Matthieu (BPD) 1
Lc. 3. 23-38
1 1 Genealogía de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraham: 2 Abraham fue padre de Isaac;Isaac, padre de Jacob;Jacob, padre de Judá y de sus hermanos.
3 Judá fue padre de Fares y de Zará,y la madre de estos fue Tamar.
Fares fue padre de Esrón;
Esrón, padre de Arám;
4 Arám, padre de Aminadab;
Aminadab, padre de Naasón;
Naasón, padre de Salmón.
5 Salmón fue padre de Booz,y la madre de este fue Rahab.
Booz fue padre de Obed,y la madre de este fue Rut.
Obed fue padre de Jesé;
6 Jesé, padre del rey David.
David fue padre de Salomón, y la madre de este fue la que había sido mujer de Urías.
7 Salomón fue padre de Roboám;
Roboám, padre de Abías;
Abías, padre de Asaf;
8 Asaf, padre de Josafat;
Josafat, padre de Jorám;
Jorám, padre de Ozías.
9 Ozías fue padre de Joatám;
Joatám, padre de Acaz;
Acaz, padre de Ezequías;
10 Ezequías, padre de Manasés.
Manasés fue padre de Amós;
Amós, padre de Josías;
11 Josías, padre de Jeconías y de sus hermanos,durante el destierro en Babilonia.
12 Después del destierro en Babilonia:
Jeconías fue padre de Salatiel;
Salatiel, padre de Zorobabel;
13 Zorobabel, padre de Abiud;
Abiud, padre de Eliacím;
Eliacím, padre de Azor.
14 Azor fue padre de Sadoc;
Sadoc, padre de Aquím;
Aquím, padre de Eliud;
15 Eliud, padre de Eleazar;
Eleazar, padre de Matán;
Matán, padre de Jacob.
16 Jacob fue padre de José,el esposo de María,de la cual nació Jesús, que es llamado Cristo.
17 El total de las generaciones es, por lo tanto: desde Abraham hasta David, catorce generaciones; desde David hasta el destierro en Babilonia, catorce generaciones; desde el destierro en Babilonia hasta Cristo, catorce generaciones.
Lc. 2. 1-7
18 Este fue el origen de Jesucristo: María, su madre, estaba comprometida con José y, cuando todavía no habían vivido juntos, concibió un hijo por obra del Espíritu Santo. 19 José, su esposo, que era un hombre justo y no quería denunciarla públicamente, resolvió abandonarla en secreto. 20 Mientras pensaba en esto, el Ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: «José, hijo de David, no temas recibir a María, tu esposa, porque lo que ha sido engendrado en ella proviene del Espíritu Santo. 21 Ella dará a luz un hijo, a quien pondrás el nombre de Jesús, porque él salvará a su Pueblo de todos sus pecados».
22 Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que el Señor había anunciado por el Profeta:
23 La Virgen concebirá
y dará a luz un hijo a quien pondrán
el nombre de Emanuel,
que traducido significa: «Dios con nosotros».
24 Al despertar, José hizo lo que el Ángel del Señor le había ordenado: llevó a María a su casa, 25 y sin que hubieran hecho vida en común, ella dio a luz un hijo, y él le puso el nombre de Jesús.
2 1 Cuando nació Jesús, en Belén de Judea, bajo el reinado de Herodes, unos magos de Oriente se presentaron en Jerusalén 2 y preguntaron: «¿Dónde está el rey de los judíos que acaba de nacer? Porque vimos su estrella en Oriente y hemos venido a adorarlo». 3 Al enterarse, el rey Herodes quedó desconcertado y con él toda Jerusalén. 4 Entonces reunió a todos los sumos sacerdotes y a los escribas del pueblo, para preguntarles en qué lugar debía nacer el Mesías. 5 «En Belén de Judea, le respondieron, porque así está escrito por el Profeta:
6 Y tú, Belén, tierra de Judá,
ciertamente no eres la menor
entre las principales ciudades de Judá,
porque de ti surgirá un jefe
que será el Pastor de mi pueblo, Israel».
7 Herodes mandó llamar secretamente a los magos y después de averiguar con precisión la fecha en que había aparecido la estrella, 8 los envió a Belén, diciéndoles: «Vayan e infórmense cuidadosamente acerca del niño, y cuando lo hayan encontrado, avísenme para que yo también vaya a rendirle homenaje». 9 Después de oír al rey, ellos partieron. La estrella que habían visto en Oriente los precedía, hasta que se detuvo en el lugar donde estaba el niño. 10 Cuando vieron la estrella se llenaron de alegría, 11 y al entrar en la casa, encontraron al niño con María, su madre, y postrándose, le rindieron homenaje. Luego, abriendo sus cofres, le ofrecieron dones: oro, incienso y mirra. 12 Y como recibieron en sueños la advertencia de no regresar al palacio de Herodes, volvieron a su tierra por otro camino.
