Jeremias (BPD) 41
41 1 Ahora bien, en el séptimo mes, Ismael, hijo de Natanías, hijo de Elisamá, que era de estirpe real, fue con diez hombres a Mispá, a ver a Godolías, hijo de Ajicám, y comieron todos juntos allí en Mispá. 2 De pronto, Ismael, hijo de Natanías, se levantó con los diez hombres que lo acompañaban, e hirieron con la espada a Godolías, hijo de Ajicám, hijo de Safán: así hicieron morir a quien el rey de Babilonia había designado gobernador del país. 3 Ismael mató también a todos los judíos que estaban con Godolías en Mispá, y a los guerreros caldeos que se encontraban allí.
4 Al día siguiente del asesinato de Godolías, cuando nadie lo sabía aún, 5 llegaron unos hombres de Siquém, de Silo y de Samaría, ochenta en total, con la barba raída, la ropa desgarrada, y con el cuerpo lleno de incisiones, trayendo oblaciones e incienso para presentarlos en la Casa del Señor. 6 Ismael, hijo de Natanías, les salió al encuentro desde Mispá. Él iba llorando, y cuando los alcanzó les dijo: “¡Vengan a ver a Godo-lías, hijo de Ajicám!”. 7 Pero cuando llegaron al centro de la ciudad, Ismael, hijo de Natanías, y los hombres que lo acompañaban, los degollaron y los arrojaron dentro de la cisterna.
8 Entre ellos se encontraban diez hombres, que dijeron a Ismael: “No nos mates, porque tenemos escondido en el campo trigo, cebada, aceite y miel”. Y él desistió de hacerlos morir junto con sus hermanos. 9 La cisterna donde Ismael arrojó los cadáveres de los hombres que había matado era la gran cisterna que había hecho el rey Asá para defenderse de Basá, rey de Israel; es esa la que Ismael, hijo de Natanías, llenó de víctimas. 10 Luego Ismael llevó cautivo a todo el resto de la gente que estaba en Mispá, así como también a las hijas del rey, que Nebuzaradán, comandante de la guardia, había confiado a Godolías, hijo de Ajicám. Ismael, hijo de Natanías, los llevó cautivos y partió con la intención de pasar a territorio amonita.
11 Cuando Iojanán, hijo de Caréaj, y todos los jefes de las tropas que estaban con él, se enteraron del crimen que había cometido Ismael, hijo de Nata-nías, 12 reunieron a todos los hombres y fueron a combatir contra él. Lo alcanzaron junto a las grandes Aguas de Gabaón. 13 Al ver a Iojanán, hijo de Caréaj, y a todos los jefes de las tropas que lo acompañaban, toda la gente que estaba con Ismael se alegró. 14 Toda la gente que Ismael llevaba cautiva desde Mispá dio media vuelta y se fue con Iojanán, hijo de Caréaj. 15 En cuanto a Ismael, hijo de Natanías, escapó de Iojanán con ocho hombres, y se fue a territorio amonita.
16 Iojanán, hijo de Caréaj, y todos los jefes de las tropas que lo acompañaban, tomaron a todo el resto del pueblo que Ismael, hijo de Natanías, se había llevado cautivo desde Mispá, después de dar muerte a Godolías, hijo de Ajicám: eran hombres de guerra, mujeres, niños y eunucos, a los que él hizo volver de Gabaón. 17 Emprendieron la marcha e hicieron un alto en Guerut Quimhán –que está en las cercanías de Belén– con el propósito de seguir adelante y entrar en Egipto, 18 lejos de los caldeos. Ellos les temían, en efecto, porque Ismael, hijo de Natanías, había matado a Godolías, hijo de Ajicám, a quien el rey de Babilonia había designado gobernador del país.
42 1 Entonces todos los jefes de las tropas, con Iojanán, hijo de Caréaj, Azarías, hijo de Maasías, y todo el pueblo, desde el más pequeño al más grande, acudieron 2 al profeta Jeremías y le dijeron: “¡Que nuestra súplica llegue hasta ti! Ruega al Señor, tu Dios, en favor de todo este resto, porque de los muchos que éramos hemos quedado unos pocos, como lo ves con tus propios ojos. 3 Que el Señor, tu Dios, nos indique el camino que debemos seguir y lo que debemos hacer”.
4 El profeta Jeremías les dijo: “De acuerdo. Voy a rogar al Señor, su Dios, como ustedes dicen, y les comunicaré todo lo que el Señor les responda, sin ocultarles nada”. 5 Ellos dijeron a Jeremías: “Que el Señor sea un testigo veraz y fidedigno contra nosotros, si no obramos en todo conforme a la palabra que el Señor, tu Dios, te enviará para nosotros. 6 Nos guste o no, oiremos la voz del Señor, nuestro Dios, a quien ahora te enviamos a consultar, para que nos vaya bien por haber obedecido la voz del Señor, nuestro Dios”.
