VIDA DE LA VIRGEN MARÍA-JOAQUIN CASAÑ - Historia de las Vírgenes patronas de las tres provincias del antiguo reino de Valencia

Historia de las Vírgenes patronas de las tres provincias del antiguo reino de Valencia


La Virgen de Lidón, patrona de Castellón de la Plana


No es tampoco la región valenciana que en la moderna división administrativa forma hoy la parte nordeste del reino valenciano la que conocemos con el nombre de provincia de Castellón, menos amante de la Reina de los cielos, ni tampoco la menos favorecida con milagrosas imágenes ni poéticas ni milagrosas apariciones con que se la honra, venera y ama en esta hermosa comarca.

Nobles y mucho lo son el gran número de santuarios, ya en poblados, ya en el campo, dedicados por los fieles amantes de María a venerar y dar culto a su santísimo nombre y a venerarla en multitud de advocaciones, nacidas todas ellas de la profunda veneración, amor y respeto que los castellonenses profesan a María, en sus múltiples advocaciones nacidas todas ellas del amor, cariño y entusiasmo que la profesan los habitantes de esta hermosa y rica provincia, tanto los de sus hermosas llanuras como de sus montañosas y bellas comarcas.

Así es, que merecen citarse y muy especialmente las tan conocidas y veneradas con culto preferente, tan hermoso y lleno de poético encanto por el amor y veneración con que se las honra, la Virgen de la Cueva Santa en Segorbe, cuya misteriosa cueva de la aparición tantos encantos presta para el arte y la poesía, como respeto y amor cariñoso a la Señora en su hermoso recinto de la aparición, esmaltado por el profundo amor y fe sincera, no sólo de los habitantes de la antigua Segóbriga, sino de todo el reino valenciano, que acuden llenos de fe, de amor y entusiasmo a tributarle veneración cariñosa y a buscar consuelo en las aflicciones y salud en las enfermedades del cuerpo.

No menos venerada es la de los Ángeles en San Mateo, y cuyo dulce nombre y celestial invocación llena de tanta alegría y consuelo al corazón entre los honrados hijos de la villa de San Mateo, cuyo amor y entusiasmo por la excelsa Señora raya en verdadero cariño filial y hermoso entusiasmo entre aquellos leales y fieles montañeses, que la honran y veneran bajo tan poética invocación en hermoso altar con espléndido culto.

De la hermosa villa de Morella, de la fuerte plaza militar de este nombre, tan famosa por su lealtad en las guerras de la Germanía, en las sangrientas páginas de la guerra de Sucesión entre austriacos y franceses, y por último en las tristes páginas de nuestras guerras civiles últimas, poco hemos de decir de la veneradísima imagen de María que con el título de Vallibana es conocida, no sólo en el reino valenciano, sino en toda España. A ella acuden los morellanos en todas sus penas y aflicciones, sin que no dejen de ser oídas sus plegarias por la excelsa María, que es el consuelo, la esperanza y la alegría de Morella, que la venera con culto espléndido, no tan grande como el amor que se la profesa, no tan rico como los tesoros de fe y de esperanza que en Ella tienen puestas los habitantes de Morella, pero cuyas fiestas sexagonales tienen fama en todo el reino, trascendiendo fuera de él y llamando la atención de toda la corona aragonesa por su esplendidez y suntuosidad en todo el reino, por la fe y amor entusiasta a la Virgen que en aquéllos se manifiesta y pone de relieve de una manera tan notable, como la inspira la fe y entusiasmo tan acendrado de los hijos de Morella y de su comarca. Allí, en medio de aquellos abruptos montes, en medio de aquellas cumbres perfumadas por la agreste vegetación, en medio de una hermosa y severa naturaleza, cuyas cumbres llegan al cielo, estableciendo como un graderío de montañas que comuniquen el cielo con la tierra, y por la que entre los perfumes del espliego y del tomillo descienden las bendiciones de María y por las que suben hasta el cielo las oraciones de sus hijos, se levanta el hermoso santuario, el rico altar que guarda, venera, custodia y da culto entusiasta esta hermosa, noble y encantadora villa de Morella a su adorada Virgen de Vallibana. Bien quisiéramos dar cuenta de las fiestas con que Morella sexagonalmente honra a María,

pero esto nos alejaría de nuestro propósito y separaría del plan propuesto: baste consignar aquí nuestro amor y entusiasmo por el culto y veneración que Morella da a su santa invocación de María bajo el nombre de Vallibana, y cuánto hemos gozado y admirado en aquéllas en medio de la sencillez de sus hijos y entusiasmo que hace asomar las lágrimas a los ojos al escuchar sus voces de entusiasmo por la Reina de los cielos.

