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326 8. Ya muy cercana la apertura de la Puerta Santa, que dará inicio al Gran Jubileo, os aliento, queridos Hermanos Obispos, junto con toda la Iglesia que peregrina en la República Dominicana, a procurar que este Año de Gracia signifique un fuerte impulso de renovación espiritual, tanto personal como comunitaria. Os deseo, además, que la experiencia del I Concilio Dominicano, con sus disposiciones y normativas pastorales, sea para todas y cada una de vuestras diócesis, una ocasión de reforzar la fe, avivar la esperanza y difundir la caridad sin límites. Todos estos deseos y proyectos pastorales los pongo a los pies de Nuestra Señora de la Altagracia, Patrona de la República Dominicana, para que con su amor materno acompañe y proteja siempre a todos sus hijos e hijas en un ambiente de solidaridad y convivencia fraterna, a la vez que les imparto con afecto la Bendición Apostólica.
Vaticano, 10 de diciembre de 1999.
sábado 11 de diciembre
1. "También vosotros, cual piedras vivas, entrad en la construcción de un edificio espiritual" (1P 2,5).
Para esta imagen bíblica del misterio de la Iglesia sería difícil encontrar un comentario artístico más elocuente que esta capilla Sixtina, de cuyo pleno esplendor podemos disfrutar hoy gracias a la restauración que acaba de concluir. A nuestra alegría se unen los fieles de todo el mundo, que aprecian este lugar no sólo por las obras de arte que conserva, sino también por el papel que desempeña en la vida de la Iglesia. En efecto, aquí tiene lugar -lo recuerdo con emoción- la elección del Sucesor de Pedro.
Hace cinco años, el 8 de abril de 1994, pude contemplar, con sus colores originarios finalmente descubiertos, las obras de Miguel Ángel, que indudablemente dan el tono a esta sala y, en cierto sentido, la absorben, dada su grandiosidad. Se remontan hasta el último horizonte de la teología cristiana, señalando el alfa y la omega, los comienzos y el juicio, el misterio de la creación y el de la historia, haciendo converger todo en el Cristo salvador y juez del mundo.
Pero hoy nuestra mirada se detiene en el ciclo mural, más humilde pero significativo, que dio el primer rostro a la capilla querida por Sixto IV. Estos frescos son obra de grandes artistas florentinos y umbros, como Perugino, Botticelli, Pinturicchio, Ghirlandaio, Rosselli y Signorelli. Se inspiraron en un plan preciso, realizando una obra unitaria, que ha quedado bien integrada en el conjunto arquitectónico y pictórico que va desarrollándose gradualmente, constituyendo un elemento de singular eficacia evocativa.
Me alegra poder devolverla hoy a un renovado deleite estético. Doy gracias al señor cardenal Edmund Casimir Szoka, presidente de la Comisión pontificia para el Estado de la Ciudad del Vaticano, al doctor Francesco Buranelli y a todos los responsables de la Dirección general de los monumentos, museos y galerías pontificios, a los maestros de obras y a cuantos, de diferentes modos, han contribuido a esta ulterior recuperación artística.
2. Al recorrer con la mirada la doble serie de pinturas murales, no es difícil captar su simetría, puesta de relieve por los "títulos" que tienen encima. En una parte resalta la figura de Moisés; en otra destaca Cristo. El recorrido iconográfico es una especie de lectio divina en la que, antes que los diversos episodios bíblicos, aparece la unidad de la Escritura, Antiguo y Nuevo Testamento, en la línea histórico-salvífica que, partiendo de los acontecimientos del Éxodo, lleva a la plenitud de la revelación en Cristo.