7 Al cabo de diez días, la palabra del Señor llegó a Jeremías. 8 Él llamó a Iojanán, hijo de Caréaj, a todos los jefes de las tropas que estaban con él, y también a todo el pueblo, del más pequeño al más grande, 9 y les dijo: “Así habla el Señor, el Dios de Israel, a quien ustedes me enviaron para presentarle una súplica: 10 Si ustedes permanecen en este país, yo los edificaré y no los demoleré, los plantaré y no los arrancaré, porque me arrepiento del mal que les hice. 11 No teman al rey de Babilonia, del que ahora tienen miedo; no le teman –oráculo del Señor– porque yo estoy con ustedes para salvarlos y para librarlos de su mano. 12 Yo haré que ustedes encuentren compasión, y él se compadecerá de ustedes y los dejará habitar en el país. 13 Pero si ustedes, desoyendo la voz del Señor, su Dios, dicen: ‘No permaneceremos en este país’; 14 si dicen: ‘No, entraremos en el país de Egipto; allí no veremos guerra, no oiremos el sonido de la trompeta, ni estaremos hambrientos de pan; es allí donde queremos permanecer’, 15 entonces, escuchen la palabra del Señor, ustedes, resto de Judá: Así habla el Señor de los ejércitos, el Dios de Israel: Si ustedes pretenden a toda costa entrar en Egipto, para residir allí, 16 la espada que ustedes temen los alcanzará allí, en Egipto, y el hambre que les da miedo se adherirá a ustedes allí, en Egipto, y morirán. 17 Todos los que pretendan a toda costa entrar en Egipto para residir allí, morirán por la espada, el hambre y la peste; ninguno de ellos sobrevivirá ni escapará a la desgracia que atraeré sobre ellos. 18 Porque así habla el Señor de los ejércitos, el Dios de Israel: Como se ha derramado mi ira y mi furor sobre los habitantes de Jerusalén, así se derramará sobre ustedes mi furor cuando entren en Egipto; ustedes se convertirán en imprecación, devastación, maldición e ignominia, y no volverán más a este lugar”.
43 1 Apenas Jeremías terminó de comunicar a todo el pueblo todas las palabras del Señor, su Dios, las que el Señor le había mandado decirles –las palabras antes mencionadas– 2 Azarías, hijo de Maasías, Iojanán, hijo de Caréaj, y todos aquellos hombres arrogantes dijeron a Jeremías: “¡Es falso lo que tú dices! No es el Señor, nuestro Dios, el que te ha enviado a decirnos: ‘No entren en Egipto para residir allí’. 3 Es Baruc, hijo de Nerías, el que te instiga contra nosotros, a fin de entregarnos en manos de los caldeos, para que ellos nos maten o nos destierren a Babilonia”.
42 19 Pero Jeremías dijo: “Esta es la palabra que el Señor les dirige, resto de Judá: ‘No entren en Egipto’. Sepan bien que hoy yo les hago una solemne advertencia. 20 Ustedes se han perjudicado a sí mismos cuando me enviaron ante el Señor, su Dios, diciendo: ‘Ruega en favor nuestro al Señor, nuestro Dios; comunícanos todo lo que diga el Señor, nuestro Dios, y nosotros lo haremos’. 21 Hoy se lo he comunicado a ustedes, pero ustedes no han oído la voz del Señor, su Dios, en nada de lo que él me envió a decirles. 22 Y ahora pueden estar seguros de que morirán por la espada, el hambre y la peste, en el lugar donde quieren entrar para residir allí”.
43 4 Pero Iojanán, hijo de Caréaj, lo mismo que todos los jefes de las tropas y todo el pueblo, se negaron a escuchar la voz del Señor, que les mandaba quedarse en el país de Judá. 5 Iojanán, hijo de Caréaj, y todos los jefes de las tropas tomaron a todo el resto de Judá, a los que habían vuelto a residir en el país de Judá, después de haber sido dispersados entre las naciones vecinas: 6 a los hombres, las mujeres, los niños y las hijas del rey, a todas las personas que Nebuzaradán, comandante de la guardia, había dejado con Godolías, hijo de Ajicám, hijo de Safán, y también al profeta Jeremías y a Baruc, hijo de Nerías. 7 Y ellos entraron en el país de Egipto, porque no escucharon la voz del Señor. Así llegaron a Tafnis.
