La familia que reza unida, permanece unida
ANGELUS DE JUAN PABLO II, 26 DE OCTUBRE DE 1997

El mes de octubre está dedicado a la oración del Rosario, oración popular por excelencia, que pertenece al patrimonio espiritual de todo el Pueblo de Dios.

Mis predecesores han mostrado un gran amor por esta oración que Pío XII, de venerada memoria, definió como "compendio de todo el Evangelio" (Carta al arzobispo de Manila: AAS 38 (1946), 419). Cuando nos acercamos al final del primer año de la preparación inmediata al Jubileo del año 2000, dedicado a Cristo Salvador, quiero recordar lo que escribió el Papa Pablo VI en la exhortación apostólica "Marialis Cultus": "El Rosario es una oración evangélica, centrada en el misterio de la Encarnación redentora,… es una oración de orientación netamente cristólogica. De hecho, su elemento característico –la repetición a modo de letanía del "Ave María"… constituye la urdimbre sobre el que se desarrolla… la meditación de los misterios de la vida del Señor… vistos a través del corazón de aquella que estuvo más cerca del Señor" (46-47: AAS 66 (1974), 155-156).

Cuántas veces, en el transcurso de la historia, la Iglesia ha recurrido a esta oración, especialmente en los momentos de particular dificultad. El santo Rosario ha sido un instrumento privilegiado para conjurar el peligro de la guerra y obtener de Dios el don de la paz. ¿Acaso no pidió la Virgen, al aparecerse en Fátima hace ochenta años a los tres pastorcillos que rezaran el Rosario por la conversión de los pecadores y por la paz en el mundo?

¿Cómo podría desfallecer la oración por la paz, al final de un siglo que ha experimentado guerras terribles y continúa, por desgracia, experimentando violencia y conflictos? Que en estos años que nos preparan al tercer milenio cristiano la corona de María nos ayude a implorar a Dios la reconciliación y la paz de la humanidad entera. Pero la paz del mundo pasa a través de la paz de las familias, células fundamentales de la gran familia humana. Por ello, la Iglesia presta una atención especial por ella, como lo testimonió el reciente encuentro mundial de Río de Janeiro.

Hoy quisiera volver a proponer a todas las familias cristianas la oración del Rosario, para que puedan gozar de la belleza de detenerse a meditar juntos, con María y los misterios gloriosos, dolorosos y gloriosos de nuestra Redención, y así santificar los momentos alegres y difíciles de la vida cotidiana. Rezar juntos ayuda a la familia a estar más unida, serena y fiel al Evangelio.

Que María, Reina del santo Rosario, sea la maestra y la guía de cada familia en esta oración, por la que siento un cariño particular.