Suma Teológica III Qu.25 a.3
Objeciones por las que parece que la imagen de Cristo no debe ser adorada con adoración de latría.
Objeciones: 1. En Ex 20,4 se intima: No te harás escultura ni imagen alguna. Ahora bien, no debe practicarse adoración alguna contra el mandato de Dios. Luego la imagen de Cristo no debe ser adorada con adoración de latría.
2. como dice el Apóstol en Ep 5,11: no debemos comunicar en las obras de los paganos. Pero los paganos son recriminados principalmente porque trocaron la gloria del Dios incorruptible por la semejanza de la imagen del hombre corruptible, como se lee en Rm 1,23). Luego la imagen de Cristo no ha de adorarse con adoración de latría.
3. A Cristo se le debe la adoración de latría por razón de su divinidad, no a causa de su humanidad. Pero a la imagen de su divinidad, impresa en el alma humana, no se le debe la adoración de latría. Luego mucho menos le será debida a una imagen corporal, que representa la humanidad de Cristo.
4. parece que en el culto divino no debe hacerse nada que no esté instituido por Dios; y por eso el Apóstol, tratando de enseñar la doctrina sobre el sacrificio de la Iglesia, dice en 1Co 11,23: Yo he recibido del Señor lo que os he transmitido. Pero en la Escritura no se encuentra enseñanza alguna sobre la adoración de las imágenes. Luego la imagen de Cristo no debe ser adorada con adoración de latría.
Contra esto: está que el Damasceno cita a Basilio, que dice: El honor de la imagen llega al prototipo, es decir, al ejemplar. Pero Cristo, que en este caso es el ejemplar, debe ser adorado con adoración de latría. Luego también debe serlo su imagen.
Respondo: Como enseña el Filósofo en el libro De Mem. et Rem., el movimiento del alma hacia la imagen es doble: uno que se polariza en la misma imagen en cuanto es una cosa; otro que termina en la imagen en cuanto representación de otra realidad. Y entre tales movimientos media esta diferencia: el primer movimiento, por el que alguien se dirige a la imagen en cuanto cosa, es distinto del movimiento que termina en la realidad. El segundo, que recae en la imagen en cuanto imagen, es uno y el mismo que el que se dirige a la realidad. Así pues, se impone decir que no ha de manifestarse reverencia alguna a la imagen de Cristo en cuanto es una cosa, por ejemplo una madera esculpida o pintada, porque la reverencia sólo se debe a la naturaleza racional. Por consiguiente, es claro que sólo debe rendírsele culto en cuanto imagen. Y así se sigue que es preciso rendir la misma reverencia a la imagen de Cristo que al mismo Cristo. Por tanto, al ser adorado Cristo con adoración de latría, se sigue que su imagen debe ser adorada también con adoración de latría.
A las objeciones:
Soluciones: 1. En el precepto mencionado no se prohíbe hacer toda clase de esculturas o imágenes, sino hacerlas con el fin de adorarlas; por eso se añade (v. Ex 20,5: No te postrarás ante ellas ni les darás culto. Y porque, como queda dicho (en la sol.), es uno mismo el movimiento hacia la imagen y hacia la realidad, de la misma manera se prohíbe la adoración de la imagen que la adoración de la realidad representada por ella. Por eso, en tal pasaje, la prohibición debe entenderse respecto de las imágenes que hacían los gentiles para adorar a sus dioses, es decir, a los demonios; y a eso se debe el aviso que precede en el v. Ex 20,3: No tendrás dioses extranjeros frente a mí. Ahora bien, al Dios verdadero, por ser incorpóreo, no era posible plasmarlo en una imagen corporal, pues, como dice el Damasceno, tratar de dar forma a lo que es divino resulta una inmensa locura y una impiedad. Pero, como en el Nuevo Testamento Dios se ha hecho hombre, resulta posible adorarle en una imagen corpórea.
2. El Apóstol prohíbe comunicar en las obras estériles de los gentiles, pero no en sus obras útiles. Ahora bien, la adoración de las imágenes debe enumerarse entre las obras estériles por dos motivos: Primero, porque algunos adoraban las mismas imágenes en cuanto cosas, creyendo que en eÜas residía algo propio de la divinidad, a causa de las respuestas que, por medio de ellas, daban los demonios, y por otros efectos maravillosos parecidos. Segundo, porque las cosas que representaban eran imágenes de algunas criaturas, a las que rendían adoración de latría. Nosotros, en cambio, adoramos con adoración de latría la imagen de Cristo, que es verdadero Dios, no por razón de la misma imagen, sino a causa de la realidad que representa, como queda dicho (en la sol.).