El paralelismo ilustra eficazmente el principio hermenéutico enunciado por san Agustín: "Novum Testamentum in Vetere latet, Vetus in Novo patet" (cf. Quaest. in Hept. 2, 73). Y, en realidad, al observar la disposición misma de los frescos, tanto en su orden histórico progresivo como en sus específicas correspondencias temáticas, resulta evidente que todo gira alrededor de Cristo. Su bautismo, interpretado magníficamente por Perugino, expresa la plenitud de lo que la circuncisión mosaica solamente prefiguraba. Botticelli relaciona simétricamente las tentaciones vencidas por Cristo con las pruebas superadas por Moisés. La convocación del nuevo pueblo, representada por Ghirlandaio en la vocación de los discípulos junto al lago de Genesaret, está en relación con la asamblea del antiguo pueblo, delineado en el dramático trasfondo del paso del mar Rojo. Cristo, pintado por Rosselli en la solemnidad del sermón de la montaña, aparece con respecto a Moisés como el nuevo legislador, que no vino a abolir la ley, sino a darle cumplimiento (cf. Mt Mt 5,17). Cristo se halla representado también en los frescos de la entrega de las llaves y la última cena, igualmente resaltados mediante sus correspondencias veterotestamentarias.
3. Así, de estas decoraciones se eleva un himno a Cristo. Todo lleva a él. En él todo encuentra plenitud. Sin embargo, es importante considerar que en estas pinturas nunca está solo: alrededor de él, al igual que en torno a Moisés, se apiñan rostros de hombres y mujeres, de ancianos y niños. Es el pueblo de Dios en camino, es la Iglesia "edificio espiritual", construido con piedras vivas que se unen a él, "piedra viva, desechada por los hombres, pero elegida y preciosa ante Dios" (1P 2,4).
327 Sin embargo, hay un detalle que distingue todo el plan teológico e iconográfico: la atención que se presta a los guías de este pueblo peregrino. Por lo que atañe al Antiguo Testamento, la mirada se concentra en Moisés, acompañado por el sacerdote Aarón, en el dinámico cuadro de Botticelli, que pretende mostrar su autoridad en vano contestada. Y, por lo que se refiere al Nuevo Testamento, la centralidad absoluta de Cristo no queda oscurecida, sino más bien destacada gracias al papel que él mismo atribuye a los Apóstoles, y en particular a Pedro.
Esto se nota especialmente en la obra de arte de Perugino, centrada en la entrega de las llaves. En ella, mediante el símbolo de la vistosa llave, el artista subraya la amplitud de la autoridad conferida al primero de los Apóstoles. Por otra parte, como para equilibrarla, se delinea en el rostro de Pedro la conmovedora expresión de humildad con que recibe la insignia de su ministerio, arrodillado y casi retrocediendo ante el Maestro. Parece un Pedro encogido en su pequeñez, estremecido, sorprendido por una confianza tan grande y deseoso, por decirlo así, de desaparecer, para que destaque sólo la persona del Maestro. Su mirada extasiada permite adivinar en sus labios no sólo su confesión en Cesarea de Filipo: "Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo" (Mt 16,16), sino también su afirmación de amor al Resucitado después de la amarga experiencia de la negación: "Tú sabes que te quiero" (Jn 21,15). Es el rostro de quien tiene clara conciencia de ser pecador (cf. Lc Lc 5,8) y de necesitar una conversión continua para poder confirmar a sus hermanos (cf. Lc Lc 22,31). Es un rostro que manifiesta absoluta dependencia de los ojos y los labios del Salvador, expresando así admirablemente el sentido del servicio universal de Pedro, puesto en la Iglesia, junto a los Apóstoles y como su cabeza, para representar visiblemente a Cristo, el "gran Pastor de las ovejas" (He 13,20), siempre presente en medio de su pueblo.
4. Así pues, ya desde este ciclo originario, el arte de esta capilla se presenta como un fruto maduro de espiritualidad bíblica. Es un arte que muestra su capacidad, típica del auténtico arte sagrado, de "reflejar los diversos aspectos del mensaje, traduciéndolos en colores, formas, (...) sin privar al mensaje mismo de su valor trascendental y de su halo de misterio" (Carta a los artistas, 12: L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 23 de abril de 1999, p. 11).
Por tanto, es motivo de alegría el hecho de que hoy una expresión tan significativa del arte del siglo XV vuelva a resplandecer en su colorido original, recuperado gracias a un diligente y moderno trabajo de restauración. Esta capilla sigue comunicando vibraciones del misterio, con un lenguaje que no envejece, porque toca lo que es universal en el hombre.