8 La palabra del Señor llegó a Jeremías en Tafnis, en estos términos: 9 Toma en tus manos unas piedras grandes, y húndelas, a la vista de algunos judíos, en el cemento del piso de ladrillos que está a la entrada de la casa del Faraón, en Tafnis. 10 Luego les dirás: Así habla el Señor de los ejércitos, el Dios de Israel: Miren que yo mando traer a Nabucodonosor, rey de Babilonia, mi servidor: él instalará su trono encima de estas piedras que yo he hundido, y extenderá sobre ellas su baldaquino. 11 Él vendrá y castigará al país de Egipto:
¡El destinado a la muerte, a la muerte,
el destinado al cautiverio, al cautiverio,
el destinado a la espada, a la espada!
12 Prenderá fuego a los templos de los dioses de Egipto, los quemará y llevará cautivos a los dioses; espulgará el país de Egipto como un pastor espulga su ropa, y saldrá de allí sano y salvo. 13 Hará pedazos los obeliscos de Bet Semes –la que está en el país de Egipto– e incendiará los templos de los dioses de Egipto.
44 1 Palabra que llegó a Jeremías para todos los judíos que habitaban en Egipto, los que habitaban en Migdol, en Tafnis, en Nof y en el distrito de Patrós: 2 Así habla el Señor de los ejércitos, el Dios de Israel: Ustedes han visto todo el mal que atraje sobre Jerusalén y sobre todas las ciudades de Judá: hoy ellas están en ruinas y sin habitantes, 3 a causa del mal que cometieron para agraviarme, yendo a quemar incienso en honor de otros dioses que no conocían ellos, ni ustedes, ni sus padres. 4 Yo les envié incansablemente a todos mis servidores los profetas, para decirles: No cometan estas cosas abominables que yo detesto. 5 Pero ellos no han escuchado ni han inclinado su oído, a fin de convertirse de su maldad dejando de quemar incienso a otros dioses. 6 Entonces se derramaron mi ira y mi furor, y abrasaron las ciudades de Judá y las calles de Jerusalén, que se han convertido en ruina y desolación, como sucede en el día de hoy.
7 Y ahora, así habla el señor, Dios de los ejércitos, el Dios de Israel: ¿Por qué se hacen un mal tan grande a ustedes mismos? ¿Por qué se hacen exterminar de en medio de Judá, hombres y mujeres, niños y pequeños, sin dejar para ustedes ni siquiera un resto? 8 Esto es lo que consiguen, agraviándome con las obras de sus manos y quemando incienso a otros dioses en el país de Egipto, donde han entrado para residir allí, a fin de hacerse exterminar y de convertirse en maldición e ignominia entre todas las naciones de la tierra. 9 ¿Acaso han olvidado la maldad de sus padres, la maldad de los reyes de Judá y la de sus príncipes, la maldad de ustedes mismos y de sus mujeres, cometidas en el país de Judá y en las calles de Jerusalén? 10 Hasta el día de hoy, ellos no han sentido compunción ni temor y no han caminado conforme a mi Ley y a mis preceptos, que yo puse delante de ustedes y de sus padres. 11 Por eso, así habla el Señor de los ejércitos, el Dios de Israel: Yo vuelvo mi rostro contra ustedes para su mal, para exterminar a todo Judá. 12 Tomaré al resto de Judá que se empeñó en entrar en Egipto para residir allí, y todos desaparecerán completamente en el país de Egipto: caerán bajo la espada, desaparecerán completamente por el hambre desde el más pequeño al más grande, morirán por la espada y el hambre, y se convertirán en imprecación, devastación, maldición e ignominia. 13 Yo pediré cuenta a los que habitan en el país de Egipto como le pedí cuenta a Jerusalén por medio de la espada, el hambre y la peste. 14 No habrá fugitivo ni sobreviviente para el resto de Judá, para los que entraron en el país de Egipto a fin de residir allí. En cuanto a volver al país de Judá, adonde ellos suspiran por volver, no, no volverán, salvo algunos fugitivos.
15 Todos los hombres que sabían que sus mujeres quemaban incienso a otros dioses, así como también las mujeres presentes –una gran asamblea– y todo el pueblo que habitaba en el país de Egipto, en Patrós, respondieron a Jeremías: 16 “En lo que respecta a la palabra que nos has dirigido en nombre del Señor, no te escucharemos. 17 Por el contrario, llevaremos a cabo la promesa que ha salido de nuestra boca: quemaremos incienso a la Reina de los cielos y le haremos libaciones, como lo hacíamos nosotros y nuestros padres, nuestros reyes y nuestros príncipes, en las ciudades de Judá y en las calles de Jerusalén. Entonces nos saciábamos de pan, éramos felices y no veíamos la desgracia. 18 Pero desde que dejamos de quemar incienso a la Reina de los cielos y de derramarle libaciones, carecemos de todo y desapareceremos completamente por la espada y el hambre”. 19 Y las mujeres añadieron: “Cuando nosotros quemamos incienso a la Reina de los cielos y le derramamos libaciones, ¿acaso hacemos tortas con su figura y le derramamos libaciones sin el consentimiento de nuestros maridos?”.