Si de las agrestes montañas, de los rudos climas de aquella hermosa región, tan hermosa como estación veraniega, si de los severos y melancólicos, pero poéticos y encantadores paisajes de aquellos montes, con las sencillas y tradicionales costumbres prácticas y vida propias de los pueblos montañeses, más apegados que ningunos otros a la tradición, a las poéticas costumbres de sus antepasados, descendemos a las llanuras, a los pueblos cuyas comunicaciones son más fáciles y por tanto el movimiento de vida y cambios son más notables, veremos que no por la vida de mayor civilización, cultura y movimiento, el amor a María se ha enfriado, ni los sentimientos religiosos se han amortiguado, como pretenden demostrarlo algunos de esos filósofos de la civilización y de la historia, como queriendo demostrar la incompatibilidad de la fe con la civilización y los adelantos, y veremos que sucede lo contrario que pretenden demostrar.

Dejemos los abruptos montes, descendamos a las encantadas llanuras de la llamada Plana de Castellón, y entre bosques de naranjales, de flores y hermosos frutales, de verdes campos, de alegres alquerías y blancos caseríos, entre el perfume de las flores, y una atmósfera saturada con las emanaciones salinas del azul Mediterráneo que fulgura con destellos de blanca plata y mueven sus rizadas olas en dorada arena de la playa, duerme tranquila la hermosa y antigua Villarreal, bajo la copa de sus palmeras y la sombra de sus campanarios, bajo el patronato de su Virgen de Gracia que los socorre y protege con su santo amparo y protectorado. Allí en su hermosa capilla recibe la Virgen bajo la invocación de la Gracia, el culto solemne con que los hijos de Villarreal la invocan y dan culto bajo tan grata y cariñosa invocación, siendo la graciosa Señora que tantos beneficios dispensa a sus católicos habitantes.

Catí, pueblo también de remota fundación, venera y da culto a la conocida imagen de María bajo la invocación del hallazgo a la sombra de un avellano, siendo conocida con el nombre de Nuestra Señora del Avellá, en idioma valenciano. Espléndido es el culto que se le da, tan grande como la veneración que los habitantes de la villa tienen a la Santa imagen que lugar tan grande y preferente ocupa en el corazón de aquellos honrados hijos del trabajo. Veneración y amoroso respeto que vemos traducirse en el resultante de aquellos habitantes cuando la contemplan entusiasmados, cuando al son de las músicas y lluvia de flores recorre las calles del pueblo derramando consuelos y alegría con su dulce mirada.

Subamos nuevamente a las montañas, lleguemos al pueblo de Traiguera, teatro un día de las predicaciones del apóstol valenciano San Vicente Ferrer, y de cuya misión evangelizadora tantos recuerdos conservan estos pueblos todos de sus virtudes y de la fructuosa predicación del gran misionero y eminente político. Allí entre aquellas altas montañas, entre el perfume desprendido de agreste vegetación, sube otro perfume más grande, más sublime, cual es de la fe, de la confianza y amor de sus habitantes a María Santísima bajo la consoladora invocación de Nuestra Señora de la Salud, que tanto ha prestado y presta a los devotos habitantes de la famosa villa de Traiguera. Culto lleno de entusiasta cariño, de filial afecto el que profesan los Traiguerinos a su adorada y querida imagen de la Salud, que tanto les ha prestado y presta en sus penas y aflicciones del cuerpo y alma. Aquel hermoso rostro solo de por sí ya consuela y sana a nuestro apenado ánimo cuando a sus pies nos postramos, y ¿cuánto más da cuando llenos de fe y con las lágrimas en los ojos le pedimos curación en nuestras necesidades, salud en nuestros dolores y alivio en nuestras penas y necesidades? Nadie en vano acude a implorar su auxilio ni deja de llevar consuelo en su corazón si con fe y con cristiano espíritu pide, ruega e implora a la Reina de los Cielos bajo el nombre de la Salud de Traiguera. Ella es su consuelo, su esperanza y la verdadera sanidad de aquellos pobres montañeses, tan ricos por otra parte de fe y esperanza en su Santa Virgen y patrona, bajo cuyo amparo y patronato vive tranquilo el pueblo de Traiguera, heredero digno de la fe y confianza de sus padres, puesta bajo el amparo de María de la Salud.

