Audiencias 1985




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Enero de 1985

Miércoles 2 de enero de 1985

1. "El Verbo se hizo carne y habito entre nosotros" (Jn 1,14).

En esta primera audiencia del nuevo año tenemos todavía vivo en nuestro espíritu el eco de las palabras con las que el Evangelista Juan anuncia el acontecimiento que señala el cumplimiento y el centro de la historia de la salvación y da al tiempo que sigue, es decir, al nuestro, un valor nuevo: éste es ya el tiempo de la permanencia de Dios con los hombres, porque Dios ha plantado su tienda entre nosotros.

Hemos acogido con los pastores la invitación a acercarnos al portal de Belén, movidos por el deseo de conocer más profundamente quién es Jesucristo y encontrar en El al Salvador "nacido para nosotros en la ciudad de David" (cf. Lc Lc 2,11).

Junto al Pesebre hemos revivido el acontecimiento histórico del nacimiento de Jesús: en la celebración eucarística, mesa de la Palabra y del Pan del Señor, hemos conocido el misterio de su perenne presencia entre nosotros.

Demos gracias a Dios, queridísimos hermanos y hermanas, por este don que cada año nos es dado gustar nuevamente mediante la celebración de la liturgia de la Iglesia. Gracias a ella, cada hombre, por lejano que se halle en el tiempo del acontecimiento histórico, puede revivir los misterios eternos de Cristo y hacerse presente a la gracia del Verbo de Dios que se hizo hombre como nosotros.

2. La Navidad del Señor, por una providencial coincidencia, está vinculada a la celebración del comienzo del año civil. Es obvio, pues, que de este misterio tenga origen las felicitaciones de buen año que gustosos nos hacemos, recíprocamente. en esta primera audiencia del 1985.

Nuestro tiempo está marcado para siempre por la presencia de Cristo, nuestra paz y nuestra esperanza. El primer día del año, que hemos celebrado festivamente ayer recordando el misterio de la maternidad divina de la Virgen, lleva en sí un doble significado: el del recuerdo de un año ya irrevocablemente pasado, y el de la proyección, llena de esperanza, hacia un futuro todavía totalmente por descubrir. Al confiar a la misericordia de Dios los días del año transcurrido con su peso de faltas, desilusiones y sufrimientos, miramos al año nuevo llevando en el corazón expectativas y miedos, temores y esperanzas. Pues bien, para todos aquellos que les gusta mirar adelante en su vida, Jesús ofrece un motivo particular de confianza. El, Hijo de Dios, hecho en la Encarnación hermano nuestro, con su presencia anuncia la superación del miedo : "No temáis, os traigo una buena nueva", dice el Ángel a los pastores la noche de Navidad (Lc 2,10).

Jesucristo es, pues, la razón de nuestras felicitaciones con ocasión del año nuevo. En Él se funda nuestra espera de toda bendición de Dios; sentimos que Él sostiene nuestras fatigas y nuestro trabajo; sabemos que con Él podemos llevar nuestras cruces y empeñarnos en ser artífices de paz, perdonando y buscando siempre reconciliación y amistad.

El deseo primero y fundamental, por tanto, sea éste: que Jesucristo, contemplado por nosotros y comprendido con fe en el misterio de su Natividad, acompañe toda vicisitud del próximo año y nos esté siempre cercano.

2 3. El año nuevo nos espera también con sus deberes, y yo os pido ante todo una oración por los compromisos de mi ministerio pastoral, dirigido a toda la Iglesia, por las visitas y los viajes que deberé realizar.

Nuestra vida adquiere un sentido si cada uno sabe usar de la propia libertad para afrontar serenamente los deberes y las responsabilidades de su estado. El Espíritu Santo, que Jesucristo nos ha dado, sugerirá a todos los corazones bien dispuestos el camino a seguir en el nuevo año, en correspondencia a la vocación personal y a las exigencias de los hermanos necesitados. Deseo a todos vosotros que cada jornada del nuevo año, al concluirse, os lleve la alegría de haber realizado el bien que de vosotros se esperaba. No existe mayor consuelo en las fatigas cotidianas que el poder decir cada día al anochecer que nos hemos " vestido de la caridad" de Cristo y hemos tratado de servir a los hermanos en el "vínculo de perfección" que se realiza en el amor (cf. Col
Col 3,14 Col )

El mensaje de la Navidad, proyectado en el año nuevo, no nos permite dejarnos arrollar por el desaliento a pesar de las nubes negras que dominan el horizonte. Conservamos la esperanza porque estamos seguros de que el Hijo de Dios, encarnación del poder infinito de su amor, está presente en la historia y en el tiempo. El nos guía y nos enseña a dar a los hombres aquel "suplemento de amor" del que sentimos tanta necesidad frente al aumento de odio y violencia.

