Suma Teológica III Qu.40 a.1
Objeciones por las que parece que Cristo no debió vivir entre los hombres, sino llevar vida solitaria.
Objeciones: 1. Era conveniente que Cristo, mediante su vida, se manifestase no sólo como hombre, sino también como Dios. Ahora bien, a Dios no le cuadra vivir entre los hombres, pues se dice en : A no ser los dioses, cuya morada no está entre los hombres. Y el Filósofo escribe, en I Pol. I que quien vive en soledad, o es una bestia, en caso de que lo haga por inhumanidad, o es un dios, si lo hace con el fin de contemplar la verdad. Luego parece que no fue conveniente que Cristo viviese entre los hombres.
2. Cristo, mientras vivió en carne mortal, debió llevar una vida perfectísima.
Pero vida perfectísima es la contemplativa, como se expuso en la Segunda Parte (q. 182 a.1 y 2). Y a la vida contemplativa corresponde en grado sumo la soledad, según las palabras de Os 2,14: La llevaré a la soledad y le hablaré al corazón. Luego parece que Cristo debió llevar vida solitaria.
3. El comportamiento de Cristo debió ser uniforme, porque siempre debió manifestarse en él lo óptimo. Pero Cristo, a veces, buscaba lugares solitarios, apartándose de las multitudes; por lo que dice Remigio Super Matth.: Leemos que el Señor tuvo tres refugios: La nave, el monte y el desierto; siempre que era asediado por las multitudes, subía a uno de ellos. Luego siempre debió llevar una vida solitaria.
Contra esto: está lo que se dice en Ba 3,38: Después de esto, apareció en la tierra y conversó con los hombres.
Respondo: El género de vida de Cristo debió ser tal que concordase con el fin de la encarnación, por la que vino a este mundo. Y vino al mundo, primero, para manifestar la verdad, como El mismo dijo en Jn 18,37: Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo, para dar testimonio de la verdad. Por tal motivo, no debía ocultarse, llevando una vida solitaria, sino manifestarse en público, predicando a la luz del día. De donde, en Lc 4,42-43, dice a los que trataban de retenerle: También a otras ciudades tengo que anunciar el evangelio del reino de Dios, pues para esto he sido enviado.
Segundo, vino para liberar a los hombres del pecado, conforme a lo que se lee en 1Tm 1,15: Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores. Por esto dice el Crisóstomo: Aunque morando en un mismo lugar, Cristo hubiera podido atraer a sí mismo todas las gentes para que oyesen su predicación, no lo hizo, sin embargo, dándonos ejemplo para que corramos y busquemos a los que se pierden, como lo hace el pastor con la oveja perdida, y como el médico se acerca al enfermo.
Tercero, vino para que por medio de El tengamos acceso a Dios, como se lee en Rm 5,2). Y de este modo, conversando familiarmente con los hombres, fue conveniente que inspirase a los hombres confianza para que se allegasen a El.
De donde, en Mt 9,10), se dice: Sucedió que, mientras estaba El en la mesa en su casa, muchos publícanos y pecadores vinieron a sentarse a la mesa con Jesús y sus discípulos. Jerónimo, exponiendo el pasaje, comenta: Habían visto que un publicano, convertido del pecado a una vida mejor, había encontrado lugar para la penitencia, y por eso tampoco ellos desesperaban de conseguir la salvación.
A las objeciones:
Soluciones: 1. Cristo quiso manifestar su divinidad por medio de su humanidad. Y por eso, conversando con los hombres, lo que es una actitud propia del hombre, manifestó a todos su divinidad, predicando y haciendo milagros, y llevando entre los mismos una vida inocente y justa.
2. Como se expuso en la Segunda Parte (q III 182,1 III 188,6), la vida contemplativa en absoluto es superior a la vida activa, que se aplica a actos corporales. No obstante, la vida activa, por la que alguien comunica a los demás, mediante la predicación y la enseñanza, lo que antes ha contemplado, es más perfecta que la vida exclusivamente contemplativa, porque aquella vida presupone la abundancia de la contemplación. Y por ese motivo eligió Cristo tal género de vida.
3. El comportamiento de Cristo fue nuestra propia instrucción. Y por eso, para dar ejemplo a los predicadores de que no siempre han de ocuparse de la gente, el Señor, algunas veces, se apartaba de las multitudes. Se lee que hizo esto por tres motivos. Unas veces, a causa del descanso corporal. Por esto se lee en Mc 6,31) que el Señor dijo a sus discípulos: Venid a un lugar desierto, y descansad un poco. Pues eran tantos los que iban y venían, que ni para comer tenían tiempo. Otras veces, el motivo era la oración. De donde se dice en Lc 6,12: Aconteció por aquellos días que salió hacia la montaña para orar, y pasó la noche en oración ante Dios. A propósito de este pasaje dice Ambrosio que con su ejemplo nos instruye sobre los preceptos de la virtud. Otras veces se apartó de las multitudes para enseñarnos a rehuir el favor de los hombres. Por lo que, a propósito de aquellas palabras de Mt 5,1: Viendo Jesús aquellas muchedumbres, subió al monte, comenta el Crisóstomo: Por el hecho de no comparecer en la ciudad y en las placas, sino de vivir en el monte y en la soledad, nos enseñó a no hacer cosa alguna por ostentación y a alejarnos del bullicio, máxime cuando sea necesario hablar sobre lo esencial (para la salvación).