La villa de Cálig, otro pueblo también enclavado entre las montañas, entre esas alturas de la tierra que tanto hacen pensar en el Cielo, la villa ilustre, la antiquísima Cálig, venera a su antigua imagen de la Virgen del Socorro. Consoladora invocación que lleva a nuestro corazón el socorro más cumplido en los peligros y accidentes de la vida del cuerpo y del espíritu, tan necesitado en los momentos en que el cuerpo desfallece por el dolor y el espíritu vacila ante los peligros y solicitudes del espíritu del mal, que pretende llevar a nuestro corazón el frío del escepticismo y la duda de la fría razón, que nunca ha hecho mártires, pero sí incrédulos y corazones fríos que siembren la impiedad y lleven la muerte al alma y sequedad al corazón de los infelices que caen en sus redes. De antiguo, de remota y hermosa antigüedad es la venerada invocación de María del Socorro entre los honrados habitantes de la villa de Cálig. Lleno de entusiasta cariño el culto con que se la venera y profundo y acendrado es el cariño, veneración, amor y respeto que se la profesa, con que se le ama y entusiasma el ferviente corazón de aquellos honrados montañeses. Allí, entre los habitantes de Cálig, que en su María del Socorro viven tranquilos bajo la poderosa egida del patronato de María, el pueblo es feliz como lo es siempre el que cree, el que lleva la fe en su corazón y espera en el amparo y protección de María, consuelo de los afligidos y dulce bálsamo de nuestro consuelo en las aflicciones y penalidades de esta pobre existencia en el valle de lágrimas llamado mundo.

Felices ellos todos, felices pueblos que en María esperan, en María ponen sus esperanzas y de Ella esperan y ansían un consuelo que Aquélla jamás niega ni desampara a quien a Ella acude, implora y ruega, ofreciendo las riquezas de su alma, su fe y esperanza a la que es, ha sido y será siempre el bálsamo de nuestra vida, el consuelo de los afligidos y la salud de los enfermos.

Tales son las principales invocaciones de María; son las más importantes de las villas de la región castellonense, y bien quisiéramos historiar todas ellas; tal vez nuestro propósito tenga realización algún día para formar un segundo volumen de esta obra, que compendiara la de todas las invocaciones de María en el antiguo Reino de Valencia, y en sus páginas coleccionar el culto de María en esta región española, tan favorecida de María en sus pueblos y campiñas; pero en el ínterin baste la presente enumeración, como procuraremos hacerla con las de las demás provincias del antiguo reino, y así cuando menos quedan consignadas las principales advocaciones, las que un culto más reverente y entusiasta han adquirido en este antiguo reino de la gran corona aragonesa.

Pasaremos ahora a ocuparnos de la milagrosa aparición de la imagen de María, conocida por el árbol de su aparición con el nombre de Nuestra Señora del Lidón, patrona de la ilustre villa de Castellón de la Plana, capital de la provincia, y a cuya imagen, culto tan entusiasta, historia tan rica en devoción y afecto, profesa la ciudad por tantos títulos ilustre en hombres de ciencia y santidad.

Venid ahora conmigo, amables lectores. ¿Conocéis a la hermosa ciudad de Castellón? ¿Sí? pues entonces me basta con que la recordéis. ¿No la habéis visitado? ¿no habéis pisado la noble tierra valenciana, patria de hombres ilustres en saber y virtudes? pues seguidme, mi pobre pluma, mi pobre imaginación procurará daros a conocer a la hermosa ciudad que asentada en medio de una campiña incomparable, bajo un cielo siempre azul, rodeada a larga distancia por cinturón de altas y hermosas montañas que por nordeste se hunden en el mar latino, en el mar de la civilización, del histórico Mediterráneo por el que han surcado bájeles de todo el mundo, sobre cuyo seno flotó toda civilización y toda cultura, duerme allí arrullada por las brisas marinas, por el rumor de sus arroyos, por el canto de la hoja de sus bosques de naranjos y embriagada por el intenso perfume del azahar, duerme tranquila, vive pacífica, consagrada a la agricultura, al cultivo de sus feraces campos la ciudad hermana de Valencia, Castellón.

Como aquélla, vive arrullada por las olas del mar azul que baten cadenciosas sus arenosas playas. Como aquélla, la agricultura es su principal fuente de riqueza, y como aquélla, vive bajo el alto y vigilante dedo de su torre el Miguelete, que señala invariable y secularmente al cielo, al cielo de donde viene la esperanza, el consuelo y el dulce nombre de María; Castellón, en su desparramado caserío envuelto entre naranjos y palmeras, la torre parroquial álzase erguida con su severo carácter y como queriendo elevarse más y más para ver a su hermano el Miguelete y aparecer como erguidos vigilantes de esta costa tan encantadora, patrimonio de María, cuyo nombre se escucha como armonioso canto en honor y gloria de la Reina de los cielos.

