Policarpo Fil ES

SAN POLICARPO DE ESMIRNA

999
Obispo de Esmirna y mártir, nació hacia el año 75, probablemente en el seno de una familia que ya era cristiana.

San Ireneo de Lyon, que lo conoció personalmente, afirma que había recibido las enseñanzas de los Apóstoles y que el mismo San Juan le había consagrado Obispo de Esmirna. Si esto fuera así, la figura de este santo y mártir, tal como la conocemos por la carta que de él conservamos y por el relato de su martirio, es muy congruente con el elogio que el Apóstol hizo del Ángel de la Iglesia de Esmirna en el Apocalipsis. Según los intérpretes de la Sagrada Escritura, con el nombre de Ángel se designa en ese libro inspirado a los Obispos que presidian las Iglesias entonces establecidas en Asia Menor.

La labor pastoral de San Policarpo debió de ser muy fecunda. Acogió con gran afecto a San Ignacio de Antioquía, camino del martirio, y recibió de este santo Obispo una carta muy venerada desde la antigüedad. Conservamos una epístola suya dirigida a la Iglesia de Filipos, en la que con gran solicitud exhorta a la unidad y da consejos llenos de celo pastoral a todos los fieles: los presbíteros, los diáconos, las vírgenes, las casadas, las viudas. No menciona al Obispo, por lo que es lícito pensar que, en esos momentos, la sede de Filipos no tenía al frente a su Pastor.

También fue muy eficaz su actividad contra las herejías, consiguiendo que tornaran numerosos seguidores de diversas sectas gnósticas. Cuando estallo una persecución anticristiana, se escondió en una casa de campo, a ruego de sus fieles, pero fue descubierto por la traición de un esclavo y condenado a la hoguera. Murió en el año 155, a los ochenta y seis de edad. La comunidad cristiana de Esmirna redacto una larga carta dirigida a la de Filomelium, ciudad frigia, al parecer con ocasión del primer aniversario del martirio. Esta carta, conocida con el nombre de Martirio de Policarpo, escrita por testigos oculares, es la primera obra cristiana exclusivamente dedicada a describir la pasión de un mártir, y la primera en usar este título para designar a un cristiano muerto por la fe.

Loarte


Policarpo, obispo de Esmirna, es, con su larga vida, como un puente entre la generación de los Apóstoles y las generaciones que vivieron la expansión doctrinal y numérica del cristianismo. Por una parte fue discípulo del apóstol Juan, y por otra fueron discípulos suyos los grandes maestros Papias e Ireneo. Este último, en un pasaje de singular fuerza evocadora, apela a Policarpo como fiel transmisor de la doctrina de los Apóstoles.

Del mismo Policarpo solo se conserva una carta a la cristiandad de Filipos: está escrita en un estilo sencillo y sobrio, y se reduce a una serie de vigorosas exhortaciones, más bien de orden moral.

De particular interés histórico y religioso son las Actas del martirio de Policarpo, generalmente reconocidas como auténticas: son un documento por el que la Iglesia de Esmirna daba a conocer a las Iglesias hermanas la manera como su obispo juntamente con muchos de sus fieles había sufrido una muerte ejemplar en la persecución, probablemente hacia el año 155.


RUIZ BUENO, Padres apostólicos, BAC, Madrid 1950; S. HUBER, Las cartas de san Ignacio de Antioquía y de san Policarpo de Esmirna, Buenos Aires 1945.

I. Testimonio de Ireneo sobre Policarpo.

...Siendo yo niño, conviví con Policarpo en el Asia Menor... Conservo una memoria de las cosas de aquella época mejor que de las de ahora, porque lo que aprendemos de niños crece con la misma vida y se hace una cosa con ella. Podría decir incluso el lugar donde el bienaventurado Policarpo se solía sentar para conversar, sus idas y venidas, el carácter de su vida, sus rasgos físicos y sus discursos al pueblo. Él contaba como había convivido con Juan y con los que habían visto al Señor. Decía que se acordaba muy bien de sus palabras, y explicaba lo que había oído de ellos acerca del Señor, sus milagros y sus enseñanzas. Habiendo recibido todas estas cosas de los que habían sido testigos oculares del Verbo de la Vida, Policarpo lo explicaba todo en consonancia con las Escrituras. Por mi parte, por la misericordia que el Señor me hizo, escuchaba ya entonces con diligencia todas estas cosas, procurando tomar nota de ello, no sobre el papel, sino en mi corazón. Y siempre, por la gracia de Dios, he procurado conservarlo vivo con toda fidelidad... Lo que él pensaba está bien claro en las cartas que él escribió a las Iglesias de su vecindad para robustecerlas o, también a algunos de los hermanos, exhortándolos o consolándolos... (1).

