Aquino, 1Tes 5

5
(
1Th 3,1-13)

Lección 1: 1 Tesalonisenses 3,1-13

Dice que se consoló con la venida de Timoteo, que había ido a confirmarlos en la fe, por haber sabido que los Tesalonicenses tenían grandes ganas de verlo.

1 Por cuyo motivo, no pudiendo sufrir más el estar sin saber de vosotros, tuvimos por bien quedarnos solos en Atenas,

2 y despachamos a Timoteo, hermano nuestro y ministro de Dios en la predicación del Evangelio de Jesucristo, para confirmaros y esforzaros en vuestra fe,

3 a fin de que ninguno se conturbe por estas tribulaciones, pues vosotros mismos sabéis que a esto estamos destinados.

4 Porque ya cuando estábamos con vosotros, os predecíamos que habíamos de padecer tribulaciones, así como ha sucedido, y tenéis noticia de ello.

5 Por esto mismo, no pudiendo ya sufrir más, envié a informarme de vuestra fe, temiendo que el tentador Satanás os hubiese tentado, y se perdiese nuestro trabajo.

6 Pero ahora que Timoteo, regresado acá de vosotros, nos ha traído nuevas de la fe y caridad vuestra, y cómo conserváis siempre buena memoria de nosotros, y deseando vernos, igualmente que nosotros os deseamos ver también;

7 con eso, hermanos, hemos tenido gran consuelo a vista de vuestra fe, en medio de todas nuestras necesidades y tribulaciones,

8 porque ahora podemos decir que vivimos, puesto que vosotros estáis firmes en el Señor.

9 Y en efecto, ¿qué acción de gracias bastante podemos tributar a Dios por vosotros, por todo el gozo que experimentamos por vuestra causa delante de nuestro Dios?

10 Esto es lo que nos hace rogarle día y noche con la mayor instancia que nos permita pasar a veros y acabar las instrucciones que faltan a vuestra fe.

11 ¡Oh, quiera el Dios y Padre nuestro y Jesucristo dirigir nuestros pasos hacia vosotros.

12 Entretanto el Señor os multiplique y aumente nuestra caridad recíprocamente y para con todos, tal cual es la nuestra para con vosotros

13 a fin de fortalecer vuestros corazones en santidad y ser irreprensibles delante de Dios y Padre nuestro, para cuando venga Nuestro Señor Jesucristo con todos sus santos. Amén.

Trajo a colación las tribulaciones que habían padecido y el remedio que intentó aplicarles. Aquí muestra cómo salió al paso a la dificultad visitándolos por medio de Timoteo. Trata del envío del mensajero, de la relación que le hizo a su vuelta, del efecto que causó en el Apóstol. Anticipa también el motivo de enviarlo, a quién envió y por qué causa lo envió. Dice pues: "por cuyo motivo", esto es, por habérnoslo estorbado Satanás. Con todo, "vosotros sois nuestra gloria"; por eso, "no pudiendo sufrir más" el peso del amor que por vosotros siento (Is 1 Gn 40), "tuvimos por bien", a saber, Pablo y Silvano, "quedarnos solos en Atenas, y despachamos a Timoteo", que era el más indicado para tal cometido (Ph 2 1Co 4); "hermano nuestro", por la caridad que comparte las cargas (Pr 18), "y ministro", que es una dignidad eclesiástica (2Co 11). Y lo envía para confirmarlos en la fe y darle cuenta de esa comisión.

Luego, al decir: "para confirmaros", muestra que para eso lo envía, para confirmarlos, y explica por qué. Dice pues: "para confirmaros y exhortaros", pues por medio de exhortaciones se esfuerza el ánimo. "Tus palabras eran el sostén de los vacilantes" (Jb 4,4 Lc 22). Y vosotros tenéis necesidad de esos alíenlos "para vuestra fe, a fin de que ninguno se conturbe por estas tribulaciones" (Si 10). Y hay dos razones de esto: una, porque así lo ha dispuesto Dios: "pues vosotros mismos sabéis que a esto estamos destinados"; como si dijera: voluntad es de Dios que al cielo entréis por donde con abrolos os puncéis. (Ac 14). Por esa senda echó Cristo y "todos los que quieran vivir piadosamente, según Jesucristo, han de padecer persecución" (2Tm 3,12).