Objeciones por las que parece que Cristo debió llevar una vida austera en este mundo.
Objeciones: 1. Cristo predicó la vida perfecta mucho más que Juan. Ahora bien, Juan llevó una vida austera para mover a los hombres, con su ejemplo, a una vida de perfección, pues en Mt 3,4) se dice: Juan llevaba un vestido de pelo de camello y un ceñidor de cuero a la cintura, siendo su alimento langostas y miel silvestre.
Sobre esto comenta el Crisóstomo: Era admirable ver en un cuerpo humano un aguante tan grande, lo que todavía atraía más a los judíos. Luego parece que a Cristo le convino la austeridad de vida en grado mucho más alto.
2. La abstinencia se ordena a la continencia, pues en Os 4,10 se lee: Comiendo, no se saciarán; fornicaron, pero no se multiplicarán. Pero el propio Cristo observó continencia y propuso a los demás guardarla cuando dijo en Mt 19,12: Hay eunucos que se hicieron tales por el reino de los cielos; el que pueda con eso, que lo haga. Luego parece que Cristo debió llevar una vida austera, tanto en su persona como en sus discípulos.
3. Parece ridículo que alguien comience una vida austera, y pase luego a otra más blanda, pues podría aplicársele lo que se lee en Lc 14,30: Este hombre comentó a edificar, pero no pudo terminar. Ahora bien, Cristo, después del bautismo, comenzó una vida rigurosísima, morando en el desierto y ayunando cuarenta días y cuarenta noches (cf. Mt 4,1).2). Luego no parece haber sido conveniente que, después de una austeridad de vida tan grande, se volviese a una vida ordinaria.
Contra esto: está lo que se dice en Mt 11,19: Llegó el Hijo del hombre, que come y bebe.
Respondo: Como acabamos de afirmar (a. 1), convenía al fin de la encarnación que Cristo no hiciese vida solitaria, sino que viviese con los hombres. Ahora bien, el que vive con varios es convenientísimo que se acomode a su forma de vida, conforme a lo que dice el Apóstol en 1Co 9,22: Me he hecho todo para todos. De ahí que fuese oportunísimo que Cristo se comportase como los demás en la comida y en la bebida comunes. Por eso dice Agustín en su Contra Faustum: De Juan se dijo que no comía ni bebía, porque no tomaba el alimento común de los judíos. Si el Señor no lo hubiera tomado, no se hubiese dicho de él, por comparación con Juan, que comía y bebía.
A las objeciones:
Soluciones: 1. El Señor, durante su vida, dio ejemplo en todo lo que concierne a la salvación. Pero la abstinencia en la comida y en la bebida no pertenece, por su propia naturaleza, a la salvación, según Rm 14,17: El reino de Dios no consiste en la comida o en la bebida. Y Agustín, en su libro De Quaestionibus Evang., exponiendo el pasaje de Mt 11,19), la Sabiduría se ha acreditado por sus hijos, dice: Esto es, porque los santos Apóstoles entendieron que el reino de Dios no consiste ni en la comida ni en la bebida, sino en el sosiego del tolerar, a los que ni exalta la abundancia ni deprime la escasez. Y en el libro III De Doctr. Christ. Dice que en todas estas cosas no está la culpa en el uso de las mismas, sino en la liviandad de quien se sirve de ellas. Una y otra vida es lícita y laudable, es a saber: que uno, separándose del trato común con los hombres, guarde abstinencia; o que, viviendo en sociedad, siga la vida común. Y éste es el motivo por el cual quiso el Señor dar a los hombres ejemplo de una y otra vida.
Juan, en cambio, como expone el Crisóstomo In Matth., no dio a conocer nada fuera de su vida y su santidad. Pero Cristo tenía el testimonio de los milagros.
Dejando, pues, que Juan resplandeciese por el ayuno, El caminó por la vía opuesta, entrando en casa de los publícanos para comer y beber en su compañía.
