Suma Teológica III Qu.68 a.10
Objeciones por las que parece que los niños de los judíos o de otros infieles han de ser bautizados contra la voluntad de sus padres.
Objeciones: 1. Al hombre se le ha de proteger más contra el peligro de la muerte eterna que contra el peligro de la muerte temporal. Pero habría que socorrer a un niño en peligro de muerte temporal aunque por maldad sus padres se opusieran. Luego con mayor razón se debe proteger a los niños hijos de infieles contra el peligro de la muerte eterna, incluso contra la voluntad de sus padres.
2. Los hijos de los esclavos son esclavos y sometidos a la potestad de sus señores. Pero los judíos son esclavos de reyes y príncipes, lo mismo que los demás infieles. Luego pueden los príncipes, inmunes de toda injuria, hacer bautizar a los hijos de los judíos o de otros esclavos infieles.
3. Cualquier hombre es más de Dios, de quien ha recibido el alma, que del padre carnal, de quien recibió el cuerpo. No será, pues, injusto sustraer los niños de los infieles a sus padres carnales, y consagrarles a Dios por el bautismo.
Contra esto: se dice en Decretis, Dist. XLV, tomado del Concilio de Toledo: Acerca de los judíos el Santo Sínodo establece que a nadie se obligue a creer, porque no han de ser salvados contra su voluntad, sino voluntariamente, para que sea cumplida la justicia en toda su integridad.
Respondo: Los hijos de los infieles o tienen uso de razón o no lo tienen. Si lo tienen ya comienzan a ser dueños de sí mismos en lo que se refiere al derecho divino y natural. Y, por tanto, pueden por su propia voluntad, contra la voluntad de sus padres, recibir el bautismo, como pueden contraer matrimonio. Por lo que estas personas pueden ser instruidas e inducidas a recibir el bautismo.
Pero si no tienen uso de razón, por derecho natural están bajo el cuidado de sus padres todo el tiempo que no sean capaces de valerse por sí mismos. Por lo que también se decía de los niños de los antiguos que se salvaban en la fe de los padres. Por eso, sería contra la justicia natural si se bautizase a estos niños contra la voluntad de sus padres, como también lo sería bautizar a uno que tiene uso de razón contra su propia voluntad. Sería, además, peligroso bautizar a los hijos de los infieles en esas circunstancias, ya que fácilmente volverían a la infidelidad por el natural afecto que tienen a sus padres. Por lo que la Iglesia no acostumbra a bautizar a los hijos de los infieles contra la voluntad de sus padresz.
A las objeciones:
Soluciones: 1. Nadie puede ser librado de la muerte corporal contra el orden jurídico civil, como si, por ej., uno es condenado por el juez, nadie puede librarle violentamente de la muerte. Luego, del mismo modo, nadie puede quebrantar el orden jurídico natural —según el cual el hijo está bajo la tutela de su padre-para librarlo de la muerte eterna.
2. Los judíos son esclavos de los príncipes en el sentido de una esclavitud civil, que no excluye el respeto al orden jurídico natural y divino.
3. El hombre se ordena a Dios mediante la razón, por la que puede conocerle.
Por lo que el niño, antes del uso de la razón, se ordena a Dios, según el orden natural, a través de la razón de sus padres, a cuya tutela está naturalmente sometido y por cuyas disposiciones se cumple la voluntad divina en él.
Objeciones por las que parece que los fetos en el seno materno pueden ser bautizados.
Objeciones: 1. Es más eficaz el don de Cristo para la salvación que el pecado de Adán para la condenación, como dice el Apóstol en Rm 5,15ss). Pero los niños que están en el seno materno se condenan por el pecado de Adán. Luego con mayor razón pueden ser salvados por el don de Cristo, que tiene lugar por el bautismo.
Luego los niños que están en el seno materno pueden ser bautizados.
2. El niño que está todavía en el seno materno parece ser algo todavía de la madre. Pero, bautizada la madre, se bautiza todo lo que está dentro de ella.
Luego parece que, bautizada la madre, se bautiza también el niño que está en su seno.
3. La muerte eterna es peor que la muerte corporal. Pero, de dos males, se ha de elegir el menor. Si, pues, no se puede bautizar al niño en el seno materno, sería mejor abrir a la madre, sacar al niño y bautizarlo, que dejar que el niño se condene eternamente muriendo sin bautismo.
