Catena aurea ES 4622
4622 (Mt 16,22-23)
Y tomándole Pedro aparte, comenzó a increparle diciendo: "Lejos esto de ti, Señor, no será esto contigo". Y vuelto hacia Pedro, le dijo: "Quítateme de delante, Satanás, estorbo me eres; porque no entiendes las cosas que son de Dios, sino las de los hombres". (vv. 22-23)
Orígenes, homilia 1 in Matthaeum, 16. Cristo comienza a explicar el principio de sus misterios y ya Pedro los mira como indignos del Hijo de Dios vivo y olvidado de que nada de lo que el Hijo de Dios vivo hace merece reprensión, él se pone a reprenderlo en estos términos: "Y tomándole Pedro aparte, comenzó a increparle, etc. "
San Jerónimo. Hemos dicho muchas veces que Pedro tuvo para con el Señor un ardor vehemente y un amor grandísimo; no queriendo pues, después de su confesión y de la promesa que el Señor le había hecho, que quedara destruido el efecto de su confesión, y creyendo imposible que muriese el Hijo de Dios, lo toma con afecto o lo lleva aparte -a fin de no parecer que reprendía a su maestro en presencia de los demás condiscípulos- y llevado del amor empieza a reprenderlo y a decirle oponiéndosele: "Lejos de ti, Señor". O mejor como se lee en el griego: "Ten compasión de ti, Señor, no será esto contigo".
Orígenes, homilia 1 in Matthaeum, 16. Como si tuviera necesidad de esa compasión. Al mismo tiempo que el Señor acepta ese cariño reprende a Pedro por su ignorancia. Por eso sigue: "Y vuelto hacia Pedro, le dijo: Ve en pos de mí, Satanás, etc. " San Hilario, in Matthaeum, 16. El Señor, conociendo el origen de las intrigas del diablo, dice a Pedro: "Ve en pos de mí", queriendo decir con estas palabras que siguiera el ejemplo de su pasión. Y volviéndose hacia a aquel que había inspirado a Pedro esas palabras, añade: "Satanás, estorbo me eres". No conviene después de tantas promesas de dicha y de poder como se han hecho a Pedro, el aplicarle el nombre de Satanás y juzgarlo como un estorbo.
San Jerónimo. Para mí el error de este apóstol es resultado de su gran amor y bajo ningún concepto de la inspiración del diablo. El lector, pues, tenga presente en su prudencia, que esta dicha y poder fueron prometidos a Pedro, no para el presente, sino para el porvenir y por consiguiente, si los hubiera recibido en seguida, jamás hubiera tenido lugar en él una confesión tan miserable.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 54,3. ¿Y qué hay de admirable en que esto le haya ocurrido a Pedro, quien no había recibido revelación acerca de estas cosas? A fin de que sepáis, cómo las cosas que confesó de Cristo no fueron de Pedro, mirad la turbación que experimenta en las cosas que no le fueron reveladas. Porque él, midiendo lo que concierne a Cristo con su pensamiento humano y terrenal, cree infame e indigno del Hijo de Dios todo sufrimiento, por eso le dice el Señor: "Porque no entiendes las cosas que son de Dios, sino las de los hombres".
San Jerónimo. Que vale tanto como decir: es la voluntad de mi Padre y mía el que yo muera por la salvación de los hombres. Tú, mirando sólo a tu voluntad, no quieres que el grano de trigo caiga en la tierra, a fin de que lleve muchos frutos y por consiguiente, puesto que hablas cosas contrarias a mi voluntad, mereces el nombre de enemigo. Porque la palabra Satanás significa adversario o enemigo, no se crea, sin embargo (como opinan muchos), que Pedro fue condenado de la misma manera que Satanás. Porque a Pedro se le dice: "Ve en pos de mí, Satanás" (esto es, tú que eres contrario a mi voluntad, sígueme) y al diablo se le dijo: "Vete, Satanás" (Mt 4,10) y no se le dijo en pos de mí, para indicarle que se fuese al fuego eterno.
Orígenes, homilia 1 in Matthaeum, 16. Dijo, pues, el Señor a Pedro: "Marcha detrás de mí"; como si por su ignorancia hubiese dejado de ir detrás de Cristo y le llama Satanás a causa de esta misma ignorancia, que le había hecho decir cosas contrarias a Dios: bienaventurado aquel a quien Cristo se vuelve, aunque se vuelva para corregirle. Pero ¿por qué dice el Señor a Pedro: "Estorbo me eres", leyéndose (Ps 118,165): "Mucha paz para los que aman tu ley y no hay escándalo para ellos?" Pero debemos responder, que no sólo Jesús no se escandaliza, sino tampoco ningún hombre que tiene caridad perfecta, pero puede ser escándalo a otro haciendo o diciendo ciertas cosas, aunque él no pueda ser escandalizado. El llama escándalo para El a todo discípulo que peca, como decía San Pablo (2Co 11,29.) "¿Quién es escandalizado, sin que yo sufra?".
