Suma Teológica III Qu.46 a.7
Objeciones por las que parece que Cristo no padeció en toda su alma.
Objeciones: 1. Cuando padece el cuerpo, padece indirectamente (per accidens) el alma, en cuanto que es acto del cuerpo. Ahora bien, el alma no es acto del cuerpo según cada una de sus partes, porque el entendimiento no es acto de ningún cuerpo, como se dice en III De Anima. Luego parece que Cristo no padeció en toda su alma.
2. Cada potencia del alma padece de su propio objeto. Pero el objeto de la parte superior de la razón son las raines eternas, en cuya contemplación y consideración se ocupa, como dice Agustín en XII De Trin.. Ahora bien, Cristo no pudo padecer daño alguno de tales razones eternas, porque en nada le son contrarias. Luego parece que no padeció en toda su alma.
3. Cuando la pasión sensible se extiende hasta la razón, entonces se llama pasión completa. Tal pasión no existió en Cristo, como dice Jerónimo, sino sólo una propasión. Por lo cual también dice Dionisio, en la Epístola A.d Ioannem Evangelistam, que padecía los sufrimientos que se ¿e inferían solamente en cuanto a enjuiciarlos. Luego parece que Cristo no padeció en toda su alma.
4. El sufrimiento produce dolor. Pero éste no existe en el entendimiento especulativo, porque al deleite que procede de la contemplación no hay tristeza que se le oponga, como dice el Filósofo en I Topic.. Luego parece que Cristo no padeció en toda su alma.
Contra esto: está que en Ps 87,4) se dice por la persona de Cristo: Mi alma está colmada de males. La Glosa comenta: No de vicios, sino de dolores, que mi alma comparte con el cuerpo, o por mi compasión para con los males del pueblo que perece. Ahora bien, su alma no hubiera estado repleta de males de no haber padecido en su totalidad. Luego Cristo padeció en su alma entera.
Respondo: El todo se denomina por relación a las partes. Y las partes del alma se llaman potencias de la misma. Así pues, se dice que padece toda el alma cuando padece en toda su esencia o cuando padece en todas sus potencias.
Pero hay que tener en cuenta que una potencia del alma puede padecer de dos modos: uno, por su propia pasión, que se origina en su propio objeto, como cuando la vista padece por exceso de luz; otro, por la pasión del sujeto en que se asienta, como padece la vista cuando sufre el sentido del tacto en el ojo, sobre el que se funda la vista, por ejemplo cuando es picado el ojo o se destempla por el calor.
En consecuencia, hay que decir que, si la totalidad del alma la entendemos por razón de su esencia, resulta evidente que padeció el alma entera de Cristo, porque toda la esencia de su alma está unida al cuerpo, de manera que toda estaba en el todo, y toda en cada una de sus partes. Y por eso, cuando padecía el cuerpo y estaba dispuesto a separarse del alma, ésta padecía en su totalidad.
En cambio, si por toda el alma entendemos todas sus potencias, así, hablando de los sufrimientos propios de las potencias, (el alma de Cristo) padecía en todas sus potencias inferiores, porque en cada una de éstas, que se ocupan de las cosas temporales, se encontraba algo que era causa del dolor de Cristo, como es claro por lo dicho anteriormente (a. 5). Pero, en este aspecto, no padecía en Cristo la razón superior por parte de su objeto, que es Dios, que no puede ser para el alma de Cristo causa de dolor, sino de delectación y de gozo.
Pero según el otro modo de padecimiento, por el cual se dice que una potencia padece por parte de su propio sujeto, así padecían todas las potencias del alma de Cristo, pues todas esas potencias se asientan en la esencia de la misma alma de Cristo, a la que llega el sufrimiento cuando el cuerpo padece, porque aquélla es el acto de éste.
A las objeciones:
Soluciones: 1. Aunque el entendimiento, considerado como una potencia, no sea el acto del cuerpo, sin embargo, la esencia del alma sí que lo es, y en ella se asienta la potencia intelectiva, como ya se ha expuesto en la Primera Parte (I 77,6 I 77,8).
2. Esa objeción se toma de la pasión considerada por parte del propio objeto; en ese sentido, la razón superior de Cristo no padeció.
3. El dolor se llama padecimiento perfecto, por el que el alma se altera, cuando el padecimiento de la parte sensitiva llega hasta desviar la razón de la rectitud de su acto, de modo que la razón sea arrastrada por la pasión y no tenga libre albedrío sobre ella. La pasión de la parte sensitiva, bajo este aspecto, no llegó en Cristo hasta la razón, aunque sí llegó por parte del sujeto, como se acaba de decir (en la sol.).