4. Alguna vez acontece que sale antes un miembro del niño, como el caso que se narra en Gn 38,27ss), que en el parto de Tamar uno de los niños sacó la mano y la partera le agarró y le ató una cinta escarlata a la mano diciendo: Este ha salido primero. Pero entonces, retiró él la mano y fue su hermano el que salió. Pero, a veces, en tales casos, hay peligro de muerte. Luego parece que deba bautizarse ese miembro, aunque esté el niño todavía en el seno materno.
Contra esto: dice San Agustín en su Epístola Ad Dardanum: Nadie renace si primeramente no nace. Luego nadie debe ser bautizado antes de salir del útero materno.
Respondo: El bautismo lleva consigo necesariamente que el cuerpo del bautizando sea lavado en cierto modo con agua, puesto que el bautismo, como se ha dicho más arriba (III 66,1), es una cierta ablución. Ahora bien, el cuerpo del infante, antes de salir del útero, no puede ser lavado, a no ser que se diga que la ablución bautismal con la que se lava el cuerpo de la madre alcanza también al hijo que está en su vientre. Pero esto es imposible, ya porque el alma del niño, a cuya santificación está destinado el bautismo, es distinta del alma de la madre, ya porque el cuerpo del niño en gestación ya está formado y, consiguientemente, es distinto del cuerpo de la madre. Por eso, el bautismo que recibe la madre no alcanza a la prole que está en su seno. Por lo que San Agustín dice en VI Contra Julianum: Si perteneciese al cuerpo de la madre lo que en ella es concebido hasta el punto de considerarlo como una parte de ella, no sería bautizado el infante cuya madre fue bautizada en peligro de muerte, cuando todavía le gestaba a él. Ahora bien, puesto que se le bautiza, o sea, al infante, es claro que no pertenecía al cuerpo de la madre, aunque estuviese en su seno. De donde se deduce que los fetos que están todavía en el seno materno, de ningún modo pueden ser bautizados.
A las objeciones:
Soluciones: 1. Los niños que están en el seno materno no han venido todavía a la luz para convivir con los demás hombres. Consiguientemente, no pueden someterse a la acción de los hombres de tal manera que por su ministerio reciban los sacramentos para la salvación. Pueden, sin embargo, estar sometidos a la acción de Dios, en cuya presencia viven, para conseguir la santificación por un privilegio de gracia, como es el caso de los santificados en el seno materno.
2. Un miembro interior de la madre es parte integrante de ella por la continuación y la unión material de la parte con el todo. Ahora bien, el niño que está todavía en el seno materno es una parte de la madre por el contacto que existe entre dos cuerpos distintos. Luego no hay similitud.
3. No se debe hacer el mal para que venga el bien, como se dice en Rm 3,8).
Luego tampoco se puede matar a la madre para bautizar al niño. Pero si la madre muriese, y el niño estuviese vivo todavía en su seno, debe ser abierta para bautizar al niño.
4. Es preciso esperar que el niño salga totalmente del seno materno para bautizarlo, a no ser que haya peligro de muerte. No obstante, si asoma la cabeza —fundamento de todos los sentidos—, y existe peligro de muerte, debe ser bautizado, y, aunque nazca después perfectamente, no ha de ser rebautizado. Y lo mismo parece que ha de hacerse, en caso de peligro de muerte, con cualquier otro miembro que salga. Pero, como en ningún otro miembro del cuerpo está compendiada la integridad como en la cabeza, a algunos les parece que, por ser dudoso el bautismo administrado en otro miembro del cuerpo, el niño debe ser bautizado después de su perfecto nacimiento con esta fórmula: Si no estás bautizado, yo te bautizo.
Objeciones por las que parece que los exaltados y dementes no deben ser bautizados.
Objeciones: 1. Para recibir el bautismo se requiere la intención en el que se bautiza, como se ha dicho más arriba (a. 7). Pero los exaltados y dementes, puesto que carecen del uso de la razón, no pueden tener más que una desordenada intención. Luego no deben ser bautizados.
2. El hombre supera a los animales brutos en la facultad de su razón. Pero los exaltados y dementes no tienen uso de razón y, a veces, no se espera que lo puedan tener, como se espera en el caso de los niños. Luego parece que, como no se bautiza a los animales brutos, tampoco se ha de bautizar a los exaltados y dementes.
3. El uso de la razón está más impedido en los exaltados y dementes que en los que duermen. Pero no se acostumbra a dar el bautismo a los que duermen.
Luego no se les debe dar a los exaltados y dementes.