4624 (Mt 16,24-25)
Entonces dijo Jesús a sus discípulos, "si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz y sígame. Porque el que su alma quisiere salvar, la perderá. Mas el que perdiere su alma por mí, la hallará". (vv. 24-25)
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 55,1. Después de haber dicho Pedro: "Ten compasión de ti, Señor, de ninguna manera será esto contigo" (Mt 16,22) y el Señor le contestó: "Ve en pos de mí, Satanás" (Mt 16,23), el Señor no se contentó con esta sola reprensión, sino que quiso hacerle ver de una manera sobreabundante la inconveniencia de sus palabras y manifestarle el fruto de su pasión. Por eso se dice: "Entonces dijo a sus discípulos: si alguno quiere venir en pos de mí", que equivale a decir: Tú me dices: Ten compasión de ti. Pues yo te digo, que no sólo te será perjudicial el que yo evite mi pasión, sino que tú no te podrás salvar si no padeces, si no mueres y si no renuncias para siempre a tu vida. Y mirad cómo sus palabras no imponen violencia alguna. Porque no dijo: aunque no quierais debéis sufrir, sino el que quiera, de esta manera atrae más. Porque el que deja en libertad para elegir a quienes lo escuchan, los atrae mejor y la violencia sirve las más de las veces de obstáculo. Mas no propone esta verdad sólo a los apóstoles, sino a todo el universo, cuando dice: "Si alguno quiere", esto es, si el varón, si la mujer, si el rey, si el hombre libre, si el esclavo, etc. Tres son las cosas que dice el Señor que debe hacer. El negarse a sí mismo, el tomar su cruz y el seguirlo.
San Gregorio Magno, homiliae in Evangelia, 32,2. Porque el que no se niega a sí mismo no puede aproximarse a aquel que está sobre él. Pero si nos abandonamos a nosotros mismos, ¿adónde iremos fuera de nosotros? ¿O quién es el que se va, si se abandona a sí mismo? Nosotros somos una cosa caídos por el pecado y otra por nuestra naturaleza original. Nosotros nos abandonamos y nos negamos a nosotros mismos, cuando evitamos lo que fuimos por el hombre viejo y nos dirigimos hacia donde nos llama nuestra naturaleza regenerada.
San Gregorio Magno, homiliae in Hiezechihelem prophetam, hom. 10. Se niega a sí mismo aquel que reforma su mala vida y comienza a ser lo que no era y a dejar de ser lo que era.
San Gregorio Magno, Moralia, 23. Se niega también a sí mismo aquel que pisoteando su vano orgullo se presenta delante de los ojos de Dios, extraño a sí mismo.
Orígenes. Aunque parezca que alguno se abstiene de pecar, sin embargo, si no ha tomado la cruz de Cristo, no se puede decir, que está crucificado con Cristo o que está abrazado a su cruz. Por eso sigue: "Y toma su cruz".
San Juan Crisóstom, homiliae in Matthaeum, hom. 55,1. O de otro modo, el que niega a otro o a un hermano, o a un criado, o a otro cualquiera y no le asiste cuando le viere azotado o sufriendo cualquier otro tormento, éste no le ayuda. De tal manera quiere El que desconozcamos nosotros a nuestro cuerpo, que aun cuando fuere azotado, o sufriere cualquier otro tormento, es su voluntad el que no lo perdonemos. Porque esto en realidad es perdonarlo, al modo con que un padre perdona a sus hijos, cuando los entrega al maestro y manda que no los perdone. Y a fin de que nadie pueda pensar que es necesario negarse a sí mismo, tan solamente en cuanto a las palabras injuriosas y en cuanto a las afrentas, el Señor manifiesta hasta dónde debe uno negarse a sí mismo, es decir, hasta la muerte más afrentosa (esto es, de cruz) y esto es lo que da a entender por las palabras: "Y tome su cruz y sígame".
San Hilario, in Matthaeum, 16. Debemos, pues, seguir al Señor, tomando la cruz de su pasión si no en la realidad, al menos con la voluntad.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 55,2. Como que los ladrones sufren también mucho, el Señor, a fin de que nadie tenga por suficientes esa clase de sufrimientos de los malos, expone el motivo del verdadero sufrimiento, cuando dice: "Y me siga". Todo lo debemos sufrir por El y de El debemos aprender sus virtudes. Porque el seguir a Cristo consiste en ser celoso por la virtud y sufrirlo todo por El.
San Gregorio Magno, homiliae in Evangelia, 32,3. Podemos tomar la cruz de dos maneras. O dominando nuestro cuerpo con la abstinencia, o cargando nuestro espíritu con la compasión que inspiran las miserias del prójimo. Pero como muchas veces se mezclan algunos vicios con la virtud, debemos tomar en consideración que algunas veces la vanagloria acompaña a la mortificación de la carne y la virtud se hace visible y digna de alabanza, porque aparece la sequedad en el cuerpo y la palidez en el rostro. Y casi siempre se une una falsa piedad a la compasión del alma que nos arrastra con frecuencia a condescender con los vicios. El Señor a fin de evitar todo esto dice: "Y sígame".