La otra razón es porque estas cosas ya están previstas, y menos se sienten los dardos que se ven venir. De donde dice: "porque ya cuando estábamos con vosotros os predecíamos que habíamos de padecer tribulaciones", esto es, porque os predije las tribulaciones que habéis padecido estos años, "envié a investigar" qué tan buena cuenta habíais dado de vuestra fe (Pr 27); "temiendo que el tentador os hubiese tentado", a saber, el diablo (Mt 4), cuyo oficio es tentar.

Pero, al contrario, tientan el mundo y la carne. "Cada uno es tentado, atraído y halagado por la propia concupiscencia" (Jc 1,14). Dícese también que "Dios tentó a Abraham". Respondo: tentar es someter a prueba a alguna persona; y en esto hay que considerar para qué se le quiere someter a prueba y de qué modo; porque o es para que el tentador conozca al tentado, o para darlo a conocer a otros. Dios no tienta del primer modo, sabiendo como sabe lo que hay en el hombre (Jn 2); pero sí del segundo modo, como tentó a Abraham, para que otros supiesen qué tal fe tenía. Asimismo, según el tentador, uno pone a prueba para elevar a lo bueno, como el Obispo cuando examina a los que ha de promover a una dignidad; otro tienta para engañar, y esto es propio del diablo, que pesquisa la índole humana para, según la de cada uno, ahí echarles el cebo, conforme a los vicios a que son más proclives (1P 5). Oficio pues suyo es tentar para echar zancadilla. Mas el mundo y la carne dícese que tientan materialmente, porque de lo mismo a que inclinan tómase experiencia de un hombre si se mantiene firme en la caridad y en la observancia de los mandamientos; pues no es perfecto su amor a Dios si se deja arrastrar de la conscupiscencia. Lo mismo cuando las cosas mundanas lo prenden por afición o desvían, por amedrentación, de cumplir con su obligación.

-"y se perdiese nuestro trabajo"; porque de balde trabajaríais si a la tentación no resistierais (Ps 4 Ez 18). Y dícese vano o inane, respecto de la recompensa eterna; con todo eso, algún valor tienen las obras buenas que se hicieron antes de incurrir en pecado, porque reviven después de hacer penitencia, y son disposición para una menos dificultosa conversión.

-"Pero ahora que Timoteo ha vuelto de allá". Muestra el recuento que hace Timoteo del caudal de sus bienes pertenecientes a Dios y al Apóstol. A Dios la fe y la caridad (Ga 6), y al Apóstol también la fe; de donde dice: "y cómo conserváis siempre buen recuerdo de nosotros" (Si 49 Pr 10); "y deseando vernos, igualmente que nosotros os deseamos ver también". Pecho de bronce tiene -dice San Agustín- quien, si no dar, recompensar no quiere el amor que le dan (Is 51).

Pénese luego el triple efecto de la relación, a saber, de consolación espiritual, de nacimiento de gracias y de multiplicada oración, al decir: "con eso, hermanos, hemos tenido gran consuelo, a vista de vuestra fe". Dice pues: ya que tales cosas han llegado a nuestra noticia, aunque ensombrecidas por necesidades temporales y tribulaciones corporales, con todo eso, nos han servido de algún consuelo (Ps 93 2Co 1); y esto "a vista de vuestra fe", esto es, sabiendo que os mantenéis firmes en ella; "porque ahora podemos decir que vivimos puesto que vosotros estáis firmes en el Señor"; como si dijera: en tanto aprecio tengo el estado de vuestra vida que lo considero el aire que me hace vivir (Gn 45).

-"En efecto, ¿qué acción de gracias… ? Pénese el segundo efecto de la relación hecha, a saber, el hacimiento de gracias; como si dijera: no me doy abasto para agradecer dignamente a Dios, como se merece, lo mucho que ha hecho con vosotros. (Mi 6 Ps 115). Con todo, han de darse las gracias "con todo gozo", que no es del todo exterior, sino "con el que nos gozamos por causa vuestra", en la conciencia, "delante del Señor", que la mira o que se complace por el bien del prójimo (1Co 13).

-"Esto es lo que nos hace día y noche rogarle con la mayor instancia". Pénese el tercer efecto de la relación, y primero las múltiples oraciones y qué solicita con ellas. Dice pues: si gracias damos por lo pasado, no cesamos de orar por lo futuro, mas por el contrario día y noche, esto es, en la prosperidad y en la adversidad (Ps 54); "que nos permita pasaros a ver y acabar las instrucciones que faltan a vuestra fe", no ciertamente las de fe necesarias, sino algunas cosas secretas que el Apóstol no les había predicado todavía en su novedad (porque no eran capaces entonces de asimilarlas (1Co 3 Jn 16).