Contra esto: dice San Agustín, en IV Confess., de un amigo suyo que vino a quedar por largo tiempo sin sentido, y estando ya desahuciado, le bautizaron sin saberlo él. Y, sin embargo, tuvo eficacia el bautismo en él. Por donde se deduce que a los que carecen del uso de la razón, a veces, se les debe bautizar.
Respondo: Acerca de los dementes y exaltados es necesario distinguir. Porque algunos son así de nacimiento, sin intervalo alguno de lucidez y sin que en ellos aparezca nunca el uso de la razón. Con éstos, en lo que a recibir el bautismo se refiere, parece que lo sensato es hacer lo mismo que con los niños, que son bautizados en la fe de la Iglesia, como se ha dicho antes (a. 9 ad 2).
Otros, sin embargo, son dementes que primeramente tuvieron la mente sana y después cayeron en la demencia. A éstos hay que juzgarles según la voluntad que tenían cuando estaban bien. Y, por eso, si tuvieron intención de recibir el bautismo cuando estaban bien, se les debe bautizar en estado de exaltación o de demencia, aunque se opongan a ello. Por el contrario, si nunca tuvieron intención de recibir el bautismo cuando se encontraban en estado de cordura, no se les debe bautizar.
Hay otros que, aunque sean exaltados y dementes de nacimiento, tienen, sin embargo, intervalos de lucidez en los que pueden utilizar la razón correctamente. Pues bien, si en estos intervalos quisieron bautizarse, se les puede bautizar, aun en estado de demencia. E incluso se les puede conferir el sacramento si se teme un peligro para ellos. Pero si no es así, es mejor esperar un tiempo de lucidez para que reciban el sacramento con más devoción. Y si en estos intervalos de lucidez no manifiestan la voluntad de recibir el bautismo, no se debe bautizar a estos dementes.
Y, finalmente, hay algunos que, aunque no son plenamente normales, razonan lo suficiente para pensar en su salvación y entender el valor del sacramento.
Con éstos hay que comportarse como con los que gozan de salud mental, que reciben el bautismo si lo quieren, y nunca contra su voluntad.
A las objeciones:
Soluciones: 1. Los dementes que nunca tuvieron ni tienen uso de razón reciben el bautismo con la intención de la Iglesia, como con un rito de la Iglesia creen y se arrepienten, conforme a lo dicho anteriormente de los niños (a. 9). Pero los que durante algún tiempo tuvieron o tienen uso de razón, reciben el bautismo en conformidad con su propia intención, una intención que tienen o tuvieron en el período de lucidez.
2. Los exaltados y dementes carecen del uso de la razón accidentalmente, o sea, a causa de algún impedimento orgánico, pero no por falta de alma racional, como es el caso de los animales brutos. Luego no es válida la comparación.
3. A los que duermen no se les debe bautizar si no es en peligro de muerte. En cuyo caso se les debe bautizar si previamente manifestaron la voluntad de recibir el bautismo, como se ha dicho de los dementes y como San Agustín narra en IV Confess. De un amigo suyo que fue bautizado en estado de inconsciencia por el peligro que corría de morir.
Esta cuestión plantea y exige respuesta a diez problemas: 1. ¿Borra el bautismo todos los pecados? 2. ¿Libra el bautismo al hombre de pagar cualquier clase de pena? 3. ¿Suprime el bautismo las penalidades de la vida presente? 4. ¿Confiere el bautismo al hombre la gracia y las virtudes? 5. Efectos de las virtudes conferidas por el bautismo.
6. ¿Reciben también los niños las gracias y las virtudes en el bautismo? 7. ¿Abre el bautismo a los bautizados la puerta del reino de los cielos? 8. ¿Produce el bautismo el mismo efecto en todos? 9. ¿Impide la simulación al sacramento producir su efecto? 10. ¿Produce el bautismo su efecto al desaparecer la simulación?
Objeciones por las que parece que el bautismo no borra todos los pecados.
Objeciones: 1. El bautismo es una regeneración espiritual que se contrapone a la generación carnal. Ahora bien, por la generación carnal el hombre contrae sólo el pecado original. Luego el bautismo borra solamente el pecado original.
2. Para la remisión de los pecados personales basta el arrepentimiento. Ahora bien, en los adultos, antes del bautismo, se requiere el arrepentimiento, según las palabras de Ac 2,38: Arrepentidos y bautizaos. Luego el bautismo no tiene eficacia para borrar los pecados personales.
3. Diversas enfermedades requieren diversas medicinas, porque, como dice San Jerónimo: No sana el ojo con lo que sana el calcañal. Pero el pecado original, que se borra con el bautismo, pertenece a un género de pecado diverso del pecado personal. Luego el bautismo no perdona todos los pecados.