13 Después de la partida de los magos, el Ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: «Levántate, toma al niño y a su madre, huye a Egipto y permanece allí hasta que yo te avise, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo». 14 José se levantó, tomó de noche al niño y a su madre, y se fue a Egipto. 15 Allí permaneció hasta la muerte de Herodes, para que se cumpliera lo que el Señor había anunciado por medio del Profeta:
Desde Egipto llamé a mi hijo.
16 Al verse engañado por los magos, Herodes se enfureció y mandó matar, en Belén y sus alrededores, a todos los niños menores de dos años, de acuerdo con la fecha que los magos le habían indicado. 17 Así se cumplió lo que había sido anunciado por el profeta Jeremías:
18 En Ramá se oyó una voz,
hubo lágrimas y gemidos:
es Raquel, que llora a sus hijos
y no quiere que la consuelen,
porque ya no existen.
19 Cuando murió Herodes, el Ángel del Señor se apareció en sueños a José, que estaba en Egipto, 20 y le dijo: «Levántate, toma al niño y a su madre, y regresa a la tierra de Israel, porque han muerto los que atentaban contra la vida del niño». 21 José se levantó, tomó al niño y a su madre, y entró en la tierra de Israel. 22 Pero al saber que Arquelao reinaba en Judea, en lugar de su padre Herodes, tuvo miedo de ir allí y, advertido en sueños, se retiró a la región de Galilea, 23 donde se estableció en una ciudad llamada Nazaret. Así se cumplió lo que había sido anunciado por los profetas:
Será llamado Nazareno.
Mc. 1. 2-8 Lc. 3. 3-9, 15-17 Jn. 1. 23, 26-27
3 1 En aquel tiempo se presentó Juan el Bautista, proclamando en el desierto de Judea: 2 «Conviértanse, porque el Reino de los Cielos está cerca». 3 A él se refería el profeta Isaías cuando dijo:
Una voz grita en el desierto:
Preparen el camino del Señor,
allanen sus senderos.
4 Juan tenía una túnica de pelos de camello y un cinturón de cuero, y se alimentaba con langostas y miel silvestre. 5 La gente de Jerusalén, de toda la Judea y de toda la región del Jordán iba a su encuentro, 6 y se hacía bautizar por él en las aguas del Jordán, confesando sus pecados.
7 Al ver que muchos fariseos y saduceos se acercaban a recibir su bautismo, Juan les dijo: «Raza de víboras, ¿quién les enseñó a escapar de la ira de Dios que se acerca? 8 Produzcan el fruto de una sincera conversión, 9 y no se contenten con decir: “Tenemos por padre a Abraham”. Porque yo les digo que de estas piedras Dios puede hacer surgir hijos de Abraham. 10 El hacha ya está puesta a la raíz de los árboles: el árbol que no produce buen fruto será cortado y arrojado al fuego. 11 Yo los bautizo con agua para que se conviertan; pero aquel que viene detrás de mí es más poderoso que yo, y yo ni siquiera soy digno de quitarle las sandalias. Él los bautizará en el Espíritu Santo y en el fuego. 12 Tiene en su mano la horquilla y limpiará su era: recogerá su trigo en el granero y quemará la paja en un fuego inextinguible».
Mc. 1. 9-11 Lc. 3. 21-22.
13 Entonces Jesús fue desde Galilea hasta el Jordán y se presentó a Juan para ser bautizado por él. 14 Juan se resistía, diciéndole: «Soy yo el que tiene necesidad de ser bautizado por ti, ¡y eres tú el que viene a mi encuentro!». 15 Pero Jesús le respondió: «Ahora déjame hacer esto, porque conviene que así cumplamos todo lo que es justo». Y Juan se lo permitió.
16 Apenas fue bautizado, Jesús salió del agua. En ese momento se le abrieron los cielos, y vio al Espíritu de Dios descender como una paloma y dirigirse hacia él. 17 Y se oyó una voz del cielo que decía: «Este es mi Hijo muy querido, en quien tengo puesta toda mi predilección».
Mc. 1. 12-13 Lc. 4. 1-13
4 1 Entonces Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto, para ser tentado por el demonio. 2 Después de ayunar cuarenta días con sus cuarenta noches, sintió hambre. 3 Y el tentador, acercándose, le dijo: «Si tú eres Hijo de Dios, manda que estas piedras se conviertan en panes». 4 Jesús le respondió: «Está escrito:
El hombre no vive solamente de pan,
sino de toda palabra que sale de la boca de Dios».