Mi deseo, que expresé recientemente también en la Carta a los artistas (cf. n. 10), es que, en sintonía con cuanto se testimonia en este "santuario" único en el mundo, se restablezca en nuestro tiempo la fecunda alianza de fe y arte, para que lo "bello", epifanía de la belleza suprema de Dios, ilumine el horizonte del milenio que está a punto de comenzar.
Al mismo tiempo que doy gracias al Señor porque me concede la posibilidad de presidir esta celebración, con la que esta joya del arte se entrega perfectamente restaurada al mundo, invoco la constante protección divina sobre vosotros, aquí presentes, sobre quienes trabajan en los Museos vaticanos y sobre los innumerables visitantes que ininterrumpidamente vienen de todo el mundo a admirar estas obras de arte.
Os imparto a todos mi bendición.
Beatitud;
queridos obispos de la Iglesia armenia católica;
hermanos y hermanas:
328 1. Con entrañable afecto os doy la bienvenida a esta alma Urbe, santificada por la sangre de los apóstoles san Pedro y san Pablo, sede del Obispo que, edificado él mismo sobre la piedra que es fundamento de la Iglesia, tiene el mandato de confirmar en la fe a sus hermanos.
Le doy una bienvenida particular con el santo beso de la fraternidad a usted, venerado hermano Nerses Bedros XIX, que pocos días después de haber sido elegido patriarca de Cilicia de los armenios católicos y haber recibido de mí la comunión eclesiástica, está aquí para significar y manifestar con alegría esta comunión y la de su Iglesia con el Sucesor de Pedro. Este acontecimiento celebra la bondad del Señor, que nos ha amado hasta el extremo de darnos la participación plena en la misma fe. Hemos manifestado esta gratitud del modo más alto y solemne que tienen los cristianos: concelebrando la misma Eucaristía e intercambiándonos los santos dones del Cuerpo y la Sangre del Señor, nuestra esperanza común.
Le agradezco en especial las afectuosas palabras que ha querido dirigirme. Como ya ha hecho en su primera carta pastoral, también en este saludo ha citado al santo doctor armenio Nerses el Agraciado, cuyo nombre ha deseado tomar en el momento de asumir su nueva responsabilidad de padre y cabeza de la Iglesia armenia católica, juntamente con el nombre de Pedro que, por una hermosa y significativa tradición de amor a esta Sede apostólica, asumen todos los patriarcas armenios católicos.
Aprecio particularmente a san Nerses por la profundidad de su doctrina, por el edificante testimonio de su vida y por su gran apertura ecuménica, que lo llevó a amar y valorar el encuentro con las demás Iglesias cristianas y a desear ardientemente que se restableciera la comunión plena entre ellas.
A usted, Beatitud, le deseo que siga las huellas de su santo patrono y que sea promotor incansable de comunión, ante todo en el seno de su Iglesia; luego, en la admirable sinfonía de la catolicidad; y, por último, en el camino tan anhelado hacia la comunión plena con los amados hermanos de la Iglesia armenia apostólica, a la que usted ha querido aludir en sus palabras de saludo, y a la que yo también envío el beso de la paz y mis felicitaciones en la cercanía de la santa Navidad.
2. Usted asume su delicada responsabilidad en un momento de gracia particular, pero también de gran dificultad. Experimentamos gran alegría en vísperas del gran jubileo del año 2000, tiempo de gracia que desvela a la fe el verdadero significado de la historia y el camino de la humanidad hacia el Señor que viene. Este júbilo es mayor aún por el hecho de que, en el 2001, el pueblo armenio celebrará el XVII centenario de su conversión al cristianismo. La historia de los armenios sería realmente incomprensible si se prescindiera de ese acontecimiento, que se ha grabado profundamente en su vida, y que ha caracterizado su historia, en particular mediante el testimonio heroico del martirio. Como usted ha escrito: "Para comprender bien nuestra historia, leámosla con ojos cristianos. (...) Todo hombre busca la felicidad, todo hombre tiene derecho a la felicidad, pero no existe verdadera felicidad sin la luz, sin Cristo" (Carta pastoral, n. 6).