Policarpo no solo recibió la enseñanza de los Apóstoles y converso con muchos que habían visto a nuestro Señor, sino que fue establecido como obispo de Esmirna en Asia por los mismos Apóstoles. Yo le conocí en mi infancia, ya que vivió mucho tiempo y dejo esta vida siendo ya muy anciano con un gloriosísimo martirio. Enseno siempre lo que había aprendido de los Apóstoles, que es lo que enseña la Iglesia y la única verdad. De ello son testigos todas las Iglesias de Asia, y los que hasta el presente han sido sucesores de Policarpo... Éste, en un viaje a Roma, en tiempos de Aniceto, convirtió a muchos herejes... a la Iglesia de Dios, proclamando que había recibido de los Apóstoles la única verdad, idéntica con la que es transmitida en la tradición de la Iglesia. Y hay quienes le oyeron decir que Juan, el discípulo del Señor, una vez que fue al baño en Éfeso vio allí dentro al hereje Cerinto; y al punto salió del lugar sin bañarse, diciendo que temía que se hundiesen los baños, estando allí Cerinto, el enemigo de la verdad. El mismo Policarpo se encentro una vez con Marción, y éste le dijo: "¿No me conoces?" Pero aquél le contesto: "Te conozco como a primogénito de Satanás..."(2).

II. La carta a los de Filipos.

...Ceñidos vuestros lomos, servid a Dios con temor y en verdad, dejando toda vana palabrería y los errores del vulgo, teniendo fe en aquel que resucito a nuestro Señor Jesucristo de entre los muertos y le dio gloria y el trono de su diestra. A él le fueron sometidas todas las cosas celestes y terrestres; a él rinde culto todo ser vivo; él ha de venir como juez de vivos y muertos, y Dios tomara venganza de su sangre a aquellos que no creen en él...

Principio de todos los males es el amor al dinero. Sabiendo, pues, que así como no trajimos nada a este mundo, tampoco podemos llevarnos nada de él, armémonos con las armas de la justicia, y aprendamos a caminar en el mandamiento del Señor. Adoctrinad a vuestras mujeres en la fe que les ha sido dada, en la caridad, y en la castidad: que amen con toda verdad a sus propios maridos, y en cuanto a los demás, que tengan caridad con todos por igual en total continencia; y que eduquen a sus hijos en la disciplina del temor de Dios. En cuanto a las viudas, que muestren prudencia con su fidelidad al Señor, que oren incesantemente por todos, y se mantengan alejadas de toda calumnia, maledicencia, falso testimonio, avaricia de dinero o de cualquier otro vicio. Que tengan conciencia de que son altar de Dios, y de que él lo escudriña todo, sin que se le oculte nada de nuestras palabras o pensamientos o de los secretos de nuestro corazón... Los diáconos sean irreprochables delante de su justicia, pues son ministros de Dios y de Cristo, no de los hombres. No sean calumniadores ni dobles de lengua; no busquen el dinero, y sean continentes en todo, misericordiosos, diligentes, caminando conforme a la verdad del Señor, que se hizo ministro de todos... Que los jóvenes sean irreprensibles en todo, cultivando ante todo la castidad y refrenando todo vicio, porque es bueno arrancarse de todas las concupiscencias que andan por el mundo... También los presbíteros han de ser misericordiosos, compasivos para con todos, procurando enderezar a los extraviados, visitar a todos los enfermos, sin olvidarse de la viuda o del huérfano o del pobre; atendiendo siempre al bien delante de Dios y de los hombres, ajenos a toda ira, acepción de personas y juicios injustos, alejados de todo amor al dinero, no creyendo en seguida cualquier acusación, ni precipitados en el juzgar, sabiendo que todos tenemos deuda de pecado... (3).



CARTA A LOS FILIPENSES

Saludo


Policarpo y los presbíteros que están con él, a la Iglesia de Dios que habita como extranjera en Filipos: que la misericordia y la paz les sean dadas en plenitud por Dios todopoderoso y Jesucristo nuestro Salvador. (1)

(1) 1 Sobre el tema de la "Iglesia de Dios que habita como extranjera" (o peregrina; paroiken), ver Gn 12,10 Gn 17,10 Lc 24,28 Ep 2,19 He 11,9-10,13. Las diademas de los santos son las cadenas, sufrimientos y persecuciones que sufren por confesar su fe en Jesucristo. Ver Ignacio de Antioquía, Ep. a los Efesios 11,2. (volver)