4. El entendimiento especulativo no puede experimentar el dolor o la tristeza por parte de su objeto, que es la verdad absolutamente considerada, lo que constituye su propia perfección. Sin embargo, puede afectarle el dolor, o la causa del dolor, en la forma que queda dicho (en la sol.).
Objeciones por las que parece que el alma de Cristo, en el momento de su pasión, no disfrutaba toda ella del gozo beatífico.
Objeciones: 1. Es imposible sentir dolor y gozar a la vez, porque el dolor y el gozo son contrarios. Ahora bien, el alma de Cristo entera sufría el dolor al tiempo de la pasión, como antes se ha expuesto (a. 7). Por consiguiente, resulta imposible que gozase.
2. Dice el Filósofo, en VII Ethic., que la tristeza, si es intensa, no sólo impide el deleite contrario, sino cualquier deleite; y al revés. Pero el dolor de la pasión de Cristo fue el máximo, como queda expuesto (a. 6), y, de manera semejante, el deleite de la fruición es también el máximo, como se explicó en la Primera de la Segunda Parte (I-II 34,3). Luego no pudo acontecer que toda el alma de Cristo padeciese y gozase a la vez.
3. El gozo bienaventurado es efecto del conocimiento y el amor divinos, como es evidente por lo que dice Agustín en I De Doctr. Christ.. Pero no todas las potencias del alma llegan a conocer y amar a Dios. Luego no toda el alma de Cristo gozaba.
Contra esto: está que el Damasceno, en el libro III, dice que la divinidad de Cristo permitió a la carne obrar y padecer lo que le es propio. Luego, por la misma razón, siendo propio del alma de Cristo, en cuanto bienaventurada, el gozar, su pasión no impedía ese gozo.
Respondo: Como antes se ha expuesto (a. 7), la totalidad del alma puede entenderse sea en cuanto a la esencia, sea en cuanto a todas sus potencias. Si se entiende conforme a la esencia, gozaba toda el alma, en cuanto es sujeto de la parte superior del alma, a la que pertenece el gozo de la divinidad; de manera que, así como la pasión se atribuye a la parte superior del alma por razón de la esencia, así también, por el contrario, la fruición se atribuye a la esencia por la parte superior del alma.
En cambio, si entendemos la totalidad del alma por razón de todas sus potencias, no gozaba toda el alma, ni directamente, porque la fruición no puede ser acto de cualquier parte del alma; ni por redundancia, porque, mientras Cristo fue viador, no se producía la redundancia de la gloria de la parte superior en la inferior, ni del alma en el cuerpo. Pero como, por el contrario, tampoco la parte superior del alma era impedida por la inferior respecto de lo que le es propio, se sigue que la parte superior del alma de Cristo seguía gozando cuando éste padecía.
A las objeciones:
Soluciones: 1. El gozo de la fruición no es directamente contrario al dolor de la pasión, porque no se refieren a lo mismo. Y nada impide que dos cosas contrarias, bajo distinta razón, se hallen en el mismo sujeto. Y, de esta suerte, el gozo de la fruición puede darse en la parte superior del alma como acto propio, y el dolor de la pasión por razón del sujeto. Pero el dolor de la pasión pertenece a la esencia del alma por parte del cuerpo, del que es forma; mientras que el gozo de la fruición le afecta por parte de la potencia, de la que es sujeto.
2. La sentencia citada del Filósofo es verdadera cuando se da la redundancia de una potencia del alma en otra. Pero esto no aconteció en Cristo, como antes se ha dicho (en la sol.; a. 6).
3. Esa objeción proviene de considerar la totalidad del alma cuanto a sus potencias.
Objeciones por las que parece que Cristo no padeció en el tiempo oportuno.
Objeciones: 1. La inmolación del cordero pascual fue figura de la pasión de Cristo; por lo cual dice el Apóstol en 1Co 5,7: Nuestra pascua, Cristo, ha sido inmolada.
Pero el cordero pascual era inmolado el día catorce al atardecer, como se lee en Ex 12,6. Luego parece que Cristo debió padecer entonces. Eso no es cierto, porque entonces celebró la Pascua con sus discípulos, según Mc 12,14: El primer día de los Ácimos, cuando se inmolaba la Pascua; y al día siguiente, padeció (cf. Mt 27,1).
