CONVERSACIONES A CELINA-Teresa del Niño Jesús 1





ÚLTIMAS CONVERSACIONES ÚLTIMOS DICHOS DE TERESA A CELINA



Julio - Septiembre de 1897 +

12 de julio

1 En medio de una conversación Teresa se interrumpió de repente mirándome con compasión y con ternura, y dijo:

«... Sor Genoveva será la que más va a sentir mi partida; y me parece que ella es ciertamente la más digna de compasión, pues, en cuanto tiene un problema, viene a buscarme, y ya no va a tener a nadie...

... Sí, pero Dios le dará fuerzas... Y además, ¡yo volveré!» (1).

Y dirigiéndose a mí: «Vendré a buscarte lo antes posible, y haré que papá forme parte de la comitiva; ya sabes que siempre tenía prisa.. (*)».


(*) (Con eso no quería decir que fuese un precipitado, sino que aludía a su temperamento que no le permitía dejar para el día siguiente lo que podía hacer la víspera. Una vez que tomaba una decisión, nunca se le quedaba mucho tiempo entre las manos.)


2 Más tarde, mientras yo desempeñaba a su lado mi oficio de enfermera, hablando como siempre de la cercana separación, se puso a canturrear, poniéndose en mi lugar, esta coplilla que iba componiendo a medida que cantaba (melodía del cántico «Il est à moi»):

«Es mía aquella a quien el mismo cielo,
el cielo entero vino a arrebatarme.
Es mí, y yo la quiero, sí, la quiero.
Nada podrá nunca separarnos».

3 Yo le decía: «Dios no podrá llevarme inmediatamente después de tu muerte, pues no habré tenido tiempo de ser buena». Contestó:

- «Eso no importa. Acuérdate de san José de Cupertino: tenía una inteligencia mediocre, era ignorante y no conocía a fondo más que este evangelio: Beatus venter qui te portavit. Le preguntaron precisamente por este tema, y respondió tan bien que todos se quedaron admirados y fue admitido con grandes honores al sacerdocio, junto con sus tres compañeros, sin más examen. Pues, juzgaron, de sus sublimes respuestas, que sus compañeros debían de saber tanto como él. Así que yo responderé por ti y Dios te dará gratis todo lo que me haya dado a mí». 4 Ese mismo día, mientras yo iba de acá para allá por la enfermería, dijo mirándome: «Mi pequeño Valeriano...». (Algunas veces comparaba nuestra unión a la de santa Cecilia y Valeriano(2).)


Julio

1 Al mirarme, le brotaban espontáneamente comentarios como éstos: «Seremos como dos patitos, ya sabes qué de cerca se siguen uno a otro». «¡Qué disgusto me voy a llevar si veo a cualquier otro sentado en las rodillas de Dios! Me pasaré todo el día llorando...». A mi Teresita le había impresionado mucho el pasaje del Evangelio en que Jesús niega a los hijos del Zebedeo el estar en el cielo a su derecha y a su izquierda, y decía: «Me imagino que Dios tiene reservados esos lugares para «dos niños»... Y esperaba que esos dos niños privilegiados fuésemos ella y yo... (Eso es lo que explica mis reiteradas preguntas reveladoras del temor, ¡por cierto, fundado!, de no ser nunca digna de esa merced.) La gracia del Haec facta est mihi, acaecida unas tres semanas después de su muerte, fue la respuesta a la siguiente pregunta íntima que le formulé de pronto durante el Oficio de Tercia: «Teresa no me ha dicho si ha recibido el sitio que esperaba: estar sobre las rodillas de Dios...». En ese preciso momento el coro estaba diciendo: «Haec facta est mihi»... Y no entendía estas palabras, cuya traducción busqué una vez terminado el Oficio: «Haec facta est mihi»... «Esto es lo que a mí me toca...».

2 Yo había dicho que, al perderla, me volvería loca. Respondió: «Si te vuelves loca, chacha, el «Bon-Sauveur» (el Salvador) vendrá a buscarte» (3). («Chacha» era un sobrenombre que ella me daba, con permiso de nuestra Madre, porque yo la atendía y porque, al tener que llamarme continuamente, la cansaba menos pronunciar ese nombre que el mío.)