La fe en Jesucristo

1 Me alegré mucho con ustedes, en nuestro Señor Jesucristo, cuando recibieron a las imágenes de la verdadera caridad, y acompañaron, como debían hacerlo, a aquellos que estaban encadenados por ataduras dignas de los santos, que son las diademas de quienes han sido verdaderamente elegidos por Dios nuestro Señor. 22(2)

Y me alegré de que la raíz vigorosa de su fe, de la que se habla desde tiempos antiguos, permanece hasta ahora y da frutos en nuestro Señor Jesucristo, que acepto por nuestros pecados llegar hasta la muerte; y Dios lo resucito librándolo de los sufrimientos del infierno. (3)

Sin verlo, ustedes creen en él, con un gozo inefable y glorioso (
1P 1,8) al cual muchos desean llegar, y ustedes saben que han sido salvados por gracia, no por sus obras, sino por la voluntad de Dios por Jesucristo ().

2 Por tanto, cíñanse sus cinturas y sirvan a Dios en el temor y la verdad (1P 1,13; ver 1P 2,11) dejando a un lado las palabras falsas y el error de la multitud, creyendo en Aquel que ha resucitado a nuestro Señor Jesucristo de entre los muertos, y le ha dado la gloria (1P 1,21), y un trono a su derecha (4).

A él le está todo sometido, en el cielo y sobre la tierra (ver Ph 2,10 Ph 3,21); a él le obedece todo lo que respira, él vendrá a juzgar a vivos y muertos (Ac 10,42), y Dios pedirá cuenta de su sangre a quienes no aceptan creer en él. Aquel que lo ha resucitado de entre los muertos, también nos resucitara a nosotros (2Co 4,14), si hacemos su voluntad y caminamos en sus mandamientos, y si amamos lo que él amo, absteniéndonos de toda injusticia, arrogancia, amor al dinero, murmuración, falso testimonio, no devolviendo mal por mal, injuria por injuria (1P 3,9), golpe por golpe, maldición por maldición, acordándonos de lo que nos ha ensenado el Señor, que dice: "No juzguen, para no ser juzgados; perdonen y se les perdonara; hagan misericordia para recibir misericordia; la medida con que midan se usara también con ustedes, y bienaventurados los pobres y los que son perseguidos por la justicia, porque de ellos es el reino de Dios(5).

(2) IRENEO, Adversus Haereses, III,3,4. (volver)
(3) Ac 2,24. Los pasajes subrayados indican una cita más literal de un texto de la Escritura. Pero el lector no debería centrar su atención solamente en las palabras subrayadas, sino más bien en todo el conjunto dentro del cual se inserta el pasaje, y su resonancia particularmente con las epístolas del NT. (volver)
(4) Aquí el vocablo multitud se refiere evidentemente a los no cristianos, particularmente a la multitud de los paganos, a los que Policarpo asocia los herejes con sus vanas especulaciones seductoras. (Ver 1Tm 1,6 Tt 3,9) (volver)
(5) Policarpo combina varias reminiscencias evangélicas, si es que se puede hablar así: Mt 7,1 Lc 6,37 Mt 5,7 Lc 6,38 Mt 5,3. (volver)



Fe, esperanza y caridad

3 No es por mí mismo, hermanos, que les escribo esto sobre la justicia, sino porque ustedes primero me invitaron. Porque ni yo, ni otro como yo, podemos acercarnos a la sabiduría del bienaventurado y glorioso Pablo, que estando entre ustedes, hablándoles cara a cara a los hombres de entonces (sobre el asunto de la predicación de Pablo en Filipos, ver Ac 16,12-40), enseno con exactitud y con fuerza la palabra de verdad, y luego de su partida les escribió una carta; si la estudian atentamente podrán crecer en la fe que les ha sido dada; ella es la madre de todos nosotros, seguida de la esperanza y precedida del amor por Dios, por Cristo y por el prójimo. El que permanece en estas virtudes ha cumplido los mandamientos de la justicia; pues el que tiene la caridad está lejos de todo pecado (6).

(6) No debe leerse este pasaje como si Policarpo estableciese una relación teológica entre las virtudes teologales, más bien apunta a poner de relieve su dignidad; ver 1Co 13,14 (volver)


Que todos lleven una vida digna de la fe que profesan

4 El principio de todos los males es el amor al dinero (7) Sabiendo, por tanto, que nada hemos traído al mundo y que no nos podremos llevar nada (1Tm 6,7), revistámonos con las armas de la justicia (ver 2Co 6,7), y aprendamos primero nosotros mismos a caminar en los mandamientos del Señor.

Después, ensenen a sus mujeres a caminar en la fe que les ha sido dada, en la caridad, en la pureza, a amar a sus maridos con toda fidelidad, a amar a todos los otros igualmente con toda castidad y a educar a sus hijos en el conocimiento del temor de Dios (8).