Esa es Castellón en su aspecto exterior vista desde el tren de Barcelona; desde allí se la contempla dulcemente tendida y envuelta por la lujuriante vegetación que la sombrea y resguardada de los vientos del Norte por los altos montes en cuya falda se levanta el monasterio del Desierto de las Palmas, la elevada cima en la que blanquea la ermita del Hermano Bartolo y alto observatorio en que el año 1860 cuando el famoso eclipse de sol se estableció científica estación. Córrese la cordillera hacia Poniente y sus elegantes picos, graciosamente recostados en su cielo espléndido y majestuoso, vienen corriéndose hacia el Mediodía para formar las avanzadas atalayas de Almenara, que cierran este encantado golfo, tan hermoso como el incomparable de la ciudad de Nápoles.

En este vasto semicírculo, cuya cuerda es el mar, asientan poblaciones tan importantes como Burriana, Villarreal y sobre todas ellas la alegre, despejada y hermosa Castellón.

Salgamos de la ciudad, encaminemos nuestros pasos por esa serie inacabable de huertas, de jardines, de alegres quintas, en que el color, el ambiente y perfume de sus naranjales forman un conjunto tan alegre como simpático, y llegaremos a unos dos kilómetros de la ciudad, al famoso santuario que encierra, guarda y custodia a la Patrona de Castellón, a la milagrosa imagen de María, bajo la advocación de Nuestra Señora de Lidón. Allí en ese santuario, allí bajo aquella cúpula, se encierra el tesoro de la fe y la esperanza en María, y bajo cuya protección y amparo se halla colocada la ciudad, bajo el patronato de su Municipio, que no escasea medio de honrar y venerar a la santa y milagrosa imagen.

Hagamos, pues, historia respecto a la aparición de la milagrosa veneranda imagen, conocida con el nombre de Nuestra Señora de Lidón.

Corría el año 1366, y ya la nueva población de la ciudad castellonense iba creciendo y extendiéndose por la hermosa llanura en que hoy asienta. Uno de sus honrados ciudadanos, un laborioso agricultor llamado Perot Granyana (Pedro Grañana), dirigióse a un campo de su propiedad guiando una yunta de bueyes con la que iba a labrar sus tierras, tierras que ocupaban lo que hoy es el terreno en que se levanta el santuario.

Púsose tranquilamente a su labor y la tierra volteada por el arado iba ennegreciendo el campo con el fondo húmedo que encerraba, cuando observa que la yunta se para repentinamente, cual si el tosco arado hubiese tropezado con alguna piedra que le suspendiera seguir abriendo mansamente el seno de la tierra. Deja la esteva, bájase a reconocer el terreno y nada halla superficialmente que pueda detener la marcha.

Yérguese y arrea a los bueyes, que se resisten a mover, cual si estuviesen detenidos por una fuerza superior; castiga a los animales y arrancan por fin, levantando el arado una tremenda raíz de almez, (lidoner en valenciano), y de aquí el nombre castellanizado de lidón, de lidoner o lledoner, y de aquí el lledó valenciano y con la designación de Nuestra Señora de Lledó, o sea Nuestra Señora de Lidón, cuando propiamente debiera ser Nuestra Señora del Almez si se castellaniza el nombre.

Arranca la raíz del fructífero árbol y junto al tronco de éste descubre el Granyana una pequeña imagen de María Santísima. Atónito y mudo de asombro queda Pedro contemplando aquel hallazgo, y por breves momentos el asombro, estupor y alegría le deja mudo y confuso. Cae de rodillas ante la imagen y tras breve oración recoge su asombrado espíritu y decide tornar a la población para dar cuenta del venturoso hallazgo: así lo hace, encamina sus pasos a la vecina ciudad, y loco de contento penetra por sus calles y corre a dar cuenta a los Jurados de su feliz invención.

Con la celeridad del rayo cunde la noticia por Castellón, y los jurados, seguidos de inmenso número de vecinos, se dirigen con el Granyana al lugar designado por el venturoso labriego como el del maravilloso hallazgo. Recórrese en breves minutos la corta distancia que los separa y llegan, y llenos de admiración y de respeto contemplan y adoran de rodillas la milagrosa imagen de María, aparecida de tal suerte al dichoso Pedro. Silencio sepulcral reinaría aquel campo en los primeros momentos, el asombro es mudo y no dudamos que intensas oraciones se harían en aquellos breves momentos a la contemplación de la inventada imagen de una manera tan milagrosa, y que demostraba el amor de María a los castellonenses al permitir fuera encontrada en las inmediaciones de la ciudad su venturosa imagen.

