1Maccabées (BPD) 6

6 1 Mientras tanto, el rey Antíoco recorría las provincias de la meseta. Allí se enteró de que en Persia había una ciudad llamada Elimaida, célebre por sus riquezas, su plata y su oro. 2 Ella tenía un templo muy rico, donde se guardaban armaduras de oro, corazas y armas dejadas allí por Alejandro, hijo de Filipo y rey de Macedonia, el primero que reinó sobre los griegos. 3 Antíoco se dirigió a esa ciudad para apoderarse de ella y saquearla, pero no lo consiguió, porque los habitantes de la ciudad, al conocer sus planes, 4 le opusieron resistencia. Él tuvo que huir y se retiró de allí muy amargado para volver a Babilonia.
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Cuando todavía estaba en Persia, le anunciaron que la expedición contra el país de Judá había fracasado. 6 Le comunicaron que Lisias había ido al frente de un poderoso ejército, pero había tenido que retroceder ante los judíos, y que éstos habían acrecentado su poder, gracias a las armas y al cuantioso botín tomado a los ejércitos vencidos. 7 Además, habían destruido la Abominación que él había erigido sobre el altar de Jerusalén y habían rodeado el Santuario de altas murallas como antes, haciendo lo mismo con Betsur, que era una de las ciudades del rey.

La muerte de Antíoco IV Epífanes y el advenimiento de Antíoco V

8 Al oír tales noticias, el rey quedó consternado, presa de una violenta agitación, y cayó en cama enfermo de tristeza, porque las cosas no le habían salido como él deseaba. 9 Así pasó muchos días, sin poder librarse de su melancolía, hasta que sintió que se iba a morir. 10 Entonces hizo venir a todos sus amigos y les dijo: “No puedo conciliar el sueño y me siento desfallecer. 11 Yo me pregunto cómo he llegado al estado de aflicción y de amargura en que ahora me encuentro, yo que era generoso y amado mientras ejercía el poder. 12 Pero ahora caigo en la cuenta de los males que causé en Jerusalén, cuando robé los objetos de plata y oro que había allí y mandé exterminar sin motivo a los habitantes de Judá. 13 Reconozco que por eso me suceden todos estos males y muero de pesadumbre en tierra extranjera”.
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Luego, llamó a Filipo, uno de sus Amigos, y lo puso al frente de todo su reino. 15 Le entregó su diadema, su manto y su anillo, encargándole que dirigiera a su hijo Antíoco y lo educara para que fuera rey. 16 El rey Antíoco murió en aquel lugar, el año ciento cuarenta y nueve. 17 Cuando Lisias se enteró de la muerte del rey, puso en el trono a su hijo Antíoco, que él había educado desde niño, dándole el sobrenombre de Eupátor.

El sitio de la Ciudadela de Jerusalén

18 La gente de la Ciudadela tenía confinados a los israelitas alrededor del Santuario, y no perdía ocasión de hacerles mal y de apoyar a los paganos. 19 Judas resolvió acabar con ellos y convocó a todo el ejército para sitiarlos. 20 El año ciento cincuenta, se reunieron todos y sitiaron la Ciudadela, construyendo torres de asalto y empalizadas. 21 Pero varios de los sitiados rompieron el cerco y se les unieron algunos renegados de Israel, 22 que acudieron al rey para decirle: “¿Hasta cuándo vas a estar sin hacernos justicia y sin vengar a nuestros hermanos? 23 Nosotros aceptamos de buen grado servir a tu padre, cumplir sus ordenes y obedecer sus decretos. 24 Por eso, nuestros compatriotas han sitiado la Ciudadela y nos tratan como extraños. Más aún, han matado a los nuestros que caían en sus manos y han confiscado nuestros bienes. 25 Y no sólo han levantado su mano contra nosotros, sino también sobre todos los países limítrofes. 26 Ahora mismo tienen sitiada la Ciudadela de Jerusalén para apoderarse de ella y han fortificado el Santuario y la ciudad de Betsur. 27 Si no te adelantas rápidamente, harán cosas mayores todavía y ya no podrás detenerlos”.

La campaña de Antíoco V y de Lisias

28 El rey, al oír esto, se enfureció y convocó a todos sus Amigos, a los capitanes del ejército y a los comandantes de caballería. 29 Además, le llegaron tropas mercenarias de otros reinos y de las islas del mar. 30 El número de sus fuerzas era de cien mil soldados, veinte mil jinetes y treinta y dos elefantes adiestrados para la guerra. 31 Entraron por Idumea y acamparon cerca de Betsur, atacándola durante mucho tiempo con máquinas de guerra. Pero los sitiados, en una salida sorpresiva, se las quemaron y combatieron valerosamente.

