Discursos 2003 154


A LOS NUEVOS RECLUTAS


DE LA GUARDIA SUIZA PONTIFICIA


Martes 6 de mayo de 2003



Señor comandante de la Guardia suiza;
señor capellán;
155 queridos amigos de la Guardia suiza;
queridos jóvenes guardias:

1. Os acojo con alegría, con ocasión del juramento de los nuevos reclutas de la Guardia suiza pontificia. Saludo a vuestro nuevo comandante, coronel Elmar Theodor Mäder, y al nuevo segundo jefe, teniente coronel Jean Daniel Pitteloud, que han aceptado generosamente este servicio. Doy las gracias de igual modo a las autoridades suizas, siempre representadas en esta fiesta, y saludo de todo corazón a las familias y a los parientes de los jóvenes reclutas, que han venido para acompañarlos con su afecto y su amistad. Expreso mi más viva gratitud a todos los miembros de la Guardia suiza pontificia por su lealtad al Sucesor de Pedro y por el excelente trabajo que realizan, velando por el orden y la seguridad en el territorio del Vaticano, pero también acogiendo con amabilidad a los numerosos peregrinos que solicitan cada día su ayuda.

2. Queridos jóvenes guardias, esta tarde prestaréis juramento de servir al Papa, para velar particularmente sobre la seguridad de su persona y de su residencia. Por mi parte, todos los años soy testigo agradecido de este compromiso, así como de la fidelidad y la generosidad de los jóvenes suizos al garantizar este servicio, con el que manifiestan la adhesión de los católicos de vuestro país a la Iglesia y a la Santa Sede. Os lo agradezco profundamente y os invito a meditar en el ejemplo de vuestros predecesores, algunos de los cuales llegaron hasta la entrega de su vida para cumplir la misión que se les confió de defender al Sucesor de Pedro.

3. Dirigiéndome a todos los fieles de la Iglesia, al comienzo del tercer milenio, los exhorté (cf. Novo millennio ineunte ) a "remar mar adentro" (cf. Lc
Lc 5,4). Del mismo modo os animo, queridos guardias, a penetrar más profundamente en la riqueza de la vida cristiana. Dios os da la posibilidad de descubrir un nuevo país. Pero el Señor os brinda también la oportunidad de acoger en los peregrinos a casi todo el mundo: vienen de ambientes de vida muy diferentes, para rezar ante las tumbas de los Apóstoles. Por eso, abrid vuestro corazón al encuentro con los demás. Este encuentro ayuda a crecer en humanidad y a comprenderse cada vez más como hermanos.
Procurad vivir entre vosotros una amistad noble y sincera, ayudándoos mutuamente en las dificultades y compartiendo vuestras alegrías. Permaneced siempre abiertos a la llamada del Señor para discernir lo que espera de vosotros, ahora y en el futuro. Haced de estos años de servicio en la Guardia suiza pontificia un auténtico tiempo de formación humana y cristiana. Que estos años os ayuden a ser servidores aún mejores del Señor. Estos son los buenos deseos que expreso a cada uno de vosotros y que confío a la intercesión de la santísima Virgen María, nuestra Madre celestial.

A todos imparto de corazón mi bendición apostólica.






A LOS PARTICIPANTES EN EL SIMPOSIO SOBRE


"LOS PRESBÍTEROS Y LA CATEQUESIS EN EUROPA"


Jueves 8 de mayo de 2003



Venerados hermanos en el episcopado y en el sacerdocio:

1. ¡Bienvenidos! Os agradezco vuestra visita y os dirijo a cada uno mi saludo cordial. De modo especial, saludo a monseñor Amédée Grab, presidente del Consejo de las Conferencias episcopales de Europa, y le agradezco las palabras que me ha dirigido en vuestro nombre. Saludo a monseñor Cesare Nosiglia, delegado del Consejo de las Conferencias episcopales europeas para la catequesis, a los demás prelados, al secretario general del Consejo de las Conferencias episcopales de Europa y a todos los presentes.