20 Jeremías dijo entonces a todo el pueblo, a los hombres, a las mujeres y a toda la gente que le había dado esa respuesta: 21 “¿Acaso el Señor no recordó y tuvo bien presente ese incienso que ustedes quemaban en las ciudades de Judá y en las calles de Jerusalén, ustedes y sus padres, sus reyes y sus príncipes, y también el pueblo del país? 22 Y como el Señor ya no podía soportar las malas acciones y las abominaciones que ustedes cometían, su país se ha convertido en un desierto, una devastación y una maldición, y ha quedado despoblado, como en el día de hoy. 23 Porque ustedes quemaron incienso y pecaron contra el Señor, porque ustedes no escucharon la voz del Señor ni caminaron según su Ley, sus preceptos y sus testimonios, por eso les ha sobrevenido esta desgracia, como en el día de hoy”.
24 Jeremías dijo a todos los hombres y a todas las mujeres: “Escuchen la palabra del Señor, todos ustedes, gente de Judá, que están en el país de Egipto: 25 Así habla el Señor de los ejércitos, el Dios de Israel: Ustedes, las mujeres, con su boca han declarado esto, y con sus manos lo han llevado a cabo: ‘Cumpliremos nuestros votos de quemar incienso a la Reina de los cielos y derramarle libaciones’. Muy bien: ¡cumplan sus votos, hagan libaciones! 26 Pero escuchen la palabra del Señor, todos ustedes, gente de Judá que habitan en el país de Egipto: Juro por mi gran Nombre –dice el Señor– que mi Nombre no será más invocado por la boca de ningún hombre de Judá, y que nadie dirá: ¡Por la vida del Señor! en todo el país de Egipto. 27 Yo vigilo sobre ustedes para mal y no para bien: todos los hombres de Judá que están en el país de Egipto desaparecerán completamente por la espada y por el hambre, hasta ser exterminados. 28 Sólo unos pocos librados de la espada retornarán de Egipto al país de Judá. Y todo el resto de Judá, los que entraron en el país de Egipto para residir allí, sabrán qué palabra se realiza, si la mía o la de ellos.
29 Y esta será para ustedes –oráculo del Señor– la señal de que yo voy a castigarlos, en este lugar, a fin de que sepan que mis palabras contra ustedes se cumplirán seguramente para su propio mal: 30 Así habla el Señor: Voy a entregar al faraón Jofrá, rey de Egipto, en manos de sus enemigos y en manos de los que atentan contra su vida, como entregué a Sedecías, rey de Judá, en manos de su enemigo Nabucodonosor, rey de Babilonia, que intentaba quitarle la vida”.
45 1 Palabra que el profeta Jeremías dirigió a Baruc, hijo de Nerías, cuando él, bajo el dictado de Jeremías, escribía estas palabras en un rollo, en el cuarto año de Joaquím, hijo de Josías, rey de Judá: 2 “Así habla el Señor, el Dios de Israel, acerca de ti, Baruc: 3 Tú dices: ‘¡Pobre de mí, porque el Señor añade aflicción a mi dolor! ¡Estoy cansado de gemir, y no encuentro descanso!’. 4 Esto es lo que le dirás a Baruc: Así habla el Señor: Lo que había edificado, lo voy a demoler; lo que había plantado, lo voy a arrancar. 5 ¡Tú buscas para ti grandes cosas! No las busques más, porque yo haré venir una desgracia sobre todo ser viviente –oráculo del Señor– pero yo haré que tú conserves la vida como botín dondequiera que vayas”.
46 1 Esta es la palabra del Señor que llegó al profeta Jeremías, acerca de las naciones.
2 Para Egipto, concerniente al ejército del faraón Necao, rey de Egipto, que se encontraba junto al río Éufrates, en Carquemis, y a quien Nabucodonosor, rey de Babilonia, derrotó en el cuarto año de Joaquím, hijo de Josías, rey de Judá.
3 ¡Apronten el escudo y el broquel,
y avancen para el combate!
4 ¡Ensillen los caballos
y que monten los jinetes!
¡Formen con los cascos puestos,
bruñan las lanzas,
vistan las corazas!
5 Pero ¿qué es lo que veo?
¡Están aterrados,
retroceden!
Sus guerreros son derrotados,
huyen a la desbandada,
sin mirar para atrás.
¡Cunde el terror por todas partes!
–oráculo del Señor–.
6 El más ágil no puede huir
ni escapa el más valiente:
al norte, a orillas del Éufrates,
ellos tropiezan y caen.
7 ¿Quién es ese que sube como el Nilo
y cuyas aguas se encrespan como los ríos?
8 Es Egipto el que sube como el Nilo
y cuyas aguas se encrespan como los ríos.