San Jerónimo. O de otra manera, toma su cruz el que es crucificado para el mundo y sigue al Señor crucificado aquel, para quien el mundo está crucificado.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 55,2. En seguida el Señor suaviza cuanto acaba de decir, a fin de que no pareciera duro, prometiendo grandísimas recompensas a los trabajos y aflicciones a la malicia, por eso sigue: "Porque el que su alma quisiere salvar, la perderá".
Orígenes, homilia 2 in Matthaeum. De dos modos puede entenderse este pasaje; primero: si alguno ama la vida presente y teme morir creyendo que por la muerte perece su alma, la perdona; pero éste queriendo salvarla de esta manera la perderá, porque se aleja de la vida eterna. Si alguno lucha por la verdad hasta la muerte con desprecio de la vida presente, perderá ciertamente su alma en cuanto a la vida presente, pero como la perderá por Cristo, la salvará en cuanto a la vida eterna. Segundo modo: si alguno comprendiendo en qué consiste la verdadera salvación y deseando obtenerla para su alma, se niega a sí mismo y pierde su alma por Cristo en cuanto a los placeres carnales, éste, perdiendo su alma de esta manera, la salva mediante las obras piadosas. Y como el Señor dice: "El que quisiera", resulta que las dos maneras de entender este pasaje son exactamente iguales y una sola. Si pues las palabras: "Niéguese a sí mismo", se refieren a la muerte del cuerpo, claro está que sólo deben entenderse en cuanto a la muerte. Si negarse a sí mismo es renunciar a la vida terrenal, el perder su alma significa despojarse de todos los placeres de la carne.
4626 (Mt 16,26-28)
"Porque ¿qué aprovecha al hombre si ganare todo el mundo, y perdiere su alma? ¿O qué cambio dará el hombre por su alma? Porque el Hijo del Hombre ha de venir en la gloria de su Padre con sus ángeles; y entonces dará a cada uno según sus obras. En verdad os digo, que hay algunos de los que están aquí, que no gustarán la muerte, hasta que vean al Hijo del Hombre venir en su reino". (vv. 26-28)
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 55,3. Porque dijo el Señor: "El que quiere salvar, perderá y el que perderá, salvará" (poniendo en una y otra parte la salvación y la perdición), añade: a fin de que nadie crea que en ambos casos lo mismo es la salvación que la perdición. Porque ¿qué aprovecha al hombre si ganare todo el mundo y perdiere su alma? Como si dijera: a fin de que no digáis, que el que evitare todos los peligros que le amenazan por causa de Cristo, salva su alma; pero pon con tu alma todo el universo. ¿Qué hay para el hombre más terrible que el perder su alma para siempre? Porque si veis a vuestros criados alegres y vosotros sufrís la última enfermedad ¿de qué os sirve el mandar sobre ellos? Aplicad a vuestra alma esta consideración, teniendo presente que a los placeres lascivos debe seguir su perdición futura.
Orígenes, homilia 2 in Matthaeum. Yo soy de opinión, que aquel que no se niega a sí mismo ni pierde su alma en cuanto a los placeres carnales gana el mundo, pero pierde su alma para siempre. Entre estas dos cosas debemos preferir el perder el mundo, para de esta manera ganar nuestras almas.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 55,3. Aun cuando reinares sobre todo el mundo, no podrás comprar tu alma, por eso sigue: "Y ¿qué cosa dará el hombre por su alma?" Que vale tanto como decir: si perdieres las riquezas, podrás dar otras riquezas para comprarlas; pero si perdieres tu alma, no podrás dar otra alma, ni ninguna otra cosa cualquiera. ¿Por qué maravillarse de que acontezca esto al alma, cuando parece que también sucede al cuerpo? Porque aun cuando a un cuerpo enfermo de una manera incurable pusierais diez mil diademas, no por eso se pone bueno.
Orígenes, homilia 2 in Matthaeum. La primera cosa que se puede dar en cambio del alma, son los bienes temporales que puede dar el hombre a los pobres para salvar su alma. Pero no creo que tenga el hombre alguna otra cosa, que una vez dada, como en cambio de su alma, libre a ésta de la muerte; mas Dios dio en cambio de las almas de los hombres la preciosa sangre de su Hijo.
San Gregorio Magno, homiliae in Evangelia, 32,4. O de otro modo puede continuarse. La Iglesia santa tiene dos épocas, la de la persecución y la de la paz; y el Redentor dejó distintos preceptos para estas dos épocas. En tiempo de persecución debemos presentar el alma y en tiempo de paz debemos quebrantar todo lo que nos pueden dar los deseos terrenales, por eso se dice: "Porque ¿qué aprovecha al hombre, etc?"