Este encuentro de obispos y responsables de la catequesis en los diversos países de Europa brinda la posibilidad de reflexionar sobre las urgencias y los desafíos de la nueva evangelización en el continente europeo. Os agradezco a todos vosotros, encargados de coordinar la catequesis, el empeño con el que os dedicáis a una tarea tan vital para el crecimiento de las comunidades cristianas. En ellas, como en las de la época apostólica, es preciso que los creyentes "acudan asiduamente a la enseñanza de los Apóstoles" (Ac 2,42).

156 2. El tema del encuentro -"Los presbíteros y la catequesis en Europa"- evoca el don y la tarea primaria de los obispos y de los presbíteros, es decir, la edificación de la Iglesia mediante el anuncio de la palabra de Dios y la enseñanza catequística.

"El sacerdote -recordé en la Pastores dabo vobis- es, ante todo, ministro de la palabra de Dios, (...) enviado para anunciar a todos el Evangelio del reino" (n. 26). Hoy el ministerio del presbítero ensancha cada vez más sus confines en ámbitos pastorales que enriquecen a la comunidad cristiana, pero que a veces corren el riesgo de dispersar su acción en un sinfín de compromisos y actividades. Así su presencia en la catequesis se resiente y puede reducirse a momentos ocasionales, poco incisivos para la misma formación de los catequistas. En cambio, siguiendo el ejemplo del apóstol san Pablo (cf. Rm
Rm 1,14), debe sentir, como un compromiso con todo el pueblo de Dios, la obligación de transmitir el Evangelio y de hacerlo con la preparación teológica y cultural más esmerada.

El Directorio general para la catequesis afirma: "La experiencia atestigua que la calidad de la catequesis de una comunidad depende, en grandísima parte, de la presencia y acción del sacerdote" (n. 225).

3. Al ser el primer catequista en la comunidad, el presbítero, especialmente si es párroco, está llamado a ser el primer creyente y discípulo de la palabra de Dios, y a dedicar una atención asidua al discernimiento y al acompañamiento de las vocaciones para el servicio catequístico. Como "catequista de catequistas", no puede por menos de preocuparse de su formación espiritual, doctrinal y cultural.

Desde una perspectiva de comunión, el sacerdote será siempre consciente de que el ministerio de catequista al servicio del pueblo de Dios le deriva de su obispo, al cual está unido indisolublemente por el sacramento del orden y del cual ha recibido el mandato de predicar y enseñar.
La referencia al magisterio del obispo en el único presbiterio diocesano y la obediencia a las orientaciones que cada pastor y las Conferencias episcopales emanan en materia de catequesis para el bien de los fieles, son para el sacerdote elementos que ha de valorar en la acción catequística. Desde esta perspectiva, cobran particular importancia el estudio y la utilización del Catecismo de la Iglesia católica, indispensable vademécum ofrecido a los sacerdotes, a los catequistas y a todos los fieles, para guiar la catequesis por caminos de una auténtica fidelidad a Dios y a los hombres de nuestro tiempo.

4. "Id por todo el mundo y proclamad la buena nueva a toda la creación" (Mc 16,15). Este mandato del Señor se dirige a todos los bautizados, pero para los obispos y los sacerdotes constituye "la función principal" (Lumen gentium ). Como Cristo, buen Pastor, el presbítero está llamado a ayudar a la comunidad a vivir en una tensión misionera permanente. La catequesis en la familia, en el mundo del trabajo, en la escuela y en la universidad, a través de los medios de comunicación social y los nuevos lenguajes, implica a presbíteros y laicos, parroquias y movimientos. Todos están llamados a cooperar en la nueva evangelización, para mantener y revitalizar las raíces cristianas comunes. La fe cristiana representa el patrimonio más rico del que los pueblos europeos pueden tomar para realizar su auténtico progreso espiritual, económico y social.

Que María, Estrella de la nueva evangelización, haga que también las reflexiones y las orientaciones maduradas en estos días sirvan para impulsar en vuestras Iglesias un renovado compromiso catequístico. Por mi parte, os aseguro un recuerdo en la oración, a la vez que os bendigo de corazón a todos, así como a las comunidades de las que provenís.