4. Confiamos el nuevo año apenas comenzado a la protección de la Virgen, Madre de Dios. Es María quien nos puede decir con certeza que no estamos solos en nuestra historia. Justamente de Ella aprenderemos a decir, ante el anunciarse de la voluntad de Dios sobre nosotros, "hágase en mí según tu palabra" (Lc 1,38); y esto cada día, en todo momento. Frente a las previsiones optimistas y felices, o bien pesimistas y preocupadas, María Santísima nos enseña a acoger la Palabra de Dios para comprender que todo el tiempo está proyectado hacia un futuro que se encuentra en las manos de Dios, porque se halla definitivamente marcado por el misterio de la Encarnación y la plena revelación de Jesucristo. Esta fe nos abre el corazón a una esperanza llena de consuelo y de gozo.

5. Con estos sentimientos, queridísimos, os bendigo, en el umbral del año nuevo, formulando los mejores deseos para vosotros que estáis aquí, para todos vuestros seres queridos, para los buenos deseos que tenéis en vuestro espíritu y para las actividades que desarrolláis en cumplimiento de los deberes inherentes a vuestra profesión. La bendición apostólica que gustoso os imparto sea para todos prenda y deseo de todo bien.

Saludos

Y ahora un cordial saludo a todos los peregrinos de lengua española. En especial a la Comunidad del Centro de Estudios Superiores de los Legionarios de Cristo de Roma, a los que aliento a ser fieles en su vocación y a formarse sólidamente al futuro ministerio. También saludo con viva estima a las Carmelitas Misioneras que realizan un curso de renovación espiritual; a las Religiosas Agustinas Misioneras de León (España) y a los miembros del Movimiento Femenino de Apostolado «Regnum Christi». os animo a todos a vivir con generosidad vuestra vocación y entrega al Señor.

A los peregrinos procedentes de España y de los diversos países de América Latina, con mis mejores deseos de un feliz año nuevo



Miércoles 9 de enero de 1985

Transmitir a los niños y a los adultos el don integral de la fe

1. Hemos recordado ya que la catequesis es obra de la Iglesia, que difunde la Buena Noticia en el mundo y trata de reforzar su vida sacramental por medio de un mejor conocimiento del misterio de Cristo.

3 Con la catequesis y con todo el conjunto de la obra de evangelización, la Iglesia sabe que está respondiendo a los problemas más esenciales del hombre, a los que cada uno se plantea o se irá planteando antes o después, a lo largo de su existencia. ¿De dónde viene el hombre? ¿Por qué existe? ¿Qué relaciones tiene con Dios y con el mundo visible? ¿Cómo deberá comportarse para alcanzar el objetivo de su vida? ¿Por qué está sometido al sufrimiento y a la muerte, y cuál es su esperanza?

A estos problemas la catequesis da la respuesta de Dios. Y se propone hacer comprender una doctrina que no es meramente el fruto de investigaciones personales, sino la verdad comunicada a la humanidad mediante la Revelación divina. Por ello, al transmitir la verdad de la salvación, la catequesis se ocupa de hacer manifiestos los interrogantes fundamentales nacidos en el corazón humano y demostrar que Dios ha respondido a través de su Revelación con un don de verdad y vida que supera las expectativas más profundas del hombre (cf
1Co 2,6-9). Su tarea consiste en dar certezas basadas en la autoridad de la Revelación.

2. La catequesis, lejos de levantar dudas o confusión al considerar los problemas, quiere iluminar la inteligencia y vigorizarla con convicciones sólidas. Claro está que con las respuestas que proporciona introduce al espíritu humano más profundamente en el misterio de la Revelación; pero este misterio comunica luz al entendimiento sin disipar todas las oscuridades mientras estemos en la vida terrena. No se puede entender todo, pero lo que se comprende es suficiente para indicar las verdades fundamentales y el significado de la vida.

Con una serie de preguntas y respuestas, frecuentemente las fórmulas de los catecismos han expresado concreta y prácticamente la estructura fundamental de la catequesis, que puede definirse como la confrontación de la pregunta del hombre con la respuesta de Dios. Es verdad que la pregunta del hombre está inspirada e iluminada por la gracia divina y que, por otra parte, la respuesta de Dios viene formulada con los límites e imperfecciones del lenguaje humano. Pero se trata ciertamente de interrogantes propios del hombre, interrogantes sobre los que la catequesis proyecta luz divina.

Esto quiere decir que, sin dejar de atender al lado humano de los problemas, la catequesis no se limita a reflexiones de carácter humano ni a investigaciones de orden filosófico, psicológico o sociológico, ni tampoco al esfuerzo de enunciar meramente los preámbulos de la Revelación. La catequesis ha de exponer y lograr que se capte la verdad revelada, que no puede de ninguna manera reducir o atenuar. Procura adaptar su enseñanza a la capacidad de quienes la reciben, pero no se arroga el derecho de paliar o suprimir una parte de la verdad que el mismo Dios ha querido comunicar a los hombres.