Así pues, alegría, pero marcada aún por las dificultades que atraviesa el pueblo armenio, sobre todo en la madre patria, afligida también recientemente por trágicos acontecimientos. Aseguro a su pueblo el afecto, la cercanía y la oración del Papa.
3. Su ministerio le exige una gran fuerza espiritual. Le espera una apasionante tarea de reorganización de la Iglesia armenia católica, cuyo punto de partida consiste en confirmarla y consolidarla en la fe. No hay verdadera renovación ni auténtico progreso si no es mediante la fe. Una fe que ante todo es preciso conocer, profundizar y celebrar. La predicación de san Gregorio el Iluminador está inscrita en el corazón de los armenios: es necesario vivificarla, hacerla consciente y testimoniarla. De este modo, la tradición de santidad de su pueblo no será sólo ocasión de orgullo, como si fuera parte del pasado, sino también fuente de compromiso en la actualidad para un testimonio coherente de vida. Nuestro mundo, sus engaños y sus falsos dioses exigen un nuevo "martirio": el de la coherencia, y no hay coherencia sin una asimilación cada vez más profunda del evangelio de Jesucristo. Esto se obtendrá mediante una vuelta del corazón y de la mente a la Escritura, a vuestra liturgia y a vuestros Padres, que tanto han enriquecido el patrimonio cristiano.
Esta tarea le corresponde sobre todo a usted, beatísimo hermano, que ya es conocido y estimado por su esmerado compromiso de trabajo, sostenido firmemente por su abandono a la voluntad de Dios, y también le corresponde al Sínodo, que usted preside. Un modo importante para celebrar los acontecimientos de salvación del tiempo que nos espera consiste en hacer que el Sínodo de los obispos se convierta verdaderamente en un órgano propulsor de la comunión en la fe y en la vida eclesial. Para que esto suceda se requiere que todos tengan un gran sentido de responsabilidad y la conciencia de que el bien de la Iglesia está por encima de los horizontes personales e, incluso, de los de cada ambiente pastoral, por importantes que sean. Es el bien del pueblo, el bien de la Iglesia, y debe actuarse con la amplitud de horizontes que exige.
El pueblo necesita la solicitud amorosa de sus pastores. Los obispos no pueden menos de sentirse comprometidos ante las expectativas de las ovejas de su grey. El santo doctor Nerses pone en labios de Cristo nuestro Señor estas palabras sobre el ministerio episcopal: "Del mismo modo que yo no me he dedicado a los placeres, sino que he asumido el sacerdocio por el género humano, sufriendo la cruz y la muerte, así también vosotros debéis combatir hasta la muerte por las ovejas de vuestra grey, que yo he adquirido con mi sangre" (Carta encíclica, cap. IV).
4. Los sacerdotes han de ser el objeto principal de su solicitud: le piden su ayuda para encontrar verdadera y concretamente en Cristo, y no en la posición social o en el prestigio personal, la raíz y el sentido de su ministerio. En el mundo actual, sentirse orgullosos de la propia posición en la Iglesia, además de contradecir abiertamente el mandato del Señor, es considerado por los fieles como una inútil forma de separación y de insensibilidad pastoral. ¿De qué podemos enorgullecernos los hombres de Iglesia si conocemos nuestro pecado y nuestra debilidad? De una sola cosa debemos gloriarnos: de la cruz de Cristo, que ha vencido a la muerte. A los sacerdotes, que el santo patriarca Nerses llama "nodrizas de los hijos de Dios" (ib., cap. V), les da dos orientaciones valiosas: ante todo, crecer en el conocimiento de Dios y de su palabra. Muy concretamente, les pide que no dejen correr "distraídamente, como el agua por un tubo, las palabras místicas de la oración que ofrecéis, (...) sino, por el contrario, siempre con la máxima atención, y si es posible con lágrimas y gran temor, como si las sacarais ahora mismo de vuestro corazón y de vuestra mente" (ib.).