3 Al ver que la madre Inés de Jesús escribía todos los preciosos dichos de nuestro Ángel, mientras que yo sólo podía anotar a toda prisa los que se referían personalmente a mí, manifesté así mi pesar por no poder escribirlo todo:

«Yo no hago como las otras, no tomo nota de lo que dices». Ella respondió inmediatamente: «Tú no lo necesitas, yo vendré a buscarte...».

(Antes de que la bajasen a la enfermería, allá por el mes de junio, viéndome un día desolada ante la perspectiva de su cercana partida, se dirigió al Niño Jesús y, apuntándole con el dedo en un gesto encantador, le dijo como si quisiera leerle la cartilla:

«Jesusito, Jesusito, si me llevas a mí, tendrás que llevarte también a la Señorita Lili (*). Estas son mis condiciones, así que mira bien lo que haces... Nada de términos medios: o lo tomas o lo dejas.


(*) Sobrenombre familiar que se remontaba a nuestra niñez y que ella me daba en la intimidad. Nos lo había inspirado un cuento infantil titulado «El señor Totó y la señorita Lilí»: ella era el Sr. Totó y yo la Srta. Lilí.


4 El 22 de julio escribía yo a mi tía, la señora de Guérin:

... El otro día le leía yo a mi enfermita un pasaje sobre la bienaventuranza del cielo (*), y me interrumpió para decirme: «No es eso lo que me atrae...».

- ¿Pues qué es?, le contesté.

- «¡El amor! Amar, ser amada y volver a la tierra para hacer amar al amor»(4). (Esto no está en el autógrafo.) (*) Yo estaba sentada junto a la ventana.

5 Por la noche había expectorado sangre. De tanto en tanto, con sus modales infantiles, me enseñaba toda contenta el plato (5). Con frecuencia, me señalaba el borde con cierto aire de tristeza que quería decir: «yo lo quisiera lleno hasta aquí». Yo le contesté también tristemente: - «¿Qué importa que haya mucho o que haya poco? El hecho en sí es ya una señal de tu muerte...». Y luego añadí: «¡Ay, tú tienes más suerte que yo, pues yo no tengo ninguna señal de la mía! Ella replicó de inmediato: ¡Sí, tienes una señal! Mi muerte es señal de la tuya...


(1) Cfr. CA 9.7.2.

(2) Cfr. Ms A 61 vº; PN 3; Cta 149 y 161.

(3) Juego de palabras con «Bon Sauveur», nombre de la casa de salud de Caen en la que estuvo ingresado el señor Martin.

(4) «Para hacer amar al Amor». Sor Genoveva tachó estas palabras y añadió la frase: «(esto no está en el autógrafo)». El autógrafo quiere decir su carta del 22 de julio a la señora de Guérin. Sobre este tema puede consultarse la edición crítica de las Ultimas Conversaciones: UC, pp. 647- 649.

(5) Platito que estaba en el suelo y que le servía de escupidera; cfr. CA 31.7.6.



21 de julio

Mientras cumplía mi oficio en la enfermería, ordenando la habitación, ella me seguía con la mirada, y de pronto rompió el silencio con una frase que nada había provocado: «En el cielo tú te sentarás a mi lado».

Y más tarde, citando un pasaje de una hermosa poesías sobre Luis VXVII (6): «Pronto vendrás conmigo ... a acunar al niño que llora, y, en su ardiente morada, con soplo luminoso, a renovar los soles...». «Y después te pondré las alas azul marino de un rojo querubín... Te las sujetaré yo misma, pues tú no vas a saber, tú te las pondrías o demasiado bajas o demasiado altas».


(6) Poesía de Víctor Hugo.



24 de julio

1 Conocía multitud de historietas, y recordaba cantidad de anécdotas, de las que se servía en el momento oportuno, lo cual hacía que su conversación fuera muy gráfica y aguda. «Eres un alma de buena voluntad; no temas, tienes una "perrita" que te salvará de todos los peligros...». (Alusión a la confesión que el demonio había hecho al P. Surin en el curso de un exorcismo: «Salgo adelante con todo; excepto con esta perra de buena voluntad, contra la que nada puedo»).