A LOS PARTICIPANTES EN UN CONGRESO ORGANIZADO


POR LA PONTIFICIA UNIVERSIDAD LATERANENSE


Viernes 9 de mayo de 2003



Señores cardenales;
venerados hermanos en el episcopado y en el sacerdocio;
157 amadísimos hermanos y hermanas:

1. Me alegra encontrarme con vosotros en esta feliz circunstancia, que reúne aquí a profesores y estudiantes de la "Universidad del Papa". Deseo saludar a los señores cardenales y a los obispos presentes, así como a los participantes en el congreso organizado con esta ocasión, a los profesores y a los alumnos de las diferentes facultades.

Agradezco, además, al rector magnífico, monseñor Rino Fisichella, los sentimientos expresados y el significativo regalo de las dos obras con las que la Universidad quiere recordar este momento.

2. Vuelvo con la mente a las tres visitas que Dios me ha permitido realizar a vuestro ateneo durante estos años. Cada encuentro de este tipo despierta en mi alma el recuerdo de las experiencias vividas en la enseñanza académica en Cracovia y en Lublin. Fueron años ricos en estudios, en contactos y en investigaciones, animadas por el deseo de descubrir y recorrer nuevas pistas con vistas a una evangelización atenta a los desafíos de la época moderna. Los conocimientos adquiridos entonces me han sido útiles para el ministerio pastoral que desempeñé primero en Cracovia y, después, como Sucesor de Pedro, para el servicio que sigo prestando a todo el pueblo de Dios.

En cada fase y etapa de la vida universitaria y del ministerio pastoral, uno de los puntos de referencia esenciales ha sido para mí la atención a la persona, puesta en el centro de toda investigación filosófica y teológica.

3. Por tanto, he apreciado que para recordar los veinticinco años de mi pontificado hayáis querido organizar este congreso sobre un tema muy actual: "La Iglesia al servicio del hombre", solicitando la participación cualificada y representativa de exponentes de la Curia romana y del mundo de la cultura.

En mi primera encíclica, Redemptor hominis, escribí: "La Iglesia no puede abandonar al hombre, cuya "suerte", es decir, la elección, la llamada, el nacimiento y la muerte, la salvación o la perdición, están tan estrecha e indisolublemente unidos a Cristo. (...) Este hombre es el primer camino que la Iglesia debe recorrer en el cumplimiento de su misión; él es el camino primero y fundamental de la Iglesia, camino trazado por Cristo mismo, camino que inmutablemente conduce a través del misterio de la encarnación y de la redención" (n. 14).

4. El mensaje del Evangelio es para el hombre de toda raza y cultura, a fin de que le sirva como faro de luz y de salvación en las diversas situaciones en que debe vivir. Este perenne servicio a la "verdad" del hombre apasiona a cuantos se preocupan de que se conozca cada vez más a sí mismo y perciba, cada vez con mayor conciencia, el anhelo de encontrar a Cristo, plena realización del hombre. Se trata de un vasto campo de acción también para vosotros, que queréis contribuir con dinamismo misionero a encontrar nuevos caminos para la evangelización de las culturas.

Cristo es la verdad que libera a cuantos lo buscan con sinceridad y perseverancia. Él es la verdad que la Iglesia proclama incansablemente de modos diversos, difundiendo el único Evangelio de salvación hasta los últimos confines de la tierra e inculturándolo en las diversas regiones del mundo.
San Ireneo recordaba sabiamente: "Como el sol, criatura de Dios, es único en todo el universo, así la predicación de la verdad brilla por doquier e ilumina a todos los hombres que quieren llegar al conocimiento de la verdad (...). Sea que se trate de un gran orador o de un miserable charlatán, todos enseñan la misma verdad. Nadie disminuye el valor de la tradición. Única e idéntica es la fe. Por eso, ni el elocuente puede enriquecerla, ni el balbuciente empobrecerla" (Contra las herejías, I, 10, 3).

5. Vuestra universidad, como otros centros de estudios eclesiásticos y religiosos, constituye un singular gimnasio, en el que diversas generaciones de "apóstoles" pueden experimentar personalmente a Cristo, profundizando su conocimiento y preparándose para ser testigos de su amor en el ministerio pastoral. ¡Ojalá que vuestras investigaciones teológicas, filosóficas y científicas ayuden al hombre contemporáneo a percibir mejor la nostalgia de Dios oculta en lo más recóndito de toda alma!