2. Como otros hombres logran por medio de la abstinencia la virtud de la continencia, así también Cristo, por el poder de su divinidad, reprimía la carne en sí y en los suyos. De donde, como se lee en Mt 9,14: Los fariseos y los discípulos de Juan ayunaban, pero los discípulos de Cristo no. Beda expone esto diciendo: Juan no bebe vino ni licores, porque la abstinencia aumenta el mérito de aquel que no tenía poder alguno sobre la naturaleza. Pero el Señor, a cuya disposición estaba, por su propia naturaleza, perdonar los pecados, ¿por qué iba a rehuir a aquellos que podía hacer más puros que los que practican la abstinencia? 3. El Crisóstomo, In Matth., comenta: Para que aprendas el gran bien que es el ayuno, y qué clase de escudo es contra el diablo, y cómo después del bautismo, es necesario aplicarse al ayuno y no a la lascivia, ayunó El mismo, no porque lo necesitase, simpara aleccionarnos a nosotros. Pero en el ayuno no fue más adelante que Moisés y Elías, para que no pareciese increíble su encarnación.
Como dice Gregorio, el misterioso ayuno de cuarenta días, a ejemplo de Cristo, es observado porque la virtud del decálogo se cumple en los cuatro libros del santo Evangelio, pues el diez multiplicado por cuatro nos da cuarenta. O porque vivimos en este cuerpo mortal de cuatro elementos, por cuya inclinación guerreamos contra los preceptos del Señor, que están contenidos en el Decálogo. O, como escribe Agustín en el libro Octoánta trium Quaest.: Toda la o fX-enseñanza de la sabiduría consiste en conocer al Creador y a las criaturas. El Creador es la Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo. De las criaturas, unas son invisibles, como el alma, a la que se atribuye el número ternario, puesto que se nos manda amar a Dios de tres maneras: con todo el corazón, con toda el alma, con toda la mente; otras son visibles, como el cuerpo, al que corresponde el número cuaternario, por ser cálido, húmedo, frío y seco. Y el número diez, que expresa la totalidad de la doctrina, multiplicado por cuatro, que es el número atribuido al cuerpo, porque mediante éste se realizan los oficios, nos da el número cuarenta. Y por este motivo, el tiempo consagrado al llanto y al dolor se afra en el número cuarenta.
Y, sin embargo, nada tuvo de inconveniente la vuelta de Cristo a la vida normal después del ayuno y de la estancia en el desierto. Esto es oportuno para la vida de quien comunica a los demás lo que ha contemplado; vida que decimos haber asumido Cristo, para que primero se entregue a la contemplación, y pase luego a los lugares públicos conviviendo con los otros. Por esto dice también Beda In Man.: Cristo ayunó para que tú no eludas el precepto; comió con los pecadores para que, viendo su benevolencia, recomías su poder.
Objeciones por las que parece que Cristo no debió llevar una vida pobre en este mundo.
Objeciones: 1. Cristo debió seguir la vida ideal. Pero tal vida es la equidistante entre la riqueza y la pobreza, ya que en Pr 30,8)se dice: No me des ni pobrera ni riquezas; dame sólo lo necesario para vivir. Luego Cristo no debió llevar una vida pobre sino moderada.
2. Las riquezas exteriores se ordenan a las necesidades del cuerpo en lo que atañe al alimento y el vestido. Pero Cristo llevó una vida común en lo que se refiere a estas dos cosas, de acuerdo con el estilo de aquellos con quienes convivía. Luego parece que también en la riqueza y la pobreza debió seguir la manera común de vivir, y no practicar la máxima pobreza.
3. Cristo exhortó a los hombres a seguir sobre todo su ejemplo de humildad, de acuerdo con el pasaje de Mt 11,29: Aprended de mí, porque soy manso y humilde. Ahora bien, la humildad se recomienda especialmente a los ricos, como está escrito en 1Tm 6,17-24 los ricos de este mundo mándales que no sean altivos. Luego parece que Cristo no debió llevar una vida pobre.
Contra esto: está lo que se dice en Mt 8,20: El Hijo del hombre no tiene dónde reclinar la cabera. Como si dijera, tal como lo expone Jerónimo: ¿Cómo deseas seguirme por causa de las riquezas y las ganancias del mundo, cuando mi pobrera es tan extrema que no tengo ni una choza, y el techo que me cubre no es mío? Y a propósito de Mt 17,26 —-para no darles motivo de escándalo, vete al mar —, el mismo Jerónimo comenta: Esto, entendido sencillamente, edifica al oyente cuando escucha que el Señor vivió una pobrera tan extrema, que no tuvo con qué pagar el tributo por sí mismo y por el Apóstol.
Respondo: Convino que Cristo llevase una vida pobre en este mundo. Primero, porque esto era oportuno para el oficio de la predicación, por el que El dice haber venido, en Mc 1,38: Vayamos a las aldeas y ciudades, para predicar en ellas, pues a esto he venido. Es necesario que los predicadores de la palabra de Dios, para darse totalmente a la predicación, estén enteramente libres del cuidado de las cosas temporales. Esto no pueden hacerlo los que tienen riquezas. De donde el propio Señor, cuando envía a los Apóstoles a predicar, les dice: No tengáis oro ni plata (cf. Mt 10,9). Y los mismos Apóstoles dicen en Ac 6,2: No es justo que nosotros abandonemos la palabra de Dios para servir a las mesas.