-"¡Oh!, quiera el Dios y Padre Nuestro, y Nuestro Señor Jesucristo, dirigir nuestros pasos hacia vosotros". Muestra con esto lo que les desea y lo que pide: de parte suya, que pueda ir a ellos, como dice arriba (Jn 20 Pr 16). De parte de ellos: "que el Señor los multiplique", a saber, en la fe (2R 24), y crezcan en méritos: de donde dice: "aumente vuestra caridad recíprocamente", que siempre puede crecer en el estado deviador (Col 3); primero entre sí", luego "para con todos" (Ga 6). - Y pónese de ejemplo a sí mismo diciendo: "tal cual es la nuestra para con vosotros", como si dijera: así como yo os amo a vosotros (2Co 7). Mas ¿para qué lo pide? "a fin de fortalecer vuestros corazones sin queja", esto es, que nadie pueda quejarse de vosotros, "guardando todos los, mandamientos y leyes del Señor irreprensiblemente" (Lc 1,6).

-"y santidad delante de Dios", que ve el corazón (Lc 1); como se hará patente, " cuando venga Nuestro Señor Jesucristo", para que os halle santos; y vendrá "acompañado de todos sus santos"; esto es, para que estéis en su presencia, como todos los santos lo están.



CAPITULO 4

6
(
1Th 4,1-11)

Lección 1: 1 Tesalonicenses 4,1-11

Los exhorta a la limpieza del cuerpo, para que no vivan como los Gentiles, y a que se busquen el sustento con el trabajo de sus manos, para que no codicien lo ajeno.




Traducción:

1 En lo demás, hermanos, os rogamos y conjuramos por el Señor Jesús, que, según aprendisteis de nosotros el modo como debéis portaros y agradar a Dios, así procedáis, para adelantar más y más.

2 Porque ya sabéis qué preceptos os he dado en nombre del Señor Jesús.

3 Esta es la voluntad de Dios, a saber, vuestra santificación: que os abstengáis de la fornicación,

4 que sepa cada uno de vosotros usar del propio cuerpo santa y honestamente;

5 no con pasión libidinidosa, como hacen los gentiles, que no conocen a Dios,

6 y que nadie oprima a su hermano, ni le engañe en ningún asunto, puesto que Dios es vengador de todas estas cosas, como ya antes os hemos dicho y protestado,

7 porque no nos ha llamado Dios a inmundicia, sino a santidad.

8 Así que quien menosprecia estos preceptos no desprecia a un hombre, sino a Dios, el cual asimismo nos ha dado su Santo Espíritu.

9 Por lo que mira a la caridad fraterna, no hay necesidad de escribiros, pues vosotros mismos aprendisteis de Dios el amaros unos a otros

10 y así lo hacéis con cuantos hermanos hay en toda la Macedonia. Pero os rogamos, hermanos, que adelantéis más y más en este amor,

11 y procuréis vivir quietos, y atendáis a lo que tengáis que hacer, y trabajéis con vuestras manos, conforme os tenemos ordenado;

12 y que os portéis modestamente con los que están fuera de la Iglesia, y que no codiciéis cosa alguna de nadie.

En el capítulo precedente elogió el Apóstol a los fieles por su constancia en soportar las tribulaciones y por otras cosas buenas; aquí los amonesta para en lo porvenir portarse bien, primero en general, luego en especial y da la razón de ello. Dice pues: me han contado cuan bien en lo pasado os habéis portado; mas para lo futuro "os rogamos y conjuramos". Y los induce primero de parte suya. Por eso dice: "rogamos" (Ps 121). También de parte de Cristo, y así dice: "y conjuramos por el Señor Jesús". Los conjura, porque eran perfectos (1Tm 5,1). Pero ¿qué les ruega? "que, según aprendisteis de nosotros"… Les había enseñado el Apóstol el modo de andar por el camino trillado de la justicia, que es el de los mandamientos; de donde dice: aprendisteis (Ps 118). Asimismo cómo agradar a Dios por la senda de los consejos (Sg 4); o cómo caminéis, a saber, obrando rectamente (Jn 12), y cómo agradéis, a saber, por la recta intención. "Así procedáis", esto es, de manera que guardéis la primera doctrina, no apartándoos de ella; porque "aun cuando nosotros miamos, o un ángel del cielo os predique un Evangelio diferente del que nosotros os hemos anunciado, sea anatema" (Ga 1,8).