Que las viudas sean sabias en la fe del Señor, que intercedan sin cesar por todos, que estén lejos de toda calumnia, murmuración, falso testimonio, amor al dinero y de todo mal; sabiendo que son el altar de Dios, que Él examinara todo y que nada se le oculta de nuestros pensamientos, de nuestros sentimientos, de los secretos de nuestro corazón (ver 1Co 14,25) (9).

5 Sabiendo que de Dios nadie se burla (Ga 6,7), debemos caminar de una forma digna de sus mandamientos y de su gloria.

Igualmente que los diáconos sean irreprochables delante de su justicia, como servidores de Dios y de Cristo, y no de los hombres: ni calumnia, ni doblez, ni amor al dinero; sino castos en todas las cosas, misericordiosos, solícitos, caminando según la verdad del Señor que se ha hecho el servidor de todos (10). Si le somos agradables en el tiempo presente, Él nos dará a cambio el tiempo venidero, puesto que nos ha prometido resucitarnos de entre los muertos y que, si nuestra conducta es digna de Él, también reinaremos con Él (2Tm 2,12), si al menos tenemos fe.

Del mismo modo, que los jóvenes sean irreprochables en todo, velando ante todo por la pureza, refrenando todo mal que esté en ellos. Porque es bueno cortar los deseos de este mundo, pues todos los deseos combaten contra el Espíritu (ver 1P 2,11), y ni los fornicadores, ni los afeminados, ni los sodomitas tendrán parte en el reino de Dios (ver 1Co 6,9-10), ni aquellos que hacen el mal. Por eso deben abstenerse de todo esto y estar sometidos a los presbíteros y a los diáconos como a Dios y a Cristo (11).

Las vírgenes deben caminar con una conciencia irreprensible y pura.

(7) Ver 1Tm 6,10. La reacción fuerte de Policarpo contra la avaricia, como un vicio totalmente opuesto al Espíritu del Evangelio, es uno de los temas principales de la carta. Puede tomarse como punto de partida para una reflexión sobre la cuestión en la Iglesia de nuestros días. (volver)
(8) El párrafo entero parece inspirarse en ciertas exhortaciones paulinas; ver Ep 5,21 Ep 6,4 Col 3,18, entre otras. Ver asimismo 1Co 1,3 1Co 21,6ss. (volver)
(9) Para el tema de las viudas en la Iglesia primitiva ver 1Tm 5,13-16 Tt 2,3-4; Tertuliano llegara a decir que ellas son "aram Dei mundam", Ad uxorem 1,7 (volver)
(10) Para los diáconos, ver 1Tm 3,8-13. Sobre Cristo servidor de todos, ver Mt 20,28. Ignacio de Antioquía se refiere a menudo a los diáconos en sus cartas (ver Magn. 6,1; Trall. 2,3; Esmir. 10,1). (volver)
(11) Para los diáconos, ver 1Tm 3,8-13. Sobre Cristo servidor de todos, ver Mt 20,28. Ignacio de Antioquía se refiere a menudo a los diáconos en sus cartas (ver Magn. 6,1; Trall. 2,3; Esmir. 10,1). volver)



Los presbíteros

6 También los presbíteros deben ser misericordiosos, compasivos con todos; que devuelvan al recto camino a los descarriados, que visiten a todos los enfermos, sin olvidar a la viuda, al huérfano, al pobre, sino pensando siempre en hacer el bien delante de Dios y de los hombres (12). Que se abstengan de toda cólera, acepción de personas, juicio injusto; que estén alejados del amor al dinero, que no piensen mal rápidamente de alguien, que no sean duros en sus juicios, sabiendo que todos somos deudores del pecado.

Si pedimos al Señor que nos perdone, también nosotros debemos perdonar, pues estamos ante los ojos de nuestro Señor y Dios, y todos deberemos comparecer ante el tribunal de Cristo, y cada uno deberá dar cuenta de sí mismo (ver
Rm 14,10-12).

Por tanto, sirvámosle con temor y mucha circunspección, conforme él nos lo ha mandado, al igual que los Apóstoles que nos han predicado el Evangelio y los profetas que nos anunciaron la venida de nuestro Señor. Seamos celosos para lo bueno, evitemos los escándalos, los falsos hermanos y los que llevan con hipocresía el nombre del Señor, haciendo errar a los cabezas huecas (kenoys anthropoys, literalmente: hombres vacios).