2. La pasión de Cristo es llamada su exaltación, según el pasaje de Jn 3,14: Es preciso que el Hijo del hombre sea exaltado. Por otro lado, Cristo es denominado Sol de justicia, como es evidente en Ml 4,2. Luego parece que debió padecer a las doce del día, cuando el sol se halla en su cénit. Parece que aconteció lo contrario, puesto que en Mc 15,25) se dice: Eran las nueve de la mañana, y le crucificaron.
3. Así como el sol se halla, cada día, en su punto más alto a la hora sexta, así también logra su punto más alto, cada año, en el solsticio de verano. Por consiguiente, Cristo debió padecer más bien en torno al solsticio de verano que en torno al equinoccio de primavera.
4. La presencia de Cristo en el mundo lo llenaba de luz, según aquellas palabras de Jn 9,5: Mientras estoy en el mundo, soy luz del mundo. Por consiguiente, hubiera sido conveniente para la salvación de los hombres que viviera más tiempo en el mundo, de modo que no padeciese en la juventud, sino más bien al tiempo de la vejez.
Contra esto: está lo que se lee en Jn 13,1: Sabiendo Jesús que había llegado su hora de pasar de este mundo al Padre. Y en Jn 2,4) dice: Todavía no ha llegado mi hora. A propósito de esto, comenta Agustín: Cuando hizo tanto cuanto pensó que era necesario, llegó su hora; no la de la necesidad, sino la de la voluntad; no la del condicionamiento, sino la del poder. Luego padeció en el tiempo oportuno.
Respondo: Como antes se ha declarado (a. 1), la pasión de Cristo estaba sometida a su voluntad. Y su voluntad se gobernaba por la sabiduría divina, que lo dispone todo convenientemente y con suavidad, como se dice en Sg 8,1). Y, por este motivo, es preciso sostener que la pasión de Cristo tuvo lugar en el tiempo oportuno. Por lo que también en el libro Quaest. Nov. et Vet. Test. Se dice: El Señor realizó todas sus obras en los lugares y en los tiempos apropiados.
A las objeciones:
Soluciones: 1. Algunos sostienen que Cristo padeció en la luna decimocuarta, cuando los judíos inmolaban la Pascua. Por eso se dice en Jn 18,28) que los judíos no entraron en el pretorio de Pilato, el mismo día de la pasión, para no contaminarse, y poder comer la pascua. A propósito de lo cual comenta el Crisóstomo que los judíos celebraban entonces la Pascua, mientras que El la celebró el día anterior, reservando su muerte para la feria sexta, cuando se celebraba la vieja Pascua. Con esto parece concordar lo que se dice en Jn 13,15: Antes del día festivo de la Pascua, Cristo, una vez terminada la cena, lavó los pies de los discípulos.
Pero parece estar en contra de esto lo que se lee en Mt 26,17: El primer día de los Ácimos se acercaron los discípulos a Jesús, preguntándole: ¿Dónde quieres que te preparemos para comer la Pascua? De lo que resulta evidente que, llamándose primer día de los Ácimos el catorce del primer mes, cuando se inmolaba el cordero y es luna llena, como dice Jerónimo, Cristo celebró la cena en la luna decimocuarta, y padeció en la decimoquinta. Y esto se manifiesta con más fuerza por lo que se dice en Mc 14,12: El primer día de los Ácimos, cuando inmolaban la Pascua, etc.; y en Lc 22,7: Elegó el día de los Ácimos, en el que era necesario sacrificar la Pascua.
Y por esto dicen algunos que Cristo comió la Pascua con sus discípulos en el día oportuno, es decir, en la luna decimocuarta, demostrando que se mantuvo fiel a la Ley hasta el último día, como dice el Crisóstomo In Matth.; en cambio, los judíos, ocupados en lograr la muerte de Cristo, retrasaron hasta el día siguiente la celebración de la Pascua, contra la ley. Y ésta es la razón de que se diga que éstos, el día de la pasión de Cristo, no quisieron entrar en el pretorio por no contaminarse, para poder comer la Pascua (cf. Jn 18,28).
Pero esto no parece acorde con las palabras de Marcos, que dice: El primer día de los Ácimos, cuando inmolaban la Pascua (Mc 14,12). Luego Cristo y los judíos celebraron la Pascua antigua al mismo tiempo. Y, como dice Beda, In Marc., aunque Cristo, que es nuestra Pascua, fuese crucificado al día siguiente, esto es, en la luna decimoquinta, sin embargo, en la noche en que se inmolaba el cordero, entregando a sus discípulos los misterios de su cuerpo y de su sangre que habían de celebrar, y de tenido y atado por los judíos, consagró e I principio de su inmolación, esto es, de su pasión.
