Artículos sobre temas generales
maltratados por las sectas
¿Cómo leer la Biblia? San Pedro advierte que la Sagrada Escritura puede
servir a algunos "para su propia condenación" (2 Pe 3:16). ¿Cómo
evitar que esto ocurra? ¿Podemos leer la Biblia sin que nadie nos guie? Hechos
8:31.
¿Cómo leían la Biblia los primeros cristianos y los grandes creyentes de
la antigüedad -Padres de la Iglesia-? No debemos olvidar que no somos los
primeros cristianos. Este artículo del Padre Ignace de la Potterie requiere del
lector cierto conocimiento de las ciencias bíblicas, aunque su lectura es sin
duda de provecho para todos.
2 Tim 3:16-17 es para algunos la roca firme donde se basa el rechazo de
todo lo que no esté específicamente escrito en la Biblia. ¿Dice realmente eso
San Pablo en el lugar citado?
¿La Biblia o la Tradición? ¿O ambas?. Las sectas rechazan toda
Tradición. Pero eso va contra la Biblia...
Los dos cánones: la Sagrada Escritura y la Sagrada Tradición. ¿Se los
puede separar "impunemente"?
La Sagrada Escritura es inspirada, mientras que la Sagrada Tradición no
lo es. ¿Porqué pues atender a esta última?
¿Puede un sectario demostrar que la Biblia es Palabra de Dios? Hay
serios motivos para pensar que no.
¿Qué edad tiene tu iglesia? ¿Quién la fundó? A la hora de discernir las
distintas religiones y denominaciones cristianas, es fundamental no perder de
vista la historia. Las sectas no gustan de
hablar de esto. ¿Porqué será?
Hay tantas iglesias... ¿Qué características tiene la Iglesia fundada por
Cristo?
¿Quién es la "roca" de la que habla Jesús? y ¿qué relación hay
entre Pedro y los Papas? Dos artículos sobre Mateo 16:18: "Tu eres Pedro,
y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia".
La seguridad absoluta de "estar salvado" de la que alardean
algunos, ¿tiene fundamento bíblico?
"Nacidos de nuevo", "nacidos de lo alto"... ¿Qué
significan en realidad estas palabras? ¿Quiénes "nacen de nuevo"?
¿Cómo?
El Purgatorio. Un gran escándalo para los protestantes. Ahora bien, si
leemos la Biblia, podemos llevarnos una sorpresa (no los católicos...). ¡Y no
tan sólo los deuterocanónicos!
Una interesante introducción al tema de las Indulgencias, más unas
cuantas respuestas a algunos mitos (inventados por los que no aman la verdad)
sobre las Indulgencias. "Miente, miente, algo quedará".
1Tim 4:1-3 habla de ciertas "enseñanzas demoníacas" sobre la
prohibición del matrimonio y los ayunos, que algunos, para variar, rápidamente
aplican a la Iglesia Católica.
¿Es verdad que los católicos adoran imágenes?
Cuando San Pablo habla de la ineficacia de las "obras de la
ley" para la salvación, ¿a qué obras se refiere? ¿no tienen valor
salvífico las obras buenas que pueda hacer un creyente? Algunos
fundamentalistas eso nos dicen, pero ¿cuál es el pensamiento de Pablo?
El Papado: Don de Dios a su Iglesia
¿Cómo leer la Biblia?
Meditaciones imprescindibles para que el libro de la Palabra de Dios
no se convierta en causa "de nuestra propia perdición" (2 Pe
3:16)
(Segundo capitulo del libro Biblia y Testigos de Jehová)
1. La Biblia, ¿libro prohibido?
Nuestra época es testigo de un interés extraordinario por conocer la
Palabra de Dios. Se multiplican las ediciones de la Biblia, se escriben
comentarios, se celebran sesiones de estudios, cada vez se quiere conocer mejor
los libros sagrados...
Este interés llama más la atención porque sigue a una época en la que la
Biblia parecía un libro prohibido. En realidad, nunca ha sido un libro
prohibido. Nadie puede prohibir a Dios que hable, ni que conozcamos lo que Dios
ha dicho.
Pero durante tiempo nos hemos mantenido muy alejados de la Biblia.
Como en tantas otras cosas, hemos sido víctimas de las circunstancias.
La Reforma luterana usó y abusó de la Biblia. Sometida al libre examen de cada
uno, sirvió para justificar doctrinas que nunca en ella se habían escrito. Esto
fue ocasión para que el Magisterio de la Iglesia exigiese una serie de
condiciones para la lectura de la Biblia, que pudiesen inmunizar de errores al
lector. La consecuencia fue que la Biblia apenas se leía. Así se evitaban
falsificaciones, mutilaciones y torcidas interpretaciones. Pero el pueblo
cristiano se veía privado del contacto directo con la Palabra de Dios.
Hoy la Biblia ha pasado a un primer plano.
Vamos a intentar una aproximación a la Biblia, llevados de la mano de la
Constitución sobre la Divina Revelación, del Concilio Vaticano II.
2. Dios habla a los hombres
Dios quiso, con su bondad y sabiduría, revelarse a sí mismo y manifestar
el misterio de su voluntad: por Cristo, la Palabra hecha carne, y con el
Espíritu Santo, pueden los hombres llegar hasta el Padre y participar de la
naturaleza divina. En esta Revelación, Dios invisible, movido de amor, habla a
los hombres como amigos trata con ellos para invitarlos y recibirlos en su
compañía.
La Revelación se realiza por obras y palabras intrínsecamente ligadas;
las obras que Dios realiza en la historia de la salvación manifiestan y
confirman la doctrina y las realidades que las palabras significan; a su vez,
las palabras proclaman las obras y explican su misterio. La verdad profunda de
Dios y de la salvación del hombre que transmite dicha revelación resplandece en
Cristo, mediador y plenitud de toda revelación.
Div. Rev., 2.-Dios intenta en la revelación, ante todo, la manifestación
del misterio de salvación realizado en Cristo. Ninguna realidad de este mundo
es objeto de una enseñanza divina, dada por modo de revelación, si no es desde
el punto de vista de su relación con la revelación de este misterio de
salvación en Cristo. Éstas son las enseñanzas que deben buscarse en la Escritura
Sagrada. En ella no hay ninguna verdad divinamente garantizada más que en los
puntos que a ésta se refieren; fuera de sí, no aporta enseñanza alguna positiva
que exija de nuestra parte una adhesión de fe.
-Dios nos habla como amigos. Con profunda intimidad y con progresiva
lentitud. El Antiguo Testamento fue una lenta preparación hasta que llegó la
plenitud total en Cristo. Incluso la revelación, ya acabada, ha de ser todavía
explicitada en la Iglesia e interpretada en su tradición bajo la acción del
Espíritu Santo, que lleva a los hombres a la entera verdad (Jn 16,13). El
contenido positivo de cada texto debe, por lo tanto, ser apreciado en una
perspectiva dinámica. La verdad de cada texto debe entenderse teniendo en
cuenta el conjunto de la revelación y su carácter progresivo.
-La Biblia, pues, debe entenderse en su totalidad, pues sólo así tiene
verdadero sentido. No podemos quedarnos en unas creencias de unos tiempos
anteriores a Cristo, ciertamente manifestadas en la Biblia, pero tendentes a
una manifestación ulterior más plena. Como tampoco es lícito citar simplemente
una frase aislada de contexto para demostrar una cuestión que nos interesa.
-Dios se revela no sólo con palabras, sino también con obras, en una
plena e intrínseca dependencia de unas y otras. Lo más característico de
nuestra revelación cristiana es que Dios ha entrado en nuestra historia.
3. Respuesta a la revelación: la Fe
Cuando Dios revela, el hombre tiene que someterse con la fe. Por la fe
el hombre se entrega entera y libremente a Dios, le ofrece el homenaje total de
su entendimiento y voluntad, asintiendo libremente a lo que Dios revela. Para
dar esta respuesta de la fe es necesaria la gracia de Dios, que se adelanta y
nos ayuda, junto con el auxilio del Espíritu Santo, que mueve el corazón, lo
dirige a Dios, abre los ojos del espíritu y concede a todos gusto en aceptar y
creer la verdad. Para que el hombre pueda comprender cada vez más profundamente
la revelación, el Espíritu Santo perfecciona constantemente la fe con sus dones.
Div. Rev., 5.-La respuesta a la Revelación es la fe, que se define como
" entrega entera y libre a Dios". El diálogo iniciado se convierte en
verdadero encuentro entre personas. Esto es lo más característico de la fe
cristiana, cuyo fundamento esencial no se encuentra en la aceptación de unas
verdades, sino en la aceptación personal que lleva como consecuencia la
admisión de unas verdades. No es, por tanto, la fe cristiana "creer que
existe algo", sino abrirse profundamente a una relación personal con Dios
que se nos comunica. No ofrecemos a Dios en el acto de fe una adhesión
intelectual, sino una total aceptación personal; es el hombre entero que se
ofrece a Dios.
-Con ese espíritu de fe debemos acercarnos a la lectura de la Biblia. En
nada se parece a la actitud meramente apologética, que busca y rebusca en la
Biblia unas frases con las que demostrar unas verdades, o para arrojarlas en la
cara a los que consideramos "enemigos".
4. Escritura, Tradición y Magisterio.
La Tradición y la Escritura están estrechamente unidas y compenetradas;
manan de la misma fuente, se unen en un mismo caudal, corren hacia el mismo
fin. La sagrada Escritura es la Palabra de Dios, en cuanto escrita por
inspiración del Espíritu santo. La Tradición recibe la Palabra de Dios,
encomendada por Cristo y el Espíritu Santo a los Apóstoles, y la transmite
íntegra a sus sucesores; para que ellos, iluminados por el Espíritu de la
verdad, la conserven, la expongan y la difundan fielmente en su predicación.
Por eso la Iglesia no saca exclusivamente de la Escritura la certeza de todo lo
revelado. Y así ambas se han de recibir y respetar con el mismo espíritu de
devoción.
La Tradición y la Escritura constituyen el depósito sagrado de la
Palabra de Dios, confiado a la Iglesia. Fiel a dicho depósito, el pueblo
cristiano entero, unido a sus pastores, persevera siempre en la doctrina
apostólica y en la unión, en la Eucaristía y la oración, y así se realiza una
maravillosa concordia de Pastores y fieles en conservar, practicar y profesar la
fe recibida.
El oficio de interpretar auténticamente la Palabra de Dios, oral o
escrita, ha sido encomendado únicamente al Magisterio de la Iglesia, el cual lo
ejercita en nombre de Jesucristo.
Pero el Magisterio no está por encima de la Palabra de Dios, sino a su
servicio, para enseñar puramente lo transmitido, pues por mandato divino y con
la asistencia del Espíritu Santo, lo escucha devotamente, lo custodia
celosamente, lo explica fielmente; y de este depósito de la fe saca todo lo que
propone como revelado por Dios para ser creído.
Así, pues, la Tradición, la Escritura el Magisterio de la Iglesia, según
el plan prudente de Dios, están unidos y ligados, de modo que ninguno puede
subsistir sin los otros; los tres, cada uno según su carácter, y bajo la acción
del único Espíritu Santo, contribuyen eficazmente a la salvación de las almas.
Div. Rev., 9 y 10.La Revelación de Dios tiene un destino universal en el
espacio y en el tiempo, en estrecha vinculación con la universalidad y
continuidad de la comunidad creyente, que es "sacramento de
salvación" para la humanidad entera.
El mensaje de salvación, preparado y prefigurado en Israel como antiguo
Pueblo de Dios, se hizo eficazmente presente en el misterio de Cristo, y pasa a
través de los Apóstoles al nuevo Pueblo elegido en Cristo.
La Revelación sigue el mismo proceso histórico que la historia de
salvación. Lograda su plenitud con la venida de Cristo y consumado el misterio
de Cristo con su glorificación y con la misión del Espíritu de la verdad, esta
revelación se continúa en el seno de la comunidad creyente por la predicación y
la fe en primer lugar, y después por su consignación escrita en la Escritura,
como libro de la comunidad eclesial y en unión indisoluble con la Tradición
oral.
El binomio Revelación-comunidad creyente radica en la constitución y
existencia misma de ambas realidades. El nacimiento del Pueblo de Dios, tanto
en la Antigua como en la Nueva Alianza, manifiesta una serie ininterrumpida de
vínculos de dependencia con el constituirse mismo de la revelación y con su
desarrollo progresivo a lo largo de la historia de la salvación.
El Pueblo de Dios recibe su existencia en la revelación, y la revelación
supone necesariamente el Pueblo de Dios, que la recibe y transmite vitalmente
en su peregrinar histórico. La Iglesia no puede existir sin la revelación, y la
revelación no puede transmitirse sino en la Iglesia. La Iglesia es la presencia
visible y actuación eficaz de la revelación en el mundo, preparada por Dios en
la antigua alianza, llevada a su plenitud en Cristo con su Espíritu, y
destinada a continuarse hasta su plena consumación en la visión gloriosa.
La revelación, pues, ha sido entregada a la Iglesia para que, en el seno
de esta comunidad de salvación, el mensaje cristiano llegue a todos sus
destinatarios en este tiempo medio, desde la entronización de Cristo Resucitado
a la derecha del Padre, hasta su segunda venida gloriosa al fin de los tiempos
como juez glorioso de la humanidad entera.
Una característica del comunicarse de Dios a los hombres, universalmente
válida en la historia de salvación, es que la revelación, tanto en su fase de
preparación y promesa como en su fase de plenitud, no se dirige primariamente a
un individuo aislado, sino a la comunidad de la que forma parte.
La revelación, en la fase de entrada en la historia y en la fase de su
transmisión continua en el tiempo y en el espacio, implica una comunidad de
creyentes que recibe y transmite la Palabra de Dios revelada, y esta comunidad
creyente implica por su misma naturaleza la revelación.
Si entendemos bien esta mutua vinculación de la revelación y de la
comunidad creyente, nos daremos cuenta de que no se puede concebir a la Iglesia
como una congregación de hombres ya existente y constituida en sí a la que
posteriormente se confía la revelación. La Iglesia, por el contrario, se
constituye en la misma revelación.
La revelación y la voluntad salvadora de Dios tienen como meta la
salvación de los hombres. Toda la revelación debe transmitirse íntegra a todos
los hombres de todas las edades, comenzando por la edad apostólica, porque a
todas abraza la voluntad salvadora de Dios.
El paso del Evangelio de Cristo a los apóstoles está garantizado por el
mismo Cristo. La obra reveladora de Cristo no se consuma sino con la misión del
Espíritu de la verdad. Aquellos días de convivencia del Cristo Resucitado con
sus apóstoles y demás discípulos fueron muy fecundos para completar la
revelación de los misterios del Reino comenzada en los días de su vida mortal.
El mandato dado por Cristo a los apóstoles de predicar este Evangelio significa
transmitir toda esta plenitud de la revelación.
Los apóstoles realizan su misión primero por la predicación oral. Ellos
hicieron eficazmente presente esta salvación de Cristo testimoniándola con su palabra,
con su actividad sacramental y con el ejemplo de su vida integralmente
cristiana.
Más tarde, los mismos apóstoles y otros de su generación pusieron por
escrito el mensaje de la salvación, inspirados por el Espíritu Santo. Para que
el Evangelio se conservara constantemente íntegro y vivo en la Iglesia, los
apóstoles dejaron como sucesores suyos a los obispos, entregándoles su propio
cargo del magisterio.
Pablo recomienda a todos los cristianos de Tesalónica que "oren
para que la Palabra de Dios corra" (2 Tes 3,1). La palabra predicada en la
Iglesia no es sólo la palabra de los apóstoles, de modo que todos los demás
sean meros oyentes, sino la palabra de toda la comunidad de creyentes, en la
que los ministros sagrados y el pueblo cristiano contribuyen mutuamente a
hacerla eficazmente presente al mundo y a conservarla en el tiempo. Algo
parecido decía también Pablo a los cristianos de Corinto (1 Cor 14, 26):
"Cuando os reunís, cada uno aporta su carisma: quien salmo, quien
doctrina, quien revelación, quien lengua, quien interpretación. Sea todo para
aprovechar a otros".
Dada la dificultad de precisar los límites a los que puede extenderse la
tradición, y dada la indeterminación en que queda esa posibilidad de desbordar
el sentido histórico de la sagrada Escritura, es preciso un factor de
estabilidad que garantice la unidad de la fe. Es el Magisterio de la Iglesia a
quien compete interpretar auténticamente la palabra de Dios escrita o
transmitida oralmente.
La Iglesia recibió de Dios el encargo y el deber de conservar e
interpretar la Palabra de Dios.
Los exegetas y teólogos ayudan con sus estudios a la Iglesia para que
madure su conocimiento de la Palabra de Dios. Al Magisterio de la Iglesia
corresponde, por voluntad de Dios, el conservar e interpretar auténticamente
esa Palabra de Dios.
De ninguna manera puede esto suponer que el Magisterio de la Iglesia
esté por encima de la Palabra de Dios: más bien está a su servicio, para
descubrirla, interpretarla y darla a conocer.
Las definiciones solemnes de los concilios y de los Papas son
absolutamente infalibles. Cuando exponen auténticamente el significado de un
pasaje concreto de la Escritura, queda definido que ése y no otro es su
auténtico sentido. Poquísimos son los textos que han recibido esta interpretación
auténtica.
La transmisión de lo que los Apóstoles enseñaron y predicaron es el
origen de la Tradición eclesial. Esa tradición apostólica va creciendo en la
Iglesia con la ayuda del Espíritu Santo, al mismo tiempo que la comunión de fe
la vive, la testimonia, la celebra y la transmite. Crece la comprensión de las
palabras e instituciones transmitidas cuando los fieles las contemplan y
estudian repasándolas en su corazón, cuando comprenden internamente los
misterios que viven, cuando los proclaman los Obispos, sucesores de los
Apóstoles en el carisma de la verdad. La Tradición es así algo vivo, dinámico,
en donde se enraiza el Magisterio eclesial.
5. La Biblia, Palabra de Dios.
La revelación que la sagrada escritura contiene y ofrece ha sido puesta
por escrito bajo la inspiración del Espíritu Santo. La santa madre Iglesia,
fiel a la fe de los Apóstoles, reconoce que todos los libros del Antiguo y del
Nuevo Testamento, con todas sus partes, son sagrados y canónicos, en cuanto
que, escritos por inspiración del Espíritu Santo, tienen a Dios como autor, y
como tales han sido confiados a la Iglesia. En la composición de los libros
sagrados, Dios se valió de hombres elegidos, que usaban de todas sus facultades
y talentos; de este modo, obrando Dios en ellos y por ellos, como verdaderos
autores, pusieron por escrito todo y sólo lo que Dios quería.
Div. Rev., 11.
La expresión "Dios es autor de la Escritura" se entendió en
algún tiempo con el sentido concreto de "autor literario", y en
función de evitar todo error. Así León XIII entendía la inspiración,
como:-iluminación del entendimiento para evitar el error de los juicios;
-influjo en la voluntad para moverla eficazmente;
-asistencia sobre las facultades ejecutivas, para que no se deslizara
error alguno en la redacción.
La Constitución de Divina Revelación del Concilio Vaticano II tiene una
perspectiva diferente. Sitúa la inspiración de la Biblia en el contexto de la
Revelación:
-la Revelación plena llegó a los Apóstoles de boca de Cristo;
-Cristo confió a esos mismos Apóstoles la misión de transmitir y
conservar esa Revelación (la recibida en el AT como preparación y la actual
cristiana);
-esa transmisión se hace por una doble vía: por la predicación oral y
por la consignación escrita, realizada por inspiración del mismo Espíritu Santo
enviado por Cristo;
-la inspiración, en concreto, es la asistencia especial de Dios para la
puesta por escrito de esa Revelación.
Dios es "autor de la Escritura" porque suya es la Revelación
que contiene, y suya la asistencia especial para que esa Revelación fuera
puesta por escrito. No es necesario entenderlo en el sentido estricto de
"autor literario".
Los autores humanos no actúan como meros instrumentos inertes en manos
de Dios. De hecho, el concilio quiso evitar la palabra "instrumento"
que aparecía en el documento inicial. Por el contrario, dice que esos hombres
actúan con todas sus facultades y talentos, de modo que son "verdaderos
autores", puestos al servicio de Dios.
6. La verdad de la Biblia.
Como todo lo que afirman los hagiógrafos, o autores inspirados, lo
afirma el Espíritu Santo, se sigue que los Libros sagrados enseñan sólidamente,
fielmente y sin error la verdad que Dios hizo consignar en dichos libros para
salvación nuestra.
Div. Rev., 11.
La verdad de la Escritura es un hecho admitido por todos los cristianos
de todos los tiempos. Hasta el siglo XVI no se presentan problemas serios.
Cuando -por una parte- se sigue interpretando la Biblia "al pie de la
letra", y -por otra parte- avanzan las ciencias, surgen los conflictos. El
"caso Galileo" fue posible por no distinguir suficientemente entre la
verdad de la Biblia y la verdad de la interpretación.
No es camino adecuado querer restringir el campo de la inspiración, como
si fuesen solamente inspiradas las cuestiones importantes, las cosas "de
fe y costumbres". Toda la Biblia está inspirada por Dios. Necesitamos un
criterio teológico para interpretarla correctamente.Ése ha sido el mérito
fundamental del concilio Vaticano II cuando nos presenta ese criterio: "La
verdad que Dios hizo consignar en esos libros para nuestra salvación".
No se habla ya de modo negativo: "ausencia de error", sino
positivamente de la "verdad". Una formulación nueva, que responde a
lo que ya había dicho San Agustín: "Dios no quiere hacer astrónomos o
matemáticos, sino cristianos".
7. La Biblia, palabra humana.
Dios habla en la Escritura por medio de hombres y en lenguaje humano;
por lo tanto, el intérprete de la Escritura, para conocer lo que Dios quiso
comunicarnos, debe estudiar con atención lo que los autores querían decir y lo
que Dios quería dar a conocer con dichas palabras.
Para descubrir la intención del autor, hay que tener en cuenta, entre
otras cosas, los géneros literarios. Pues la verdad se presenta y enuncia de
modo diverso en obras de diversa índole histórica, en libros proféticos o
poéticos, o en otros géneros literarios. El intérprete indagará lo que el autor
sagrado dice e intenta decir, según su tiempo y cultura, por medio de los
géneros literarios propios de su época. Para comprender exactamente lo que Dios
propone en sus escritos, hay que tener muy en cuenta el modo de pensar, de
expresarse, de narrar que se usaba en tiempo del escritor, y también las
expresiones que entonces más se usaban en una conversación ordinaria.
Div. Rev., 12.La primera labor del intérprete es descubrir en las
palabras escritas el sentido literal que el autor sagrado quiere expresar. Para
esto, no basta conocer el significado material de las palabras utilizadas.
Conocer el sentido literal no quiere decir que haya que leerlo al pie de la
letra. Es necesario conocer los géneros literarios, las distintas maneras de
expresarse, propias de la época, y el estilo empleado en este libro.
El sentido literal a veces será metafórico, hiperbólico, irónico...
Por poner algunos ejemplos, es muy distinto el modo de afirmar y el
grado de enseñanza en la historia, la novela, el teatro.
En la historia se trata de afirmar directamente lo ocurrido. Tendrá
mayor valor cuanto mayor sea el número de documentos que se citen para apoyar
lo que se afirma.
En la novela de fondo histórico, el autor expone un hecho histórico,
pero con libertad para vestirlo con su imaginación.
En una obra de teatro -lo mismo que en una novela- el autor no se hace
responsable de lo que dice cada uno de los personajes, sino sólo de la
enseñanza global. Por ejemplo, Cervantes no afirma directamente cuanto dicen
Don Quijote o Sancho Panza. Para hablar de los "libros de caballería"
trata de interpretar lo que los "quijotes" o los "sanchopanzas"
dirían en cada circunstancia determinada.
En la Biblia tienen cabida todos los modos de hablar, con la única
excepción de la mentira. En cuestiones relacionadas con la ciencia, se puede
hablar según las apariencias de los sentidos, por ejemplo cuando decimos que
"el sol sale y se pone". La historia es válida cuando nos narra cosas
realmente sucedidas, aunque no sea una historia documentada al modo científico.
Lo importante será averiguar, no lo que dice al pie de la letra, sino lo
que los autores quieren decir con eso.
8. Resumen.
Resumiendo lo dicho, y tratando de reducirlo a esquema, podríamos decir
que en la Biblia es verdad:
a) lo que dice la Biblia;
b) en el sentido en que lo dice;
c) en orden a nuestra salvación.
a) Lo que dice la Biblia:
Este enunciado parece una perogrullada. Naturalmente que, si hablamos de
la Biblia, será verdad lo que dice la Biblia. La realidad es que muchos
problemas que se plantean a la Biblia se refieren o tienen su punto de partida
en cosas que no están en la Biblia. Adiciones que se han podido hacer a lo
largo de los tiempos, o interpretaciones tergiversadas. El primer paso,
normalmente reservado a los especialistas, será un estudio crítico sobre el
texto, su traducción y su interpretación.
b) El sentido en que lo dice:
No basta, para conocer la verdad de la Biblia, saber lo que en ella se
dice materialmente. Unas mismas palabras materiales pueden tener significados
muy diversos, según el uso del lenguaje.
El Hijo de Dios se hizo hombre, un hombre concreto. Encarnándose en un
cuerpo humano determinado. Con las características propias de una raza: la
judía. Acomodándose a las formas de vivir propias de su época. Pudo haber
elegido cualquier otra raza y cualquier otro tiempo; pero si decide encarnarse
ha de hacerlo de un modo concreto, puesto que no existe el hombre universal,
sino hombres determinados.
De la misma manera, la Palabra de Dios se encarna en la palabra humana.
En la palabra concreta, con el vocabulario, la sintaxis y los giros
propios de la lengua y de la época en que fue escrita, con las diferencias
propias de los distintos autores que la transcribieron. Lo mismo se emplea el
estilo poético de Isaías que el lenguaje sobrio del evangelista Marcos. Es
necesario conocer la manera de pensar y de hablar de aquellos hombres para
poder interpretar correctamente la Palabra de Dios.
En el lenguaje común de los hombres no siempre se afirma de la misma
manera. Es más, hay veces que una afirmación se expresa con una pregunta, una
duda, una exageración o hipérbole. Por ejemplo, una madre puede pedir silencio
a su hijo diciendo:
-ya te he dicho que te calles;
-¿no te he dicho que te calles?
-no sé cómo hay que decirte que te calles;
-te he dicho mil veces que te calles...
La afirmación directa, la pregunta, la duda, la hipérbole son distintas
maneras de significar lo mismo. Estas mismas maneras de afirmar se encuentran
en la Biblia:
-Os aseguro que cielos y tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán
(Mt 24, 35).
-¿Quién de vosotros podrá acusarme de pecado? (Jn 8,46).
-No recuerdo si bauticé a alguno más... (1 Cor 1,14-16).
-Es un país de gigantes: a su lado parecemos saltamontes. Sus ciudades
tienen unas murallas que llegan hasta el cielo (Núm 13, 33).
c) En orden a nuestra salvación
Ésta es la finalidad propia de los libros sagrados. Se trata de libros
religiosos. Todo lo demás pierde interés. Ése es el aspecto propio, el prisma
bajo el que se consideran todas las verdades expuestas en la Biblia.
Los Padres de la Iglesia en el estudio actual de la Sagrada Escritura
INTRODUCCIÓN
La publicación de la reciente Instrucción para el estudio de los Padres
de la Iglesia en la formación sacerdotal es un evento significativo: el estudio
de la Teología debe nutrirse no sólo de una presentación escolástica del dogma,
sino también de su progresiva formación histórica en el tiempo de los Padres.
Se comprende que el documento insista particularmente sobre el aspecto
teológico. A nosotros, sin embargo, se nos ha pedido ilustrar otro aspecto: "Los
Padres de la Iglesia y la Biblia". Para ello no basta proponer el ejemplo
de los Padres, recordando que han hecho un uso constante de la Biblia; la
cuestión es si el modo de interpretar de los Padres puede ser el de nosotros en
la actualidad. Por tanto el título del siguiente modo: "Los Padres de la
Iglesia en el estudio actual de la Sagrada Escritura". Presentaremos
sistemáticamente lo que la Instrucción dice al respecto, pero intentaremos
también desarrollar estas pocas indicaciones a la luz de la Constitución Dei
Verbum y de las urgentes demandas de la hermenéutica contemporánea. Seguiremos
las tres etapas de la Instrucción.
I. LA SITUACIÓN ACTUAL
1. En los nn. 8-9 se describe cuidadosamente la orientación dominante de
la exegesis contemporánea. Ante todo, se hace notar el hecho general que se
manifiesta en la nueva Teología que, sensible los desafíos de la
"modernidad", esta mucho más interesada en una confrontación directa
de los datos bíblicos con la realidad social de nuestro tiempo que con los testimonios
de los Padres o con la tradición eclesiástica: el documento observa, pues,
"un rechazo general del pasado" (n.8). De esta manera se cae, por una
parte, en un "biblicismo", que es una forma de
"historicismo"; y por otra, en una suerte de "actualización
sociológica" de la Biblia, también ella de impronta historicista. En todo
este proceso esta ausente la lectura de la Iglesia, esto es, el rol de la
Tradición para la interpretación de la Escritura. Un obstáculo más especifico
en el estudio de los Padres es el método mismo de la exegesis contemporánea.
Aquí el texto de la Instrucción es duro: "La exegesis moderna que se vale
de los auxilios de la critica histórica y literaria, echa una sombra sobre los
aportes exegéticos de los Padres, los cuales son considerados simplistas y, en
sustancia, inútiles para un conocimiento profundo de la Sagrada Escritura"
(n.9). Este juicio severo es compartido en la actualidad por diversos teólogos
y filósofos, como R. Guardini, H. Gadamer, H. Urs von Balthasar, J. Ratzinger;
pero ellos, además de constatar aquella situación, indican la razón filosófica
y la laguna epistemológica y teológica de la misma. J. Ratzinger, por ejemplo,
ya en artículo de 1967, observaba que una de las tres razones por las cualesel
Concilio quería elaborar una Constitución sobre la Revelación, era que aparecía
siempre más claramente el "problema teológico" que representaba
"el uso del método histórico-critico" en la interpretación de la
Sagrada Escritura". En otras palabras, el Concilio deseaba que la exegesis
se convirtiese realmente en una ciencia teológica. Así se comprende la
insistencia de la Constitución Dei Verbum: "El estudio de la sagrada
Escritura debe ser cuasi el alma de la sagrada Teología" (n. 24). Nótese
en esta frase el doble uso de la palabra "sagrada" (sacra), sea para
la Escritura, sea para la Teología, lo que muestra que la exegesis, como la
teología, debe ser esencialmente religiosa y creyente, y no solamente
filológica e histórica. La presente Instrucción subraya otra "laguna"
de los actuales estudios bíblicos:
"Tales orientaciones, mientras empobrecen y desnaturalizan la misma
exegesis, rompiendo su natural unión con la Tradición, disminuyen
indudablemente la estima y el interés por las obras patrísticas" (n. 9). Y
a continuación añade el documento:
"La exegesis de los Padres, en cambio, podría abrirnos los ojos a
otras dimensiones, como son la exegesis espiritual y la hermenéutica, que
completarían la (dimensión) histórica-critica enriqueciendola de intuiciones
profundamente teológicas" (ibid.)