San Jerónimo. Al invitar el Señor a sus discípulos a que se negaran a sí mismos y tomaran su cruz, todos los que lo escuchaban se llenaron de terror; pero a estos pensamientos tristes sucede la alegría con las palabras del Señor: "Porque el Hijo del hombre ha de venir en la gloria de su Padre, etc. " ¿Teméis la muerte? Oíd la gloria de su triunfo. ¿Tenéis miedo de la cruz? Escuchad a quién sirven los ángeles.
Orígenes, homilia 2 in Matthaeum. Que vale tanto como decir: Ahora vino el Hijo del hombre, pero no en su gloria, porque no era oportuno que viniese en su gloria cargado de nuestros pecados; pero vendrá en su gloria cuando hubiere preparado a sus discípulos y los hubiere hecho semejantes a El y participantes de su gloria.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 55,4. Mas no dijo El: en tal o cual gloria del Padre, a fin de evitar el que se sospechara que había dos glorias, sino en la gloria del Padre, para manifestar que hablaba de una misma gloria. Y si la gloria es una sola, claro es que también la sustancia es una sola. ¿Por qué tienes, oh Pedro, miedo a la palabra muerte? Entonces me verás en la gloria, mas si yo estoy en la gloria, también lo estaréis vosotros; pero al hablar de la gloria, insinúa cosas terribles, poniéndonos delante el juicio por las palabras: "Y entonces dará a cada uno según sus obras".
San Jerónimo. Porque donde no se atiende a las personas sino a las obras, no hay distinción entre el judío y el gentil, entre el hombre y la mujer, entre el pobre y el rico.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 55,4. Y dijo el Señor esto, no sólo para recordar a los pecadores los males, consecuencia de sus pecados, sino también las recompensas y las coronas a los justos.
San Jerónimo. Podía haber tenido lugar el escándalo que experimentaron los apóstoles en su interior de esta manera: nos anuncias los tormentos y la muerte para un tiempo venidero y dejas el cumplir tu promesa de venir en tu gloria para largo tiempo; mas el que penetra las cosas ocultas, previendo esta objeción, compensa el temor presente con una recompensa presente, diciendo: "En verdad os digo que hay algunos de los que están aquí, que no gustarán la muerte hasta que vean al Hijo del hombre venir en su reino, etc. "
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 56,1. El Señor queriendo manifestar lo que es la gloria en la que vendrá después, se la reveló a los apóstoles en la vida presente (en cuanto les era posible comprenderla), a fin de que no se abatieran con el pensamiento de la muerte del Señor.
Remigio. Esto que aquí se dice, fue cumplido a aquellos tres discípulos delante de quienes se transfiguró el Señor en la montaña, mostrándoles los goces de la recompensa eterna: ellos lo vieron cuando venía en su reino, esto es, brillando con la claridad, en la que lo verán, terminado el juicio, todos los santos.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 56,1. Mas el Señor, a fin de que los demás discípulos no desearan seguirle para ver la muestra de aquella gloria y no llevaran a mal el verse como despreciados, no dice de antemano los nombres de aquellos que debían subir a la montaña.
San Gregorio Magno, homiliae in Evangelia, 32,4. O también la Iglesia actual es el reino de Dios y como muchos de los discípulos del Señor debían vivir hasta que vieran construída esta Iglesia, levantada contra la gloria del mundo, el Señor los consuela con la siguiente esperanza: "Hay algunos de los que están aquí, etc. ".
Orígenes, homilia 2 in Matthaeum. En sentido moral se puede decir, que el Verbo de Dios tiene, para los que han sido llamados recientemente a la fe, la apariencia de un esclavo, mas para los perfectos viene en la gloria de su Padre. Sus ángeles son las palabras de los profetas, cuyo sentido espiritual no es posible entender antes de haber entendido espiritualmente la palabra de Cristo, a fin de que se vean aparecer al mismo tiempo las dos verdades en su Majestad. Entonces dará a cada uno la gloria según sus actos porque cuanto mejor obrare cada uno, tanto más espiritualmente comprende a Cristo y a sus profetas.
Orígenes, homilia 3 in Matthaeum. Los que están donde está Jesús son los que han puesto las bases sólidas de su alma en Jesús y de los más notables de éstos, son de los que se dice: "No gustarán la muerte hasta que vean al Hijo del hombre venir en su reino". Ven la eminencia de Dios, que no pueden ver los que están envueltos en diferentes pecados; estos últimos son los que gustan la muerte porque el alma, cuando peca, muere. Porque así como El es la vida y el pan vivo que bajó del cielo (Jn 6), así la muerte, su enemiga , es el pan muerto. De este pan comen algunos un poco y no hacen más que probarlo; otros, por el contrario, lo comen en abundancia. Los que pecan raras veces y levemente, no hacen más que gustar la muerte. Por el contrario, los que recibieron de un modo más perfecto la virtud espiritual, no gustan la muerte, sino que comen siempre del pan vivo. En las palabras: "Hasta que vean", no fija el tiempo, después del cual sucederá lo que no se verificó antes; esto no es más que la expresión de una cosa necesaria. Porque el que lo ve una vez en su gloria, jamás gustará la muerte.