2 Yo le decía: «Tú eres mi ideal, y ese ideal no puedo alcanzarlo, ¡qué horrible! Creo que no tengo lo que se necesita para ello. Soy como un niño pequeño que no tiene conciencia de las distancias: desde los brazos de su madre tiende la manita para coger la cortina o cualquier otro objeto..., ¡sin darse cuenta de que están muy lejos!». «Sí, pero en el último día, Jesús acercará su Celinita a todo lo que había deseado, y entonces lo cogerá todo».



3 de agosto

«Tú eres pequeñita, no lo olvides, y cuando uno es pequeñito no tiene grandes pensamientos» (7).


(7) Sobre los «grandes pensamientos», cfr. Ms C 19rº/vº; Cta 89 y 141 a Celina.


4 de agosto

1 En mis primeros años de vida religiosa asistí a una verdadera destrucción de mi naturaleza; no veía en torno a mí más que ruinas, y esto hacía que me lamentase con frecuencia. En una de esas ocasiones, la oí cantar (melodía) (*): «Chacha imperfecta en la tierra, ¡serás perfecta en el cielo!» (ter).


(*) La melodía de estas dos últimas líneas es la de un canto a san José: «José, desconocido en la tierra, ¡qué grande eres en el cielo!» (ter). La primera estrofa de este canto comenzaba así: «Sangre noble corría por tus venas...», y el primer verso del estribillo: «La gloria del hombre es pasajera»).

2 Para aliviar un dolor muy fuerte que mi hermanita tenía en el hombro y en el brazo derechos, se me ocurrió sujetar en el dosel de su cama una larga cinta, que hice doblando una tela, dentro de la cual el brazo le quedaba suspendido en el vacío. Este alivio no duró mucho; ella, sin embargo, quedó muy agradecida y me dijo con cariño: «Dios hará también colgaderos para la chacha».

3 Interrumpiendo una conversación, exclamé con tristeza, pensando en su muerte: «¡Yo no podré vivir sin ella!». «Tienes razón, contestó con viveza, por eso te traeré dos» (7ª) ... (alas).

4 Cuando me encontré a solas con Teresa, le dije: «Quieres que de un huevo de gorrión salga un pájaro precioso como tú, y eso ¡es imposible!». «Sí, pero haré un experimento de física para divertir a los santos. Cogeré ese huevecito y diré a los santos: Fijaos bien, voy a hacer un juego de manos: Aquí tenéis un huevecito de gorrión; bueno, pues yo voy a hacer salir de él un hermoso pajarito como yo. Entonces le diré muy bajito a Dios, presentándole el huevecito, pero muy bajito, muy bajito: «Cambia la naturaleza del huevecito soplando sobre él...». Luego, cuando me lo devuelva, se lo daré a la Santísima Virgen y le pediré que lo bese... Después se lo pasaré a san José y le rogaré que lo acaricie... Y por último diré muy alto a todos los santos: - ¡Decid todos que queréis tanto como yo al pajarito que va a salir de este huevecito! Y todos los santos exclamarán: ¡Queremos tanto como tú al pajarito que va a salir de ese huevecito! Entonces, con aire triunfal, yo romperé el huevecito, y un precioso pajarito vendrá a ponerse a mi lado sobre las rodillas de Dios, y todos los santos estallaron en un alborozo imposible de describir, al oír cantar a los dos pajaritos...».



5 de agosto

1 Sobre este pasaje del Evangelio: «Dos mujeres estarán moliendo juntas: a una se la llevarán y a la otra la dejarán...».

«Nosotras dos llevamos juntas el negocio. Yo veré que tú no puedes moler el trigo sola, así que vendré a buscarte... Por lo tanto, estáte en vela, porque no sabes a qué hora vendrá tu Señor».

Me recordaba con frecuencia que éramos como dos socios. ¿Qué importa que uno de los dos sea insolvente? Mientras no se separen, un día participarán de los mismos beneficios.

Mi Teresita siempre me decía que en su metáfora del pajarillo que a la puerta del nido espera al Águila Divina (8), y que no cesa de mirarla con amor, no se imaginaba sola sino que allí había dos pajaritos...

2 Con dichos como éste, se esforzaba por inculcarme la pobreza de espíritu y de corazón:

«La chacha debe mantenerse en su posición social, y no tratar nunca de ser una gran dama».