3. A la criatura racional se le debe reverencia por causa de ella misma. Y, por eso, si se rindiese adoración de latría a la criatura racional, en la que se da la imagen de Dios, podría surgir la ocasión de un error, a saber: que el movimiento del que adora se quedase en el hombre en cuanto ser, y no terminase en Dios, cuya imagen es. Tal riesgo no puede producirse a propósito de una imagen tallada o pintada en una materia insensible.
4. Los Apóstoles, por íntimo instinto del Espíritu Santo, legaron a las iglesias algunas tradiciones que no consignaron en sus escritos, pero que han quedado catalogadas en la observancia de la Iglesia a través de la sucesión de los fieles.
Por eso dice el mismo Apóstol en 2Th 2,15: Manteneos firmes y guardad las tradiciones que aprendisteis, ya de palabra, es decir, por tradición otaI,yapor carta, esto es, comunicadas por escrito. Y entre las tradiciones de este género se encuentra la adoración de las imágenes de Cristo. Por eso se cuenta que San Lucas pintó una imagen de Cristo, que se conserva en Roma.
Objeciones por las que parece que no debe tributarse adoración de latría a la cruz de Cristo.
Objeciones: 1. Ningún hijo piadoso venera lo que ha sido afrenta de su padre, por ejemplo el látigo con que fue azotado, o el madero en que fue colgado; más bien lo aborrece. Ahora bien, Cristo sufrió en el madero de la cruz una muerte por demás ignominiosa, según Sg 2,20: Condenémosle a muerte afrentosísima.
Luego más bien debemos aborrecer la cruz que venerarla.
2. Adoramos la humanidad de Cristo con adoración de latría en cuanto que está unida al Hijo de Dios en su persona. Esto no puede decirse respecto de la cruz.
Luego la cruz de Cristo no debe ser adorada con adoración de latría.
3. Como la cruz de Cristo fue instrumento de su pasión y muerte, así también lo fueron otras cosas, por ejemplo los clavos, la corona y la lanza; y, sin embargo, a éstos no les rendimos culto de latría. Luego da la impresión de que tampoco debemos adorar la cruz de Cristo con adoración de latría.
Contra esto: está que rendimos culto de latría a la realidad en que ponemos la esperanza de nuestra salvación. Pero ponemos tal esperanza en la cruz de Cristo, ya que canta la Iglesia: Salve, ¡oh Cruz), única esperanza. En este tiempo de la pasión aumenta la justicia a los buenos y otorga el perdón a los culpables. Luego la cruz de Cristo debe ser adorada con adoración de latría.
Respondo: Como antes hemos expuesto (a. 3), el honor o la reverencia sólo se deben a la criatura racional; a la criatura insensible solamente le son debidos por razón de la naturaleza racional. Y esto sucede de dos modos: uno, en cuanto que representa a la criatura racional; otro, en cuanto que de alguna manera está unida a ésta. Por el primer motivo ha sido costumbre de los hombres venerar la imagen del rey, y, por el segundo, lo ha sido venerar su vestido. A ambas cosas les prestan los hombres la misma veneración que al rey en persona.
Por consiguiente, si hablamos de la misma cruz en que Cristo fue crucificado, ésta debe ser venerada por nosotros por ambos motivos: primero, porque nos representa la figura de Cristo extendido en ella; segundo, a causa de su contacto con los miembros de Cristo, y porque fue regada con su sangre. De donde, por ambos motivos, debe ser adorada con la misma adoración que Cristo, esto es, con adoración de latría. Y ésta es la razón de que nos dirijamos a la cruz y la imploremos como al mismo Crucificado.
Pero, si hablamos de la imagen de la cruz de Cristo en cualquier otra materia, por ejemplo en piedra, madera, plata u oro, entonces veneramos la cruz sólo como imagen de Cristo; la veneramos con adoración de latría, como antes hemos dicho (a. 3).
A las objeciones:
Soluciones: 1. La cruz es considerada como una infamia de Cristo, según la opinión o intención de los infieles; en cambio, atendiendo al efecto de nuestra salvación, es mirada como el poder divino del propio Cristo, mediante el cual triunfó de los enemigos, según aquel pasaje de Col 2,14-15: Quitó de en medio el acta de condenación, clavándola en la cruz¡ y despojando a los principados y potestades, los expuso confiadamente, triunfando abiertamente de ellos en sí mismo. Por eso también escribe el Apóstol en 1Co 1,18: La doctrina de la cruz, necedad para los que se pierden; pero es poder de Dios para los que se salvan, es decir, para nosotros.
2. Aunque la cruz de Cristo no estuviera unida personalmente al Verbo de Dios, lo estuvo, sin embargo, de algún otro modo, a saber, por medio de la representación y del contacto. Y sólo por esta razón es reverenciada.