3. Vale la pena recordar aquí lo que puse de relieve en la Exhortación Apostólica Catechesi tradendae sobre la integridad del contenido de la catequesis: "A fin de que la oblación de su fe sea perfecta, el que se hace discípulo de Cristo tiene derecho a recibir la "palabra de la fe" no mutilada, falsificada o disminuida, sino completa e integral, en todo su rigor y vigor. Traicionar en algo la integridad del mensaje es vaciar peligrosamente la catequesis misma y comprometer los frutos que de ella tienen derecho a esperar Cristo y la comunidad eclesial" CTR 30).

Puede ocurrir que el mensaje parezca difícil de dar a entender y ser aceptado. Circulan en el mundo muchas ideas contrarias a la doctrina evangélica e incluso algunas mantienen una actitud de oposición a cuanto se enseña en nombre de la Iglesia. Ante las resistencias que encuentra quien se dedica a la catequesis, podría verse tentado a echarse atrás. a no exponer el mensaje cristiano con toda su verdad y todas sus exigencias de vida, y a limitarse a algunos puntos más fáciles de admitir. Entonces precisamente debe acordarse de que está encargado de una enseñanza que le supera y debe esforzarse por proponerla como la ha recibido; sobre todo ha de tener conciencia de que en su tarea catequética dispone de una fuerza divina que le hace capaz de transmitir su fe, y que en el corazón de sus oyentes el Espíritu Santo hace que penetre la palabra en la medida en que ésta es fiel a la verdad que debe expresar.

4. El problema de la catequesis es un problema de fe. ¿Quién hubiera pensado en los orígenes de la Iglesia que un reducido número de discípulos de Jesús iba a poder emprender la obra de evangelizar y catequizar a la humanidad entera? Y, sin embargo, así fue: ya desde el principio el mensaje cristiano consiguió penetrar en la mentalidad de un gran número de hombres. Lo que hizo la gracia entonces, y luego a lo largo de los siglos sin cesar, lo sigue realizando también hoy.

Por tanto, la catequesis cuenta con la potencia de la gracia para transmitir a los niños y adultos el don integral de la fe. Todo catequista tiene el encargo de comunicar el mensaje cristiano entero, y del mismo Cristo recibe la capacidad de cumplir plenamente esta misión.

Saludos

Y ahora, junto con mis mejores deseos de felicidad en la paz y la gracia del Señor para el año que está comenzando, presento mi cordial saludo a todos los peregrinos de lengua española.

4 Saludo especialmente al grupo de Religiosas Hijas de Jesús que hacen su Tercera Probación. Vivid con alegría y generosidad vuestra vocación de entrega a Dios y de servicio los hermanos. Igualmente saludo al grupo «Tierra Santa» procedente de Argentina.

A todos los peregrinos procedentes de los diversos países de América Latina y de España, imparto de corazón mi bendición apostólica



Miércoles 16 de enero de 1985

Características de la enseñanza catequística

1. La catequesis plantea problemas de pedagogía. Sabemos por los textos evangélicos que el mismo Jesús quiso afrontarlos. En su predicación a las muchedumbres se sirvió de las parábolas para impartir su doctrina de un modo adecuado a la inteligencia de sus oyentes. En la enseñanza a los discípulos procede gradualmente, teniendo en cuenta sus dificultades en comprender; y así sólo en el segundo período de su vida pública anuncia expresamente su camino doloroso y sólo al final declara abiertamente su identidad de Mesías y también de "Hijo de Dios". Constatamos asimismo que en los diálogos más reservados comunica su revelación respondiendo a las preguntas de los interlocutores y usando un lenguaje accesible a su mentalidad. Algunas veces Él mismo hace preguntas y suscita problemas.

Cristo nos ha hecho ver la necesidad de adaptar la catequesis de muchas maneras, según los grupos y personas a los que va dirigida. Nos ha indicado igualmente la índole y límites de dicha adaptación; presentó a sus oyentes toda la doctrina para cuya enseñanza había sido enviado y, ante las resistencias de quienes le escuchaban, expuso su mensaje con todas las exigencias de fe que comportaba. Recordemos el sermón sobre la Eucaristía, con ocasión del milagro de la multiplicación de los panes; no obstante las objeciones y defecciones, Jesús sostuvo su doctrina y pidió a los discípulos su adhesión (cf. Jn 6,60-69). Al transmitir a sus oyentes la integralidad de su mensaje contaba con la acción iluminadora del Espíritu Santo que iba a hacer comprender más tarde lo que no podía entenderse inmediatamente (cf. Jn 14,26 Jn 16,13). Por tanto, tampoco para nosotros la adaptación de la catequesis debe significar reducción o mutilación del contenido de la doctrina revelada, sino más bien esfuerzo por hacer que se acepte con adhesión de fe, a la luz y con la fuerza del Espíritu Santo.

2. Siguiendo el ejemplo del único Maestro, que es Jesús, en su catequesis, la Iglesia ha procurado adaptarse a las personas a quienes quería comunicar la luz del Evangelio. Este esfuerzo por adaptarse se ha manifestado de manera particular en tiempos recientes, que se han caracterizado por el progreso en la especialización catequética; de hecho se han multiplicado los institutos de formación catequética, se han estudiado sistemáticamente los métodos de la catequesis y se han propuesto los caminos más eficaces de enseñanza religiosa. Es de desear que este esfuerzo continúe y siga progresando. Los problemas de la adaptación son muchos y difíciles, cambian según lugares y tiempos, y no dejarán de seguir planteándose también en el futuro.