Él decía: “Subiré, cubriré la tierra,
haré perecer la ciudad y sus habitantes.
9 ¡A la carga, corceles,
avancen enfurecidos los carros,
salgan los valientes,
gente de Cus y de Put
que empuñan el escudo,
y lidios que tensan el arco!”.
10 Pero ese día es para el Señor de los ejércitos
un día de venganza para vengarse de sus adversarios.
La espada devora y se sacia,
se abreva de su sangre.
Porque el Señor de los ejércitostiene un sacrificio
en el país del Norte, junto al río Éufrates.
11 ¡Sube a Galaad, recoge bálsamo,
virgen, hija de Egipto!
En vano multiplicas los remedios,
tu llaga no cicatriza.
12 Las naciones han conocido tu ignominia,
la tierra está llena de tus gritos,
porque un valiente tropieza contra el otro
y caen los dos juntos.
13 Palabra que el Señor dirigió al profeta Jeremías, cuando Nabucodonosor, rey de Babilonia, llegó para atacar al país de Egipto.
14 ¡Anúncienlo en Egipto,
proclámenlo en Nigdol,
háganlo oír en Nof y Tafnis!
Digan: ¡De pie, prepárate,
porque la espada devora a tu alrededor!
15 ¿Por qué huye Apis,
por qué tu Toro no ha resistido?
¡El Señor lo ha atropellado!
16 Tu muchedumbre tropieza y cae,
y se dicen unos a otros:
“¡Arriba, volvamos a nuestro pueblo,
a nuestra tierra natal,
lejos de la espada destructora!”.
17 Den este nombre al Faraón,rey de Egipto:
“Puro alboroto, pero a destiempo”.
18 ¡Juro por mi vida –oráculo del Rey
cuyo nombre es Señor de los ejércitos–
que alguien vendrá,
como el Tabor entre las montañas
y como el Carmelo sobre el mar!
19 Prepara el equipaje para el destierro,
hija que habitas en Egipto,
porque Nof será una devastación,
incendiada, despoblada.
20 Egipto era una ternera magnífica,
un tábano del Norte la acomete.
21 Hasta sus mercenarios,en medio de ella,
eran como terneros cebados;
pero ellos también retroceden,
huyen todos juntos, no resisten.
Porque les llega el día de su ruina,
el tiempo en que tendrán que dar cuenta.
22 ¡Escuchen! Son como una serpiente que silba,
porque avanzan con ímpetu,
llegan hasta ella con hachas
como si fueran leñadores;
23 talan su bosque
–oráculo del Señor–
aunque era impenetrable.
Porque son más numerososque langostas
y no se los puede contar.
24 ¡Está avergonzada la hija de Egipto,
es entregada al pueblo del Norte!
25 El Señor de los ejércitos, el Dios de Israel, ha dicho: “Yo voy a castigar a Amón de No, al Faraón y a Egipto, a todos sus dioses y a sus reyes, al Faraón y a los que confían en él. 26 Los entregaré en manos de los que atentan contra su vida, en manos de Nabucodonosor, rey de Babilonia, y en manos de sus servidores. Pero después de esto, Egipto será habitado como en los tiempos antiguos –oráculo del Señor–”.
27 ¡Y tú no temas, servidor mío Jacob,
no te espantes, Israel!
Porque yo te salvaré de un país lejano,
y a tu descendencia, del país de su cautiverio.
Jacob volverá y vivirá en calma,
tranquilo y sin que nadie lo perturbe.
28 Tú no temas, servidor mío Jacob
–oráculo del Señor–,
porque yo estoy contigo.
Sí, yo aniquilaré a todas las naciones
adonde yo mismo te expulsé,
pero a ti no te aniquilaré:
te corregiré con equidad,
aunque no te dejaré impune.
47 1 Palabra del Señor, concerniente a los filisteos, que llegó al profeta Jeremías antes que el Faraón derrotara a Gaza.
2 Así habla el Señor:
¡Miren! Las aguas suben desde el Norte,
se convierten en un torrente desbordado;
inundan la tierra y lo que ella contiene,
la ciudad y sus habitantes.
Gritan los hombres, lanzan gemidos
todos los habitantes del país.
3 Al fragor de los cascos de sus corceles,
al estruendo de sus carros de guerra,
al tumulto de sus ruedas,
los padres se desentienden de sus hijos,
porque sus manos desfallecen.
4 Es a causa del día que llega
para arrasar a todos los filisteos,
para cortar a Tiro y a Sidón
todo resto de ayuda.
Porque el Señor arrasa a los filisteos,
al resto de la isla de Caftor.
5 Gaza se rapó la cabeza,
Ascalón está perdida.
Asdod, resto de los anaquitas,
¿hasta cuándo te harás incisiones?
6 ¡Ah, espada del Señor!