El por qué de la amonestación es porque la observancia de la anterior dio su fruto y también por razón de la misma admonición. Dice pues: aunque os portáis bien, será más abundante vuestro provecho si os ejercitáis en la observancia de los mandamientos y de los consejos, porque "poderoso es Dios para colmaros de todo bien" (2Co 9,8); pues la caridad es tan dilatada que siempre queda camino para aprovechar en ella. Asimismo lo que aprendisteis con mis avisos son cosas honestas y útiles, pues "la Ley del Señor es inmaculada" (Ps 18); "el mandamiento es a manera de antorcha, y la ley como una luz, y la corrección que conserva en la disciplina es el camino de la vida" (Pr 6,23). Por eso dice: "qué preceptos", esto es, cuáles. Y esto "en nombre del Señor Jesús", recibidos de él (1Co 11 He 2). Y son éstos: "Esta es la voluntad del Señor, a saber, vuestra santificación", como si dijera: a esto se encaminan todos los mandatos divinos: a que seáis santos; pues santidad significa limpieza y firmeza; y el paradero de todos los preceptos divinos es que uno se mantenga firme en el bien y limpio del mal, "a fin de acertar qué es lo bueno, y lo más agradable, y lo perfecto que Dios quiere de vosotros" (Rm 12,2), a saber, explicado por los preceptos.

Luego vienen las admoniciones en particular, al de cir: "que os abstengáis"; los corrige de ciertos desórdenes y promueve entre ellos la observancia de lo bueno. Y 3 desórdenes había entre ellos, a saber: de vicios carnales (entre algunos, no todos), de curiosidad, de tristeza por los muertos; y por eso trata de éstos. Cuanto a lo primero les amonesta que se abstengan del desmedido apetito de carnalidades, y explica por qué. La prohibición abarca la avaricia y lujuria, que junta siempre, porque ambas tienen por fin al cuerpo, aunque se completa con deleite del espíritu. Asimismo enseña a guardarse de la lujuria en la mujer ajena y en la propia. Dice pues: "que os abstengáis de la fornicación", porque es voluntad de Dios. Luego es pecado mortal, porque va contra el precepto y voluntad de Dios. "Guárdate de toda fornicación" (Tb 4,13). Pero también respecto de la propia mujer habéis de absteneros honestamente: "que sepa cada uno de vosotros usar del propio cuerpo", esto es, su mujer, "santa", cesando a sus tiempos, "y honestamente", "no dejándose arrastrar de concupiscencia libidinosa", de modo que prevalezca la pasión, "como hacen los Gentiles", que tienen como divisa buscar los deleites de la presente vida, no los de la futura. "Santa y honestamente"; que en esto consiste el debido uso del matrimonio: en que sea para el bien de la prole, o para cumplir con la deuda conyugal, y así puede pasar sin pecado. Pero alguna vez hay pecado venial cuando la concupiscencia no se extralimita fuera de los lindes del matrimonio, a saber, cuando uno, aunque se abrace con el fuego de la concupiscencia, no usaría del matrimonio con otra mujer que con la suya. Pero es pecado mortal cuando se desborda del cauce matrimonial y esto cuando, aunque no fuese en la suya, lo usaría en la ajena (y ya sería adulterio) y más de grado que con la propia. "Sea honesto en todos el matrimonio, y el lecho conyugal sin mancilla" (He 13,4) porque Dios condenará a los fornicarios y a los adúlteros. "Maridos, vosotros, igualmente, habéis de cohabitar con vuestras mujeres, tratándolas con honor y discreción, como a sexo más flaco, y como a coherederas de la gracia de la vida eterna, a fin de que nada estorbe el efecto de vuestras oraciones" (1P 3,7).

Veda luego la avaricia, al decir: "y que nadie". De donde dice: "y que nadie oprima a su hermano", esto es, le haga violencia valiéndose de la fuerza para llevarse lo ajeno. "¿No son por ventura los ricos los que os tiranizan, y no son ésos mismos los que os arrastran a los tribunales?" (Jc 2,6). -"Ni le engañe en ningún asunto" (Jr 5); "puesto que Dios es vengador de todas estas cosas". Pénese el por qué de la admonición y señala la divina venganza, que demuestra ser justa. Dice pues: abstengámonos de estas cosas, "puesto que Dios es vengador". - "Os prevengo, como ya tengo dicho, que los que tales cosas hacen no alcanzarán el reino de Dios" (Ga 5,21).