Segundo, porque, lo mismo que aceptó la muerte corporal para darnos la vida espiritual, de igual modo soportó la pobreza temporal para darnos las riquezas espirituales, según el pasaje de 2Co 8,9: Conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que por nosotros se hizp pobre, para que nosotros fuésemos enriquecidos con su pobrera.
Tercero, para que, en caso de haber tenido riquezas, no se atribuyese a codicia su predicación. Por lo que dice Jerónimo, In Matth., que si los discípulos hubieran tenido riquezas, hubiera parecido que predicaban no por causa de la salvación de los hombres, sino por motivo de lucro. Y la misma razón vale para Cristo.
Cuarto, para que tanto más se manifestase el poder de su divinidad cuanto más despreciable parecía por causa de su pobreza. Por esto se dice en un Sermón del Concilio de Efe so: Eligió cuanto había de pobre, de vil, de mediocre y, para muchísimos, de oscuro, para que se comprendiese que la Divinidad había transformado el orbe de la tierra. Por este motivo escogió una madre pobre, y una patria todavía más pobre; se hizo falto de dinero. Y esto es lo que te explica el pesebre.
A las objeciones:
Soluciones: 1. Parece que quienes desean llevar una vida virtuosa deben evitar el exceso de las riquezas tanto como la mendicidad, en cuanto son ocasiones de pecar, pues la abundancia de la riqueza da ocasión de ensoberbecerse, y la mendicidad la ofrece para robar, mentir o incluso perjurar. Pero Cristo, al ser incapaz de pecar, no tenía motivo para evitar esas cosas por las causas que las evitaba Salomón. Aunque, sin embargo, no cualquier género de mendicidad es ocasión de robar o perjurar, como Salomón parece añadir en el mismo pasaje, sino sólo la que es contra la propia voluntad, para huir de la cual el hombre roba y perjura. Pero la pobreza voluntaria está libre de este peligro. Y tal pobreza fue la que Cristo eligió.
2. Llevar una vida ordinaria en cuanto al sustento y el vestido puede hacerlo uno no sólo poseyendo riquezas, sino también recibiendo de los ricos lo necesario. Esto es lo que aconteció con Cristo, pues en Lc 8,2-3 se dice que algunas mujeres ricas seguían a Cristo, sirviéndole con sus propios bienes.
Como dice Jerónimo, Contra Vigilantium,fue costumbre de los judíos, y no interpretada como pecado, por ser costumbre antigua, que las mujeres proporcionasen, con los bienes propios, alimento y vestido a sus maestros. En cambio, Pablo recuerda haber renunciado a esa costumbre porque podía ser motivo de escándalo entre los gentiles. De este modo podía contarse con el sustento ordinario sin una solicitud que impidiese el oficio de la predicación; lo que no permitiría la posesión de las riquezas.
3. En el que es pobre por necesidad no es muy valorada la humildad. Pero en quien es voluntariamente pobre, como lo fue Cristo, la misma pobreza es señal de humildad suprema.
Objeciones por las que parece que Cristo no vivió según la ley.
Objeciones: 1. La ley mandaba que el sábado no se hiciese obra de ninguna clase (cf. Ex 20,8 Ex 31,13 Dt 5,12), pues Dios descansó, el día séptimo, de toda la obra que hiciera (Gn 2,2). Pero Jesús curó a un hombre en sábado, y le ordenó que tomara su camilla (cf. Jn 5,5). Luego parece que no vivió según la ley.
2. Cristo hizo y enseñó unas mismas cosas, según expresión de Ac 1,1: Comentó Jesús a obrar y enseñar. Ahora bien, El enseñó (Mt 15,11) que todo lo que entra por la boca no mancha al hombre. Esto es contrario al precepto de la ley, la cual decía que el comer y el tocar ciertos alimentos manchaba al hombre, como es evidente por Lv 11. Luego parece que Cristo no vivió según la ley.
3. Parece que lo mismo ha de juzgarse a quien hace algo que a quien lo consiente, según el pasaje de Rm 1,32: No sólo quienes hacen, sino quienes aprueban a los que hacen. Ahora bien, Cristo aprobó a sus discípulos que quebrantaban la ley arrancando espigas, excusándolos, como se lee en Mt 12,1. Luego parece que Cristo no vivió según la ley.
Contra esto: está lo que se dice en Mt 5,17: No penséis que be venido a abrogar la ley o los profetas. Lo que expone el Crisóstomo, diciendo: Cumplió la ley, primero, no traspasándola en nada; segundo, confiriendo la justicia mediante la fe, lo que era incapaz de hacer la ley con sus preceptos.