Detengámonos un momento en esta frase. Han sido introducidos aquí dos
términos importantes: la exegesis espiritual y la hermenéutica. La primera
expresión, paradójicamente, se encuentra sólo aquí en toda la Instrucción, aun
cuando sea un documento sobre los Padres (para estos -lo sabemos- la búsqueda
del sentido espiritual era fundamental); volveremos más adelante sobre esta
paradoja. La segunda expresión en cambio, la hermenéutica, se encuentra
nuevamente en el n. 54, cuando es indicado el método que debe seguirse en el
estudio de los Padres; y allí se hace una confrontación interesante con la
ciencia bíblica: en los dos casos, es decir, tanto para la Exegesis como para
la Patrística, se recomienda, por cierto, el método histórico critico, pero se
insiste también en sus limites; debe ser integrado con "los métodos del
análisis literario moderno y de la hermenéutica" (que van, por tanto, más
alla del método puramente histórico).
¿Qué es la Hermenéutica?. Es la ciencia que busca precisar las
condiciones en el estudio o investigación del "sentido"; es la
ciencia de la interpretación. Aquí se toca el punto decisivo. Pues no basta con
recomendar el estudio de los Padres diciendo que así se podría enriquecer la
exegesis histórico-critica con profundas intuiciones teológicas. El
especialista podrá tener alguna consideración ante esta piadosa invitación de
tipo parenético, pero para el permanece como algo inoperante hasta que no se le
muestre críticamente que este recurso a la exegesis de la Tradición forma parte
de su método exegético. De lo contrario el podría replicar de inmediato que un
tal enriquecimiento de su exegesis con la Tradición patrística no le interesa
en absoluto, ya que se trata de algo extrínseco a su disciplina; es algo que debe
dejarse al patrólogo o al teólogo. Esta cuestión, pues, debe ser criticada
desde el punto de vista rigurosamente metodológico, porque en este tiempo de
"trabajo interdisciplinario", no puede aceptarse la cerrazón, el
aislamiento de la ciencia exegético. Lo que hoy se cuestiona es el estatuto
epistemológico de la exegesis misma: ella es una ciencia, si, pero no sólo una
ciencia histórica, sino una ciencia hermenéutica y teológica, o sea, una
"ciencia de la fe", como decía R. Guardini, vale decir búsqueda de la
gnosis tees pisteoos. ¿Qué quiere decir "interpretar la Sagrada
Escritura", sino buscar su significado, y no solamente la historia de los
textos?. Sin exagerar se puede decir que la ciencia exegético de hoy se limita
a reconstituir la génesis de los textos, el contexto histórico de los mismos,
sin abrirse verdaderamente a la pregunta sobre su sentido, sobre la profundidad
y la apertura teológica y dinámica de los textos. Seria necesario introducir
aquí toda una reflexión teológica sobre dos cuestiones:
a) ¿qué es un texto escrito, en cuanto se distingue del kerigma oral
inicial?
b) en aquel texto escrito -que por tanto es distinto del anuncio
anterior, queinterpelaba a los oyentes- ¿dónde esta el sentido de aquel texto?
¿Solamenteen su formulación explicita? ¿No interpelaba también a los futuros
lectores?.
Son preguntas que están en el centro de la Hermenéutica contemporánea y
que la exegesis bíblica no puede ignorar por mucho tiempo.
2. Pero veamos ahora en que modo la Instrucción recuerda las directivas
de la Iglesia respecto al estudio de los Padres en la exegesis bíblica. Vuelven
aproponerse aquí textos del Concilio Vaticano II, de la Congregación para la
Educación Católica y de los últimos Papas. Limitémonos al documento más
ampliamente citado, la Dei Verbum. Entre los cinco pasajes de la
Constituciónque son recordados, cuatro tocan el problema de la relación entre
Escritura y Tradición patrística: - en DV 8-10, se habla de la estrecha
relación y unidad entre Escritura y Tradición, teniendo presente que son los
Padres quienes atestiguan y transmiten la presencia vivificadora de la
Tradición en la Iglesia; - en DV 24, se recuerda que la Sagrada Escritura debe
ser "como el alma de la Teología". Desgraciadamente no es explicado
ni por el Concilio, ni por la Congregación, cual tipo de exegesis puede ser hoy
verdaderamente "el alma de la Teología". Es obvio que para esta tarea
no puede bastar la exegesis exclusivamente histórico-critica. La situación
actual lo demuestra casi dramáticamente; - Citemos, finalmente, la conclusión
del n. 14 de la Instrucción, donde se hace nuevamente una confrontación entre
exegesis contemporánea y exegesis patrística, con una amplia cita de DV 23.
Dice la Instrucción:
"También hoy, no obstante los innegables progresos logrados por la
exegesis moderna, la Iglesia, `que se preocupa de alcanzar una inteligencia
cada día más profunda de la Sagrada Escritura, para poder nutrir continuamente
a sus hijos con las divinas palabras..., con razón favorece, pues, el estudio
de los Padres de Oriente y de Occidente y de las Sagradas Liturgias'
(n.23)".
Entre los textos conciliares citados en la Instrucción, este es el más
importante, porque se sitúa desde el punto de vista hermenéutico, utilizando la
formula "una inteligencia cada día (in dies, DV 23) más profunda".
Adquirir la inteligencia o comprensión de la Escritura es -o debería ser-
propiamente el objetivo de la exegesis bíblica; debe buscar penetrar siempre
mejor en el sentido de los textos. Más aun, si se habla de comprensión "cada
día más profunda", quiere decir que el sentido de las "Sagradas
Escrituras" era y permanece presente en los textos, pero parcialmente
oculto, implícito; era y permanece dentro del texto bíblico, pero se lo debe
buscar también más alla de las formulaciones explícitas. Por tanto, no basta
estudiar, como suele decirse, "el texto como texto". Interpretar
quiere decir trascender los limites de las expresiones, explicitar lo
implícito, revelar la vida profunda de los textos. El P. Scheuer, filósofo y
maestro del P. Marechal en Lovaina, decía: "Es necesario encontrar la
llama en la formula". Esto es, precisamente, lo que busca realizar la
Tradición de la Iglesia. Habría sido oportuno aquí recordar también el n. 8 de
la Dei Verbum sobre el progreso de la Tradición, o sea sobre el
"crecimiento de la comprensión" (crescit...perceptio) de las cosas y
de las palabras, debido tanto al estudio como a la "intima
inteligencia" que proviene de la experiencia de las cosas espirituales.
Detrás de este texto del Concilio esta el gran principio de San Gregorio Magno:
"Sacra Scriptura... aliquo modo cum legentibus crescit".
II. ¿PORQUÉ RECURRIR A LOS PADRES EN LA EXEGESIS BÍBLICA?
La segunda parte de la Instrucción es titulada: "¿Porqué estudiar a
los Padres?". De manera comprensible, también aquí se insiste mucho más
sobre la importancia de los Padres para la Teología que para la Exegesis
bíblica. Sin embargo, es nuestra intención subrayar aquello que la Instrucción
propone como estímulo para el trabajo exegético de hoy.
1. En el n. 26 se recuerda que los Padres recurren continuamente a la
Sagrada Escritura, pero agrega, al mismo tiempo, que tienen el sentido de la
Tradición. Reconoce que "su método (el de los Padres) presenta ciertos e
innegables límites" respecto a las diversas ciencias utilizadas por la
exegesis moderna. Pero, añade la Instrucción con una cita de la Encíclica
Divino afflante Spiritu (EB 554), la superioridad de los Padres respecto a los
exegetas del medioevo y de la edad moderna es debida a su "intuición de
las cosas celestes, por una admirable penetración de espíritu, gracias a la
cuales están más adelantados en la profundidad de la palabra divina". Por
eso, "el ejemplo de los Padres puede ensenar a los exegetas modernos un
acercamiento verdaderamente religioso a la Sagrada Escritura, como también una
interpretación que se atiene constantemente al criterio de comunión con la
Iglesia, la cual camina a través de la historia bajo la guía del Espíritu
Santo". Se vera, en la tercera parte, como un tal programa puede
realizarse enconcreto. En el n. 27 la Instrucción presenta algunas reflexiones
muy oportunas sobre el carácter sintético de la exegesis de los Padres: de la
"actividad exegético de los Padres in medio Ecclesiae" nació la
Teología cristiana. En efecto, "Aquella exegesis, en la cual la vida
espiritual se funde con la reflexión racional teológica (...) Ella esta
centrada enteramente en el misterio de Cristo, a quien refiere todas las
verdades particulares en una admirable síntesis. (...) Los Padres buscan
abrazar la totalidad del misterio cristiano (...), miran todo en su centro,
haciendo presente este todo en cada una de sus partes y relacionando con el
cada cuestión periférica".
2. Quizás hubiera sido oportuno -aquí, en el n.27, o bien en el n.14,
donde eran citados cinco pasajes de la Dei Verbum- hacer una referencia
explicita alcap. III de la Constitución conciliar, donde se trata formalmente
de la inspiración de la Sagrada Escritura y de su interpretación. El hecho que
la Sagrada Escritura ha sido inspirada por el Espíritu de Dios era esencial
para los Padres: para ellos, es precisamente el Espíritu que constituye la
profundidad de la letra. De esto se sigue que el sentido profundo de la Sagrada
Escritura es aquel que el P. H. De Lubac ha llamado: "Le sens donne par
l'Esprit" (el sentido dado por el Espíritu). La Dei Verbum (12,3) retomaba
esta norma patrística; en efecto, después de un parágrafo (12,2) sobre la
necesidad de un análisis filológico e histórico de los textos, decía:
"Pero la Sagrada Escritura se ha de leer con el mismo Espíritu con que fue
escrita". Este principio, desgraciadamente no citado en la Instrucción, es
sin embargo el compendio de la gran Tradición patrística sobre la exegesis
bíblica. El Concilio, en DV 12,3, hacia derivar de dicho principio tres
consecuencias para la interpretación de toda la Escritura: se debe tener muy en
cuenta el contenido y la unidad de toda la Escritura, la Tradición viva de toda
la Iglesia y la analogía de la fe. Agreguemos otra consecuencia de ese principio
"tradicional" que hemos citado; de el se sigue innegablemente la
necesidad de reencontrar también hoy el "sentido espiritual" de la
Sagrada Escritura, vale decir: el Espíritu en la letra. La expresión
"exegesis espiritual", lo hemos notado, se encuentra desgraciadamente
una sola vez en toda la presente Instrucción (en el n.9). Por eso, nos
permitimos insistir un poco: recomendar el estudio de los Padres en la exegesis
bíblica no significa, ciertamente, que seria necesario retomar sus métodos,
sino más bien que debemos aprender a leer la Sagrada Escritura en el espíritu
de los Padres, es decir, como decía el P. de Lubac, reencontrar hoy "la
inteligencia espiritual de la Escritura tal cual los siglos cristianos la han
entendido"; es aquella inteligencia espiritual que San Gregorio Magno
llamaba "la inteligencia interna"; el "sentido interior"
del texto bíblico.
III ¿CÓMO ESTUDIAR A LOS PADRES?
1. Para esta tercera parte de la Instrucción nos detenemos solamente en
la segunda sección, donde se habla del método (nn. 53-56), pues allí se hace
una confrontación sugestiva entre el estudio de la Patrística y el de la
Biblia. Para ambas disciplinas se insiste sobre el rigor científico del método,
el histórico-critico. Pero vale también para la exegesis aquello que se dice
inmediatamente después para el estudio de los Padres: "Tratandose de una
disciplina teológica, que en todas sus fases procede ad lumen fidei, la
libertad de investigación no debe reducir su objeto de estudio dentro de la
esfera de la pura filología o de la critica-histórica. En efecto, la Teología
positiva debe reconocer, como primer presupuesto, el carácter sobrenatural de
su objeto y la necesidad de hacer referencia al Magisterio" (n.54).Como la
Patrística, también la exegesis "se sitúa y procede en un ambiente de
fe" (ibid.).
2. Pero debemos especificar más la pregunta sobre el método. No basta
preguntar: ¿Cómo estudiar a los Padres? Para el biblista la pregunta es más
bien la siguiente: ¿Cómo se puede, hoy, hacer uso de la interpretación patrística
de la Escritura al interno de la exegesis critica moderna?. Para responder a
este interrogante es necesario partir del interés, creciente en nuestro tiempo,
por la así llamada Wirkungsgeschichte: de un siglo a esta parte, luego de
tantos estudios sobre la filología bíblica, sobre la historia antigua, sobre la
historia de las religiones, sobre la historia del texto, de las tradiciones, de
las formas, etc., los biblistas comienzan a interesarse también en la
"historia de los efectos", o sea, en la historia de la relectura del
texto bíblico en la Tradición; en otras palabras, en la Historia de la
exegesis. Precisemos que no se trata solamente de la Historia de la exegesis
judía, para iluminar el contexto histórico del Nuevo Testamento (lo que sería aún
un interés prevalentemente histórico); se trata de la Historia de la exegesis
propiamente cristiana, en el tiempo patrístico y medieval. Aquí el interés no
es más solamente histórico, sino formalmente hermenéutico: la dimensión
"teleológica" del texto forma parte de la estructura misma del acto
interpretativo, como han mostrado bien M. Heidegger, P. Ricoeur y H.G. Gadamer.
Por eso advertimos también con interés que la Instrucción, en el n.56, insiste
sobre la importancia del "contacto interdisciplinar": de esta
colaboración pueden beneficiarse numerosas disciplinas, en modo particular el
estudio de la Sagrada Escritura. Lo que se requiere hoy es, por tanto, un
"re-pensar hermenéutico" de la relación entre Escritura y Tradición,
entre exegesis crítica y exegesis cristiana. Por eso se hace nuevamente muy
actual el problema patrístico de la relación entre letra y espíritu, o el
medieval de los cuatro sentidos de la Escritura. Sólo que hoy, aquella
investigación, se debe repensar sobre una base más critica, es decir, según los
criterios de la epistemología contemporánea. Querríamos dar aquí dos ejemplos
de esta fecunda reciprocidad entre exegesis crítica e interpretación
patrística. En el pasaje de Mt 1, 18-25, para responder a la pregunta porqué
José quería abandonar a María, San Bernardo responde que quiere dar, no su
respuesta, sino la de los Padres. Y cita luego una interpretación muy difundida
en la época patrística y en el Medioevo. En la actualidad. La exegesis
contemporáneo esta redescubriendo precisamente aquella interpretación de la
Tradición, con un estudio más atento del vocabulario de Mateo y de la
estructura del pasaje. Otro ejemplo: la sangre y el agua que brotan del costado
atravesado de Jesús segur Jn 19, 34. En este caso, escribía H. Rahner, la interpretación
agustiniana se sitúa en el punto de partida de una tradición mística que,
cuando habría llegado el momento (en el Medioevo), haría florecer la devoción
al Corazón de Cristo. Aquí nuevamente el análisis estructural de los
simbolismos del texto esta proporcionado un apoyo precioso, pero también
complementos nuevos a aquella lectura de la Tradición.
CONCLUSIÓN
Después de haber hecho, con la encíclica Divino afflante Spiritu, un
paso decisivo hacia la recuperación de la exegesis histórica, la Iglesia
contemporáneo, bajo el impulso del Concilio Vaticano II (cf. Las Constituciones
Sacrosantum Concilium y Dei Verbum, esta cumpliendo otro progreso fundamental
en su camino redescubriendo la importancia inevitable y la fuerza siempre
renovadora del modo en que nuestros Padres en la fe leían la Biblia, para
alcanzar así "una inteligencia cada día más profunda" de la Sagrada
Escritura, como nos lo augura la Instrucción en el n.14. Por eso, este nuevo
documento sobre el estudio de los Padres de la Iglesia es un signo de los
tiempos. En efecto, se multiplican hoy las obras que buscan hacer esta
integración, esta síntesis. Baste recordar, en el caso de Italia, la gran
colección iniciada con el volumen titulado: Genesi: La Bibbia interpretata
dalla grande Tradizione, de Umberto Neri; y El Salterio de la Tradición, de
Luciana Mortari. En el caso de Francia se pueden mencionar dos grandes
colecciones del mismo tipo: Bible chretienne y Lire la Bible avec les Peres.
Son indicaciones prometedoras, que tendrán importancia tanto para la vida
pastoral de la Iglesia como para el diálogo ecuménico. Se diría que estamos
asistiendo de nuevo a una realización de la promesa profética: "He aquí
que vienen días, oráculo del Señor, en que enviaré hambre sobre la tierra; no
hambre de pan, ni sed de agua, sino de oír la Palabra de Dios" (Am. 8,11
LXX). Pero, toca a nosotros obrar de tal modo que no se cumpla también el
anuncio del versículo siguiente: "Andarán errantes de mar a mar, del Norte
al Oriente, en busca de la Palabra de Dios, mas no la hallarán" (8,12). La
Iglesia de hoy, en cambio, quiere que todos nosotros encontremos la Palabra del
Señor; por eso debemos esforzarnos por volver a darle su puesto central en la
vida del Pueblo de Dios. La luz de la Palabra de Dios debe ser "puesta
sobre un candelero, para que todos los que entren vean la luz" (Lc 8,16).
Pero también debemos hacer nuestra la siguiente amonestación del Evangelio:
"¡Cuidaos de escuchar bien!" (Lc 8,18).
II Timoteo 3:16-17 y la teoría de la "sola scriptura"
Los defensores del principio protestante "solamente la Biblia"
("sola scriptura", en latín) están en problemas.
Si la doctrina de la "sola escritura" es verdadera, entonces
debemos ser capaces de probar todas las doctrinas basándonos solamente en la Sagrada
Escritura. De ser así, entonces debemos probar la "sola escritura"
desde la misma Escritura. Si no podemos hacerlo, entonces la doctrina de la
"sola escritura" se refuta a sí misma.
Como resultado, hay un gran interés por encontrar en la Escritura versículos
que se puedan usar para probar la teoría de la "sola escritura." Esos
intentos son comunmente hechos por una o dos clases de defensores de tal
doctrina -los "descuidados" y los "cuidadosos". Los
primeros son, por supuesto, la gran mayoría.
La mayoría de los defensores de la "sola escritura", como
muchos defensores de ideas, no ponen cuidado en el modo en que fundamentan tal
posición, presionando para que aún la cosa más insignificante les sirva para
probar que su idea es verdadera. Los defensores descuidados de la "sola
escritura" afirmarán todo género de pasajes irrelevantes como si éstos
probaran la doctrina.
Usarán por ejemplo, pasajes de los Evangelios en donde Jesús al ser
interrogado por sus enemigos sobre algún punto de la doctrina les responde
centrando la atención en algún pasaje del Antiguo Testamento. Esta clase de
versículos se pueden usar válidamente para probar que el Antiguo Testamento
tiene autoridad doctrinal; pero no pueden ser usados para probar la "sola
escritura" puesto que Jesús no dice que solamente el Antiguo Testamento
tiene autoridad doctrinal (en tal caso nosotros estaríamos frente a una
doctrina de "solo Antiguo Testamento")
Cuando Jesús cita el Antiguo Testamento para probar una doctrina
particular, muestra solamente que consideró que esa doctrina podía ser probada
por tal pasaje del Antiguo Testamento. No que El consideró que toda la Doctrina
puede ser probada por el Antiguo Testamento o por la Escritura en general. Por
esto no es sorprendente ver que Jesús también responde a sus enemigos apelando
a su propia autoridad o a otras fuentes fuera de la Escritura.
La idea de que Jesús -Palabra viva de Dios quien vino a traernos una
nueva revelación por medio de sus predicaciones y enseñanzas- habría creído y
practicado la proposición de que toda doctrina debe ser probada solamente por
la Palabra escrita de Dios es absurda desde su misma base. A pesar de todo
esto, los defensores descuidados de la "sola escritura" no dejan de
citar el ejemplo en donde Jesús usa la Escritura para probar una doctrina
individual, como si ellos probasen por esto que la Escritura es capaz de darle
validez a todas las doctrinas.
Los defensores cuidadosos de la "sola escritura" -aquellos que
intentan limitar los versículos a los que apelan para fundamentar su doctrina
dejando solamente los que creen más relevantes- son más raros que "dientes
de gallina". Pero hay algunos que reconocen haber dejado de lado un gran
número de pasajes irrelevantes sacándolos de debate, para acudir en apoyo de la
doctrina. De hecho, ellos reconocen que verdaderamente son uno o dos los
pasajes en los cuales esperan, viéndolos como apoyo de la teoría de "la
sola escritura."
La mayor esperanza esta puesta en II Tim 3:16-17, quien declara:
"Toda Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para argüir,
para corregir y para educar en la justicia; así el hombre de Dios se encuentra
perfecto y preparado para toda obra buena."
Quienes recurren a este pasaje aluden a que la primera parte del mismo
-" Toda Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar"- es
suficiente para establecer la "Sola Scriptura". Algunas veces el
recurso toma la forma de una emotiva apelación hacia el hecho de que el texto
dice "toda escritura es inspirada por Dios" -mejor traducida como
'exhalada por Dios'- como si los católicos no creyeran que la Escritura esta
escrita por verbal inspiración de Dios. Finalmente, el recurso a la primera
parte de la cita es estéril desde que meramente dice que es útil (griego,
ophelimos) para enseñar, no requerida para la enseñanza de cada punto
individual de la teología. Un martillo es útil para poner clavos, pero eso no
significa que todos los clavos deben ser puestos solo por martillos.
Una mas cuidadosa apelación para este pasaje buscaría otras partes del
mismo, por ejemplo, la última cláusula, cuya idea central es que "el
hombre de Dios se encuentra perfecto y preparado para toda obra buena."
Un anti-católico que yo conozco sentó su caso sobre las palabras griegas
usadas en este pasaje "perfecto" (artios) y "preparado"
(exartizo), las cuales el interpretó como "suficiente". El fue capaz
de citar un vocabulario que ubicaba a "suficiente" como una posible
traducción de artios y uno que ubicaba a "suficiente " como posible
traducción de exartizo, pero hay mayores problemas con su argumento.
1. Los dos diccionarios que usan el termino "suficiente" lo
citan como tercera o cuarta traducción de los términos, no como la primera
traducción, y no se puede recurrir a posibles significados de un término como
prueba de que ese es el significado en un determinado texto, especialmente
cuando hay tres o cuatro posibilidades para su significado.
2.Todas versiones protestantes publicadas de la Biblia (KJV, NKJV, RSV,
NRSV, NIV, etc.) coinciden en que "suficiente" no es la traducción
correcta de esos términos en esta instancia. Ninguno de ellos traduce el pasaje
"Que el hombre de Dios sea suficiente, suficiente para toda obra
buena". De hecho, ninguno de ellos usa "suficiente" como una
traducción ni siquiera para uno de los dos términos.
3. Existe la hipérbole (exageración sobre un punto), la cual es algo
común en la lengua hebrea y un rasgo distintivo en las cartas de San Pablo. Por
ejemplo, en Colosenses 1, 20 Pablo afirma que Dios quiso reconciliar todas las
cosas consigo mismo en Cristo. Obviamente él no quiso decir absolutamente todas
las cosas o sino él diría que Dios reconcilió Satanás y los condenados consigo
mismo por Cristo (cf. IICor. 5,19, Ef. 1,10). Así la sentencia de Pablo de que
la Escritura hace que un ministro sea perfecto puede ser solo una típica
hipérbole hebrea.
4. De tomar el principio que el usa para interpretar II Tim. 3,16-17 y
aplicarlo a otros textos, obtendremos absurdos resultados. El principio es:
"Si (X) te hace perfecto entonces no necesitas nada mas que (X)". A
partir de este razonamiento obtenemos: "Si la Escritura te hace perfecto
entonces solamente necesitas la Escritura". Si aplicamos este principio a
Santiago 1,4 quien afirma "Pero que la constancia vaya acompañada de obras
perfectas, para que seáis perfectos, irreprochables, sin dejar nada que
desear", tendríamos que decir que no necesitamos otra cosa - incluida la
Escritura-excepto la constancia!. Se puede objetar que en Santiago 1,4, las
palabras griegas no son artios ni exartizo. Esto es ciertamente verdadero; las
palabras de este pasaje son teleios y holokleros, las cuales son términos aún
más fuertes. La objeción de la traducción sería también una falacia al afirmar
que una diferencia de términos siempre significa diferentes conceptos (lo cual
no es cierto), y en todo caso, nadie sería capaz de elaborar una teoría por el
significado de cualquiera de los dos términos artios o exartizo basada en
estudios sobre el Nuevo Testamento ya que el primer término aparece solamente
una vez en la Escritura y el segundo dos veces (el otro caso es Hechos 21,5).
5. Los dos términos modifican al hombre de Dios, no la Escritura. II Tim
3,17 dice que la Escritura ayuda a hacer al hombre perfecto y preparado, no que
la Escritura misma es completa y preparada. En orden a probar que la Escritura
es suficiente, los defensores de la sola Biblia tendrían que retroceder en sus
argumentos desde la suficiencia de un hombre a la suficiencia de una colección
de documentos. Esto pone un agregado en el argumento por tanto también agrega
incertidumbre exégetica.
6. Tal agregado de incertidumbre es aún mas problemático para los
defensores, ya que al decir que algo ayuda a hacer al hombre perfecto y
preparado puede presuponer que él ya tiene otras piezas de equipamiento. Por
ejemplo, si un caminante tiene todo el equipo necesario para su viaje excepto
una cantimplora, va a una tienda de deportes y la compra, entonces puede decir
"ahora estoy completo, preparado para toda mi aventura." Esto no
implica que la cantimplora sola fue todo el equipo que él necesitó para estar
completamente equipado. Solamente fue la última pieza del equipamiento. La
sentencia que lo hizo completo presupuso que él ya tenía todo el otro
equipamiento necesario. Así también la sentencia que afirma que la Escritura
hace al hombre de Dios perfecto, puede presuponer que el hombre de Dios ya
tiene algunos otros artículos en su posesión que pertenecen a la doctrina, como
por ejemplo, la enseñanza oral de los Apóstoles.
7. Y aún cuando una persona obtenga todo el equipamiento que necesita de
una única fuente, esta no enseña como usar tal equipamiento. Por eso debe ser
instruído en el modo en que debe usarlo. El hecho de que una persona tenga
todas las herramientas necesarias para sobrevivir en un bosque, o en una
caminata no significa que sepa como usarlas. Del mismo modo, aún cuando la
Escritura le dé a alguien todo el equipamiento básico que necesita para hacer
teología, esta puede ser tan oscura hasta tal punto que sea necesario el uso de
la Tradición Apostólica para llegar a una correcta interpretación de la misma.
No se puede sostener la posición de que la Escritura es tan clara que no es
necesaria la Tradición apostólica o el Magisterio para interpretarla -posición
conocida como suficiencia formal de la Escritura, idéntica a la doctrina
protestante de la "sola escritura".Así un católico puede decir que la
Escritura da todo el equipamiento necesario para la teología, pero que no nos
enseña a usarlo.
8. Si alguien pudiera probar en este pasaje que las palabras artios o
exartizo significan "suficiente", y aún si pudiera mostrar que se
aplican (directa o indirectamente) a la Escritura, lo que probaría es la
suficiencia material de la Escritura, la cual un católico puede felizmente
admitir. Pero nunca probaría la suficiencia formal (teoría de la sola
Escritura).
9. De hecho el texto dice que la Escritura hará al hombre de Dios
perfecto, ésta perfecciona no a un seglar, sino a un clérigo, quien recibe un
adiestramiento especial, por ejemplo, el conocimiento de la Tradición
Apostólica, que lo hace capaz de interpretar correctamente las Escrituras. Así
el texto presupone un conocimiento que el hombre de Dios ya tiene antes de
acercarse a la Escritura.
10. Pero además de estas consideraciones, las cuales están en contacto
específico con la hipótesis y los términos artios o exartizo, hay razones
positivas por las cuales este pasaje, sin importar el tipo de traducción dada a
estos términos, no puede usarse para probar la teoría de la sola Escritura.
Al comenzar, en las primeras cláusulas de este pasaje, con la frase
"Toda Escritura", ésta es tomada normalmente por los evangélicos para
significar "Todo de la Escritura", en otras palabras, se refiere a
todo el Cánon; a esto se une el deseo protestante de hacerlo normativo para la
teología. Así, es natural para un protestante pensar que el término
"Escritura" en singular hace referencia a toda la Biblia y nada más
que la Biblia. Sin embargo, éste no es el modo en que es usado tal término en
la misma Escritura.
La capacidad de referirse a la Biblia como un trabajo unificado es
invención de una edad sujeta a cambios. Antes de la existencia de la imprenta,
la Escritura fue, a lo sumo, una colección de libros individuales, agrupados en
volúmenes. En el siglo I, cuando Pablo escribió, esta fue una colección de unos
doce rollos. No hay modo pues, de que éste sea considerado un trabajo literario
unificado como lo es actualmente.
Como resultado de un estudio sobre el modo en que en el Nuevo Testamento
se usa el término "Escritura", éste nos revela que cuando es usado en
singular -Escritura- se refiere siempre o a un libro específico de la
Escritura, o a un determinado pasaje dentro de un libro de la Escritura, pero
nunca se refiere a la totalidad del trabajo al que actualmente hacemos
referencia bajo el título unificado de "Escritura". Cuando la Biblia
quiere referirse a la totalidad (a toda la Escritura), usa siempre el término
en plural "las Escrituras", nunca "Escritura".
Conociendo esto, podríamos indicar la presencia de una mala traducción
al inicio del pasaje de II Timoteo 3, 16. El término singular de
"Escritura" es usado siempre para un pasaje en particular o para un
libro de la Biblia, la frase "Toda Escritura" significaría "Todo
libro individual de la Biblia" o "Todo pasaje particular de la
Biblia", ninguno de los cuales hace referencia a un sentido gramatical.
Al confrontar con el original griego de II Timoteo 3, 16, nos
encontramos verdaderamente ante una mala traducción. La frase traducida como
"Toda Escritura" es un parágrafo que significa "Cada
Escritura", siendo la palabra clave "cada", no "toda".
Esta es una distinción importante, y constituye el sentido gramatical de la
frase, dándonos a conocer lo que significa el término singular de
"Escritura" (porque ciertamente, cada libro y cada pasaje en
particular de la Escritura tiene un sentido gramatical).
Cuando Pablo quiso referirse a la totalidad de la Escritura usó una
frase diferente en griego- algo así como "hai pasai graphai"
("la totalidad de las Escrituras"), no "pasa graphe", la
cual significa simplemente "cada Escritura" (hecho que aún uno de los
mas grandes defensores de II Tim 3,16-17, como el anticatólico James White, ha
tenido que admitir). Esto es importante porque imposibilita totalmente el uso
de este pasaje para probar la teoría de la sola escritura, ya que si uno
intenta de esta forma, lo único que probará será el modo. De este modo si el
pasaje que dice "Cada Escritura es inspirada por Dios y es útil para la
enseñanza, etc." prueba la suficiencia de la Escritura, probaría
actualmente la suficiencia que cada pasaje de la Escritura, o al menos cada
libro de la Escritura, tiene para la teología. Esto significaría que no solo la
totalidad de la Biblia es suficiente para probar cada punto de la teología,
sino que sería suficiente cada pasaje o libro en particular. Así podríamos
hacer teología no solamente por la sola Biblia, sino también por solo Mateo,
Marcos, Lucas, o lo que tengamos. Podríamos hacer teología con solo Mateo,
Marcos, Lucas, o aun recurrir a uno de los libros mas breves de la Escritura,
con solo Judas, o la III de Juan si quisiéramos.
Esto es completamente absurdo, ya que ningún pasaje o libro en
particular de la Escritura contiene lo que necesitamos saber para hacer
teología. De allí que II Tim 3, 16-17 no pueda ser usado para probar la sola
escritura. De ser así, más que la sola escritura, probaría el modo. Pablo
simplemente esta diciendo que cada escritura en particular contribuye a que el
hombre de Dios sea preparado para todas sus tareas ministeriales, no que cada
escritura en particular es suficiente para hacer toda la teología.