158 Pido a Dios que fecunde con su gracia todas vuestras actividades. María, Sedes sapientiae, os asista con su protección materna. Por mi parte, os aseguro un constante recuerdo en la oración, al tiempo que imparto a todos y a cada uno una especial bendición apostólica.





ALOCUCIÓN DE SU SANTIDAD JUAN PABLO II


A UNA DELEGACIÓN DE LA DIÓCESIS


FRANCESA DE SAIN-FLOUR


Sábado 10 de mayo de 2003



Queridos amigos:

1. Saludo y doy una cordial bienvenida a monseñor René Séjourné, obispo de Saint-Flour, que fue un colaborador apreciado en la Secretaría de Estado, así como a la delegación de la diócesis, que ha venido para celebrar al Papa del año 1000, Silvestre II, con ocasión del milenario de su muerte.
2. Me alegra poder recordar algunos rasgos característicos de quien fue definido "el hombre más culto de su tiempo". De hecho, Gerbert d'Aurillac dominó singularmente su siglo con sus conocimientos y su erudición, con su rectitud moral y su sentido espiritual. Fue a la vez un intelectual y un hombre de acción, un diplomático y un hombre de Iglesia. Aunque las cuestiones actuales son diferentes de las que tuvo que afrontar, su actitud espiritual e intelectual sigue siendo una invitación a buscar la verdad humana, que jamás se opone a las verdades de la fe. Decía: "Unamos siempre la ciencia y la fe".

3. Conviene destacar la dimensión europea de su ministerio, pues prestó atención a la vida de la Iglesia en las naciones que estaban naciendo entonces. Benedictino del monasterio de Saint-Géraud d'Aurillac, pertenecía a esta Orden, cuyas diferentes casas contribuyeron a forjar Europa. Fue primero arzobispo de Reims y después de Rávena. En el año 999 se convirtió en el primer Papa de origen francés, y participó activamente en ese movimiento. Por ejemplo, en el año 1000 creó en Gniezno la primera Iglesia metropolitana de Polonia, entre cuyas sufragáneas figuraba la nueva diócesis de Cracovia, de la que fui pastor. Gerbert contribuyó también al renacimiento intelectual y a la vitalidad del continente. Su ejemplo nos ayuda a comprender que Europa no puede construirse si no asume, con lucidez, sus raíces cristianas. Estas últimas constituyen una dimensión esencial de su identidad, habiendo dejado su huella en la producción cultural, artística, jurídica y filosófica del continente.

4. Mientras se realizan loables esfuerzos para dar una forma jurídica a Europa, conviene recordar este impulso inicial, dado por un francés al comienzo del segundo milenio. Con la difusión del Evangelio y su participación en la vida de las naciones, los cristianos se esfuerzan también hoy por participar en la edificación de la sociedad. A través de vosotros, aliento de buen grado al pueblo de Francia a sacar de sus raíces cristianas los elementos que necesita para su existencia y para una vida solidaria y fraterna con sus hermanos del continente.

5. Al final de esta audiencia, os encomiendo a la intercesión de Nuestra Señora y, de todo corazón, os imparto una particular bendición apostólica a vosotros, así como a vuestras familias y a todos los diocesanos de Saint-Flour.






A UN GRUPO DE ESTUDIANTES


DE LAS IGLESIAS ORIENTALES EN ROMA


Lunes 12 de mayo de 2003



Beatitud;
venerados hermanos en el episcopado y en el sacerdocio;
159 queridos alumnos:


1. Me alegra daros a cada uno mi cordial bienvenida. Con mucha alegría me encuentro hoy con superiores y alumnos de los colegios pontificios y de las comunidades de formación de las Iglesias católicas orientales en Roma.

Saludo, ante todo, al prefecto de la Congregación para las Iglesias orientales, cardenal Ignace Moussa I Daoud, a quien agradezco las cordiales palabras con que se ha hecho intérprete de vuestros sentimientos comunes. Mi saludo se extiende al secretario, al subsecretario, a los oficiales y al personal del dicasterio, así como a los superiores de los seminarios y colegios, y a todos los presentes.

2. Esta feliz ocasión me trae a la memoria las visitas apostólicas que durante estos años he realizado a las comunidades eclesiales a las que pertenecéis. Llevo en mi corazón el recuerdo fraterno de vuestros patriarcas, de los obispos, de los sacerdotes y de todo el pueblo de Dios, con los que he podido encontrarme. Tengo muy presentes también los complejos problemas y los desafíos que las Iglesias católicas de Oriente están llamadas a afrontar en nuestro tiempo.