(12).Ver Pr 3,4 Rm 12,17 2Co 8,21. La teología pastoral-moral que expone Policarpo tiene mucha similitud con la que hallamos en 1Tm 3,2-7 Tt 1,6-9, e Ignacio de Antioquía, Ep. a Policarpo 4-5. (volver)


Advertencia contra el docetismo

7 Todo, en efecto, el que no confiesa que Jesucristo vino en la carne es un anticristo, y el que no acepta el testimonio de la cruz es del diablo, y el que tergiversa las palabras del Señor según sus propios deseos y niega la resurrección y el juicio, ése es el primogénito de Satanás (13).

Por eso, abandonemos los vanos discursos de las multitudes y las falsas doctrinas, y volvamos a la enseñanza que nos ha sido transmitida desde el principio. Permaneciendo sobrios para la oración (ver
1P 4,7), constantes en los ayunos, suplicando en nuestras oraciones a Dios, que lo ve todo, que no nos introduzca en la tentación (Mt 6,13), pues el Señor ha dicho: El Espíritu está dispuesto, pero la carne es débil (Mt 26,41).

(13) Ver 1Jn 4,2-3. Los docetistas negaban la realidad de la carne de Cristo; por tanto, no admitían su pasión y resurrección, haciendo así vano el testimonio de la cruz (ver 1Jn 5,6-8 Jn 19-20; Ignacio de Antioquía, Mag. 11; Trall. 9-11; Esmir. 1-7). (volver)


Esperanza y paciencia

8 Perseveremos constantemente en nuestra esperanza (14) y en las primicias de nuestra justicia, que es Jesucristo, que llevo al madero nuestros pecados en su propio cuerpo (ver 1P 2,24), él, que no había cometido pecado, en quien no se había encontrado falsedad en su boca (1P 2,22). Pero por nosotros, para que nosotros viviéramos en él, lo soporto todo.

Seamos, pues, los imitadores de su paciencia, y si sufrimos por su nombre, glorifiquémoslo. Porque éste es el ejemplo que él nos ha dado en sí mismo, y esto es lo que nosotros hemos creído (ver 1P 4,16 1P 2,21).

9 Los exhorto a todos a obedecer a la palabra de justicia, y a perseverar con toda paciencia, la que han visto con sus ojos no solo en los bienaventurados Ignacio, Zósimo y Rufo, sino también en otros de entre ustedes, en Pablo mismo y en los demás Apóstoles. Convencidos de que todos éstos no han corrido en vano (Ga 2,2 Ph 2,16), sino en la fe y la justicia, y que están en el lugar que les corresponde junto al Señor con los que han sufrido. Ellos no amaron este siglo presente (ver 2Tm 4,10), sino a aquel que murió por nosotros y que Dios resucito por nosotros.

Caridad fraterna (A partir de este capítulo no tenemos el texto griego de la carta, sino una antigua versión latina)

10 Permanezcan, por tanto, en estos (sentimientos) e imiten el ejemplo del Señor, firmes e inconmovibles en la fe, amando a los hermanos, amándose unos a otros, unidos en la verdad, teniéndose paciencia unos a otros con la mansedumbre del Señor, no despreciando a nadie (15).

Cuando puedan hacer el bien, no lo posterguen, pues la limosna libera de la muerte (
Tb 12,9). Todos ustedes estén sometidos los unos a los otros, teniendo una conducta irreprensible entre los paganos, para que por sus buenas obras (también) reciban la alabanza y el Señor no sea blasfemado por causa de ustedes (ver 1P 2,12). Pero pobre de aquel por quien sea blasfemado el nombre del Señor (ver Is 52,5). Ensenen, pues, a todos la sobriedad en la que viven ustedes mismos(16).

(14) Cristo nuestra esperanza: ver 1Tm 1,1 Col 1,27; Ignacio de Antioquía, Ef. 1,2; 21,2; Mag. 11; Flp. 11,2. (volver)
(15) En este párrafo (X,1) Policarpo combina varios pasajes del NT: Col 1,23 1Co 15,58 1P 2,17 1P 3,8 1P 5,9 Jn 13,34 Rm 13,8. (volver)
(16) Sobriedad (sobrietas, sophrosynè): comprende también la salud Espiritual, el sentido común y la moderación, junto con el control de los sentidos, la templanza y la castidad. Ver Rm 12,3 Rm 1 (s"phrosynè unida a la fe, caridad y santidad). Ver asimismo Ignacio de Antioquía, Ef. 10,3 (la une a la pureza). (volver)


El caso de Valente(17)

11 Estoy muy apenado por Valente, que fue presbítero por algún tiempo entre ustedes, (al ver) que ignora hasta tal punto el cargo que se le había dado. Por tanto, les advierto que se abstengan de la avaricia y que sean castos y veraces. Absténganse de todo mal. Quien no se puede gobernar a sí mismo en esto, ¿cómo puede ensenarlo a los otros? Si alguno no se abstiene de la avaricia, se dejara manchar por la idolatría y será contado entre los paganos que ignoran el juicio del Señor (ver Jr 5,4). ¿O acaso ignoramos que los santos juzgaran al mundo, como lo enseña Pablo? (ver 1Co 6,2).