5 Luego el demonio llevó a Jesús a la Ciudad santa y lo puso en la parte más alta del Templo, 6 diciéndole: «Si tú eres Hijo de Dios, tírate abajo, porque está escrito:
Dios dará órdenes a sus ángeles,
y ellos te llevarán en sus manos
para que tu pie no tropiece con ninguna piedra».
7 Jesús le respondió: «También está escrito:
No tentarás al Señor, tu Dios».
8 El demonio lo llevó luego a una montaña muy alta; desde allí le hizo ver todos los reinos del mundo con todo su esplendor, 9 y le dijo: «Te daré todo esto, si te postras para adorarme». 10 Jesús le respondió: «Retírate, Satanás, porque está escrito:
Adorarás al Señor, tu Dios,
y a él solo rendirás culto».
11 Entonces el demonio lo dejó, y unos ángeles se acercaron para servirlo.
Mc. 1. 14-15 Lc. 4. 14-15
12 Cuando Jesús se enteró de que Juan había sido arrestado, se retiró a Galilea. 13 Y, dejando Nazaret, se estableció en Cafarnaún, a orillas del lago, en los confines de Zabulón y Neftalí, 14 para que se cumpliera lo que había sido anunciado por el profeta Isaías:
15 ¡Tierra de Zabulón, tierra de Neftalí,
camino del mar, país de la Transjordania,
Galilea de las naciones!
16 El pueblo que se hallaba en tinieblas
vio una gran luz;
sobre los que vivían en las oscuras regiones de la muerte,
se levantó una luz.
17 A partir de ese momento, Jesús comenzó a proclamar: «Conviértanse, porque el Reino de los Cielos está cerca».
Mc. 1. 16-20 Lc. 5. 1-11
18 Mientras caminaba a orillas del mar de Galilea, Jesús vio a dos hermanos: a Simón, llamado Pedro, y a su hermano Andrés, que echaban las redes al mar porque eran pescadores. 19 Entonces les dijo: «Síganme, y yo los haré pescadores de hombres». 20 Inmediatamente, ellos dejaron las redes y lo siguieron.
21 Continuando su camino, vio a otros dos hermanos: a Santiago, hijo de Zebedeo, y a su hermano Juan, que estaban en la barca con Zebedeo, su padre, arreglando las redes; y Jesús los llamó. 22 Inmediatamente, ellos dejaron la barca y a su padre, y lo siguieron.
9. 35 Lc. 4. 44 Mc. 1. 39; 3. 7-8 Lc. 6. 17-18
23 Jesús recorría toda la Galilea, enseñando en sus sinagogas, proclamando la Buena Noticia del Reino y curando todas las enfermedades y dolencias de la gente. 24 Su fama se extendió por toda la Siria, y le llevaban a todos los enfermos, afligidos por diversas enfermedades y sufrimientos: endemoniados, epilépticos y paralíticos, y él los curaba. 25 Lo seguían grandes multitudes que llegaban de Galilea, de la Decápolis, de Jerusalén, de Judea y de la Transjordania.
Las Bienaventuranzas
Lc. 6. 20-23
5 1 Al ver a la multitud, Jesús subió a la montaña, se sentó, y sus discípulos se acercaron a él. 2 Entonces tomó la palabra y comenzó a enseñarles, diciendo:
3 «Felices los que tienen alma de pobres, porque a ellos les pertenece el Reino de los Cielos.
4 Felices los afligidos, porque serán consolados.
5 Felices los pacientes, porque recibirán la tierra en herencia.
6 Felices los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados.
7 Felices los misericordiosos, porque obtendrán misericordia.
8 Felices los que tienen el corazón puro, porque verán a Dios.
9 Felices los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios.
10 Felices los que son perseguidos por practicar la justicia, porque a ellos les pertenece el Reino de los Cielos.
11 Felices ustedes, cuando sean insultados y perseguidos, y cuando se los calumnie en toda forma a causa de mí.
12 Alégrense y regocíjense entonces, porque ustedes tendrán una gran recompensa en el cielo; de la misma manera persiguieron a los profetas que los precedieron.
Mc. 9. 50 Lc. 14. 34-35 Mc. 4. 21 Lc. 8. 16; 11. 33
13 Ustedes son la sal de la tierra. Pero si la sal pierde su sabor, ¿con qué se la volverá a salar? Ya no sirve para nada, sino para ser tirada y pisada por los hombres.