3. Por lo que se refiere al contacto con los miembros de Cristo, no solamente adoramos la cruz, sino también todo lo relacionado con El en este aspecto. Por eso dice el Damasceno en el libro IV: Se debe adorar con toda justicia el precioso madero como santificado por el contacto con el santo cuerpo y con la sangre, los clavos, los vestidos, la lanza, y los lugares sagrados en que habitó.
Sin embargo, todas estas cosas no representan la imagen de Cristo como lo hace la cruz, que es llamada el estandarte del Hijo del hombre, que aparecerá en el cielo, como se dice en Mt 24,30). Por esto dijo el ángel a las mujeres (Mc 16,6: Buscáis a Jesús Nazareno el crucificado. No le llamó alanceado, sino crucificado. Y de ahí proviene el que veneremos la imagen de la cruz de Cristo en cualquier materia; pero no hacemos lo mismo con la representación de los clavos o de otras cosas parecidas.
Objeciones por las que parece que la Madre de Dios debe ser adorada con adoración de latría.
Objeciones: 1. Parece que debe rendirse el mismo honor a la madre del rey que el que se rinde al propio rey. Por eso se dice en 1S 2,19 que se puso un trono para la madre del rey, que se sentó a su derecha. Y Agustín, en el sermón DeAssumpt., escribe: Es justo que el trono de Dios, el tálamo del Señor de los cielos, y el tabernáculo de Cristo, esté allí donde está el propio Cristo. Pero éste es adorado con adoración de latría. Luego también debe serlo la Madre.
2. Dice el Damasceno en el libro IV que el honor de la madre se dirige al hijo.
Pero éste es adorado con adoración de latría. Luego también la Madre.
3. La Madre está más unida a Cristo que la cruz. Ahora bien, la cruz es adorada con adoración de latría. Luego la Madre debe ser adorada con la misma ado Contra esto: está que la Madre de Dios es una pura criatura. Por tanto no le es debida adoración de latría.
Respondo: Al ser la latría debida exclusivamente a Dios, no se debe a la criatura. A ésta la veneramos en cuanto criatura por sí misma. Aunque las criaturas insensibles no sean capaces de veneración por sí mismas, sí lo es en cuanto tal la criatura racional. Y por eso no se debe culto de latría a ninguna pura criatura racional. En consecuencia, por ser la Santísima Virgen una pura criatura racional, no le es debida la adoración de latría, sino sólo la veneración de dulía; de forma más eminente, sin embargo, que a las demás criaturas, porque ella es la Madre de Dios. Y por eso se dice que se le debe no cualquier dulía, sino la hiperdulía.
A las objeciones:
Soluciones: 1. A la madre del rey no se le debe el mismo honor que al propio rey. Se le debe, sin embargo, un honor parecido en atención a su categoría. Y éste es el sentido de las autoridades aducidas.
2. El honor de la madre se dirige al hijo, porque aquélla es honrada a causa de éste. Sin embargo, no se dirige al hijo en el sentido en que el honor se refiere al ejemplar, porque la imagen, considerada en sí misma como cosa, no debe ser venerada en manera alguna.
3. La cruz, considerada en sí misma, no tiene capacidad de veneración, como hemos dicho (en la sol.). Pero la Santísima Virgen sí es capaz de ser venerada por sí misma. Y, por consiguiente, no se trata del mismo caso.
Objeciones por las que parece que las reliquias de los santos no deben ser adoradas de ningún modo.
Objeciones: 1. No se debe hacer lo que puede convertirse en ocasión de error. Ahora bien, adorar las reliquias de los muertos parece incidir en el error de los gentiles, que rendían culto a sus muertos. Luego las reliquias de los santos no deben ser honradas.
2. Parece una insensatez venerar algo insensible. Pero las reliquias de los santos son insensibles. Luego resulta necio venerarlas.
3. El cuerpo muerto no es de la misma especie que el cuerpo vivo, y por consiguiente da la impresión de que no son numéricamente lo mismo. Luego parece que, después de la muerte de un santo, no debe rendirse adoración a su cuerpo.
Contra esto: está lo que se dice en el libro De Ecclesiast. Dogmat.. Creemos que se debe venerar con absoluta sinceridad los cuerpos de los santos y especialmente las reliquias de los santos mártires, como si fuesen los miembros de Cristo. Y en seguida añade: Si alguien se enfrenta con esta doctrina, no es cristiano, sino discípulo de Eunomio y Vigilando.