¿Hasta cuándo no descansarás?
¡Vuelve a tu vaina,
quédate tranquila y cálmate!
7 ¿Cómo puede descansar,
cuando el Señor le da una orden?
Hacia Ascalón y hacia la costa del mar,
hacia allí le ha dado cita.
48 1 Para Moab. Así habla el Señor de los ejércitos, el Dios de Israel:
¡Ay de Nebo, porque ha sido devastada!
¡Ha sido tomada Quiriataim,
la ciudadela está humillada y deshecha!
2 ¡Ya no existe la gloria de Moab!
En Jesbón traman el mal contra ella:
“¡Vengan, extirpémosla como nación!”.
También tú, Madmén,serás reducida a silencio,
la espada avanza detrás de ti.
3 Oigan el clamor de Joronaim:
¡devastación y desastre total!
4 ¡Moab ha sido destrozado,
se hacen oír los gritos hasta Soar!
5 Sí, por la cuesta de Lujit
la gente sube llorando;
sí, por la pendiente de Joronaim
se oye un grito: “¡Desastre!”.
6 ¡Huyan, sálvese quien pueda,
como un matorral en el desierto!
7 Por haber confiado en tus obras y en tus tesoros,
también tú serás capturado.
Quemós irá hacia el destierro,
con sus sacerdotes y sus príncipes.
8 El devastador ocupará cada ciudad,
ni una sola escapará;
perecerá el valley será arrasada la meseta,
como lo ha dicho el Señor.
9 Traigan sal para Moab,
porque será completamente destruido;
sus ciudades serán una desolación,
donde nadie habita.
10 ¡Maldito el que ejecuta con negligenciael trabajo del Señor!
¡Maldito el que aparta su espada de la sangre!
11 Moab vivió tranquilo desde su juventud,
él reposaba sobre sus heces;
no lo trasvasaban de vasija en vasija
–no había ido al destierro–.
Así se conservó su sabor
y no se alteró su aroma.
12 Por eso, llegarán los días –oráculo del Señor– en que yo enviaré trasvasadores que lo trasvasarán; ellos vaciarán sus vasijas y romperán sus tinajas. 13 Y Moab se avergonzará de Quemós, como la casa de Israel se avergonzó de Betel, en quien confiaba.
14 ¿Cómo pueden decir:“Somos guerreros,
hombres valientes para el combate”?
15 El devastador de Moab subió contra él,
lo mejor de sus jóvenes baja al matadero
–oráculo del Rey
cuyo nombre es Señor de los ejércitos–.
16 La ruina de Moab es inminente,
se precipita su desgracia.
17 Conduélanse por él, todos ustedes, sus vecinos,
todos lo que conocen su nombre.
Digan: “¡Cómo se ha quebradoel cetro poderoso,
el bastón lleno de gloria!”.
18 ¡Baja de la gloria,siéntate en el estiércol,
hija que habitas en Dibón!
Porque el devastador de Moabha subido contra ti,
ha destruido tus plazas fuertes.
19 Párate en el camino, al acecho,
habitante de Aroer;
pregunta al fugitivo y al prófugo,
dile: “¿Qué ha sucedido?”.
20 ¡Moab está derrotado!
¡Sí, ha sido deshecho!
¡Lancen gritos y alaridos!
¡Anuncien sobre el Arnón:
Moab está devastado!
21 Llega un juicio al país de la meseta, a Jolón e Iahsá, contra Mefaat, 22 contra Dibón, contra Nebo, contra Bet Diblataim, 23 contra Quiriataim, contra Bet Gamul, contra Bet Meón, 24 contra Queriot, contra Bosrá, y contra todas las ciudades del país de Moab, lejanas y cercanas.
25 ¡Ha sido abatido el poder de Moab
y se ha roto su brazo!
–oráculo del Señor–.
26 ¡Embriáguenlo, porque ha desafiado al Señor! Que Moab se revuelque en su vómito y se convierta también él en un motivo de risa. 27 ¿Acaso no te reías de Israel? ¿Lo han sorprendido entre ladrones, para que siempre que hables de él sacudas la cabeza?
28 ¡Abandonen las ciudadesy habiten en las rocas,
habitantes de Moab!
¡Hagan como la paloma que pone su nido
en las laderas de un barranco!
29 Hemos oído el orgullo de Moab,
el muy orgulloso:
¡qué altanería, qué orgullo, qué arrogancia,
qué altivez en su corazón!
30 Yo conozco su petulancia
–oráculo del Señor–
sus vanas habladurías,
sus obras inconsistentes.
31 Por eso gimo a causa de Moab,
lanzo gritos por todo Moab,
suspiro por la gente de Quir Jaréset.
32 Lloro por ti como por Iazer,
viña de Sibmá;
tus sarmientos sobrepasaban el mar,
llegaban hasta Iazer.