14 Ustedes son la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad situada en la cima de una montaña. 15 Y no se enciende una lámpara para meterla debajo de un cajón, sino que se la pone sobre el candelero para que ilumine a todos los que están en la casa. 16 Así debe brillar ante los ojos de los hombres la luz que hay en ustedes, a fin de que ellos vean sus buenas obras y glorifiquen al Padre que está en el cielo.
17 No piensen que vine para abolir la Ley o los Profetas: yo no he venido a abolir, sino a dar cumplimiento. 18 Les aseguro que no desaparecerá ni una i ni una coma de la Ley, antes que desaparezcan el cielo y la tierra, hasta que todo se realice. 19 El que no cumpla el más pequeño de estos mandamientos, y enseñe a los otros a hacer lo mismo, será considerado el menor en el Reino de los Cielos. En cambio, el que los cumpla y enseñe, será considerado grande en el Reino de los Cielos.
20 Les aseguro que si la justicia de ustedes no es superior a la de los escribas y fariseos, no entrarán en el Reino de los Cielos.
21 Ustedes han oído que se dijo a los antepasados: No matarás, y el que mata, será condenado por el tribunal. 22 Pero yo les digo que todo aquel que se irrita contra su hermano, será condenado por el tribunal. Y todo aquel que lo insulta, será castigado por el Sanedrín. Y el que lo maldice, será condenado a la Gehena de fuego. 23 Por lo tanto, si al presentar tu ofrenda en el altar, te acuerdas de que tu hermano tiene alguna queja contra ti, 24 deja tu ofrenda ante el altar, ve a reconciliarte con tu hermano, y sólo entonces vuelve a presentar tu ofrenda. 25 Trata de llegar en seguida a un acuerdo con tu adversario, mientras vas caminando con él, no sea que el adversario te entregue al juez, y el juez al guardia, y te pongan preso. 26 Te aseguro que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último centavo.
18. 8-9 Mc. 9. 43-47
27 Ustedes han oído que se dijo: No cometerás adulterio. 28 Pero yo les digo: El que mira a una mujer deseándola, ya cometió adulterio con ella en su corazón. 29 Si tu ojo derecho es para ti una ocasión de pecado, arráncalo y arrójalo lejos de ti: es preferible que se pierda uno solo de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea arrojado a la Gehena. 30 Y si tu mano derecha es para ti una ocasión de pecado, córtala y arrójala lejos de ti: es preferible que se pierda uno solo de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea arrojado a la Gehena.
19. 9 Mc. 10. 11-12 Lc. 16. 18
31 También se dijo: El que se divorcia de su mujer, debe darle una declaración de divorcio. 32 Pero yo les digo: El que se divorcia de su mujer, excepto en caso de unión ilegal, la expone a cometer adulterio; y el que se casa con una mujer abandonada por su marido, comete adulterio.
33 Ustedes han oído también que se dijo a los antepasados: No jurarás falsamente, y cumplirás los juramentos hechos al Señor. 34 Pero yo les digo que no juren de ningún modo: ni por el cielo, porque es el trono de Dios; 35 ni por la tierra, porque es el estrado de sus pies; ni por Jerusalén, porque es la Ciudad del gran Rey. 36 No jures tampoco por tu cabeza, porque no puedes convertir en blanco o negro uno solo de tus cabellos. 37 Cuando ustedes digan “sí”, que sea sí, y cuando digan “no”, que sea no. Todo lo que se dice de más, viene del Maligno.
Lc. 6. 29-30
38 Ustedes han oído que se dijo: Ojo por ojo y diente por diente. 39 Pero yo les digo que no hagan frente al que les hace mal: al contrario, si alguien te da una bofetada en la mejilla derecha, preséntale también la otra. 40 Al que quiere hacerte un juicio para quitarte la túnica, déjale también el manto; 41 y si te exige que lo acompañes un kilómetro, camina dos con él. 42 Da al que te pide, y no le vuelvas la espalda al que quiere pedirte algo prestado.
Lc. 6. 27-28, 32-36
43 Ustedes han oído que se dijo: Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo. 44 Pero yo les digo: Amen a sus enemigos, rueguen por sus perseguidores; 45 así serán hijos del Padre que está en el cielo, porque él hace salir su sol sobre malos y buenos y hace caer la lluvia sobre justos e injustos. 46 Si ustedes aman solamente a quienes los aman, ¿qué recompensa merecen? ¿No hacen lo mismo los publicanos? 47 Y si saludan solamente a sus hermanos, ¿qué hacen de extraordinario? ¿No hacen lo mismo los paganos? 48 Por lo tanto, sean perfectos como es perfecto el Padre que está en el cielo.