Contra esto: dice Ez 36,25: Os rociaréis con agua pura y quedaréis purificados de todas vuestras manchas.
Respondo: Como dice el Apóstol en Rm 6,3: Así también vosotros consideraos como muertos al pecado y vivos para Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro. De lo cual se deduce que el hombre por el bautismo muere a la vejez del pecado, y comienza a vivir para la novedad de la gracia. Pero todo pecado pertenece a la primitiva vejez. Luego queda claro que el bautismo borra todos los pecados.
A las objeciones:
Soluciones: 1. Dice el Apóstol en Rm 5,15) que el pecado de Adán no tiene tanto poder como el don de Cristo que se recibe en el bautismo porque si por el delito de uno solo murieron todos, cuánto más la gracia, después de muchos delitos, justificará a todos. Por lo que dice San Agustín en el libro De Baptismo Parvulorum que por la generación de la carne solamente se contrae el pecado original, mientras que por la regeneración del espíritu no solamente se obtiene la remisión del pecado original, sino también la de los pecados voluntarios.
2. De ningún pecado se puede alcanzar la remisión si no es por la virtud de la pasión de Cristo, por lo que el Apóstol dice en He 9,22)que no hay remisión sin derramamiento de sangre. Por consiguiente, el arrepentimiento de la voluntad humana no sería suficiente para la remisión de la culpa sin la fe en la pasión de Cristo y el propósito de participar en ella recibiendo el bautismo o sometiéndose a las llaves de la Iglesia. Por eso, cuando un adulto arrepentido se acerca al bautismo obtiene, ciertamente, la remisión de todos sus pecados con el deseo del bautismo, pero más perfectamente todavía si le recibe en realidad.
3. El razonamiento es válido para cada una de las medicinas en particular. Pero el bautismo actúa en virtud de la pasión de Cristo, que es una medicina universal para todos los pecados, de tal manera que el bautismo borra todos los pecados.
Objeciones por las que parece que el bautismo no libra al hombre de pagar cualquier clase de pena.
Objeciones: 1. Dice el Apóstol en Rm 13,1) que cuanto procede de Dios está bien ordenado.
Pero la culpa, como dice San Agustín, no se pone en orden más que con la pena. Luego el bautismo no libra de pagar la pena debida a los pecados anteriores.
2. El efecto del sacramento guarda una cierta semejanza con el mismo sacramento, porque los sacramentos de la nueva ley realizan lo que significan, como se ha dicho ya (III 62,1 ad 1). Ahora bien, la ablución bautismal tiene cierta semejanza con la ablución de una mancha, y ninguna semejanza con la sustracción de una pena.
3. Cuando a uno se le libra de pagar la pena, no queda sujeto a la pena, de tal manera que sería injusto castigarlo. Luego si el bautismo libra de pagar la pena, sería injusto, después de recibir el bautismo, ahorcar a un ladrón culpable de homicidio, con lo que el bautismo debilitaría el vigor de la justicia humana. Y esto no parece razonable. Luego el bautismo no libra de pagar la pena.
Contra esto: comentando las palabras de Rm 11,29: los dones y la vocación de Dios son irrevocables, dice San Ambrosio: la gracia de Dios condona todo gratuitamente en el bautismo.
Respondo: Como hemos dicho más arriba (III 49,3 ad 2; III 68,1 III 68,4-5), uno se incorpora a la pasión y muerte de Cristo a través del bautismo, según la expresión de Rm 6,8: Si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con él. De donde se deduce que a todo bautizado se le aplica la pasión redentora de Cristo como si él mismo hubiese padecido y muerto. Pero la pasión de Cristo, como se ha dicho anteriormente (III 68,5), ha satisfecho de modo suficiente por los pecados de todos los hombres. Por tanto, el que se bautiza queda libre de la pena que debería pagar por sus pecados, como si él mismo hubiese satisfecho de modo suficiente por todos ellos.
A las objeciones:
Soluciones: 1. Al hacerse miembro de Cristo, la pena de la pasión de Cristo se le aplica al bautizado como si él mismo la hubiese sufrido. Por tanto, sus pecados quedan puestos en orden por la pena de la pasión de Cristo.
2. El agua no solamente limpia, sino que también refresca. Y así, el frescor significa la liberación de pagar la pena, como la ablución, la liberación de la culpa.