Cuando al estupor, al silencio, la alegría se apoderó del corazón de los vecinos, ¡qué de entusiastas vítores no llenarían el eco de montañas, saludando a María y dando gracias por su milagro aparición! Entonces allí, sobre el mismo campo del Granyana, acuerda la ciudad y sus vecinos levantar una capilla en que se custodie y venere la imagen de la milagrosa aparición: así lo acuerdan Jurados y pueblo en hermosa fraternidad, y autoridades y vecinos sólo tienen un pensamiento común, honrar la memoria de María en su aparición, al pie del feliz almez que la ocultaba entre sus raíces. No pasaron muchos días sin que una modesta capilla levantada sobre el mismo campo de Pedro Granyana y en el mismo lugar de la aparición el altar que encerraba la imagen custodiara para la veneración del pueblo castellonense, la imagen desde entonces tan querida y venerada del pueblo y en la que puesta su confianza jamás le ha faltado en los momentos de angustia en que a Ella han acudido y solicitado su, amparo y protección.

Este es el relato que la tradición nos ha trasmitido desde aquellos antiguos tiempos hasta nuestros días, y así mismo constaba también en el famoso Libro del Bien y del Mal de la ciudad de Valencia. ¡El Libro del Bien y del Mal! ¿Quién, siendo hijo del reino valenciano, no conoce ni recuerda con veneración y entusiasmo, que las autoridades valencianas de esa calumniada edad histórica, llamada bárbara, anotaban en secreto las acciones buenas y malas de los ciudadanos, y era una crónica que pasaba de siglo en siglo, anotando y trascribiendo los acontecimientos más notables de la ciudad y del reino? Aquel precioso libro, que tanta e indudable luz daría sobre muchos hechos y personajes de la historia de nuestra patria, aquel sagrado depósito de noticias y de acciones, qué importancia no tendría para nosotros si la fatalidad o mano criminal no lo hubiera hecho desaparecer entre las llamas en el siglo XVI, en el siglo en que comienza nuestro decaimiento y en que las libertades que tanta gloria y honor alcanzaron nuestros padres, peligraban y se veían ya amenazadas por monarcas extranjeros, que ningún apego ni cariño tenían al país de que no eran hijos, y que a fuerza de la casualidad venían a gobernar. Desapareció el famoso libro y con él padrones de ignominia para algunos, testimonio glorioso de sus virtudes y de su honradez para otros, y convertido en pavesas el volumen, hechos cenizas los trabajos y perseverancia, la honradez y la rectitud de aquella honrada administración de los Jurados, honor y prez de la política valenciana, de los tiempos en que la libertad no era un mito y la honradez una máscara para encubrir la hipocresía y la falsía, la ambición y el orgullo del mando, y la sed de oro a costa de la conciencia.

Afortunadamente, en el Archivo municipal de Castellón, según dice D. Juan A. Balbas, dignísimo y celoso individuo del Cuerpo de Archiveros y nuestro muy estimado y querido amigo, como nos complacemos en consignar nuestra estimación en estas pobres páginas, en su precioso librito La Virgen de Lidón, apuntes históricos, publicado en Castellón en el año 1890 en la imprenta de Armengod, en un tomito con grabados de la Virgen y de 88 páginas numeradas y dos sin numerar de 10 cent. por 7, y 23 líneas. A tan interesante libro debemos cuantas noticias damos de la Virgen de Lidón, y mejor dicho, nada es nuestro y si todo debido a la ilustración y trabajo de tan docto como ilustrado y laborioso escritor.

De dicha obrita copiamos la página que se conserva en el citado Archivo municipal en un documento, cuyo contenido vamos a dar a conocer con la mayor escrupulosidad. Dice así:

«En el tiempo en que esta villa de Castellón estaba en su mayor aumento, sucedió lo que se nos refiere en el Libro del Bien y del Mal de la ciudad y Reino de Valencia, en donde se lee: «En lo any 1366 en la ocasió en que Perot Granyana llauraba en lo seu camp, succehí que se li pararen los bous al temps que feya transit per deins un Almesquer, forses já pera que passassen avant y havent donat un pas de el rell, saltá una rabel et statin deius ella una Image de Madona Sancta María, que prengué, ab gran devoció y regocig, e pus la portá á el poblat pera la enseñanza, hon llavons li prestaren la sancta reverencia e ab determinació dels Jurats li alzaren capella ahon encontrada fonch».