329 Renovar la propia respuesta a Cristo quiere decir también esforzarse por profundizar, mediante la oración y el estudio, el significado de la propia vocación. Para hacerlo, será importante aprender con diligencia y frecuentar con asiduidad ante todo los tesoros de espiritualidad que son peculiares de la tradición armenia, asimilando con humildad los instrumentos para penetrar en ellos, porque Dios se comprende mejor cuando nos acercamos a su palabra a través de la lengua y la sensibilidad de los propios Padres.
Esto vale, en particular, para la liturgia, por cuya pureza y dignidad usted debe velar, con la seguridad de que hablará de modo admirable al corazón de sus hijos. En efecto, la primera reforma litúrgica es la asimilación y el conocimiento de la oración común tradicional.
5. El segundo compromiso indicado por Nerses es la concordia en la caridad: "Os suplico a todos -escribe- que no os entreguéis precipitadamente a las discusiones y a las conversaciones inútiles; por el contrario, estad prontos y dispuestos a la reconciliación y a la paz" (ib.). El pueblo de Dios necesita ver sacerdotes que se aman y se esfuerzan por estimarse entre sí. Ésta es la primera condición para que puedan amar a los que están confiados a su cuidado pastoral. Se trata de un testimonio fuerte para que los jóvenes los consideren como modelos dignos de imitar. Con la ayuda de Dios, la escasez de vocaciones podrá resolverse cuando la Iglesia verdaderamente llegue a ser transparente en su testimonio, creíble en su anuncio y ardiente en su amor fraterno. No faltan jóvenes que quieran seguir a Cristo. No debemos defraudarlos.
También confío a su cuidado asiduo a los monjes, a los religiosos y a las religiosas, a quienes el santo Catholicós define "columnas del mundo, ángeles vestidos de carne y astros que resplandecen en la tierra" (ib., cap. III). Los armenios, como sucede particularmente con todas las Iglesias de Oriente, encuentran en el monaquismo lo que los afianza en la fe, el alma orante, la referencia a los tiempos últimos y un modelo de vida fraterna. Los religiosos y las religiosas armenios católicos han colaborado, en tiempos difíciles para todo el pueblo armenio y a su servicio, sin distinción de pertenencia eclesial, para crear personalidades fuertes y armoniosas, caracterizadas por sus buenas costumbres, la profundidad de su cultura y su amor a la patria. Que este tesoro no se ponga en peligro; que no se dilapide el patrimonio de generaciones enteras. No sólo se lo pide el Papa, sino también todo el pueblo armenio, para el cual el servicio de la cultura es también garantía de supervivencia.
6. Beatitud, sus hijos e hijas confían en usted y esperan su palabra paterna y su guía eficaz. Que el Espíritu Santo guíe sus pasos, sostenga sus propósitos e inspire sus opciones.
Cuando vuelva a su sede en el Líbano y cuando recorra el mundo para confirmar en la fe a los armenios confiados a su cuidado, presentes en todos los lugares con su inteligente laboriosidad, lléveles, junto con su saludo y su bendición, el afecto y la oración del Papa.
Citando una vez más las palabras de su protector celestial san Nerses, "le pido a usted, a los obispos, a los sacerdotes y a los monjes que le pertenecen, que oren por mis múltiples necesidades al Señor, el cual en todos los lugares está cerca de los que lo invocan en la verdad, (...) a fin de que todos nosotros, pastores y grey, lleguemos a los bienes celestiales para poseer el paraíso en Cristo. A él la gloria y la virtud, con el Padre y el Espíritu Santo, por los siglos de los siglos. Amén" (Discurso con motivo de su consagración como Catholicós).
Beatitud; venerados hermanos:
Vuestros pasos os han traído a la casa del Papa para celebrar con él la Eucaristía, signo de plena y perfecta comunión en la fe. Me alegra acogeros aquí, en la intimidad de esta capilla, que expresa bien el sentimiento de afecto y fraternidad que me une a su persona, Beatitud, y a la de los obispos de la Iglesia armenia católica, aquí presentes.
