:
" Éste está puesto para caída
108 y elevación de muchos en Israel,
y para ser señal de contradicción
¡y a ti misma una espada te atravesará el alma! -
a fin de que queden al descubierto las intenciones de muchos corazones. "...
Su madre conservaba cuidadosamente todas las cosas en su corazón.

MEDITACIÓN

La Madre. María se encuentra con su Hijo en el camino de la cruz. La cruz de El es su cruz, la humillación de El es la suya, suyo el oprobio público de Jesús. Es el orden humano de las cosas. Así deben sentirlo los que la rodean y así lo capta su corazón: "...y una espada atravesará tu alma" (Lc 2,3 Lc 5). Las palabras pronunciadas cuando Jesús tenía cuarenta días se cumplen en este momento. Alcanzan ahora su plenitud total. Y María avanza, traspasada por esta invisible espada, hacia el Calvario de su Hijo, hacia su propio Calvario. La devoción cristiana la ve con esta espada clavada en su corazón, y así la representa en pinturas y esculturas. ¡Madre Dolorosa!
"¡Oh tú, que has padecido junto con El! ", repiten los fieles, íntimamente convencidos de que así justamente debe expresarse el misterio de este sufrimiento. Aunque este dolor le pertenezca y le afecte en lo más profundo de su maternidad, sin embargo, la verdad plena de este sufrimiento se expresa con la palabra "com-pasión". También ella pertenece al mismo misterio: expresa en cierto modo la unidad con el sufrimiento del Hijo.

ACLAMACIONES

Santa María, madre y hermana nuestra en el camino de fe,
con te invocamos a tu Hijo Jesús.
R/. Kyrie, eleison

Santa María, intrépida en la vía del Calvario,
109 suplicamos contigo a tu Hijo Jesús.
R/. Kyrie, eleison

Todos:

Pater noster, qui es in caelis:
sanctificetur nomen tuum;
adveniat regnum tuum;
fiat voluntas tua, sicut in caelo, et in terra.
Panem nostrum cotidianum da nobis hodie;
et dimitte nobis debita nostra,
sicut et nos dimittimus debitoribus nostris;
et ne nos inducas in tentationem;
110 sed libera nos a malo.

Quae maerebat et dolebat
pia mater, cum videbat
Nati poenas incliti.


QUINTA ESTACIÓN

Simón Cireneo ayuda a Jesús


V/. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi.
R/. Quia per sanctam crucem tuam redemisti mundum.

Lectura del Evangelio según San Marcos. 15, 21-22

Y obligaron a uno que pasaba,
a Simón de Cirene, que volvía del campo,
el padre de Alejandro y de Rufo,
111 a que llevara su cruz.
Le conducen al lugar del Gólgota,
que quiere decir: Calvario

MEDITACIÓN

Simón de Cirene, llamado a cargar con la cruz (cf. Mc Mc 15,21 Lc 23,26), no la quería llevar ciertamente. Hubo que obligarle. Caminaba junto a Cristo bajo el mismo peso. Le prestaba sus hombros cuando los del condenado parecían no poder aguantar más. Estaba cerca de él: más cerca que María o que Juan, a quien, a pesar de ser varón, no se le pide que le ayude. Le han llamado a él, a Simón de Cirene, padre de Alejandro y de Rufo, como refiere el evangelio de Marcos (Mc 15,21). Le han llamado, le han obligado.
¿Cuánto duró esta coacción? ¿Cuánto tiempo caminó a su lado, dando muestras de que no tenía nada que ver con el condenado, con su culpa, con su condena? ¿Cuánto tiempo anduvo así, dividido interiormente, con una barrera de indiferencia entre él y ese Hombre que sufría? "Estaba desnudo, tuve sed, estaba preso" (cf. Mt Mt 25,35 Mt Mt 25,36), llevaba la cruz... ¿La llevaste conmigo?... ¿La has llevado conmigo verdaderamente hasta el final?
No se sabe. San Marcos refiere solamente el nombre de los hijos del Cireneo y la tradición sostiene que pertenecían a la comunidad de cristianos allegada a San Pedro (cf. Rm Rm 16,13).

ACLAMACIONES

Cristo, buen samaritano,
te has hecho cercano al prójimo, al pobre, al enfermo, al último
R/. Christe, eleison

Cristo, siervo del Eterno, consideras que se te hace a ti
todo gesto de amor al desterrado, al marginado y al extranjero.
112
Discursos 2003 83