Y como me faltaba por rezar una de las Horas Menores del Oficio divino, me dijo con tono infantil:

«Vete a rezar Nona. Y recuerda que eres una monja muy pequeña, la última de las monjas» (8ª).

3 - ¡Así que vas a dejarme!

- «¡Ni a sol ni a sombra!».

Y volviendo a mi tema favorito: «¿Crees que puedo seguir esperando estar contigo en el cielo? Me parece imposible, es como si se hiciera concursar a un manco para coger algo que está en lo alto de una cucaña» (9).

Sí, pero... ¿y si hay allí un gigante que coge en brazos al manco lo levanta muy alto y él mismo le da el objeto deseado?

Pues eso es lo que Dios hará contigo. Pero no tienes que preocuparte por ello, basta que digas a Dios: «Sé muy bien que nunca seré digna de lo que espero, pero te tiendo la mano como un pobre mendigo y estoy segura de que me escucharás plenamente, ¡pues eres tan bueno...!».


(7ª) Teresa hace un juego de palabras con la frase de Celina: «sans elle» (sin ella), que dice Celina, se pronuncia igual que «sans aille» (sin ala); por eso la santa le contesta que le traerá dos (alas). N. del T.

(8) Cfr. Ms B 4vº/5vº.

(8ª) Nuevo juego de palabras entre «None» (Hora litúrgica de Nona) y «nonne» (monja), que se pronuncian igual. N. del T.

(9) Cfr. CA 8.7.7.



8 de agosto

- Si, una vez que te vayas, se escribe tu vida (10), yo quisiera irme antes...,

¿lo crees?

- «Sí, lo creo, pero no tendrás que perder la paciencia; mírame a mí que buenecita soy, tú tendrás que hacer lo mismo».

Agosto

(estampa)


1 Mi querida hermanita, en todas las reuniones que teníamos, se esforzaba por desasirme de mí misma y comparaba nuestra carrera a la de los dos niños pintados en esta estampa (11): ella camina despojada de todo, sin llevar encima nada más que una túnica, y sin nada en las manos, a no ser la mano de su hermanita a la que arrastra tras de sí; ésta opone resistencia, tiene que coger flores y cargarse con un enorme ramo que le ocupa las dos manos...

2 Un día me contó esta historieta alegórica: «Había una vez una «señorita» que tenía muchas riquezas de esas que hacen al hombre injusto, y a las que daba mucha importancia. Tenía un hermanito que no poseía nada y que, sin embargo, nadaba en la abundancia. El niño cayó enfermo y dijo a su hermana: - «Señorita», si quisieras, arrojarías al fuego todas esas riquezas que no sirven más que para crearte preocupaciones, te convertirías en mi chacha renunciando a tu título de «señorita»; y cuando yo llegue al país encantador al que pronto voy a ir, volveré a buscarte pues habrás vivido pobre como yo y sin preocuparte por el día de mañana. La «señorita» comprendió que su hermanito tenía razón, se hizo pobre como él, se convirtió en su chacha y ya nunca más se vio atormentada por la preocupación de aquellas riquezas perecederas que había arrojado al fuego... Su hermanito cumplió su palabra y vino a buscarla una vez que llegó al país encantador en el que Dios es el Rey y la Santísima Virgen la Reina, y los dos vivirán eternamente sobre las rodillas de Dios, pues éste es el lugar que ellos escogieron porque, siendo tan pobres, no pudieron merecer unos tronos...».

3 En otra ocasión, haciendo de nuevo alusión a la imagen de los dos niños, y, además, a un ama de casa a la que no le falta de nada en los armarios, dijo: «Señorita demasiado rica: varios capullos de rosa, varios pájaros cantándole al oído (*), unas enaguas, una batería de cocina, pequeños paquetes...».


(*) Tomado de un pasaje que había leído, en el que el autor ensalzaba así a su héroe: «Tenía un capullo de rosa en los labios y un pájaro cantándole al oído».


4 Una noche que me vio desnudarme, sintió lástima ante la miseria de nuestros vestidos, y sirviéndose de una expresión cómica que había oído, exclamó: «¡Pobre, pobre! (*) ¡Estás envuelta en cuerdas (**)! Pero no siempre vas a estar así, ¡te lo digo yo!».