3. En las penas que están sometidas a la justicia humana, no sólo se tiene en cuenta el castigo que el hombre merece ante Dios, sino también las deudas contraídas con respecto a los hombres a quienes se ha dañado y escandalizado con el pecado de alguien. Por tanto, aunque el homicida quede liberado por el bautismo de pagar la pena con respecto a Dios, queda obHgado todavía con respecto a los hombres, a los que es justo restituir con la pena, de la misma manera que antes se les lesionó con la culpa.
Objeciones por las que parece que el bautismo debería suprimir las penalidades de la vida presente.
Objeciones: 1. Como dice el Apóstol en Rm 5,15), el don de Cristo es más potente que el pecado de Adán. Ahora bien, por el pecado de Adán, como allí mismo (v. 12) dice el Apóstol, entró la muerte en el mundo, y con ella, todas las penalidades de la vida presente. Luego, con mayor motivo, el don de Cristo, que se recibe en el bautismo, debería liberar al hombre de las penalidades de la vida presente.
2. El bautismo borra la culpa original y la personal, como se acaba de decir (a. 1). Y de tal modo libra de pagar la culpa personal que libra de pagar la pena merecida por la culpa personal. Luego debe liberar también de las penalidades de la vida presente, que son la pena del pecado original.
3. Suprimida la causa, desaparece el efecto. Pero la causa de estas penalidades es el pecado original, que se borra con el bautismo. Luego no deben permanecer todas estas penalidades.
Contra esto: comentando las palabras de Rm 6,6: para que fuera destruido este cuerpo de pecado, dice la Glosa: Por el bautismo se obtiene la crucifixión del hombre viejo y la destrucción del cuerpo pecador, aunque no de tal manera que repentinamente desaparezca de la carne la concupiscencia, innata y como salpicada en toda ella, sino que lo que se obtiene es que no dañe, después de la muerte, la que llevamos con nosotros desde el nacimiento.
Respondo: El bautismo es capaz de quitar las penalidades de la vida presente, pero no las quita ahora, sino que por su virtud desaparecerán de los justos en la resurrección, cuando este ser corruptible se revista de inmortalidad, como se dice en 1Co 15,54). Y es razonable que suceda así. Lo primero, porque por el bautismo el hombre se incorpora a Cristo y se hace miembro suyo, como queda dicho (a. 2; III 68,5). Por tanto, es justo que se realice en el miembro incorporado lo que se ha realizado en la cabeza. Ahora bien, Cristo, desde el primer instante de su concepción, estuvo lleno de gracia y de verdad. Asumió, sin embargo, un cuerpo pasible que a través de la pasión y la muerte fue resucitado a la vida gloriosa. Pues, de modo parecido, el cristiano recibe en el bautismo la gracia para el alma, aunque conserva un cuerpo pasible, con el que pueda padecer por Cristo, pero, finalmente, será resucitado para una vida impasible. Por lo que el Apóstol dice en Rm 8,11: Quien resucitó a Jesucristo de entre los muertos vivificará también nuestros cuerpos mortales por su Espíritu que habita en nosotros. Y poco después (v. 17) añade: Herederos de Dios y coherederos de Cristo, ya que sufrimos con él, para ser con él también glorificados.
En segundo lugar, es conveniente que no desaparezcan las penalidades ahora por el ejercicio espiritual, o sea, para que combatiendo el hombre contra la concupiscencia y las demás flaquezas, obtenga la corona de la victoria. Por eso, comentando las palabras de Rm 6,6: para que fuera destruido el cuerpo de pecado, dice la Glosa: Si después del bautismo continúa el hombre viviendo en esta tierra, tiene que luchar contra la concupiscencia y, con la ayuda de Dios, tiene que vencerla. Este combate fue prefigurado así en Jg 3,1-2: Estos son los pueblos que Y ave dejó subsistir para probar con ellos a Israel… para que las generaciones de los hijos de Israel aprendieran el arte de la guerra.
En tercer lugar, fue conveniente que no desapareciesen las penalidades aquí para que los hombres no se acercasen al bautismo con el fin de obtener la impasibilidad de la vida presente en lugar de acercarse para alcanzar la vida eterna. Por lo que el Apóstol dice en 1Co 15,19: Si solamente pensando en esta vida tenemos puesta nuestra esperanza en Cristo, somos los más desgraciados de todos los hombres.
A las objeciones:
Soluciones: 1. Comentando la expresión de Rm 6,6: para que no sirvamos al pecado, dice la Glosa: De la misma manera que quien hace prisionero a un enemigo ferocísimo, no lo mata en el acto, sino que lo deja vivir algún tiempo con deshonor y sufrimiento, así Cristo primero nos ha ligado a la pena, para desligarnos de ella en el futuro.