Respondo: Cristo vivió enteramente conforme a los preceptos de la ley. Prueba de ello es que también él quiso ser circuncidado, ya que la circuncisión viene a ser una declaración sobre el cumplimiento de la ley, conforme a lo que se lee en Ga 5,3: Declaro a todo el que se circuncida, que está obligado a guardar toda la ley.
Y Cristo quiso vivir según la ley: Primero, para aprobarla. Segundo, para consumarla y darla término con su observancia personal, demostrando que estaba ordenada a El. Tercero, para quitar a los judíos la ocasión de calumniarle. Cuarto, para librar a los hombres de la esclavitud de la ley, según aquellas palabras de Ga 4,4-5: Dios envió a su Hijo, nacido bajo la ley, para que rescatara a los que estaban bajo la ley.
A las objeciones:
Soluciones: 1. A este propósito, el Señor se excusa de tres maneras de haber traspasado la ley. Primero, porque el precepto de la santificación del sábado no prohíbe las obras divinas, sino las humanas, pues aunque Dios cesó, el día séptimo, de crear nuevas cosas, obra siempre en la conservación y gobierno de las criaturas. Y los milagros que Cristo hacía eran obras divinas. De donde en Jn 5,17), dice: Mi Padre sigue obrando todavía, y yo obro también.
Segundo, se excusa porque el precepto aludido no prohíbe las obras necesarias para la salud corporal. Por eso dice él mismo en Lc 13,15: ¿Acaso cualquiera de vosotros, en sábado, no desata del pesebre su buey o su asno, y lo lleva a beber? Y más abajo, (Lc 14,5: ¿Quién de vosotros, si se le cae a un pozo su buey o su asno, no lo saca en seguida, aun en día de sábado? Y es evidente que los milagros que hacía Cristo concernían a la salud del cuerpo y del alma.
Tercero, porque tal precepto no prohíbe las obras que pertenecen al culto divino. Por eso, en Mt 12,5), dice: ¿No habéis leído en la ley que los sacerdotes, en el Templo, quebrantan el descanso los sábados,y no incurren en culpa? Y en Jn 7,23) se dice que el hombre es circuncidado en sábado. La orden dada por Cristo al paralítico de llevar su camilla en día de sábado tocaba al culto divino, esto es, a la alabanza del poder de Dios.
Y así queda patente que no quebrantaba el sábado, aunque los judíos le acusasen falsamente de ello, diciendo: Este hombre no viene de parte de Dios, pues no guarda el sábado (Jn 9,16).
2. Con las palabras aludidas, Cristo quiso demostrar que el hombre no se hace impuro en cuanto al alma por el uso de cualquier manjar, si se tiene en cuenta su naturaleza, sino sólo cuando se atiende a su significado. El que la ley llame impuros a ciertos alimentos se debe a una determinada acepción. Por eso dice Agustín en Contra Faustum: Si se pregunta acerca del puerco y del cordero, ambos son buenos por naturaleza, porque toda criatura de Dios es buena; pero, por un determinado significado, el cordero se tiene por puro, y el puerco por impuro.
3. También los discípulos cuando, apretados por el hambre, arrancaban espigas en día de sábado, estaban excusados de la violación de la ley, a causa de la necesidad; como tampoco David quebrantó la ley cuando, por la necesidad del hambre, comió los panes que no le estaba permitido comer.
Y sobre él se plantean cuatro asuntos: 1. ¿Convino que Cristo fuera tentado? 2. Lugar de la tentación. 3. Tiempo. 4. Modo y orden de las tentaciones.
Objeciones por las que parece que no convenía que Cristo fuera tentado.
Objeciones: 1. Tentar equivale a someter a prueba. Esto no se hace más que acerca de algo desconocido. Ahora bien, la virtud de Cristo era conocida incluso por los demonios, pues en Lc 4,41) se lee que no dejaba hablar a los demonios, porque sabían que él era el Cristo. Luego parece que no convino que Cristo fuese tentado.
2. Cristo había venido para destruir las obras del diablo, como está escrito en 1Jn 3,8: Para esto se manifestó el Hijo de Dios: para destruir las obras del diablo. Pero no es propio del mismo sujeto destruir las obras de alguien y a la vez ser víctima de las mismas. Y, por este motivo, parece haber sido un despropósito el que Cristo tolerase ser tentado por el diablo.
3. hay una triple tentación, a saber: la de la carne, la del mundo, y la del diablo. Pero Cristo no fue tentado por la carne ni por el mundo. Luego tampoco debió serlo por el diablo.
Contra esto: está lo que se narra en Mt 4,1: Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto para ser tentado por el diablo.