Rábano. Los santos no hacen más que gustar la muerte del cuerpo y la aceptan con gusto un momento, pero están en plena posesión de la vida del alma.
4701 (Mt 17,1-4)
Y después de seis días, toma Jesús consigo a Pedro, a Santiago y a Juan su hermano, y los lleva aparte a un monte alto. Y se transfiguró delante de ellos. Y resplandeció su rostro como el sol; y sus vestiduras se volvieron blancas como la nieve. Y he aquí les aparecieron Moisés y Elías hablando con El. Y tomando Pedro la palabra, dijo a Jesús: "Señor, bueno es que nos estemos aquí: si quieres hagamos aquí tres tiendas: una para Ti, otra para Moisés y otra para Elías". (vv. 1-4)
Remigio. Seis días después el Señor realizó, en la transfiguración sobre la montaña, la promesa que había hecho a los discípulos de su aparición gloriosa. Por eso se dice: "Y después de seis días, toma Jesús consigo a Pedro, a Santiago y a Juan", etc.
San Jerónimo. Mas pregunto yo: ¿cómo se pone después de seis días, mientras que San Lucas pone ocho? Pero la contestación es fácil. Porque aquí se habla de los días intermedios, mientras que Lucas cuenta también el primero y el último.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 56,1. El Señor espera que pasen seis días y no lleva inmediatamente a sus discípulos a la montaña, con el objeto de que los demás discípulos no abriguen sentimiento alguno de envidia, o bien para que llenos de vehementes deseos durante ese tiempo, los que habían de subir se acercaran con más ardor de su alma.
Rábano. Mas con razón les manifestó su gloria después de seis días, porque después de las seis edades o épocas del mundo tendría lugar su resurrección.
Orígenes, homilia 3 in Matthaeum. O también, porque este mundo fue hecho visible en seis días completos y el que penetra todas las cosas del mundo, es el que puede subir a las altas montañas y contemplar la gloria del Verbo de Dios.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 56,1. Tomó El a esos tres discípulos porque eran los que ocupaban los tres puestos más elevados. Ved como San Mateo no oculta esa preferencia de los tres discípulos, ni tampoco San Juan, que hace mención de las principales alabanzas de Pedro: no conocían los apóstoles ni la emulación ni la vanagloria.
San Hilario, in Matthaeum, 17. También se significa en los tres que tomó consigo la futura elección de los pueblos, atendido el triple origen de Cam, Sem y Jafet.
Rábano. O también lleva consigo solamente tres, porque son muchos los llamados y pocos los elegidos. O también porque los que conservan ahora en su alma pura la fe de la Santa Trinidad, gozarán después de su visión eterna.
Remigio. El Señor, para manifestar a sus discípulos la gloria de su felicidad, los lleva al monte. Por eso sigue: "Y los lleva a un monte", etc. En esto el Señor nos enseña que es preciso, para todo el que desea contemplar a Dios, no estar enfangado en los bajos placeres, sino levantar su alma a las cosas celestiales mediante el amor de las cosas superiores. También a sus discípulos, les enseña que no deben buscar la gloria de su beatitud divina en las regiones bajas del mundo, sino en el reino de la beatitud celestial. Y son llevados separadamente, porque todos los santos están separados con toda su alma y por la dirección de la fe de toda mancha y serán separados radicalmente en el tiempo venidero, o también porque muchos son los llamados y pocos los elegidos.
Sigue: "Y se transfiguró", etc.
San Jerónimo. El Señor apareció a los apóstoles como estará en el día del juicio. No se crea que el Señor dejó su aspecto y forma verdadera, o la realidad de su cuerpo y que tomó un cuerpo espiritual. El mismo evangelista nos dice cómo se verificó esta transfiguración en estas palabras: "Resplandeció su rostro como el sol y sus vestiduras se volvieron blancas como la nieve"; estas palabras nos manifiestan que su rostro resplandecía y que sus vestiduras eran blancas. No hay cambio, pues, en la substancia, el brillo es lo que había cambiado. El Señor efectivamente se transformó en aquella gloria, con que vendrá después a su Reino. La transformación le dio esplendor, mas no le quitó la figura. Supongamos que su cuerpo hubiese sido espiritual, ¿cómo se cambiaron sus vestiduras? Porque se pusieron tan blancas, que, según otro evangelista (Mc 9), ningún lavandero de la tierra las podría poner tan blancas. Todo esto es corporal y apreciado por el tacto y no espiritual que ilusiona la vista y es sólo un fantasma.
Remigio. Y si el rostro del Señor resplandeció como el sol y el de los santos resplandecerá también como el sol, ¿será, por ventura, igual el resplandor del Señor y el de sus siervos? De ninguna manera; sino que como no hay cosa que brille tanto como el sol, se vale de él como comparación de la resurrección futura y por eso dice que el rostro del Señor y el de los santos brillarán como el sol.