Hay que notar que estos problemas hoy están relacionados con los del desarrollo de los nuevos medios de comunicación social. Al lado de formas sencillas y tradicionales de catequesis, hay lugar para una enseñanza catequística que emplee los medios más modernos de la difusión. La Iglesia no puede dejar de alentar los intentos de crear formas nuevas de transmisión de la verdad evangélica. Toda buena iniciativa en este campo debe verse con favor y nos debemos felicitar con quienes asumen el papel de pioneros en este campo.

3. Por consiguiente, la catequesis no pretende fosilizarse en lo que se hizo anteriormente. Como reconocí en la Exhortación Catechesi tradendae, la catequesis "tiene necesidad de renovarse continuamente en un cierto alargamiento de su concepto mismo, en sus métodos, en la búsqueda de un lenguaje adaptado, en el empleo de nuevos medios de transmisión del mensaje" CTR 17). Puede decirse que la catequesis, como la Iglesia misma, está siempre en tensión hacia un porvenir mejor que el pasado, porvenir que exige colaboración activa de todos los interesados y apertura atenta a los progresos de la sociedad humana.

La necesidad de renovación pide esfuerzo constante de reflexión sobre los resultados obtenidos. No se puede partir del principio de que todo lo nuevo es bueno y fecundo: lo importante es verificar con la experiencia la eficacia del camino que se ha seguido. Si en tiempos recientes ha habido un esfuerzo notable en el desarrollo de los métodos catequísticos, no se puede sin embargo ignorar que en varios lugares se han lamentado frecuentemente lagunas y resultados nada felices de ciertos métodos nuevos. El Sínodo de 1977 no dejó de indicar, "junto a un progreso innegable en la vitalidad de la actividad catequética y a iniciativas prometedoras, las limitaciones e incluso las deficiencias de lo que se ha realizado hasta el presente", (Catechesi tradendae CTR 17). Dichas deficiencias deben provocar la revisión atenta de los medios empleados y de la doctrina transmitida.

4. El Sínodo destacó en especial la necesidad de una enseñanza orgánica y sistemática, no improvisada. Si es verdad que "la repetición rutinaria lleva al estancamiento, al letargo y, en definitiva, a la parálisis», es preciso reconocer también que "la improvisación irreflexiva engendra desconcierto en los catequizados y en sus padres, cuando se trata de los niños, causa desviaciones de todo tipo, rupturas y finalmente la ruina total de la unidad" (ib.).

5 Además del carácter sistemático con programa y objetivo preciso, otras tres características de la enseñanza catequística fueron recordadas al final de los debates del Sínodo. Debe ser una enseñanza que insista en lo esencial, que "no pretenda abordar todas las cuestiones disputadas ni transformarse en investigación teológica o en exégesis científica; una enseñanza, no obstante, bastante completa, que no se detenga en el primer anuncio del misterio cristiano, cual lo tenemos en el kerigma; una iniciación cristiana integral, abierta a todas las esferas de la vida cristiana" (Catechesi tradendae CTR 21).

La voluntad de dar una enseñanza completa brota espontáneamente de una actitud de fe y amor que se adhiere a toda la Revelación y desea comunicarla. El espíritu de fe es esencial a toda catequesis cristiana. No serían suficientes la búsqueda y puesta a punto de los métodos más aptos, si no estuvieran animados de dicho espíritu de fe. Los aspectos científicos de la pedagogía no podrían suplir una falta de fe. En realidad, la fe es la que estimula al catequista a buscar el método mejor para exponer y transmitir la doctrina. La fe es la que constituye el alma de la catequesis e inspira todo el esfuerzo de la pedagogía en la enseñanza religiosa.

Por otra parte, siendo la catequesis uno de los modos de transmitir la Revelación en la Iglesia, no puede menos de estar regulada en sus contenidos y métodos por la estructura propia de dicha transmisión, la cual comporta conexión indisoluble entre Sagrada Escritura, Tradición y Magisterio (cf. Dei Verbum DV 10). Sobre esta estructura tendremos ocasión de volver en Instrucciones posteriores.

Saludos

Deseo presentar mi cordial saludo a todos los peregrinos de lengua española. En particular al grupo de alumnos del Colegio El Pinar de Valldoreix en Barcelona, de las Hijas de Nuestra Señora del Sagrado Corazón, con sus profesores y familiares. Al grupo de estudiantes mexicanos del «Oak Language Center» de los Legionarios de Cristo.

De Brasil a los peregrinos procedentes de São Paulo, Belo Horizonte, Porto Alegre y Río de Janeiro.

A todos los peregrinos procedentes de España y de los diversos países de América Latina, imaprto de corazón mi bendición apostólica.