6 1 Tengan cuidado de no practicar su justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos: de lo contrario, no recibirán ninguna recompensa del Padre que está en el cielo. 2 Por lo tanto, cuando des limosna, no lo vayas pregonando delante de ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles, para ser honrados por los hombres. Les aseguro que ellos ya tienen su recompensa. 3 Cuando tú des limosna, que tu mano izquierda ignore lo que hace la derecha, 4 para que tu limosna quede en secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.
5 Cuando ustedes oren, no hagan como los hipócritas: a ellos les gusta orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las calles, para ser vistos. Les aseguro que ellos ya tienen su recompensa. 6 Tú, en cambio, cuando ores, retírate a tu habitación, cierra la puerta y ora a tu Padre que está en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará. 7 Cuando oren, no hablen mucho, como hacen los paganos: ellos creen que por mucho hablar serán escuchados. 8 No hagan como ellos, porque el Padre que está en el cielo sabe bien qué es lo que les hace falta, antes de que se lo pidan.
Lc. 11. 1-4 Mc. 11. 25
9 Ustedes oren de esta manera:
Padre nuestro,
que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre,
10 que venga tu Reino,
que se haga tu voluntad
en la tierra como en el cielo.
11 Danos hoy nuestro pan de cada día.
12 Perdona nuestras ofensas,
como nosotros perdonamos
a los que nos han ofendido.
13 No nos dejes caer en la tentación,
sino líbranos del mal.
14 Si perdonan sus faltas a los demás, el Padre que está en el cielo también los perdonará a ustedes. 15 Pero si no perdonan a los demás, tampoco el Padre los perdonará a ustedes.
16 Cuando ustedes ayunen, no pongan cara triste, como hacen los hipócritas, que desfiguran su rostro para que se note que ayunan. Les aseguro que con eso, ya han recibido su recompensa. 17 Tú, en cambio, cuando ayunes, perfuma tu cabeza y lava tu rostro, 18 para que tu ayuno no sea conocido por los hombres, sino por tu Padre que está en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.
Lc. 12. 33-34
19 No acumulen tesoros en la tierra, donde la polilla y la herrumbre los consumen, y los ladrones perforan las paredes y los roban. 20 Acumulen, en cambio, tesoros en el cielo, donde no hay polilla ni herrumbre que los consuma, ni ladrones que perforen y roben. 21 Allí donde esté tu tesoro, estará también tu corazón.
Lc. 11. 34-36
22 La lámpara del cuerpo es el ojo. Si el ojo está sano, todo el cuerpo estará iluminado. 23 Pero si el ojo está enfermo, todo el cuerpo estará en tinieblas. Si la luz que hay en ti se oscurece, ¡cuánta oscuridad habrá!
Lc. 16. 13
24 Nadie puede servir a dos señores, porque aborrecerá a uno y amará al otro, o bien, se interesará por el primero y menospreciará al segundo. No se puede servir a Dios y al Dinero.
Lc. 12. 22-31
25 Por eso les digo: No se inquieten por su vida, pensando qué van a comer, ni por su cuerpo, pensando con qué se van a vestir. ¿No vale acaso más la vida que la comida y el cuerpo más que el vestido? 26 Miren los pájaros del cielo: ellos no siembran ni cosechan, ni acumulan en graneros, y sin embargo, el Padre que está en el cielo los alimenta. ¿No valen ustedes acaso más que ellos? 27 ¿Quién de ustedes, por mucho que se inquiete, puede añadir un solo instante al tiempo de su vida? 28 ¿Y por qué se inquietan por el vestido? Miren los lirios del campo, cómo van creciendo sin fatigarse ni tejer. 29 Yo les aseguro que ni Salomón, en el esplendor de su gloria, se vistió como uno de ellos. 30 Si Dios viste así la hierba de los campos, que hoy existe y mañana será echada al fuego, ¡cuánto más hará por ustedes, hombres de poca fe! 31 No se inquieten entonces, diciendo: “¿Qué comeremos, qué beberemos, o con qué nos vestiremos?”. 32 Son los paganos los que van detrás de estas cosas. El Padre que está en el cielo sabe bien que ustedes las necesitan. 33 Busquen primero el Reino y su justicia, y todo lo demás se les dará por añadidura. 34 No se inquieten por el día de mañana; el mañana se inquietará por sí mismo. A cada día le basta su aflicción.