Tal es la relación que se consignaba en el citado libro, que difiere algún tanto en detalles con la tradición: la diferencia no es substancial, pues sólo se reduce a que aquélla no dice que la imagen fuese trasladada a Castellón, y la nota del Libro del Bien y del Mal la encontramos más conforme con la lógica, por cuanto que no es verosímil que hasta la construcción del ermitorio quedara la imagen expuesta a la intemperie y abandonada en el campo. Por eso decimos que existe esta pequeña variante que, como hemos dicho, en nada altera la conformidad de la tradición con lo reseñado y consignado en el documento. Aceptamos como más lógica la segunda y más conforme con el respeto y consideración que la imagen de María merecía y con el amor y veneración con que los castellonenses la recibieron en la creciente y próspera ciudad.

Pasan los años, la devoción aumenta, el entusiasmo por María no decrece, y el nombre de María de Lledó o de Lidón aumenta en devoción y entusiasmo en toda la comarca. El pequeño ermitorio construido en los primeros tiempos, es insuficiente para el entusiasta culto y amor que le profesan los castellonenses, y piensase en la construcción de un nuevo y mayor templo que aposente dignamente la imagen de la Reina de los cielos. Para atender a las obras de la nueva iglesia y al régimen de aquélla, se funda una Cofradía, cuyos estatutos son aprobados por decreto del Obispado de Tortosa en 14 de diciembre de 1559.

Copiamos como muy interesante la representación que la villa y el clero dirigieron al Vicario general de Tortosa, pidiendo la licencia para constituir la Cofradía:

«Molt Reverent Señor Vicari general y oficial, -Los Vicari perpetuo, capellans e Justicia, e Jurats de la vila de Castelló de la Plana delliberaren edificar, fer e construir en la basilica o ermita de la GIoriosa e Inmaculada Verge María del Lledó una capella e una casa y habitació pera els devots que venen a visitar, vellar e fer oració; e com de cada día se aumenta la devoció de aquells; e per quant les caritats ques fan e donen son poques e no basten pera fer ni edificar dita capella e habitació, sens una cofraría e almoyna e subenció dels cofrares, y de esta manera se poríen subvenir e sustentar dites obres e altres necesitats com se sustenta la Iglesia e casa de la Verge María de la Font de la Salud e altres coses; e per ço humilment supliquen á vostra Reverent Paternitat, que tinga per bé donarlos licencia e facultad de fer una cofraría e cofrares eclesiastichs e seculars de molt perdons en la dita capella e esglesia de la Purísima Verge María de Lledó a honor e gloria de nostre Señor Deu e de aquella e benefici nostre y merit dels cofrares».

Aprobáronse los Estatutos de la dicha Cofradía; constan de trece capítulos, en los que se dan a conocer el régimen y administración de la ermita.

Art. I.º Primo que lo Rnt. Vicari perpétuo ó temporal de la Iglesia parroquial o major de la vila de Castelló y los Magnífichs Jurats, Administraor de la dita casa de la Gloriosa Verge María de Lledó, puguen e sien obligats elegir dos majorals y un manobrer disapte vespra de la festa de la Verge María de Lledó, la qual festa se fá en la dominica infra la octava de la Asunpció de la Verge María, dos quals majorals, la hu sia un capellá beneficiat en la esglesia major de dita vila de Castelló y lo altre lech e prohom de dita vila, los cuals tinguen cárrech de administrar, regir y tractar totes les cosses de dita confrarla e cassa.

Art. 2.º Item, que tots los que voldrán ser confrares y entraren en la dita confraría, així de la present vila de Castelló com encara de totes les viles y llochs de la diócesis de Tortosa, sien obligats a pagar cascun any set diners per caritat, y que pagant quansevol cap de casa la dita cantitat, tots los de sa casa y familia sien aguts per confrares de la dita confraría.

Siguió así la cofradía por algunos años, y por decreto de 3 de Abril de 1702 se reformó la cofradía, creándose una nueva y cuyos capítulos son casi los mismos, exceptuándose que la limosna se aumenta a un sou la entrada y sis diners la cuota anual y que sea personal la categoría de cofrade, sin derecho a los demás de la familia.