2. En el lugar anteriormente citado, dice la Glosa: La pena del pecado es doble: infernal y temporal. Cristo destruyó enteramente la infernal para que no la experimenten los bautizados y los verdaderamente arrepentidos. Pero no suprimió del todo la pena temporal: ya que permanece el hambre, la sed, la muerte, pero ha destruido su reino y su dominio, de tal modo que el hombre no les tema, pero al final la destruirá del todo.
3. Como se ha dicho en la Segunda Parte (I-II 81,1 I-II 82,1 ad 2), el pecado original siguió este proceso: primero, la persona contagió a la naturaleza, y, después, la naturaleza contagió a la persona. Pero Cristo, siguiendo un orden inverso, repara primeramente lo concerniente a la persona, y, después, repara, de modo simultáneo en todos, lo concerniente a la naturaleza. Por tanto, el bautismo borra instantáneamente en el hombre la culpa del pecado original y también la pena, consistente en carecer de la visión divina —cosas ambas que pertenecen a la persona—. Pero las penalidades de la vida presente, como la muerte, el hambre, la sed y otras semejantes, corresponden a la naturaleza, cuyos principios las causan, en la medida en que está despojada de la justicia original. Por tanto, estos defectos sólo desaparecerán en la reparación definitiva de la naturaleza mediante la resurrección gloriosa.
Objeciones por las que parece que el bautismo no confiere al hombre la gracia y las virtudes.
Objeciones: 1. Como se ha dicho ya (a. 2 obj. 2; III 62,1 ad 1), los sacramentos de la nueva ley realizan lo que significan. Ahora bien, la ablución del bautismo significa que el alma es purificada de sus culpas, y no que se le infundan la gracia y las virtudes. Luego parece que el bautismo no confiere al hombre la gracia y las virtudes.
2. Lo que uno ha conseguido ya no necesita recibirlo de nuevo. Ahora bien, algunos se acercan al bautismo teniendo ya la gracia y las virtudes, como se lee en Ac 10,1-2: Había en Cesárea un hombre, llamado Cornelio, centurión de la cohorte itálica, piadoso y temeroso de Dios, quien, sin embargo, fue después bautizado por Pedro (v. 48). Luego el bautismo no confiere la gracia y las virtudes.
3. La virtud es un hábito definido como una cualidad difícilmente mudable, por la que uno actúa fácil y deleitablemente. Ahora bien, después del bautismo permanece en el hombre la inclinación al mal, por el que desaparece la virtud, y uno encuentra dificultades para el bien, que es el acto virtuoso. Luego el bautismo no confiere al hombre la gracia y las virtudes.
Contra esto: dice el Apóstol en Tt 3,5-6: Nos salvó por el baño de la regeneración, o sea, por el bautismo ¡y por la renovación del Espíritu Santo, que derramó abundantemente sobre nosotros; es decir, para la remisión de los pecados y para la abundancia de las virtudes, como explica la Glosa. Luego el bautismo confiere la gracia del Espíritu Santo y la abundancia de las virtudes.
Respondo: Dice San Agustín en I De Baptismo Parvulorum que el bautismo sirve para que los bautizados se incorporen a Cristo como miembros suyos.
Ahora bien, de Cristo Cabeza fluye a todos sus miembros la plenitud de gracia y de virtud, según las palabras de Jn 1,16: De su plenitud todos hemos recibido.
Es, por tanto, manifiesto que con el bautismo se consiguen la gracia y las virtudes.
A las objeciones:
Soluciones: 1. Como el agua del bautismo significa por la ablución la purificación de la culpa, y por el frescor la liberación de la pena, así por su transparencia significa el esplendor de la gracia y las virtudes.
2. Como se dijo anteriormente (a. 1 ad 2; III 68,2), antes del bautismo se puede conseguir la remisión de los pecados por el deseo del mismo, ya sea explícito o implícito. Y, sin embargo, al recibirlo realmente, se verifica una remisión de la pena mucho más completa. Pues así también Cornelio y otros en su caso, consiguen la gracia y las virtudes antes del bautismo por la fe en Cristo y por el deseo del bautismo, ya sea implícito o explícito. Pero después, al recibirlo, consiguen una mayor abundancia de gracia y de virtudes. Por eso, comentando las palabras del (Ps 22,2: hacia las aguas de reposo me conduce, dice la Glosa: Hacia el aumento de la virtud y de las buenas obras me conduce en el bautismo.