Lc. 6. 37-38, 41-42 Mc. 4. 24
7 1 No juzguen, para no ser juzgados. 2 Porque con el criterio con que ustedes juzguen se los juzgará, y la medida con que midan se usará para ustedes. 3 ¿Por qué te fijas en la paja que está en el ojo de tu hermano y no adviertes la viga que está en el tuyo? 4 ¿Cómo puedes decirle a tu hermano: “Deja que te saque la paja de tu ojo”, si hay una viga en el tuyo? 5 Hipócrita, saca primero la viga de tu ojo, y entonces verás claro para sacar la paja del ojo de tu hermano.
6 No den las cosas sagradas a los perros, ni arrojen sus perlas a los cerdos, no sea que las pisoteen y después se vuelvan contra ustedes para destrozarlos.
Lc. 11. 9-13
7 Pidan y se les dará; busquen y encontrarán; llamen y se les abrirá. 8 Porque todo el que pide, recibe; el que busca, encuentra; y al que llama, se le abrirá. 9 ¿Quién de ustedes, cuando su hijo le pide pan, le da una piedra? 10 ¿O si le pide un pez, le da una serpiente? 11 Si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más el Padre de ustedes que está en el cielo dará cosas buenas a aquellos que se las pidan!
Lc. 6. 31
12 Todo lo que deseen que los demás hagan por ustedes, háganlo por ellos: en esto consiste la Ley y los Profetas.
Lc. 13. 24
13 Entren por la puerta estrecha, porque es ancha la puerta y espacioso el camino que lleva a la perdición, y son muchos los que van por allí. 14 Pero es angosta la puerta y estrecho el camino que lleva a la Vida, y son pocos los que lo encuentran.
12. 33 Lc. 6. 43-44
15 Tengan cuidado de los falsos profetas, que se presentan cubiertos con pieles de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. 16 Por sus frutos los reconocerán. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos o higos de los cardos? 17 Así, todo árbol bueno produce frutos buenos y todo árbol malo produce frutos malos. 18 Un árbol bueno no puede producir frutos malos, ni un árbol malo, producir frutos buenos. 19 Al árbol que no produce frutos buenos se lo corta y se lo arroja al fuego. 20 Por sus frutos, entonces, ustedes los reconocerán.
Lc. 6. 46; 13. 26-27
21 No son los que me dicen: “Señor, Señor”, los que entrarán en el Reino de los Cielos, sino los que cumplen la voluntad de mi Padre que está en el cielo. 22 Muchos me dirán en aquel día: “Señor, Señor, ¿acaso no profetizamos en tu Nombre? ¿No expulsamos a los demonios e hicimos muchos milagros en tu Nombre?”. 23 Entonces yo les manifestaré: “Jamás los conocí; apártense de mí, ustedes, los que hacen el mal”.
Lc. 6. 47-49
24 Así, todo el que escucha las palabras que acabo de decir y las pone en práctica, puede compararse a un hombre sensato que edificó su casa sobre roca. 25 Cayeron las lluvias, se precipitaron los torrentes, soplaron los vientos y sacudieron la casa; pero esta no se derrumbó porque estaba construida sobre roca. 26 Al contrario, el que escucha mis palabras y no las practica, puede compararse a un hombre insensato, que edificó su casa sobre arena. 27 Cayeron las lluvias, se precipitaron los torrentes, soplaron los vientos y sacudieron la casa: esta se derrumbó, y su ruina fue grande».
Mc. 1. 21-22 Lc. 4. 31-32
28 Cuando Jesús terminó de decir estas palabras, la multitud estaba asombrada de su enseñanza, 29 porque él les enseñaba como quien tiene autoridad y no como sus escribas.
Curación de un leproso
Mc. 1. 40-44 Lc. 5. 12-14
8 1 Cuando Jesús bajó de la montaña, lo siguió una gran multitud. 2 Entonces un leproso fue a postrarse ante él y le dijo: «Señor, si quieres, puedes purificarme». 3 Jesús extendió la mano y lo tocó, diciendo: «Lo quiero, queda purificado». Y al instante quedó purificado de su lepra. 4 Jesús le dijo: «No se lo digas a nadie, pero ve a presentarte al sacerdote y entrega la ofrenda que ordenó Moisés para que les sirva de testimonio».
Lc. 7. 1-10; 13. 28-29 Jn. 4. 46-53
5 Al entrar en Cafarnaún, se le acercó un centurión, rogándole: 6 «Señor, mi sirviente está en casa enfermo de parálisis y sufre terriblemente». 7 Jesús le dijo: «Yo mismo iré a curarlo». 8 Pero el centurión respondió: «Señor, no soy digno de que entres en mi casa; basta que digas una palabra y mi sirviente se sanará. 9 Porque cuando yo, que no soy más que un oficial subalterno, digo a uno de los soldados que están a mis órdenes: “Ve”, él va, y a otro: “Ven”, él viene; y cuando digo a mi sirviente: “Tienes que hacer esto”, él lo hace».