Si vamos aún mas lejos, siempre que los protestantes citan II Tim 3,
16-17, la mayoría de ellos excluyen de su cita los dos versículos anteriores.
Esto es desafortunado, ya que si leemos el pasaje con los dos versículos
precedentes, leemos lo siguiente: 14 "Tu, en cambio, permanece fiel a lo
que has aprendido y de lo que estás firmemente convencido, sabiendo de quien lo
aprendiste. 15 "Y que desde la infancia conoces las Sagradas Escrituras,
que pueden darte la sabiduría que lleva a la salvación mediante la fe en Cristo
Jesús. 16 "Cada Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para
argüir, para corregir, y para educar en la justicia, 17 "así el hombre de
Dios puede ser perfecto y preparado para toda obra buena."
Pablo exhorta a Timoteo a permanecer fiel en aquello de lo cual está
firmemente convencido, citando dos bases para aquella creencia: 1) El sabe de
quien ha aprendido ésto. Esta es la enseñanza oral del mismo Apóstol Pablo.
Igualmente nosotros tenemos la misma creencia de Timoteo basada en la Tradición
apostólica. 2) Desde su infancia Timoteo se ha familiarizado con las Santas
Escrituras, constituyendo esta la segunda base de su creencia.
Así, es justamente aquí, en II Tim 3, 14-17, en donde nosotros tenemos
un doble recurso: la Tradición Apostólica y la Escritura Apostólica. Así cuando
lo protestantes citan los versículos 16 y 17, están citando solamente la última
parte de una doble apelación que hace referencia a la Tradición y a la
Escritura, cosa que evidentemente no prueba la sola escritura.
Finalmente, hay que decir que todos los puntos que hemos escuchado
constituyen, por la sola virtud de sus números, una ayuda contra aquellos que basados
en II Tim 3, 16-17 defienden la sola escritura. La razón por la cual se
distingue la sola escritura de la opinión de la suficiencia material católica
es la siguiente: la sola escritura reclama no solo que la Escritura tiene toda
la base de los datos necesarios para hacer teología, sino que estos son
suficientemente perspicaces -es decir, tan claros- que uno no necesita ninguna
otra información exterior, como la que nos provee la Tradición Apostólica o el
Magisterio, para interpretar correctamente la Escritura. El hecho de mencionar
muchos factores que socavan el uso de II Tim 3, 16-17 -cada uno de los cuales
es fatal para intentar el uso del pasaje- nos muestra que éste no es lo
suficientemente claro para probar la sola escritura. Si alguno no está convencido
por todo lo que hemos dicho, pero considera alguno de los puntos que hemos
mencionado como una opinión válidamente interpretada, entonces el pasaje no es
suficientemente claro para probar la doctrina y por tanto no debe ser usado
para ésto.
Y así, como hemos mostrado desde el principio, el pasaje de II Tim 3,
16-17 parecía ser el más oportuno para probar la sola escritura, sin embargo de
hecho, no es lo suficientemente claro para probar tal doctrina, luego hay que
decir que ningún otro pasaje en la Escritura es apto para probar la sola
escritura. Esto nos muestra que la Escritura no es lo suficientemente perspicaz
por la sola escritura para ser verdadera.
¿La Biblia o la Tradición? ¿...O ambas?
¿Es válida la oposición entre "Biblia" y "Tradición"?
Los Reformadores Protestantes decían que la Biblia es la única fuente de
las verdades de la fe, y que para entender su mensaje había tan solo que leer
las palabras del texto. Es lo que se llama la teoría protestante de la sola
scriptura, o en español "solamente la Biblia". Según esta teoría,
ninguna autoridad no bíblica puede imponer una interpretación, y ninguna
institución extrabíblica -por ejemplo la Iglesia- ha sido establecida por
Jesucristo para hacer las veces de árbitro en caso de conflictos de interpretación.
Como buenos herederos de los Reformadores, las sectas fundamentalistas
trabajan sobre la base de esta teoría, y no pierden oportunidad para sacar a
relucir su principio, que por otro lado parecería ser su arma mas efectiva,
algo que ellos aceptan como el fundamento indiscutible de sus puntos de vista.
Sin embargo, no hay cosa más difícil en el diálogo con los
fundamentalistas que querer hacerlos demostrar porqué creen ellos en el
principio de que la Biblia solamente, separada de toda otra fuente de
autoridad, sea suficiente en cuestiones de fe. La cuestión se reduce a saber
cuál es el motivo que un Fundamentalista tiene para creer que la Biblia es un
libro inspirado, pues es obvio que ella puede tomarse como regla de fe
solamente en el caso que pueda ser comprobada su inspiración, y por ende su
inerrancia.
Claro que se trata de una cuestión que no preocupa demasiado a la
mayoría de los cristianos, y ciertamente son pocos los que le ha brindado
atención alguna vez. En general se cree en la Biblia porque es el libro
aceptado por todos los cristianos, cuya autoridad no se discute; aún vivimos en
tiempos en los que los principios cristianos influyen en la cultura y en el
medio en el que vive la mayoría de la gente.
Un cristiano tibio que no daría ni la más mínima credibilidad al Corán,
pensaría dos veces antes de hablar mal de la Biblia, ya que esta goza de cierto
prestigio, aún cuando no pueda explicarla ni entenderla demasiado. Podría
decirse que esa persona acepta la Biblia como inspirada -cualquiera sea su
entendimiento de la inspiración- por razones de tipo cultural, razones que, sin
duda, son de escaso o ningún valor, ya que por las mismas razones el Corán
debería ser tenido como inspirado en países de cultura musulmana.
"Para mí es motivo suficiente"
Dígase lo mismo ante quien sostiene que la familia en la que uno vino al
mundo siempre tuvo la Biblia como libro inspirado, y "para mí eso
basta". Sería un buen motivo solamente para aquel que no pueda hacer un
trabajo de reflexión serio, y no debemos nunca despreciar una fe sencilla,
sostenida sobre fundamentos más bien débiles. Pero sea como sea, la mera
costumbre familiar o local no puede establecerse como la base para creer en la
inspiración divina de la Sagrada Escritura.
Algunos sectarios dicen que la Biblia es un libro inspirado porque
"es un libro que inspira". Pero la palabra inspiración es
precisamente lo que se quiere probar, y tengamos en cuenta que hay muchos
escritos religiosos y muy antiguos que ciertamente son mas "inspirados"
o "emotivos" que muchos textos, incluso libros enteros, del Antiguo
Testamento. No es falta de respeto afirmar que ciertas partes de los escritos
sagrados son tan áridos como lo serían estadísticas militares; ¡y algunas
partes de la Biblia (Antiguo Testamento) son eso, estadísticas militares!
Por ello concluyamos que no es suficiente creer en la Sagrada Escritura
por motivos culturales o por costumbre, ni tampoco por sus textos emotivos o su
belleza espiritual: hay otros libros, alguno totalmente seculares, que
sobrepasan en belleza poética muchos pasajes de la Escritura.
¿Qué dice la Biblia de sí misma?
¿Y qué decir de lo que la misma Biblia enseña sobre su inspiración?
Notemos que son muy pocos los pasajes donde la Biblia misma enseña su
inspiración, aunque sea de modo indirecto, y la mayoría de los libros del
Antiguo y del Nuevo Testamento no dicen absolutamente nada sobre su
inspiración. De hecho ningún autor de los libros del Nuevo Testamento dice
estar escribiendo bajo el impulso del Espíritu Santo, excepto San Juan al
escribir el Apocalipsis.
Además, en el supuesto caso de que cada libro de la Biblia comenzase con
la frase: "Este libro es inspirado por Dios", semejante frase no
probaría nada: el Corán dice estar inspirado, el Libro del Mormón, varios
libros de algunas religiones orientales. Es más, lo libros de Mary Baker Eddy,
la fundadora de la Ciencia Cristiana, y de Ellen G.White, fundadora del
Adventismo del Séptimo Día se auto-declaran inspirados. Se puede concluir, con
bastante sentido común, que el hecho de que un escrito se atribuya cualidades
de inspiración divina no quiere decir que así lo sea.
Al fallar estos argumentos, muchos fundamentalistas retroceden y nos
afirman que "el Espíritu Santo me dice claramente que la Biblia es inspirada",
una noción bastante subjetiva, por decir lo menos, muy afín con aquella otra,
tan común entre los sectarios, de que "el Espíritu Santo los guía para
interpretar las Escrituras". Y así, el autor anónimo del artículo
"Cómo puedo entender la Biblia", un folleto distribuido por la
organización evangélica "Radio Bible Class" enlista doce reglas para
estudiar la Biblia. La primera es "Busca la ayuda del Espíritu Santo. El
Espíritu fue dado para iluminar las Escrituras y hacerlas revivir para ti
cuando la estudies: deja que te guíe".
Si con esta regla se entiende que cualquier persona que pida a Dios guía
para interpretar la Biblia recibirá esa guía de lo alto -y en este sentido lo
entienden la mayoría de los fundamentalistas- entonces la multiplicidad de interpretaciones
contrarias y contradictorias, aún entre los mismos Fundamentalistas, daría la
preocupante sensación de que el Espíritu Santo no ha estado haciendo bien su
trabajo...
No con silogismos
Gran parte de los fundamentalistas no dicen directamente que el Espíritu
Santo les habló, asegurandoles que la Biblia es un libro inspirado. Al menos no
hablan de ese modo. Más bien sucede así: al leer la Biblia el Espíritu
"los convence" que esa es la Palabra de Dios, reciben cierta
sensación interior de que es una palabra divina, y punto.
De cualquier modo que se lo vea, la postura fundamentalista no resiste
un razonamiento serio. Son contados con los dedos de la mano los
fundamentalistas que en un primer momento se acercan a la Biblia como a un
libro "neutral", y luego de su lectura lo reconocen como tal,
siguiendo un razonamiento lógico. De hecho los fundamentalistas comienzan dando
por supuesto el hecho de la inspiración, tal como toman otras doctrinas de sus
sectas sin razonar sobre ellas, y entonces encuentran partes de la Sagrada
Escritura que parecen fundamentar la inspiración, cayendo así en un círculo
vicioso, confirmando con la Biblia lo que ellos crían de antemano.
La persona que quiere reflexionar seriamente sobre el tema se defraudará
con la posición fundamentalista de la inspiración bíblica, dándose cuenta de
que no cuenta con una base sólida para mantener esa teoría. La posición
católica es la única que, al fin de cuentas, puede dar una respuesta
intelectualmente satisfactoria.
La manera de razonar católica para demostrar que la Biblia es inspirada
es la siguiente: en un primer paso consideramos la Biblia como cualquier otro
libro histórico, sin presumir que es inspirado. Estudiando el texto bíblico con
los instrumentos de la ciencia moderna llegamos a la conclusión que se trata de
una obra confiable, de gran precisión histórica, cuya precisión sobrepasa en
mucho la de cualquier otro texto histórico.
Un texto preciso
Sir Frederic Kenyon, en The Story of the Bible hace notar lo siguiente:
"Para todas las obras de la antigüedad clásica nos vemos obligados a
acudir a manuscritos escritos mucho después del original. El autor que lleva la
delantera en este sentido es Virgilio, aún cuando el manuscrito más antiguo que
de él poseemos fue escrito 350 años después de su muerte. Para todas las demás
obras clásicas, el intervalo que existe entre la fecha del escrito original y
la del manuscrito más antiguo que de él se conserva es mucho mayor: para Livio
es de unos 500 años, para Horacio de 900, para la mayoría de la obras de Platón
es de 1300, para Eurípides 1600". Aún así, nadie pone seriamente en duda
el hecho de que poseemos copias fieles de las obras de estos autores.
No solamente poseemos manuscritos bíblicos más cercanos a los originales
que los de la antigüedad clásica, sino que poseemos un número mucho mayor que
aquellos. Algunos de estos manuscritos son libros enteros, otros son
fragmentos, otros tan sólo algunas palabras, pero todos ellos juntos suman
miles de manuscritos en hebreo, griego, latín, copto, siríaco y otras lenguas.
Todo esto significa que poseemos un texto rigurosamente fiel, y podemos
trabajar con él con toda confianza.
Tomado históricamente
En un segundo momento dirigimos nuestra atención a lo que la Biblia,
considerada sólo como libro histórico, nos enseña, particularmente en el Nuevo
Testamento y en los Evangelios. Examinamos el relato de la vida de Jesús, su
muerte y su resurrección.
Usando lo que nos transmiten los Evangelios, lo que leemos en otros
escritos extrabíblicos de los primeros siglos y lo que nos enseña nuestra
propia naturaleza -y lo que de Dios podemos conocer por la luz de la razón-
concluimos que Jesús o bien era lo que decía lo que era -Dios- o bien estaba
loco. (Sabemos que no pudo haber sido tan solo un buen hombre que no fuese
Dios, porque ningún buen hombre se atribuye el ser Dios, si no lo es).
También podemos excluir que era un loco, no solamente por lo que él dijo
y enseño -ningún loco habló jamas como lo hizo él, aunque tampoco un hombre
cuerdo nunca habló así...-, sino por lo que sus seguidores hicieron después de
su muerte. Un fraude (la tumba supuestamente vacía) se comprende, pero nadie da
la vida por un fraude, al menos por uno que no tiene ninguna perspectiva de
provecho. En conclusión, debemos afirmar que Jesús verdaderamente resucitó, y
que por lo tanto era Dios, como él decía, e hizo lo que prometió que iba a
hacer.
Otra cosa que él dijo que haría es fundar su Iglesia, y tanto de la
Biblia (tomada aún como simple libro histórico, no como libro inspirado por
Dios) como de otras fuentes históricas antiguas sabemos que Cristo estableció
una Iglesia con las notas que hoy vemos en la Iglesia Católica: papado,
jerarquía, sacerdocio, sacramentos, autoridad para enseñar y como consecuencia
de esta última, infalibilidad. La Iglesia de Cristo debía gozar de
infalibilidad de enseñanza si iba a cumplir aquello para lo cual Cristo la
fundó.
Hemos tomado materia meramente histórico y hemos concluido que existe un
Iglesia, la Iglesia Católica, protegida por Espíritu Santo para que pueda
enseñar hasta el fin de los tiempos sin error. Vayamos entonces a la última
parte del argumento.
Esa Iglesia nos dice que la Biblia es inspirada, y podemos confiar en su
enseñanza porque se trata de una enseñanza autorizada, infalible. Sólo después
de haber sido enseñados por una autoridad propiamente constituida por Dios para
transmitirnos las verdades necesarias para nuestra fe, tal como la inspiración
de la Biblia, sólo entonces podemos usar de las Escrituras como de un libro
inspirado.
Un argumento en espiral
Hay que notar que nuestro argumento no cae en un circulo vicioso: no
estamos basando la inspiración de la Biblia en la infalibilidad de la Iglesia y
la infalibilidad de la Iglesia en la palabra inspirada de la Biblia; eso sería
precisamente un circulo vicioso. Lo que hemos hecho se llama argumento en
espiral: por un lado hemos argumentado sobre la confiabilidad de la Biblia como
texto meramente histórico; de allí sabemos que Jesús fundó una Iglesia
infalible, y sólo entonces tomamos la palabra de esa Iglesia infalible que nos
enseña que la palabra que nos transmite la Biblia es una palabra inspirada,
Palabra de Dios. No se trata de un circulo cerrado, ya que la conclusión final
(la Biblia es la Palabra de Dios) no es el enunciado del cual partimos (la
Biblia es un libro históricamente confiable), y este enunciado inicial no esta
basado en absoluto en la conclusión final. Lo que hemos demostrado es que, si
excluimos a la Iglesia, no tenemos suficientes motivos para afirmar que la Biblia
es la Palabra de Dios.
Claro que lo que acabamos de discutir no es precisamente el razonamiento
que la gente habitualmente hace al acercarse a la Biblia, pero es la única
manera razonable de hacerlo, a la hora de preguntarnos porqué creemos en la
Biblia. Todo otro razonamiento es insuficiente; tal vez haya argumentos más
cercanos a la gente desde el punto de vista psicológico, pero estrictamente son
argumentos en el fondo no convincentes. En matemáticas aceptamos "por
fe" (no en el sentido teológico del termino, claro) que dos más dos son
cuatro. Es una verdad que nos parece evidente y satisfactoria sin demasiados
argumentos, pero el que quiera estudiar el profesorado de matemáticas tendrá
que estudiar un semestre entero tratando de probar esas verdades
"obvias".
Razones inadecuadas
El punto aquí es el siguiente: los fundamentalistas tienen mucha razón
en creer que la Biblia es un libro inspirado por Dios, pero sus razones para
creerlo son inadecuadas, insuficientes, ya que la aceptación de la inspiración
divina de las Escrituras puede basarse satisfactoriamente sólo en una autoridad
establecida por Dios que nos lo asegure, y esa autoridad es la Iglesia.
Y precisamente aquí llegamos a un problema más serio: puede parecerle a
alguno que mientras yo crea en la Biblia como en la Palabra de Dios poco
importa el motivo por el cual lo crea: lo importante es que acepto la Biblia
como la Palabra de Dios. Pero el motivo por el cual una persona cree en la
Biblia afecta sustancialmente la manera de interpretar la Biblia. El creyente
católico cree en la Biblia porque la Iglesia así se lo enseña, y esa misma
Iglesia tiene la autoridad de interpretar el texto inspirado. Los
fundamentalistas, por su lado, creen en la Biblia -aunque basados en argumentos
poco convincentes- pero no tienen ninguna otra autoridad para interpretar el
texto bíblico excepto sus propios puntos de vista.
El Cardenal Newman lo expresaba en 1884 de la siguiente manera:
"Ciertamente que si las revelaciones y enseñanzas bíblicas del texto
sagrado se dirigen a nosotros de una manera personal y práctica, se hace
imperante la presencia formal en medio de nosotros de un juez y expositor
autoritativo de esas revelaciones y enseñanzas. Es antecedentemente irracional
suponer que un libro tan complejo, tan poco sistemático, en partes tan oscuro,
fruto de tantas mentes tan distintas, lugares y tiempos diferentes, fuésenos
dado desde lo alto sin una autoridad interpretativa del mismo, ya que no
podemos esperar que se interprete a sí mismo. El hecho de que sea un libro
inspirado nos asegura la verdad de su contenido, no la interpretación del
mismo. Como puede el simple lector distinguir lo que es didáctico de lo que es
histórico, lo que es un hecho de lo que es una visión, lo que alegórico de lo
que es literal, lo que es un recurso idiomático y lo que es gramatical, lo que
se enuncia formalmente de lo que ocurre como al paso, cuales son las
obligaciones que obligan siempre y cuales obligan sólo en determinadas
circunstancias. Los tres últimos siglos han probado tristemente que en muchos
países ha prevalecido la interpretación privada de las Escrituras. El regalo de
la inspiración divina de las Escrituras requiere como complemento obligatorio
el don de la infalibilidad de su interpretación"
Las ventajas del razonamiento católico son dos: en primer lugar, la
inspiración es estrictamente demostrada, no sólo "sentida". Segundo,
el hecho principal que late detrás de este razonamiento -la existencia de una
Iglesia infalible, docente- nos conduce como de la mano a dar una respuesta a
la pregunta del eunuco etiope (Hechos 8:31): ¿Cómo sabemos qué interpretaciones
del texto son las correctas? La misma Iglesia que autentica la Biblia, que
establece su inspiración, es la autoridad establecida por Jesucristo para
interpretar su Palabra.
Los dos cánones:
la Escritura y la Tradición
Muchos protestantes dirían:
"Las tradiciones apostólicas nos obligarían si pudiéramos identificar
cuáles tradiciones son apostólicas y cuáles no. Obviamente queremos obedecer y aceptar
todo lo que los apóstoles mandaron y enseñaron en nombre de Dios."
Eso está bien. Los protestantes que dicen esto reconocen la autoridad de
la enseñanza de los apóstoles, entonces simplemente necesitan ver el mecanismo
por el cual nosotros reconocemos las enseñanzas de los apóstoles.
1. EL PRINCIPIO CANONICO
¿Cómo lo hacemos? La respuesta es que nosotros reconocemos la tradición
apostólica de la misma manera que reconocemos la escritura apostólica. Hoy nos
enfrentamos a una gran variedad de tradiciones, algunas apostólicas y otras
meramente humanas. Del mismo modo la iglesia primitiva se encontró con un
cuerpo de escritos, algunos apostólicos y otros meramente humanos.
La iglesia primitiva tuvo que clasificar estos documentos y descubrir
cuáles eran auténticamente escritos apostólicos -aquellos escritos por un
apóstol o un compañero suyo- y cuáles eran simplemente escritos humanos
-aquellos que sólo decían proceder de un apóstol. El modo en que lo hicieron
fue mediante la aplicación de ciertas pruebas.
2. ¿LA PALABRA DE DIOS DA TESTIMONIO DE SI MISMA?
A algunos anticatólicos como James White les gusta decir que el autor
del salmo 119 sabía lo que era la palabra de Dios aunque la iglesia católica no
estaba cerca de él para decírselo. Pero a menos que él fuera un profeta o
tuviera acceso a un profeta, el salmista no tuvo un canon infaliblemente
conocido en su tiempo. El canon no estaba aún terminado, mucho menos
establecido.
Anticatólicos como White afirman que la palabra de Dios se autentifica
por sí misma, que no necesita testigos. Este reclamo es sencillamente no
bíblico. En la escritura las personas tenían regularmente que examinar la
revelación para ver si comunicaba la palabra de Dios. Ésta no era siempre
obvia, aún para las personas que recibían la revelación.
Por ejemplo, en 1 Samuel 3, cuando Dios habló por primera vez a Samuel,
el joven profeta no reconoció la palabra de Dios. Pensó que era el anciano
sacerdote Elí quien lo llamaba, entonces se levantó, fue al lugar donde
descansaba Elí y le dijo: "¡Aquí estoy porque me has llamado!" Pero
Elí le dijo: "Yo no te he llamado, vuélvete a acostar." Esto sucede
tres veces: Dios llama a Samuel y el joven profeta, pensando que es Elí, salta
(de la cama) y se apresura para ver qué quiere. Finalmente el anciano y
experimentado sacerdote cae en la cuenta que Dios está llamando al muchacho y
le dice qué hacer la próxima vez que escuche la voz. Resulta que el joven
profeta no fue capaz de reconocer la voz de Dios y el experimentado sacerdote
Elí tuvo que ayudarlo a reconocer la palabra de Dios. ¡Obviamente, la palabra
de Dios no dio testimonio de sí misma delante de Samuel!
De modo semejante, en 1 Reyes 13, un hombre de Dios es enviado desde
Judá a Bethel para profetizar. Dios le dice que no coma o beba hasta regresar.
Pero a su regreso, un anciano profeta de Dios le dice que el Señor ha revocado
el mandato de comer y beber. El hombre de Dios va entonces a su casa con el
anciano para cenar. Pero cuando están comiendo, tiene la revelación que la
orden de no comer ni beber tiene todavía efecto; el anciano profeta había
mentido. Esto muestra otro caso donde un profeta no es inmediatamente capaz de
discernir entre la voz de Dios y la voz del error. El hombre que Dios envió a
Bethel no detectó el hecho de que lo que le dijo el anciano profeta no era
palabra de Dios. Esta pretendida revelación no dio testimonio de sí misma como
falsa palabra de Dios.
En Deuteronomio 13 y 18, Dios concede dos pruebas para saber si un
profeta profiere la palabra de Dios. Si el profeta hace una predicción falsa o
aconseja adorar otros dioses, no habla por boca del Señor. El hecho de que Dios
conceda estas pruebas muestra que las revelaciones deben ser examinadas porque
no siempre es obvio qué es y qué no es palabra de Dios.
Es por esto que Pablo dice en 1 Tesalonicenses 5, 20-21: "¡No
despreciéis las profecías; examinadlo todo y quedáos con lo bueno!" La
Biblia nos dice así explícitamente que debemos examinar lo que es palabra de
Dios y lo que no lo es, como en 1 Juan 4, 1: "examinad los espíritus para
saber si proceden de Dios."
Entonces la palabra de Dios no da testimonio de sí misma en el modo en
que alegan algunos protestantes. Dios nos invita y manda examinar cualquier
revelación que pretende provenir de él. Esto incluye la escritura. Si alguien
ofrece un libro que pretende ser (parte de) la escritura, tiene que ser
examinado para ver si es un escrito apostólico o un escrito meramente humano.
3. LA CLAVE PARA LA CANONICIDAD
¿Cómo sabemos cuáles libros pertenecen a la Biblia? La respuesta de la
iglesia primitivva era: aquellos libros que son apostólicos pertenecen al canon
de la escritura. Si un libro ha sido transmitido por los apóstoles como
escritura (como los libros del Antiguo Testamento) o si fue escrito por uno de
los apóstoles o sus compañeros (como los libros del Nuevo Testamento),
pertenece a la Biblia. La apostolicidad fue así la prueba para la canonicidad.
El protestante J.N.D. Kelly, historiador de la iglesia primitiva,
escribe:
"A menos que se pudiera mostrar que un libro procedía de la pluma
de un apóstol, o al menos que tuviera la autoridad de un apóstol detrás de él,
era imperiosamente rechazado, no importa cuán edificante o popular pudiera ser
para los fieles" (Early Christian Doctrines, 60).
Pero, ¿cómo se podía saber cuáles libros eran apostólicos? Ciertamente
que no por medio de un libro que pretendiese ser apostólico, pues habia muchos
evangelios y epístolas falsos que circulaban con el nombre de los apóstoles.
Tampoco el Espíritu Santo prometió a cada cristiano una revelación de los
libros que pertenecían a la Biblia.
¿Cómo era, entonces, la prueba de apostolicidad llevada a cabo en la
iglesia primitiva? Básicamente, había dos pruebas, ambas incluían la tradición.
Primero, eran reconocidos como apostólicos aquellos libros que estaban
de acuerdo con las enseñanzas de los apostóles transmitidas a la iglesia. Los
escritos gnósticos y otros escritos que no coincidían con la tradición
apostólica eran dejados de lado. Esto es algo que los escrituristas evangélicos
admiten.
El exégeta protestante F.F. Bruce escribe que:
"[Los Padres de la iglesia primitiva] recurrieron al criterio de la
ortodoxia... Este recurso al testimonio de las iglesias fundadas por los
apóstoles fue desarrollado especialmente por Ireneo... Cuando previamente
comenzaron a circular Evangelios o Hechos desconocidos... la pregunta más
importante acerca de ellos era: ¿Qué enseña acerca de la persona y obra de
Cristo? ¿Conserva el testimonio apostólico...? (The Canon of Scripture, 260).
Segundo, eran considerados como apostólicos aquellos libros que eran
predicados en varias iglesias como venidos de la pluma de un apóstol o de uno
de sus compañeros -no sólo sus doctrinas, sino el libro mismo-. Si una obra
determinada no era considerada apostólica y no se predicaba como tal en las
iglesias, entonces era rechazada. Esto era también un recurso a la tradición
porque miraba a la tradición de las iglesias como una guía para la
apostolicidad. Si la tradición de las iglesias no reconocía un libro como
apostólico, éste no era incluido en el canon.
El hecho de que esto también era usado en la iglesia primitiva para
establecer la apostolicidad es también admitido por los escrituristas
protestantes. F.F. Bruce escribe:
"Es digno de notar cuando uno piensa en ello, que los cuatro
evangelios canónicos son anónimos, mientras que los ´evangelios´que
proliferaban a fines del siglo segundo y más tarde, reclaman haber sido
escritos por apóstoles y otros testigos oculares. Eclesiásticos católicos
vieron entonces que era necesario defender la autenticidad apostólica de los
evangelios... La autoría apostólica de Mateo y Juan estaba bien establecida en
la tradición. Pero ¿qué sucedía con Marcos y Lucas? Su autoría estaba también
bien establecida en la tradición" (ibid., 257).
Por supuesto, no todas las iglesias estaban de acuerdo. Algunos
apologetas protestantes se apegan a la afiramción que el fragmento Muratoriano,
una antigua lista del canon del 170 d.C. aproximadamente, incluye casi todo el
Nuevo Testamento. Pero no señalan que el fragmento Muratoriano también omitía
algunas obras de su canon. No incluía Hebreos, 1 y 2 Pedro y 3 Juan. Además
incluía algunas obras que los apologetas protestantes no considerarían como
canónicas: el Apocalipsis de Pedro y la Sabiduría de Salomón. Había, pues,
manifiesto desacuerdo en la extensión del canon.
Finalmente, el canon del Nuevo Testamento fue establecido por el
Concilio de Roma en el año 382 durante el papado de Dámaso I. Hasta este
momento, sus libros específicos no estaban firmemente establecidos.
Ahora, un apologeta protestante tendrá que estar de acuerdo en que los
presentes en el Concilio de Roma incluyeron en el canon todos los libros
verdaderos y sólo los verdaderos, o estar en desacuerdo. Si está en desacuerdo,
lo estará también con el canon del Nuevo Testamento de la misma Biblia que él
usa, porque fue el Concilio de Roma el que estableció dicho canon.
Pero si acepta que el Concilio de Roma incluyó todos los libros
verdaderos y sólo los libros verdaderos en el canon del Nuevo Testamento,
entonces tendrá que admitir que la iglesia primitiva realizó una decisión
infalible (infalible porque incluyó todos los libros verdaderos y sólo ellos,
tomando así una decisión inequívoca bajo la guía providencial de Dios, la cual
es infalible). Esta decisión infalible se tomó trescientos años después de la
muerte del último apóstol. Pero si los concilios de la iglesia son capaces de
llegar a decisiones infalibles trescientos años después de la muerte del último
apóstol, el apologeta protestante no tendrá motivos para afirmar que (los
concilios) son incapaces de hacer lo mismo más tarde en la historia de la
iglesia.
4. EL CANON DE LA TRADICION
El hecho de que la iglesia haya decidido sobre esto trescientos años
después de la muerte del último apóstol es significativo, pero no menos
significativo es el hecho de que cuando tomó esta decisión lo haya hecho sobre
la base de la tradición.
Como ya dijimos, la iglesia tenía frente a sí tradiciones opuestas
acerca de los libros que debían ser incluidos en la escritura. Algunas
tradiciones, por ejemplo, decían que Hebreos estaba incluido en el canon; otros
decían que no. Una de estas tradiciones (la que indicaba su inclusión en el
canon) era apostólica, la otra (partidaria de la exclusión) era meramente
humana. Para decidir si la carta a los Hebreos pertenecía a la escritura, la
iglesia tuvo que decidir en favor de una tradición sobre la otra. Así, para
etablecer la apostolicidad de un escrito, tuvo que establecer la apostolicidad
de la tradición.
Como resultado, la iglesia no sólo puede establecer reglas sobre qué es
apostólico y qué no cientos de años después de la muerte del último apóstol,
sino que también puede reglamentar cuáles tradiciones son apostólicas y cuáles
no, y hacerlo en cualquier época de la historia de la iglesia.
Entonces, la iglesia puede establecer reglas sobre el canon de la
tradición del mismo modo que lo hace con el canon de la escritura. La iglesia
es la esposa viva de Cristo y ella reconoce la voz de su esposo. Ella es capaz
de señalar determinados escritos y decir: "Aquél es apostólico, aquél no
lo es." Y es capaz de señalar determinadas tradiciones y decir:
"Aquella es apostólica, aquella otra no. En esta reconozco la voz de mi
esposo, en aquella no."