Cuando, pues, en Jn 13,1) se dice: Antes del día festivo de la Pascua, se entiende que eso aconteció en la luna decimocuarta, que aquel año cayó en jueves, pues el día de la luna decimoquinta era el día solemnísimo de la Pascua entre los judíos. Y, de este modo, el día que Juan denomina anterior al día festivo de la Pascua, debido a la distinción natural de los días, es llamado por Mateo día primero de los Ácimos (Mt 26,17) porque, según el ceremonial de la fiesta judía, la solemnidad comenzaba con la tarde del día anterior. Y en lo referente a que habían de comer la Pascua en la luna decimoquinta, ha de entenderse que allí no se llama Pascua al cordero pascual, que había sido inmolado en la luna decimocuarta, sino a la comida pascual, es decir, a los panes ácimos que debían ser comidos en estado de pureza.
Por esto el Crisóstomo ofrece allí otra exposición: Por Pascua puede entenderse toda la fiesta de los judíos, que duraba siete días.
2. Como escribe Agustín en el libro De consensu Evang.: "Era casi la hora de sexta" cuando el Señor fue entregado por Pilato para ser crucificado, como dice Juan (Jn 19,14). No era, pues, la hora sexta en punto, sino "casi la hora de sexta"; es decir, había pasado la hora quinta y estaba comenzado algo de la hora sexta, hasta que, completada esta última, colgado Cristo en la cruz, se produjeron las tinieblas. Se entiende, pues, que era la hora de tercia cuando los judíos pidieron a gritos que el Señor fuese crucificado; y se demuestra con plenísima verdad que crucificaron a Cristo cuando lo pidieron a gritos. Luego, para que a nadie se le ocurra apartar de los judíos un crimen tan horrendo y achacarlo a los soldados, dice que "era la hora de tercia y lo crucificaron" (Mc 15,25), para hacer ver que especialmente le crucificaron quienes, a la hora de tercia, pidieron a gritos que fuese crucificado.
Aunque no faltan quienes quieran entender la "parasceve" citada por Juan, cuando dice: "Era el día de la parasceve, como a la hora sexta" (Jn 19,14), de la hora de tercia del día. Porque "parasceve" quiere decir "preparación". Y en verdad, la Pascua, que se celebra el día de la pasión del Señor, comentó a prepararse desde la hora nona de la noche, cuando todos los príncipes de los sacerdotes dijeron (Mt 26,66; cf. Mc 14,64): "Reo es de muerte". Por consiguiente, desde aquella hora de la noche hasta la crucifixión de Cristo va la "hora sexta de la parasceve", según Juan, y además la "hora tercia del día", según Marcos.
Sin embargo, algunos dicen que esta diversidad en las horas proviene de un descuido del copista griego, porque en la lengua griega las figuras de los números tres y seis son muy parecidas.
3. Como se escribe en el libro De quaest. Nov. et Vet. Test., el Señor quiso redimir y reformar al mundo con su pasión cuando lo había creado, esto es, en el equinoccio. Y entonces crece el día sobre la noche, porque, mediante la pasión del Salvador, somos llevados de las tinieblas a la luz. Y como la iluminación perfecta tendrá lugar en la segunda venida de Cristo, por eso el tiempo de esta segunda venida se compara, en Mt 24,32-33, con el estío, cuando se dice: Cuando sus ramas están tiernas y han brotado las hojas, conocéis que el estío se acerca. Así también vosotros, cuando veáis todo esto, entended que está próximo, a las puertas. Y entonces tendrá lugar también la suprema exaltación de Cristo.
4. Cristo quiso padecer en la edad juvenil por tres razones: Primera, para hacer más estimable su amor, puesto que entregaba su vida por nosotros cuando se hallaba en la flor de la misma. Segunda, para que no se dejase ver en él decaimiento de la naturaleza, como tampoco enfermedad, según se ha dicho antes (II-II 14,4). Tercera, para que, muriendo y resucitando en edad juvenil, demostrase de antemano en sí mismo la condición futura de los resucitados. Por lo cual se dice en Ep 4,13: Hasta que lleguemos todos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, al varón perfecto, a la medida de la edad de la plenitud de Cristo.
Objeciones por las que parece que Cristo no padeció en el lugar apropiado.