La casa del Papa es vuestra casa. Los brazos del Obispo de Roma y de la Iglesia católica se abren a vosotros, para acogeros con alegría. Todos los hijos e hijas de vuestra Iglesia participan espiritualmente en esta eucaristía. Esta comunión, que es don de Dios, es nuestra fuerza. Él es quien nos entrega su Cuerpo y su Sangre, que nos intercambiaremos como signo de comunión plena en la fe. A él le encomiendo su persona, Beatitud, y el camino de su Iglesia.
330 María, la santa Madre de Dios, los santos pastores, los monjes y sobre todo los mártires armenios lo acompañen en los primeros pasos de su ministerio y durante todo el tiempo que Dios le conceda para servir a la santa Iglesia.
Amadísimos hermanos y hermanas:
1. Me alegra daros mi cordial bienvenida a cada uno. Os agradezco de corazón esta visita, que habéis querido hacerme con ocasión de las celebraciones del 130° aniversario de la fundación del hospital "Bambino Gesù". Vuestra presencia testimonia la tradición de atención y apoyo que une al actual Sucesor del apóstol Pedro, como en el pasado a sus venerados predecesores, con esta benemérita institución, sobre todo desde 1924, año en que la noble familia romana Salviati quiso donarlo a la Santa Sede.
Saludo, en particular, al profesor Adriano Bompiani, director del hospital, y le agradezco las amables palabras que ha querido dirigirme en vuestro nombre. Saludo a los ilustres miembros del consejo de administración. Asimismo, dirijo mi afectuoso saludo a los médicos, al personal y a las Hijas de la Caridad, manifestándoles mi estima cordial y mi aprecio por el empeño con que se prodigan al servicio de los niños enfermos.
2. El 130° aniversario del hospital "Bambino Gesù", celebrado en el umbral del año 2000 con importantes manifestaciones científicas nacionales e internacionales, constituye una magnífica ocasión para subrayar la importancia que esta institución ha adquirido en el ámbito de la pediatría moderna. Este acontecimiento también pone de relieve el espíritu de dedicación amorosa a los niños enfermos, que ha caracterizado siempre la larga historia de vuestro centro sanitario. Inaugurado poco antes de la desaparición del Estado pontificio, gracias a la clarividente iniciativa de la familia Salviati, ha atravesado los difíciles años del último tramo del siglo XIX y todo el siglo XX, permaneciendo siempre fiel a su misión. En esta línea, ha desarrollado progresivamente las competencias científicas y la dimensión socio-caritativa, gracias al compromiso constante e iluminado del personal médico y religioso, y a la participación de un número creciente de personas buenas y de instituciones públicas y privadas.
Teniendo en cuenta los humildes orígenes de vuestra historia en el barrio Régola, sorprende constatar su desarrollo sucesivo, gracias al cual, con el traslado a la sede del Janículo, la donación a la Santa Sede y la nueva configuración jurídica y estructural, el hospital "Bambino Gesù" se ha convertido en una de las instituciones europeas más importantes en su campo.
3. En la sociedad actual se presta cada vez mayor atención al mundo de la infancia y se consolida la conciencia del respeto debido a su inalienable derecho a la vida, a la familia, a la salud, a la instrucción y a la educación religiosa y civil, así como a la rigurosa defensa de su inocencia. A pesar de eso, a menudo los niños sufren aún graves vejaciones y violencias, especialmente en las regiones más pobres del mundo y en los países afectados por la guerra y el hambre. Están amenazados por el egoísmo y búsqueda de bienestar material, que a veces domina a los padres, dejando de cumplir su deber de una presencia educativa, la cual se expresa mediante una diligente cercanía a sus hijos y la escucha de los problemas relacionados con su crecimiento e inserción en la sociedad.
La Iglesia sigue proclamando en todas partes la centralidad del niño, objeto de particular amor por parte de Jesús, que en él ve el modelo de quienes están llamados a acoger el reino de Dios (cf. Mc Mc 10,14). Las frecuentes intervenciones del Magisterio y las innumerables instituciones educativas y sanitarias católicas presentes en todo el mundo testimonian este cuidado especial, sobre todo donde la vida y el futuro de la infancia están más amenazados.