Pues ciertamente con toda justicia se venga, y razón de ello es una la vocación de Dios, otra la contrariedad del don; porque si Dios te llama a una cosa, y tú haces la contraria, eres digno de pena; por eso dice: "porque no nos ha llamado Dios a inmundicia, sino a santidad".

- "Nos escogió, antes de la creación del mundo, para ser santos e inmaculados en su presencia, por la caridad" (Ep 1,4). Por eso dice: "así que, quien menosprecia estos preceptos, no desprecia a un hombre, sino a Dios", como si dijera: ésta es una de las razones especiales que dije; otra es porque estos vicios son contrarios al espíritu que nos ha sido dado. De donde el que esto hace injuria al Espíritu Santo. Por eso dice: "El cual asimismo nos ha dado su Santo Espíritu". - "Uno que prevarique contra la ley de Moisés, siéndole probado con dos o tres testigos, es condenado sin remisión a muerte; pues ¿cuánto más acerbos suplicios, si lo pensáis, merecerá aquel que hollare al Hijo de Dios, y tuviere por inmunda la sangre del testamento, por la cual fue santificado, y ultrajare al Espíritu Santo, autor de la gracia?" (He 10,29).

Al decir luego: "por lo que mira a la caridad fraterna", los aparta de la ociosidad; porque es de saber que, según San Jerónimo, los Tesalonicenses eran liberales, y era costumbre entre ellos que los ricos dieran grandes limosnas y, por consiguiente, los pobres, arrimados a tan frondoso árbol de beneficios, dábanse tantas en ancho como en largo, sin querer trabajar, sino como zánganos andaban de casa en casa. Por eso primero encomia a los dadivosos limosneros, luego reprende a los holgazanes pordioseros. Dice pues que los primeros no han menester se les amoneste a practicar la caridad, sí a que aprovechen en ella. Así pues, "por lo que mira a la caridad fraterna", esto es, que améis a los hermanos, "no hay necesidad de escribiros" (Rm 12 He 13). Y la razón es puesto que "vosotros mismos aprendisteis de Dios", a saber, el precepto en la ley (Lv 19) y en el Evangelio (Jn 13); o lo habéis aprendido por enseñanza interior. "Cualquiera pues que ha escuchado al Padre y aprendido su doctrina viene a Mí" (Jn 6,45); y esto lo aprende por medio del Espíritu Santo.

Cuando dice luego: "pero os rogamos, hermanos", exhórtalos a aprovechar en la caridad diciendo: ya que sois caritativos con todos, rogamos a Dios lo seáis más; y, aunque otros abusen (los parásitos), no por eso aflojéis. "Donde abunda la justicia se halla suma fortaleza" (Pr 15,5).

-"y procuréis vivir quietos". Reprende a los holgazanes y su vagancia, y muestra cómo hay que irles a la mano y por qué razón. Dice pues: "y procuréis estar quietos", a ejemplo suyo; pues "no anduvimos desordenadamente entre vosotros, ni comimos el pan de balde a costa de otro, sino con trabajo y fatiga, trabajando de noche y de día, por no ser gravosos a ninguno de vosotros" (2Th 3,8). - "y atendáis a lo que tengáis que hacer", reprimiendo el ocio y haciendo vuestro negocio (Pr 24). Dice vuestro. Mas ¿por ventura no se ha de emprender negocio ajeno? Parece que sí. (Rm 16).

Respondo: digamos que en todo puede haber desorden, si se hace a un lado el orden de la razón; por ejemplo, si uno se porta de modo perverso; y ordenadamente, si se guarda el orden de la razón, y en cosas necesarias, lo cual es loable. - "y trabajéis con vuestras manos", esto es, haciendo algo con ellas, "pues es la ociosidad maestra de muchos vicios" (Si 33,29), y "ésta fue la maldad de Sodoma: la soberbia, la hartura, y la abundancia, y la ociosidad" (Ez 16,49). Y esto es de obligación para todos los que no tienen otra fuente de donde proveerse para que puedan vivir lícitamente; porque es de precepto natural que el hombre sustente su cuerpo. "El que no quiera trabajar que no coma"; por doble razón: primera, para dar ejemplo a los demás. De donde dice: "que os portéis modestamente con los que están fuera de la Iglesia"; pues viéndoos los infieles que andáis como zánganos, os detestan (1Tm 3). La segunda razón, para no codiciar lo ajeno. Por eso dice: "y no codiciéis cosa alguna de nadie".