Respondo: Como escribe Agustín en el libro De Civ. Dei, si el vestido y el anillo de los padres, y otras cosas parecidas, resultan tanto más queridos para los hijos cuanto mayor fue su amor para con aquéllos, en modo alguno deben ser despreciados los cuerpos, que sin duda llevamos más familiarmente y con mayor intimidad que cualquier vestido, pues los cuerpos pertenecen a la misma naturaleza del hombre. De donde resulta claro que quien ama a una persona, venera también sus restos después de su muerte; y no sólo su cuerpo o partes del mismo, sino incluso objetos extrínsecos a ella, como los vestidos y cosas parecidas. Es, pues, evidente que debemos venerar a los santos de Dios, como miembros de Cristo, hijos y amigos de Dios e intercesores nuestros. Y, por tanto, debemos venerar dignamente cualquier reliquia suya, y en memoria de los mismos; especialmente sus cuerpos, que fueron templo y órganos del Espíritu Santo, que habitó y actuó en ellos, y que están destinados a configurarse con el cuerpo de Cristo por medio de la gloria de la resurrección.
Por eso el propio Dios honra oportunamente estas reliquias, realizando milagros ante la presencia de esos cuerpos.
A las objeciones:
Soluciones: 1. Ese fue el argumento esgrimido por Vigilancio, cuyas palabras recoge Jerónimo en el libro que escribió contra él, y que dicen: Bajo pretexto de religión vemos introducido un rito próximo al de los paganos: adoran no sé qué polvillo, que besan en un vasito envuelto en una preciosa tela. Contra aquél escribe Jerónimo en su carta ad Riparium: Nosotros no adoramos (con adoración de latría, se entiende) las reliquias de los mártires, ni el sol, ni la luna ni los ángeles. Reverenciamos las reliquias de los mártires, con el fin de adorar a aquel cuyos mártires son; honramos a los siervos, para que el honor de éstos redunde en su Señor. Así pues, cuando honramos las reliquias de los santos no caemos en el error de los gentiles, que rendían culto de latría a los muertos.
2. No veneramos el cuerpo insensible por sí mismo, sino por causa del alma que estuvo unida a él, que ahora goza de Dios; y también por causa de Dios, cuyos ministros fueron.
3. El cuerpo muerto de un santo no es numéricamente el mismo que antes fue su cuerpo vivo, por causa de la diversidad de la forma, que es el alma; sin embargo, es el mismo si se atiende a la identidad de la materia, que debe unirse nuevamente a su primera forma.
Y sobre eso se plantean dos preguntas: 1. ¿El ser mediador entre Dios y los hombres es propio y peculiar de Cristo? 2. ¿Lc conviene tal ministerio por razón de su naturaleza humana?
Objeciones por las que parece que el ser mediador entre Dios y los hombres no es propio y peculiar de Cristo.
Objeciones: 1. Parece que el sacerdote y el profeta son mediadores entre Dios y los hombres, según palabras del Dt 5,5: Yo fui entonces arbitro y mediador entre vosotrosj Dios. Pero ser profeta y sacerdote no es propio y peculiar de Cristo.
Luego tampoco el ser mediador.
2. Lo que compete a los ángeles buenos y malos no puede llamarse función propia y peculiar de Cristo. Pero a los ángeles buenos les compete ser mediadores entre Dios y los hombres, como dice Dionisio en el c. 4 De Div.
Nom.. Y también compete a los ángeles malos, es decir, a los demonios, pues tienen algo común con Dios, a saber, la inmortalidad, y algo común con los hombres, esto es, el ser espíritus pasibles y, por consiguiente, miserables, como enseña Agustín en el libro IX De Civ. Del. Luego el ser mediador no es algo propio y peculiar de Cristo.
3. Pertenece a la misión del mediador interceder ante uno en favor de otro, al mediar entre ambos. Pero, como se dice en Rm 8,26), el Espíritu Santo intercede por nosotros ante Dios con gemidos inenarrables. Por tanto, también el Espíritu Santo es mediador entre Dios y los hombres. Luego no es propio y peculiar de Cristo.
Contra esto: está lo que se dice en 1Tm 2,15: Uno es el mediador entre Dios y los hombres, el hombre Cristo Jesús.
Respondo: La misión propia del mediador es unir a aquellos entre los que ejerce la mediación, porque los extremos se juntan en el medio. Pero unir a los hombres con Dios de manera perfecta compete en verdad a Cristo, por medio del cual los hombres son reconciliados con Dios, según estas palabras de 2Co 5,19: Dios estaba en Cristo reconciliando al mundo consigo. Y, por tanto, sólo Cristo es el perfecto mediador entre Dios y los hombres, en cuanto que por medio de su muerte reconcilió al género humano con Dios. Por eso, habiendo dicho el Apóstol que el hombre Cristo jesús es el mediador entre Dios y los hombres, añade en el v. 6: que se entregó a sí mismo para redención de todos (1Tm 2,5-6).
Sin embargo, nada impide que se llame también mediadores entre Dios y los hombres a algunas personas, aunque lo sean de modo relativo, esto es, en cuanto que cooperan de modo dispositivo y ministerial a la unión de los hombres con Dios.