Respondo: Cristo quiso ser tentado: Primero, para proporcionarnos auxilio contra las tentaciones. Por esto dice Gregorio en una Homilía: No era indigno de nuestro Redentor querer ser tentado, él que había venido para ser muerto; para que así venciese nuestras tentaciones con las suyas, lo mismo que aniquiló nuestra muerte con la propia.
Segundo, para nuestra precaución, a fin de que nadie, por santo que sea, se tenga por seguro e inmune a la tentación. Por lo que también él quiso ser tentado después del bautismo, porque, como dice Hilario, Super Matth., las tentañones del diablo se ceban especialísimamente en los santos, porque no hay victoria que más apetezca que la lograda sobre los mismos. De ahí que también en Si 2,1 se diga: Hijo, si vienes a servir al Señor, mantente firme en la justicia y el temor, y prepara tu alma para la tentación.
Tercero, para ejemplo; esto es, para enseñarnos el modo de vencer las tentaciones del diablo. Por esto escribe Agustín, en IV De Trin., que Cristo se ofreció al diablo para ser tentado, a fin de ser el mediador para superar sus tentaciones, no sólo con la ayuda, sino también con el ejemplo.
Cuarto, para infundir en nosotros la confianza en su misericordia. Por esto se dice en He 4,15: No tenemos un Sumo Sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras flaqueras, pues fue tentado en todo, a semejanza nuestra, menos en el pecado.
A las objeciones:
Soluciones: 1. Como escribe Agustín, en IX De Civ. Dei, Cristo se dio a conocer a los demonios tanto cuanto El quiso; no en cuanto es la vida eterna, sino por ciertos efectos temporales de su virtud, por los cuales podían lograr alguna conjetura de que Cristo era el Hijo de Dios. Pero como, por otra parte, veían en él ciertas señales de flaqueza humana, no conocían con certeza que era el Hijo de Dios. Y por este motivo quiso (el diablo) tentarlo. Esto es lo que se da a entender en Mt 4,2-3, donde se dice que, después que tuvo hambre, se le acercó el tentador, porque, como comenta Hilario, el diablo no se hubiera atrevido a tentar a Cristo de no haber descubierto en él, mediante la flaquera del hambre, la condición humana. Y esto mismo es manifestado por el modo de tentarle, cuando le dijo: Si eres Hijo de Dios. Gregorio comenta esta frase diciendo: ¿Qué significa este exordio de la conversadón sino que conocía que el Hijo de Dios había de venir, pero que no pensaba que hubiera venido por medio de la debilidad del cuerpo? 2. Cristo vino a destruir las obras del diablo, no usando de su poder, sino más bien padeciendo de él y de sus miembros, para, de este modo, vencer al diablo con la justicia, no con el imperio, como explica Agustín en XIII De Trin.: El diablo hubo de ser vencido, no por el poder de Dios, sino por la justicia. De ahí que en las tentaciones de Cristo debe considerarse lo que hizo él por su propia voluntad y lo que padeció del diablo. Y el ofrecerse al tentador fue obra de su propia voluntad. Por esto se dice en Mt 4,1: Jesús fue llevado al desierto por el Espíritu para que fuese tentado por el diablo. Lo cual, dice Gregorio, debe entenderse del Espíritu Santo, es a saber: para que su Espíritu lo condujese allí donde le encontraría el espíritu maligno para tentarle. Pero toleró al diablo que lo tomara, (y lo llevara) ya sobre el alero del templo, ja a un monte muy alto. Y no es de admirar, como añade el mismo Gregorio, que permitiese ser llevado por el diablo a un monte el que consintió ser crucificado por los miembros de aquél. Pero el ser llevado por el diablo no debe entenderse como algo ineludible, sino porque, como escribe Orígenes, In Lúe., le seguía a la tentación como el atleta que avanza libremente.
3. Como escribe el Apóstol (He 4,15), Cristo quiso ser tentado en todo menos en el pecado. Ahora bien, la tentación que proviene del enemigo puede carecer de pecado, porque se realiza sólo por sugestión exterior. En cambio, la tentación que procede de la carne no puede darse sin pecado, porque tal tentación se realiza por medio del deleite y la concupiscencia; y como dice Agustín, algún pecado hay cuando la carne desea contra el espíritu. Y, por este motivo, Cristo quiso ser tentado por el enemigo, pero no por la carne.
Objeciones por las que parece que Cristo no debió ser tentado en el desierto.
Objeciones: 1. Cristo quiso ser tentado para ejemplo nuestro, como acabamos de decir (a. 1).
Ahora bien, el ejemplo debe proponerse de modo manifiesto a quienes se trata de instruir por medio de él. Luego no debió ser tentado en el desierto.