3. La dificultad para el bien y la inclinación al mal se encuentra en los bautizados no por la falta de hábitos y virtudes, sino a causa de la concupiscencia, que no desaparece con el bautismo. Pero de la misma manera que el bautismo disminuye la concupiscencia, de modo que no domine ya en el hombre, así también disminuye la dificultad para el bien y la inclinación al mal, de modo que el hombre no sea vencido por ellas.
¿son atribuidles al bautismo como efectos de él?f Objeciones por las que no parece razonable considerar como efectos del bautismo ciertos actos de las virtudes, a saber: la incorporación a Cristo, la iluminación y la fecundidad.
Objeciones: 1. No se da el bautismo al adulto si no cree, conforme a lo que se dice en Mc 16,16: El que creyere y se bautizare se salvará. Pero a Cristo uno se incorpora por la fe, según lo que se dice en Ep 3,17: Que habite Cristo por la fe en vuestros corazones. Luego nadie se bautiza sin que ya esté incorporado a Cristo. Y, consiguientemente, la incorporación a Cristo no es efecto del bautismo.
2. La iluminación se produce a través de la enseñanza, conforme a lo que se dice en Ep 3,8-9: A mí, el menor de todos los santos, me fue otorgada la gracia de iluminar a todos… Pero la enseñanza catequética precede al bautismo. Luego la iluminación no es efecto del bautismo.
3. La fecundidad pertenece a la generación activa. Pero por el bautismo uno es pasivamente reengendrado a la vida espiritual. Luego la fecundidad no es efecto del bautismo.
Contra esto: dice San Agustín en el libro De Baptismo Parvulorumz: El bautismo sirve para que los bautizados se incorporen a Cristo. Y Dionisio en II De Eccl. Hier. Atribuye la iluminación al bautismo. Y, comentando las palabras del (Ps 22,2: hacia las aguas de reposo me conduce, dice la Glosa que el alma de los pecadores, estéril por la aridez es fecundada por el bautismo.
Respondo: A través del bautismo uno es regenerado a la vida espiritual, que es propia de los fieles de Cristo, como dice el Apóstol en Ga 2,20: la vida que vivo al presente en la carne, la vivo en la fe del Hijo de Dios. Ahora bien, la vida pertenece a los miembros que están unidos a la cabeza, de la que reciben sensibilidad y movimiento. Por consiguiente, el bautismo incorpora necesariamente a Cristo, como miembro suyo. Pues bien, como de la cabeza natural fluye a los miembros la sensibilidad y el movimiento, así de la cabeza espiritual, que es Cristo, fluye a sus miembros la sensibilidad espiritual, que consiste en el conocimiento de la verdad, y también el movimiento espiritual, que es un impulso de la gracia. Por lo que se dice en Jn 1,14-16: Lo hemos visto lleno de gracia y de verdad… De su plenitud hemos recibido todos. Por tanto, se deduce que los bautizados son iluminados por Cristo con el conocimiento de la verdad, y son fecundados por él con la fecundidad de las buenas obras mediante la infusión de la gracia.
A las objeciones:
Soluciones: 1. Los adultos que ya creen en Cristo están incorporados a él mentalmente.
Pero cuando se bautizan, se incorporan a él en cierto modo corporalmente, o sea, a través del sacramento visible, sin cuyo propósito ni mentalmente se hubiesen podido incorporar a él.
2. El sabio ilumina desde fuera enseñando, pero Dios ilumina interiormente a los bautizados disponiendo los corazones para recibir la doctrina de la verdad, según las palabras de Jn 6,45: Está escrito en los profetas: todos serán enseñados por Dios.
3. Es efecto del bautismo la fecundidad por la que una persona produce buenas obras, pero no la fecundidad por la que uno engendra a otros en Cristo, según la expresión del Apóstol en 1Co 4,15: Yo os ensenaré en Cristo Jesús o J por el evangelio.
Objeciones por las que parece que los niños en el bautismo no reciben la gracia y las virtudes.
1. No se tienen la gracia y las virtudes sin la fe y la caridad. Pero dice San Agustín que la fe se funda en la voluntad de los que creen, como la caridad se funda en la voluntad de los que aman, de cuyo uso carecen los niños, por lo que no tienen ni fe ni caridad. Luego los niños no reciben en el bautismo la gracia y las virtudes.