Objeciones: 1. Cristo padeció en su naturaleza humana, que fue concebida por la Virgen en Nazaret, y que nació en Belén. Luego parece que no debió padecer en Jerusalén, sino en Nazaret o en Belén.
2. La verdad debe corresponder a la figura. Pero la pasión de Cristo estaba figurada por los sacrificios de la ley antigua. Y tales sacrificios se ofrecían en el templo. Luego también Cristo debió padecer en el templo, y no fuera de las puertas de la ciudad.
3. La medicina debe responder a la enfermedad. Ahora bien, la pasión de Cristo fue medicina contra el pecado de Adán. Pero éste no fue sepultado en Jerusalén, sino en Hebrón, pues en Jos 14,15 se dice: El nombre primitivo de Hebrón fue Quiryat-Arbé; Adán, el mayor de todos, fue enterrado allí, en tierra de los Anaquitas. Luego parece que Cristo debió padecer en Hebrón y no en Jerusalén.
Contra esto: está lo que se lee en Lc 13,33: No es posible que un profeta perezca fuera de Jerusalén. Por consiguiente, padeció oportunamente en Jerusalén.
Respondo: Como se escribe en el libro Octoginta trium quaest., el Salvador lo realizó todo en los lugares y en los tiempos apropiados, porque, así como todas las cosas están en sus manos, así también lo están todos los lugares. Y, por consiguiente, lo mismo que Cristo padeció en el tiempo debido, igualmente padeció en el lugar oportuno.
A las objeciones:
Soluciones: 1. Cristo padeció convenientísimamente en Jerusalén. Primero, porque Jerusalén era el lugar elegido por Dios para que allí le fueran ofrecidos los sacrificios. Tales sacrificios figuraban la pasión de Cristo, que es el verdadero sacrificio, según aquellas palabras de Ep 5,2: Se entregó a si mismo como hostia y oblación de suave olor. Por lo cual dice Beda, en una Homilía, que acercándose la hora de la pasión, quiso el Señor acercarse al lugar de la pasión, es decir, a Jerusalén, adonde llegó cinco días antes de la Pascua; como el cordero pascual, cinco días antes de la Pascua, esto es, en la décima luna, era llevado al lugar de la inmolación, conforme al precepto de la ley (cf. Ex 12).
Segundo, porque la eficacia de su pasión debía extenderse por todo el mundo, quiso padecer en medio de la tierra habitable, es decir, en Jerusalén. Por esto se dice en Ps 73,12: Dios, nuestro Rey antes de los siglos, Él realizó la salvación en medio de la tierra, es decir, en Jerusalén, de la que se asegura ser el ombligo de la tierra.
Tercero, porque esto convenía en grado sumo a su humildad, es a saber: para que, como eligió el más infame género de muerte, así también correspondió a su humildad el no rehuir padecer la ignominia en un lugar tan célebre. Por lo que el papa León, en un Sermón de Epifanía, dice: El que había tomado la forma de siervo, prefirió Belén para su nacimiento, Jerusalén para su pasión.
Cuarto, para hacer ver que la iniquidad de los que le mataron tuvo su origen en los príncipes del pueblo. Y por eso quiso padecer en Jerusalén, donde ellos vivían. De donde, en Ac 4,27, se dice: Juntáronse en esta dudad contra tu santo siervo Jesús, a quien ungiste, Herodes y Pondo Pilato, con los gentiles y el pueblo de Israel.
2. Cristo no padeció en el templo o en la ciudad, sino fuera de sus puertas, por tres motivos. Primero, para que la verdad correspondiese a la figura. Pues el novillo y el macho cabrío, que se ofrecían en sacrificio solemnísimo para expiación de todo el pueblo, eran quemados fuera del campamento, como está mandado en Lv 16,27. Por lo cual se dice en He 13,11-12: Los cuerpos de aquellos animales cuya sangre, ofrecida por los pecados, es introducida en el santuario por el pontífice, son quemados fuera del campamento. Por lo cual también Jesús, afín de santificar a su pueblo, padeció fuera de las puertas.
Segundo, para darnos así ejemplo sobre el modo de salir de la vida mundana.
Por eso, en el mismo pasaje se añade: Salgamos, pues, a El fuera del campamento, cargando con su oprobio (v. 13).
Tercero, porque, como dice Crisóstomo en un Sermón de Pasión, el Señor no quiso padecer bajo techado, ni en el Templo judaico, para que los judíos no sustrajesen furtivamente el sacrificio de la salvación, y para que no pensases que sólo se había ofrecido por aquel pueblo. Y por eso padeció fuera de la ciudad, fuera de las murallas, para que comprendas que el sacrificio es común, que es la oblación de la tierra entera, que la purificación es común.