Miércoles 23 de enero de 1985



1. En esta semana de oraciones especiales por la unidad de los cristianos está bien que reflexionemos juntos sobre este compromiso que es común a todos los bautizados. En todo el mundo, estos días, católicos, ortodoxos, anglicanos y protestantes se encuentran para pedir juntos al Señor el don de la unidad perfecta. En el hemisferio Sur la semana de oración se hará hacia Pentecostés, sobre el mismo tema. Un único tema y la única finalidad determinan una sintonía que hace preguntar la concordia de la plena comunión.

Este año la semana de oración por la unidad tiene lugar a los 20 años de la promulgación del Decreto conciliar sobre el ecumenismo. Unitatis redintegratio. Desde ese día (21 de noviembre de 1964) hasta hoy, el Movimiento ecuménico ha tenido una expansión imprevisible. Sólo la gracia de Dios ha podido inspirar todo esto. Y la respuesta de los creyentes ha sido generosa, a veces sufrida, siempre deseosa de estar en coherencia con la vocación cristiana. Por encima de la fatiga necesaria para restablecer una nueva relación con todos los otros cristianos, el encuentro ha sido profundamente gozoso. Descubrir de nuevo en los otros, hasta hace poco desconocidos o considerados como adversarios, el rostro del hermano, es un don impagable del Señor, que ha llamado a todos a la comunidad de fe y de amor que es la Iglesia de Dios. El Decreto conciliar sobre el ecumenismo ha indicado los principios católicos para la participación en el Movimiento ecuménico, ha sugerido los medios para ejercitarlo, ha presentado a los otros cristianos como hermanos con una historia propia que hay que considerar atentamente con la finalidad de entrar en diálogo con ellos, a fin de allanar las divergencias que han causado el escándalo de la división.

La Iglesia católica está así comprometida en el diálogo multilateral y ha entablado diálogo directo con todas las Iglesias y Comunidades eclesiales, de Oriente y de Occidente. Estos diálogos, distintos uno de otro, precisamente para examinar a fondo las diferencias específicas, tienden, en definitiva, a una finalidad única: la Unitatis redintegratio, el restablecimiento de la plena unidad de todos los cristianos.

6 Se trata de un proceso complejo y delicado. Implica problemas de fe, de doctrina, de liturgia, de disciplina. Afecta, con competencias, modalidades y responsabilidades diversas, a todos los bautizados, lo mismo a los Pastores y a los teólogos en sus estudios en favor del diálogo. como a todos los demás fieles en la vida cristiana de cada día (cf. Unitatis redintegratio UR 5).

En esta complejidad, los textos que las varias comisiones mixtas de diálogo van publicando delinean importantes convergencias sobre problemáticas esenciales para la restauración de la plena unidad. Estos resultados positivos estimulan a proseguir el contacto fraterno y el diálogo teológico. Por otra parte, impulsan a proseguirlo las mismas dificultades que se encuentran y los problemas que todavía no se han afrontado. El Decreto Unitatis redintegratio ofrece también un válido estímulo y orientaciones seguras para llegar a la meta, propuesta por el Señor mismo: la perfecta unidad.

2. En todo el Movimiento ecuménico, la oración da apoyo, inspiración, consistencia. De año en año, esta semana especial nos invita y apremia a un compromiso creciente. Los varios temas de reflexión, sugeridos de común acuerdo entre nuestro Secretariado para la Unión de los Cristianos y el Consejo Ecuménico de las Iglesias, nos llevan de nuevo a considerar juntos aspectos esenciales y complementarios de la restauración de la plena unidad entre todos los cristianos.

El tema de este año subraya la redención realizada por Jesucristo, que nos ha llevado "de la muerte a la vida". "Dios, que es rico en misericordia, por el gran amor con que nos amó, y estando nosotros muertos por nuestros delitos, nos dio vida por Cristo". (Ep 2,4).

Esta realidad misteriosa y misericordiosa implica a todos los que creen en Jesucristo. El Decreto sobre el ecumenismo afirma que todos los cristianos son justificados en el bautismo por la fe (cf. Unitatis redintegratio UR 3), y añade: "Por el sacramento del bautismo, debidamente administrado según la institución del Señor y recibido con la requerida disposición del alma, el hombre se incorpora realmente a Cristo crucificado y glorioso y se regenera para el consorcio de la vida divina" (Unitatis redintegratio UR 22). Por tanto, todos los otros cristianos son nuestros hermanos y están en cierta comunión, verdadera y profunda, con la Iglesia católica, aún cuando todavía no en comunión perfecta.

Esta situación común de redimidos en Jesucristo impulsa a la plena unidad. El bautismo tiende al logro de la plenitud de la vida en Cristo, a la íntegra profesión de la fe, a la incorporación integral en la institución de la salvación, como ha querido Cristo, y finalmente a la común celebración de la Eucaristía del Señor.