2. Comentando el texto de Jn 14,12: hará cosas más grandes que ésta, dice San Agustín que, para transformar a un hombre de pecador en justo, Cristo actúa en él, pero no sin él. Ahora bien, el niño, al faltarle el uso del libre albedrío, no coopera con Cristo para su justificación e, incluso, a veces, se resiste con todas sus fuerzas. Luego no queda justificado por la gracia y las virtudes.
3. Se dice en Rm 4,5: A. quien no cumple con las obras (de la ley), pero cree en el que justifica al impío, le es computada su fe como justicia, según el propósito de la gracia de Dios. Ahora bien, el niño no cree en el que justifica al impío. Luego no recibe la gracia justificante ni las virtudes.
4. Lo que se realiza con un deseo carnal no parece que pueda tener un efecto espiritual. Pero, a veces, se bautiza a los niños con una intención carnal, como, por ej., para que sanen corporalmente. Luego no reciben el efecto espiritual de la gracia y las virtudes.
Contra esto: dice San Agustín en Enchirid.: Los niños renaciendo mueren al pecado que contrajeron naciendo, por lo que también se refieren a ellos las palabras que dicen "Hemos sido consepultados por el bautismo para participar en su muerte", pero añade "para que como Cristo resucitó de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros vivamos una vida nueva". Pero esta vida nueva proviene de la gracia y las virtudes. Luego los niños reciben en el bautismo la gracia y las virtudes.
Respondo: Ciertos autores antiguos opinaron que los niños en el bautismo no reciben la gracia y las virtudes, sino que se imprime en ellos el carácter de Cristo, por cuya virtud reciben la gracia y las virtudes al llegar a la madurez.
Pero esta opinión es evidentemente falsa. Primero, porque los niños, lo mismo que los adultos, se convierten en miembros de Cristo por el bautismo, por lo que necesariamente reciben de la cabeza el influjo de la gracia y las virtudes.
Segundo, porque, en ese supuesto, los niños que mueren después del bautismo no conseguirían la vida eterna, porque, como se dice en Rm 6,23: la grada de Dios es la vida eterna. Y, consiguientemente, de nada les hubiese servido para la salvación el hecho de haber sido bautizados.
Ahora bien, la causa de este error está en que no supieron distinguir entre el hábito y el acto. Y así, al comprobar que los niños son incapaces de un acto de virtud, pensaron que después del bautismo no había en ellos ninguna virtud.
Pero esta incapacidad de obrar no procede en ellos de la carencia de hábitos, sino del impedimento corporal, como es el caso de los que duermen, que, aunque tengan los hábitos de las virtudes, no los pueden ejercitar a causa del sueño.
A las objeciones:
Soluciones: 1. La fe y la caridad se fundan en la voluntad humana, con la diferencia de que los hábitos de estas virtudes y de todas las demás requieren la potencia de la voluntad, que existe en los niños, mientras que los actos de las virtudes requieren el acto de la voluntad, del que un niño es incapaz. Por eso dice San Agustín en su libro De Baptismo Parvulorum que aunque un niño no tenga la fe que se funda en la voluntad de los creyentes, tiene, sin embargo, la del sacramento de la fe, que causa el hábito de la fe, o sea, le hace fiel.
2. Dice San Agustín en su libro De Caritate que nadie renace del agua y del Espíritu sin quererlo. Lo cual ha de ser entendido no referido a los niños, sino a los adultos. Y del mismo modo han de ser referidas a los adultos las palabras: no será justificado sin él.
El que los niños se resistan con todas sus fuerzas cuando van a ser bautizados no se les tiene en cuenta porque hasta tal punto ignoran lo que hacen, que ni parece que lo hacen, como dice San Agustín en su libro De praesentia Dei ad Dardanum.
3. Dice San Agustín que la santa Madre Iglesia presta a los niños los pies de otros para que vengan, el corazón de otros para que crean, la lengua de otros para que confiesen. Y así los niños creen no por un acto propio, sino por la fe de la Iglesia que se les transmite. Y, en virtud de esta fe, se les confieren la gracia y las virtudes.
4. La intención carnal de los que presentan los niños al bautismo no les perjudica, como la culpa de uno no perjudica a otro, a no ser que consienta en ella. Por eso dice San Agustín en su Epístola Ad Bonifacium: No te preocupes porque algunos lleven a bautizar a sus hijos no para que sean regenerados para la vida eterna, sino porque piensan que por este remedio conservarán o recobrarán la salud corporal. Porque no dejan de ser regenerados, aunque sus padres no les presenten con esa intención.
Suma Teológica III Qu.68 a.10