La batalla de Betzacaría

32 Entonces Judas levantó el sitio de la Ciudadela y acampó en Betzacaría, frente al campamento del rey. 33 A la mañana siguiente, el rey se levantó de madrugada y condujo apresuradamente al ejército por el camino de Betzacaría. Las tropas se dispusieron para el ataque y se tocaron las trompetas. 34 A los elefantes les mostraron mosto de uva y de moras para excitarlos al combate. 35 Los animales estaban repartidos entre los batallones. Al lado de cada elefante se alineaban mil hombres con cota de malla y cascos de bronce, además de quinientos jinetes escogidos. 36 Estos estaban pendientes de los movimientos del animal, de manera que adonde iba él, iban también ellos, sin apartarse de su lado. 37 Cada elefante llevaba encima, sujeta con cinchas, una sólida torre de madera que servía de defensa, y en cada una de ellas iban tres guerreros que combatían desde allí, además del conductor. 38 En cuanto al resto de la caballería, el rey la ubicó a un lado y a otro, sobre los dos flancos del ejército, con la misión de hostigar al enemigo y cubrir a los batallones.
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Cuando el sol brilló sobre el oro y el bronce de los escudos, sus reflejos iluminaron las montañas que relucían como antorchas. 40 Una parte del ejército real se había alineado en lo alto de la montaña, y la otra en el valle. Todos avanzaban con paso seguro y en perfecto orden. 41 Los israelitas se estremecían al oír el rumor de aquella multitud, el ruido de su marcha y el estrépito de sus armas, porque era un ejército inmenso y poderoso. 42 Entonces Judas se adelantó con sus tropas para entrar en batalla, y cayeron seiscientos hombres del ejército real. 43 Mientras tanto, Eleazar, llamado Avarán, vio a un elefante pertrechado con una cota real, que sobresalía entre todos los demás, y pensó que en él iba el rey. 44 Entonces sacrificó su propia vida para salvar a su pueblo y adquirir una fama imperecedera. 45 Corrió resueltamente hacia él, a través del batallón, matando a derecha e izquierda. Así se abrió paso a un lado y a otro 46 y se deslizó por debajo del elefante, clavándole su espada. Al desplomarse por tierra el animal, cayó sobre él y lo mató. 47 Pero los judíos, al ver el poderío del rey y el empuje de sus tropas, emprendieron la retirada.

La toma de Betsur y el sitio de Jerusalén

48 El ejército real subió a Jerusalén, al encuentro de los judíos, y el rey acampó frente a Judea y al monte Sión. 49 Él hizo la paz con los habitantes de Betsur, que abandonaron la ciudad por carecer de víveres para resistir el asedio, ya que aquel era un año sabático para la tierra. 50 El rey ocupó Betsur y dejó allí una guarnición para su defensa. 51 Durante mucho tiempo estuvo sitiando el Santuario. Levantó contra él ballestas y torres de asalto, lanzallamas y catapultas, lanza flechas y hondas. 52 Los sitiados, por su parte, construyeron armas similares para el contraataque, y así resistieron mucho tiempo. 53 Pero, al fin, se agotaron los víveres almacenados, porque era el séptimo año y, además, porque los refugiados en Judea, provenientes de las naciones, habían consumido las últimas reservas. 54 Así no quedaron en el Santuario más que unos pocos hombres, porque se hacía sentir el hambre. Los demás se dispersaron, cada uno por su lado.

Concesión de la libertad religiosa a los judíos

55 Mientras tanto, Lisias se enteró de que Filipo –a quien el rey Antíoco había encargado antes de morir que educara a su hijo Antíoco, para que fuera rey– 56 había vuelto de Persia y de Media con las tropas que acompañaron al rey, y trataba de tomar el poder. 57 Por eso pensó que era necesario partir en seguida y dijo al rey, a los capitanes del ejército y a los soldados: “Cada día estamos peor y escasean los víveres; el lugar que asediamos está bien fortificado y nos urgen los asuntos del reino. 58 Tendamos la mano a estos hombres, y hagamos la paz con ellos y con toda su nación. 59 Dejemos que vivan según sus costumbres tradicionales, ya que ellos se han irritado y han hecho todas estas cosas, porque nosotros hemos tratado de abolirlas”. 60 El rey y los capitanes aprobaron la propuesta, y el rey mandó ofrecer la paz a los sitiados. Estos la aceptaron, 61 y el rey y los capitanes se comprometieron con un juramento. 62 Con esta garantía salieron de la fortaleza y el rey subió al monte Sión. Pero al ver las fortificaciones de aquel lugar, violó el juramento que había hecho y ordenó destruir la muralla que lo rodeaba. 63 Luego partió rápidamente y volvió a Antioquía, donde encontró a Filipo dueño ya de la ciudad: lo atacó y ocupó la ciudad por la fuerza.

La ocupación del trono por Demetrio I

7 1 El año ciento cincuenta y uno, Demetrio, hijo de Seleuco, salió de Roma y llegó con unos pocos hombres a una ciudad marítima, donde se proclamó rey. 2 Cuando se disponía a entrar en el palacio de sus padres, el ejército apresó a Antíoco y a Lisias para hacerlos comparecer ante él. 3 Apenas se enteró, dijo: “No quiero ni verles la cara”. 4 Entonces el ejército los mató y Demetrio ocupó su trono real.

Las intrigas de Álcimo ante Demetrio I

5 Todos los israelitas renegados e impíos acudieron a él, guiados por Álcimo, que ambicionaba el sumo sacerdocio. 6 Ellos acusaron al pueblo delante del rey, diciendo: “Judas y sus hermanos han eliminado a todos tus adictos y a nosotros nos han expulsado de nuestro país. 7 Por eso, manda ahora a una persona de tu confianza, para que vea los estragos que nos han causado a nosotros y a todo el territorio del rey, y los castigue a ellos y a todos los que los apoyan”.