La redención común realizada en el único bautismo constituye el dinamismo interno de gracia hacia la plena unidad. La búsqueda de la unidad, por tanto, no está motivada por algún factor externo o contingente. Proviene intrínsecamente de nuestra misma fe en el único Señor, que "por nosotros los hombres y por nuestra salvación" se hizo hombre y murió en la cruz para redimirnos a todos. Pero la situación del mundo tiene hoy mayor necesidad del testimonio cristiano de reconciliación y de unidad. Es necesario un nuevo testimonio de unidad, tanto para vigorizar los estímulos positivos para una convivencia pacífica, presentes en el mundo, como para corregir y evitar las tentaciones de muerte y de odio que se difunden entre los hombres.

Por lo tanto, aceptemos la invitación del Apóstol Pablo, contenida en la misma Carta a los Efesios, de la que se ha tomado también el tema de esta semana de oración: "Os exhorto a andar de una manera digna de la vocación con que fuisteis llamados, con toda humildad, mansedumbre y longanimidad, soportándoos los unos a los otros con caridad, solícitos de conservar la unidad del Espíritu mediante el vínculo de la paz" (Ep 4,1-3).

En sintonía con esta vocación, según el propio ministerio y la propia función en la Iglesia, cada uno contribuya a la edificación del Cuerpo de Cristo "hasta que todos alcancemos la unidad de la fe" (Ep 4,13).

3. Con esta finalidad recemos ahora todos juntos diciendo:

Concédenos, Señor, la paz y la unidad.

7 Santo Padre: Que la paz de Cristo nos guíe en nuestra vida: en la paz Dios nos ha llamado a todos a formar un solo cuerpo.

Todos: Concédenos, Señor, la paz y la unidad.

Santo Padre: En su carne Jesucristo destruyó todo muro de separación; por medio de su muerte en la cruz destruyó toda hostilidad.

Todos: Concédenos, Señor, la paz y la unidad.

Santo Padre: Uno solo es el Señor, una la fe, uno el bautismo.

Todos: Concédenos, Señor, la paz y la unidad.

Santo Padre: Hay un solo cuerpo y un solo Espíritu y todos estamos llamados a una sola esperanza.

Todos: Concédenos, Señor, la paz y la unidad.

Santo Padre: Oremos: Oh Padre, concédenos la gracia de amarnos los unos a los otros a fin de que, en la unidad del Espíritu, profesemos nuestra fe viviendo en concordia y santa paz, siendo testigos del Evangelio de salvación del único Señor del cielo y de la tierra, Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina por los siglos de los siglos.

Todos: Amén.

Saludos

8 Deseo saludar ahora a los peregrinos de lengua española aquí presentes, de España y de América latina. De modo especial, al grupo de religiosas de María Inmaculada, que se preparan a la profesión perpetua y a las Hospitalarias del Sagrado Corazón de Jesús, en su curso de renovación espiritual.

Queridas Religiosas:

Que vuestra permanencia en Roma os haga vivir la universalidad de la Iglesia y os anime a ser operadoras de la unidad tan deseada. A vosotras y a todos los peregrinos de lengua española os pido una oración especial por mi inminente viaje a Latinoamérica, a la vez que de corazón os imparto me bendición apostólica.



Febrero de 1985

Miércoles 13 de febrero de 1985



1. Hoy deseo manifestar mi humilde gratitud a Dios, Buen Pastor, por el ministerio que me ha consentido realizar del 26 de enero al 6 de febrero en la Iglesia en América Latina, concretamente en Venezuela, Ecuador y Perú, con la parada en Trinidad y Tobago en el camino de regreso.

Los Episcopados de los países citados habían expresado el deseo de que el Obispo de Roma, en cuanto Sucesor de Pedro, se insertara con su ministerio pastoral durante unos días en la obra apostólica estable y sistemática que ellos llevan a cabo, junto con los eclesiásticos y los laicos, en las Iglesias locales a ellos confiadas.

Dicho ministerio es una manifestación particular de la colegialidad de los obispos, se relaciona también con la tradición primitiva de la visita apostólica y pone de manifiesto la unidad y catolicidad de la Iglesia. Puede afirmarse que en ello se refleja el espíritu del Concilio Vaticano II, sobre todo su eclesiología.

En esta ocasión, deseo manifestar igualmente mi gratitud a las Iglesias y a los pueblos de cuya hospitalidad he gozado durante los días pasados. Doy gracias a los Jefes de Estado y a los organismos administrativos de los varios sectores, que han facilitado notablemente mi visita.

2. Los tres días en total transcurridos en Venezuela,me han permitido acercarme a los problemas que vive la Iglesia en este país y tomar parte en las tareas apostólicas que debe afrontar. Síntesis de estas tareas fue "una misión nacional" de bastantes meses, que precedió a la visita papal.

La misma visita, en el curso de apenas tres días, tenía que ser sintética y, a la vez, necesariamente selectiva. No obstante esto, pienso que me ha sido posible contactar con lo más característico de su geografía y de la estructura del trabajo pastoral de la Iglesia en Venezuela.