El mecanismo mediante el cual establecemos el canon de la tradición es
entonces el mismo por el cual establecimos el canon de la escritura. El mismo
principio vale para ambos contextos. La iglesia es testigo de ambos cánones.
5. PRUEBAS PARA EL CANON DE LA TRADICION
Obviamente la iglesia tiene pruebas que usa para reconocer cuáles
tradiciones son apostólicas, así como tenía pruebas para establecer qué
escrituras eran apostólicas.
Una de las pruebas consiste en ver si una determinada tradición
contradice lo que ha sido previamente revelado. Como señalan a menudo los
anticatólicos, tales tradiciones deben ser probadas a la luz de la escritura.
Si una determinada tradición contradice algo que Dios ha dicho en la escritura
(o algo dicho en una ya conocida tradición apostólica) eso muestra que es simplemente
una tradición humana y debe ser descartada. La iglesia se alegra de poder
probar tales tradiciones a la luz de la escritura.
Por supuesto la iglesia también aplica el lado secundario de esta
prueba: en la iglesia primitiva cualquiera escrito presentado que no
coincidiera con la tradición apostólica era rechazado del canon de la
escritura. Así, cuando en los siglos segundo y tercero, los escritos de los
gnósticos enseñaban que Jesús no era Dios o que el Dios del Antiguo Testamento
no era el Dios de Jesucristo, esos libros fueron sumariamente rechazados sobre
la base de que no coincidían con la tradición apostólica.
Naturalmente una vez que un escrito ha sido puesto a prueba y encontrado
canónico no es más sujeto de prueba. Una vez que se ha demostrado que un
escrito pertenece al canon de la escritura, no queda más abierto al debate. De
modo semejante, una vez que una tradición ha sido puesta a prueba y encontrada
canónica tampoco es sujeto de nuevos debates. Una vez que se ha demostrado que
una tradición pertenece al canon de la tradición, no es más sujeto de pruebas.
Un apologeta protestante no podría cuestionar que un libro determinado
del Nuevo Testamento pertenece al canon, basado en que (el libro) afirma algo
que es difícil de reconciliar con lo dicho en otro libro. Una vez que se ha
visto que es canónico, podemos confiar en que es palabra infalible de Dios y
cualquier dificultad aparente que surja entre él y lo que Dios haya dicho en
otra parte, puede ser resuelta. De la misma manera, una vez que una tradición
ha sido probada y se ha hallado que es canónica, podemos confiar en que es
palabra inequívoca de Dios y que cualquier dificultad que surja entre ella y
cualquier cosa que Dios haya dicho en otra parte, tiene una solución. Si
podemos tener confianza en la pequeñas desarmonías del canon de la escritura,
podemos hacer lo mismo con el canon de la tradición.
Sabemos que cuando Dios habla en la escritura surjen algunas
dificultades aparentes. Los liberales las usan para atacar la inerrancia de la
escritura, entonces los conservadores escriben libros para mostrar por qué
estas supuestas discrepancias no son tales. Pero si Dios habla en la escritura
de tal modo que surjen aparentes discrepancias entonces deberíamos esperar que
suceda lo mismo también cuando Dios habla en otra parte. Esto no es motivo de
alarma.
6. EL PROBLEMA CANONICO
Pero el apologeta protestante tiene un problema todavía más fundamental
pues para justificar su principio de la sola escritura o la teoría así llamada
"sólo la Biblia", tendría que afirmar que nosotros sabemos cuáles
libros pertenecen a la Biblia sin reconocer el rol autorizado de la tradición
apostólica y de la iglesia en este asunto. Si, como en la teoría protestante,
tuviéramos nosotros que probar todo a partir de la sola escritura, entonces
tendríamos que ser capaces de mostrar lo que pertenece al canon de la escritura
a partir de la sola escritura.
De hecho, no podemos ni siquiera comenzar a usar la sola escritura antes
de haber identificado qué son las escrituras. Si alguno dice saber qué son las
escrituras está haciendo entonces reclamo de un concimiento posible
(propositional), el cual sólo podría ser revelado por Dios ya que estamos
hablando de un asunto sobrenatural, significando que está haciendo un reclamo a
la revelación posible (propositional). Pero si toda revelación posible debe
encontrarse en la Biblia, entonces la misma lista del canon debe encontrarse en
las escrituras. El apologeta protestante debe mostrar entonces, a partir de la
sola escritura, qué libros pertenecen a la Biblia.
Y esto es algo que no puede hacer. La lista del canon no se encuentra en
la escritura. Muchos libros de la Biblia (de hecho, prácticamente todos los
libros del Nuevo Testamento) no son citados por los otros libros de la Biblia,
mucho menos citados explícitamente "como escritura" (algo que
necesariamente es muy popular entre los apologetas protestantes). Y la Biblia
no nos da una serie de pruebas por las cuales podemos probar infaliblemente qué
libros en concreto pertenecen a ella. El hecho es que no existen "índices
inspirados" dentro de la misma Biblia para decirnos qué pertenece a ella.
El apologeta protestante está en un aprieto. Para usar la sola escritura
tiene que identificar qué son las escrituras, y ya que no puede hacerlo a
partir de la sola escritura, tiene que recurrir a cosas exteriores a la
escritura para presentar argumentos convincentes, significando que en el mismo
momento de hacerlo, socava su razonamiento. No tiene modo de escapar al canon
de la tradición.
La tradición apostólica era la clave para el canon en dos sentidos:
diciéndonos qué doctrinas deben enseñar (o no enseñar) los libros apostólicos y
diciéndonos qué libros fueron escritos por los apostoles y sus compañeros.
Irónicamente los protestantes, que normalmente se burlan de la tradición
en favor de la Biblia, ellos mismos están usando una Biblia basada en la
tradición. De hecho, muchos protestantes honestos admitirían que ellos se
atienen a algunos libros porque cuando ellos se hicieron cristianos alguien les
transmitió (la palabra "trasmitir" viene del latín
"tradere", es decir, "tradición") copias de la Biblia que
contenían aquellos libros.
Inspiración, Tradición y Sagradas Escrituras
Tecnicamente, la palabra "inspiración" no aparece en la
Sagrada Escritura. El término que es traducido "inspiración" es
theopneustos, pero "inspiración" no es la mejor traducción del mismo.
"Insuflada por Dios" es la traducción literal, pero así solamente
aparece en 2 Tim. 3,16. "Inspiración" es un término técnico en teología
católica. Un libro inspirado es aquel del cual Dios es su autor principal. Las
Sagradas Escrituras Apostólicas caen en esta categoría porque a pesar de que
Dios las escribió mediante la acción humana, El eligió lo que dice finalmente.
¿La Tradición Apostólica es inspirada? Lo es en un sentido, pero en otro no lo
es. Cuando Dios reveló inicialmente sus doctrinas a los apóstoles determinó la
forma en la cual esas enseñanzas vinieron a ellos, de manera que la entrega
original fue inspirada. Pero Dios no señaló directamente la manera en que los
apóstoles expresarían esas enseñanzas a otros. Los apóstoles podían expresar
una doctrina individual de Dios en variedad de formas. Así que mientras la
entrega original de la Tradición Apostólica fue inspirada, las palabras con las
cuales han llegado a nosotros no lo son.
"LAS MISMISIMAS PALABRAS" DE DIOS Y LA "PROPIA VOZ"
DE DIOS
Una distinción que ayuda es aquella que los eruditos de la Biblia hacen
entre las ipsisima verba y la ipsisima vox de una persona. Las ipsisima verba
de alguien son las palabras que él ha usado realmente. La ipsisima vox de una
persona es su verdadera voz -lo que dice, aún si es expresado con palabras
diferentes. Por ejemplo, si el el padre O'Reilly viene y me dice, "Por
favor informe al público que la conferencia terminará a las 9:30,"
entonces estaría entregando su ipsisima verba si digo, "El Padre O'Reilly
dice -comillas- La conferencia terminará a las 9:30 -cierro comillas."
Pero estaría expresándome con su ipsisima vox si digo, "El padre O'Reilly
me dijo que estaremos redondeando a eso de las nueve y media." No estaría
hablando con su ipsisima verba porque no usé sus palabras exactas, pero lo
estaría con su ipsisima vox porque precisamente conté lo dicho por él, si bien
de una manera diferente. Para aplicar esto a las Sagradas Escrituras
Apostólicas y a la Tradición Apostólica, podríamos decir que las Sagradas
Escrituras Apostólicas nos dan la ipsisima verba de Dios, mientras que la
Tradición Apostólica nos proporcionan la ipsisima vox de Dios. Ambas revelan la
palabra de Dios: una lo hace mediante el uso de las exactas palabras que Dios
determinó; la otra expresando lo mismo en otras palabras.
¿POR QUE SE NECESITA SI NO ES INSPIRADO?
Esto es importante porque con frecuencia no podemos comprender lo que
quiere decirnos una persona hasta escuchar la idea enunciada de manera
diferente. Esa es la respuesta a la pregunta de una persona que quisiera saber,
"¿Por qué emplear la Tradición Apostólica si la Sagrada Escritura es
inspirada?" Porque nos brinda una segunda forma por la cual los
pensamientos de Dios se expresan, haciéndolos más inteligible para nosotros
--algo que necesitábamos desesperadamente toda vez que la Sagrada Escritura
advierte que los pensamientos de Dios son superiores a los nuestros. También la
necesitamos porque la forma en la cual las mismísimas palabras de Dios se
consignaron en la Sagrada Escritura está adecuada al contexto de culturas
antiguas -aquellas de los Hebreos y Griegos- y como resultado necesitamos reexpresados
los pensamientos de las Sagradas Escrituras de una manera más contemporánea.
Este es, por ejemplo, el propósito básico de una glosa a la Biblia -una
reexpresión de las enseñanzas de la Sagrada Escritura en una manera más
entendible para gente de nuestra cultura.
¿PORQUE CONFIAR SI NO ES INSPIRADA?
El hecho de que la Tradición Apostólica sea una segunda manera por la
cual las enseñanzas de Dios son manifestadas también es la respuesta a la
cuestión, "¿Por qué confiar en la Tradición Apostólica si no es
inspirada?" Porque las cosas no necesitan ser inspiradas para ser
fidedignas, sólo necesitan ser verdaderas. La veracidad es necesaria para
confiar, no la inspiración. Cuando me visto en las mañanas yo no necesito una
revelación inspirada de la divinidad diciéndome dónde están mis zapatos.
Sencillamente necesito conocer la verdad acerca de dónde están ellos. En cuanto
sé esto, puedo seguir adelante y vestirme. Cuanto más entonces debo creer en la
autoridad de la Tradición de los Apóstoles, comoquiera que expresan las
enseñanzas de Dios, si bien con palabras diferentes. En teología no tengo que
poseer la verdad establecida en las propias palabras de Dios antes de creerla.
Solamente necesito saber que Dios la enseña, sin importar cómo la expresa. Así
las cosas, en la doctrina de la Trinidad no preciso que la Biblia diga
"Dios es Trinidad, esto es, el Padre, el Hijo, y el Espíritu Santo son
tres Personas quienes son un un solo Dios." Si lo necesitara, estaría en
problemas porque no hay ninguna declaración directa acerca de la Trinidad en
las Sagradas Escrituras. Todo lo que requiero saber es que esa doctrina está
implícita en las Sagradas Escrituras, aún si las palabras exactas no se
utilizan. En la Tradición Apostólica, todo lo que necesito conocer es que existe
algo que es la Tradición Apostólica, en lugar de la tradición de los hombres.
Una vez lo sé, puede confiar en ella.
¿"UNIFICACIÓN INJUSTIFICADA"?
Un crítico diría, "¿No está usted uniendo injustificadamente la
Sagrada Escritura con la Tradición Apostólica si la una es inspirada y la otra
no?" De ninguna manera. A pesar de que la Tradición Apostólica no es
inspirada, es infalible. Dios no puede enseñar un error, así que cualquier cosa
que enseñó a los apóstoles es automáticamente infalible. Se sigue que la
Tradición Apostólica es infalibe. Sólo tengo que ser capaz de identificarla.
Además, está 2 Cor 6,14, el versículo que se refiere a las uniones
desigualmente constituidas, está hablando del matrimonio. Un crítico puede
establecer un paralelo con este pasaje, pero veamos si la analogía del
matrimonio funciona. Ciertamente, la Tradición Apostólica es menos que las
Sagradas Escrituras en un sentido. Pero eso no las hace una unión desigual.
Después de todo, un hombre y una mujer no están unidos de manera injusta
solamente porque la esposa sea menos que su esposo en un sentido. Si vamos a
servirnos de esta analogía del matrimonio, usémosla por completo: la Tradición
Apostólica y la Sagrada Escritura están casadas, con la Sagrada Escritura
llevando la guía y la Tradición Apostólica jugando un papel sustentador,
interpretativo, exactamente como un hombre y una mujer casados, el hombre
llevando la guía y la mujer jugando un papel saludable, de soporte, explicando
e interpretando los deseos del esposo para los niños cuando las propias
explicaciones de él no han sido hechas con completa claridad para ellos. Esta
es una doctrina católica llamada prima Scriptura. La Sagrada Escritura
Apostólica tiene primacía sobre la Tradición Apostólica (y la Iglesia también, véase
Concilio Vaticano II, Dei Verbum 11). Miramos a ella primero y principalmente
porque es inspirada, dándonos la ipsisima verba de Dios. Pero también miramos
la Tradición Apostólica para ayudarnos a entender la Sagrada Escritura
Apostólica, comoquiera que comunica la ipsisima vox de Dios. Como Católico no
creo en sola scriptura, pero sí firmemente en la prima scriptura.
UN MANDATO PERMANENTE
2 Tesalonicenses 2,15 ordena a sus lectores a mantenerse firmes en las
Tradiciones Apostólicas, tanto orales como escritas. Este es un mandato
permanente del Nuevo Testamento. Como se ha hecho notar muchas veces en los
círculos Reformados, una vez Dios da un mandato este es obligatorio hasta que
es específicamente revocado. Si dios no revocó las ceremonias Mosaicas, tales
como la circunsión, la comida, las leyes de separación, ellas podrían seguir
siendo obligatorias para nosotros. 2 Tesalonicenses 2,15 es un mandato
permanente de la palabra de Dios y debe ser obedecido a menos que se den
instrucciones específicas para desatenderlo en otra parte. Así que si un
crítico quiere sostener que 2 Tesalonicenses 2,15 no es obligatorio más para
nosotros, debe indicarnos los versículos que digan que estas Tradiciones
Apostólicas dejarán de ser obligatorias en algún momento. Pero no puede
hacerlo. Si la Tradición Apostólica era obligatoria entonces, es obligatoria
ahora. La única pregunta es cómo podemos identificar las Tradiciones
Apostólicas, y el papel es cumplido por la Iglesia, quien como la novia viva de
Cristo continúa para reconocer e identificar para sus hijos la auténtica voz de
su esposo.
EL ARGUMENTO DEL CAMBIO DE PARADIGMA
Un último punto: Todos deberían admitir que no se usó la sola scriptura
mientras la Biblia estaba siendo escrita todavía . En el Antiguo Testamento
hubo profetas entregando la palabra de Dios, y si usted preguntara a una
persona, "¿Ha recibido todo su conocimiento de Dios de las Sagradas
Escrituras solas?" Podría decir, "Desde luego que no. Si Dios habla
cualquier cosa, bien a través de las Sagradas Escrituras o bien a través de un
profeta, tengo que escucharlo. Estoy obligado por la Palabra de Dios sin
importar la vía a través de la cual llega." La posición de una persona en
los tiempos Bíblicos podría de este modo ser sola verba, no sola scriptura. En
el periodo del Nuevo Testamento estuvieron las Escrituras del Antiguo
Testamento, unos pocos profetas neotestamentarios, y la Tradición de los
Apóstoles, todos los cuales eran obligatorios. Si usted preguntara a un
creyente del Antiguo Testamento, "¿Ha recibido todo su conocimiento de
Dios de las Sagradas Escrituras solas?" El podría decir, "Desde luego
que no. Debo atender la palabra de Dios sin importar cómo me ha llegado, bien
en las Sagradas Escrituras o bien en la Tradición de los apóstoles!" Su posición,
como la de los católicos, puede asimismo ser sola verba, no sola scriptura. De
este modo alguien que niegue la posición católica tiene que admitir que el
principio utilizado en los tiempos bíblicos no era sola scriptura. Para mostrar
que sola scriptura es obligatoria ahora, aun considerando que no lo era
entonces, el crítico tendrá que mostrar que el Nuevo Testamento enseña que
existe un cambio descomunal de paradigma al final de la época apostólica. Debe
presentar versículos que declaren que las Tradiciones Apostólicas serán todas
apuntadas de modo que ahora sólo hay una fuente de Tradición Apostólica. Pero
no puede hacer esto. No hay tales versículos. Además, desde que las Tradiciones
Apostólicas llegaron más allá de las Sagradas Escrituras Apostólicas no tienen
que ser materialmente diferentes de aquellas en las Sagradas Escrituras
Apostólicas, sino simplemente reafirmaciones o interpretaciones auténticas de
la Sagrada Escritura Apostólica, un crítico debería probar la proposición
imposible de que ninguna interpretación auténtica de las Sagradas Escrituras ha
sido transmitida desde la época apostólica. Y simplemente no puede hacerlo.
Probar que la Biblia es inspirada por Dios
¿Puede hacerlo un sectante sin la ayuda de la Iglesia?
Fundamentalistas y evangélicos de todo tipo dicen que la Biblia es la
única regla de fe por la cual debe guiarse el creyente. Es el único y
suficiente manantial -según ellos- del cual brota toda la verdad infalible y
necesaria para nuestra salvación. Nada debe ser agregado a la Biblia, nuestra
teología se nutre tan sólo de ella. Toda la verdad cristiana se encuentra en
sus páginas. Todo lo que no sea la Biblia es o bien erróneo o bien innecesario,
y puede obstaculizar el acceso a Dios.
Los católicos, por su parte, dicen que la Biblia no es la única y
suficiente regla de fe para los creyentes y que no hay ningún texto bíblico que
sugiera lo contrario. Es más, la Biblia incluso indica que ella misma no debe
ser tomada exclusivamente como regla de fe. Según la Biblia, la auténtica regla
de nuestra fe es la Sagrada Escritura más la Tradición Apostólica, tal cual se
comunica en el Magisterio viviente de la Iglesia Católica, a la cual fue
encomendada la enseñanza oral de Jesucristo y los Apóstoles, juntamente con la
autoridad para interpretar las Escrituras correctamente.
En el documento sobre la revelación divina del Concilio Vaticano II Dei
Verbum (del latín "la Palabra de Dios") se explica de la siguiente
manera la relación entre la Tradición y el Magisterio: "Existe una conexión
y comunicación muy estrechas entre la sagrada Tradición y la sagrada Escritura,
pues ambas, brotando de la misma fuente divina, en cierta manera convergen en
una unidad y tienden hacia el mismo fin. Porque la sagrada Escritura es la
palabra de Dios tal como ha sido consignada por escrito bajo la inspiración del
Espíritu Santo, mientras que la sagrada Tradición, encomendada a los sucesores
de los Apóstoles, entrega a todas las generaciones en toda su pureza la palabra
de Dios que fue confiada por Cristo y el Espíritu Santo a los Apóstoles".
"De esa manera, guiados por la luz del Espíritu de la verdad, estos
sucesores en su predicación pueden preservar la palabras de Dios fielmente,
explicarla, difundirla. Por lo tanto la Iglesia extrae su certeza sobre las
cosas que han sido reveladas no solamente de la sagrada Escritura. Y así, tanto
la sagrada Tradición como la sagrada Escritura deben ser aceptadas y veneradas
con la misma devoción y reverencia."
Pero los evangélicos y fundamentalistas protestantes, que ponen toda su
confianza en la teoría de Martín Lutero sola scriptura (del latín "Sólo la
Biblia"), nos citan machaconamente algunos versículos para argumentar su
posición. El primero de la lista es este: "Estas cosas han sido escritas para
que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo tengáis
vida en su nombre" (Juan 20:31). Otro pasaje es: "Toda Escritura es
inspirada por Dios y provechosa para la enseñanza, para argumentar, para la
corrección y para entrenar en la justicia, de modo que el hombre de Dios pueda
estar equipado y preparado para toda obra buena" (2Tim 3:16-17). Estos
versos demuestran, según los protestantes, la verdad de la teoría sola
scriptura.
Pero la realidad no es tan así, replican los católicos. En primer lugar,
el versículo citado de San Juan se refiere a las cosas que se contienen en ese
libro (se puede leer Juan 20:30, el versículo inmediatamente precedente, para
ver el contexto del asunto en cuestión). De probar alguna cosa, en todo caso
probaría no la teoría de la sola scriptura (sólo la Biblia), sino más bien la
teoría solo Iohannes (sólo San Juan)!
En segundo lugar, el verso del Evangelio de San Juan nos dice tan sólo
que la Biblia fue compuesta para ayudarnos a creer que Jesús es el Mesías; de
ningún modo nos dice que la Biblia es lo único que necesitamos para hacer
teología, y ni siquiera nos dice que la Biblia sea necesaria para creer en
Cristo. Y que nadie se escandalice por esto, ya que los primeros cristianos
ciertamente no podían acudir al Nuevo Testamento para creer en Jesús, ya que
entonces -y por varios siglos- no había tal cosa como Nuevo Testamento escrito.
Los primeros cristianos aprendían su fe por la predicación oral, no por la
escrita. Hasta no hace mucho tiempo la Biblia era inalcanzable para la mayoría
de los fieles, o bien porque no todos sabían leer, o bien porque la imprenta no
había sido inventada aún. Todos estos fieles aprendieron de la enseñanza oral,
entregada de generación en generación, por la Iglesia.
Lo mismo puede decirse de 2 Tim 3:16. Una cosa es decir que todos los
escritos inspirados "son útiles" para determinado fin, y otra cosa
muy distinta es decir que solamente los escritos inspirados son útiles para ese
fin. Además, hay un punto de capital importancia que habla en contra del
argumento de los protestantes evangélicos y fundamentalistas; se trata de un
contradicción que surge de sus propias interpretaciones de este verso. John
Newman lo explicó muy bien en 1884 en su trabajo "La Inspiración en
relación con la Revelación".
El argumento de Newman
Escribía entonces el Cardenal Newman: "Es evidente que este texto
-2 Tim 3:16- no conlleva consigo ninguna prueba de que la Sagrada Escritura,
sin la Tradición, es la única regla de fe. Porque si bien la Sagrada Escritura
es útil para los cuatro fines que enumera el citado texto, sin embargo aquí no
se nos dice que sea ella sola sea suficiente. El mismo Apóstol requiere la
ayuda de la Tradición (2 Tes 2:15). Es más, el Apóstol se esta refiriendo aquí
a las Escrituras que Timoteo aprendió en su infancia. Pero nosotros sabemos que
gran parte del Nuevo Testamento no había sido escrito durante la infancia de
Timoteo; incluso algunas de las cartas de los Apóstoles no habían sido escritas
al día en que Pablo le escribe este texto a Timoteo, y ninguno de los libros
del Nuevo Testamento había sido puesto aún en la lista de libros inspirados.
Pablo se refiere, evidentemente, a las Escrituras del Antiguo Testamento, y si
este texto se toma como lo hacen los protestantes, entonces más bien probaría
que los Escritos del Nuevo Testamento no son necesarios como regla de nuestra
fe".
Además de todo lo dicho, la citación que hacen los protestantes de 2 Tim
3:16 esta fuera de contexto. Cuando leemos este pasaje en contexto, descubrimos
que la referencia que Pablo hace de las Escrituras no es sino una parte de la
exhortación a que Timoteo tome como guía la Tradición y la Escritura. Los dos
versos que vienen antes del texto citado dicen: "Pero tú continúa en lo
que has aprendido y has creído firmemente, sabiendo de quién lo has aprendido,
y cómo, desde tu infancia, conoces los escritos sagrados que pueden instruirte
para la salvación por medio de la fe en Jesucristo" (2 Tim. 3:14-15).
Pablo le dice a Timoteo que permanezca firme en lo que aprendió, y esto
por dos motivos: el primero porque sabía de quién lo había aprendido, del mismo
Pablo, y segundo, porque había sido instruido en las Escrituras. El primero de
estos motivos es obviamente una referencia a la tradición apostólica, la
enseñanza oral que Pablo había dado a Timoteo. De modo que los protestantes
deben sacar de contexto 2 Tim 3:16 para llegar a la conclusión sola scriptura.
Pero cuando leemos el texto en contexto se ve claro que nos esta enseñando la
importancia de la tradición apostólica.
La Biblia niega que ella sola sea suficiente regla de fe. Pablo dice que
mucha de la enseñanza cristiana debe ser encontrada en la tradición, que es
entregada de manera oral (2 Tim 2:2). El nos enseña a "permanecer firmes y
conservar las tradiciones que han recibido de nosotros, ya sea de palabra o por
carta" (2 Tes 2:15)
Esta enseñanza oral fue aceptada por los cristianos de la misma manera
como aceptaron las enseñanzas escritas que recibieron posteriormente. Jesús les
había dicho a sus discípulos: "El que a vosotros oye, a mí me oye; el que
a vosotros desprecia, a mí me desprecia" (Lc 10:16). La Iglesia, en la
persona de los Apóstoles, recibió de Cristo la autoridad para enseñar, como su
representante. El los envió diciendoles: "Id y haced discípulos de todas
las naciones" (Mt 28:19)
¿Y como debería realizarse este mandato de Cristo? Por medio de la
predicación, de la instrucción oral. "La fe viene de lo que se ha oído, y
se oye por la predicación de Cristo" (Rom 10:17). La Iglesia estaría
siempre disponible como viviente maestra. Es un craso error limitar la
"palabra de Cristo" a tan solo la palabra escrita, o bien sugerir que
todas sus enseñanzas se reducen a lo que posteriormente fue escrito. La Biblia
nunca sugiere cosa parecida.
La enseñanza oral duraría hasta el fin de los tiempos: "La palabra
del Señor dura para siempre, y esa palabra es la buena nueva que os ha sido
predicada" (1 Pe 1:25). Notemos que la palabra ha sido
"predicada", es decir, transmitida oralmente. Esto debería
continuarse por siempre, y en ningún momento se habla de un recuento escrito
destinado a suplantarlo. La Biblia "complementa" la predicación oral,
no la "suplanta".
Esto aparece más evidente aún cuando el Apóstol Pablo dice a Timoteo:
"Lo que de mí has oído frente a muchos testigos, entregalo a hombres
fieles que a su vez podrán enseñar a otros" (2 Tim 2:2). Aquí vemos los
primeros eslabones en la cadena de la Tradición Apostólica que ha llegado
intacta hasta nuestros días. Pablo instruyó a Timoteo para que entregue las enseñanzas
orales (tradiciones) que él había recibido del Apóstol. A su vez, Timoteo
debería continuar la cadena entregando a otros para que estos entregaran las
enseñanzas a otros más. Pablo daba estas instrucciones no mucho tiempo antes de
su muerte (2 Tim 4:6-8), a manera de un testamento, sobre cómo debía conducir
él su ministerio.
¿Qué es la tradición?
En este asunto es fundamental recordar qué entiende la Iglesia por
Tradición. La palabra de ningún modo significa leyenda o relato mitológico, ni
tampoco prácticas y costumbres exteriores, que pueden cambiar con el paso del
tiempo y las circunstancias, como podrían ser la manera de revestirse los
sacerdotes para las celebraciones, ciertas formas de devoción popular, rúbricas
litúrgicas. Cuando decimos "Sagrada Tradición" entendemos las
enseñanzas y la autoridad docente de Jesús y, después de Él, de los Apóstoles a
quienes envió a enseñar (Mt 28:19-20).
Estas enseñanzas han sido entregadas a la Iglesia (es decir a sus
maestros auténticos, los obispos en comunión con el Papa). Es necesario para
los cristianos cree y seguir firmemente esta Tradición, lo mismo que la Biblia
(Lc 10:16). La verdad de la fe fue confiada primeramente a los líderes de la
Iglesia (Ef 3:15), quienes con Cristo son considerados el fundamento de la
Iglesia (Ef 2:20). La Iglesia ha sido guiada por el Espíritu Santo, que la
preserva de todo error (Jn 14:16).
Transmitiendo la fe
Pablo nos enseña qué cosa sea la Tradición: "Porque yo les he
transmitido, como de capital importancia, aquello mismo que yo he recibido, que
Cristo murió por nuestros pecados, según las Escrituras... Por tanto, tanto si
fui yo o ellos, esto es lo que predicamos, esto es lo que habéis creído"
(1 Cor 15:3.11). El Apóstol alaba a quienes conservan la Tradición: "Los
alabo porque me recuerdan en todo momento y mantienen las tradiciones tal como
yo se las entregué" (1 Cor 11:2)
Los primeros cristianos "se entregaban a la enseñanza de los
Apóstoles" (Hch 2:42) mucho antes de que existiera un Nuevo Testamento. La
plenitud de la enseñanza de Cristo se encontraba, ya desde un principio, en la
Iglesia como en la viviente encarnación de Cristo, no en un libro. La Iglesia
docente, con sus tradiciones orales y apostólicas, era autoritativa. El mismo
Pablo trae una cita de las palabras de Jesús que se conocía por tradición oral
solamente: "Es mejor dar que recibir" (Hch 20:35). Este dicho de
Jesús no está en los Evangelios y de alguna manera llegó a Pablo. Sin duda que
los mismos Evangelios son tradición oral que fue puesta por escrito (Lc.
1:1-4). Es más, Pablo no cita solamente a Jesús: también cita antiguos himnos
litúrgicos, como por ejemplo Ef 5:14. Estas y otras enseñanzas fueron dadas a
los cristianos "por el Señor Jesús" (1 Tes 4:2)
Los fundamentalistas dicen que Jesús condena la tradición. Nos advierten
que Cristo dijo: "¿Porqué traspasan los mandamientos de Dios por causa de
vuestras tradiciones?" (Mt 15:3). S. Pablo también escribe: "Mirad
que nadie os esclavice mediante la vana falacia de una
filosofía, fundada en tradiciones humanas, según los elementos del mundo
y no según Cristo" (Col 2:8). Pero estos versos condenan tradiciones
humanas erróneas, no las verdades que fueron entregadas oralmente por los
Apóstoles a la Iglesia. Estas verdades son las que forman parte de la Tradición
(con T mayúscula, para distinguirla de las tradiciones meramente humanas).
"Los mandamientos de los hombres"
Consideremos Mt 15:6-9, citado frecuentemente por fundamentalistas y
evangélicos: " Así habéis anulado la Palabra de Dios por vuestra
tradición. Hipócritas, bien profetizó de vosotros Isaías cuando dijo: 'Este
pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. En vano me
rinden culto, ya que enseñan doctrinas que son preceptos de hombres ".
Veamos atentamente lo que nos dice Jesús: Ciertamente no estaba
condenando todas las tradiciones, sino aquellas que anulaban la palabra de
Dios. En este caso se trataba de un ardid de los fariseos para usar de lo que
ofrendaban al templo como excusa para no tener que ayudar a sus ancianos
padres. Haciendo así anulaban el mandamiento "Honra a tu padre y a tu
madre" (Ex 20:12). En otro lugar Jesús manda a sus Apóstoles a guardar las
tradiciones que no están contra los mandamientos de Dios. "Los escribas y
fariseos se sientan en la cátedra de Moisés; haced todo lo que ellos os digan,
pero no lo que hagan, porque ellos predican pero no hacen lo que predican"
(Mt 23:2-3).