-"Los deseos matan al perezoso" (Pr 21); "el que robaba que ya no robe" (Ep 4). Por consiguiente, si esta vagancia se tiene a raya, sirve de buen ejemplo y de represión de los deseos.

7
(
1Th 4,12-17)

Lección 2: 1 Tesalonicenses 4,13-17

Quítales la tristeza que sentían por los muertos con el argumento de no parecer con ella que dudan de la resurrección y les, asegura que el último día resucitarán todos.


13 En orden a los difuntos, no queremos, hermanos, dejaros en ignorancia, porque no os entristezcáis, del modo que suelen los demás hombres, que no tienen la esperanza de la vida eterna.

14 Porque si creemos que Jesús murió y resucitó, también debemos creer que Dios resucitará y llevará con Jesús a la gloria a los que hayan muerto en la fe y amor de Jesús.

15 Por lo cual os decimos, sobre la palabra del Señor, que nosotros los vivientes, o los que quedáremos hasta la venida del Señor, no cogeremos la delantera a los que ya murieron antes.

16 Por cuanto el mismo Señor, a la intimación, y a la voz del arcángel, y al sonido de la trompeta de Dios, descenderá del cielo, y los que murieron en Cristo resucitarán los primeros.

17 Después nosotros los vivos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos, sobre nubes al encuentro de Cristo en el aire, y así estaremos con el Señor eternamente.

18 Consolaos, pues, los unos a los otros con estas verdades.



Arriba los indujo a refrenar la concupiscencia y la avaricia y puso coto a su ociosidad; vales aquí a la mano a su tristeza desordenada y da la razón: "del modo que los demás". Védaseles, pues, entristecerse sin medida; por eso dice: "como los demás". Bien está que se entristezcan por los muertos, mas al Apóstol no le parece que sea sin medida y lo prohibe; por eso dice: "como los demás". Porque el entristecerse por los muertos es tener piedad,1º por la falta del cuerpo que dejó de ser; pues debemos amar a los difuntos, y sus cuerpos por las almas (Si 41). 2º por la partida y la separación, que es dolorosa para los amigos (1R 15). 39 porque por la muerte viene a la memoria el pecado (Rm 6); y 49 se nos recuerda que hemos de morir (Qo 7).

Entristecerse, pues, pero moderadamente como dice el Si 22,2: "llora poco por un muerto, pues ya goza de reposo". Por eso dice: "como suelen los demás que no tienen esperanza", a saber, porque éstos creen que los muertos murieron para siempre; pero nosotros no (Ph 3). De donde señaladamente dice: "en orden a los difuntos". - "Nuestro amigo Lázaro duerme" (Jn 11); porque el que duerme 3 cosas hace: acuéstase con la esperanza de levantarse (Ps 10); del mismo modo el que muere en la fe (de Cristo). Asimismo en el que duerme, su alma está en vela (Ct 5). Otrosí, después del sueño, levántase el hombre con más bríos y aceros; así los Santos resucitarán incorruptibles (1Co 15).

Pónese luego el por qué de la admonición al decir: "porque si creemos". Establece primero la resurrección» y excluye la sospecha de la dilación y pone el orden de la resurrección. Y es de saber que el Apóstol funda nuestra resurrección sobre el cimiento de la Resurrección de Cristo, que es causa de la nuestra; de donde la causa es la base de su argumento. Y la Resurrección de Cristo no es sólo causa sino dechado, porque el Verbo hecho carne resucita los cuerpos, la palabra puramente las almas; pues por el hecho de haber tomado y resucitado Cristo en la carne, es el dechado de nuestra resurrección. Ni sólo esto, sino también causa eficiente; porque lo que obró la Humanidad de Cristo no fue sólo en virtud de ella, sino también de la Divinidad unida a su Humanidad. De donde así como su tocamiento curaba a los leprosos, como instrumento de la Divinidad, así también la Resurrección de Cristo es causa de nuestra resurrección, no precisamente como Resurrección del Cuerpo, sino del Cuerpo unido al Verbo de vida. Por tanto el Apóstol, suponiendo esto como base firme, establece este argumento: "porque si creemos que Jesús murió y resucitó", y esto sin lugar a dudas, "así también a los que hayan muerto…" Los que murieron "en la fe y amor de Jesús" son los que por el bautismo asemejáronse e hiciéronse conformes a su muerte; o también los que llevará consigo, es a saber, "con el mismo Cristo", a la gloria (Za 14 Is 3).