2. Dice el Crisóstomo In Matth.: El diablo insta a la tentación principalmente cuando ve a los solitarios. Por esto también, al principio, tentó a la mujer cuando la encontró sin la compañía del mando. Y en este aspecto parece que, mediante la ida al desierto para ser tentado, se expuso a la tentación. Por consiguiente, siendo su tentación un ejemplo para nosotros, parece que también los demás deben lanzarse a las tentaciones para soportarlas. Esto, sin embargo, parece ser peligroso, pues más bien debemos evitar las ocasiones de la tentación.
3. En Mt 4,5) se narra la segunda tentación de Cristo, cuando el diablo llevó a Cristo a la Ciudad Santa, y le puso sobre el alero del Templo, que ciertamente no estaba en el desierto. Luego no fue tentado solamente en el desierto.
Contra esto: está lo que se dice en Mc 1,3) Jesús permaneció en el desierto cuarenta días y cuarenta noches, y era tentado por Satanás.
Respondo: Como hemos manifestado (a. 1 ad 2), Cristo, por su propia voluntad, se presentó al diablo para ser tentado, lo mismo que también, por su propia voluntad, se ofreció a sus miembros para que le matasen; de otra manera, el diablo no se hubiera atrevido a acercarse a él. El diablo solicita más bien al que se encuentra solo, porque, como se dice en Qo 4,12, si alguien prevalece contra uno, dos le hacen frente. Y ésa es la explicación de que Cristo se retirase al desierto, como a un campo de batalla, con el fin de ser tentado allí por el diablo.
Por lo cual dice Ambrosio In Luc. que Cristo era impulsado deliberadamente al desierto para provocar al diablo. Pues si aquél, es decir, el diablo, no hubiera combatido, éste, a saber, Cristo, no hubiera venado. Pero añade además otras razones, diciendo: Cristo hizo esto misteriosamente, con el fin de liberar del destierro a Adán, el cual había sido arrojado del paraíso al desierto (cf. Gn 3,23); (y) ejemplarmente, para manifestarnos que el diablo tiene envidia de los que tienden a lo más perfecto.
A las objeciones:
Soluciones: 1. Cristo es propuesto a todos como ejemplo por medio de la fe, según aquellas palabras de He 12,2: Fijando la mirada en el autor y consumador de la fe, Jesús. Pero la fe, como se dice en Rm 10,17), viene de la audición, no de la visión; antes bien, en Jn 20,29) se lee: Bienaventurados los que no vieron y creyeron. Y por esta razón, para que la tentación de Cristo nos sirviera de ejemplo, no se requería que fuese vista por los hombres, sino que bastó con que fuese contada a los mismos.
2. La ocasión de la tentación es doble. Una, que proviene del hombre; por ejemplo, cuando alguien busca el pecado, no evitando las ocasiones de pecar. Y tal ocasión de tentación debe de ser evitada, como se le dijo a Lot en Gn 19,17: No te detengas en toda la región alrededor de Sodoma.
La otra ocasión de tentación procede del diablo, que siempre tiene envidia de los que tienden a la perfección, como dice Ambrosio. Y tal ocasión de tentación no es necesario evitarla. Por esto dice el Crisóstomo, In Matth., que no sólo Cristo fue conducido al desierto por el Espíritu, sino también todos los hijos de Dios que tienen el Espíritu Santo. No ¡es satisface estar ociosos; pero el Espíritu Santo les impele a emprender alguna obra grande; esto, para el diablo, equivale a estar en el desierto, porque allí no existe la injusticia, en la que el diablo se deleita. Toda obra buena es también desierto para la carne y el mundo, porque no se conforma con los deseos de la carne y el mundo. Y dar al diablo esta clase de ocasión de tentaciones no es peligroso, porque es mayor la ayuda del Espíritu Santo, autor de toda obra perfecta, que el ataque del diablo envidioso.
3. Algunos sostienen que todas las tentaciones tuvieron lugar en el desierto. De ellos, algunos dicen que Cristo no fue conducido realmente a la Ciudad Santa, sino sólo en visión imaginaria. Otros opinan que se llama desierto a la propia Ciudad Santa, es decir, a Jerusalén, porque estaba abandonada de Dios. Pero no es necesario nada de esto, porque (Mc 1,13) dice que era tentado en el desierto por el diablo, pero no dice que lo fuera solamente en el desierto.
Objeciones por las que parece que la tentación de Cristo no debió tener lugar después del ayuno.
Objeciones: 1. Antes se dijo (III 40,2) que a Cristo no le convenía un comportamiento austero. Ahora bien, parece haber sido muestra de una austeridad suprema el no haber comido nada durante cuarenta días y cuarenta noches, pues así se entiende la frase de Mt 4,2: Ayunó cuarenta días y cuarenta noches, es a saber, porque en aquellos días no tomó alimento alguno, como dice Gregorio. Luego no parece que un ayuno de esta clase debiera preceder a la tentación.