Las represalias de Báquides y de Álcimo contra los israelitas

8 El rey eligió a Báquides, uno de sus Amigos, que gobernaba la región occidental del Éufrates; este era un personaje importante en la corte y leal al rey. 9 Lo envió junto con el impío Álcimo, a quien confirió el sumo sacerdocio, y le dio la orden de tomar represalias contra los israelitas. 10 Ellos partieron con un ejército numeroso y, al llegar al territorio de Judá, enviaron mensajeros a Judas y a sus hermanos con falsas propuestas de paz. 11 Pero estos, viendo que habían venido con un ejército tan numeroso, no dieron crédito a sus palabras. 12 Sin embargo, un grupo de escribas se reunió con Álcimo y Báquides, tratando de encontrar una solución satisfactoria. 13 Entre los israelitas, los asideos eran los primeros en pedir la paz, 14 porque decían: “El que ha venido con el ejército es un sacerdote de la familia de Aarón: él no nos va a traicionar”.
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Báquides les habló amistosamente y les aseguró bajo juramento: “No vamos a hacerles ningún mal, ni a ustedes ni a sus amigos”. 16 Ellos le creyeron, pero él hizo apresar y ejecutar a sesenta de ellos en un solo día, conforme a la palabra que estaba escrita: 17 “Desparramaron los cadáveres y la sangre de tus fieles alrededor de Jerusalén y nadie les daba sepultura”. 18 A causa de esto, cundió el pánico en toda la población, y decían: “No hay en ellos verdad ni justicia, porque han violado el compromiso y el juramento que habían hecho”.
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Después, Báquides partió de Jerusalén, acampó en Betzet y mandó apresar a muchos que se habían puesto de su parte y a algunos del pueblo; los degolló y los arrojó en la gran cisterna. 20 Luego puso la provincia en manos de Álcimo, dejando un destacamento a su disposición, y regresó adonde estaba el rey.

La reacción de Judas Macabeo contra Álcimo

21 Álcimo luchó por mantenerse en el sumo sacerdocio, 22 y se unieron a él todos los que perturbaban al pueblo: así se hicieron dueños de Judá y causaron un daño tremendo a Israel. 23 Judas, al ver que Álcimo y sus secuaces hacían a los israelitas más daño que los paganos, 24 salió a recorrer todo el territorio de Judea para vengarse de los desertores y no dejarlo circular por la región. 25 Cuando Álcimo vio que Judas y sus partidarios se fortalecían y que él no podía resistirles, acudió al rey y los acusó de graves delitos.

La expedición y la derrota de Nicanor

26 El rey envió entonces a Nicanor, uno de sus generales más distinguidos y enemigo acérrimo de Israel, con la orden expresa de exterminar al pueblo. 27 Nicanor llegó a Jerusalén con un gran ejército, y envió a Judas y sus hermanos un falso mensaje de paz, diciéndoles: 28 “No nos hagamos la guerra; iré a entrevistarlos en son del paz con una pequeña escolta”. 29 Cuando se presentó ante Judas, ambos se saludaron amistosamente, pero los enemigos estaban preparados para secuestrar a Judas. 30 Este, al darse cuenta de que Nicanor había venido con pérfidas intenciones, tuvo miedo de él y no quiso verlo más. 31 Entonces Nicanor comprendió que sus planes habían sido descubiertos y salió a combatir contra Judas cerca de Cafarsalamá. 32 Allí cayeron unos quinientos hombres del ejército de Nicanor, y los demás huyeron a la Ciudad de David.

Amenazas de Nicanor contra el Templo

33 Después de esto, Nicanor subió al monte Sión. Algunos sacerdotes y ancianos del pueblo salieron del Santuario para saludarlo amistosamente y mostrarle el holocausto que se ofrecía por el rey. 34 Pero él se burló de ellos con desprecio, los ultrajó y les habló insolentemente. 35 Después, juró muy enojado: “Si no me entregan ahora mismo a Judas y a su ejército, cuando vuelva victorioso, prenderé‚ fuego a esta Casa”. Y salió enfurecido. 36 Los sacerdotes entraron al Santuario, y de pie ante el altar y el Templo, exclamaron llorando: 37 “Tú has elegido esta Casa, que es llamada con tu Nombre, a fin de que fuera una casa de oración y de súplica para tu pueblo. 38 Dales su merecido a este hombre y a su ejército, y que caigan al filo de la espada. Acuérdate de sus blasfemias y no les des tregua”.

Nueva derrota y muerte de Nicanor

39 Nicanor partió de Jerusalén y acampó en Betjorón, donde se le unió un contingente de Siria. 40 Judas, por su parte, acampó en Adasa con tres mil hombres, e hizo esta oración: 41 “Cuando los enviados del rey blasfemaron, apareció tu Ángel y exterminó a ciento ochenta y cinco mil de ellos. 42 Así también, destruye hoy ante nosotros a este ejército, para que los demás reconozcan que su jefe blasfemó contra tu Santuario, y júzgalo conforme a su maldad”.
43
El día trece del mes de Adar, los ejércitos entraron en combate y el de Nicanor fue desbaratado. El primero en caer fue el mismo Nicanor, 44 y cuando sus soldados vieron que había caído, tiraron las armas y huyeron. 45 Los israelitas los persiguieron durante todo un día, desde Adasa hasta las proximidades de Gázara, tocando detrás de ellos las trompetas de alarma. 46 De todas las poblaciones judías de los alrededores salía gente que los fue envolviendo, hasta obligarlos a volverse unos contra otros. 47 Así cayeron todos al filo de la espada, y no quedó ni uno solo. Los judíos se apoderaron de los despojos y del botín, y cortaron la cabeza de Nicanor y su mano derecha, que él había levantado con prepotencia. Luego las llevaron y las colgaron a la entrada de Jerusalén. 48 El pueblo se llenó de alegría; todos celebraron ese día como una gran fiesta 49 y determinaron conmemorar cada año aquel día, trece de Adar. 50 Y el país de Judá gozó de paz durante algún tiempo.