Al decir luego: "por lo cual os decimos", excluyese la dilación de la resurrección; como si dijera: sabemos que resucitarán y vendrán con Cristo; por consiguiente, no hay por qué afligirse tanto; pues no antes que los muertos, alcanzarán los que entonces se hallen vivos la gloria de la resurrección. "Por lo cual os decimos", no por humanas conjeturas, sino fundados "en la palabra del Señor", que no puede dejar de cumplirse, "que nosotros los vivientes", esto es, los que entonces estarán vivos, no les cogerán la delantera a los muertos en el consuelo de recibir a Cristo. Por eso dice: "nosotros los vivientes", De donde parece no entendieron lo que el Apóstol dice aquí, y io mismo les parecía a los Tesalonicenses, a saber, que esto fuera a suceder todavía en vida del Apóstol. Por eso les escribe otra carta donde dice: "no mudéis de ligero vuestra manera de pensar". Mas no habla aquí de su persona y de los que vivían en su tiempo, sino de los que entonces estarían vivos: "los que quedáremos", esto es, el resto después de la persecución del Anticristo, "no les cogeremos la delantera", esto es, no recibirán primero que los otros el consuelo (1Co 15).

-"Por cuanto el mismo Señor". Muestra el orden y el modo de la resurrección; pero primero propone la causa; segundo, el orden y el modo, y concluye consolándolos. Muestra lo primero diciendo: "el mismo Señor". Donde es de advertir, como está dicho, que la causa común de la resurrección es la Resurrección de Cristo. Pero si opones que ya sucedió la Resurrección, ¿cómo entonces no se ven sus efectos? respondo que es causa de nuestra resurrección según su operación en la virtud divina, y que Dios obra según el orden de su sabiduría. Así que nuestra resurrección ocurrirá cuando así lo haya dispuesto Dios según el orden de su divina sabiduría. Para demostrar que Cristo es la causa hace que reparemos en que todos los muertos resucitan a la presencia de Cristo. Y a esta resurrección común concurrirá triple causa: una principal, a saber, la virtud de la divinidad (el poder divino); otra instrumental, la virtud de la humanidad de Cristo; la tercera digamos ministerial, la virtud de los Ángeles, que algún efecto tendrán en la resurrección. Pues, como prueba San Agustín, lo que ahora se hace por medio de las criaturas corporales, lo hace Dios valiéndose de los Ángeles; y en la resurrección algo han de hacer, como recoger el polvo. Pero la reintegración de los cuerpos y su unión con las almas la hará Cristo inmediatamente por sí.

Pone pues estas 3 causas: 1º la humanidad gloriosa de Cristo diciendo: "el mismo Señor" (Ac 1). - "a la intimación". A su primera llegada vino como obediente (Ph 2); y esto, porque ese advenimiento fue de humildad; pero éste será de gloria (Lc 21). 2º la virtud o poder de los Ángeles: "y a la voz del Arcángel". No porque éste obre por su propia voz sino por ministerio; y dice del Arcángel, porque todos los Ángeles, en la persona de un Arcángel, están al servicio de la Iglesia (Ap 12). O entiéndase por el tal Arcángel a Cristo príncipe de los Ángeles (Is 9); y a su voz, corporal o espiritual, tendrá efecto la resurrección. "Oirán la voz del Hijo de Dios" (Jn 5,25) a saber: levantaos, muertos, y venid a juicio; y a esa voz obedecerán. 3º la virtud de la divinidad, cuando dice: "y al sonido de la trompeta de Dios". Esta es la virtud divina; pues dícese voz del Arcángel, por cuanto será por ministerio de los arcángeles, y trompeta de Dios por cuanto por virtud divina. Y dícese trompeta por su sonoridad que, por venir de Dios, hará que resuciten los muertos. Asimismo la trompeta, que tuvo tantos usos en el Antiguo Testamento, como para la guerra, es muy a propósito para el desempeño de los oficios. Y entonces todo el universo peleará con El (Sg 5,21). Hacíase también uso de ella para las solemnidades; así aquí para anunciar la de la celestial Jerusalén. Otrosí como señal para levantar los campamentos o reales, como lo harán aquí los Santos con los suyos. De donde, caso que fuere la voz corporal, denomínase trompeta por las susodichas razones; o no será voz corporal, sino el poder divino presente y manifiesto a todo el mundo.