Yo no oí ni vi nada semejante en ustedes, entre quienes trabajo el bienaventurado Pablo, ustedes que están al comienzo de su epístola (18). De ustedes, en efecto, él se gloria delante de todas las iglesias (ver 2Th 1,4), las únicas que entonces conocían a Dios, puesto que nosotros todavía no lo conocíamos (19).

Así, pues, hermanos, estoy muy triste por él y por su esposa, a ellos les conceda el Señor la penitencia verdadera (ver 2Tm 2,25). Ustedes sean sobrios, también en esto, y no los consideren como a enemigos (ver 2Th 3,15), sino que vuelvan a llamarlos como a miembros sufrientes y extraviados. Haciendo esto se construyen a sí mismos (20).

(17) De este presbítero solo conocemos aquello que nos dice Policarpo: arrastrado por la avaricia, el amor al dinero, se vio envuelto en una falta grave que le significo la destitución de su ministerio. Sobre la avaricia como una forma de idolatría y una suerte de impureza, ver Ef 5,5; Col 3,5. (volver)
(18) Estas palabras, de las que no tenemos el texto griego, son poco claras, y de difícil explicación. Se han presentado tres soluciones: 1) leer evangelio en vez de epístola: los Filipenses son las primicias de la predicación del evangelio en Grecia (ver Ph 4,15); 2) a partir de 2Co 3,2, comprender que los Filipenses fueron, desde el inicio, la carta de recomendación de Pablo; 3) suponer una errónea traducción del griego y leer: "ustedes fueron alabados por Pablo al inicio de la carta que él les escribió" (ver Ph 1,3-9). (volver)
(19) El evangelio fue predicado en Esmirna después de la conversión de los Filipenses. La primera mención de Esmirna, en campo cristiano, la hallamos en Ap 2,8. (volver)
(20) Idéntica actitud hacia los pecadores manifiesta Ignacio de Antioquía, Ef. 10,1-3. Sobre la Iglesia como cuerpo viviente que se construye por medio del crecimiento de cada uno de sus miembros, ver Ep 4,15-16 Col 2,19; Ignacio de Antioquía, Esmir. 11. (volver)


Recomendaciones finales

12 Confío en que están bien ejercitados en las santas Escrituras, y que nada ignoran. Yo, por mi parte, no tengo este don. Ahora (les digo), como está dicho en las Escrituras: Enójense y no pequen, y que el sol no se ponga sobre su ira (Ps 4,5). Feliz quien se acuerda. Creo que sucede así con ustedes.

Que Dios, el Padre de nuestro Señor Jesucristo, y él mismo, el pontífice eterno, el Hijo de Dios, Jesucristo (ver He 6,20 He 7,13), los edifiquen en la fe y en la verdad, en toda mansedumbre, sin cólera, en paciencia y en magnanimidad, en tolerancia y en castidad. Y les den parte en la herencia de sus santos (21), y a nosotros con ustedes, y a todos los que están bajo el cielo, que creen en nuestro Señor Jesucristo y en su Padre, que lo resucito de entre los muertos.

Oren por todos los santos. Oren también por los reyes, por las autoridades y los príncipes, por los que los persiguen y los odian, y por los enemigos de la cruz (ver Mt 5,44 1Tm 2,2 Jn 15,16 1Tm 4,15 1Tm 1,4 Col 2,10 Col 3,18); de modo que su fruto sea manifiesto para todos, y ustedes sean perfectos en él.

Un trozo de la primera carta a los Filipenses (Del capítulo 13 se conserva el texto griego merced a Eusebio de Cesarea, HE III,36,14-15. P. N. Harrison, Polycarp's two Epistles to the Philippians, Cambridge,1936, separo todo este capítulo 13, considerándolo una esquela de Policarpo respondiendo a una carta de los Filipenses. El resto de la actual epístola (caps. 1-12.14) seria una carta de consejo y exhortación escrita más tarde (según Harrison mucho más tarde). Tendríamos, por tanto, dos epístolas de Policarpo, las cuales habrían sido reunidas en una sola ya antes de Eusebio de Cesarea. En la actualidad los especialistas aceptan la hipótesis de Harrison, pero señalan que la segunda carta (la "larga") debe colocarse en una fecha muy próxima a la primera (la "breve").