El poderío de Roma y elogio de los romanos

8 1 Entre tanto, la fama de los romanos llegó a oídos de Judas: supo que eran guerreros valerosos, se mostraban benévolos con todos sus aliados y entablaban amistad con todos los que acudían a ellos; sobre todo, se enteró de que eran guerreros valerosos. 2 Le habían contado, en efecto, sus campañas y las proezas que habían realizado entre los galos, dominándolos y sometiéndolos a tributo, 3 como así también todo lo que habían hecho en la región de España, para adueñarse de las minas de plata y de oro que hay allí, 4 y cómo gracias a su habilidad y constancia, se habían apoderado de todo el territorio, a pesar de ser un lugar muy distante. Asimismo, a los reyes que habían venido a combatirlos desde los confines de la tierra, los habían derrotado, aplastándolos completamente, mientras que los restantes les pagaban tributo cada año. 5 Ellos habían derrotado y sometido a Filipo y a Perseo, reyes de Quitím, y a cuantos se les opusieron. 6 También habían vencido a Antíoco el Grande, rey de Asia, que les había hecho la guerra con ciento veinte elefantes, con caballos, carros y un ejército muy numeroso: 7 lo tomaron prisionero y le impusieron, a él y a sus sucesores, un fuerte tributo, además de la entrega de rehenes y la cesión 8 de sus mejores provincias –la región de la India, Media y Lidia– que luego entregaron al rey Eumenes. 9 Los de Grecia habían pensado ir a exterminarlos, 10 pero los romanos, al enterarse, habían enviado contra ellos a un solo general para combatirlos: así mataron a muchos de ellos, llevaron prisioneros a sus mujeres y sus niños, saquearon sus bienes, sometieron al país, arrasaron sus fortalezas y les impusieron su dominio hasta el día de hoy. 11 También destruyeron y sometieron a los demás reinos y a las islas que alguna vez les opusieron resistencia.
12
En cambio, mantuvieron su amistad con sus aliados y con todos los que buscaron su apoyo. Tienen bajo su dominio a los reyes vecinos y lejanos y son temidos por todos los que oyen en hablar de ellos. 13 Sólo reinan los que ellos quieren ayudar a reinar, y deponen a los que quieren. Están en el apogeo de su poder. 14 Sin embargo, ninguno de ellos se ciñe la corona ni se reviste de púrpura para engrandecerse. 15 Antes bien, han creado un Senado, donde cada día sesionan trescientos veinte senadores, que deliberan constantemente sobre los asuntos del pueblo, a fin de asegurar el orden público. 16 Cada año confían a un solo hombre el poder y el dominio sobre toda la nación, y todos le obedecen, sin que haya entre ellos envidias ni celos.

La alianza de los judíos con los romanos

17 Judas eligió a Eupólemo, hijo de Juan, hijo de Hacós, y a Jasón, hijo de Eleazar, y los envió a Roma para concertar un pacto de amistad, 18 con el fin de librarse del yugo, porque veían que los griegos tenían esclavizado a Israel. 19 Ellos partieron para Roma y, después de un larguísimo viaje, se presentaron ante el Senado y dijeron: 20 “Judas, llamado Macabeo, sus hermanos y el Pueblo judío nos han enviado para concertar con ustedes un pacto de paz y para que nos inscriban en el número de sus aliados y amigos”. 21 La propuesta agradó a los romanos. 22 Y esta es la copia del documento que grabaron en planchas de bronce y enviaron a Jerusalén como memorial de paz y de alianza:
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“¡Que los romanos y la nación de los judíos tengan felicidad en el mar y en la tierra para siempre! ¡Lejos de ellos la espada y el enemigo! 24 Si una guerra amenaza primero a Roma, o a cualquiera de sus aliados, en cualquier parte de sus dominios, 25 la nación de los judíos luchará a su lado de todo corazón según se lo exijan las circunstancias. 26 Los enemigos no recibirán trigo, ni armas, ni dinero, ni naves. Así lo ha establecido Roma. Observarán sus compromisos sin ninguna compensación. 27 De la misma manera, si una guerra amenaza primero a la nación de los judíos, los romanos lucharán a su lado, con toda el alma según se lo exijan las circunstancias. 28 Sus agresores no recibirán trigo, ni armas, ni dinero, ni naves. Así lo ha establecido Roma. Observarán sus compromisos con lealtad”.
29
Estas son las cláusulas que los romanos estipularon con el Pueblo judío.
30
“Si posteriormente unos y otros deciden añadir o quitar algo, lo harán de común acuerdo, y lo que añadan o quiten tendrá fuerza obligatoria”.
31
“Con relación a los males que el rey Demetrio ha causado a los judíos, ya le hemos escrito lo siguiente: ‘¿Por qué has hecho sentir pesadamente tu yugo sobre los judíos, nuestros amigos y aliados? 32 Si vuelven a quejarse de ti, nosotros les haremos justicia y te haremos la guerra por mar y por tierra’”.