Pénese luego el orden de la resurrección, al decir: "y los que murieron", en que hay que considerar 3 cosas: la resurrección de los muertos, el encuentro de los vivos, la felicidad de unos y de otros santos. Con ocasión de estas palabras creyeron algunos que los que vivieran al fin no morirían jamás -como dice San Jerónimo en una carta- según esto: "después nosotros los vivos, los que hayamos quedado"; de otra suerte no tendría sentido distinguir a los vivos de los muertos. Pero en 1Co 15 dice lo contrario: "todos ciertamente resucitaremos", y en Rm 5: "en Adán todos mueren". Luego la muerte a todos los lleva por un rasero. Digamos, pues, que en aquel tiempo de la venida de Cristo a juicio, algunos se hallarán vivos; pero en ese mismo momento morirán y en un abrir de ojos resucitarán; y por eso, por esa brevísima interrupción, se les cuenta en el número de los vivos.

Pero entonces se ofrece una dificultad: ¿por qué aquí se dice que "los muertos resucitarán primero, luego nosotros?" Luego primero resucitarán los muertos antes que los vivos salgan al encuentro de Cristo, en el cual morirán. Luego primero resucitarán algunos, y así no será simultánea la resurrección de todos, lo cual va contra lo de 1Co 15: "en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, al son de la última trompeta". Respondo: hay 2 opiniones: unos dicen que la resurrección no será simultánea, sino que primero los muertos vendrán con Cristo, y entonces a la llegada de Cristo los vivos serán arrebatados en las nubes y en ese arrebatamiento morirán y resucitarán. Por tanto, lo que se dice que sucederá en un momento se entiende que en breve tiempo. Mas si se dijere que en un instante, entonces no hay que referirlo a toda la resurrección de todos, sino a la resurrección de cada uno, porque cada uno resucitará en un instante.

Otros, en cambio, dicen que todos resucitarán simultáneamente y en un instante. Entonces lo que dice: resucitarán los primeros, denota no un orden de tiempo sino de dignidad. Pero esto, al parecer, no es fácil, porque de los vivos muchos serán probados en la persecución del Anticristo, que aventajarán en dignidad a muchos de los que murieron antes. Por tanto, digamos de otra manera que todos morirán y todos resucitarán y al mismo tiempo. Tampoco dice el Apóstol que aquéllos resucitarán primero que éstos, sino que resucitarán antes que éstos salgan al encuentro de Cristo; porqué el Apóstol no establece un orden comparativo de resurrección a resurrección, sino un orden respecto del arrebatamiento o del encuentro. Porque, al venir el Señor, primero morirán los que estarán vivos, y luego inmediatamente resucitando con los que murieron antes, serán arrebatados en las nubes, como el Apóstol dice aquí. Pero hay una diferencia entre buenos y malos, que consiste en que los malos se quedarán en la tierra que amaron, pero los buenos serán arrebatados al encuentro de Cristo, por quien suspiraron. "Dondequiera que se hallare el cuerpo, allí se juntarán las águilas (Mt 24,28). Asimismo en la resurrección los santos se conformarán con Cristo, no sólo cuanto a la gloria del cuerpo, sino también cuanto al lugar, porque Cristo estará en una nube (Ac 1). Así como a Cristo lo acogió una nube, de modo parecido a los santos. Y esto ¿por qué? Para mostrar su deiformidad; porque en el Antiguo Testamento la gloria del Señor se dejó ver a manera de nube (1R 8). Estas nubes estarán dispuestas, por virtud divina, para hacer ostentación de la gloria de los santos; o ya sea que los mismos cuerpos gloriosos, con el resplandor que de sí echarán, les parezcan a los malos, que estarán en la tierra, una especie de nubes.

Luego, al decir: "y así estaremos con el Señor eternamente", muestra la felicidad de los santos, porque siempre estarán con el Señor gozando de su compañía. "Vendré otra vez y os llevaré conmigo, para que donde Yo estoy estéis también vosotros" (Jn 14,3). Por esto suspiran los santos: "tengo deseo de verme libre de las ataduras de este cuerpo, y estar con Cristo" (Ph 1,23).

-"Consolaos, pues". Es la conclusión consolatoria sobre los muertos, que viene a decir: puesto que los santos resucitan, y ningún detrimento se les sigue, no hay por qué no consolarse con los muertos. "Consuélate, ¡oh pueblo mío!, consuélate, dice vuestro Dios" (Is 40,1).



Aquino, 1Tes 5