Por lo que llevamos dicho, la fiesta de la Virgen del Lidón se celebraba antiguamente en el domingo siguiente a la Asunción de Nuestra Señora en 15 de agosto, y así se confirmó por Breve del Pontífice Gregorio XIII, fechado en 13 de abril de 1529 y por el cual se concedió siete años y siete cuarentenas de indulgencia a todos los devotos que visiten la ermita el domingo después de la fiesta de la Asunción desde las primeras vísperas hasta la puesta de sol.

A fines del siglo XVII se celebraba ya la fiesta el primer domingo del mes de septiembre como en la actualidad se celebra, pues llevan ya la fecha de primeros de dicho mes las actas de las sesiones verificadas para la elección de cargos.

Antiguamente, dice Balbas, hemos visto se cantaban completas en el ermitorio todos los domingos y festividades de la Virgen María, y en éstas se celebraba misa mayor. En la actualidad sólo se cantan completas la víspera de la festividad de la Virgen de Lidón y en este día hay en la ermita gran misa a toda orquesta, sermón y por la tarde solemne procesión, presidida por el Excmo. Ayuntamiento, a la que acude un inmenso gentío, que demuestra el amor y entusiasmo de los castellonenses por su Patrona.

Ansiosos los castellonenses de conseguir el Patronato de su venerada Virgen de Lidón, lograron por fin ver coronados sus esfuerzos y deseos, pues por decreto del oficial Vicario general de la diócesis de Tortosa, de 7 de febrero de 1605, se concedió a los Jurados de Castellón el Patronato de la Virgen.

...concedimus Juratis pro tempore existentibus jus patronatus dicte e clerice. El preámbulo a motivo de la concesión del dicho decreto dice:

...la dessus dita vila de Castelló té en son terme una hermita que dita vila ha erigit e obrat de peu a ses propies costes y molt grans despeses, en la qual casa y hermita de dita vila y ha una confraría concedida por lo Ilustrissim Don Joan Hizquierdo, bisbe de Tortosa, per la conservació de la qual cofraría los Jurats y Vicari de dita vila, administradors de dita casa, de tres en tres anys possen y nomenen per prior de dita confraría y casa un capellá del clero de dita vila y un manobrer y clavari, a un prohom del Concell de dita vila, y un sagristá un home abonat y honrat, y així per conservació... de dita vila suplica dit Miquel Gil en dits noms a V. S. Ilustrissima, concedeixca la patronal de dita casa y hermita als Jurats que son y serán de dita vila de Castelló.

Hablar de la venerada imagen, exige que algo digamos también del templo en que se venera, que tiene también su historia y aun algún tanto accidentada como veremos.

En 1643 construíase por orden de los Jurados, el coro de iglesia, y el Vicario General de Tortosa publicó un mandato para que cesaran las obras emprendidas, promoviéndose con este motivo un ruidoso pleito. Los Jurados, al ver atacados sus derechos y prerrogativas, acudieron a la Real Audiencia, y en 8 de mayo de 1643 se dictó sentencia reponiéndolos en su derecho y posesión.

Las indulgencias concedidas por el Pontífice Gregorio XIII en 1579, fueron ampliadas por el Papa Clemente XI en 14 de junio de 1717, concediéndolas a los que visiten el santuario en una de las festividades de la Virgen, a señalamiento por el Ordinario, y por decreto de 10 de febrero de 1718 se designó el día de la Purísima Concepción.

Por breve anterior, el citado Pontífice concedió en 14 de junio de 1702 a los cofrades de Nuestra Señora de Lidón, indulgencia plenaria y cuatro jubileos en los días que aquellos señalaren, puestos de acuerdo con el Ordinario, y por decreto de I.º de mayo de 1703 fueron los siguientes: el día cap de octava de la festividad de la Virgen, que será el segundo domingo de septiembre; el día de la Purificación, 2 de febrero; el sábado tercera semana de Cuaresma, que es la fiesta de la Magdalena, que sabido es que con ella se conmemora la traslación de Castellón al lugar que hoy ocupa y se celebra desde últimos del siglo pasado el tercer domingo de Cuaresma; y el cuarto el día de la Encarnación del Señor, en 25 de mayo, en cuyo día se celebraba una gran procesión en el ermitorio y fue suprimida en 1793 por el Obispo Fr. Antonio Salinas; y por último, en 7 de julio de 1753 la Congregación de Ritos señaló el rezo propio de Nuestra Señora de las Nieves para la celebración de la festividad de Nuestra Señora de Lidón

Grandes deterioros había sufrido el templo construido en el siglo XVI y su restauración muy penosa y se acordó en 9 de julio de 1723; se creó una junta para la erección del nuevo, cuyas obras se hablan de hacer por suscripción, y rematadas las obras en 7 de mayo de 1724, fueron adjudicadas a Pedro Juan de la Biesca, maestro en arquitectura, vecino de Valencia, por 1.449 libras.