La batalla de Berzet y la muerte de Judas Macabeo

9 1 Cuando Demetrio se enteró de que Nicanor y su ejército habían sucumbido en el combate, envió por segunda vez al país de Judá a Báquides y Álcimo, con el ala derecha de su ejército. 2 Estos tomaron el camino de Guilgal y sitiaron a Mesalot en el territorio de Arbela; se apoderaron de ella y mataron a mucha gente. 3 El primer mes del año ciento cincuenta y dos acamparon frente a Jerusalén, 4 de donde partieron con veinte mil hombres y dos mil jinetes en dirección a Berzet. 5 Judas tenía puesto su campamento en Elasá y había con él tres mil hombres elegidos. 6 Pero al ver la multitud de los enemigos, se atemorizaron y muchos desertaron del campamento, de manera que no quedaron más que ochocientos hombres. 7 Judas advirtió que su ejército se había desbandado, precisamente cuando la batalla era inminente y quedó descorazonado, porque no había tiempo de volverlos a reunir. 8 A pesar de su desaliento, dijo a los que habían quedado: “Ataquemos lo mismo a nuestros enemigos: tal vez podamos hacerles frente”. 9 Pero ellos trataban de disuadirlo, diciéndole: “¡Imposible! Salvemos primero nuestras vidas; después volveremos con nuestros hermanos para continuar luchando, ya que ahora somos muy pocos”. 10 Judas les respondió: “¡Eso nunca! No podemos huir ante ellos. Si es que ha llegado nuestra hora, muramos valientemente por nuestros hermanos, sin que nuestra gloria sufra menoscabo”.
11
El ejército enemigo salió del campamento y se aprestó para enfrentarlos. La caballería se había dividido en dos escuadrones; en primera línea, avanzaban los más aguerridos, precedidos por los arqueros y los honderos. 12 Báquides estaba en el ala derecha. Las tropas avanzaron por ambos lados, al sonido de las trompetas. 13 Los hombres de Judas también tocaron las trompetas y la tierra tembló por el estruendo de los ejércitos. La lucha se inició al amanecer y duró hasta la tarde.
14
Judas vio que Báquides y el grueso de su ejército estaban a la derecha. Entonces los israelitas más decididos se unieron a él 15 y derrotaron el ala derecha, persiguiéndola hasta las últimas estribaciones de la montaña. 16 Pero los del ala izquierda, al ver derrotada el ala derecha, se volvieron contra Judas y los suyos, tomándolos por la espalda. 17 La lucha se hizo más encarnizada, y hubo muchas víctimas de uno y otro bando. 18 También cayó Judas y los demás huyeron.

Los funerales de Judas Macabeo

19 Jonatán y Simón tomaron a su hermano Judas y lo sepultaron en el sepulcro de sus padres en Modín. 20 Todo Israel lloró e hizo un gran duelo por él, y muchos días repitieron esta lamentación: 21 “¡Cómo ha caído el héroe que salvaba a Israel!”. 22 El resto de las acciones de Judas, de sus guerras, de las proezas que realizó y de sus títulos de gloria no ha sido escrito, porque fueron innumerables.


JONATÁN, JEFE DE LOS JUDÍOS Y SUMO SACERDOTE (160-142 a. C.)


Resurgimiento del partido helenista

23 Después de la muerte de Judas, reaparecieron los renegados en todo el territorio de Israel y se envalentonaron los impíos. 24 En aquellos días, el hambre asoló el país y la gente se puso de parte de ellos. 25 Báquides eligió a unos hombres impíos y los hizo dueños del país. 26 Ellos buscaban a los amigos de Judas, siguiéndoles las pistas, y se los llevaban a Báquides, que los castigaba y escarnecía. 27 Esta fue una gran tribulación para Israel, como no se había visto desde que dejaron de manifestarse los profetas.

Jonatán, jefe de la resistencia

28 Entonces todos los amigos de Judas se reunieron y dijeron a Jonatán: 29 “Desde la muerte de tu hermano Judas no tenemos un hombre como él, capaz de enfrentar a nuestros enemigos, a Báquides y a los que odian a nuestra nación. 30 Por eso, hoy te elegimos a ti para que ocupes el lugar de tu hermano, y seas nuestro jefe y nuestro guía en la lucha que sostenemos”. 31 En ese momento Jonatán tomó el mando como sucesor de su hermano Judas.

La huida de Jonatán y sus partidarios al desierto

32 Cuando Báquides lo supo, trató de matarlo. 33 Pero Jonatán, su hermano Simón y todos sus partidarios, al enterarse de esto, huyeron al desierto de Técoa y acamparon junto a las aguas de la cisterna de Asfar. 34 Báquides se enteró el día sábado, y atravesó el Jordán con todo su ejército.

La muerte de Juan y la represalia contra los jambritas

35 Jonatán envió a su hermano Juan, el encargado de conducir la caravana, a pedir autorización a los nabateos, sus amigos, para dejarles en depósito su equipaje, que era muy grande. 36 Pero los jambritas, que habitaban en Madabá, capturaron a Juan con todo lo que llevaba, y se fueron con el botín. 37 Poco tiempo después, Jonatán y su hermano Simón se enteraron de que los jambritas celebraban una gran boda y traían de Nabatá, con mucha pompa, a la novia, hija de uno de los grandes magnates de Canaán. 38 Entonces se acordaron del sangriento fin de su hermano Juan y fueron a esconderse en un repliegue de la montaña. 39 Al alzar los ojos, divisaron una numerosa caravana que avanzaba en medio de un gran tumulto, y vieron que el novio iba a su encuentro, acompañado de sus amigos y hermanos, al son de tambores e instrumentos musicales y con mucha gente armada. 40 Inmediatamente, salieron de su escondite, se precipitaron sobre ellos y los masacraron, dejando muchas víctimas. Mientras los sobrevivientes huían a la montaña, ello se apoderaron de todo el botín. 41 Así la boda terminó en duelo y la música en lamentaciones. 42 De esta manera vengaron la sangre de su hermano y volvieron a las regiones pantanosas del Jordán.

El combate del Jordán

43 Cuando Báquides se enteró, fue un día sábado a las riberas del Jordán con un ejército numeroso. 44 Entonces Jonatán arengó a sus hombres, diciendo: “¡Ánimo! Luchemos por defender nuestras vidas, porque ahora no estamos como antes. 45 El enemigo nos asedia por delante y por detrás, de un lado están las aguas del Jordán y del otro, los pantanos y las malezas; no hay escapatoria posible. 46 Clamen al Cielo, para que nos salve de nuestros enemigos”. 47 Una vez iniciado el combate, Jonatán extendió su brazo para descargar un golpe sobre Báquides, pero este lo esquivó, echándose atrás. 48 Entonces Jonatán y los suyos se tiraron al Jordán y lo atravesaron a nado, pero sus enemigos no los persiguieron. 49 Aquel día murieron unos mil hombres del ejército de Báquides.