13 Ustedes e Ignacio me han escrito, para que si alguien va a Siria también lleve la carta de ustedes. Lo haré, si encuentro una ocasión favorable, sea yo mismo, sea aquel que enviaré para que nos represente. (Ignacio de Antioquía le había pedido a Policarpo que enviase un mensajero a Antioquía, a fin de llevarles a los cristianos sus felicitaciones y animándolos (ver Ep. a Policarpo 7,2; 8,1). La comunidad de Filipos, según parece, les había escrito a los Antioquenos con idéntica finalidad. Policarpo responde con esta primera carta.)

Conforme me lo pidieron, les mandamos las cartas de Ignacio, las que él nos envió y todas las demás que tenemos entre nosotros. Ellas van unidas a la presente carta, y ustedes podrán obtener gran provecho; porque ellas contienen fe, paciencia y toda edificación relacionada con nuestro Señor. Hágannos saber lo que sepan con certeza del mismo Ignacio y de sus compañeros. ("Les mandamos las cartas de Ignacio." Esta frase parece indicar que, con mucha probabilidad, muy pronto se formo un corpus de las cartas de Ignacio. Policarpo no tenía dificultad en reunir todas las epístolas de Ignacio a las iglesias de Asia. Esto permite conjeturar que no formaba parte del corpus la carta a los Romanos, que ha sido transmitida de forma independiente. - Desde "Hágannos saber..." el texto solo se conserva en latín. "Ignacio y sus compañeros" es la traducción de "qui cum eo sunt").

(21) Ver
Col 12,12 Ac 8,21. Los santos son los cristianos. Se trata de un término heredado del AT (ver, por ejemplo, Ex 19,6), y que aparece con bastante frecuencia en el NT (ver 1Co 6,1 2Co 1,1 Ep 2,19 Ep 3,8 Ph 4,22). Junto con hermanos, creyentes, discípulos, se convertirá en un nombre propio para designar a los cristianos (ver Ignacio de Antioquía, Magn. 4,1). (volver)



Despedida

(A partir de este capítulo se retoma el texto, en su versión latina, de la segunda carta. Crescente no es el secretario de Policarpo, sino el portador de la carta (ver Ignacio de Antioquía, Rom 10,1; Filad. 11,2; Esmir. 12,1)).

14 Les escribo esto por Crescente, a quien recientemente les recomendé y ahora (de nuevo) les recomiendo. Se ha conducido entre nosotros de forma irreprochable; y creo que lo hará entre ustedes de la misma manera. También les recomiendo su hermana, cuando ella llegue entre ustedes. Sean perfectos en el Señor Jesucristo, y en su gracia con todos los suyos. Amén. (También se Podría traducir, esta última frase, por "Compórtense bien en el Señor Jesucristo" (Incolumes estote in domino Iesu Christo)).

1. EUSEBIO, Historia Eclesiástica, quería. 20,3-8.




Consejos de un Pastor (Epístola a los Filipenses,4-10)


Principio de todos los males es el amor al dinero. Ahora bien, sabiendo como sabemos que, al modo que nada trajimos con nosotros al mundo, nada tampoco hemos de llevarnos, armémonos con las armas de la justicia y amaestrémonos los unos a los otros, ante todo a caminar en el mandamiento del Señor. Tratad luego de adoctrinar a vuestras mujeres en la fe que les ha sido dada, así como en la caridad y en la castidad: que muestren su cariño con toda verdad a sus propios maridos y, en cuanto a los demás, ámenlos a todos por igual en toda continencia; que eduquen a sus hijos en la disciplina del temor de Dios.

Respecto a las viudas, que sean prudentes en lo que atañe a la fe del Señor, que oren incesantemente por todos, apartadas muy lejos de toda calumnia, maledicencia, falso testimonio, amor al dinero y de todo mal. Que sepan cómo son altar de Dios, y como Dios escudriña todo y nada se le oculta de nuestros pensamientos y propósitos ni de secreto alguno de nuestro corazón.

Como sepamos, pues, que de Dios nadie se burla, deber nuestro es caminar de manera digna de su mandamiento y de su gloria. Los diáconos, igualmente, sean irreprochables delante de su justicia, como ministros que son de Dios y de Cristo y no de los hombres: no calumniadores, ni de lengua doble, sino desinteresados, continentes en todo, misericordiosos, diligentes, caminando conforme a la verdad del Señor, que se hizo ministro y servidor de todos. Si en este mundo le agradamos, recibiremos en pago el venidero, según Él nos prometió resucitarnos de entre los muertos y que, si llevamos una conducta digna de Él, reinaremos también con Él. Caso, eso sí, de que tengamos fe.