A las objeciones:
Soluciones: 1. Los profetas y los sacerdotes de la ley antigua fueron llamados mediadores entre Dios y los hombres de manera dispositiva y ministerial, es a saber, en cuanto anunciaban de antemano y prefiguraban al verdadero y perfecto mediador entre Dios y los hombres. Los sacerdotes de la ley nueva pueden ser llamados mediadores entre Dios y los hombres en cuanto que son ministros del verdadero mediador y administran en su lugar los sacramentos de la salvación a los hombres.
2. Como escribe Agustín en el libro IX De Civ. Dei, los ángeles buenos no pueden llamarse justamente mediadores entre Dios y los hombres: Teniendo de común con Dios la bienaventuranzay la inmortalidad,y no teniendo nada de esto en común con los hombres miserables y mortales, ¿cómo no van a estar más bien alejados de los hombres, y unidos con Dios, que constituidos mediadores entre ambos? No obstante, Dionisio los llama mediadores porque, teniendo en cuenta el grado de su naturaleza, resultan inferiores a Dios y superiores a los hombres. Y ejercen el oficio de la mediación no de una manera principal y perfectiva, sino ministerial y dispositiva. Por eso se dice en Mt 4,11) que se acercaron los ángeles y le servían, a Cristo, se entiende.
Los demonios tienen de común con Dios la inmortalidad, mientras que con los hombres tienen de común la miseria. La mediación del demonio inmortal y miserable se interpone para no permitir la consecución de la inmortalidad bienaventurada, sino para conducir a una inmortalidad desgraciada. Por eso viene a ser como un mal mediador, que separa a los amigos.
Cristo, en cambio, tuvo de común con Dios la bienaventuranza, y con los hombres la mortalidad. Y por eso interpuso su mediación para que, superada su mortalidad, convirtiese a los muertos en inmortales, como lo demostró con su propia resurrección;y para hacer bienaventurados a los miserables, por lo que nunca se apartó de los mismos. Y por ese motivo, El es el mediador bueno, porque reconcilia a los enemigos.
3. El Espíritu Santo, por ser enteramente igual a Dios, no puede llamarse medio o mediador entre Dios y los hombres. Sólo Cristo merece tal nombre porque, aunque sea igual al Padre en cuanto a la divinidad, sin embargo es menor que el Padre en cuanto a su humanidadz, como antes se ha dicho (II-II 20,1). Por eso, a propósito de Ga 3,20), Cristo es mediador, comenta la Glosa: No el Padre o el Espíritu Santo. Pero se dice que el Espíritu Santo pide por nosotros (Rm 9,26) porque El mismo nos impulsa a que pidamos nosotros.
Objeciones por las que parece que Cristo, en cuanto hombre, no es mediador entre Dios y los hombres.
Objeciones: 1. Dice Agustín en su libro Contra Felicianum: Única es la persona de Cristo; para que no se diga que Cristo no es único, que no es una única sustancia; para impedir que, suprimida su fundón de mediador, sea llamado solamente Hijo de Dios o sólo hijo del hombre. Pero no es Hijo de Dios e hijo del hombre en cuanto hombre, sino en cuanto que es a la vez Dios y hombre. Luego tampoco debe decirse que sólo en cuanto hombre es mediador entre Dios y los hombres.
2. Así como Cristo, en cuanto Dios, es igual al Padre y al Espíritu Santo, así también, en cuanto hombre, es igual a los hombres. Pero por ser, en cuanto Dios, igual al Padre y al Espíritu Santo, no puede llamarse mediador en ese aspecto, porque, a propósito de 1Tm 2,5), Mediador entre Dios y los hombres, comenta la Glosa: En cuanto Verbo no es mediador, porque es igual a Dios, y Dios junto a Dios, y, a la vez el único Dios. Luego tampoco en cuanto hombre puede llamarse mediador porque, en este aspecto, es igual a los hombres.
3. Cristo es llamado mediador en cuanto que nos ha reconciliado con Dios; acción que realizó al quitar el pecado que nos separaba de Dios. Ahora bien, la capacidad de quitar el pecado no le compete a Cristo en cuanto hombre, sino en cuanto Dios. Luego Cristo no es mediador en cuanto hombre, sino en cuanto Dios.
Contra esto: está lo que escribe Agustín en el libro IX De Civ. Deiz: Cristo no es mediador por ser el Verbo, pues como tal es enteramente inmortal y sumamente bienaventurado y alejado de los míseros mortales. Sino que es mediador en cuanto hombre.