El hospital "Bambino Gesù" se inserta en este marco, llevando a cabo una valiosa obra en favor de los niños enfermos, con su servicio diario en las tres sedes -Roma, Palidoro y Santa Marinella-, así como con sus misiones humanitarias en algunos países del tercer mundo y de Europa oriental, y con la importante contribución que sus ilustres clínicos dan a la investigación científica. De este modo, va acreditándose cada vez más como expresión concreta y significativa del amor de la Iglesia a la infancia.
4. Amadísimos hermanos y hermanas, a la vez que doy gracias al Señor por la laudable y benemérita labor desarrollada ya desde sus comienzos por el hospital "Bambino Gesù", deseo manifestar también mi satisfacción por el generoso y continuo esfuerzo realizado por los agentes sanitarios en favor de los niños enfermos y de sus familias. Os animo a todos a proseguir con constante dedicación este servicio tan valioso y necesario.
331 Os expreso mis mejores deseos de que vuestro competente trabajo contribuya a lograr objetivos cada vez más prometedores en el ámbito de la medicina y la cirugía infantiles. Pido en mi oración para que vuestra generosidad sepa testimoniar constantemente la ternura del Dios de la vida y dar esperanza a cuantos deben afrontar el misterio del dolor inocente.
Encomiendo estos deseos a la Virgen María, a la que el pueblo cristiano invoca como "Salud de los enfermos" y el evangelista san Lucas presenta en actitud solícita hacia la vida naciente. Con estos sentimientos, imparto de corazón al consejo de administración, a los ilustres clínicos, al personal, a los amigos del hospital "Bambino Gesù" y, de modo especial, a los niños internados y a sus familias, una especial bendición apostólica.
Ilustres señores; amables señoras:
Me alegra dirigiros a todos un saludo cordial. Este encuentro me brinda la oportunidad de manifestaros mi aprecio por haber aceptado la invitación a participar en la séptima edición del concierto "Navidad en el Vaticano", que tendrá lugar pasado mañana en la sala Pablo VI.
Expreso mi gratitud a cuantos han hecho posible, una vez más, este acontecimiento: a los artistas, a los grupos musicales, a los miembros de la orquesta y del coro, así como a los maestros que los dirigirán; a los presentadores y a los organizadores de la velada. Ojalá que también este año una actuación tan interesante constituya un momento de alegría y serena distracción para todos.
Como es sabido, el concierto "Navidad en el Vaticano" es una manifestación de carácter cultural con el objetivo de sensibilizar a la opinión pública sobre la necesidad de más lugares de culto y de catequesis en la diócesis de Roma. Por tanto, vuestra contribución al éxito de este acontecimiento pone de relieve vuestra generosa colaboración para afrontar un problema que interesa mucho al Obispo de Roma: urge dotar a las comunidades parroquiales de una estructura pastoral propia, especialmente en los barrios periféricos que aún carecen de ella. Este proyecto forma parte del programa, más vasto, de la nueva evangelización, en el que participa toda la Iglesia y del que el gran jubileo representa una etapa fundamental.
Gracias a Dios, ya casi se ha logrado el objetivo de construir cincuenta edificios sagrados antes del año 2000. Pero habrá que proseguir este esfuerzo. La ciudad de Roma, que se dispone a vivir como protagonista el gran jubileo del año 2000, podrá contar con la apertura de lugares de culto, de encuentro y de catequesis, así como de estructuras para actividades sociales, culturales y deportivas, especialmente donde en estos últimos años han tenido lugar nuevos asentamientos humanos.
Así pues, ¡gracias por vuestra valiosa contribución! A través de mí, toda la Iglesia de Roma desea daros sinceramente las gracias a vosotros y a todos los que han compartido esta solicitud apostólica.
Hago votos porque esta velada tenga pleno éxito y, a la vez que aprovecho esta oportunidad para desearos cordialmente a cada uno de vosotros y a vuestras familias unas serenas fiestas navideñas, os imparto a todos una especial bendición apostólica.