Orígenes, homilia 3 in Matthaeum. En sentido místico aquel que, según lo que hemos dicho, ha pasado seis días, ve a Jesús transfigurado delante de los ojos de su corazón. Porque el Verbo de Dios tiene diversas formas y se manifiesta a cada uno bajo la forma que conviene al que se manifiesta y a ninguno se manifiesta de una manera distinta de la que cada uno puede recibir. Por esta razón no dijo: se transfiguró simplemente, sino delante de ellos. Porque comprenden simplemente en los Evangelios a Jesús aquellos, que no suben por el ejercicio de las virtudes espirituales al monte elevado de la sabiduría; pero los que suben, le conocen no ya según la carne, sino como Verbo de Dios. Delante de éstos se transfigura Jesús, mas no delante de aquellos que viven entregados a la vida de la tierra. Y éstos, delante de los que se transfigura Jesús, son hechos hijos de Dios, y se muestra Jesús a ellos como el sol de justicia y con vestiduras brillantes como la luz. Estas vestiduras, de que se cubre Jesús, son los discursos y los escritos evangélicos, por los que los apóstoles han expresado sus misterios.
Glosa. O también significan las vestiduras los santos, de quienes dice Isaías (Is 49,18): "Te vestirás como con un vestido de todos ellos". Son comparados con la nieve porque brillarán con la blancura de la virtud y estarán lejos del fuego de las pasiones.
Sigue: "Y he aquí les aparecieron Moisés", etc.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 56,1. Hubo muchos motivos para esto. Primeramente porque el pueblo decía que Jesús era Elías o Jeremías, o uno de los profetas y para que vieran la diferencia entre el Señor y sus siervos, se manifestó rodeado de los principales profetas. En segundo lugar, porque continuamente acusaban los judíos a Jesús de transgresor de la Ley, de blasfemo y de usurpador de la gloria del Padre y a fin de hacer ver Jesús su inocencia de todas estas acusaciones, se presenta con aquellos, cuyo testimonio era irrecusable para ellos. Porque Moisés promulgó la Ley y Elías no tuvo rival en celo por la gloria de Dios. Otro motivo fue, para que supiesen que El tenía poder sobre la muerte y sobre la vida. Por esta razón presenta a Moisés que había muerto y a Elías que aun vivía. El evangelista añade otro motivo y es el manifestar la gloria de la cruz y calmar a Pedro y a otros discípulos, que tanto miedo tenían a la pasión. Porque hablaban, dice otro evangelista (Lc 9), de la muerte que debía tener lugar en Jerusalén. Por eso se presenta con aquellos que se expusieron a morir por agradar a Dios y por la salud de los que creían. Ambos, en efecto, se presentaron libremente a los tiranos, Moisés al Faraón (Ex 5) y Elías a Achab (1R 10) También se aparece con ellos, para animar a los discípulos a que imitasen a Moisés en la mansedumbre y a Elías en el celo.
San Hilario, in Matthaeum, 17. Moisés y Elías fueron elegidos entre todos los santos para asistir a Cristo, para manifestarnos que el reino de Cristo está colocado entre la Ley y los Profetas, con los que juzgará el Señor, según tiene anunciado al pueblo de Israel.
Orígenes, homilia 3 in Matthaeum. Si alguno comprende la relación del espíritu de la Ley y las palabras de Jesús y la sabiduría de Cristo oculta en las profecías, éste ve a Moisés y a Elías en la misma gloria con Jesús.
San Jerónimo. Es de considerar que el Señor se negó a dar a los escribas y a los fariseos las señales que le pedían. Y a los apóstoles, para aumentar su fe, les da la señal: nada menos que la de hacer bajar a Elías del lugar donde estaba y la de sacar a Moisés de entre los muertos, que es lo que se había mandado a Achab por Isaías (Is 7): "Que pidiese una señal en el cielo o en el infierno".
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 56,2. Las palabras que dijo el ardoroso Pedro son éstas: "Y tomando Pedro la palabra, dijo: Señor, bueno es que nos estemos aquí", etc. Porque comprendió que era conveniente que Jesús fuera a Jerusalén, aun teme por Cristo, pero después de la reprensión no se atreve a decir otra vez: "Ten compasión de Ti" (Mt 16,22), mas indirectamente y con otras palabras le insinúa lo mismo. Porque veía la mucha tranquilidad y la soledad, pensó que les era conveniente quedarse allí; él lo conjetura por la disposición del lugar y esto es lo que significan las palabras: "Bueno es que nos estemos aquí", etc. Quiere permanecer allí para siempre y por eso habla de tiendas: "Si quieres, hagamos aquí tres tiendas" etc. ; pensó que si se hacían éstas no iría Jesús a Jerusalén y si no iba no moriría, pues sabía que allí le tenderían lazos los escribas. Pensaba además con la presencia de Elías, que hizo bajar fuego sobre la montaña (2R 1) y con la de Moisés, que entró en una nube y habló a Dios (Ex 24 Ex 33), que podrían ocultarse de manera que ningún pecador pudiese saber dónde estaban.