Al dirigir también la mirada a muchos de vuestros países, me viene espontáneamente reafirmar con fuerza el deseo de que se consolide cada vez más la paz en aquellas regiones; que soluciones equitativas y pacíficas devuelvan la concordia y buenas condiciones de vida a esas poblaciones ya tan probadas por tensiones y opresiones injustas. Que el Señor ilumine a los responsables de las naciones para que actúen valientemente, en el respeto del derecho, por el bien de todos y por la libertad de cada comunidad religiosa.

3. Expreso mi gratitud a la Congregación para las Iglesias orientales, que cuida de la formación de los seminaristas y de los sacerdotes, colabora y sostiene a los institutos religiosos al cualificar a sus miembros, y ayuda a preparar a laicos y laicas competentes para el apostolado. Esta meritoria actividad se articula en varias iniciativas que abarcan el campo de los estudios orientales, el de la liturgia propia de cada tradición ritual, la formación permanente en todos los niveles y una constante actualización de las experiencias pastorales.

Forma parte del compromiso del dicasterio la institución, ya desde este año académico, del Colegio San Efrén, en vía Boccea, donde se ofrece a sacerdotes de ritos diferentes, pero de lengua árabe, un lugar apto para la oración, para los estudios eclesiásticos y para una provechosa actividad apostólica.

A vosotros, queridos superiores de los seminarios, os pido que prosigáis con empeño la valiosa obra que ya estáis realizando con los alumnos que os han sido confiados. Les aseguráis acompañamiento espiritual, educación humana y discernimiento vocacional, perfeccionamiento en los estudios teológicos y eclesiásticos, profundización cultural y de defensa de la identidad ritual, y maduración eclesial y pastoral.

Y vosotros, queridos alumnos, seminaristas y sacerdotes, religiosos y religiosas, queridos laicos y laicas, aprovechad las diversas oportunidades que se os ofrecen en Roma, para servir mejor en el futuro a vuestras comunidades.

4. En la carta apostólica Orientale lumen afirmé que es indispensable favorecer el conocimiento mutuo para aumentar la comprensión recíproca y la unidad. Y di además algunas indicaciones, que recojo aquí, para que constituyan también para vosotros una referencia programática y pedagógica constante. Quiero referirme, en particular, al conocimiento de la liturgia de las Iglesias de Oriente y de las tradiciones espirituales de los Padres y de los Doctores del Oriente cristiano.

Es preciso seguir el ejemplo de las Iglesias de Oriente para la inculturación del mensaje del Evangelio: evitar las tensiones entre latinos y orientales, y estimular el diálogo entre católicos y ortodoxos. Es útil, además, formar en instituciones especializadas en el Oriente cristiano a teólogos, liturgistas, historiadores y canonistas que puedan difundir, a su vez, el conocimiento de las Iglesias de Oriente, así como impartir en los seminarios y en las facultades teológicas una enseñanza adecuada de esas materias, sobre todo para los futuros sacerdotes (cf. n. 24).

160 5. Confío estas sugerencias a vuestra consideración, a la vez que invoco sobre cada uno de vosotros y sobre vuestras comunidades la protección materna de María, "Reina del santo rosario".

Estoy cerca de vosotros con afecto y, asegurándoos mi oración, os imparto de corazón a todos una especial bendición apostólica, que extiendo de buen grado a vuestros seres queridos, a los colaboradores de los colegios, a las comunidades a las que pertenecéis y a cuantos con su caridad sostienen vuestra obra educativa tan importante para la misión de la Iglesia en Oriente.