Hiciéronse las obras del nuevo templo, bendiciéndose la nueva iglesia en I.º de septiembre de 1731. No fueron muy sólidas aquéllas, pues la cúpula amenazó ruina, y así se advertía en 1739, desplomándose en 1741. Esto ocasionó una reclamación, y el constructor fue condenado a pagar daños y perjuicios.

Las obras no debían ir muy bien cuando para recoger fondos, los jóvenes de la nobleza construyeron un trinquete para allegarlos, y no debieron bastar cuando hubo necesidad de empeñar los campos de la basílica para la prosecución de las obras.

El nuevo templo es hermoso y fue construido por D. José Gascó y Juan Argente, maestros de Valencia: es de orden compuesto, de 35'50 metros de longitud. Tras del altar se encuentra el hermoso camarín, cuyo altar fue a costa de D. Félix y D. Francisco Tirado, y en él lucían dos lámparas de plata regalo de D. Jaime y D. Joaquín Giner y la otra de D. José Juan. Desaparecieron a manos de la voracidad francesa, salvándose las alhajas por haberlas escondido.

Viciana, el erudito historiador, que estuvo en Castellón a mediados del siglo XVI, hablando de la devoción y mercedes de la Virgen, dice: «De los milagros celebrados tiene uno escrito en el libro de la casa y en las insignias puestas en la iglesia».

El libro a que se refiere el historiador no existe, ha desaparecido y no es fácil hallar noticias de él, pero las pruebas existen en la paredes del vestíbulo con numerosas ofrendas y ex-votos.

En 1831 cayó una chispa eléctrica y destruyó parte de la cúpula, pero fue reparado inmediatamente el desperfecto.

En cuantas calamidades han afligido a Castellón, la Virgen ha sido conducida desde su ermita a la ciudad en procesión de rogativa para implorar la divina misericordia, y en acción de gracias otras por haber conseguido beneficios o haber terminado la epidemia o plaga que afligía a Castellón.

Gran número de noticias, dice el Sr. Balbas, podríamos presentar y acerca de este punto muchos documentos hemos registrado en el Archivo Municipal, pero en la imposibilidad de darlas a conocer todas, cita las más principales, pero nosotros las señalaremos únicamente por fechas.

Durante la peste de 1648, fue trasladada.

En 1660, se reprodujo la peste y en 16 de julio se trajo para cantar el Te Deum.

Durante la sequía de 1671, fue nuevamente trasladada para conseguir por rogativas la anhelada lluvia.

En 1696, las tercianas causaron grandes estragos y nuevamente fue conducida en rogativa para pedir el cese de aquel entonces terrible mal, y lo mismo sucedió en 1697 con motivo de las terribles tercianas perniciosas.

En 1730, lo fue para pedir el cese de la epidemia de catarros, dolores de costado y sequía.

Con motivo de la proclamación del rey D. Carlos IV, fue trasladada en 5 de julio de 1787.

Con motivo de la guerra con Francia trájose nuevamente la Santa imagen, en 31 de agosto de 1794.

En 1804, lo fue la nueva traslación con motivo de la guerra de la Independencia y las dos guerras civiles, y en las cuatro epidemias coléricas de 1834, 1854, 1865, 1885 y la última de 1890, y en 1896 con motivo del centenario de su hallazgo.

Tal es la hermosa historia de Nuestra Señora de Lidón, tan amada como venerada por los católicos castellonenses, que han visto en Ella y ven su Madre cariñosa y amparo decidido en la excelsa Señora que tantos beneficios ha derramado y derrama sobre los hijos de la católica ciudad. Más quisiéramos extendernos acerca de esta milagrosa imagen, pero al lector que quisiere más y más amplias noticias y curiosas investigaciones históricas, le remitimos al hermoso librito de que hemos hecho mérito y nos ha servido de base y arsenal para estos ligeros apuntes, de el citado historiador y cronista D. Juan A. Balbas: acuda a él quien quiera completar estos apuntes, con la seguridad de hallar tan provechosa lectura como amena instrucción.

Para concluir insertamos los antiguos gozos que se cantan en el ermitorio y que como poesía popular copiamos para conocimiento de nuestros lectores.


VIDA DE LA VIRGEN MARÍA-JOAQUIN CASAÑ - Historia de las Vírgenes patronas de las tres provincias del antiguo reino de Valencia