2. En Mc 1,13) se dice que permaneció en el desierto cuarenta días y cuarenta noches, y era tentado por Satanás. Pero ayunó cuarenta días y cuarenta noches. Luego parece que fue tentado por el diablo no después del ayuno, sino mientras ayunaba.
3. Sólo una vez se lee que Cristo ayunó. Ahora bien, no fue tentado por el diablo una sola vez, pues en Lc 4,13) se dice que, acabada la tentación, el diablo se alejó de él hasta un tiempo oportuno. Por consiguiente, como no precedió el ayuno a la segunda tentación, así tampoco debió preceder a la primera.
Contra esto: está lo que se dice en Mt 4,2-3: Habiendo ayunado cuarenta días y cuarenta noches, al fin tuvo hambre; y entonces se acercó a él el tentador.
Respondo: Cristo quiso ser tentado a propósito después del ayuno. Primero, para ejemplo. Porque, siendo perentorio para todos defenderse contra las tentaciones, como queda dicho (a. 1), al haber ayunado El antes de la tentación futura, nos enseñó que necesitamos armarnos con el ayuno contra las tentaciones. De ahí que el Apóstol enumere el ayuno entre las armas de la justicia, en 1Co 6,5 1Co 6,7).
Segundo, para mostrar que el diablo ataca incluso a los que ayunan para tentarlos, lo mismo que lo hace con los que se dedican a obras buenas. Y por eso, como Cristo es tentado después del bautismo, así lo es después del ayuno.
Por lo cual escribe el Crisóstomo In Matth.: Para que aprendas cuan gran bien es el ayuno, y la calidad de escudo que reviste contra el diablo, y cómo, después del bautismo, es necesario entregarse al ayuno y no a la lascivia, ayunó Cristo, no porque necesitase del ayuno, sino para instruirnos a nosotros.
Tercero, porque al ayuno siguió el hambre, que dio al diablo audacia para acometerlo, como ya se ha dicho (a. 1 ad 1). Cuando el Señor tuvo hambre, como dice Hilario In Matth., no fue porque la necesidad se desligase ocultamente sobre él, sino porque abandonó su condición de hombre a su propia naturaleza. El diablo no debía ser vencido por Dios, sino por la carne. De donde, como escribe el Crisóstomo, en el ayuno no fue más allá que Moisés y Elías, a fin de que no apareciese como increíble su encarnación.
A las objeciones:
Soluciones: 1. No convino a Cristo un estilo de vida más austera, con el fin de manifestarse humilde a quienes predicó. Nadie, efectivamente, debe asumir el oficio de la predicación sin haber sido antes purificado y perfeccionado en la virtud, como se dice de Cristo en Ac 1,1: Jesús comentó a obrar y enseñar. Y ésta es la razón de que Cristo emprendiese una vida austera después del bautismo, para enseñar que los demás deben ejercer el ministerio de la predicación después de haber domado la carne, conforme a aquellas palabras del Apóstol: Castigo y esclavizo mi cuerpo; no sea que, habiendo predicado a los demás, resulte reprobado yo mismo (1Co 9,27).
2. La frase de Mc 1,13 puede entenderse de modo que estuvo en el desierto cuarenta días y cuarenta noches, en los cuales ciertamente ayunó; y lo que sigue: era tentado por Satanás, debe interpretarse no como referido a aquellos cuarenta días y cuarenta noches, sino como después de ellos, porque (Mt 4,2) dice que, habiendo ayunado cuarenta días y cuarenta noches, después tuvo hambre, de lo que el tentador tomó ocasión para acercarse a él. De donde también lo que sigue (Mc 1,13: y los ángeles le servían, es manifiesto que debe entenderse de forma consecutiva, por lo que se dice en Mt 4,11: Entonces le dejó el diablo, es a saber, después de la tentación, y he aquí que se acercaron los ángeles y le servían. Lo que intercala Marcos (Mc 1,13), estaba entre las fieras, se orienta, según el Crisóstomo, a indicar cómo era el desierto, porque, ciertamente, era inaccesible a los hombres y estaba lleno de fieras.
No obstante, según la exposición de Beda, el Señor fue tentado durante los cuarenta días y las cuarenta noches. Pero esto no debe entenderse de las tentaciones visibles, narradas por Mateo y por Lucas, que sucedieron después del ayuno, sino de algunas otras que, tal vez, sufrió Cristo por aquel tiempo de parte del diablo.
3. Como escribe Ambrosio, In Lúc., el diablo se apartó de Cristo por algún tiempo, ya que después vino, no para tentar, sino para combatir sin reboco, en tiempo de la pasión. Y, con todo, durante ese ataque, parece que tentó a Cristo de tristeza y de odio al prójimo, como en el desierto lo había tentado del placer de la gula y del desprecio de Dios mediante la idolatría.
Suma Teológica III Qu.40 a.1