A LOS OBISPOS DE LA IGLESIA CATÓLICA


DE RITO SIRO-MALABAR DE LA INDIA


EN VISITA "AD LIMINA"


Martes 13 de mayo de 2003



Eminencia, venerable arzobispo mayor;
queridos hermanos en el episcopado:

1. "La paz con vosotros" (Jn 20,26). En este tiempo pascual es oportuno que os salude a vosotros, obispos de la Iglesia siro-malabar, con las palabras que nuestro Señor resucitado utilizó para confortar a vuestro padre en la fe, santo Tomás. En efecto, los orígenes de vuestra Iglesia se remontan directamente a los albores del cristianismo y al compromiso misionero de los Apóstoles. En cierto modo, vuestra peregrinación aquí para encontraros conmigo reúne a los apóstoles Pedro y Tomás en la alegría de la resurrección, mientras nos unimos al proclamar al amado pueblo de la India "una herencia incorruptible, inmaculada e inmarcesible" (1P 1,4). Saludo en particular a su eminencia el cardenal Varkey Vithayathil, arzobispo mayor de la Iglesia siro-malabar, y deseo agradecerle los saludos y los sentimientos que me ha expresado en nombre del Episcopado, del clero y de los fieles de toda la Iglesia siro-malabar.

2. La liturgia de la Iglesia siro-malabar, durante siglos parte de la rica y variada cultura de la India, es la expresión más viva de la identidad de vuestros pueblos. La celebración del misterio eucarístico según el rito siro-malabar ha desempeñado un papel vital al plasmar la experiencia de fe en la India (cf. Ecclesia in Asia ). Dado que "la Eucaristía, presencia salvadora de Jesús en la comunidad de los fieles y su alimento espiritual, es lo más valioso que la Iglesia puede tener en su camino por la historia" (Ecclesia de Eucharistia EE 9), os exhorto a conservar y renovar este tesoro con gran esmero, sin permitir jamás que se use como fuente de división. El reuniros en torno al altar en "la plenitud del que lo llena todo en todo" (Ep 1,23) no sólo os define como un pueblo eucarístico, sino que también es una fuente de reconciliación que ayuda a superar los obstáculos que pueden impedir el camino hacia la unidad de mente y de propósitos. Como principales custodios de la liturgia, estáis llamados a vigilar siempre para evitar experimentos injustificados por parte de ciertos sacerdotes que violan la integridad misma de la liturgia y pueden causar también mucho daño a los fieles (cf. Ecclesia de Eucharistia EE 10).

Os animo en vuestros esfuerzos por renovar vuestro "patrimonio ritual" a la luz de los documentos conciliares, prestando particular atención al decreto Orientalium Ecclesiarum, y en el contexto del Código de cánones de las Iglesias orientales y de mi carta apostólica Orientale lumen. Estoy seguro de que con prudencia, paciencia y una catequesis adecuada este proceso de renovación dará abundantes frutos. Los numerosos resultados positivos ya alcanzados gracias a vuestros esfuerzos hacen esta tarea menos desalentadora y, de hecho, será una fuente de fuerza para el futuro. Os aliento a continuar esta obra fundamental, de forma que no sólo se estudie la liturgia, sino que también se la celebre en toda su integridad y belleza.

3. De modo análogo, hace falta un compromiso constante en la caridad fraterna y en la cooperación para el buen funcionamiento de un Sínodo de obispos. Aquí quiero elogiar vuestra firme dedicación a este camino compartido: un signo de fuerza, confianza y unidad entre los obispos siro-malabares y "un modo particularmente elocuente de vivir y manifestar el misterio de la Iglesia como comunión" (Discurso al Sínodo de los obispos de la Iglesia siro-malabar, 8 de enero de 1996, n. 4: L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 12 de enero de 1996, p. 8). De hecho, el sínodo es una de las expresiones más nobles de colegialidad afectiva entre obispos y un foro muy idóneo para discutir sobre cuestiones serias de fe y sociedad, a fin de encontrar soluciones a los desafíos que afronta la comunidad siro-malabar (cf. Orientalium Ecclesiarum OE 4). Mantener esta unidad necesaria exige sacrificio y humildad. Sólo a través del esfuerzo mutuo concertado podéis sostener "obras comunes para promover mejor el bien de la religión, tutelar más eficazmente la disciplina eclesiástica y favorecer concordemente la unidad de todos los cristianos" (Código de cánones de las Iglesias orientales, c. 84).