La construcción de plazas fuertes en Judea

50 Al volver a Jerusalén, Báquides comenzó a fortificar algunas ciudades en Judea: las fortalezas de Jericó, Emaús, Betjorón, Betel, Tamnatá, Faratón y Tefón, protegiéndolas con altas murallas, puertas y cerrojos. 51 En cada una de ellas puso una guarnición para hostigar a Israel. 52 También fortificó la ciudad de Betsur, Guéser y la Ciudadela, dejando en ellas tropas y depósitos de víveres. 53 Después tomó como rehenes a los hijos de las principales familias del país y los puso bajo custodia en la Ciudadela de Jerusalén.

La muerte de Álcimo y la retirada de Báquides

54 En el segundo mes del año ciento cincuenta y tres, Álcimo mandó derribar las murallas de la parte interior del Santuario, destruyendo así la obra de los profetas. Pero al comenzar la demolición, 55 sufrió un ataque y la obra se detuvo. Él perdió el habla y la boca le quedó paralizada, de manera que no pudo hablar más ni dar ninguna orden en lo referente a su casa. 56 Álcimo murió en esa época en medio de grandes tormentos. 57 Al ver que Álcimo había muerto, Báquides regresó adonde estaba el rey, y así Judá quedó en paz durante dos años.

Nueva campaña de Báquides

58 Todos los renegados se confabularon diciendo: “Jonatán y los suyos viven tranquilos y confiados. Hagamos volver a Báquides, para que los arreste a todos en una sola noche”. 59 Ellos fueron a comunicarle su plan, 60 y Báquides partió con un gran ejército. Mientras tanto, envió instrucciones secretas a todos sus aliados de Judea para que se apoderaran de Jonatán y de sus amigos, pero aquellos no pudieron hacerlo porque sus planes fueron descubiertos. 61 En represalia, Jonatán y sus amigos apresaron a unos cincuenta hombres entre los cabecillas de la conspiración, y los mataron.
62
Jonatán y Simón se retiraron con sus compañeros a Betbasí, en el desierto, y la fortificaron, restaurando sus ruinas. 63 Al saber esto, Báquides reunió a toda su gente y convocó a sus partidarios de Judea. 64 Luego acampó frente a Betbasí y la atacó durante varios días, emplazando máquinas de guerra.

La victoria de Jonatán

65 Pero Jonatán, dejando en la ciudad a su hermano Simón, hizo una incursión por el país con algunos hombres. 66 Derrotó a Odomerá y a sus hermanos, y también a los hijos de Fasirón en sus propios campamentos. Una vez asestados estos primeros golpes, volvieron con más fuerzas. 67 Simón y los suyos salieron de la ciudad e incendiaron las máquinas de guerra. 68 Lucharon contra Báquides y lo derrotaron, dejándolo muy abatido porque sus planes y su campaña habían fracasado. 69 Por eso se enfureció contra los renegados que le habían aconsejado regresar al país y mandó ejecutar a muchos de ellos. Después decidió volver a su país.

El tratado de paz entre Báquides y Jonatán

70 Al enterarse de esto, Jonatán envió mensajeros a Báquides para concertar con él la paz y para que les devolviera los prisioneros. 71 Báquides aceptó la propuesta y le juró no hacerle ningún daño durante toda su vida; 72 le devolvió los prisioneros capturados anteriormente en Judá y regresó a su país. Y nunca más volvió al territorio de Judea.
73
Hubo así paz en Israel y Jonatán se estableció en Micmás, donde comenzó a gobernar al pueblo y a exterminar a los impíos de en medio de Israel.

Concesiones de Demetrio I a Jonatán

10 1 El año ciento sesenta, Alejan-dro, hijo de Antíoco, por sobrenombre Epífanes, desembarcó y ocupó Tolemaida, donde fue bien recibido y comenzó a reinar. 2 Enterado de esto, el rey Demetrio reclutó un ejército muy numeroso y salió a su encuentro para combatirlo. 3 Además, Demetrio envió a Jonatán una carta amistosa, dándole mayores poderes, 4 haciéndose esta reflexión: “Anticipémonos a negociar la paz con él antes que él la haga con Alejandro en detrimento nuestro, 5 acordándose de los males que le causamos a él, a sus hermanos y a su nación”. 6 Demetrio le dio autorización para reclutar tropas, fabricar armamentos y ser su aliado. También ordenó que le entregaran los rehenes detenidos en la Ciudadela.

El establecimiento de Jonatán en Jerusalén

7 Jonatán fue a Jerusalén y leyó la carta en presencia de todo el pueblo y de los que ocupaban la Ciudadela. 8 Estos últimos quedaron muy atemorizados cuando supieron que el rey lo había autorizado para reclutar tropas, y 9 los de la Ciudadela entregaron los rehenes a Jonatán, el cual los devolvió a sus familias. 10 Jonatán fijó su residencia en Jerusalén y comenzó a reconstruir y restaurar la ciudad. 11 Ordenó a los constructores que reconstruyeran las murallas y que rodearan el monte Sión con un muro de piedras talladas, y así lo hicieron.
12
Los extranjeros que ocupaban las fortalezas levantadas por Báquides, huyeron, 13 abandonando cada uno su puesto para regresar a su país. 14 Sólo en Betsur quedaron algunos de los que habían renegado de la Ley y de los mandamientos, porque esa era una ciudad de refugio.