3. Como escribe Jerónimo In Matth., alguno explicó el "lugar del calvario" porque allí fue sepultado. Adán, y, en consecuencia, que fue llamado así porque allí fue enterrada la cabera del primer hombre. Esta interpretación es bien acogida y halaga los oídos del pueblo, pero no es cierta. Fuera de la dudad, y fuera de las puertas, hay lugares en que son decapitados los condenados, y por eso se han llamado "calvarios", esto es, "lugar de los decapitados". Por eso fue crucificado allí Jesús, a fin de que los estandartes del martirio fuesen erigidos allí donde antes estaba el lugar de los condenados. En el libro de Josué, hijo de Nun, se lee que Adán fue sepultado junto a Hebrón.
Y Jesús debía ser crucificado en el lugar común de los condenados, más bien que junto al sepulcro de Adán, con el fin de hacer ver que la cruz de Cristo era el remedio no sólo contra el pecado personal de Adán, sino contra los pecados del mundo entero.
Objeciones por las que parece no haber sido conveniente que Cristo fuera crucificado con los ladrones.
Objeciones: 1. En 2Co 6,14 se dice: ¿Qué relación hay entre la justicia y la iniquidad? Pero Cristo ha venido a ser para nosotros justicia de parte de Dios (cf. 1Co 1,30); en cambio, la iniquidad es propia de los ladrones. Luego no fue conveniente que Cristo fuera crucificado con los ladrones.
2. Sobre el pasaje de Mt 26,35: Aunque tuviera que morir contigo, no te negaré, comenta Orígenes: morir con Jesús, que moría por todos, no era propio de hombres. Y Ambrosio, a propósito de Lc 22,33) (dispuesto estoy a ir contigo a la cárcel y a la muerte), dice: La pasión del Señor tiene imitadores, pero no tiene iguales. Luego mucho menos conveniente parece que Cristo padeciese con los ladrones.
3. En Mt 27,44) se narra que los ladrones que estaban crucificados con El le injuriaban. En cambio, en Lc 23,42) se dice que uno de los que estaban crucificados con Cristo le decía: Señor, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino. Luego da la impresión de que, además de los ladrones que le injuriaban, había otro crucificado con El que no le insultaba. Y así parece que los Evangelistas no han narrado oportunamente el que Cristo fuera crucificado con los ladrones.
Contra esto: está que, en Is 53,12), se había profetizado: y fue contado con los malvados.
Respondo: Cristo fue crucificado entre ladrones, por una razón en lo que atañe a la intención de los judíos, y por otra en lo que se refiere a la disposición divina. En lo que atañe a la intención de los judíos, crucificaron dos ladrones a una y otra parte, como dice el Crisóstomo, para hacerle partícipe de la infamia de aquéllos. Pero no sucedió así, pues nadie habla de aquéllos, mientras que la cruz de Cristo es honrada en todas partes. Los reyes, quitándose la corona, toman la cruz ésta resplandece en las púrpuras, en las diademas, en las armas, en los altares, en toda la tierra.
Por lo que se refiere a la disposición divina, Cristo fue crucificado con los ladrones porque, como dice Jerónimo In Matth., así como Cristo se hizo maldición por nosotros, así, por la salvación de todos, es crucificado entre delincuentes como un delincuente más.
Segundo, como dice el papa León en un Sermón de Pasión, son crucificados dos ladrones, uno a la derecha y otro a la izquierda, para que en la misma figura del patíbulo se mostrase la distinción que El hará cuando juague a todos los hombres. Y Agustín comenta In Ioann.: Si te fijas, la misma cruz fue un tribunal. Colocado el juez en el centro, uno, el que creyó, fue absuelto; otro, el que injurió, fue condenado. Desde entonces daba a conocer lo que ha de hacer con los vivos y con los muertos, habiendo de colocar a unos a la derecha y a otros a la izquierda.
Tercero, según Hilario: Los dos ladrones son crucificados a la izquierda y a la derecha, para mostrar que toda la diversidad del género humano es convocada al misterio de la pasión del Señor. Mas, porque mediante la diversidad de fieles e infieles se establece la división de todos según la derecha y según la izquierda, uno de los dos, el situado a la derecha, se salva por la justificación de la fe.