4. La cuestión de la atención pastoral a los católicos orientales en la India y en el extranjero sigue siendo solicitud de la Conferencia de los obispos católicos de la India y del Sínodo siro-malabar. A este respecto, deseo subrayar la "urgente necesidad de superar los temores y las incomprensiones que parecen surgir de vez en cuando entre las Iglesias orientales católicas y la Iglesia latina, (...) especialmente por lo que atañe a la atención pastoral de los fieles, incluso fuera de sus territorios propios" (Ecclesia in Asia ). Es alentador ver los progresos que ya habéis realizado al tratar de encontrar una solución a este problema. Estoy seguro de que seguiréis trabajando estrechamente con vuestros hermanos en el episcopado de rito latino y con la Santa Sede para garantizar que los siro-malabares en la India y en el mundo reciban la ayuda espiritual que merecen, en el pleno respeto de las disposiciones canónicas que, como sabemos, son medios adecuados para preservar la comunión eclesial (cf. Christus Dominus CD 23 Código de derecho canónico, c. CIC 383,2 Código de cánones de las Iglesias orientales, c. CIC 916,4). Es necesario hacer una clara distinción entre la obra de evangelización y la atención pastoral de los católicos orientales. Esta debe realizarse siempre respetando a los obispos locales, que el Espíritu Santo ha puesto para gobernar la Iglesia santa de Dios en unión con el Romano Pontífice, Pastor de la Iglesia universal.

5. La caridad urge a todo cristiano a ir a proclamar la buena nueva de Jesucristo hasta los confines de la tierra. Como dice el Apóstol, "predicar el Evangelio no es para mí ningún motivo de gloria; es más bien un deber que me incumbe. Y ¡ay de mí si no predicara el Evangelio!" (1Co 9,16). La evangelización está en el centro mismo de la fe cristiana. La India, bendecida con tantas culturas diferentes, es una tierra en la que la gente tiene sed de Dios; esto hace que vuestra liturgia, típicamente india, sea un excelente medio de evangelización (cf. Ecclesia in Asia ).

161 La auténtica evangelización es sensible a la cultura y a las costumbres locales, respetando siempre el "derecho inalienable" de toda persona y de cada persona a la libertad religiosa. A este respecto, sigue siendo válido el principio: "La Iglesia propone, no impone nada" (Redemptoris missio RMi 39). Por eso, en vuestras relaciones con los hermanos y hermanas de otras religiones, os exhorto a "luchar por descubrir y aceptar todo lo que sea bueno y santo en los demás, de forma que podamos reconocer, tutelar y promover las verdades espirituales y morales, que son las únicas que garantizan el futuro del mundo" (Discurso a los líderes de otras religiones y confesiones cristianas en la India, 7 de noviembre de 1999, n. 3: L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 12 de noviembre de 1999, p. 5). Con todo, esta apertura nunca podrá disminuir la obligación de proclamar a Jesucristo como "el camino, la verdad y la vida" (Jn 14,6), porque la encarnación de nuestro Señor enriquece todos los valores humanos, permitiéndoles dar nuevos y mejores frutos.

6. Me uno a vosotros al dar gracias porque vuestras eparquías han sido bendecidas con numerosos sacerdotes y religiosos. A todos les aseguro mis oraciones por el éxito de su ministerio y por la fidelidad constante a su vocación. No podríais afrontar las dificultades de vuestra misión pastoral sin los sacerdotes, vuestros colaboradores en el sagrado ministerio. La confianza necesaria en ellos os impulsa a fomentar un fuerte vínculo con ellos. Son vuestros hijos y amigos. Dado que sois sus padres y confidentes, debéis estar siempre "dispuestos a escucharlos y a tratarlos con confianza, dedicándoos a impulsar la pastoral conjunta de toda la diócesis" (cf. Christus Dominus CD 16).

Del mismo modo, los religiosos encomendados a vuestra solicitud son miembros de vuestra familia. El testimonio que han dado tantos hombres y mujeres consagrados en una vida de castidad, pobreza y obediencia, es un auténtico signo de contradicción en una nación que se está volviendo cada vez más secularizada. "En un mundo donde el sentido de la presencia de Dios se halla con frecuencia ofuscado, las personas consagradas deben dar un testimonio convincente y profético del primado de Dios y de la vida eterna" (Ecclesia in Asia ). El obispo debe esforzarse por garantizar que los candidatos a la vida religiosa se preparen para afrontar este desafío mediante una adecuada formación espiritual y teológica. Confío en que estimularéis a los religiosos de vuestras eparquías a seguir revisando, perfeccionando y mejorando sus programas de formación, de manera que respondan a las necesidades específicas de la comunidad siro-malabar.