Respondo: En el mediador podemos considerar dos cosas: por un lado, su cualidad de medio; por otro, la misión de unir. Es propio de la naturale2a del medio distar de los dos extremos, a los que el mediador une llevando a uno lo que pertenece al otro. Pero ninguno de estos requisitos puede convenir a Cristo en cuanto Dios, sino sólo en cuanto hombre. En cuanto Dios no difiere del Padre y del Espíritu Santo, ni en la naturaleza ni en la potestad de dominio; ni tampoco el Padre y el Espíritu Santo tienen algo que no sea del Hijo, como si de esta manera pudiera llevar a los demás lo que es del Padre y del Espíritu Santo, como algo que es de otros y no suyo propio. Sin embargo, ambas cosas le convienen en cuanto hombre, porque, en cuanto hombre, dista tanto de Dios por la naturaleza cuanto de los hombres por su dignidad en el campo de la gracia y de la gloria. También en cuanto hombre le compete unir a los hombres con Dios, transmitiéndoles sus preceptos y sus dones, y satisfaciendo y abogando por ellos ante Dios. Y por eso es llamado con toda verdad mediador en cuanto hombre.
A las objeciones:
Soluciones: 1. Si a Cristo se le priva de la naturaleza divina, se le priva, en consecuencia, de la singular plenitud de gracia, que le compete por ser el Unigénito del Padre, como se le llama en Jn 1,14). Tal plenitud de gracia es la que le pone por encima de todos los hombres y le hace más próximo a Dios.
2. Cristo, en cuanto Dios, es enteramente igual al Padre. Pero, a la vez, es superior a todos los hombres en su naturaleza humana. Y por eso puede ser mediador en cuanto hombre, pero no en cuanto Dios.
3. Aunque quitar el pecado por vía de autoridad le competa a Cristo en cuanto Dios, sin embargo, el satisfacer por el pecado del género humano le compete en cuanto hombre. Y en este sentido es llamado mediador entre Dios y los hombres.
Después de lo expuesto sobre la unión entre Dios y el hombre y acerca de las consecuencias de tal unión, corresponde ahora tratar lo que el Hijo de Dios encarnado hizo y padeció en la naturaleza humana a él unida. Este asunto se divide en cuatro partes: Primera, su entrada en el mundo; segunda, el transcurso de su vida en este mundo (q. 40); tercera, su salida de este mundo (q. 46); cuarta, lo referente a su exaltación después de esta vida (q. 53).
Sobre la primera parte se plantean cuatro problemas: Primero, la concepción de Cristo; segundo, su nacimiento (q. 35); tercero, su circuncisión (q. 37); cuarto, su bautismo (q. 38).
Acerca de su concepción es necesario hablar: Primero, de la madre que lo concibió; segundo, del modo de la concepción (q. 31); tercero, de la perfección del hijo concebido (q. 34).
Por parte de la madre se plantean cuatro problemas: Primero, su santificación; segundo, su virginidad (q. 28); tercero, su desposorio (q. 29); cuarto, la anunciación o su preparación para concebir (q. 30).
Sobre lo primero se formulan seis preguntas: 1. La Santísima Virgen, Madre de Dios, ¿fue santificada antes de su nacimiento? 2. ¿Fue santificada antes de su animación? 3. En virtud de tal santificación, ¿quedó totalmente exenta del "fomes" del pecado? 4. A causa de tal santificación, ¿obtuvo la gracia de no pecar jamás? 5. Por esa misma santificación, ¿alcanzó la plenitud de todas las gracias? 6. Tal modo de santificación, ¿fue exclusivo de la Santísima Virgen?
Objeciones por las que parece que la Virgen María no fue santificada antes de su nacimiento del seno materno.
Objeciones: 1. Porque dice el Apóstol en 1Co 15,46: No es primero lo espiritual, sino lo animal; después lo espiritual. Ahora bien, por la gracia santificante nace el hombre espiritualmente en cuanto hijo de Dios, conforme a lo que se dice en Jn 1,13: Han nacido de Dios. En cambio, el nacimiento del seno materno es nacimiento animal. Luego la Virgen María no fue santificada antes de nacer del seno materno.
2. Dice Agustín en la Epístola Ad Dardanumz: La santificación, por la que somos hechos templo de Dios, no se realiza sino en los que han renacido. Pero nadie renace si antes no nace. Luego la Virgen María no fue santificada antes de nacer del seno materno.
3. Todo el que es santificado por la gracia queda limpio del pecado original y del actual. Si, pues, la Virgen María fue santificada antes de su nacimiento del seno materno, se seguiría que fue limpia del pecado original. Ahora bien, sólo este pecado podía impedirla entrar en el reino de los cielos. Por consiguiente, en caso de haber muerto entonces, parece que hubiera entrado en el reino celestial. Pero esto no fue posible antes de la pasión de Cristo, conforme a estas palabras del Apóstol: Tenemos confianza para la entrada en el santuario por la sangre de Jesús (He 10,19). Luego parece que la Virgen María no fue santificada antes de nacer del seno materno.