Pero sobre tu cosecha y tu vendimia
ha irrumpido un devastador.
33 El gozo y la alegría se han retirado
de los vergeles del país de Moab.
Yo hice secar el vino de las cubas,
el pisador no pisa las uvas,
el grito del pisadorya no es grito de vendimia.
34 El clamor de Jesbón llega hasta Elealé; alzan la voz hasta Iahás, desde Soar hasta Joronaim y Eglat Selisiá. Porque hasta las aguas de Nimrim son una desolación. 35 Yo haré desaparecer de Moab –oráculo del Señor– al que sube a los lugares altos y quema incienso a sus dioses. 36 Por eso mi corazón lanza un quejido por Moab como una flauta; mi corazón lanza un quejido como una flauta por la gente de Quir Jaréset. Por eso se han perdido las ganancias que habían obtenido. 37 Porque están rapadas todas las cabezas y raídas todas las barbas; en todas las manos hay incisiones y todos llevan cilicio. 38 Sobre los techos de Moab y en sus plazas no hay más que lamentos; porque yo he destrozado a Moab como un vaso que nadie quiere –oráculo del Señor–. 39 ¡Cómo ha quedado deshecho! ¡Giman! ¡Con qué vergüenza Moab ha vuelto la espalda! Moab se ha convertido en la risa y el espanto de sus vecinos.
40 Porque así habla el Señor:
¡Miren! Él planea como un águila,
extiende sus alas hacia Moab.
41 Las ciudades son tomadas,
conquistadas las plazas fuertes.
El corazón de los valientes de Moab,en ese día,
es como el corazón de una parturienta.
42 Moab ha sido aniquilado como pueblo,
por haber desafiado al Señor.
43 ¡Pánico, fosa y red
sobre ti, habitante de Moab!
–oráculo del Señor–.
44 El que escape del pánicocaerá en la fosa;
el que suba de la fosaserá atrapado en la red.
Porque yo atraeré esto sobre Moab,
el año en que tengan que dar cuenta.
45 A la sombra de Jesbón se detienen
los fugitivos exhaustos,
pero sale un fuego de Jesbón
y una llama de la ciudad de Sijón;
ella devora las sienes de Moab
y el cráneo de los turbulentos.
46 ¡Ay de ti, Moab!
¡Ha perecido el pueblo de Quemós!
Porque tus hijos son llevados prisioneros,
y tus hijas al cautiverio.
47 Pero yo cambiaré la suerte de Moab,
en los días futuros –oráculo del Señor–.
Hasta aquí el juicio de Moab.
49 1 Para los amonitas. Así habla el Señor:
¿Acaso Israel no tiene hijos,
no tiene heredero?
¿Por qué Milcóm ha heredado Gad
y su pueblo se ha establecidoen sus ciudades?
2 Por eso llegan los días
–oráculo del Señor–
en que haré oír a Rabá de los amonitas
el grito de guerra:
ella será una colina desolada,
sus ciudades serán incendiadas,
e Israel heredará a sus herederos,
dice el Señor.
3 ¡Gime, Jesbón, porque Hai ha sido devastada,
lancen gritos, hijas de Rabá!
¡Pónganse un cilicio, laméntense,
y vayan de aquí para allá por los cercos,
porque Milcóm va al cautiverio,
con sus sacerdotes y sus príncipes!
4 ¿Por qué te glorías de los valles,
de tu fértil valle,
hija apóstata,
tú que confías en tus tesoros
y dices: “¿Quién me atacará?”.
5 Yo hago venir sobre ti el pánico
–oráculo del Señor de los ejércitos–
desde todos tus alrededores:
ustedes serán expulsados,cada uno por su lado,
y nadie reunirá a los fugitivos.
6 Después de esto, cambiaré la suerte de los amonitas –oráculo del Señor–.
7 Para Edóm.
Así habla el Señor de los ejércitos:
¿No hay más sabiduría en Temán?
¿Están faltos de consejo los inteligentes
o se desgastó su sabiduría?
8 ¡Huyan, vuelvan la espalda,
escóndanse bajo tierra, habitantes de Dedán,
porque yo atraigo la ruina sobre Esaú,
es el momento de dar cuenta!
9 Si llegan hasta ti vendimiadores,
no dejarán ni un racimo;
si son ladrones nocturnos,
arrasarán a su gusto.
10 Sí, yo mismo desnudé a Esaú,
puse al descubierto sus escondites,
y no puede ocultarse.
Su raza y sus hermanoshan sido devastados,
sus vecinos ya no existen.
11 ¡Deja a tus huérfanos, yo los haré vivir,
y que tus viudas confíen en mí!