Lo que los fundamentalistas y evangelistas, desafortunadamente, hacen
con mucha frecuencia es ver la palabra "tradición" en Mt 15:3 o Col
2:8 o en algún otro lado, y concluir que la palabra "tradición" debe
tenerse por despreciable. Haciendo así se olvidan que en otros lados el mismo
término se usa en sentido distinto, como en 1 Cor 11:2 y 2 Tes 2:15, donde
"tradición" es lo que se debe creer. Jesús no condenó toda tradición;
condenó las tradiciones erróneas, sean doctrinas o prácticas, que minan las
verdades cristianas. Las demás tradiciones, como nos pide el Apóstol, deben
conservarse firmemente. San Pablo manda a los Tesalonicenses a que se adhieran
a todas las tradiciones que él les había dado, de palabra o por carta.
La Iglesia Indefectible
La cuestión radica en saber qué constituye la auténtica Tradición. ¿Cómo
puedo saber qué tradiciones son apostólicas y cuáles son meramente humanas?
¿Cómo sabemos que lo que nos enseña la Iglesia Católica es de origen
apostólico? Lo sabemos porque Cristo prometió que las puertas del infierno no
prevalecerían contra su Iglesia (Mt 16:18). La Iglesia de Cristo sería indefectible
y sus enseñanzas oficiales infalibles. Cristo, a través de Pedro, le entregó su
poder de enseñar (Mt 16:19, 28:28-20). Fue Cristo quien hizo a la Iglesia
"la columna y el fundamento de la verdad" (1 Tim 3:15).
Si tú eres católico, tu Iglesia la fundó Jesucristo el día de
Pentecostés en el año 33. Lee: Mateo 16,18-19 y Hechos 2.
Nosotros nos sentimos unidos a todos los que se honran con el nombre de
cristianos. Lee: Catecismo de la Iglesia Católica = CIC 817 ss. Precisamente
porque todos los cristianos queremos la unidad, debemos cuidarnos de los que
nos cortan y dividen, "los sectarios". A éstos, con la Biblia en la
mano, puedes responder lo siguiente: ¡HAY UNA SOLA IGLESIA! La Iglesia
Católica.
La Biblia enseña que Jesucristo fundó una y única Iglesia. El dijo a
Pedro: "Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia". Lee:
Mateo 16,18. Y no dijo: "Sobre este pedregal edificaré mis iglesias."
A Jesucristo no le gustan las divisiones, El quiere la unidad. Lee: Juan 17,21.
Esto es lógico. Si Cristo es el único Mediador, debe haber una única
Iglesia. Lee: Lumen Gentium 8.
Estudiemos lo que dice la Biblia: "Jesús se acercó a ellos (los
once) y les habló así: "Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la
tierra. Id pues y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el
nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñadles todo lo que yo
os he mandado. Y he aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin
del mundo"". Lee: Mateo 28,18.
* Primero. Dice con qué poder van a realizar su
misión: "Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra". Es
decir, con el mismo poder o autoridad de Jesucristo. El es quien los envía.
* Segundo. Señala a quién comunica su poder:
"Id pues" (vosotros), es decir "los once". Los once reciben
de Cristo el poder o autoridad a tal grado que Jesucristo se identifica con
ellos y su mensaje: "Quien a vosotros oye, a mí me oye; quien a vosotros
escucha, a mí me escucha". Lee: Lucas 10,16.
* Tercero. Menciona el objeto de esa misión:
"haced discípulos". Es decir, no se trata tan sólo de predicar, sino
de incorporarlos a la comunidad. Dios quiere salvar a los hombres no
individualmente y aislados sino formando un pueblo, un cuerpo. CIC 781 y 782.
Por eso los primeros cristianos "acudían asiduamente a la enseñanza de los
apóstoles", es decir, a la Iglesia apostólica, y "el Señor
añadía cada día -a esa comunidad- a los que se habían de salvar."
Lee: Hechos 2,42-47. La Iglesia es por tanto necesaria para la salvación. Lee:
Lumen Gentium n 14.
* Cuarto. Precisa el alcance de ese poder: "a todas las
gentes", es decir, a todos los hombres de todos los tiempos. No se excluye
a ninguno. Precisamente porque los apóstoles lo entendieron así eligieron
sucesores. Lee: Hechos 1,25 y 1 Timoteo 4,14. De otra manera al morir ellos la
evangelización se hubiera parado.
* Quinto. Determina cómo habrán de realizar esta misión:
"Bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu
Santo". El bautismo y la fe son necesarios para salvarse. Lee: Mc 16,16.
Pero nadie se puede bautizar ni dar la fe a sí mismo, es necesaria la Iglesia.
* Sexto. Indica el contenido de su predicación: "Todo lo
que yo he mandado." No dijo: "sólo lo que yo he escrito", porque
Cristo no escribió nada y sus mismos apóstoles nos garantizan que la Biblia no
contiene todo lo hecho y dicho por Jesús. Lee: Juan 21, 25.
* Séptimo. Les hace una promesa: "Yo estaré con
vosotros todos los días hasta el fin del mundo."
Por tanto, si Cristo comunicó a su Iglesia todo poder, ¿qué me pueden
dar los otros que no me de la Iglesia de Cristo? Si Cristo encomendó a su
Iglesia predicar todo, ¿qué pueden añadir ellos que sea verdad y no predique ya
la Iglesia de Cristo?
Pero... ¿JESUCRISTO ES LA VERDAD O LA OPINION?
Jesucristo es la Verdad, Juan 14,6. Su Espíritu es el Espíritu de la
Verdad, Juan 16,13. Su Iglesia, la columna y fundamento de la verdad. Lee: 1
Timoteo 3,15. "Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al
conocimiento de la verdad". La salvación se encuentra en la verdad. Catecismo
de la Iglesia Católica (CIC n. 851).
Por tanto la Iglesia, continuadora de la misión de Jesucristo, no puede
ser en parte verdadera y en parte falsa, no puede enseñar verdad mezclada con
error, sino toda la verdad, sólo la verdad y nada más que la verdad, porque
sólo el que enseña la verdad enseña a Cristo.
Ahora bien, el protestantismo está basado en la libre interpretación o
libre examen de la Biblia. No hay una autoridad infalible. Cada quien es libre
de dar su opinión. Pero Jesucristo ni es "la opinión" ni instituyó su
Iglesia para enseñar "la opinión", ni su Espíritu puede enseñar a
unos una opinión y a otros otra, pues es Espíritu de verdad y no de confusión.
Si "la salvación se encuentra en la verdad" que es Cristo, yo
debo buscar aquella Iglesia que me garantiza enseñarme esa verdad
infaliblemente y sin error y la única que hace esto es la Iglesia Católica.
Lee: CIC 889 ss. Estudia además: Dignitatis humanae #14 y CIC n. 2465 ss.
BIBLIA SI, IGLESIA TAMBIEN
Si no es necesaria la Iglesia entonces ¿para qué la fundó Cristo?, ¿para
entretenernos? Si basta la Biblia ¿por qué los cristianos bíblicos no se
limitan a repartir Biblias, sino que establecen sus asambleas o iglesias?
¿Acaso la Iglesia de Cristo no funciona, y la de ellos sí?
A todas estas preguntas los evangélicos y fundamentalistas tienen esta
sola respuesta: "La Iglesia no cumplió los mandatos de Cristo, sino que
con el pasar del tiempo se fueron introduciendo errores. A partir de
Constantino se fue corrompiendo poco a poco hasta que llegó Lutero con la
Reforma. Los cristianos evangélicos vienen a corregir todos los errores y
falsedades que introdujo la Iglesia Católica." Cfr. Roman Catholicism p.
20.
Pero olvidan un pequeño detalle, y es que Cristo prometió: "Yo
estaré con vosotros hasta el fin del mundo." Y para que no quedara duda de
lo que esto significaba, lo dijo a Pedro con todas las palabras: "Las
puertas del infierno no prevalecerán contra ella." Lee de nuevo: Mateo
16,18.
Por tanto, si es verdad que la Iglesia que Cristo fundó se corrompió y
se introdujo en ella el error, entonces Cristo no cumplió su promesa, Cristo
fue un farsante y todo el cristianismo es una farsa. Pero si es verdad lo que
Cristo prometió entonces la Iglesia no se corrompió, sino que subsiste en la
Iglesia Católica.
No son necesarias más pruebas ni más argumentos. La Iglesia es el cuerpo
de Cristo y el que divide el cuerpo de Cristo no puede pretender ser buen
cristiano, porque no obedece a Cristo que quiere que vivamos todos unidos en un
único rebaño bajo un único pastor. Estudia CIC 815 ss.
ORACION
Señor Jesús, que quieres que todos los hombres se salven y lleguen al
conocimiento de la verdad, te reconozco como mi único Salvador y a tu Iglesia
como Madre y Maestra de la Verdad. Yo quiero vivir y morir en la Iglesia que tú
fundaste y nos dejaste como sacramento necesario para nuestra salvación.
Amen
Las características de la Iglesia de Cristo
¿Cómo distinguir, entre tantas iglesias, a la Iglesia fundada por
Cristo?
En una reunión, en el momento de las preguntas, uno de los participantes
se puso de pie y preguntó: "¿Cuál es el nombre de la Iglesia de Cristo,
según el Nuevo Testamento?". La persona a la que iba dirigida la pregunta
le cuestionó a la vez: "¿Qué quiere decir?", ya que pensaba que la pregunta
iba orientada a demostrar que la Biblia no usa el nombre de
"católica" para la Iglesia. "¿Diría usted -continuo el que
preguntaba- que el nombre de la Iglesia es 'Iglesia de Cristo'?
"Ciertamente -fue la respuesta-, podríamos llamar a la Iglesia 'Iglesia de
Cristo', ya que de hecho es su Iglesia". "Pues bien -continuó el
interrogante- yo soy un ex-católico. Ahora soy ministro de la Iglesia de Cristo
[una denominación protestante] que se reúne en la otra cuadra. El mismo nombre
le dice claramente que la nuestra es la Iglesia de Cristo, la Iglesia
verdadera"
El expositor no sabía bien que responder, pero no se impresionó mucho
por esta lógica profunda... Iba a preguntarle -no lo hizo-: "Entonces si
nosotros los católicos cambiamos el nombre de nuestra Iglesia por 'Iglesia de
Cristo', ¿diría que la nuestra es la Iglesia fundada por Jesucristo?".
Pero si es imposible saber cuál es la Iglesia de Cristo partiendo de los
cientos de miles de nombres de las denominaciones protestantes, entonces ¿cómo
podremos saberlo? (En la edición de 1986 del conocido libro de referencia
protestante "The Christian Source Book" -New York: Ballantine Books-
se nos dice que existen más de 21,000 denominaciones y sectas, según el último
recuento, y que aparecen anualmente unas 270 nuevas). Pues bien, la respuesta
es que podremos saber cuál es la Iglesia fundado por Cristo examinando las
características de una determinada iglesia. Las características que la Iglesia
Católica puede ofrecer son las así llamadas "cuatro notas".
¿Qué es una "nota" (o característica)?
Tengamos presente que las "notas" deben contar con dos
aspectos: En primer lugar, debe ser un signo exterior, visible. Si no se trata
de algo visible no puede llamárselo signo, no es identificable. Es como el
número de la casa donde se vive: es útil sólo si está en la parte de afuera y
bien visible: si el número cuelga en una de las habitaciones de la casa, no
sería ya un signo de su casa, no identificaría el lugar donde usted vive. En
resumen, una nota debe ser evidente para todo el mundo, no puede esta escondida
"debajo del celemín" (Mt. 5:15). Este es el primer aspecto de una
"nota" de identidad.
En segundo lugar, la "nota" por la que identificamos algo debe
ser esencial en esa cosa, en el caso de la Iglesia, algo sin lo cual la Iglesia
no existiría. Los milagros, por ejemplo, que son una característica visible, no
son esenciales a la Iglesia, y por lo tanto no son estrictamente hablando
"notas" propias de la Iglesia. En cambio la unidad, la santidad, la
catolicidad y la apostolicidad son visibles y esenciales, y esas son las cuatro
notas de la Iglesia.
Cómo No presentar las notas
Antes de seguir adelante, recordemos la manera equivocada de tratar el
tema. Este tipo de razonamiento no es sano: "Si Dios fundó una Iglesia,
ella tiene que haber sido una, santa, católica y apostólica. La experiencia
demuestra que la Iglesia Católica es una, santa, católica y apostólica. Luego,
ella es la Iglesia que fundó Cristo".
En primer lugar, no es evidente que Dios haya tenido que fundar la
Iglesia con esas cuatro características. Además, ese silogismo no prueba que
otras iglesias no puedan mostrar también esas notas. Lo más que prueba es que,
si Cristo fundó una Iglesia, y que si esa Iglesia todavía existe, y si ninguna
otra iglesia tiene estas cuatro notas, entonces la Iglesia Católica es esa
Iglesia.
Un argumento un poco mejor, aunque aún incompleto, es el siguiente:
"Nuestro Señor dijo que su Iglesia sería una, santa, católica y
apostólica. La Iglesia Católica es todo eso, luego debe ser la Iglesia que
fundó Cristo".
El problema con este argumento es que habrá que hacer malabarismos con
cada uno de los textos bíblicos que quiera usar para probarlo. "¿Dónde
dice Cristo que su Iglesia debe ser 'una', 'santa', 'católica' -una palabra no
usada en el Nuevo Testamento para referirse a la Iglesia- o 'apostólica'
-tampoco aparece esa palabra-?" Además, este argumento podría servir para
los cristianos, mientras que la misión de la Iglesia se dirige a todos los
hombres, de tal modo que las "notas de la Iglesia" deben convencer
también a los no cristianos.
Cómo razonar con las notas de la Iglesia
Hemos señalado las características de la Iglesia, pero no hemos
mencionado aún cómo deben ser usadas. El método correcto de argumentación es el
siguiente: Comencemos con que la existencia de la Iglesia Católica es un hecho,
existe, cosa que aceptaría su más empedernido enemigo (¿existirán enemigos de
algo inexistente?). Entonces considere las cuatro notas como algo que conocen o
pueden conocer todos los hombres, tomados en general. Explique el contenido de
las notas.
En primer lugar, haga la explicación más gráfica posible, pues no es
necesario tan solo mencionarlas: eso no convencería a nadie. Cuando le hable a
un no-católico sobre la unidad o universalidad de la Iglesia, pinteles todo un
cuadro de lo que usted quiere decir. De ejemplos concretos, de tal manera que
ellos sepan de que se esta hablando.
Haga lo mismo cuando hable de la santidad de la Iglesia. No se trata de
escudriñar la conciencia de las personas de la Iglesia, cosa que no se puede
hacer y no viene al caso.
Hay hacer notar la santidad de la doctrina de la Iglesia (que no es
fácil de seguir, exigente, más elevada que la de otras Iglesias -se puede poner
como ejemplo Humanae Vitae, o Veritatis Splendor, alturas a las que otras
iglesias ni siquiera aspiran), la santidad de los medios para alcanzar la
perfección (los sacramentos), y sobre la extraordinaria santidad de miles y
miles de personas, los santos (solo en la Iglesia se encuentra tal plenitud de
virtudes heroicas).
Apostolicidad
Cuando se trata el tema de la apostolicidad, hay que hacer notar la
sucesión ininterrumpida, históricamente demostrada, de los obispos de la
Iglesia Católica con respecto a los Doce Apóstoles, en particular con el obispo
de Roma. Haga resaltar el espíritu misionero de la Iglesia en todas las edades,
y no solamente desde el siglo XIX, como las iglesias protestantes.
Si usted hizo una buena descripción de la notas, no habrá dudas sobre su
existencia. Entonces tendrá que probar qué cosa ellas demuestran.
Unidad milagrosa
Echele otro vistazo a la unidad y catolicidad -universalidad-, que
pueden ser consideradas en conjunto. La clave aquí está en los milagros, ya que
estas características son, precisamente, milagrosas. No podríamos catalogarlas
de otro modo: la Iglesia ha sido una por dos mil años, enseñando una sola cosa.
Es muy cierto que algunos cristianos, tomados individualmente, han
dañado esa unidad de una u otra manera, frecuentemente a la manera de las
sectas que se separaron de la Iglesia. Pero la Iglesia como tal ha permanecido
siempre una, no obstante el número de individuos que se alejaron de esa unida.
(Nota: Es conveniente y bueno rezar por la unidad de los cristianos,
pero no por la unidad de la Iglesia Católica. La Iglesia ha estado siempre
unida, es decir, ha sido una. Rezar por esta unidad, como si se hubiera
dividido en varias ramas, es, hablando propiamente, heretico. Rezar por la
unidad de las iglesias cristianas, que en última instancia significa no otra
cosa que la re-unión con la ya una Iglesia Católica, es perfectamente
apropiado.)
¿Por qué no desaparecieron?
La catolicidad o universalidad de la Iglesia es algo imposible de
explicar por razones naturales. Durante diecinueve centurias, si la Iglesia no
hubiese sido milagrosamente protegida por Dios, debería haberse destruido, o
incluso desaparecido, y no una, sino varias veces. Hubiera sido detenida antes
de comenzar a extenderse (ver Hechos 5:34-39).
No se puede explicar su duración y extensión por el hecho de que tuvo
papas políticamente astutos, por la sencilla razón que la mayoría de los papas
era ineptos en lo político. Cuando hable con un no-católico hágale ver cuan
sobre-humana debe ser tal unidad y catolicidad. (Si la persona con la que habla
es protestante, recuérdele Mateo 16:19, 28:20, Juan 14:16).
Una cadena sin eslabones perdidos
Hable entonces de la apostolicidad. Esto demuestra que la Iglesia de hoy
es una con la Iglesia de los Apóstoles. Explique de que se trata el asunto
señalandole eslabones de esa sucesión, para que su interlocutor sepa de que se
trata y de que no se trata: no es necesario tener los documentos de todos los
obispos del mundo y quien los consagró hasta los Apóstoles. Basta con la
certeza moral de que no hubo momentos en la historia en los que no existía esa
sucesión. En general este es un hecho que nadie discute, y que apela de manera
particular a los demás cristianos.
¿Qué nos sugiere la santidad de la Iglesia?
La última nota de la que debe hablar es la santidad. Demuestreles que la
santidad evidente de miles de santos nos habla de la santidad de la Iglesia, de
la cual ellos sin duda recibieron la fe y la santificación.
Note que hasta el momento usted no debió citar el Nuevo Testamento, por
el muy buen motivo de que la Iglesia existió antes que una letra del Nuevo
Testamento fuera escrita en los Evangelios, cartas, etc. Lo mismo se diga de
las notas de esa Iglesia: las características de la Iglesia no dependen del
Nuevo Testamento y no se pueden probar con él -ellas existieron antes-, pero sí
se pueden explicar con él.
Aunque las notas por sí mismas pueden ser definitivas para un ateo, para
un cristiano "evangélico" podría ser útil terminar con citas de la
Escritura, pero nunca se debe comenzar con ellas. Si lo hace, se encontrará en
la penosa tarea de explicar el significado de cada texto, cosa que puede
perfectamente evitar si primero esclarece el significado de las notas.
¿Quién es la "roca" en Mt. 16:18?
Una de las cosas que yo trato de lograr cuando doy un seminario es que
los que me escuchan puedan convertirse de inmediato en efectivos apologistas y
no tengan que esperar a ser expertos en teología; de manera que trabajen con lo
que saben, aun si es un solo argumento.
Yo ilustro esto a partir de mi propia experiencia y ustedes pueden usar
este mismo procedimiento la próxima vez que tengan en sus manos un texto de la
Biblia.
Hace algunos años, antes de que yo tomara un interés real en la lectura
de la Biblia, trataba de evitar a los misioneros que venían a mi puerta. Muchas
veces me he sentido avergonzado por esta actitud mía. ¿Porqué abrir la puerta,
o porqué prolongar la conversación (a veces me encontraban fuera de la casa),
cuando no tenia nada verdaderamente importante que decir.
Tenia una Biblia, sin duda. La usaba, quizás, de la misma manera que
Uds. usan la suya hoy: para quitarle el polvo que se depositaba en ella
mientras estaba en la repisa de la biblioteca. Era una de esas
"familia" de Biblias, enchapada con bellos colores y tan pesada que
mi hijo no pudo alzarla hasta que cumplió cinco años.
Como dije, tenía una Biblia, pero no me sentía muy atraído hacia ella,
de manera que tenía poco que decir cuando los misioneros me acorralaban. Yo no
sabía a qué versículos referirme para explicar la posición Católica.
Para ser un simple seglar yo estaba bastante bien informado acerca de mi
fe - al menos nunca dudé de ella o dejé de practicarla - pero mi desordenada
lectura no me equipaba lo suficiente para un duelo verbal.
Hasta que un día conseguí una preciosa información que lancé como una
ola contra el primer misionero que tocó el timbre de mi casa. Esto me probó a
mi mismo que convertirse en un consumado apologista no es tan difícil. He aquí
lo que pasó.
Cuando abrí la puerta, el solitario misionero se presentó como
adventista del Séptimo Día. Me preguntó si podía "compartir" conmigo
algunos párrafos de la Biblia. Yo lo invité a que hiciera su lectura.
Él pasaba de una página a otra, citando distintos versículos, tratando
de demostrar los errores de la Iglesia de Roma y la manifiesta verdad (según
él) de su propia posición.
NO MUCHO QUE DECIR
Algunos de los versículos me eran bastante conocidos -pues no estaba
completamente desinformado con respecto a al Biblia - pero muchos eran nuevos
para mi. Familiares o no, los versículos leídos no generaban en mi una
respuesta acertada porque no sabía lo suficiente de la Biblia para contestar
con eficacia.
Finalmente el misionero leyó Mateo 16,18: "Tu eres Pedro, y sobre
esta roca edificaré mi Iglesia"
"¡Quédate allí! -dije-, conozco ese versículo; es donde Jesús
designó a Simón la cabeza de la Iglesia; es donde lo designó como primer
Papa". Hice una pausa y sonreí tolerante, sabiendo lo que el misionero
diría como respuesta.
Yo sabía que en su recorrido de puerta en puerta él no recibiría alguna
defensa de la posición católica, pero alguna vez un católico puede hablar como
yo tenía pensado hacerlo. El tenia una respuesta a mi objeción, yo sabía cuál
sería y estaba listo para ella.
"Entiendo su pensamiento -dijo-, pero los católicos confunden este
versículo porque no saben nada de griego. Ese es el problema de su Iglesia y
sus seguidores; Uds. no saben el lenguaje en que el Nuevo Testamento fue
escrito. Para entender Mateo 16,18, tenemos que ir más allá del inglés, al
griego."
"¿Eso es todo?" -dije yo, como quien maneja la situación. Yo
trataba de hacer como que no me había dado cuenta de la trampa que se me había
tendido.
"Si -dijo él-, en griego la palabra roca es "petra", que
significa una piedra grande y maciza. La palabra usada para el nuevo nombre de
Simon es diferente, es "petros", que significa "piedra pequeña,
guijarro."
En realidad, lo que el misionero estaba diciéndome en este punto era
falso. Juntamente con los estudiosos del griego -tanto católicos como no-católicos-
hay que admitir que las palabras "petros" y "petra" fueron
sinónimos en el griego del primer siglo. En ese tiempo, en alguna poesía griega
antigua, siglos antes de Cristo, ambas palabras aparecían con el mismo
significado: "piedra pequeña" y "piedra grande",
indistintamente. Pero esa diferencia era lejana al tiempo en que el evangelio
de Mateo fue traducido al griego. El argumento del misionero no funcionó, y
mostró un falso conocimiento del griego como también una carencia en el
entendimiento de las etimologías de "petros" y "petra".
"CASO CERRADO", PENSÓ
Era turno del misionero para hacer una pausa y sonreír tolerantemente.
El había obrado según el entrenamiento que había recibido. Le habían dicho que
raramente un católico habría escuchado el texto de Mateo 16,18 y mucho menos
podría argumentar con él para probar la institución del papado. El sabía lo que
tenia que decir para probar lo contrario y lo dijo.
"Bien -repliqué empezando a usar esa preciosa información que había
conseguido-, concuerdo con Ud. que debemos ir más allá del inglés, al
griego". Sonrió algo más y asintió. "Pero estoy seguro que Ud.
concordará conmigo en que debemos ir más allá del griego, hasta el
arameo". "¿El qué?", preguntó. "El arameo", dije.
"Como Ud. sabe, el arameo fue el lenguaje que Jesús y los Apóstoles y
todos los judíos de palestina hablaban. Era el idioma común del lugar.
"Pensé que era el griego". "No", respondí, "muchos de
ellos (sino la mayoría) sabían el griego, por supuesto, porque el griego era la
lengua oficial (lingua franca) del mundo mediterráneo. Era la lengua de la
cultura y el comercio, y la mayor parte de los libros del Nuevo Testamento
fueron escritos también en ese idioma porque no solo los escribieron para los
cristianos en Palestina sino también para cristianos que estaban en lugares
tales como Roma, Alejandría y Antioquía , lugares donde el arameo no era la
lengua que se hablaba"
"Pero preste atención que yo dije que la mayor parte del Nuevo
Testamento fue escrito en griego, pero no todo. El Evangelio de Mateo fue
escrito por él en arameo o hebreo (sabemos esto por las notas conservadas por
Eusebio de Cesarea), pero fue traducido al griego tempranamente, quizás por el
propio Mateo. En cualquier caso el arameo-hebreo original se perdió, de manera que
todo lo que tenemos hoy es la traducción griega".
ARAMEO EN EL NUEVO TESTAMENTO
Y proseguí: "Sabemos que Jesús habló arameo porque algunas de esas
palabras en arameo se nos han conservado en los evangelios. Mire Mateo 27,46,
donde Él dice desde la cruz: 'Elí, Elí, lamá sabachtaní'; eso no es griego, es
arameo y significa 'Dios mío, Dios mío, ¿porqué me has abandonado?'"
"Y hay más -dije- , en las epístolas de Pablo - cuatro veces en
Gálatas y cuatro veces en la Primera a los Corintios- tenemos la forma aramea
del nuevo nombre de Simón, que ha quedado conservada para nosotros. En nuestras
Biblias en inglés aparece como 'Cephas'. Esto no es griego. Es la transcripción
de la palabra aramea 'Kepha' (también traducida como 'Kephas'). ¿Y qué
significa 'Kepha'? Significa una piedra grande, maciza, lo mismo que
"petra". (No significa una piedra pequeña o guijarro - la palabra
aramea para eso es "evna".) Lo que Jesús le dijo a Simon en Mateo
16,18 fue esto : Tu eres 'Kepha', y sobre esta 'Kepha' edificaré mi Iglesia".
"Cuando Ud. entienda lo que en el arameo se expresa, se dará cuenta
que Jesús estaba considerando como equivalentes a 'Simon' y 'Roca', él no
estaba simplemente comparándolos. Esto se ve con más evidencia en algunas
traducciones modernas al inglés, que dan al versículo este sentido: 'Tu eres
Roca, y sobre esta roca edificaré mi Iglesia' ( You are Rock, an upon this rock
I will build my church) . En francés una misma palabra, 'pierre', ha sido
siempre usada para ambos, tanto para el nuevo nombre de Simon como para la
roca".
Por unos momentos el misionero pareció confundido. Era obvio que el no
había escuchado antes una replica así. Su ceño se frunció buscando un
pensamiento y regresó con un contragolpe.
ENTONCES LE OCURRIO LO SIGUIENTE
"Espere un segundo -dijo-, si 'Kepha' significa lo mismo que Petra
, ¿porqué no leemos en griego 'Tu eres 'Petra' y sobre esta 'petra' edificaré
mi Iglesia'?; ¿porqué para el nuevo nombre de Simón, Mateo usa la palabra
griega 'Petros', que significa algo verdaderamente diferente de 'petra'?".
"Porque no tuvo otra alternativa -dije yo-, el griego y el arameo
tienen diferentes estructuras gramaticales. En arameo puedes usar 'Kepha' en
ambas partes en Mateo 16,18. En griego tu encuentras un problema que proviene
del hecho de que los sustantivos toman diferentes terminaciones según el
género".
"Tu tienes masculino, femenino y neutro. La palabra griega 'petra'
es femenina. Puedes usarla sin ningún problema en la segunda mitad de Mateo
16,18. Pero no puedes usarla para expresar el nuevo nombre de Simón, porque no
puedes darle a un varón un nombre femenino (al menos antes no se podía). Tienes
que cambiar la terminación del sustantivo para hacerlo masculino. Cuando haces
eso, obtienes 'Petros', que es una palabra que realmente ya existía y que
significa 'roca'".
"Yo admito que es una traducción imperfecta del arameo, porque
pierdes parte del juego de palabras que se hace en esa lengua. En castellano,
donde tenemos 'Pedro' y 'roca', o en inglés, donde tenemos 'Peter' y 'rock', se
pierde todo. Pero es lo mejor que se puede hacer en griego.
Además si Mateo quería decir que Simon era una pequeña piedra el habría
usado la palabra común griega para pequeña piedra 'lithos', y entonces
leeríamos en Mateo 16,18: 'Tu eres 'Lithos', y sobre esta 'petra' edificaré mi
Iglesia'. Pero no se lee de esa manera precisamente porque Mateo estaba
tratando de comunicar el juego de palabras que aparece tan claramente en el
arameo".
MI TURNO PARA HACER UNA PAUSA
Paré y sonreí. El misionero sonrío a su vez inconfortablemente, pero no
dijo nada. Intercambiamos sonrisas cerca de treinta segundos. Luego miró su
reloj, notó como el tiempo había volado, y se excusó. Nunca lo volví a ver .
¿Qué se siguió de este encuentro? Dos cosas : una para mi, otra para él.
En cuanto a lo que a mi respecta comencé a desarrollar un sentido de
confianza. Comencé a ver que podía defender mi fe si me comprometía en un
pequeño trabajo. Mientras más trabajara, mejor sería la defensa.
Y me di cuenta que cualquier católico que sepa leer podía hacer lo
mismo. Ud. no puede empezar a sospechar que su fe es falsa por el solo hecho de
que no puede contestar a una pregunta determinada..
Una vez que Uds. desarrollan un sentido de confianza, pueden decirse a
sí mismos: " Yo no sé la respuesta a este problema, pero sí sé que puedo
encontrarla si busco en los libros". La respuesta está allí, basta que
dedique un tiempo a buscarla".
¿Y EL MISIONERO? ¿SACÓ ALGÚN FRUTO?
Yo pienso que sí. Pienso que se fue con una duda al comprobar sus
conocimientos (o falta de ellos) acerca de los católicos y la fe católica. Y es
de esperar que su duda desde entonces haya madurado de manera que lo lleve a
pensar que los católicos tiene algo que decir en favor de su religión y que el
debería prestar una atención más cuidadosa a la fe a la que una vez con tanta
seguridad se opuso.
Pedro y el papado
Un análisis exegetico de Mateo 16:18
En el Nuevo Testamento podemos
encontrar amplia evidencia de que Pedro fue el primero en autoridad entre los
apóstoles. Cada vez que los apóstoles son nombrados, Pedro encabeza la lista
(Mateo 10:1-4, Marcos 3:16-19, Lucas 6:14-16, Hechos 1:13); algunas veces
aparece solamente "Pedro y aquellos que estaban con él" (Lucas 9:32).
Pedro era el primero que generalmente hablaba en nombre de los apóstoles (Mateo
18:21, Marcos 8:29, Lucas 12:41, Juan 6:69), y aparece en muchas escenas
dramáticas (Mateo 14:28-32, Mateo 17:24, Marcos 10:28). En Pentecostés Pedro
fue el primero que predicó a la multitud (Hechos 2:14-40), y fue Pedro quien realizó
la primera curación milagrosa en la naciente Iglesia (Hechos 3:6-7). También
fue a Pedro a quien vino la revelación de que los Gentiles fueran bautizados y
aceptados como cristianos. (Hechos 10:46-48).