9 La capital del país, Caracas, fue el principal centro de los encuentros. En primer lugar, tengo presente la concelebración eucarística ante la imagen de la Virgen de Coromoto, Patrona del país. Fue llevada a la capital, la imagen que será venerada en su nuevo santuario de Guanare. El otro centro de la costa occidental, Maracaibo, uno de los principales lugares de producción de petróleo, nos trasladó a otra región de la tradición religiosa y dinamismo apostólico del litoral del Mar Caribe. Y luego, el viraje hacia el sur, en la región de los Andes, a la ciudad de Mérida, donde las tradiciones religiosas de la población, prevalentemente agrícola, están muy arraigadas y siempre con gran vitalidad. Y, finalmente, el cuarto lugar: el incipiente gran centro industrial de Ciudad Guayana, junto al Orinoco, y al mismo tiempo, una diócesis joven y grande que ha de afrontar no fáciles tareas de la pastoral del mundo industrial.

Con esta estructura geográfica de la visita se entrelazó también la estructura temática. La reunión con el Episcopado y la mirada a la historia de la Iglesia en un país que vincula su independencia a la figura de Simón Bolívar. El tema de la familia en el núcleo de la asamblea de Caracas. Reunión con los eclesiásticos, sacerdotes, religiosos y religiosas e institutos seculares. Encuentro con los principales representantes del apostolado de los laicos (entre otros el CLAT y los medios de comunicación social). Encuentro con los jóvenes. Y finalmente reunión con el mundo del trabajo, principalmente del trabajo industrial en Ciudad Guayana.

Venezuela tiene una superficie de casi un millón de kilómetros cuadrados y cerca de 16 millones de habitantes. La gran mayoría está concentrada en las cercanías de la Costa Atlántica. Las vastas zonas del interior están poco pobladas y la pastoral asume carácter misionero.

Si bien toda la visita se ha centrado en algunos puntos, se ha hecho todo lo posible para que el país entero y toda la Iglesia en Venezuela se sintieran abrazados por ella. La tarea más importante en el porvenir parece ser, sobre un fondo de tradición religiosa viva, la consolidación de la conciencia de la vocación cristiana, y sobre todo de las vocaciones sacerdotales y religiosas nativas. Y también el mantenimiento y el progreso de las buenas tradiciones en cuanto a la puesta en práctica de la doctrina social de la Iglesia en los distintos sectores de la vida.

3. Ecuador: La vida de la Iglesia en Ecuador se concentra en tres provincias o "metropolías": Quito, Cuenca y Guayaquil. Dichas tres ciudades han sido las tres etapas principales de la visita papal. Quito es la capital del país, por ello tuvo lugar aquí la parte oficial de la visita en referencia con las autoridades estatales. En el aspecto eclesial celebramos solemnemente en Quito el 450 aniversario del comienzo de la evangelización. El carácter de la ciudad atestigua asimismo la gran aportación de Quito a la historia del anuncio del Evangelio, del mismo modo que atestigua la historia de la cultura nacional. En este ambiente asumieron una elocuencia cabal cada uno de los encuentros: con el Episcopado, con los eclesiásticos en la catedral la primera tarde, con los jóvenes, con los medios de comunicación (Radio Nacional Católica), con el mundo religioso (femenino), con los representantes de la cultura y de la ciencia, con el mundo del trabajo y con el Cuerpo Diplomático invitado a acudir a la Nunciatura

Cuenca: La solemne concelebración para las familias y las vocaciones.

Guayaquil: La mayor ciudad de orillas del Pacífico: la primera tarde, el programa mariano en la nueva iglesia de la Virgen de Czestochowa, y sobre todo en el santuario de la Alborada con nutrida participación de los jóvenes. Al día siguiente, la visita al Guasmo, de la periferia de Guayaquil; aquí trabajan sacerdotes y religiosas entre unas gentes muy pobres que fluyen a la ciudad. A continuación, la solemne concelebración con la beatificación de la Madre Mercedes de Jesús Molina, fundadora de la primera congregación femenina de Ecuador.

Un capítulo aparte de la visita fue la reunión en Latacunga con los indígenas y con los primeros habitantes de este país, los indios. El encuentro fue rico de fundamentales contenidos de naturaleza social; en efecto, el problema de la debida participación de los indios en la vida de Ecuador lo tienen planteado ellos mismos y la Iglesia. E igualmente el de las desigualdades sociales, que está esperando una solución más justa.

La Iglesia en Ecuador —con su Episcopado, eclesiásticos, religiosos (que tienen grandes méritos) y con el creciente apostolado de los laicos— aparece hondamente vinculada a la sociedad. La preparación a la visita papal había sido larga; lo atestiguan la abundancia de confesiones, las cruces que llevaban los asistentes a los encuentros y las muchedumbres inmensas en las celebraciones de todos los sitios, en los caminos y calles. Si bien la visita no pudo llegar a todas las regiones del país, se tenía la sensación de que una gran parte de sus habitantes acudieron de las diversas zonas para participar en la visita.