10 Al oírlo, Jesús quedó admirado y dijo a los que lo seguían: «Les aseguro que no he encontrado a nadie en Israel que tenga tanta fe. 11 Por eso les digo que muchos vendrán de Oriente y de Occidente, y se sentarán a la mesa con Abraham, Isaac y Jacob, en el Reino de los Cielos; 12 en cambio, los herederos del Reino serán arrojados afuera, a las tinieblas, donde habrá llantos y rechinar de dientes». 13 Y Jesús dijo al centurión: «Ve, y que suceda como has creído». Y el sirviente se curó en ese mismo momento.
Mc. 1. 29-31 Lc. 4. 38-39
14 Cuando Jesús llegó a la casa de Pedro, encontró a la suegra de este en cama con fiebre. 15 Le tocó la mano y se le pasó la fiebre. Ella se levantó y se puso a servirlo.
Mc. 1. 32-34 Lc. 4. 40-41
16 Al atardecer, le llevaron muchos endemoniados, y él, con su palabra, expulsó a los espíritus y curó a todos los que estaban enfermos, 17 para que se cumpliera lo que había sido anunciado por el profeta Isaías:
Él tomó nuestras debilidades
y cargó sobre sí nuestras enfermedades.
Lc. 9. 57-60
18 Al verse rodeado de tanta gente, Jesús mandó a sus discípulos que cruzaran a la otra orilla. 19 Entonces se aproximó un escriba y le dijo: «Maestro, te seguiré adonde vayas». 20 Jesús le respondió: «Los zorros tienen sus cuevas y las aves del cielo sus nidos; pero el Hijo del hombre no tiene dónde reclinar la cabeza».
21 Otro de sus discípulos le dijo: «Señor, permíteme que vaya antes a enterrar a mi padre». 22 Pero Jesús le respondió: «Sígueme, y deja que los muertos entierren a sus muertos».
Mc. 4. 35-41 Lc. 8. 22-25
23 Después Jesús subió a la barca y sus discípulos lo siguieron. 24 De pronto se desató en el mar una tormenta tan grande, que las olas cubrían la barca. Mientras tanto, Jesús dormía. 25 Acercándose a él, sus discípulos lo despertaron, diciéndole: «¡Sálvanos, Señor, nos hundimos!». 26 Él les respondió: «¿Por qué tienen miedo, hombres de poca fe?». Y levantándose, increpó al viento y al mar, y sobrevino una gran calma. 27 Los hombres se decían entonces, llenos de admiración: «¿Quién es este, que hasta el viento y el mar le obedecen?».
Mc. 5. 1-20 Lc. 8. 26-39
28 Cuando Jesús llegó a la otra orilla, a la región de los gadarenos, fueron a su encuentro dos endemoniados que salían de los sepulcros. Eran tan feroces, que nadie podía pasar por ese camino. 29 Y comenzaron a gritar: «¿Qué quieres de nosotros, Hijo de Dios? ¿Has venido aquí para atormentarnos antes de tiempo?». 30 A cierta distancia había una gran piara de cerdos paciendo. 31 Los demonios suplicaron a Jesús: «Si vas a expulsarnos, envíanos a esa piara». 32 Él les dijo: «Vayan». Ellos salieron y entraron en los cerdos: estos se precipitaron al mar desde lo alto del acantilado, y se ahogaron.
33 Los cuidadores huyeron y fueron a la ciudad para llevar la noticia de todo lo que había sucedido con los endemoniados. 34 Toda la ciudad salió al encuentro de Jesús y, al verlo, le rogaron que se fuera de su territorio.
Mc. 2. 1-12 Lc. 5. 17-26
9 1 Jesús subió a la barca, atravesó el lago y regresó a su ciudad. 2 Entonces le presentaron a un paralítico tendido en una camilla. Al ver la fe de esos hombres, Jesús dijo al paralítico: «Ten confianza, hijo, tus pecados te son perdonados». 3 Algunos escribas pensaron: «Este hombre blasfema». 4 Jesús, leyendo sus pensamientos, les dijo: «¿Por qué piensan mal? 5 ¿Qué es más fácil decir: “Tus pecados te son perdonados”, o “Levántate y camina”? 6 Para que ustedes sepan que el Hijo del hombre tiene sobre la tierra el poder de perdonar los pecados –dijo al paralítico– levántate, toma tu camilla y vete a tu casa». 7 Él se levantó y se fue a su casa. 8 Al ver esto, la multitud quedó atemorizada y glorificaba a Dios por haber dado semejante poder a los hombres.