Cuarto, porque, como dice Beda In Man., los ladrones que fueron crucificados con el Señor significan a los que, en la fe y en la confesión de Cristo, sufren la lucha del martirio o las reglas de una disciplina más severa. Los que afrontan esto por la gloria eterna, están designados por la fe del ladrón de la derecha; los que lo asumen con la mirada puesta en la alabanza humana, imitan la intención y la conducta del ladrón de la izquierda.
A las objeciones:
Soluciones: 1. Como Cristo no tuvo la deuda de la muerte, pero la sufrió voluntariamente para vencerla con su poder, así tampoco mereció ser colocado entre ladrones; pero quiso ser contado entre los inicuos para destruir la iniquidad con su virtud.
Por eso dice el Crisóstomo, In Ioann., que convertir a un ladrón crucificado y llevarlo al paraíso, no fue menor obra que quebrantar las rocas.
2. No era conveniente que ningún otro padeciese con Cristo por la misma causa. Por eso añade Orígenes en el mismo lugar: Todos habían estado en pecado, y todos tenían necesidad de que muriese otro por ellos, no ellos por otros.
3. Como escribe Agustín en el libro De consensu Evang., podemos pensar que Mateo puso el número plural en vez del singular cuando dijo: Los ladrones le insultaban.
O cabe decir, según Jerónimo, que al principio le insultaban los dos; y que luego, al ver los milagros, uno de ellos creyó.
Objeciones por las que parece que la pasión de Cristo debe atribuirse a la divinidad.
Objeciones: 1. En 1Co 2,8 se lee: Si le hubieran conocido, nunca hubieran crucificado al Señor de la gloria. Pero Cristo es Señor de la gloria por razón de su divinidad.
Luego la pasión de Cristo le compete por razón de la divinidad.
2. El principio de la salvación humana es la misma divinidad, según aquellas palabras de Ps 36,39: La salvación de los justos proviene del Señor. Por consiguiente, si la pasión de Cristo no pertenece a su divinidad, parece que no hubiera podido ser fructuosa para nosotros.
3. Los judíos fueron castigados por el pecado de la muerte de Cristo como homicidas del propio Dios; esto lo demuestra la grandeza del castigo. Pero esto no acontecería si la pasión de Cristo no perteneciese a la divinidad. Luego la pasión de Cristo se extendió a la divinidad.
Contra esto: está lo que dice Atanasio en la epístola Ad Epictetum: Permaneciendo Dios por naturaleza, el Verbo es impasible. Pero lo impasible no puede padecer. Luego la pasión de Cristo no pertenecía a la divinidad.
Respondo: Como antes se ha afirmado (III 2,1 III 2,3 III 2,6), la unión de la naturaleza humana con la divina se realizó en la persona, y en la hipóstasis, y en el supuesto, permaneciendo firme, sin embargo, la distinción de naturalezas; lo que quiere decir que es una misma la persona y la hipóstasis de la naturaleza divina y de la humana, pero quedando a salvo la propiedad de una y otra naturaleza. Y por eso, como antes se ha dicho (II-II 16,4), la pasión ha de atribuirse a la naturaleza divina, no por razón de esta naturaleza, que es impasible, sino por razón de la naturaleza humana. Por lo cual, en la Epístola Sinodal de Cirilo se dice: Si alguno no confiesa que el Verbo de Dios padeció en la carne y fue crucificado en la carne, sea anatema. Por consiguiente, la pasión de Cristo pertenece al supuesto de la naturaleza divina por razón de la naturaleza pasible asumida, no por razón de la naturaleza divina impasible.
A las objeciones:
Soluciones: 1. Se afirma que el Señor de la gloria fue crucificado, no en cuanto es Señor de la gloria, sino en cuanto que era hombre pasible.
2. Como se expone en un Sermón del Concilio de Éfeso, la muerte de Cristo, que se convirtió en muerte de Dios, es manifiesto que, debido a la unión en la persona, destruyó la muerte, porque quien padecía era Dios y hombre. La naturalez de Dios no recibió daño, ni experimentó los sufrimientos mediante algún cambio propio.
3. Como se añade en el mismo lugar, los judíos no crucificaron a un puro hombre, sino que dirigieron su orgullo contra Dios. Supón que un príncipe habla mediante su palabra, y que tal palabra es puesta por escrito en un pergamino y enviada a las ciudades; y que alguien, faltando a la obediencia, rasga dicho pergamino. Sería condenado a pena de muerte no por rasgar el pergamino, sino por destruir un edicto imperial. Por consiguiente, no se crea seguro el judío como si crucificase a un puro hombre. Lo que él veía era como un pergamino, pero lo que en él estaba oculto era el Verbo imperial, nacido de la naturaleza, no proferido por la lengua.