Excelencias:
332 1. Me alegra acogeros y recibir las cartas que os acreditan como embajadores extraordinarios y plenipotenciarios de vuestros países: Dinamarca, Burundi, Singapur, Ruanda y Pakistán. Os doy las gracias por los mensajes que me habéis transmitido de parte de vuestros jefes de Estado. Os agradecería que, al volver, les expresarais mis mejores deseos para su importante misión al servicio de sus compatriotas. Por medio de vosotros, dirijo un saludo cordial a las autoridades de vuestras naciones y a vuestros compatriotas, sobre todo a los pueblos de África, a los que aseguro mi apoyo.
La cercanía del nuevo milenio es una invitación para todos los hombres a prestar cada vez mayor atención a sus hermanos en la humanidad, principalmente para las personas llamadas a desempeñar importantes cargos políticos, económicos o sociales, tareas que son, ante todo, un servicio a la comunidad humana. Sólo con esta condición nuestros contemporáneos tendrán esperanza en un futuro mejor y se comprometerán decididamente en favor de sus hermanos.
2. La mundialización no debería llevar a un empobrecimiento cada vez mayor de los pueblos menos favorecidos, obligados a menudo a plegarse a las reglas económicas de los países ricos. También es necesario que la economía se determine mediante políticas sociales, tanto en el ámbito nacional como en el internacional, y no esté sometida únicamente a factores financieros, pues esto produce situaciones dramáticas para numerosos pueblos, cuyas deudas hacen imposible cualquier tipo de desarrollo. Las naciones que tienen una larga historia democrática y técnica, y una vitalidad económica y social antigua, han adquirido ciencia y habilidad. Pueden ponerlas al servicio de los países que tienen dificultades en la gestión de sus infraestructuras y de las organizaciones indispensables para su crecimiento económico, para las exigencias sanitarias y para las necesidades fundamentales de las personas. Al hacerlo, no deben tratar de beneficiarse, sino que se han de preocupar por sostener la edificación de una nación y favorecer una justa libertad, que se ha de ejercer para el bien de toda la colectividad. Es importante, asimismo, promover la asistencia a los países que se esfuerzan por seguir luchando contra la pobreza y la injusticia, fuentes de numerosos focos de violencia y de violación de los derechos humanos. En estos campos ha llegado la hora de que todos los pueblos den muestras de una solidaridad concreta y tangible, para una mejor repartición de las riquezas mundiales y de los bienes.
3. En este año, en el que celebramos el décimo aniversario de la Carta de los derechos del niño, es preciso movilizarse para dar a los jóvenes lo que necesitan con miras a su crecimiento y hacer todo lo posible para que no se vean sometidos a la violencia y a trabajos que les impiden ir a la escuela, a fin de que lleven una vida normal para su edad. A las autoridades civiles compete cuidar la introducción de los jóvenes en las redes sociales y económicas, así como confiarles responsabilidades civiles, para convertirlos en protagonistas de la vida social. Esta atención permitirá reducir la marginación de un número creciente de jóvenes, y evitará que se desarrollen, sobre todo en las ciudades y en las periferias, formas exacerbadas de violencia, drogadicción y delincuencia, que debilitan las relaciones sociales y generacionales. Es intolerable que los niños y los jóvenes sean objeto de comercios corruptos, bien para satisfacer a adultos sin moral bien para alimentar redes ilegales de adopción o donación de órganos. ¿Cómo se puede calificar de humana a una sociedad si no asegura a las generaciones futuras el respeto de su dignidad y sus derechos más elementales? Me complace la labor realizada entre los jóvenes por personas y asociaciones que, participando activamente en la protección y educación de la juventud, le dan el amor que necesita, inculcándole los valores de la vida moral y social e infundiéndole así confianza y esperanza en el futuro.
4. Como diplomáticos, estoy seguro de que sois particularmente sensibles a los diferentes aspectos de la vida social que acabo de describir. Ahora que empezáis vuestra misión, os expreso mis mejores deseos, e invoco sobre vosotros la abundancia de las bendiciones divinas, que extiendo a vuestras familias, a vuestros colaboradores y a vuestras respectivas naciones.
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