4. El pecado original se contrae por el origen, como el actual se contrae por el acto. Ahora bien, nadie puede ser purificado del pecado actual mientras se mantiene en el acto de pecar. Luego tampoco la Virgen María pudo ser limpia de pecado original mientras permanecía en el mismo acto de su origen, cuando se hallaba aún en el seno materno.
Contra esto: está el hecho de que la Iglesia celebra la Natividad de la Santísima Virgen. Pero en la Iglesia sólo se celebra fiesta por un santo. Luego la Virgen María fue santa en su nacimiento. Por tanto, fue santificada en el seno materno.
Respondo: Sobre la santificación de la Virgen María, esto es, que haya sido santificada en el seno materno, la Sagrada Escritura no dice nada. Ni siquiera menciona su nacimiento. Sin embargo, así como Agustín, en el escrito De Assumptione, arguye razonablemente que la Santísima Virgen fue asunta corporalmente a los cielos, aunque la Escritura no lo menciona, así también podemos inferir razonablemente que fue santificada en el seno materno. Es, pues, razonable creer que aquella que engendró al Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad (fn 1,14), recibió mayores privilegios de la gracia que todos los otros. Por eso se lee en Lc 1,28), que el ángel le dijo: Dios te salve, llena de grada. Pero es sabido que algunos otros recibieron el privilegio de ser santificados en el seno materno. Tal aconteció con Jeremías, al que se le dice: Antes de que salieras del seno materno, te santifiqué (Jr 1,5); y con Juan el Bautista, del que se lee en Lc 1,15: Será lleno del Espíritu Santo ja desde el seno materno. Luego es razonable creer que la Virgen María fue santificada antes de nacer del seno materno.
A las objeciones:
Soluciones: 1. También en la Virgen María fue primero lo animal, y después lo espiritual, porque primero fue corporalmente concebida, y después espiritualmente santificada.
2. Agustín habla de la ley ordinaria, según la cual nadie es regenerado si primero no ha nacido. Pero Dios no ligó su poder a esta ley de los sacramentos, de modo que no pueda, por especial privilegio, otorgar su gracia a algunos antes de que nazcan del seno materno.
3. La Virgen María fue santificada en el seno materno en cuanto a la mancha personal del pecado original, pero no fue liberada del reato que pesa sobre toda la humanidad, de modo que no pueda entrar en el paraíso sino mediante el sacrificio de Cristo, como se dice también respecto de los santos padres que vivieron antes de El.
4. El pecado original se adquiere por el origen, puesto que a través de él se comunica la naturaleza humana, con la que propiamente se relaciona el pecado original. Y eso sucede en el momento de la animación de la prole concebida. Por lo que nada impide que, después de la animación, sea santificada la prole concebida, pues ésta no permanece en el seno materno para recibir la naturaleza humana, que ya posee, sino para lograr alguna perfección de la misma.
Objeciones por las que parece que la Virgen María fue santificada antes de la animación.
Objeciones: 1. Porque, como queda dicho (a. 1), la gracia otorgada a la Virgen Madre de Dios es superior a la concedida a alguno de los santos. Ahora bien, a algunos de éstos parece que les fue otorgada la santificación antes de su animación.
Efectivamente, en Jr 1,5) se dice: Antes de formarte en el seno materno, te conocí. Pero el alma no es infundida antes de la formación del cuerpo.
Igualmente, a propósito de Juan Bautista, comenta Ambrosio In Lúe.: Todavía no tenía espíritu de vida, y ya poseía el espíritu de la gracia. Luego, con mucha mayor razón, pudo ser santificada la Virgen María antes de la animación.
2. Como dice Anselmo en su libro De Concepta Virginali,fue conveniente que la Virgen resplandeciese con una purera tan grande, que sólo en Dios pueda concebirse otra mayor. Pero eso se dice también en Ct 4,7: Eres toda hermosa, amiga mía, y no hay mancha en ti. Ahora bien, la pureza de la Santísima Virgen sería mayor si nunca hubiera sido manchada con la corrupción del pecado original. Luego le fue concedida la santificación antes de que su carne fuera animada.
3. Como se dijo (a. 1 sed contra), sólo se celebra fiesta de un santo. Ahora bien, algunos celebran la fiesta de la Concepción de la Virgen María. Luego parece que fue santa en la misma concepción. Y, en consecuencia, parece que fue santificada antes de la animación.
4. El Apóstol dice en Rm 11,16: Si la raíz es santa, también lo son las ramas.
La raíz de los hijos son los padres. Luego la Virgen María también pudo ser santificada en sus padres antes de la animación.
Contra esto: está que los acontecimientos del Antiguo Testamento son figura del Nuevo, conforme a lo que se lee en 1Co 10,11: Todo les sucedía en figura.