(*) Sobrenombre que me daba con frecuencia.

(**) «Torée» (dice Teresa), del latín torus = cuerda.


5 «Cuando esté en el cielo, iré a meter m`no en los tesoros de Dios y diré: Esto para María, esto para Paulina, esto para Leonia, esto para la chiquitita de Celina.... Y haciéndole señas a papá: «Ahora es la más pequeña, tenemos que darnos prisa por ir a buscarla».

6 Me contó este sueño que había tenido poco antes de caer enferma: «Tú estabas a la orilla del mar con dos personas que yo no conocía. Una de ellas propuso dar un paseo, pero ella y su compañera eran muy avaras y dijeron que había que alquilar un cordero en vez de un burro para montaros las tres juntas en él. Pero cuando tú lo viste cargado con ellas dos, dijiste que tú irías a pie. El pobre cordero fue salvando a duras penas todos los obstáculos y, no pudiendo más, cayó agotado bajo la carga. Entonces, en un recodo del camino, se presentó ante ti un precioso corderito todo blanco que se ofreció a llevarte. Y entonces comprendiste que él te sostendría durante el viaje de la vida. Luego, el corderito añadió:

«¿Y sabes?, quiero palpitar también dentro de ti...».

Después comprendí que aquella era la recompensa por la caridad que habías tenido con aquellas dos personas al soportarlas sin quejarte. Por eso el mismo Jesús vino a entregarse a ti».


(10) Publicando la Historia de un alma.

(11) Evocación de la niñez vivida con Celina y afirmación de un destino común, que podemos encontrar a lo largo de todos los DE/G (Ultimas Conversaciones con Celina) (7.1; 12.7.4; 5.8.1; 8.1; 7.3). Cfr. «las dos gallinitas» del Ms A 9rº.



16 de agosto

Habiéndome levantado muy de madrugada, encontré a mi querida hermanita pálida y desfigurada por el sufrimiento y por la angustia. Me dijo: «El demonio ronda a mi alrededor. No lo veo, pero lo siento... Me atormenta, me agarra como con una mano de hierro para impedirme tener el más ligero alivio, aumenta mis dolores para que me desespere... ¡Y no puedo rezar! Sólo puedo mirar a la Santísima Virgen y decir: ¡Jesús...! ¡Cuán necesaria es la oración de Completas: «Procul recedant somnia el noctium fantasmata»! Líbranos de los fantasmas de la noche (12). Siento algo misterioso... Hasta ahora me dolía sobre todo el costado derecho; pero Dios me preguntó si quería sufrir por ti, y yo le contesté inmediatamente que sí... En ese mismo momento, comenzó a dolerme el costado izquierdo con increíble intensidad... ¡Sufro por ti, y el demonio no lo quiere!». Profundamente impresionada, encendí un cirio bendito y poco después recobró la calma, pero sin que se le pasara ese nuevo sufrimiento físico. Desde entonces, llamaba al costado derecho «el costado de Teresa» y al costado izquierdo «el costado de Celina».



20 de agosto

«Sí, vendré a buscarte, porque cuando eres buenecita, pones unos ojos que no son para seguir viviendo en la tierra».


(12) Cfr. CA 25.8.6.



21 de agosto

«Cuando yo te diga: «Sufro», tú responderás: «Me alegro». Yo no tengo valor para hacerlo, así que tú terminarás lo que quiero decir». La opresión en aquel momento era muy fuerte, y, para ayudarse a respirar, decía, como si desgranase un rosario: «Sufro, sufro...»; pero pronto se lo reprochó, como si hubiera sido una queja, y me dijo eso que acabo de escribir.



22 de agosto

«¿Señorita? Te quiero mucho, y es una delicia ser cuidada por ti». Me había llamado para decírmelo.


24 de agosto

Hablábamos entre nosotras una especie de jerga infantil que las demás no podían entender. Sor San Estanislao, la primera enfermera, dijo un día con tono de admiración: «¡Qué graciosas son estas dos jovencitas con su jerga ininteligible!».

Un poco más tarde, yo le dije a Teresa: «Sí, ¡qué graciosas somos las dos!

Pero tú eres graciosa sola, mientras que yo sólo soy graciosa contigo».