7. La visita ad limina os ofrece la oportunidad, como pastores de Iglesias particulares, de explicarme cómo actúa el Espíritu Santo en vuestras eparquías. En unión fraterna con vuestro venerable arzobispo mayor, habéis compartido los desafíos y los logros que caracterizan a la Iglesia siro-malabar y a sus miembros fieles que se esfuerzan diariamente por cumplir sus promesas bautismales. En este Año del Rosario, os encomiendo a vosotros, a vuestro clero, a los religiosos y a los laicos, a la protección de la santísima Virgen, y os imparto mi bendición apostólica.






A LOS OBISPOS DE LA IGLESIA CATÓLICA


DE RITO SIRO-MALANKAR EN VISITA "AD LIMINA"


Martes 13 de mayo de 2003



Su Gracia;
queridos hermanos en el episcopado:

1. "Christo pastorum Principi". Repitiendo las palabras pronunciadas por mi ilustre predecesor el Papa Pío XI cuando recibió a vuestros predecesores en la comunión plena, hace algo más de setenta años, me complace daros la bienvenida a vosotros, obispos de la Iglesia siro-malankar, con ocasión de vuestra visita ad limina. Estando con vosotros, me siento más cerca de los sacerdotes, los religiosos y los fieles laicos de vuestras eparquías. En efecto, al celebrar vuestra comunidad el quincuagésimo aniversario de la muerte del arzobispo Mar Ivanios, apóstol incansable de la unidad, conviene que visitéis las tumbas de los apóstoles san Pedro y san Pablo para orar con Cristo "ut omnes unum sint". Aprovecho esta oportunidad para saludar en particular al arzobispo Cyril Mar Baselios. Le agradezco los buenos deseos que me ha transmitido de parte del clero, de los religiosos y de los fieles de la Iglesia siro-malankar.

Cuando juntos damos gracias por estas importantes piedras miliares de vuestra vida eclesial, recordamos también las múltiples bendiciones que Dios ha derramado sobre vuestra Iglesia en un tiempo relativamente corto. Habéis llegado a ser una de las comunidades católicas del mundo que han crecido más rápidamente, y podéis enorgulleceros de tener numerosas vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada, y vuestro pusillus grex posee muchas instituciones educativas y asistenciales. La nueva ley de Cristo, que nos impulsa a superar los confines de la familia, la raza, la tribu o la nación, se manifiesta concretamente en vuestra generosidad con respecto a los demás (cf. Mt Mt 5,44).

2. Un valiente compromiso con el amor cristiano, tan claramente demostrado en la comunidad siro-malankar, es fruto de una espiritualidad fuerte y vibrante. El pueblo de la India se siente con razón orgulloso de su rica herencia cultural y espiritual, expresada en las características innatas de "la contemplación, la sencillez, la armonía, el desapego, la no violencia, el espíritu de duro trabajo, de disciplina y de vida frugal, y la sed de conocimiento e investigación filosófica", que distinguen a quienes viven en el subcontinente. Estos mismos rasgos impregnan a la comunidad siro-malankar, permitiendo a la Iglesia "comunicar el Evangelio de un modo que sea fiel tanto a su propia tradición como al alma asiática" (cf. Ecclesia in Asia, 6).

La herencia mística de vuestro continente no sólo se expresa en la vida espiritual de vuestros fieles, sino que también se manifiesta en vuestros ritos tradicionales. La antigua y venerada tradición litúrgica siro-malankar es un tesoro que refleja la naturaleza universal de la obra salvífica de Cristo en un contexto específicamente indio. Vuestra celebración eucarística, como todas las celebraciones del sacrificio pascual, "contiene todo el bien espiritual de la Iglesia, es decir, Cristo mismo, nuestra Pascua y Pan de vida (...). Por tanto la mirada de la Iglesia se dirige continuamente a su Señor, presente en el Sacramento del altar, en el cual descubre la plena manifestación de su inmenso amor" (Ecclesia de Eucharistia EE 1).


Discursos 2003 154