Su preeminente posición entre los apóstoles estaba simbolizada en el
mismo principio de su relación con Cristo. En su primer encuentro, Cristo le
dijo a Simón que su nombre sería cambiado a Pedro, que se traduce como Roca
(Juan 1:42).
El hecho es que –aparte de la única vez que Abraham es llamado
"roca" (Hebreo: sur; Arameo: Kefa) en Isaías 51:1-2– en el Antiguo
Testamento solamente a Dios se le llamaba roca. En la antigüedad la palabra
roca no era usada como nombre propio. Si usted se dirige a un compañero y le
dice, "Desde ahora tu nombre es Espárrago," la gente se sorprenderá.
¿Por qué Espárrago? ¿Cuál es la intención de esto? ¿Qué es lo que esto
significa? Desde luego, ¿Por qué llamar "Roca" a Simón el pescador?
Cristo no estaba haciendo esto sin sentido, y tampoco los judíos cuando daban
un nombre. Dar un nuevo nombre es cambiar la situación de la persona, como
cuando el nombre de Abram fue cambiado a Abraham (Gen. 17:5), el de Jacob a
Israel (Gen. 32:28), el de Eliacim a Joaquín (2 Reyes 23:34), o los nombres de
los cuatro jóvenes hebreos –Daniel, Ananías, Misael, y Azarías– a Baltazar,
Shidrack, Misack, y Abdenago (Dan. 1:6-8). Pero ningún judío había sido llamado
Roca. Los judíos daban otros nombres tomados de la naturaleza, como Barak
"relámpago," (Jueces 4:6), Deborah ("abeja," Gen. 35:8), y
Raquel ("oveja," Gen. 29:16), pero no Roca. En el Nuevo Testamento
Santiago y Juan fueron llamados por Cristo con el sobrenombre de Boanerges, que
significa "Hijos del Trueno," pero este nombre nunca fue regularmente
usado en lugar de su nombre original y ciertamente no era tomado como un nuevo
nombre. Pero en el caso de Simon-bar-Jonas, su nuevo nombre Kefas (en griego:
Petrus) definitivamente reemplazó el nombre viejo.
Miremos la escena
No solamente fue significante para Simón recibir un nuevo e inusual
nombre, sino que también fue importante el lugar donde Jesús solemnemente
cambió el nombre a Pedro. Esto sucedió cuando "Jesús vino a la ciudad de
Cesárea de Filipo" (Mateo 16:13), una ciudad que Felipe el Tetrarca
construyó en honor de Cesar Augustus, que había muerto en el año 14 D.C.
La ciudad estaba situada cerca de las cascadas en el río Jordán y cerca
de un gigantesco muro de roca de unos 200 pies de alto y 500 pies de largo, que
es parte de la falda sur del Monte Hermón. La ciudad no existe actualmente, pero
sus ruinas están cerca de Banias, una pequeña ciudad árabe, y en la base del
muro de roca puede encontrarse a su izquierda uno de los afluentes que
alimentan el Jordán. Fue aquí donde Jesús se dirigió a Simón y le dijo:
"Tú eres Pedro" (Mateo 16:18).
La significación de este hecho quedó bien clara a los otros apóstoles.
Como judíos devotos ellos conocían que el lugar era verdaderamente importante
para aquello que se estaba haciendo –cambiar el nombre a Simón– . Nadie acusó a
Simón por haber recibido solamente él este honor, y en el resto del Nuevo
Testamento es llamado por su nuevo nombre, mientras que Santiago y Juan
siguieron llamándose Santiago y Juan, no Boanerges.
Promesas a Pedro
Cuando Él encontró por primera vez a Simón, "Jesús le miró, y dijo,
"¿tú eres Simón el hijo de Juan? Te llamarás Kefas (que significa
Pedro)"" (Juan 1:42). La palabra "Kefas" en griego es
meramente la traducción literal de la palabra "Kefas" en arameo.
Luego, después que Pedro y los otros discípulos estaban con Cristo ellos
regresaron otra vez a Cesarea de Filipo, donde Pedro hizo su profesión de fe:
"Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios Vivo" (Mateo. 16:16). Jesús le
dijo que aquello era una verdad especialmente revelada a él y luego,
solemnemente reiteró: "Y yo te digo a ti, tú eres Pedro " (Mateo
16:18). Y a esto añadió la promesa de fundar la Iglesia, de algún modo, fundada
sobre Pedro. (Mateo 16:18).
Entonces dos cosas muy importantes les fueron dada a los apóstoles:
"Todo lo que ates en la tierra, será atado en el cielo, y todo lo que
desates en la tierra será desatado en los cielos" (Mateo 16:19). Aquí
Pedro fue distinguido con la autoridad de perdonar los pecados y elaborar las
reglas disciplinarias. Luego los apóstoles recibieron similar poder pero en
este caso particularmente aquí lo recibe Pedro de modo singular. También fue
solamente a Pedro que se le prometio: "Te daré las llaves del Reino de los
Cielos" (Mateo 16:19). En aquellos tiempos la llave era signo de
autoridad. Una ciudad amurallada tenía una gran puerta, y esa puerta tenía una
gran cerradura que funcionaba con una gran llave. Dar la llave de la ciudad (un
honor que todavía existe hoy día, a pesar de que no hay puertas) es también dar
libre acceso y autoridad sobre la ciudad. La cuidad de la que Pedro estaba
recibiendo la llave era nada más y nada menos que la misma Ciudad Celestial.
Este mismo simbolismo para la autoridad es usado en otra parte de la Biblia
(Is. 22:22, Apocalipsis 1:18).
Finalmente, después de la Resurrección, Jesús se apareció a sus discípulos
y le preguntó por tres veces a Pedro: "¿Me amas? (Juan 21:15-17). En
arrepentimiento por sus tres negaciones, Pedro hizo una triple afirmación de
amor. Entonces Cristo, el Buen Pastor (Juan 10:11, 14), dio a Pedro la
autoridad que él había prometido: "Apacienta mis ovejas" (Juan
21:17). Esto específicamente incluía a los otros apóstoles, desde que Jesús le
preguntó a Pedro, "¿Me amas más que éstos?" (Juan 21:15) –la palabra
"éstos" se refiere a los otros apóstoles que estaban presentes (Juan
21:2)–. Esto sucedió para que se cumpliera la profecía hecha antes de que Jesús
y sus discípulos estuvieran por última vez en el Monte de los Olivos.
Inmediatamente antes de su negación Jesús le dijo a Pedro: "Simón,
Simón, he aquí que Satanás ha pedido tenerte para cribarte como a trigo, pero
yo he orado por ti para que tu fe no se apague; y cuando te recobres de nuevo,
[después de su negación] da firmeza a tus hermanos" (Lucas 22:31-32). Fue
por Pedro por quien Cristo rezó para que su fe no fallara y para que fuera el
guía de los demás, y su oración, siendo perfectamente eficaz, sería cumplida
por seguro.
¿Quién es la roca?
Fijémonos en el verso clave: "Tú eres Pedro, y sobre esta piedra
edificaré mi iglesia" (Mateo 16:18). La discusión sobre este verso siempre
ha versado sobre el significado de la palabra "piedra" o
"roca". ¿A quién se refiere Jesús? Desde que el nuevo nombre de
Simón, Pedro, por sí sólo significa "roca", la frase puede ser
reescrita como "Tú eres Roca y sobre esta roca yo construiré mi iglesia".
El juego de palabras es obvio, pero muchos comentadores, deseando evitar lo que
sigue después de esto –el establecimiento del papado– han sugerido que la
palabra roca no puede referirse a Pedro, debe referirse a su profesión de fe o
a Cristo mismo.
Desde el punto de vista gramatical, la frase "esta roca" debe
referirse al nombre substantivo más cercano. La profesión de fe de Pedro (Tú
eres el Cristo, el Hijo del Dios Vivo") es dos versículos antes, mientras
que su nombre, un nombre propio, está precediendo inmediatamente la cláusula.
Consideremos como una analogía esta paráfrasis: "Yo tengo un carro y un
camión, y éste es azul" ¿Cuál es azul? El camión, porque es el substantivo
más cercano al pronombre "éste" . Todo esto es más claro si la
referencia al carro ha sido dos frases antes, como la referencia a la profesión
de fe de
Pedro son dos
frases antes que el término roca.
Otra alternativa
El mismo tipo de argumentación considera que la palabra roca puede hacer
referencia a Cristo mismo ya que él está mencionado en la profesión de fe. El
hecho de que en otra parte de la Escritura, en una metáfora diferente, Cristo
es llamado "piedra angular" (Efesios 2:20, 1 Pedro 2:4-8) no
desaprueba que aquí la fundación es Pedro. Naturalmente Cristo es lo principal
y, ya que él está regresando a los cielos, la invisible fundación de la iglesia
que él establecerá, pero Pedro es nombrado por él como el secundario y, porque
él y sus sucesores permanecerán sobre la tierra, la visible fundación. Pedro
puede ser la fundación solamente porque Cristo es el Primero.
Consideremos otra analogía: A veces les pedimos a nuestros amigos que
recen por nosotros y oramos por ellos. Nuestras oraciones le piden a Dios
especial ayuda para el uno y para el otro. ¿Qué estamos haciendo cuando
rezamos? Estamos actuando como mediadores, como intercesores. Estamos
suplicando a Dios en favor de otro. ¿Es esto contra la declaración de Pablo que
Cristo es el único mediador (1 Tim. 2:5)? No, porque nuestra mediación es
enteramente secundaria y depende de la mediación de Cristo. Él es el único
Dios-Hombre, la única persona que es puente entre Dios y el hombre, pero
nuestra intercesión por otra persona no interfiere con la mediación de Cristo.
En realidad, en los cuatro versos anteriores de 1 de Timoteo 2:5, Pablo manda a
los cristianos orar los unos por los otros. Cristo pudo haber establecido su
mediación de cualquier modo que hubiera querido, pero él escogió que nosotros
también participáramos cuando él mismo nos manda a rezar los unos por los otros
(Mateo 5:44, 1 Tim. 2:14, Rom. 15:30, Hechos 12:5). Así, como puede haber
intercesores secundarios y un principal, también puede haber una fundación
secundaria y una principal.
Una mirada al Arameo
Los que se oponen a la interpretación católica de Mateo 16:18 algunas
veces argumentan que en el texto griego el nombre del apóstol es
"Petros", mientras que "roca" es traducido como
"piedra" (petra). Ellos dicen que la primera palabra (petros)
significa una pequeña piedra y que la segunda (petra) es una gran masa de roca,
entonces, si Pedro fue pensado para ser una gran roca ¿por qué su nombre no es
"Petra"? Ahora bien, observe que Cristo no habló a sus discípulos en
griego. Él habló en arameo, el lenguaje popular en la Palestina de entonces. En
ese lenguaje la palabra para "roca" es "Kefa", que es la
que Jesús usaba en su lenguaje común (fíjese que en Juan 1:42 él dijo: "Te
llamarás Kefas"). Lo que Jesús dijo en Mateo 16:18 fue esto: "Tú eres
Kefa, y sobre esta kefa estableceré mi Iglesia."
Cuando el evangelio de San Mateo fue traducido del arameo original al
griego resultó un problema que no confrontó el evangelista cuando él compuso
este compendio de la vida de Cristo. En arameo la palabra kefa tenía el mismo
sentido final para referirse a una gran roca o a un nombre personal masculino.
En griego, la palabra para traducir roca, petra, es del género femenino. El
traductor pudo usarlo en la segunda vez que aparece la palabra en la oración,
pero no para la primera porque sería inapropiado dar a un hombre un nombre
femenino. Por eso el traductor puso un final masculino en esto, y éste fue
Petros.
Además, la premisa del argumento contra Pedro como roca es simplemente
equivocada. En el siglo primero las palabras griegas "petros" y
"petra" eran sinónimos. Previamente habían poseído el significado de
"pequeña piedra" y "roca grande" en la temprana poesía
griega pero para el siglo primero esta distinción se perdió, así lo admiten
algunos protestantes estudiosos de la Biblia (Véanse los comentarios de D. A.
Carson en "Expositor's Bible Commentary" [Grand Rapids: Zondervan
Books]).
Algunos de los efectos del juego de palabras de Cristo se perdieron
cuando esto se tradujo del arameo al griego, pero eso fue lo mejor que pudo
hacerse en griego. En inglés, como en arameo, no hay problemas con las finales,
porque en la traducción al inglés podría leerse: "Tú eres Roca, y sobre
esta roca edificaré mi iglesia". [Lo mismo puede decirse en español, así
como en arameo, la frase no se presta a ninguna confusión, tal como se lee la traducción
hoy día: "Tú eres Pedro (nombre propio masculino que significa piedra), y
sobre esta piedra (substantivo común que hace referencia al substantivo propio
anterior) edificaré mi iglesia". Nota del Traductor.]
Considerando otro punto de vista: si la palabra roca se refiriera
directamente a Cristo (como dicen algunos anticatólicos, basándose en 2
Corintios 10:4, "y la Roca era Cristo" –aunque la roca era
literalmente una roca física que viajaba con los israelitas en el desierto
durante el éxodo; cf. Ex. 17:6, Núm. 20:8), ¿por qué Mateo dejó el pasaje como
estaba? En el arameo original, y en el inglés que es más parecido al arameo que
al griego, el pasaje es claro. Mateo pudo darse cuenta que sus lectores
entenderían el obvio sentido de "Pedro… piedra"
Si Mateo se refirió a Cristo como la roca, ¿por qué no lo dijo
claramente? ¿Por qué dio la oportunidad y dejó a Pablo escribir clarificando el
texto (presumiendo, desde luego, que 1 Corintios fue escrito después del
evangelio de Mateo, y si fue primero, ¿por qué no escribió para clarificar este
asunto?
La razón, desde luego, es que Mateo conocía muy bien que la frase quería
decir lo que realmente está diciendo. Y fue Simón, débil como era, quien fue
elegido para ser la roca el primer eslabón en la cadena del papado
¿Hay fundamento bíblico para "sentirse salvado"?
Difícilmente haya un tema más confuso, cuando algunas iglesias
evangélicas y católicos se sientan a hablar, que el de la salvación. Va más
allá de la pregunta de base de los fundamentalistas: "¿Has sido
salvado?" (que también significa, "¿No te gustaría sentirte ya
salvado?"). Evangélicos y fundamentalistas nos aseguran tener tal absoluta
seguridad. Abrigan la certeza absoluta de que irán al cielo inmediatamente
después de la muerte. Concluyen de la Biblia que Cristo prometió que el cielo
es de ellos a cambio de un acto muy simple. Todo lo que deben hacer es,
"aceptar a Cristo como su salvador personal", y asunto acabado.
Probablemente vivirán luego vidas ejemplares, pero el vivir bien no es crucial,
al modo de ver de ellos: definitivamente no afecta a su salvación.No importa lo
que suceda después, no interesa cuán pecaminosamente vivan el resto de sus
días: su salvación está asegurada. Puede que el Espíritu Santo los castigue en
esta vida por sus pecados, pero de ningún modo pueden descartar su salvación,
porque esta no depende del valor intrínseco de sus almas o de los efectos de
los pecados que se cometan.
Kenneth E. Hagin, un afamado teleevangelista pentecostal de la rama
"Word Faith" del protestantismo nos dice que la seguridad de esta
salvación viene a través de ser "renacido": "Si no nacéis de
nuevo, no entraréis en el Reino de Dios" (Jn. 3,3). En su pequeño libro,
El Nuevo Nacimiento (The New Birth), Hagin nos dice que, "el nuevo
nacimiento es una necesidad para ser salvo. A través del nuevo nacimiento tu
entras en la correcta relación con Dios".
De acuerdo con Hagin, hay muchas cosas que este nuevo nacimiento no es.
"El nuevo nacimiento no es: Confirmación, miembro de la Iglesia, agua del
Bautismo, el recibir los Sacramentos, observar las obligaciones religiosas, una
intelectual recepción del cristianismo, ortodoxia en la fe, ir a la iglesia,
decir oraciones, leer la Biblia, ser bueno, ser culto o refinado, hacer buenas
obras, hacer lo mejor que puedas (la idea es esforzarse en lo de uno), ni
ninguna de las muchas otras cosas en que algunos hombres confían que los
salvarán". Aquellos que obtuvieron el nuevo nacimiento "hicieron lo
necesario: aceptaron a Cristo Jesús como el Salvador personal repitiendo y
volviéndose a Dios con todo el corazón como un niño". Aquel singular acto
de la voluntad, explica, es todo lo que necesitaban hacer. ¿Pero, es esto
verdad? ¿Sostiene la Biblia este concepto?
La Iglesia Católica enseña que la salvación final depende del estado del
alma al momento de la muerte (cf. Mat. 25,31-46). El que muera en el estado de
amistad con Dios (el estado de gracia) irá al cielo. El que muera en estado de
enemistad y rebelión en contra de Dios (el estado de pecado mortal, cf. Jn. 5,16-17)
irá al infierno. Cristo ya nos ha redimido, nos abrió las puertas del cielo,
como originalmente estaban. Nótese que redención no es lo mismo que salvación
pero es un preludio necesario. Él hizo su parte, y, como resultado de las
gracias que mereció para nosotros por su muerte violenta en la Cruz, nos
capacita para que nosotros hagamos nuestra parte (Fil. 1,6; 2,13; Heb.
13,20-21). Para pasar por aquellas puertas debemos estar espiritualmente vivos
-en el estado de gracia- en el momento de nuestra muerte corporal. Si un alma
está en el estado de pecado mortal, sin el regalo de Dios de la gracia
santificante -la gracia que da al alma la vida sobrenatural- entonces está
espiritualmente muerta y por lo tanto incapaz de gozar del cielo.
Todos los demás: al infierno
Para los Fundamentalistas y Evangelistas realmente no interesa -si de la
salvación se trata- cómo vives o terminas tu vida. Tu puedes ser la Madre
Teresa, pero irás al infierno si no aceptas a Cristo (en el sentido
fundamentalista de la frase), y han habido algunos escritores Fundamentalistas
y Evangelistas quienes remarcaron que la Madre Teresa está condenada al
infierno. No cuentan ni su fe (para ellos falsa), ni sus amorosos actos de
ternura y caridad hechos en el nombre de Cristo, ni los excelentes frutos
espirituales que dio. Por otro lado, tu te puedes levantar un Domingo por la
mañana, ir a la iglesia, responder al llamado del altar, anunciar que tu has
aceptado a Jesús como tu Salvador personal, y, mientras realmente lo creas,
listo, estás asegurado. Y muchos Protestantes continúan diciendo que de allí en
más no hay nada que puedas hacer, no hay pecado que puedas cometer que afecte a
tu salvación. Tu no puedes ir en contra de tu salvación, aún cuando así lo
desees.
¿Muy bueno para ser real? Fíjate en lo que los fundamentalista y
evangelistas dicen. Wilson Ewin, el autor de un pequeño libro llamado
"Entonces, ya no hay Condenación", dice que, "la persona que
ponga su fe en el Señor Jesucristo y en su sangre derramada en el Calvario está
eternamente segura. No puede nunca perder su salvación. Ninguna violación de
las leyes de Dios o de los hombres o de los mandamientos puede anular este
estado".
Ewin cita a Hebreos 9:12, que dice que Jesús "entro de una vez por
todas en el Lugar Santo, llevando no sangre de machos cabrios ... sino su
propia sangre, por lo tanto asegurando una redención eterna". "Negar
la seguridad de la salvación sería negar la redención perfecta de Cristo",
argumenta Ewin, y esto es algo que él puede decir sólo porque confunde redención
y salvación. La verdad es que en un sentido todos estamos redimidos por la
muerte de Cristo en la Cruz -Cristianos, Judíos, Musulmanes, aún los
espiritistas en los más oscuros bosques (1Tim. 2,6; 4,10; 1Jn. 2,2)- pero
debemos afirmar que nuestra salvación es condicional.
Tu no puedes perder el Cielo
Ewin dice que "ningún acto erróneo u obra pecaminosa puede nunca
afectar la salvación del creyente. El pecador no hizo nada para merecer la
gracia de Dios, así tampoco no puede él hacer nada para desmerecer esa gracia.
Es verdad, una conducta pecadora siempre lesiona la relación de uno con Cristo,
limita su contribución con la obra de Dios y puede resultar en una seria acción
disciplinaria por parte del Espíritu Santo". (¿Pero que tan seria puede ser
esta acción disciplinaria, si la pérdida del cielo no es parte de ella?).
Más adelante Ewin argumenta que "la absoluta seguridad de salvación
dada por la justicia nunca puede ser quebrada por el pecado. La razón es simple
-esta justicia no tiene nada que ver con cumplir los mandamientos de Dios o la
ley moral. La Biblia dice, 'Pero ahora, sin la Ley, se ha manifestado al
justicia de Dios atestiguada por al Ley y los Profetas: la justicia de Dios,
por la fe en Jesucristo, para todos los que creen' (Rom. 3,21-22). La Ley de
Dios o mandamientos fueron dados para señalar los pecados. La ley muestra cuan
débil y perdido está el hombre aún no regenerado frente a un Dios Santo.
Cumplirlos o violarlos, no entra en la posesión -acreditada o dada- de la
justicia por parte del creyente". Pero este concepto, que podrá ser de
algún modo confortante para algunos, es simplemente inconsistente con la
Escritura. "Tu que juzgas a los que hacen esas cosas e incurres en lo
mismo, ¿acaso piensas librarte del Juicio de Dios? ¿O desprecias la riqueza da
la bondad de Dios, de su tolerancia y de su paciencia, sin reconocer que esa
bondad te debe llevar a la conversión? Por tu obstinación en no querer
arrepentirte, vas acumulando ira para el día de la ira, cuando se manifiesten
los justos juicios de Dios, que retribuirá a cada uno según sus obras. Él dará
la vida eterna a los que por su constancia en la práctica del bien, buscan la
gloria, el honor y la inmortalidad. En cambio, castigará con la ira y la
violencia a los rebeldes, a los que no se someten a la verdad y se dejan
arrastrar por la injusticia" (Rom. 2,3-8; ver también Mat. 19,16-21;
25,31-46).
Con respecto a que si los cristianos tienen una "absoluta"
seguridad de salvación sin relación a sus actos, considera tres advertencias
que dio San Pablo: "Todo esto les sucedió simbólicamente, y está escrito
para que nos sirva de lección a los que vivimos en el tiempo final. Por eso, el
que se cree muy seguro, ¡cuídese de no caer!" (1Cor. 10,11-12). "En
cuanto a mí, poco me importa que me juzguen ustedes o un tribunal humano; ni
siquiera yo mismo me juzgo. Es verdad que mi conciencia nada me reprocha, pero
no por eso estoy justificado: mi juez es el Señor. Por eso, no hagan juicios
prematuros. Dejen que venga el Señor: él sacará a la luz lo que está oculto en
las tinieblas y manifestará las intenciones secretas de los corazones" (1
Cor. 4,3-5); y, "Considera tanto la bondad cuanto la severidad de Dios: él
es severo para con los que cayeron y es bueno contigo, siempre y cuando seas
fiel a su bondad; de lo contrario, tú también serás arrancado" (Rom.
11,22; ver también Heb. 10, 26-29; 2Pe. 2,20- 21).
De la transmisión "Clase Radial de Biblia" los oyentes pueden
obtener un folleto ¿Puede Alguien Realmente Saber con Seguridad? Su autor
anónimo dice que "El Señor Jesús quiso que sus seguidores estén seguros de
su salvación así ellos se regocijen más en la esperanza del cielo que en las
victorias sobre la tierra. 'Les he escrito estas cosas, a ustedes que creen en
el nombre del Hijo de Dios, para que sepan que tienen la vida eterna' (1Jn.
5,13)".
Como la mayoría de las citas bíblicas de éste y otros folletos, este
versículo puede querer decir justamente lo que el autor del folleto nos quiere
hacer creer. El admite, sin embargo, que hay una falsa seguridad: "El
Nuevo Testamento nos enseña que una genuina seguridad es posible y deseable,
pero también nos previene ya que podemos ser engañados por una falsa seguridad.
Jesús declaró: 'No son los que me dice "Señor, Señor", los que entrarán
en el Reino de los cielos' (Mat. 7,21)". Pero uno puede hallar verdadera
seguridad. "Primero, debes aceptar la obra de Cristo. Reconociendo tu
pecado (Rom. 3,23; 6,23) e imposibilidad de salvarte a ti mismo (Ef. 2,8-9),
pon tu esperanza en Jesucristo como tu Salvador personal (Heb. 16,13). Habiendo
hecho esto, tu salvación ya es real.
¡Esto es verdadera seguridad!
Una engañosa seguridad
¿Cómo puede un Fundamentalista saber si su experiencia de salvación fue
real, -esto es que haya funcionado? Sencillamente, no puede. Llevando una buena
vida después de haber sido "renacido" no prueba nada, ya que uno
puede pecar gravemente en un momento posterior. Y llevar una mala vida
inmediatamente después de haber sido salvado, no lo desaprueba, ya que los
pecados de uno son inmateriales. De todos modos, la doctrina parece casi inútil
porque, cuando se reflexiona seriamente sobre ella, parece hacer imposible la
misma seguridad que se supone que nos da.
Por otro lado, hay muchos otros versículos que refutan absolutamente la
noción de una seguridad infalible: "Castigo mi cuerpo y lo tengo sometido,
no sea que, después de haber predicado a los demás, yo mismo quede
descalificado" dice San Pablo (1Co. 9,27). Esto sigue a los versículos
donde S. Pablo exhorta a sus lectores a correr la carrera cristiana (de
Cristo). El se refiere a la carrera de la vida, siendo la línea final la
entrada al cielo.
Para llegar a esto, el autor del folleto de la "Clase Radial de
Biblia" dice que Pablo "no quiso perder la recompensa de servir y
satisfacer a su Señor a través de su flaqueza; el no temía perder su
salvación". Tal interpretación fuerza el pasaje (lee todo el capítulo 9 y
verás), y otros pasajes lo contradicen. Por ejemplo, Filipenses 2,12 dice:
"Por eso queridos míos, ustedes que siempre me han obedecido, trabajen por
su salvación con temor y temblor, no solamente cuando estoy entre ustedes, sino
mucho más ahora que estoy ausente". Esta no es una expresión de seguridad
total. Nuestra salvación es algo en lo que todavía se debe trabajar. San Pablo nos
dice también, "Porque todos debemos comparecer ante el tribunal de Cristo
(esto incluye a los cristianos que serán salvados e irán al cielo, cf. Mat.
25,31-45), para que cada uno reciba, de acuerdo con sus obras buenas o malas,
lo que mereció durante su vida mortal" (2 Co. 5,10); "porque el que
siembra en la carne, de la carne sólo recogerá la corrupción; y el que siembra
según el Espíritu, del Espíritu recogerá la vida eterna . No nos cansemos de
hacer el bien, porque la cosecha llegará a su tiempo si no desfallecemos"
(Gal. 6, 8-9).
Éstos versículos demuestran que seremos juzgados por lo que hacemos -y
no por un sólo acto de aceptación de Jesús como nuestro Salvador personal.
"Entonces", podríamos preguntar: "¿es suficiente ser 'alguien
que hace el bien' para obtener la salvación? ¡De ningún modo! La Biblia es
bastante clara al decir, para que ninguno de nosotros se gloríe, que no somos
salvados por nuestras obras, sino por el regalo de Dios de la gracia que
recibimos a través de la fe (Ef. 2,8-9).
Los Protestantes que citan Ef. 2, 8-9, como un texto-prueba están
justamente repitiendo la constante enseñanza da la Iglesia Católica. Yerran
cuando piensan que somos salvados por sólo la fe. (Fue Martin Luther quien, en
una deliberadamente incorrecta traducción de la Escritura, insertó la palabra
"sola" en Romanos 3,28 y Gálatas 2,16 y quitó el libro de Santiago
del Nuevo Testamento porque este (el libro) dice: "¿Quieres convencerte,
hombre insensato, de que la fe sin obras es estéril?...¿Ves cómo la fe no estaba
separada de las obras, y por las obras alcanzó la perfección?" (Santiago
2,20 y 22).
La enseñanza de la Biblia es que nuestras buenas obras -como resultado
de nuestra fe en Cristo- son real y verdaderamente la obra de Dios en nosotros
("Porque Dios es el que produce en ustedes el querer y el hacer, conforme
a su designio de amor" Fil. 2,13). En otras palabras, ambas, nuestra fe y
nuestras obras, son realizadas en nosotros no por nuestra justicia
separadamente de Cristo, sino que son regalos de la gracia de Dios en nosotros.
Es por eso que no podemos jactarnos aun cuando nuestras obras fueran nuestro
propio actuar únicamente.
Ahora bien, si es verdad que somos juzgados y premiados acorde con
nuestras buenas obras hechas por la gracia de Dios en la fe (cf. Rom. 2,6-7),
entonces no se puede decir que sólo la fe, en el sentido protestante (i.e. un
mero confiar en las promesas de Cristo) pueda ser suficiente para la salvación.
Si así fuere, no deberíamos preocuparnos por el papel de las obras, del cual,
como hemos visto, la Biblia hace incapié en que debemos ocuparnos (cf. 1Jn.
3,21-24; 4,20-21, Ap. 20,11-15).
El rol del Bautismo en la salvación
Recordemos que a Nicodemo le fue dicho por Cristo que debemos renacer
por el agua del Espíritu Santo (Jn 3,5). Los católicos sostienen, siguiendo a
la Biblia, que toda la frase "agua y el Espíritu Santo" es una
unidad; significa bautismo. Pero algunos Protestantes piensan que solo la
segunda parte de la frase es operativa. En el típico esquema Evangélico, el
agua no realiza absolutamente nada. El Espíritu Santo hace su trabajo, dicen,
convenciéndonos de pecado y mostrándonos que necesitamos depositar nuestra fe
en Cristo. Pero la necesidad del agua de bautismo está totalmente olvidada.
Aunque la mayoría de los Evangelistas y Protestantes miran al bautismo
como una disposición importante, al mismo tiempo están persuadidos que no es
necesario para la salvación. Es una buena cosa para hacer, una manera de
mostrar a los demás en al congregación de que ahora eres un Cristiano (y, por
supuesto, admiten todos que Jesús mandó a los creyentes bautizarse - aunque
meramente como un signo exterior), pero sostienen que no hay conexión entre
bautismo y salvación porque el bautismo en sí mismo no realiza nada en el alma.
Es la sincera e intelectual aceptación de Cristo que lo hace
todo -más o menos así lo piensan.
Desafortunadamente, no es esto lo que la Biblia enseña. San Pedro lo
explica de varias maneras: Primero, dice: "Conviértanse y háganse bautizar
en el nombre de Jesucristo para que les sean perdonados los pecados, y así
recibirán el don del Espíritu Santo" (Hech. 2,38), y también:
"...Dios esperaba pacientemente, en los días que Noé construía el arca. En
ella, unos pocos -ocho en total- se salvaron a través del agua. Todo esto es
figura del bautismo, por el que ahora ustedes son salvados, el cual no consiste
en la supresión de una mancha corporal, sino que es el compromiso con Dios de
una conciencia pura, por la resurrección de Jesucristo,..." (1Pe. 3,20-21)
Pedro es bastante claro al respecto: "Bautismo, por el que ahora son
salvados". Esto se refiere al sacramento del agua del bautismo el cual
Pedro lo compara a cómo la familia de Noé "se salvo a través del
agua". Si bien el bautismo no borra las manchas físicas de nuestros cuerpos,
nos salva limpiando nuestras almas por la gracia de Dios. San Pablo repite esto
cuando le dice a Tito: "...no por las obras de justicia que habíamos
realizado, sino solamente por su misericordia, él nos salvó, haciéndonos
renacer por el bautismo, y renovándonos por el Espíritu Santo. Y derramó
abundantemente ese Espíritu sobre nosotros por medio de Jesucristo, nuestro
Salvador, a fin de que, justificados por su gracia, seamos en esperanza
herederos de la vida eterna" (Tito 3,5-7).