Remigio. O de otra manera, Pedro, después de haber visto la majestad del Señor y de sus dos siervos, se complació de tal manera, que se olvidó de todo lo temporal y quisiera estar allí eternamente. Y si entonces Pedro se entusiasmó de esa manera, ¿cuán grande no será la suavidad y la dulzura al ver al Rey en todo su esplendor y al encontrarse en medio de los coros de los ángeles y de todos los santos? En las palabras de Pedro: "Señor, si quieres", se ven claramente la humildad del súbdito y la obediencia del servidor.
San Jerónimo. Vas equivocado, Pedro; o como dice otro evangelista (Lc 9), no sabes lo que te dices: no busques tres tiendas porque no hay más tienda que la del Evangelio, donde están contenidos la Ley y los Profetas. Mas si buscas tres tiendas, no iguales a los siervos con el Señor; haz tres tiendas (o mejor una sola) para el Padre, para el Hijo y para el Espíritu Santo. Porque las tres Personas que forman un solo Dios, no deben tener en tu corazón más que una sola tienda.
Remigio. Se equivocó además porque quiso establecer aquí en la tierra el reino de los elegidos, que prometió Dios dar en el cielo. Se equivocó también porque se olvidó de que tanto él como sus compañeros eran mortales y quiso subir, sin gustar la muerte, a la felicidad eterna.
Rábano. Y además, porque quiso hacer tiendas para la vida del cielo donde no hay necesidad de casas, según aquellas palabras (Ap 21,22): "Yo no vi templo en ella".
4705 (Mt 17,5-9)
El estaba aún hablando, cuando vino una nube luminosa que los cubrió. Y he aquí una voz de la nube, diciendo: "Este es mi Hijo el amado, en quien Yo mucho me he complacido: a El escuchad". Y cuando lo oyeron los discípulos, cayeron sobre sus rostros y tuvieron gran miedo. Mas Jesús se acercó y los tocó, y les dijo: "Levantaos, y no temáis". Y alzando ellos los ojos, a nadie vieron, sino sólo a Jesús. Y al bajar ellos del monte, les mandó Jesús, diciendo: "No digáis a nadie la visión, hasta que el Hijo del Hombre resucite de entre los muertos". (vv. 5-9)
San Jerónimo. Todos los que querían una tienda terrenal hecha de ramas o de tiendas de campaña, están envueltos por la sombra de una nube brillante. Por eso se dice: "El estaba aún hablando, cuando vino una nube luminosa", etc.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 56,3. El Señor presenta una nube tenebrosa, como aconteció en Sinaí (Ex 19), cuando amenaza, pero como no trataba aquí de aterrar sino de enseñar, hizo aparecer una nube luminosa.
Orígenes, homilia 3 in Matthaeum. La nube luminosa que rodea a los santos es la virtud del Padre, o quizás el Espíritu Santo, y diré también que nuestro Salvador es la nube luminosa que cubre al Evangelio, a la Ley y a los Profetas. Así lo comprenden los que pueden mirar a la luz en su origen.
San Jerónimo. Pedro hizo una pregunta inconveniente y por eso no mereció la contestación del Señor, pero contesta el Padre por el Hijo, para que tuviera cumplimiento la palabra del Señor (Jn 8,18): "El que me ha enviado da testimonio de Mí".
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 56,3. Mas no hablan Moisés ni Elías, sino que el Padre, que está sobre ellos, hace salir su voz de entre la nube, a fin de que crean los discípulos que esa voz viene de Dios. Siempre suele Dios aparecer en una nube, según aquello (Ps 96,2): "La nube y la obscuridad están a su alrededor" y esto es lo que se dicen en las palabras: "Y he aquí una voz de la nube, diciendo".
San Jerónimo. El Padre hace que se oiga su voz desde el cielo, que da testimonio de su Hijo y enseña a Pedro, libre de error, la verdad. Y por medio de Pedro la enseña a los demás apóstoles. Por eso añade: "Este es mi Hijo el amado"; para éste debe hacerse una tienda, a éste debe obedecerse, éste es el Hijo, aquellos son los siervos. Ellos, lo mismo que vosotros, deben preparar al Señor una tienda en lo más profundos de su corazón.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 56,3. No temas, pues, Pedro. Porque si Dios es poderoso, claro está que del mismo modo es poderoso el Hijo y si El te ama, no temas. Porque El no pierde al que ama, ni tú lo puedes amar tanto como El ama a su Padre, puesto que lo ama, no sólo porque lo ha engendrado, sino porque los dos no tienen más que una sola voluntad. Sigue: "En quien Yo mucho me he complacido", que vale tanto como decir, "en quien descanso", "a quien acepto", porque cumple con celo cuanto viene del Padre y no hay más que una sola voluntad entre El y el Padre y si éste quiere que sea crucificado, tú no te opongas.
San Hilario, in Matthaeum, 17. La voz del cielo atestigua que éste es el Hijo, el amado, aquel en quien se complace el Padre y a quien debemos obedecer, a quien debemos escuchar: "Escuchadle". El mismo, garante de tales maestros, había confirmado con su ejemplo que el que se niegue a sí mismo, cargue su cruz, muriendo el cuerpo, se haría merecedor a la gloria del Reino Celestial.