Y sobre esto se plantean seis problemas: 1. ¿Cristo fue muerto por otros o por sí mismo? 2. ¿Por qué motivo se entregó a la pasión? 3. ¿Lc entregó el Padre a la pasión? 4. ¿Fue conveniente que padeciese por mano de los gentiles o más bien por mano de los judíos? 5. ¿Lc conocieron los que le mataron? 6. Sobre el pecado de los que mataron a Cristo.
Objeciones por las que parece que Cristo no fue muerto por otro sino por sí mismo.
Objeciones: 1. Dice él mismo en Jn 10,18: Nadie me quita la vida, sino que la entrego yo mismo. Ahora bien, se dice que mata a alguien el que le quita la vida. Luego Cristo no fue muerto por otros, sino por sí mismo.
2. Los que son muertos por otros desfallecen poco a poco, al ir debilitándose la naturaleza. Y esto sucede en grado máximo en los crucificados, pues, como dice Agustín en IV De Trin.: Los coleados del madero sufrían una larva agonía. Pero o J o o en Cristo no aconteció esto, porque, dando un fuerte grito, exhaló el espíritu, como se dice en Mt 27,50). Luego Cristo no fue muerto por otros, sino por sí mismo.
3. Los que son muertos por otros mueren violentamente, y por eso no mueren voluntariamente, porque lo violento se opone a lo voluntario. Pero Agustín dice, en IV De Trin., que el espíritu de Cristo no abandonó forjado el cuerpo, sino porque quiso, cuando quiso y como quiso. Luego Cristo no recibió la muerte de otros, sino de sí mismo.
Contra esto: está lo que se dice en Lc 18,33: Después de acotarle, le matarán.
Respondo: Un sujeto puede ser causa de algún efecto de dos modos. Primero, actuando directamente sobre el efecto. Y, en este sentido, los perseguidores de Cristo le mataron, porque le aplicaron la causa suficiente para morir, con intención de matarle, y con el efecto consiguiente, esto es, porque de aquella causa se siguió la muerte.
Segundo, actuando indirectamente, es decir, porque no impide, pudiendo hacerlo, como si dijésemos que uno moja a otro porque no cierra la ventana, a través de la cual entra la lluvia. Y, en este sentido, Cristo fue causa de su pasión y muerte, porque pudo impedirlas. En primer lugar, conteniendo a sus enemigos, de modo que o no quisiesen o no pudiesen matarle. En segundo lugar, porque su espíritu tenía poder para conservar la naturaleza de su cuerpo, de suerte que no recibiera ningún daño. Tal poder lo tuvo el alma de Cristo porque estaba unida al Verbo de Dios en unidad de persona, como dice Agustín en IV De Trin.. Por consiguiente, al no rechazar el alma de Cristo ningún daño inferido a su cuerpo, sino queriendo que su naturaleza corporal sucumbiese a tal daño, se dice que entregó su espíritu o que murió voluntariamente.
A las objeciones:
Soluciones: 1. Cuando declara: Nadie me quita la vida, se entiende, contra mi voluntad. Lo que uno quita a otro contra su voluntad, porque no puede hacer resistencia, eso es lo que propiamente se denomina ser quitado.
2. Cristo, para demostrar que la pasión que le fue impuesta por la violencia no le quitaba la vida, conservó la naturaleza corporal en todo su vigor, de modo que, llegado el último momento, diese un gran grito. Esto se cataloga entre los otros milagros de su muerte. Por lo cual se dice en Mc 15,39: Al ver el centurión, que estaba frente a él, que había expirado gritando de ese modo, dijo: Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios.
Fue también admirable en la muerte de Cristo la rapidez con que murió en comparación con lo que acaece con los otros crucificados. Por esto se dice en Jn 19,32-33 que quebraron las piernas de los que estaban junto a Cristo, a fin de que muriesen pronto; pero, al llegar a Jesús, le hallaron muerto, por lo que no le quebraron las piernas. Y en Mc 15,44 se narra que Pilato se admiró de que ya estuviera muerto. Como por su voluntad la naturaleza corporal se conservó en su vigor hasta el final, así también, cuando quiso, cedió presto al daño inferido.
3. Cristo padeció violencia para morir, y, sin embargo, murió voluntariamente, porque la violencia inferida a su cuerpo sólo prevaleció sobre éste el tiempo que El quiso.
Suma Teológica III Qu.46 a.7