4. Perú es un país grande (un millón trescientos mil kms. cuadrados y 18.230.000 habitantes), constituido por tres regiones geográficas (costa, sierra y selva) y no menos compleja étnicamente. En tiempos estuvo aquí el Imperio de los Incas y buena parte de la población habla todavía sus lenguas (quechua, aymara y otras). Al mismo tiempo toda la nación es católica y la Iglesia constituye un vínculo particular entre todos los habitantes del país. Asimismo existe "el problema social" en gran escala y la responsabilidad de la Iglesia en solucionarlo adecuadamente.

Comenzó la visita en Lima. Su antiquísima catedral es uno de los centros de evangelización más antiguos de América Latina. Además, Lima es la ciudad de dos Santos de este continente, Santa Rosa y San Martín de Porres. Con la visita a la catedral y la veneración de las reliquias de estos Santos comenzó el programa de la primera parte dedicado a las "fuerzas vivas" de la Iglesia en Perú, eclesiásticos y laicos. Después, la visita a la residencia del Presidente de Perú y la bendición impartida a petición de éste a los representantes de las Autoridades y del Parlamento.

10 El programa de la visita nos llevó a muchos lugares del territorio del país; en ellos los habitantes de las distintas regiones se concentraron en la liturgia y en la oración, escuchando la palabra del Papa. Estos lugares fueron: Arequipa, con la beatificación de Sor Ana de los Ángeles Monteagudo y la coronación de la estatua de la Virgen de Chapi (2. II); luego, Cuzco, capital del antiguo Imperio de los Incas, con la coronación de la estatua de la Virgen del Carmen de Paucartambo y la homilía dedicada a los antiguos habitantes, los indios, población que trabaja sobre todo en la agricultura (3. II): después Ayacucho: la oración del "Ángelus" y el discurso contra la violencia. El 4 de febrero, la visita se orientó hacia el Norte, comenzando por Callao (sobre el tema: enfermos-sufrimiento), pasando por Piura (tema: evangelización, pues aquí comenzó la predicación del Evangelio en el siglo XVI), hasta Trujillo (liturgia eucarística para los hombres del trabajo). Y el último día (5. II) Iquitos: con el encuentro con las comunidades indígenas de la región de la "selva amazónica".

Volvíamos cada día a la capital, ciudad de seis millones de habitantes, un tercio de Perú; aquí tuvieron lugar los encuentros centrales, es decir: con los jóvenes (2. II), Eucaristía para las familias con ordenación sacerdotal, el domingo 3 de febrero; encuentro con el Episcopado y visita a la sede de la Conferencia; audiencia al Cuerpo Diplomático. Y, en fin, el mismo día de la salida (5.II), visita a uno de los " pueblos jóvenes", el gran barrio de máxima pobreza, una de las tantas.

5. Este cuadro no retrata suficientemente el clima de la visita, que por doquier era denso de viva fe, de amor y de confianza en la Iglesia. Incesantemente se repetía la petición de ser bendecidos (¡bendición!), que es una peculiar manifestación de la religiosidad de estos hermanos nuestros que viven en la zona occidental extrema de Sudamérica. Parece que se pueden expresar los deseos más esenciales que les atormentan, tal y como los manifestaron los representantes de "pueblos jóvenes" de Lima: el deseo de Dios y el deseo de pan. El primero es su riqueza espiritual, y hay que hacer todo lo posible por mantener y arraigar esta riqueza. El otro está en relación con la pobreza y la desgracia de amplios sectores y también con la reclamación cada vez más consciente de la justicia social. Hay que hacer lo imposible por conseguir en la práctica esta justicia, sin recurrir a la violencia ni al totalitarismo, sino manteniendo el orden democrático al que estas sociedades están honradamente vinculadas. ¡jamás debe faltar el pan a nadie!



6. La breve visita a Trinidad Tobago no fue mero "añadido" a los tres países bolivarianos. Los responsables, tanto de parte civil como eclesiástica, hicieron todo lo posible para que fuese una visita de verdad. Por ello, quiero manifestarles mi gratitud. Deseo expresar mi alegría sobre todo por el hecho de que esta sociedad de tan variado origen, que durante muchos siglos ha padecido la amargura de la esclavitud y dependencia colonial, es hoy una sociedad de ciudadanos libres y evidentemente madura para tal libertad. Y asimismo, expreso mi alegría de que la Iglesia vive su vida auténtica y está al servicio del bien de toda la sociedad de Trinidad y Tobago, desarrollando actividades ecuménicas y colaborando con los representantes de otras religiones (sobre todo la hindú).

Es sabido que el nombre de Trinidad viene de Cristóbal Colón, que quiso honrar así a la Santísima Trinidad.

¡De nuevo doy gracias a la Trinidad por haberme concedido llevar a cabo esta peregrinación apostólica! En su nombre os bendigo a cada uno, muy amados hermanos y hermanas, y extiendo con afecto mi bendición a todas las gentes con quienes he estado en los países del continente de la esperanza.




Audiencias 1985