¿Qué responder?
"¿Usted está salvado?", pregunta el fundamentalista. Un
católico le respondería: "Como la Biblia dice, ya estoy salvado (Rom.
8,24; Ef. 2,5-8), pero también estoy siendo salvado (1Co. 1,8; 2Co. 2,15; Fil.
2,12), y tengo la esperanza de que seré salvado (Rom. 5,9-10; 1Co.
3,12-15)". "Estoy redimido," responde el católico, "y como
el Apóstol Pablo, estoy trabajando por mi salvación con temor y temblor (Fil.
2,12), con esperanzada fe en las promesas de Cristo (Rom. 5,2; 2Tim. 2,11-13)
-pero no con una falsa y "absoluta" seguridad acerca de mi capacidad
de perseverar (2Co. 13,5). Y hago todo esto como la Iglesia Católica ha
enseñado, sin cambios, desde el tiempo de Cristo".
Nacidos "de lo alto", nacidos "de nuevo"...
¿qué significan estas palabras?
Católicos y protestantes coinciden en que para salvarse, tienen que
"volver a nacer". El mismo Jesús lo dijo: "En verdad, en verdad
te digo: el que no nace de nuevo no puede ver el Reino de Dios" (Jn 3,3).
Pero no todos entienden del mismo modo esta frase "nacer de nuevo".
Por ejemplo, cuando un Católico dice que ha "nacido de nuevo",
se refiere a la transformación que la gracia de Dios ha llevado a cabo en él
durante el Bautismo. Los Protestantes evangélicos comúnmente quieren decir algo
bastante distinto cuando hablan de "nacer de nuevo". Para la mayoría
de ellos, convertirse en un "nacido de nuevo" sucede de este modo: El
va hacia una "cruzada", donde un ministro pronuncia un emotivo
discurso, revelándole su necesidad de "renacer". "Si tú crees en
el Señor Jesucristo y crees que él murió por nuestros pecados, serás
"nacido de nuevo", dice el predicador. Así el discípulo hace una
"decisión por Cristo" y en el altar son convocados por el ministro a
dirigir la "oración del Pecador". Entonces el ministro dice a todos
los que rezaron la oración del pecador que ellos han sido salvados,
"nacidos de nuevo". ¿Pero el ministro tiene razón? No, no
de acuerdo a la Biblia.
Los nombres del nuevo nacimiento
Regeneración (ser "nacido de nuevo") es la transformación de
la muerte a la vida que sucede en nuestras almas cuando nos acercamos a Dios
por primera vez y somos justificados. El nos limpia de nuestros pecados y nos
da una nueva naturaleza, rompiendo el poder del pecado sobre nosotros para que
ya no seamos más esclavos, sino sus enemigos quienes debemos combatirlo como
parte de la vida cristiana. (cf. Rom. 6:1; Ef. 6:11).
El menos común de estos términos es, irónicamente, "nacido de
nuevo". De hecho, uno puede preguntarse si aparece alguna vez en la
Biblia. La frase griega traducida a menudo como "nacido de nuevo",
(gennatha anothen) aparece sólo dos veces en la Biblia: Jn 3, 3 y 3, 7; y por
eso nos preguntamos cómo debe ser traducida. La palabra griega
"anothen" puede ser traducida algunas veces como "de
nuevo", pero en el Nuevo Testamento frecuentemente significa "de lo
alto". De hecho, en la Versión "King James" las dos únicas veces
que aparece la traducción "de nuevo" es en Jn 3, 3 y 3, 7; todas las
otras veces se le da una diferente interpretación.
Otro término inusual es "regeneración". Cuando se refiere a
algo que ocurre en la vida de cada creyente, solamente aparece en un pasaje de
la Escritura, Tito 3, 5. En un sentido más general el fenómeno del nuevo
nacimiento es descripto como la recepción de nueva vida (Rom 6,3), la recepción
de la circuncisión del corazón (Rom 2, 29, Col 2, 11- 12), y la transformación
en una "nueva creatura" (2 Cor 5, 17; Gal 6, 15).
Regeneración en Juan 3
Pero estas diferentes formas de hablar de "nacer de nuevo"
tienen una cosa en común. Todas ellas señalan una misma cosa como causa de la
regeneración: el Bautismo. En griego "nacido del agua y del Espíritu"
se dice literalmente "nacido de agua y Espíritu," indicando un
nacimiento de agua y Espíritu, más que "nacido de agua y del
Espíritu," como si esto significara un nacimiento del agua y otro del
Espíritu.
Cristo está hablando aquí del renacimiento del agua-y-Espíritu que tiene
lugar en el Bautismo, cuando el pecador arrepentido es transformado de un
estado de pecado al estado de gracia. Pedro mencionó esta transformación del
pecado a la gracia cuando exhortó al pueblo "que cada uno de vosotros se
haga bautizar en el nombre de Jesucristo, para remisión de vuestros pecados; y
recibiréis el don del Espíritu Santo" (Hch 2,38). El contexto de las sentencias
de Jesús en Juan 3 deja en claro que se está refiriendo al agua del Bautismo.
Hay que destacar que poco antes que Jesús enseñase a Nicodemo sobre la
necesidad y el efecto regenerador del Bautismo, El mismo fue bautizado por Juan
el Bautista, en circunstancias portentosas: Jesús se sumerge en el agua, cuando
El es bautizado se abren los cielos, el Espíritu Santo desciende sobre El en
forma de paloma, y la voz de Dios Padre habla desde el cielo diciendo
"Este es mi Hijo amado" (cf. Mt 3, 13: Rom 6, 3); nosotros resurgimos
del agua, simbolizando nuestra resurrección con Cristo una vida nueva (Rom 6,
4; Cor 12, 13; Gal 3, 27); y hemos sido hechos hijos adoptivos de Dios (Rom 8,
15). Después que Nuestro Señor enseñara que es necesario ser nacido de lo alto
por agua y Espíritu para salvarse (Jn 3, 1) "permaneció con ellos en Judea
y bautizaba" ( Jn 3, 22).
Y también Iglesia primitiva atestigua que la cita de Jn 3, 5 se refiere
a la regeneración bautismal. Esto fue universalmente reconocido por los primeros
cristianos, y enseñado unánimemente por los Padres de la Iglesia.
He aquí algunos ejemplos. En el 151 D.C. Justino Mártir escribió,
"A todos aquellos que están persuadidos y creen que lo que nosotros
(cristianos) enseñamos y decimos es verdadero...los llevamos donde está el agua
y son regenerados del mismo modo que nosotros hemos sido regenerados. Entonces
ellos reciben el baño de agua en el nombre de Dios Padre...y de nuestro
Salvador Jesucristo, y del Espíritu Santo (Mt. 28,19). Porque Cristo también dijo,
'el que no nace de nuevo no puede entrar en el reino delos Cielos' (Jn 3,
3)". (I Apología, 61)
Alrededor del 190 D.C., Ireneo, Obispo de Lyon, escribió: "'Y
(Naaman) se sumergió...siete veces en el Jordán' (IIR 5,14). No por nada
Naaman, enfermo de lepra, fue purificado al ser bautizado, sino para enseñarnos
que nosotros, leprosos por el pecado, quedamos limpios, por medio del agua
sagrada y de la invocación del Señor, de nuestras antiguas transgresiones, y
somos regenerados espiritualmente como niños recién nacidos, según lo declaró
el Señor: 'El que no nazca de agua y de Espíritu no puede entrar en el reino de
Dios' (Jn 3,5)" (Fragmento 34).
En el año 252, Cipriano, Obispo de Cartago, dijo que cuando los
convertidos al Cristianismo "reciben el Bautismo de la Iglesia...entonces
ellos quedan plenamente santificados y son hechos hijos de Dios...pues está
escrito: 'El que no nazca de agua y de Espíritu no puede entrar en el reino de
Dios' (Jn 3,5)" (Cartas 71[72]:1).
Agustín escribió: "Desde el momento en que Jesús dijo: 'Excepto que
un hombre nazca de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de los
Cielos (Jn 3,5), y en otro lugar: 'El que pierde su vida por Mí la encontrara'
(Mt 10, 39) nadie se convierte en miembro de Cristo a no ser por el Bautismo en
Cristo o muriendo por El" (Sobre el alma y su origen 1,10 [D.C.419]).
Agustín también enseñó que "es el Espíritu quien hace posible a un
niño ser regenerado...cuando el niño es llevado al Bautismo; y es a través del
Espíritu que el niño así presentado "nace de nuevo". Porque no está
escrito 'a menos que un hombre sea nacido de nuevo por voluntad de sus padres'
o 'por la fe de aquellos que lo presentan o de quien lo bautiza'; sino 'a menos
que un hombre nazca de nuevo del agua y del Espíritu Santo' (Jn 3,5). El agua,
manifestando exteriormente el sacramento de la gracia, y el Espíritu efectuando
interiormente el beneficio de la gracia, ambos regenerando en Cristo a aquel
hombre que fue engendrado de Adán" (Cartas 98:2 [A.D. 408]).
La regeneración en el Nuevo Testamento
La misma verdad de que la regeneración viene a través del Bautismo es
confirmada en otro pasaje de la Biblia. Pablo nos recuerda que Dios "nos
salvó, no a causa de obras de justicia que hubiésemos hecho nosotros, sino
según su misericordia, por medio del lavado de la regeneración y renovación del
Espíritu Santo" (Tito 3,5).
Pablo también dijo "¿Ignoráis acaso que cuantos fuimos bautizados
en Cristo Jesús, en su muerte fuimos bautizados? Por eso fuimos, mediante el
bautismo, sepultados junto con El en la muerte, a fin de que como Cristo fue
resucitado de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros
caminemos en nueva vida." (Rom 6,3-4). De hecho, la enseñanza de que
nosotros en el bautismo nos unimos a la muerte y resurrección de Cristo de modo
que podamos morir al pecado y recibir nueva vida a través de la resurrección
espiritual, es una parte clave de la teología de San Pablo. En Col 2,11ss:
"Y a vosotros, los que estabais muertos por los delitos y por la incircuncisión
de vuestra carne, os dio vida juntamente con El" (NIV). Es de notar el
énfasis que Pablo pone en este pasaje sobre nuestra resurrección bautismal y
nueva vida con Cristo.
Los efectos del Bautismo
Con frecuencia la gente olvida el hecho de que el bautismo nos da nueva
vida - nuevo nacimiento, porque tiene una visión pobre de la gracia que Dios
nos da a través del Bautismo, pensando que es un mero símbolo. Pero la
Escritura es clara, el bautismo es mucho más que un mero símbolo.
En Hch 2, 38 Pedro nos dice: "Arrepentíos, y bautizaos cada uno de
vosotros en el nombre de Jesucristo para remisión de vuestros pecados; y
recibiréis el don del Espíritu Santo". Cuando Pablo se convirtió, le fue
dicho "Ahora pues, ¿por qué te detienes? Levántate, bautízate y lava tus
pecados, invocando su nombre" (Hch 22,16).
Pedro también dijo, "una vez fueron rebeldes cuando los esperaba la
longanimidad de Dios en los días de Noé, mientras se construía el arca, en la
cual algunos pocos, a saber ocho personas, fueron salvados a través del agua;
cuyo antitipo, el bautismo -que consiste, no en la eliminación de la inmundicia
de la carne, sino en la demanda a Dios de una buena conciencia- os salva ahora
también a vosotros por la resurrección de Jesucristo" (I Pe 3, 20). Así
como esas ocho personas se salvaron "a través del agua", lo mismo
para los cristianos, "el Bautismo... os salva ahora"! Esto no se hace
por la acción física del agua ("consiste no en la eliminación de la
inmundicia de la carne"), sino por el poder de la resurrección de
Jesucristo, a través de los efectos espirituales del bautismo y de la súplica
que hacemos a Dios para que nuestras conciencias sean purificadas. Estas citas
nos muestran el poder sobrenatural que Dios ha dado al bautismo, y nos sitúan
en un contexto que nos permite entender los pasajes del Nuevo Testamento que
hablan de la vida nueva que se recibe en el Bautismo. El Bautismo no es un mero
símbolo; es un canal de la gracia redentora de Dios.
Opinión de los Protestantes sobre la regeneración
Martín Lutero escribió en su breve catecismo que el bautismo "obra
el perdón de los pecados, libera de la muerte y del demonio, y trae vida eterna
a todos los creyentes." Su reconocimiento de que la Biblia enseña la
regeneración bautismal ha sido mantenido por los Luteranos y algunas otras
denominaciones protestantes. También destacados individuos, incluídos los
teólogos Bautistas George R. Beasley-Murray y Dale Moody, reconocieron que la
Biblia enseña la regeneración bautismal.
Muchos protestantes han abandonado esta enseñanza bíblica,
substituyéndola por teorías sobre la regeneración hechas por los hombres.
Hay dos posiciones principales sostenidas por quienes niegan la
enseñanza de la Escritura de que uno es nacido de nuevo a través del bautismo:
La posición "Evangelista", común entre los Bautistas, y la posición
"Reformada", común entre los presbiterianos. Los evangelistas dicen
que uno es nacido de nuevo en el mismo momento en que comienza a tener fe en
Cristo. De acuerdo a esta teoría, la fe en Cristo produce la regeneración. La
posición reformada es todo lo contrario: la Regeneración produce la fe en
Cristo. Protestantes reformados (por ejemplo Calvinistas, algunos de los cuales
se llaman "evangélicos") suponen que Dios "secretamente"
regenera a las personas, aunque ellas no se enteren de esto, y causa en ellos
la fe en Cristo.
Los evangélicos argumentan que si una persona ha puesto su fe en Cristo
debe, como consecuencia directa, ser nacido de nuevo: su fe habrá producido la
regeneración. Los Calvinistas, por otra parte, argumentan que si una persona ha
puesto su fe en Cristo, debe necesariamente, nacer de nuevo, porque la
regeneración produce la fe.
Para defender estas teorías, Evangélicos y Calvinistas tratan de
explicar los muchos e inequívocos versículos en la Biblia que evidentemente
enseñan la regeneración bautismal. Una estrategia es decir que el agua en Juan
3, 5 no se refiere al bautismo sino al liquido amniótico presente en el
alumbramiento. Lo absurdo es que Jesús estaría diciendo, "Debes nacer del
liquido amniótico y del Espíritu." Aún el respetado "Glosario Griego
Protestante", "Diccionario Teológico del Nuevo Testamento" de
Kittel, demuestra que en ninguna parte, el griego antiguo, Los setenta, o el
Nuevo Testamento en la versión Griega, cuando dicen agua (Griego:
"hudor") se refieren al liquido amniótico.
Evangelistas y Calvinistas tratan de justificar su postura con los otros
versículos donde la nueva vida es atribuida al bautismo sea ignorándolos o
argumentando que no se está hablando realmente del agua del Bautismo. El
problema para ellos es que el agua es explícitamente mencionada o implicada en
cada uno de esos versículos.
Por ejemplo, en Hch 2,38 las personas son exhortadas a tomar una acción:
"Bautizaos ...en el nombre de Jesucristo", lo cual no hace referencia
a un bautismo interno administrado por el mismo bautizado. Hch 22,16 nos relata
la conversión de Pablo, "Luego se levantó y fue bautizado. Tomó después
alimento y se fortaleció. Por algunos días estuvo con los discípulos en
Damasco" (Hch 9,18) En I Pedro 3, el agua es mencionada dos veces
comparando el bautismo con el diluvio, donde ocho fueron "salvados a
traves de las aguas" y notando que el "bautismo ahora nos salva"
por el poder de Cristo más que por la acción física del agua "removiendo
la inmundicia de la carne..."
La posición de una regeneración anti-bautismal es simplemente
insostenible. Más aún, ni siquiera tiene fundamento bíblico. Por eso, la
respuesta a la pregunta "¿los católicos somos nacidos de nuevo?" es
SI. Ya que todos los católicos han sido bautizados, todos los católicos han
nacido de nuevo. Los Católicos deberían preguntar a los Protestantes
"¿Ustedes han nacido de nuevo según el modo de la Biblia?". Si el
Protestante no ha sido propiamente bautizado con agua, entonces no ha
"nacido de nuevo", según el modo de la Biblia, independientemente de
lo que él pueda pensar.
Cómo explicar el Purgatorio a los protestantes
"La Iglesia Católica tiene esta extensa doctrina del purgatorio,
inventada en la Edad Media. La Iglesia incluso solía vender indulgencias para
acortar el tiempo que uno pasaría en el purgatorio en un número fijo de días.
Esta doctrina se basa en libros que no pertenecen a la Biblia. No hay lugar o
región en el más allá para los salvados, excepto el cielo. No hay dolor en el
más allá, y en el mismo minuto en que morimos vamos al cielo, como dice Pablo,
'Estar ausente del cuerpo es estar presente con Cristo', orar por las personas
en el purgatorio no tiene sentido. Peor aún, contradice la suficiencia de la
obra de Cristo. Es completamente antibíblica. Ningún protestante podría creer
en ella."
¿Qué diría usted?
Bueno, lo primero que debería decir es "¡Epa! ¡Tranquilo! Un
argumento por vez, ¿de acuerdo?" Entonces considere con él sus argumentos
en forma individual...
1. "LA IGLESIA CATOLICA TIENE ESTA EXTENSA DOCTRINA DEL
PURGATORIO".
Esto es bien falso. Como ilustración, la sección acerca del purgatorio
en el Catecismo de la Iglesia Católica consta de sólo tres párrafos (CIC
1030-1032). En esencia, hay sólo tres puntos acerca del tema, sobre los cuales
insiste la Iglesia Católica: (1) que hay una purificación después de la muerte,
(2) que esta purificación involucra algún tipo de dolor o incomodidad, y (3)
que Dios asiste a los que atraviesan esta purificación, en respuesta a las
acciones de los que están vivos. Entra las cosas acerca de las cuales la
Iglesia no insiste están las ideas de que el purgatorio es un lugar o que dura
tiempo, como veremos más abajo.
2. "INVENTADA EN LA EDAD MEDIA".
La idea de que el purgatorio es una invención tardía es similarmente
falsa. De hecho, ha sido parte de la religión verdadera desde el tiempo de
Cristo. Se atestigua acerca de ella no sólo en 2 Macabeos, que da testimonio
directamente de la creencia (ver más abajo), sino en otros libros judíos
precristianos, como La Vida de Adán y Eva, que dice que Adán será liberado del
purgatorio en el Ultimo Día.
Era también parte de la verdadera religión en tiempos de Jesús, como
muestran los escritos del Nuevo Testamento. Y ha sido parte de la verdadera
religión siempre desde los tiempos de Cristo, como también muestran los
escritos de los Padres de la Iglesia (ver el folleto de Respuestas Católicas:
"Los Padres Saben Mejor: El Purgatorio").
No sólo los católicos creen en esta purificación final, sino que también
lo hacen los ortodoxos orientales (aunque frecuentemente no usan el término
"purgatorio" para referirse a ella), al igual que los judíos
ortodoxos. De hecho, hoy en día, cuando muere un ser querido de una persona
judía, ésta reza una oración conocida como el Qaddish del apenado, durante los
once meses siguientes a la muerte, por la purificación de la persona amada.
Como la doctrina del purgatorio fue sostenida por judíos precristianos,
judíos postcristianos, católicos y ortodoxos orientales, nadie pensó en negarla
hasta la reforma protestante, y es así que sólo los protestantes la niegan hoy
en día.
3. "LA IGLESIA INCLUSO SOLIA VENDER INDULGENCIAS PARA ACORTAR EL
TIEMPO QUE UNO PASARIA EN EL PURGATORIO EN UN NÚMERO FIJO DE DIAS".
Acerca de este argumento, primero señale que en realidad trata acerca de
las indulgencias, que es un tema separado (ver mi artículo, "Introducción
a las Indulgencias"). Si alguien desea realmente escuchar lo que los
católicos tienen para decir acerca de sí mismos, se debe tratar con un tema por
vez, no varios a la vez en una especie de enfoque "a quemarropa" de
la apologética.
En segundo lugar, las indulgencias nunca fueron vendidas. En determinado
tiempo, durante un período de quizás doscientos años, era posible dar una
donación caritativa a determinada causa, como un fondo para construir un
orfanato o un templo, como una de las maneras en las que una indulgencia podría
ser obtenida. No es diferente de lo que hacen los ministerios protestantes que
ofrecen algo a cambio de una contribución caritativa u "ofrenda de
amor" a una causa meritoria. Sin embargo, a causa del escándalo que los
protestantes produjeron, hace más de cuatrocientos años (poco después del
Concilio de Trento) la Iglesia prohibió la donación caritativa como medio de
obtener indulgencias.
En tercer lugar, los protestantes suelen confundirse acerca del número
de "días" que solían estar asociados a las indulgencias. No tienen
nada que ver con el tiempo en el purgatorio. Las indulgencias originariamente
surgieron como una manera de acortar el período de penitencia en la tierra. El
número de "días" asociado a las indulgencias no era entendido como
acortando el tiempo en el purgatorio, sino facilitando la purificación luego de
la muerte de una manera análoga a la reducción del período penitencial terrenal
durante el número de días indicado.
En cuarto lugar, como algunas personas se confundían pensando que el
purgatorio era reducido en un número dado de días mediante una indulgencia, la
Iglesia abolió el número de "días" asociado a las indulgencias,
específicamente para eliminar esta confusión.
En quinto lugar, la razón por la cual los "días" nunca fueron
entendidos literalmente como días de descuento del purgatorio, es que los
teólogos medievales, tales como Santo Tomás de Aquino, que vivían precisamente
en el período en el que estos "días" se asociaban a las indulgencias,
fueron muy claros acerca del hecho de que el tiempo no funciona de la misma
manera en el más allá, que como lo hace aquí. De hecho, tenían un término
especial para él, y contrastaban tres diferentes modalidades temporales- el
curso ordinario de eventos que experimentamos aquí en la tierra, llamado
"tiempo"; el presente perpetuo que experimenta Dios, llamado "eternidad";
y el estado intermedio, no tan bien entendido, experimentado por los que están
en el más allá, conocido como "eviternidad".
De modo que la Iglesia nunca ha dicho que el purgatorio involucre el
mismo tipo de tiempo que experimentamos aquí en la tierra, o incluso cualquier
tiempo en absoluto. Por eso el cardenal Joseph Ratzinger, que no es ningún
teólogo liberal, escribe que el purgatorio puede involucrar duración
"existencial" más bien que "temporal" (ver el libro
"Escatología", de Ratzinger). Puede ser algo que uno experimenta,
pero que lo experimenta en un momento, en lugar de algo que uno atraviesa a
través del tiempo.
4. "ESTA DOCTRINA SE BASA EN LIBROS QUE NO PERTENECEN A LA
BIBLIA".
Cuando un protestante dice esto, tiene en mente 2 Macabeos 12, donde
Judas Macabeo y sus hombres oran por sus camaradas caídos que "se habían
dormido en la justicia", de modo que pudieran ser "librados de sus
pecados" en el más allá, y que era un "santo y piadoso
pensamiento" que hicieran esto.
Por lo tanto 2 Macabeos apoya la oración por los muertos para que éstos
puedan ser librados de las consecuencias de sus pecados (ya que lo que tenían
en mente necesariamente eran las consecuencias del pecado, ya que no se peca en
el más allá). Como no es placentero estar sujeto a las consecuencias de los
pecados de uno, podemos inferir algún tipo de dolor o incomodidad, y por lo
tanto la doctrina completa del purgatorio-una purificación (liberación) luego
de la muerte, que involucra algún tipo de dolor o incomodidad, y que puede ser
asistida por las oraciones de los vivos.
Sin embargo, si bien 2 Macabeos 12 ciertamente enseña la doctrina del
purgatorio, la doctrina de ninguna manera está "basada en" ese
pasaje. Esta doctrina puede ser sostenida por numerosos pasajes en el Nuevo
Testamento, pero más fundamentalmente (y esto es lo que usted debería señalar a
los protestantes), puede ser deducida de los principios de la teología
protestante por sí sola.
Vea, los protestantes son muy firmes (de hecho, insistentes) acerca del
hecho de que continuamos pecando hasta el fin de esta vida a causa de nuestra
naturaleza corrompida. Sin embargo, son igualmente insistentes (si los
presiona) acerca del hecho de que no pecaremos en el cielo porque ya no
tendremos una naturaleza corrompida. Por lo tanto entre la muerte y la gloria
tiene que haber una santificación-una purificación-de nuestra naturaleza.
Esta purificación quizás no transcurra en el tiempo, pero como hemos
visto, esto no es obstáculo para la doctrina del purgatorio. Permanece el hecho
de que entre la muerte y la gloria debe haber una purificación, y eso es por
definición el purgatorio-la purificación final o, para decirlo en términos más
protestantes, "la santificación final" o "el último tramo de la
santificación".
5. "NO HAY LUGAR O REGION EN EL MAS ALLA PARA LOS SALVADOS, EXCEPTO
EL CIELO."
Bueno, quizás esto sea verdad. La Iglesia enseña que el purgatorio es la
purificación final, pero no que tenga lugar en alguna región especial del más
allá. Así como no sabemos cómo funciona el tiempo en el más allá-lo que
significa que el purgatorio quizás no lleve tiempo- tampoco sabemos cómo
funciona el espacio en el más allá, especialmente para las almas
desencarnadas-lo que significa que el purgatorio podría no ocurrir en un lugar
en especial.
La purificación final puede tener lugar en la presencia inmediata de
Dios (hasta donde la presencia de Dios pueda ser descripta en términos
espaciales). De hecho, en su libro acerca de la escatología, el cardenal Joseph
Ratzinger describe el purgatorio como un ardiente y transformador encuentro con
Cristo y su amor:
"El purgatorio no es, como pensaba Tertuliano, una especia de campo
de concentración supramundano donde uno es forzado a sobrellevar castigos de
una manera más o menos arbitraria. Más bien es el proceso de transformación
internamente necesario, por el cual una persona se vuelve capaz de Cristo,
capaz de Dios [es decir, capaz de la unión total con Cristo y Dios], y por lo
tanto capaz de unidad con toda la comunión de los santos. El simple hecho de
considerar a las personas con cierto grado de realismo, es darse cuenta de la
necesidad de un proceso así. No reemplaza la gracia por las obras, pero permite
a la primera lograr su victoria total precisamente como gracia. Lo que de hecho
salva es el consentimiento pleno de la fe. Pero en la mayoría de nosotros, esa
opción básica está enterrada bajo una gran cantidad de madera, heno y paja.
Sólo con dificultad puede salir desde abajo del entramado de un egoísmo que
somos incapaces de demoler con nuestras propias manos. El hombre es el receptor
de la divina misericordia, pero esto no lo libera de la necesidad de ser
transformado. El encuentro con el Señor es esta transformación. Es el fuego que
consume nuestra escoria y nos transforma para ser vasos de eterno gozo".
Por lo tanto, de acuerdo con la manera en que Ratzinger explica la
doctrina, somos sacados de esta vida, a la unión directa con Jesús, su ardiente
amor y santidad consume toda la escoria e impurezas de nuestras almas y nos
hace aptos para la vida en la gloriosa e insuperable luz de la presencia y
santidad de Dios.
6. "NO HAY DOLOR EN EL MAS ALLA".
Este argumento es bien falso. No es cierto que no haya dolor en el más
allá, ni siquiera para los salvados. Se nos dice que un día, en el orden
eterno, "El secará todas sus lágrimas, y no habrá más muerte, ni pena, ni
queja, ni dolor, porque todo lo de antes pasó"." (Apocalipsis 21, 4)
- pero note cuándo ocurre esto: en el orden eterno, luego del descenso de la
Nueva Jerusalén y de la terminación de los actuales cielos y tierra.
Antes de ese tiempo, la Escritura no nos da ninguna promesa de que
estaremos libres de todo dolor. De hecho, indica justo lo opuesto. Pablo nos
dice:
"en definitiva, sea que vivamos en este cuerpo o fuera de él,
nuestro único deseo es agradarlo. Porque todos debemos comparecer ante el
tribunal de Cristo, para que cada uno reciba, de acuerdo con sus obras buenas o
malas, lo que mereció durante su vida mortal. Por lo tanto, compenetrados del
temor del Señor, tratamos de persuadir a los hombres". (2 Corintios 5,
9-11)
Pablo afirma que por temor del Señor, trata de agradar a Dios porque
todos compareceremos delante de Dios para ser juzgados acerca de si lo que
hemos hecho es bueno o malo. Por lo tanto la perspectiva de aparecer delante
del tribunal de Cristo es algo temible, aun para los cristianos.
Esto es algo que reconocen incluso los protestantes. Por ejemplo, en su
serie A Través de la Biblia (sobre Romanos 14 en este caso), el predicador
protestante J. Vernon McGee comentaba que no estaba ansioso por llegar al
tribunal de Cristo, porque en su tribunal Jesucristo iba a tomar aparte a J.
Vernon McGee, que es ciertamente algo que Cristo apoya, diciendo a sus
discípulos (los cristianos):
"Sobre él se puede edificar con oro, plata, piedras preciosas,
madera, pasto o paja: la obra de cada uno aparecerá tal como es, porque el día
del Juicio, que se revelará por medio del fuego, la pondrá de manifiesto; y el
fuego probará la calidad de la obra de cada uno. Si la obra construida sobre el
fundamento resiste la prueba, el que la hizo recibirá la recompensa; si la obra
es consumida, se perderá. Sin embargo, su autor se salvará, como quien se libra
del fuego". (1 Corintios 3, 12-15)
Esto claramente se aplica a los salvados, ya que Pablo lo dice ("su
autor se salvará"), pero no indica que este examen de la vida sea algo
divertido, ya que como Pablo también dice, la obra de la persona en cuestión
"es consumida" y que "se perderá" y aunque él se salvará,
será "como quien se libra del fuego". Ni falta que hace decir que ver
que la obra de la vida de uno se consume en llamas, que se pierde cuando uno
esperaba "recibir una recompensa", y escapar a través de las llamas,
no es algo divertido.
Por lo tanto el día en que recibimos nuestro juicio particular al fin de
la vida no será divertido en tanto que nuestras obras no sean buenas. Esto
claramente muestra la realidad del dolor y la incomodidad luego de la muerte
pero antes de la inauguración del orden eterno.
Ahora bien, algunos protestantes intentan una estratagema para dar un
rodeo a este pasaje, diciendo que son nuestras obras las que son probadas. Es
cierto que superficialmente, en este pasaje Pablo dice que nuestras obras serán
probadas por medio del fuego. Pero esto no cambia nada, ya que sentiremos
existencialmente cómo nuestras obras son probadas y consumidas. Es por esto que
Pablo dice que aquel cuyas obras resistan "recibirá la
recompensa"-algo que sentirá-y que aquel cuyas obras sean consumidas
sufrirá su pérdida-nuevamente, algo que sentirá.
Por eso Pablo corona el pasaje diciendo que el salvado que sufra esa
pérdida, se salvará solamente "como quien se libra del fuego"-la
imagen de un hombre escapando de un edificio en llamas, que es precisamente a
lo que Pablo se refería-la iglesia local como un edificio construido por
hombres, ya sea con materiales a prueba de fuego o con materiales que serán
consumidos (ver el contexto previo). Por lo tanto la imagen de un hombre que ha
construido su propia iglesia local incorrectamente, y luego ve su obra-el
edificio que ha construido-consumida por el fuego, de modo que tiene que huir
de él entre las llamas para escapar.