12 Porque así habla el Señor: Los que no estaban condenados a beber la copa, la tuvieron que beber. Y tú ¿vas a quedar impune? ¡No, no vas quedar impune, sino que la vas a beber! 13 Sí, lo juro por mí mismo –oráculo del Señor–: Bosrá se convertirá en devastación, oprobio, desierto y maldición, y todas sus ciudades serán ruinas eternas.
14 He oído un mensaje de parte del Señor,
un heraldo ha sido enviado a las naciones:
“¡Reúnanse! ¡Al asalto de la ciudad!
¡De pie para el combate!”.
15 Porque yo te hago pequeño entre las naciones,
despreciable entre los hombres.
16 Te engañó tu suficiencia,
la soberbia de tu corazón,
a ti, que habitas en las hendiduras de la roca,
que ocupas la altura de una colina.
Aunque eleves tu nido como el águila,
de allí te precipitaré
–oráculo del Señor–.
17 Edóm se convertirá en una devastación; todo el que pase junto a ella quedará pasmado, y silbará de estupor al ver todas sus plagas. 18 Como en la catástrofe de Sodoma y Gomorra, y de sus ciudades vecinas –dice el Señor– allí no habitará más ningún hombre, no residirá ningún ser humano.
19 Como un león que sube de la espesura del Jordán a una pradera siempre verde, así yo los haré huir de allí en un instante, y allí estableceré a mi elegido.
Porque ¿quién es como yo?
¿Quién me citará a juicio?
¿Quién es el pastor que se me opondrá?
20 Por eso, oigan el plan del Señor sobre Edóm,
sus proyectos sobre los habitantes de Temán:
Sí, hasta las ovejas más pequeñasserán arrastradas,
su pradera se asombrará a causa de ellas.
21 Por el estruendo de su caídatiembla la tierra,
y el eco resuena hasta el Mar Rojo.
22 ¡Miren! Él sube, planea como el águila,
despliega sus alas sobre Bosrá;
el corazón de los guerreros de Edóm,en aquel día,
será como el corazón de una parturienta.
23 Para Damasco.
Jamat y Arpad están avergonzadas,
porque han oído una mala noticia;
su corazón se deshace de ansiedad,
no puede calmarse.
24 Damasco desfallece,emprende la huida,
la asalta el terror,
es presa de la angustia y los dolores
como una parturienta.
25 ¡Cómo está abandonadala ciudad gloriosa,
la ciudad de la alegría!
26 Por eso sus jóvenescaerán en sus plazas
y todos los hombres de guerraperecerán aquel día
–oráculo del Señor de los ejércitos–.
27 Yo prenderé fuegoa la fortaleza de Damasco
y él devorará los palacios de Ben Hadad.
28 Para Quedar y los reinos de Jasor, derrotados por Nabucodonosor, rey de Babilonia.
Así habla el Señor:
¡De pie! ¡Al asalto de Quedar!
¡Devasten a los hijos del Oriente!
29 Tomen sus carpas y sus rebaños,
sus toldos y sus equipajes;
quítenles sus camellos
y griten contra ellos:“¡Terror por todas partes!”.
30 Huyan, emigren rápidamente,
escóndanse bajo tierra,
habitantes de Jasor –oráculo del Señor–
porque Nabucodonosor, rey de Babilonia,
ha tramado un plan contra ustedes,
ha urdido contra ustedes un proyecto.
31 ¡De pie! ¡Avancen contra una nación despreocupada,
que se siente segura –oráculo del Señor–
que no tiene puertas ni cerrojos,
y vive apartada!
32 Sus camellos serán el botín,
y sus muchos rebaños, la presa.
Yo dispersaré a los cuatro vientos
a los “Sienes rapadas”,
de todos lados atraeré su ruina
–oráculo del Señor–.
33 Jasor será una guarida de chacales,
una desolación para siempre;
allí no habitará ningún hombre,
no residirá ningún ser humano.
34 Palabra que el Señor dirigió al profeta Jeremías acerca de Elám, al comienzo del reinado de Sedecías, rey de Judá:
35 Así habla el Señor de los ejércitos:
Yo voy a quebrar el arco de Elám,
principio de su fuerza.
36 Haré venir contra Elám cuatro vientos
desde los cuatro confines del cielo.
Los dispersaré a los cuatro vientos,
y no habrá ni una sola nación
adonde no lleguen los expulsados de Elám.
37 Aterraré a Elám delante de sus enemigos
y delante de los que atentan contra su vida;
atraeré sobre ellos una desgracia,
el ardor de mi ira –oráculo del Señor–.
Enviaré la espada detrás de ellos,
hasta haberlos exterminado.
38 Porque pondré mi trono en Elám,
y haré desaparecer de allí al rey y a los príncipes
–oráculo del Señor–.
39 Pero en los días futuros, yo cambiaré la suerte de Elám –oráculo del Señor–.
50
Jeremias (BPD) 41