Jonatán investido por Alejandro como Sumo Sacerdote

15 El rey Alejandro se enteró de los ofrecimientos que Demetrio había hecho a Jonatán. También le contaron las guerras y las proezas que él y sus hermanos habían realizado y las contrariedades que habían soportado. 16 Entonces exclamó: “¿Podremos hallar otro hombre como este? ¡Hagámoslo ahora mismo nuestro amigo y nuestro aliado!”. 17 Y en seguida le envió una carta redactada en los siguientes términos: 18 “El rey Alejandro saluda a su hermano Jonatán. 19 Hemos oído que eres un guerrero valiente y digno de nuestra amistad. 20 Por eso te nombramos hoy Sumo Sacerdote de tu nación y te concedemos el titulo de Amigo del rey para que apoyes nuestra causa y nos asegures tu amistad”. Al mismo tiempo, le enviaba una capa de púrpura y una corona de oro.
21
Jonatán se revistió de los ornamentos sagrados el séptimo mes del año ciento sesenta, en la fiesta de las Chozas; reclutó tropas y fabricó una gran cantidad de armas.

La carta de Demetrio I a Jonatán

22 Apenas supo esto, Demetrio se disgustó mucho y dijo: 23 “¿Qué hemos hecho? Alejandro se nos ha adelantado, ganándose la amistad y el apoyo de los judíos. 24 También yo voy a escribirles en términos persuasivos, ofreciéndoles dignidades y regalos, para que se comprometan a ayudarme”. 25 Y les escribió en estos términos: 26 “El rey Demetrio saluda a la nación de los judíos. Nos hemos enterado con satisfacción de que ustedes han observado los pactos hechos con nosotros y han perseverado en nuestra amistad, sin pasarse al enemigo. 27 Continúen guardándonos la misma fidelidad y nosotros los recompensaremos a cambio de la colaboración que nos prestan. 28 Los eximiremos de muchas obligaciones y les haremos regalos.
29
Ya desde ahora, los libero a ustedes, y eximo a todos los judíos, de las contribuciones, del impuesto a la sal y de la entrega de las coronas de oro. 30 Renuncio también, a partir de hoy y para siempre, a percibir el tercio de los granos y la mitad de los frutos de los árboles que me corresponden, tanto de Judá como de los tres distritos anexos de Samaría y Galilea.
31
Jerusalén, con su territorio, sus diezmos y derechos, será sagrada y estará exenta de impuestos. 32 Renuncio asimismo a toda autoridad sobre la Ciudadela de Jerusalén y se la cedo al Sumo Sacerdote, a fin de que establezca en ella a todos los hombres que él mismo elija para su defensa.
33
A todo judío llevado cautivo de Judá a cualquier parte de mi reino, le concedo la libertad gratuitamente, y ninguno estará obligado a pagar impuestos, ni siquiera los del ganado.
34
Todas las fiestas, los sábados, los novilunios y los días fijados para las solemnidades –con los tres días que preceden y siguen a cada fiesta– serán días de inmunidad y exención para todos los judíos residentes en mi reino: 35 nadie tendrá derecho a demandar o inquietar a ninguno de ellos por ningún motivo.
36
En los ejércitos del rey se alistarán hasta treinta mil judíos que percibirán el mismo sueldo que las demás tropas del rey. 37 Algunos de ellos serán apostados en las principales fortalezas del rey y otros ocuparán cargos de confianza en el reino. Sus jefes y oficiales serán elegidos entre ellos y todos podrán vivir conforme a sus leyes, tal como lo ha dispuesto el rey para el país de Judá.
38
Los tres distritos de la provincia de Samaría, incorporados a Judea, quedarán anexados definitivamente a ella y considerados como parte suya, de manera que dependan de un solo jefe y no estén sometidos a otra autoridad que la del Sumo Sacerdote.
39
Doy como presente al Templo de Jerusalén la ciudad de Tolemaida y sus alrededores, para cubrir las expensas del Santuario. 40 Por mi parte, daré cada año quince mil siclos de plata, que se tomarán de los ingresos del rey en los lugares apropiados. 41 Toda la cantidad que los agentes del fisco han dejado de pagar, como se hacía en los años precedentes, será entregada desde ahora para las obras del Templo. 42 Además, los cinco mil siclos de plata que se solían recaudar cada año de los ingresos del Santuario quedarán condonados en beneficio de los sacerdotes que ejercen el culto. 43 Todos aquellos que por una deuda al Tesoro real o por cualquier otra causa se refugien en el Templo de Jerusalén o en alguna de sus dependencias, quedarán absueltos, ellos con las posesiones que tengan en mi reino.
44
Los gastos para las obras de construcción y reparación del Santuario, correrán por cuenta del rey. 45 También estarán a cargo del rey la construcción de las murallas de Jerusalén y la fortificación de su recinto, lo mismo que la reconstrucción de las murallas en las ciudades de Judea”.

Rechazo de la propuesta de Demetrio I

46 Cuando Jonatán y el pueblo oyeron estas palabras, no les dieron crédito ni las aceptaron, porque se acordaban del enorme daño que Demetrio había causado a Israel y de la opresión a que los había sometido. 47 Entonces se decidieron por Alejandro porque, a su parecer, les hacía mejores propuestas de paz, y fueron siempre sus aliados.

La muerte de Demetrio I

48 El rey Alejandro reunió un gran ejército y tomó posiciones contra Demetrio. 49 Ambos reyes entablaron batalla, y el ejército de Alejandro emprendió la retirada. Demetrio los persiguió y se impuso sobre ellos. 50 Y aunque combatió encarnizadamente hasta la puesta del sol, Demetrio sucumbió aquel día.