Ella replicó vivamente: «¡Por eso vendré a buscarte!» (13).


(13) (Teresa dice «vous cri» = «buscar»), en vez de «vous quérir».



31 de agosto

«¡Chacha, te quiero mucho!».



3 de septiembre

1 Estaba yo delante de la chimenea de la enfermería, yendo y viniendo para arreglar la habitación y me desesperaba por algo que no marchaba como yo quería... Me dijo: «Chacha, ¡nada de inquietud de espíritu!».

2 Ese mismo día, pero no en la misma ocasión, le hice yo este comentario: «Las criaturas nunca sabrán que nos hemos querido tanto». Me contestó:

«No vale la pena querer que lo sepan las criaturas, lo realmente importante es que sea así...».

Y en un tono de absoluta seguridad: «Sí, pero... porque las dos estaremos sentadas en las rodillas de Dios».

(Tenía una forma deliciosa de decir ese «sí, pero...», expresión que era muy peculiar de ella.)



5 de septiembre

1 «¡Yo te protegeré!».

2 Yo era muy avara con los domingos, tiempo libre de que disponía para pasar a limpio las notas que iba tomando a toda prisa en papeles sueltos.

Y dije: «Hoy ha sido un domingo perdido. No he escrito nada en la celda» (14).

Contestó: «Esa es la medida de Lilí, pero no la de Jesús».


(14) En «el cuaderno», escribe en otra parte sor Genoveva.



11 de septiembre

1 «Chacha, ya no eres mi chacha, eres mi nodriza..., y estás cuidando a un bebé que está para morir».

Y volviéndose hacia la estampa que representaba a su amigo Teófano, dijo hablándole a él: «La chacha me cuida muy bien; así que, cuando yo esté allá arriba, vendremos los dos a buscarla, ¿verdad?».

2 «Quiero mucho a mi chacha, pero que mucho... Por eso, cuando me vaya, vendré a buscarla para darle gracias por haberme cuidado tan bien».

3 Mirándome con cariño: «... ¡Pero volveré a verte y se alegrará tu corazón y nadie te quitará tu alegría!».



16 de septiembre

1 Acababa yo de cometer una imperfección, y me dijo, abriendo unos ojos como platos: «¡A pesar de todo, estarás junto a mí!» (15).

2 Conmovida hasta las lágrimas por los cuidados que le dispensaba, exclamó: «¡Cuánto tengo que agradecerte, mi chacha querida...! ¡Ya verás todo lo que te voy a hacer!».

3 Temía que tuviese frío y le dije: - «Voy a buscarte un «alivio» (*). Pero me contestó rápidamente:

- «No, mi alivio eres tú...».


(15) Se sobreentiende: «en el regazo de Dios».

(*) (Los «alivios» eran simples trozos de lana que la encargada de la ropería daba junto con las ropas de invierno.)



19 de septiembre

«¡Qué dulce es mi chacha, qué bien me cuida...! ¡Yo se lo pagaré!».



21 de septiembre

«Para amarte, estoy yo; para no amarte no está Dios..., está el diablo».



23 de septiembre

«Tú no necesitas entender, eres demasiado pequeña...». (Entender lo que Dios hace en mí.)



25 de septiembre

«Voy a morirme, esto es seguro... No sé cuándo, ¡pero es seguro!».

Septiembre

1 Un día le dije. «Nos mirarás desde lo alto del cielo, ¿no?». Entonces respondió con total espontaneidad:

- «No, ¡bajaré!» (16).

2 Durante la noche me levantaba varias veces, a pesar de su insistencia en que no lo hiciera. En una de aquellas visitas encontré a mi querida hermanita con las manos juntas y los ojos alzados al cielo:

«¿Qué estás haciendo así? -le dije- Deberías tratar de dormir».

- «No puedo, sufro demasiado, así que rezo...».

- «¿Y qué le dices a Jesús?».

- «No le digo nada, ¡lo amo!» (17).