Igualmente, que los jóvenes sean irreprensibles; que cuiden, sobre todo, la castidad y se alejen de cualquier mal. Es cosa buena, en efecto, apartarse de las concupiscencias que dominan en el mundo, porque toda concupiscencia milita contra el Espíritu, y ni los fornicarios, ni los afeminados ni los deshonestos contra naturaleza han de heredar el reino de Dios, como tampoco los que obran fuera de ley. Es preciso apartarse de todas estas cosas, viviendo sometidos a los presbíteros y diáconos, como a Dios y a Cristo.

Que las vírgenes caminen en intachable y pura conciencia.

Mas también los presbíteros han de tener entrañas de misericordia, compasivos con todos, tratando de traer a buen camino lo extraviado, visitando a los enfermos; no descuidándose de atender a la viuda, al huérfano y al pobre; atendiendo siempre al bien, tanto delante de Dios como de los hombres, muy ajenos de toda ira, de toda acepción de personas y juicio injusto, lejos de todo amor al dinero, no creyendo demasiado aprisa la acusación contra nadie, no severos en sus juicios, sabiendo que todos somos deudores del pecado. Ahora bien, si al Señor le rogamos que nos perdone, también nosotros debemos perdonar; porque estamos delante de los ojos del que es Señor y Dios, y todos hemos de presentarnos ante el tribunal de Cristo, donde cada uno tendrá que dar cuenta de sí mismo. Sirvámosle, pues, con temor y con toda reverencia, como Él mismo nos lo mando, y también los Apóstoles que nos predicaron el Evangelio, y los profetas que, de antemano, pregonaron la venida de Nuestro Señor. Seamos celosos del bien y apartémonos de los escándalos, de falsos hermanos y de aquellos que hipócritamente llevan el nombre del Señor para extraviar a los hombres vacuos.

Porque todo el que no confesare que Jesucristo ha venido en carne, es un Anticristo, y el que no confesare el testimonio de la cruz, procede del diablo; y el que torciere las sentencias del Señor en interés de sus propias concupiscencias, ese tal es primogénito de Satanás.

Por lo tanto, dando de mano a la vanidad del vulgo y a las falsas enseñanzas, volvámonos a la palabra que nos fue transmitida desde el principio, viviendo sobriamente para entregarnos a nuestras oraciones, siendo constantes en los ayunos, suplicando con ruegos al Dios omnipotente que no nos lleve a la tentación, como dijo el Señor: Porque el Espíritu está pronto, pero la carne es flaca.

Mantengámonos, pues, incesantemente adheridos a nuestra esperanza y prenda de nuestra justicia, que es Jesucristo, el cual levanto sobre la cruz nuestros pecados en su propio cuerpo: Él, que jamás cometió pecado, y en cuya boca no fue hallado engaño, sino que, para que vivamos en Él, lo soporto todo por nosotros.

Seamos, pues, imitadores de su paciencia y, si por causa de su nombre tenemos que sufrir, glorifiquémosle. Porque ése fue el dechado que Él nos dejo en su propia persona y eso es lo que nosotros hemos creído.

Os exhorto, pues, a todos a que obedezcáis a la palabra de la justicia y ejecutéis toda paciencia, aquella, por cierto, que visteis con vuestros propios ojos, no solo en los bienaventurados Ignacio, Zósimo y Rufo, sino también en otros de entre vosotros mismos, y hasta en el mismo Pablo y los demás Apóstoles. Imitadlos, digo, bien persuadidos de que todos éstos no corrieron en vano, sino en fe y justicia, y que están ahora en el lugar que les es debido junto al Señor, con quien juntamente padecieron. Porque no amaron el tiempo presente, sino a Aquél que murió por nosotros y que, por nosotros también, resucito por virtud de Dios.

Así, pues, permaneced en estas virtudes y seguid el ejemplo del Señor, firmes e inmóviles en la fe, amadores de la fraternidad, dándoos mutuamente pruebas de afecto, unidos en la verdad, adelantándoos los unos a los otros en la mansedumbre del Señor, no menospreciando a nadie. Si tenéis posibilidad de hacer bien, no lo difiráis, pues la limosna libra de la muerte. Estad sujetos los unos a los otros, manteniendo una conducta irreprochable entre los gentiles, para que recibáis alabanza por causa de vuestras buenas obras y el nombre del Señor no sea blasfemado por culpa vuestra. Mas ¡ay de aquél por cuya culpa se blasfema el nombre del Señor! Enseñad, pues, a todos la templanza, en la que también vosotros vivís.


Policarpo Fil ES