Ahora bien, por la santificación del tabernáculo, de la que se dice en Ps 45,5: El Altísimo santificó su tabernáculo, parece significarse la santificación de la Madre de Dios, llamada tabernáculo de Dios según aquellas palabras de Ps 18,6: Puso en el sol su tabernáculo. Pero del tabernáculo se dice en Ex 40,31-32: Después de que todo estuvo terminado, cubrió la nube el tabernáculo del testimonio, y lo llenó la gloria del Señor. Luego tampoco la Virgen María fue santificada hasta después de haber sido terminados todos sus elementos, es decir, su cuerpo y su alma.
Respondo: La santificación de la Virgen María antes de su animación no es admisible por dos motivos. Primero, porque la santificación de que hablamos no es otra cosa que la limpieza del pecado original, puesto que la santidad es la limpieza perfecta, según dice Dionisio en el c. 12 del De Div. Nom.. Ahora bien, la culpa no puede limpiarse más que por medio de la gracia, cuyo sujeto es solamente la criatura racional. Y, por tanto, la Virgen María no fue santificada antes de la infusión del alma racional.
Segundo, porque al ser exclusivamente sujeto de la culpa el alma racional, antes de la infusión de la misma, la prole concebida no está sometida a la culpa.
Y así, de cualquier manera en que la Virgen María hubiera sido santificada antes de la animación, jamás hubiese incurrido en la mancha de la culpa original y, en consecuencia, tampoco hubiera necesitado de la redención y de la salvación, que viene por Cristo, de quien se dice en Mt 1,21: El salvará a su pueblo de sus pecados. Pero resulta inaceptable que Cristo no sea el Salvador de todos los hombres, como se afirma en 1Tm 4,10). De donde se concluye que la santificación de la Virgen María tuvo lugar después de su animación.
A las objeciones:
Soluciones: 1. El Señor asegura que conoció a Jeremías antes de su formación en el seno materno, es a saber, con el conocimiento de la predestinación; en cambio, dice que le santificó no antes de su formación, sino antes de que saliera del seno materno, etcétera.
La afirmación de Ambrosio sobre Juan Bautista, de que tenía ya el espíritu de la gracia antes de tener espíritu de vida, no debe entenderse en el sentido de que espíritu de vida equivalga a alma vivificante, sino en cuanto sinónimo del aire exterior que respiramos. O también se puede decir que todavía no había en él espíritu de vida, es decir, alma, por lo que se refiere a sus operaciones completas y manifiestas.
2. Si el alma de la Santísima Virgen no hubiera estado nunca manchada con la corrupción del pecado original, eso rebajaría la dignidad de Cristo, que emana de ser el Salvador universal de todos. Y por eso, después de Cristo, que no necesitó de salvación, por ser el Salvador universal, la pureza de la Santísima Virgen fue la máxima. Cristo no contrajo en modo alguno el pecado original, sino que fue santo en su misma concepción, según las palabras de Lc 1,35: Lo santo que nacerá de ti será llamado Hijo de Dios. En cambio, la Virgen María sí contrajo el pecado original, aunque fue purificada del mismo antes de nacer del seno materno. Y esto es dado a entender en Jb 3,9, donde, refiriéndose a la noche del pecado original, se dice: Espere la luz es decir, a Cristo, y no la vea (porque nada manchado ha entrado en tal luz como se lee ), ni el nacimiento de la aurora que despunta, esto es, de la Santísima Virgen, que en su nacimiento estuvo exenta de pecado original.
3. Aunque la Iglesia romana no celebra la Concepción de la Santísima Virgen, tolera, sin embargo, la costumbre de celebrarla por parte de algunas iglesias.
Por eso no debe reprobarse totalmente tal celebración. No obstante, al celebrar la fiesta de la Concepción, no se da a entender que fuera santa en su concepción. Sino que, al ignorarse el tiempo en que fue santificada, se celebra más bien la fiesta de su santificación que la de su concepción, en el día que ésta tuvo lugar.
4. Hay dos santificaciones: Una, la de toda la naturaleza humana, en virtud de la cual ésta queda libre de toda corrupción de culpa y de pena. Tal santificación tendrá lugar en la resurrección. Otra, la personal. Esta no pasa a la prole engendrada según la carne, porque tal santificación no afecta al cuerpo, sino al alma. Y, por eso, aunque los padres de la Santísima Virgen estuvieron limpios del pecado original, la Virgen María lo contrajo al ser concebida según la concupiscencia carnal y en virtud de la unión entre hombre y mujer, pues dice Agustín, en el libro De nuptiis et concupiscentia, que toda carne nadda en virtud de concúbito es carne de pecado.
Suma Teológica III Qu.25 a.3