Mc. 2. 13-14 Lc. 5. 27-28
9 Al irse de allí, Jesús vio a un hombre llamado Mateo, que estaba sentado a la mesa de recaudación de impuestos, y le dijo: «Sígueme». Él se levantó y lo siguió.
Mc. 2. 15-17 Lc. 5. 29-32
10 Mientras Jesús estaba comiendo en la casa, acudieron muchos publicanos y pecadores, y se sentaron a comer con él y sus discípulos. 11 Al ver esto, los fariseos dijeron a los discípulos: «¿Por qué su Maestro come con publicanos y pecadores?». 12 Jesús, que había oído, respondió: «No son los sanos los que tienen necesidad del médico, sino los enfermos. 13 Vayan y aprendan qué significa: Yo quiero misericordia y no sacrificios. Porque yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores».
Mc. 2. 18-22 Lc. 5. 33-39
14 Entonces se acercaron los discípulos de Juan y le dijeron: «¿Por qué tus discípulos no ayunan, como lo hacemos nosotros y los fariseos?». 15 Jesús les respondió: «¿Acaso los amigos del esposo pueden estar tristes mientras el esposo está con ellos? Llegará el momento en que el esposo les será quitado, y entonces ayunarán.
16 Nadie usa un pedazo de género nuevo para remendar un vestido viejo, porque el pedazo añadido tira del vestido y la rotura se hace más grande. 17 Tampoco se pone vino nuevo en odres viejos, porque los odres revientan, el vino se derrama y los odres se pierden. ¡No, el vino nuevo se pone en odres nuevos, y así ambos se conservan!».
Mc. 5. 21-43 Lc. 8. 40-56
18 Mientras Jesús les estaba diciendo estas cosas, se presentó un alto jefe y, postrándose ante él, le dijo: «Señor, mi hija acaba de morir, pero ven a imponerle tu mano y vivirá». 19 Jesús se levantó y lo siguió con sus discípulos.
20 Entonces se le acercó por detrás una mujer que padecía de hemorragias desde hacía doce años, y le tocó los flecos de su manto, 21 pensando: «Con sólo tocar su manto, quedaré curada». 22 Jesús se dio vuelta, y al verla, le dijo: «Ten confianza, hija, tu fe te ha salvado». Y desde ese instante la mujer quedó curada.
23 Al llegar a la casa del jefe, Jesús vio a los que tocaban música fúnebre y a la gente que gritaba, y dijo: 24 «Retírense, la niña no está muerta, sino que duerme». Y se reían de él. 25 Cuando hicieron salir a la gente, él entró, la tomó de la mano, y ella se levantó. 26 Y esta noticia se divulgó por aquella región.
27 Cuando Jesús se fue, lo siguieron dos ciegos, gritando: «Ten piedad de nosotros, Hijo de David». 28 Al llegar a la casa, los ciegos se le acercaron, y él les preguntó: «¿Creen que yo puedo hacer lo que me piden?». Ellos le respondieron: «Sí, Señor». 29 Jesús les tocó los ojos, diciendo: «Que suceda como ustedes han creído». 30 Y se les abrieron sus ojos. Entonces Jesús los conminó: «¡Cuidado! Que nadie lo sepa». 31 Pero ellos, apenas salieron, difundieron su fama por toda aquella región.
12. 22-24 Lc. 11. 14-15 Mc. 3. 22
32 En cuanto se fueron los ciegos, le presentaron a un mudo que estaba endemoniado. 33 El demonio fue expulsado y el mudo comenzó a hablar. La multitud, admirada, comentaba: «Jamás se vio nada igual en Israel». 34 Pero los fariseos decían: «Él expulsa a los demonios por obra del Príncipe de los demonios».
4. 23 Mc. 6. 34 Lc. 10. 2
35 Jesús recorría todas las ciudades y los pueblos, enseñando en sus sinagogas, proclamando la Buena Noticia del Reino y curando todas las enfermedades y dolencias. 36 Al ver a la multitud, tuvo compasión, porque estaban fatigados y abatidos, como ovejas que no tienen pastor. 37 Entonces dijo a sus discípulos: «La cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos. 38 Rueguen al dueño de los sembrados que envíe trabajadores para su cosecha».
Mc. 3. 13-19 Lc. 6. 13-16; 9. 1
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Matthieu (BPD) 1