Remigio. Dice, pues: "Escuchadle", como si dijera en otros términos: desaparezcan las sombras legales, los símbolos de los profetas y seguid la luz brillante del Evangelio. O también, "Escuchadle", a fin de manifestar que El es a quien anunció Moisés (Dt 18,13), diciendo: "Dios os suscitará un Profeta de entre vuestros hermanos; escuchadle como a mí". El Señor tuvo, pues, muchos testigos por todas partes. En el cielo la voz del Padre, en el paraíso a Elías, en los infiernos a Moisés y entre los hombres a los apóstoles, a fin de que delante de su nombre se doblase toda rodilla en el cielo, en la tierra y en los infiernos (Ph 2)
Orígenes, homilia 3 in Matthaeum. La voz de la nube se dirige a Moisés y a Elías, que deseaban ver y oír al Hijo de Dios, o a los discípulos para instruirlos.
Glosa. Es de notar que el misterio de la segunda regeneración, que se verificará cuando resucitare la carne, se armoniza perfectamente con el misterio de la primera regeneración, que tiene lugar en el bautismo, donde resucita el alma. En el bautismo de Cristo se manifestó toda la Trinidad. Porque allí estuvo el Hijo encarnado, se apareció el Espíritu Santo en forma de paloma y el Padre se declaró en la voz. De la misma manera en la transfiguración, que es una figura misteriosa de la regeneración, se apareció toda la Trinidad: el Padre en la voz, el Hijo en el hombre y el Espíritu Santo en la nube. Se pregunta ahora: ¿por qué el Espíritu Santo se apareció en el bautismo en forma de paloma y en la transfiguración en una nube? Porque suele manifestar ordinariamente sus dones invisibles por las formas que revisten exteriormente. Da en el bautismo la inocencia, significada por la sencillez de la paloma y en la resurrección dará resplandor y descanso. Este está figurado por la nube, y el resplandor de los cuerpos resucitados por el brillo de la nube luminosa.
Sigue: "Y cuando lo oyeron los discípulos, cayeron sobre sus rostros y tuvieron gran miedo".
San Jerónimo. Por tres causas cayeron aterrados de miedo. Porque comprendieron su error, porque quedaron envueltos en la nube luminosa y porque oyeron la voz de Dios cuando les hablaba. Y no pudiendo soportar la fragilidad humana tan grande gloria, se estremece con todo su cuerpo y toda su alma y cae en tierra. Porque el hombre que no conoce su medida, cuanto más quisiere elevarse hacia las cosas sublimes, más se desliza hacia las bajas.
Remigio. El acto de caer los discípulos sobre sus rostros es indicio de santidad. Porque de los santos se dice que caen sobre sus rostros y los impíos de espaldas.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 56,4. ¿Pero cómo es que cayeron sobre sus rostros los discípulos en el monte, cuando antes en el bautismo de Cristo se oyó la misma voz, y, sin embargo, ninguno de los asistentes experimentó semejante cosa? Porque era grande la soledad, la altura y el silencio, la transfiguración imponente, la luz brillante y la nube extendida, todo lo cual no podía menos de causar espanto en el corazón de los discípulos.
San Jerónimo. El Señor misericordioso, viendo a sus discípulos arrojados por el suelo e incapaces de levantarse, se acerca a ellos y los toca. Con su contacto se desvanece el miedo y los debilitados miembros adquieren robustez. Esto es lo que significa: "Y se acercó el Señor y los tocó". Y sanó con su voz a los que había sanado con su mano. Por eso sigue: "Y les dijo: levantaos y no temáis". Primeramente les quita el miedo, para enseñarles después la doctrina. Sigue: "Y alzando ellos los ojos, a nadie vieron sino sólo a Jesús". No sin motivo obró de este modo. Porque si hubieran continuado allí Moisés y Elías con el Señor, no hubieran tenido seguridad los discípulos de a quien daba testimonio la voz del Padre. Ven que el Señor estaba allí y que se desvanecieron Moisés y Elías. Porque después que desapareció la sombra de la ley y de los profetas, se vuelven a encontrar las dos cosas en el Evangelio. Sigue: "No digáis a nadie la visión", etc. No quiere que se publique lo que habían visto entre los pueblos, para que al oír la magnitud del prodigio no lo creyesen imposible y para que no sirviese a los hombres rudos de escándalo, el que a tan grande gloria siguiese después la cruz.
Remigio. O también, porque si se divulgaba en el pueblo la majestad del Señor, este mismo pueblo se opondría a los príncipes de los sacerdotes, e impediría la pasión y de este modo sufriría retraso la redención del género humano.
San Hilario, in Matthaeum, 17. Les manda que guarden silencio sobre las cosas que habían visto, a fin de que, cuando estuvieren llenos del Espíritu Santo, fuesen testigos de los hechos espirituales que acontecieran entonces.
Catena aurea ES 4622