3 Uno de los últimos días de su vida, en un momento de grandes sufrimientos, me suplicó: ¡Ay, hermanita Genoveva, reza por mí a la Santísima Virgen! Si tu estuvieses enferma, yo le rezaría mucho. Una misma no se atreve a pedir...». («Una no se atreve a pedir por sí misma...», éste es el sentido.) Y suspiró de nuevo, dirigiéndose a mí: «¡Cuánto hay que rezar por los agonizantes! Si se supiera...» (18). (Yo oí estos dichos y la mayoría de los que escribió la madre Inés de Jesús a medida que los iba pronunciando; si no los escribía, era porque veía que ya los estaban anotando. Yo he sido testigo de todos ellos, a excepción de los que fueron pronunciados durante el rezo de las Horas del Oficio divino en que la madre Inés de Jesús se quedaba sola con ella.) Para más detalles, véase también mi Deposición manuscrita (19).


(16) Cfr. CA 13.7.3.

(17) Dicho transmitido únicamente por sor Genoveva, y publicado a partir de HA 98 (p. 243).

(18) Cfr. CA 25.8.6.

(19) Las notas preparatorias para el Proceso Apostólico (NPPA).



27 de septiembre

¡Chacha, mi corazón siente por ti un cariño enorme...!».



30 de septiembre

Ultimo día del destierro de mi querida Teresita... El día de su muerte por la tarde, estando solas con ella la madre Inés de Jesús y yo, nuestra querida santita, temblorosa y deshecha, nos llamó en su ayuda... Le dolían terriblemente todos los músculos, y apoyando uno de sus brazos en el hombro de la madre Inés de Jesús y el otro en el mío, se estuvo así, con los brazos en cruz. En aquel preciso momento dieron las tres y nos vino a la mente el pensamiento de Jesús en la cruz: ¿no era la pobrecita de nuestra mártir su viva imagen...? A nuestra pregunta «¿para quién sería su última mirada?» (*), nos había respondido unos días antes de morir: «Si Dios me deja elegir, será para nuestra Madre» (la madre María de Gonzaga). Pues bien, durante su agonía, tan sólo unos minutos antes de expirar, y pasé por sus labios encendidos un pedacito de hielo, y en ese momento alzó los ojos hacia mí y me miró con una insistencia profética.

(*) Su mirada estaba llena de cariño; tenía a la vez una expresión sobrehumana, hecha de aliento y de promesas, como si quisiese decirme: «¡Bueno, bueno, Celina! ¡Yo estaré contigo...!». ¿Le reveló Dios en ese momento la larga y laboriosa carrera que, por su causa, tendría yo que recorrer aquí en la tierra, y quiso consolarme así de mi destierro? Pues el recuerdo de esa última mirada, que todas tanto deseábamos y que fue para mí, ese recuerdo me sigue sosteniendo y constituye para mí una fuerza indecible.)

La comunidad allí presente estaba como en suspenso ante aquel espectáculo grandioso. Pero de repente nuestra santita bajó los ojos buscando a nuestra Madre, que estaba arrodillada a su lado, mientras su mirada velada recobraba la expresión de sufrimiento que tenía antes.

Últimos dichos de nuestra querida Teresita. 30 de septiembre de 1897

«¡Sí, es el sufrimiento puro, pues no hay en él el menor consuelo! ¡No, ni el más mínimo!

¡¡¡Ay, Dios mío!!! Sin embargo, sí, lo amo a Dios... ¡Querida Virgen Santísima, ven en mi auxilio!

Si esto es la agonía, ¿qué será la muerte...?

¡Madre, le aseguro que el vaso está lleno hasta el borde!

¡Sí, Dios mío, todo lo que quieras..., pero ten compasión de mí!

Hermanitas... hermanitas... ¡Dios mío, Dios mío, ten compasión de mí!

¡No puedo más..., no puedo más! Sin embargo, tengo que resistir...

Estoy... estoy vencida... No, nunca hubiera creído que se pudiese sufrir tanto..., ¡nunca, nunca!

Madre, ya no creo en la muerte para mí... ¡ya no creo más que en el sufrimiento!

¡Y mañana será todavía peor! Bueno, ,¡pues mejor que mejor!».

Por la noche

(Nuestra Madre acababa de despedir a la comunidad, diciendo que la agonía iba a prolongarse todavía, y nuestra santa enfermita contestó): «Pues bien, ¡adelante, adelante! ¡No quisiera sufrir menos!».

«Sí, le amo...».

«¡Dios mío... te... amo!».






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