La alianza de Alejandro con Tolomeo VI

51 Alejandro mandó una embajada a Tolomeo, rey de Egipto, con este mensaje. 52 “Yo he vuelto a mi reino, y me he sentado en el trono de mis padres, adueñándome del poder. Después de derrotar a Demetrio, he tomado posesión de mi país, 53 porque combatí con él, lo derroté, a él y a su ejército, y ocupé su trono real. 54 Establezcamos ahora vínculos de amistad entre nosotros: dame a tu hija por esposa, y yo seré tu yerno, y a ti y a ella les haré regalos dignos de ti”.
55
El rey Tolomeo respondió en estos términos: “¡Feliz el día en que regresaste al país de tus padres, para sentarte en su trono real! 56 Voy a cumplir ahora mismo lo que tú has escrito. Ven hasta Tolemaida para que nos entrevistemos, y yo seré tu suegro como tú lo has dicho”.
57
Tolomeo partió de Egipto con su hija Cleopatra y llegó a Tolemaida, el año ciento sesenta y dos. 58 El rey Alejandro fue a su encuentro, y Tolomeo le entregó a su hija Cleopatra, celebrándose la boda en Tolemaida con la magnificencia propia de los reyes.

Jonatán constituido gobernador de Judea

59 Luego Alejandro escribió a Jonatán para que fuera a entrevistarse con él. 60 Este fue a Tolemaida con gran pompa; allí se entrevistó con los dos reyes y los obsequió con plata y oro, ofreciendo además numerosos presentes a sus Amigos. De esa manera se ganó el favor de ellos. 61 Entonces un grupo de prevaricadores, la gente más indeseable de Israel, se confabularon contra él y lo acusaron ante el rey. Pero este, en lugar de hacerles caso, 62 ordenó que quitaran a Jonatán la ropa que tenía puesta y lo vistieran de púrpura. Así lo hicieron. 63 El rey lo hizo sentar a su lado y dijo a sus dignatarios: “Recorran con él la ciudad y proclamen que nadie se atreva a levantar ninguna acusación contra él ni a molestarlo por ningún motivo”.
64
Apenas sus detractores vieron los honores que le tributaban, los términos de la proclama y la púrpura con que estaba revestido, se dieron a la fuga. 65 El rey lo honró inscribiéndolo entre sus principales Amigos, y lo constituyó general y gobernador. 66 Así Jonatán regresó a Jerusalén en paz y lleno de alegría.

El desafío de Apolonio a Jonatán

67 El año ciento sesenta y cinco, Demetrio, hijo de Demetrio, llegó al país de sus padres, procedente de Creta, 68 y Alejandro, muy contrariado por esta noticia regresó a Antioquía. 69 Demetrio designó general a Apolonio, el gobernador de la Celesiria, y este reclutó un numeroso ejército y acampó en Iamnia, enviando a decir al Sumo Sacerdote Jonatán:
70
“Tú eres el único que te rebelas contra nosotros, y a causa de ti, yo soy objeto de burla y de desprecio. ¿Por qué usas de tu autoridad contra nosotros en las montañas? 71 Si realmente confías en tus tropas, baja ahora a medirte con nosotros en la llanura, porque yo cuento con las tropas de las ciudades. 72 Averigua, y sabrás quién soy yo y quiénes son los que nos ayudan: ellos dicen que ustedes no pueden resistirnos, ya que dos veces fueron derrotados tus padres en su propio país. 73 Ahora no podrás enfrentar a la caballería y a un ejército tan grande en esta llanura, donde no hay una piedra, ni una roca, ni un sitio donde refugiarse”.

La derrota de Apolonio

74 Cuando Jonatán escuchó el mensaje de Apolonio, se turbó profundamente. Entonces eligió a diez mil hombres y salió de Jerusalén. Su hermano Simón se unió a él para ayudarlo. 75 Luego acampó frente a Jope, pero los habitantes de la ciudad le cerraron las puertas porque allí había una guarnición de Apolonio. Apenas comenzó el ataque, 76 los habitantes de la ciudad, aterrorizados, le abrieron las puertas, y así Jonatán se adueñó de Jope. 77 Al enterarse de esto, Apolonio puso en pie de guerra tres mil jinetes y una numerosa infantería, y partió en dirección a Azoto, como si fuera de paso; pero al mismo tiempo se iba adentrando en la llanura, confiado en su numerosa caballería.
78
Jonatán lo persiguió en dirección a Azoto, y los dos ejércitos entablaron batalla. 79 Apolonio había dejado mil jinetes ocultos a espaldas de ellos. 80 Pero Jonatán se dio cuenta de que estaban emboscados detrás de él. Los enemigos rodearon a su ejército, arrojándole flechas durante todo el día. 81 Las tropas se mantuvieron firmes, como lo había ordenado Jonatán, mientras que los caballos de los enemigos se cansaron. 82 Entonces Simón hizo avanzar sus escuadrones y atacó a la infantería, porque la caballería estaba extenuada: así los derrotó y los obligó a huir. 83 La caballería se desbandó por la llanura, y los fugitivos huyeron a Azoto y entraron en la Casa de Dagón, el templo de su ídolo, para ponerse a salvo. 84 Jonatán incendió a Azoto y a las ciudades vecinas y se apoderó del botín. También incendió el templo de Dagón, con todos los que se habían refugiado en él. 85 Los que perecieron por la espada o por el fuego fueron unos ocho mil hombres. 86 Luego Jonatán partió de allí y acampó frente a Ascalón, cuyos habitantes salieron a recibirlo con grandes honores. 87 Después regresó con su gente a Jerusalén, llevando consigo un gran botín. 88 Cuando el rey Alejandro se enteró de todo esto, concedió nuevos honores a Jonatán: 89 le envió un prendedor de oro, como se acostumbra conceder a los parientes de los reyes, y le dio en propiedad Acarón con todo su territorio.


1Maccabées (BPD) 6