Por lo, si bien Pablo dice que nuestras obras (el edificio que
construimos) serán probadas en el fuego, visualiza las llamas tocándonos a
nosotros mismos si nuestro edificio se incendia y estamos obligados a huir de
él. Por lo tanto, bajo esta metáfora en Pablo, nuestras obras son probadas,
nosotros mismos sentimos las consecuencias de este examen de la manera más
dolorosa posible, ya que no es divertido tener que escapar de un edificio en
llamas mientras el trabajo de su vida se desploma alrededor de usted.
7. "DICE PABLO, 'ESTAR AUSENTE DEL CUERPO ES ESTAR PRESENTE CON
CRISTO'."
Este es virtualmente el mantra de algunas personalidades protestantes de
la radio. Sin embargo, es total y completamente falso. Pablo no dijo
"Estar ausente del cuerpo es estar presente con Cristo". Lo que en
realidad dijo fue:
"[6] Por eso, nos sentimos plenamente seguros, sabiendo que habitar
en este cuerpo es vivir en el exilio, lejos del Señor; [7] porque nosotros
caminamos en la fe y todavía no vemos claramente. [8] Sí, nos sentimos
plenamente seguros, y por eso, preferimos dejar este cuerpo para estar junto al
Señor; en definitiva, sea que vivamos en este cuerpo o fuera de él, nuestro
único deseo es agradarlo. [10] Porque todos debemos comparecer ante el tribunal
de Cristo, para que cada uno reciba, de acuerdo con sus obras buenas o malas,
lo que mereció durante su vida mortal. [11] Por lo tanto, compenetrados del
temor del Señor, tratamos de persuadir a los hombres. Dios ya nos conoce
plenamente, y espero que también ustedes nos conozcan de la misma manera."
(2 Corintios 5, 6-11)
Obsérvese que Pablo está hablando de sí mismo mediante el plural
"nosotros" en este pasaje, como lo muestra en el versículo 11,
mencionando su ministerio evangelizador, y contrastando el "nosotros"
que trata de persuadir a los hombres, con la esperanza de que
"ustedes" también tengan el mismo conocimiento. Sus palabras
claramente tienen aplicación para otras personas en general, pero está hablando
primariamente de sí mismo.
Por lo tanto lo que Pablo dice aquí (v. 6) es que él sabe que mientras
está en el cuerpo está lejos del Señor, lo que es ciertamente algo verdadero y
que ningún católico negaría. No estamos en la presencia inmediata,
desenmascarada, visible, de Cristo en esta vida. De modo que a este versículo,
un católico puede responder simplemente, "¿Y qué? ¿Quién no sabe
eso?"
Pablo entonces afirma (v. 8) que preferiría estar fuera del cuerpo y junto
al Señor. Esto es lo que las personalidades radiales protestantes hacen pasar
como "estar fuera del cuerpo es estar junto a Cristo". Esto no es lo
que Pablo dijo.
Primero que nada, está hablando acerca suyo, recordemos, no acerca de
las personas en general. Hay unos cuantos cristianos, y para ser francos, la
mayoría de ellos, que preferirían mucho más estar presentes en el cuerpo que
morir e ir a estar con Jesús. La preferencia de Pablo de morir para estar con
Jesús en lugar de vivir para permanecer en el cuerpo no es para nada un
sentimiento universal entre los cristianos.
En segundo lugar, está expresando un deseo. Desea que algo pase. Pero
hay una gran diferencia entre decir que uno desea que algo pase, y decir que
pasará infaliblemente.
En tercer lugar, hay una diferencia aún mayor entre decir que uno desea
que dos cosas pasen y decir que cuando una ocurra la otra ocurrirá
instantáneamente. Por ejemplo, si yo como persona no casada dijera "Quiero
ir a casa y cenar", no querría decir que en el instante en que llegue a
casa estaré cenando. Como no estoy casado, antes de que pueda cenar tendré que
preparar la cena. Hay obviamente cierto diferimiento temporal entre mi llegada
a casa y mi cena. Lo mismo podría decirse en el caso de una persona que dice "Quiero
ir a casa y ver mi programa favorito". Cuando uno llega a casa, no
significa que uno está instantáneamente mirando su programa favorito. De hecho,
pueden pasar horas antes de que se emita su programa favorito.
Y obsérvese que en la parábola de Lázaro y el hombre rico, Jesús muestra
al alma del fallecido siendo llevada por los ángeles a su lugar de descanso
(Lucas 16, 22). Obviamente, bajo esta imagen, se describe cierto tiempo de
transporte.
En cuarto lugar, tampoco se deduce, aún si una cosa automáticamente
sigue a la otra, que las dos son idénticas. Si B se sigue de A, no garantiza la
afirmación de que A sea B; sin embargo ésta es precisamente la manera en que
las personalidades radiales protestantes retuercen el lenguaje de Pablo cuando
declaran, "Pablo dice, 'Estar ausente del cuerpo es estar presente con el
Señor'." Ellos lo dicen de tal modo que parece una cita directa, no un
resumen, y como mucha gente nunca busca el versículo para ver qué dice Pablo
realmente, nunca se dan cuenta de que no es una cita directa, y son guiados
erróneamente a pensar que la Escritura dice algo que no dice.
Por eso este (inexacto) resumen del lenguaje de Pablo ha pasado al
ámbito de los mitos. Es uno de esos versículos míticos que la gente ha oído
tantas veces que piensan que la Biblia lo dice aunque en realidad no es así
(por ejemplo, "Escatimar la vara y arruinar al chico", "El león
se acostará con el cordero", entre los pentecostales: "Hablar en
lenguas es la evidencia del bautismo en el Espíritu Santo", y el rey de todos
los versículos míticos: "El ayuda a quienes se ayudan a sí mismos").
Las personalidades radiales protestantes por lo tanto contribuyen no sólo a la
ignorancia bíblica de la sociedad al decir esto, sino a las afirmaciones
bíblicas erróneas.
En quinto lugar, es especialmente irónico que este pasaje sea usado para
desaprobar el purgatorio ya que habla (v. 9, 10, 11) de la necesidad de agradar
al Señor en esta vida porque cuando estemos ausentes del cuerpo y presentes con
el Señor tendremos que "comparecer ante el tribunal de Cristo" para
rendir cuentas de todo lo que hemos hecho en nuestra vida en el cuerpo, lo que
Pablo dice que lo motiva ya que es alguien "compenetrado del temor del
Señor". De modo que uno puede decir: "¿Quiere usted estar ausente del
cuerpo e instantáneamente presente con Cristo? ¡Magnífico1 ¡Bien por usted!
Pero lo que va a pasar cuando usted esté ausente del cuerpo y presente con
Cristo-como muestra este pasaje-es el juicio particular, en el cual usted
rendirá cuenta de cada uno de sus hechos y sus obras serán probadas en el
fuego".
En cualquier caso, la primera cosa que usted debería señalar a un
protestante que recurre al "ausente del cuerpo/presente con Jesús" es
"Eso no es lo que Pablo dijo. Lo que él realmente dijo es que él 'preferiría
estar fuera del cuerpo y presente con el Señor'. Pero hay una gran distancia
entre la afirmación 'Deseo A y B' y la afirmación 'Todo el que hace A
instantáneamente hará B', y más aún 'A es B'!"
La segunda cosa que usted debería señalar es: "¡Eh! Recuerde: el
purgatorio puede ser instantáneo. De modo que si estuviéramos instantáneamente
en la presencia de Cristo luego de la muerte (contrariamente a la ilustración
de Cristo de ser llevados por ángeles a nuestro destino), ¿qué hay con eso?
Esto no hace diferencia alguna en la posición católica, ya que el tiempo no
funciona de la misma manera en el más allá, y el purgatorio podría ser
simplemente una transformación instantánea "en un abrir y cerrar de
ojos".
8. "ORAR POR LAS PERSONAS EN EL PURGATORIO NO TIENE SENTIDO".
Una de las cosas que los protestantes encuentran difíciles de entender,
especialmente si están conscientes del hecho de que el purgatorio puede no
transcurrir en el tiempo, es la práctica de orar por los que están siendo
santificados. Preguntarán: "Si uno ha muerto y el tiempo de hallar el
perdón ha pasado, ¿cómo puede la oración hacer alguna diferencia? Y si la
purificación no transcurre en el tiempo, ¿cómo puede usted orar por ella luego
de que ha ocurrido?"
En respuesta a la primera pregunta, recuerde lo que es el purgatorio: La
etapa final de santificación. Ahora bien, la santificación puede ser dolorosa o
no dolorosa (usualmente lo primero), incluyendo su etapa final. Por lo tanto,
así como podemos orar por otros en esta vida para que sean hechos santos más
rápidamente o de manera no dolorosa, del mismo modo podemos orar por los que
están en la etapa final de santificación para que sean hechos santos más
rápidamente o de manera no dolorosa.
Considere una analogía: Supongamos que usted tiene un amigo que ingresa
al ejército y está en el campo de entrenamiento. Ahora bien, (teóricamente)
todo el que ingresa al ejército debe ser llevado a un cierto nivel de
excelencia física, que es el propósito del campo de entrenamiento. No importa
desde dónde empezó, el propósito del entrenamiento es llevarlo a ese nivel de
excelencia física.
Esto es lo que hace el purgatorio. El purgatorio es el campo de
entrenamiento del cielo. El propósito del purgatorio es llevarlo a usted al
nivel de excelencia espiritual necesaria para experimentar toda la fuerza de la
presencia de Dios. No importa desde dónde empezó, no habrá pecado en el cielo y
usted tiene que ser llevado a ese nivel durante la santificación final, antes
de ser glorificado con Dios en el cielo.
Ahora bien, cuando usted tiene un amigo en el campo de entrenamiento, ya
sea el entrenamiento físico aquí en la tierra o el entrenamiento espiritual en
el más allá, usted puede orar por él para que el entrenamiento le resulte
fácil, para que sea llevado al nivel de excelencia que necesita en la manera
menos dolorosa posible. Puede o no acortar su tiempo en el campo (de hecho, en
los Estados Unidos el campo de entrenamiento del ejército tiene una duración
fija), pero usted puede igualmente orar para que le resulte más fácil mientras
es llevado al nivel en que necesita estar.
Con respecto a la segunda pregunta, acerca de cómo podemos orar por
alguien si su purificación fue instantánea, no hay ninguna diferencia con orar
por cualquier evento pasado. Dios está fuera del tiempo y por lo tanto conoce
su pedido desde toda la eternidad, lo que significa que puede aplicar su pedido
a cualquier período de tiempo en que éste sea relevante.
Por eso muchos ministros protestantes, pensando en alguien que acaba de
morir y cuya profesión de fe fue dudosa, dirán: "¡Oh, Señor, si es tu
voluntad, que haya puesto su fe en tu Hijo antes de morir!"
Similarmente, muchos laicos protestantes, cuando corren angustiosamente
a casa porque un terrible accidente ha ocurrido y tienen miedo de que, por
ejemplo, su hija esté muerta, orarán: "¡Oh señor, cuando llegue allí, que
no esté muerta! ¡Que no esté muerte, oh Señor!" Por supuesto, o está o no
está. Ya ha muerto o no ha muerto. Pero como Dios está fuera del tiempo y oye
todos nuestros pedidos simultáneamente, sigue siendo racional pedirle que no
haya permitido que algo le ocurriera mientras estábamos ausentes.
C.S.Lewis, el conocido autor protestante, habla acerca de la oración por
eventos pasados, bastante extensamente en sus escritos, y puntualiza que la
única vez en que es irracional orar por un evento pasado es cuando uno sabe que
no fue la voluntad de Dios responder a la oración, porque uno ya sabe cómo
sucedió el hecho. Por eso sería irracional orar para que Abraham Lincoln no sea
asesinado, pues ya sabemos que lo fue, o sería irracional orar para que los
nazis perdieran determinada batalla en la segunda guerra mundial si uno ya sabe
que ganaron esa batalla. En esos casos es irracional orar porque uno ya sabe la
voluntad de Dios en esa materia y sabe que no fue la voluntad de uno. Pero en
tanto y en cuanto uno no conozca cuál es la voluntad de Dios con respecto a
algo, sea pasado, presente o futuro, sigue siendo racional orar.
Por lo tanto, si llega a ser que el purgatorio es instantáneo en el
momento de la muerte, sigue siendo racional orar para que esa santificación
final haya sido más fácil para los que la experimentaron, de la misma manera en
que es racional que un ministro protestante presente en un funeral, ore así en
su corazón, "¡Oh Señor, que este hombre haya puesto su confianza en tu
Hijo!"
9. "CONTRADICE LA SUFICIENCIA DE LA OBRA DE CRISTO".
Bien. La idea aquí es que ya que el purgatorio involucra sufrimiento,
debe de alguna manera contradecir los sufrimientos de Cristo e implicar que
éstos no fueron suficientes.
¡No es así!
Recuerde: el purgatorio es simplemente la etapa final de la
santificación. La santificación en esta vida involucra el dolor, "porque
el Señor corrige al que ama y castiga a todo aquel que recibe por hijo"
[y] "toda corrección, en el momento de recibirla, es motivo de tristeza y
no de alegría" (Hebreos 12, 6.11), sin embargo nadie dice que ese
sufrimiento contradiga los sufrimientos de Cristo. De la misma manera, el
sufrimiento durante la santificación final de ninguna manera contradice los
sufrimientos de Cristo ni implica que sean insuficientes.
¡Muy por el contrario! El hecho es que el sufrimiento que experimentamos
en la santificación en esta vida, es algo que recibimos a causa del sacrificio
de Cristo por nosotros. Sus sufrimientos pagaron el precio para que nosotros
fuéramos santificados, y sus sufrimientos pagaron el precio para toda nuestra
santificación-tanto la parte inicial como la final. ¡Por eso, en primer lugar,
es a causa del sacrificio de Cristo que recibamos la santificación final! Si él
no hubiera sufrido, no se nos daría la santificación final (ni la glorificación
a la que lleva), sino que iríamos directamente al infierno. Por lo tanto, el
purgatorio no implica que los sufrimientos de Cristo fueron insuficientes; ¡más
bien el hecho de que se nos dé la santificación final del purgatorio es a causa
de los sufrimientos de Cristo!
10. "ES COMPLETAMENTE ANTIBIBLICA".
Lo que hemos dicho hasta ahora debería revelar la falsedad de este
cargo. El purgatorio no es de ninguna manera una doctrina antibíblica. Más
bien, es completamente bíblica con fundamentos tanto implícitos como
explícitos. Implícitamente, puede ser derivada de los principios bíblicos de
que seguimos pecando hasta la muerte pero no habrá pecado en la gloria. Por lo
tanto entre la muerte y la gloria debe haber una purificación.
Explícitamente, no solamente tenemos el testimonio de pasajes como el de
2 Macabeos 12, sino también el testimonio de pasajes que describen nuestra
responsabilidad ante Cristo en el juicio particular, incluyendo la descripción
especialmente vívida de alguien escapando a través de las llamas en 1 Corintios
3, 11-15.
El mismo Jesús agrega a esto cuando habla en Mateo 12, 32 acerca de un
pecado que no será perdonado en esta vida ni en la venidera, implicando que
algunos pecados (los pecados veniales de los que no nos hayamos arrepentido
antes de nuestra muerte) serán perdonados cuando nos arrepintamos en el primer
instante de nuestra vida de ultratumba.
Más aún, en Mateo 5, 25-26, Jesús nos dice: "Trata de llegar en
seguida a un acuerdo con tu adversario, mientras vas caminando con él, no sea
que el adversario te entregue al juez, y el juez al guardia, y te pongan preso.
Te aseguro que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último
centavo".
En esta parábola Dios es el juez, y si no nos hemos reconciliado con
nuestro prójimo antes de ver a Dios, Dios nos pedirá cuentas por el mal que les
hicimos. Esto es lo que la Biblia quiere decir cuando dice que Dios tomará
venganza por nosotros, por lo que no debemos tomarla nosotros mismos, porque
Dios defenderá la causa de los pobres y de las viudas. Cada vez que una persona
pobre o una viuda (o cualquier otra persona) es oprimida o se le hace
injusticia, Dios pedirá cuentas al opresor por lo que hizo-a menos que la
persona oprimida libremente elija perdonar al ofensor. En ese caso, Dios no
pedirá cuentas al ofensor por el mal que hizo a nivel humano (es decir, contra
el ser humano con el que fue injusto), pero a menos que hayamos obtenido el
perdón de Dios por el mal que hicimos contra Dios, seguirá pidiéndonos cuenta
por eso.
Por eso en nuestros pecados contra otros hay dos dimensiones-la humana,
por la cual pecamos contra nuestro prójimo en ese acto, y la divina, por la
cual pecamos contra Dios en ese acto. Por eso el robo es un pecado contra
nuestro prójimo de quien robamos, y un pecado contra Dios, cuya ley violamos.
Debemos obtener el perdón de Dios por el aspecto divino de nuestro pecado,
pero, como Jesús nos dice en Mateo 5, 25-26, debemos obtener perdón por el
aspecto humano de nuestro pecado, del ser humano contra el cual pecamos. Si no
lo hacemos, Dios nos pedirá cuentas.
Por supuesto, como los humanos son seres finitos, nuestros pecados
contra ellos sólo pueden merecer un castigo finito (comparado con nuestros
pecados contra Dios, que es un ser infinito, de modo que nuestros pecados
contra él pueden merecer un castigo infinito). Como este castigo es finito,
tiene que ser temporario (ya que un castigo eterno es infinito ya que involucra
la recepción de dolor durante un período infinito de tiempo). Pero si este
castigo que recibiremos cuando seamos juzgados por Dios (según la parábola de
Jesús) es temporario, entonces es el purgatorio. Por eso Jesús dice "No
saldrás de allí hasta que hayas pagado el último centavo", porque llegará
un momento en que se termine el castigo finito debido a la dimensión humana y
finita de sus pecados.
En cualquier caso, se ha dicho más que suficiente para mostrar la
inexactitud del cargo de que el purgatorio es una doctrina antibíblica. En
realidad, está firmemente enraizada en la Escritura.
11. "NINGUN PROTESTANTE PODRIA CREER EN ELLA".
Lo siento, pero esto también es falso. Hay protestantes que creen en el
purgatorio. Uno que fue muy explícito acerca de él fue C.S.Lewis. En sus Cartas
a Malcom, escribió:
"Claro que oro por los muertos. La acción es tan espontánea, tan
inevitable, que sólo el caso teológico más compulsivo contra ella podría
detenerme. Y apenas sé cómo podría sobrevivir el resto de mis oraciones si las
que son por los muertos fueran prohibidas. A nuestra edad, la mayoría de los
que más amamos están muertos. ¿Qué clase de relación podría tener con Dios si
no pudiera mencionarle lo que más amo?"
"Yo creo en el purgatorio... Nuestras almas demandan el purgatorio,
¿o no? ¿Acaso no nos partiría el corazón si Dios nos dijera, 'Es cierto, hijo,
que tienes mal aliento y que tus harapos chorrean barro y limo, pero aquí somos
caritativos y nadie te molestará por estas cosas, ni se apartará de ti. Entra
al gozo'? Acaso no le responderíamos, 'Con todo respeto, señor, y si no hay
objeción, yo preferiría ser limpiado primero'? "Sabes que puede ser
doloroso'-"Aún así, señor'."
"Supongo que el proceso de purificación normalmente involucrará
sufrimiento. En parte por tradición; en parte porque la mayoría de lo que se me
ha hecho de verdaderamente bueno, lo ha involucrado. Pero no pienso que el
sufrimiento sea el propósito de la purificación. Puedo creer bien que personas
no mucho peores ni mucho mejores que yo sufrirán menos o más que yo... el
tratamiento dado será el que sea necesario, sea que duela poco o mucho".
"Mi imagen favorita en esta materia viene de la silla del dentista.
Espero que cuando me sea extraído el diente de la vida y esté 'recobrándome',
una voz dirá 'Enjuáguese la boca con esto'. Esto será el purgatorio. El
enjuague puede durar más tiempo de lo que ahora me imagino. Su gusto puede ser
más ardiente y astringente de lo que mi sensibilidad actual podría soportar.
Pero... [no] será asqueroso ni impío".
Pero más allá de protestantes como Lewis, que abiertamente admiten su
creencia en el purgatorio, puede decirse que los protestantes en general creen
en el purgatorio, y simplemente no lo llaman así. Ya que todo protestante
histórico admitirá que nuestro continuo pecar en esta vida no continúa en el
cielo. De hecho, insistirán bastante en que aunque nuestra santificación no es
completa en esta vida, será completada (instantáneamente, dicen) tan pronto
como esta vida termine. ¡Pero eso es lo que es el purgatorio!-la santificación
final, la purificación. Por lo tanto es permisible decir que muchos
protestantes creen en el purgatorio sin darse cuenta.
UN MOVIMIENTO POSITIVO
Todas estas reflexiones ayudan a que entendamos como responder a los desafíos
que un protestante puede hacer a la doctrina del purgatorio. Sin embargo, ya
que son refutaciones, no constituyen en sí mismos una explicación positiva de
la doctrina para los protestantes. Si uno quiere hacer eso-hacer una
explicación de la doctrina más bien que explicar por qué fallan las objeciones
a ella, entonces se deberían anudar las reflexiones anteriores y decir algo
como esto:
"El purgatorio es el nombre que los católicos dan a la purificación
final que ocurre al final de la vida. Como aún pecamos en esta vida, pero no
pecaremos cuando estemos en la gloria, entre la muerte y la glorificación debe
haber una purificación. Esto es algo que incluso los protestantes admiten. El
purgatorio es entonces la etapa final de nuestra santificación. Es nuestra
transición a la gloria. A través de toda la vida cristiana Dios está
purificando nuestros corazones, dándonos mayor santidad, pero este proceso
santificador no está completo (ni nada que se le parezca) hasta el final de
nuestra vida. Por eso lo que Dios no quiso darnos en esta vida, quiere dárnoslo
una vez que morimos.
"El único punto adicional en el cual la Iglesia Católica insiste
con respecto a la purificación final es que, como la santificación en esta
vida, puede involucrar dolor o incomodidad, y que, al igual que cuando alguien
está siendo santificado en esta vida, podemos orar por alguien que esté siendo
santificado en el purgatorio. La Iglesia no enseña que el purgatorio ocurra en
una región especial del más allá, ni siquiera que ocurra a través del tiempo,
ya que tenemos muy poca idea de cómo funciona el tiempo en el más allá, y el
purgatorio puede ser instantáneo desde nuestro punto de vista".
Puede entonces respaldar esto con los versículos bíblicos y otro
material que hemos discutido. En general, debería usar el término
"santificación" en lugar de "purificación" o
"purga", porque "santificación" es un término que los
protestantes entienden y con el cual están cómodos. Expresando la doctrina en
términos de santificación se les hace más comprensible y derriba muchas de sus
objeciones clave (por ejemplo, la idea de que el purgatorio implica que los
sufrimientos de Cristo fueron insuficientes).
Por eso es útil hablar acerca de las almas siendo santificadas en el
purgatorio y describir el purgatorio como la etapa final de la santificación.
Si hace esto, hará la conversación mucho más fluida, hablando en el idioma de
la persona con quien está hablando, en lugar de insistir en que él se avenga a
usar el idioma de usted, cuando apenas está familiarizado (y muy escéptico, si
es que no altamente hostil) con la idea que usted está expresando.
Adicionalmente, hay un par de puntos adicionales que usted debería hacer
en su explicación, ya que muchos protestantes están confundidos acerca de
ellos.
¡EL PURGATORIO NO ES UN DESTINO INTERMEDIO!
Primero, debería explicar que el purgatorio no es un estado intermedio
entre el cielo y el infierno. Esto favorece que los protestantes piensen acerca
de él no sólo como un lugar distinto en el más allá (¡algo que la Iglesia no
enseña!) sino, aún peor, que el purgatorio es un destino intermedio entre el
cielo y el infierno. Esto es totalmente falso, y debería enfatizarles muy
fuertemente a los protestantes que todo el que va al purgatorio va al cielo. De
hecho, la razón por la que uno va al purgatorio es para que pueda ser adaptado
para la vida en el cielo. El purgatorio entonces constituye el salón de belleza
del cielo, el lugar donde uno va para ser acicalado antes de ser conducido al
Salón del Trono.
Por esta razón, debería evitar totalmente cualquier expresión como
"El purgatorio es donde va uno cuando no es tan malo como para el infierno
pero no tan bueno como para el cielo". Este lenguaje, además de sonar
legalista, también hará que un protestante piense que el purgatorio es algún
tipo de destino intermedio en lugar de un fenómeno temporario. En su lugar, use
el lenguaje que usa la Iglesia:
"Los que mueren en la gracia y en la amistad de Dios, pero
imperfectamente purificados, aunque estén seguros de su eterna salvación,
sufren después de su muerte una purificación, a fin de obtener la santidad
necesaria para entrar en la alegría del cielo." (Catecismo de la Iglesia
Católica, 1030)
Así, se debe poner el énfasis donde corresponde, en la purificación
incompleta de la persona, más bien que decir "no suficientemente
bueno", lo que implica (al menos para los oídos protestantes) un modo
legalista de ganar el cielo.
LOS GOZOS DEL PURGATORIO
Para mejor romper las barreras protestantes a la comprensión de la
doctrina, señale que la Iglesia de ninguna manera enseña que el purgatorio sea
exclusivamente dolor. De hecho, algunos de los más grandes santos y teólogos
han enfatizado que, ya que el alma está en mayor unión con Dios que aquí en la
tierra, experimenta consecuentemente mayores gozos. Por eso Santa Catalina de
Siena escribió:
"Dios inspira al alma en el purgatorio un movimiento tan ardiente
de amor devoto que sería suficiente para aniquilarla si no fuera inmortal.
Iluminada e inflamada por esta pura caridad, cuando más ama a Dios, más detesta
la menor mancha que le desagrade, el menor defecto que impide su unión con
él".
También escribió:
"Fuera de la felicidad de los santos en el cielo, pienso que no hay
gozo comparable con el de las almas en el purgatorio. Una incesante comunicación
con Dios hace que su felicidad sea cada día más intensa, y esta unión con Dios
crece más y más intimamente, a medida que los impedimentos a esa unión, que
existen en el alma, son consumidos. Estos obstáculos... son, por decirlo así,
como el óxido y los restos del pecado; y el fuego continúa consumiéndolos, y
así el alma gradualmente se expande bajo la influencia divina. Así, a medida
que el óxido disminuye y el alma yace al descubierto bajo los rayos divinos, la
felicidad aumenta. Uno aumenta y el otro disminuye hasta que el tiempo de
tribulación termina... Con respecto a la voluntad de estas almas, nunca pueden
decir que estos dolores sean dolores, tan grande es su conformidad con la
voluntad de Dios, con la que sus voluntades están unidas en perfecta
caridad".
De hecho, las almas en el purgatorio tienen un gran número de motivos
para el gozo: (a) libertad del hecho de cometer pecados, (b) libertad del deseo
de pecar, (c) mayor unión con Dios y Cristo, (d) certeza de la salvación final
de una manera no posible en esta vida, (e) una apreciación final y completa de
cuán misericordioso Dios ha sido con uno, (f) una apreciación final y completa
de cuánto Dios lo ama a uno, (g) el amor puro y libre al fin, que sentiremos
por Dios y por otros, (h) recompensas parciales que pueden ser dadas en
anticipación de la entrada en la gloria total del cielo al final del
purgatorio.
Lo que es más, no hay ninguna enseñanza de que los dolores del
purgatorio sobrepasen los gozos del purgatorio. Como dice Santa Catalina,
"nunca pueden decir que estos dolores sean dolores, tan grande es su
conformidad con la voluntad de Dios, con la que sus voluntades están unidas en
perfecta caridad". Puede ser (y en mi opinión, es muy probable) que el
dolor de ver alguna de nuestras obras convertirse en humo sea más que
balanceado por el gozo de ver algunas de ellas permanecer y oír internamente,
"Bien hecho, buen y fiel siervo", de parte de la siempre amante e
infinitamente buena Fuente de nuestra redención, nuestra vida, y nuestra misma
existencia.
MANTENGA LA DOCTRINA EN PERSPECTIVA
Finalmente, encarezca a su hermano o hermana protestante a mantener la
doctrina del purgatorio en perspectiva. Los protestantes frecuentemente sienten
(como yo lo sé, ya que yo fui uno de ellos) que los católicos ponen mucho
énfasis en determinadas doctrinas, como lo hace la literatura protestante
anticatólica. Así, por ejemplo, cuando un protestante piensa en un católico,
más frecuentemente piensa acerca de él como alguien que cree en el purgatorio y
no como alguien que cree en la Trinidad, y puede erróneamente pasar a pensar
que el purgatorio es una doctrina más importante para un católico, que la
Trinidad.
Por eso, como las polémicas protestantes anticatólicas se enfocan en
áreas de (real o aparente) desacuerdo con los católicos, estas áreas asumen una
mayor prominencia en la mente protestante y la llevan a una visión
distorsionada de qué tan importantes determinadas doctrinas son para los
católicos. Así, los protestantes frecuentemente imaginan que el catolicismo es
una religión de nada más que santos y estatuas y cuentas del Rosario y obras y
penitencias y purgatorio y sufrimiento y un montón de cosas menores.
Al hacer esto, están colando mosquitos pero tragándose camellos,
perdiéndose "las cosas más pesadas" de la fe católica y lo que es más
importante para los católicos. El catolicismo es en realidad una religión de
Dios y Cristo y la Trinidad y redención y perdón y fe y gracia y gozo, como es
ilustrado por el hecho de que si usted va a Misa y simplemente escucha las
oraciones oficiales de la Iglesia, usted oye mucho más acerca de Dios y Cristo
y gracia y gozo que lo que oye acerca de santos y estatuas y cuentas y
purgatorio.
Esto debería ser señalado, fuerte y repetidamente, a un hermano
protestante, para que tenga una mejor comprensión de la esencia de la enseñanza
católica y la vida católica, en lugar de suponer que la discusión que oye en el
tratamiento protestante del tema es representativa del énfasis que los
católicos mismos ponen en esas materias.
A tal fin, sería beneficioso mostrarle realmente la sección acerca del
purgatorio en el Catecismo de la Iglesia Católica, ya que son sólo tres
párrafos de 750 páginas que explican de qué se trata la fe. Para esto, cerremos
simplemente mirando las sección sobre el purgatorio en el Catecismo y dejando
que la Iglesia hable por sí misma:
LA PURIFICACION FINAL, O PURGATORIO
1030 Los que mueren en la gracia y en la amistad de Dios, pero
imperfectamente purificados, aunque estén seguros de su eterna salvación, sufren
después de su muerte una purificación, a fin de obtener la santidad necesaria
para entrar en la alegría del cielo.
1031 La Iglesia llama Purgatorio a esta purificación final de los
elegidos que es completamente distinta del castigo de los condenados. La
Iglesia ha formulado la doctrina de la fe relativa al Purgatorio sobre todo en
los Concilios de Florencia (cf DS 1304) y de Trento (cf DS 1820; 1580). La
tradición de la Iglesia, haciendo referencia a ciertos textos de la Escritura
(por ejemplo 1 Co 3, 15; 1 P 1, 7) habla de un fuego purificador:
"Respecto a ciertas faltas ligeras, es necesario creer que, antes
del juicio, existe un fuego purificador, según lo que afirma Aquel que es la
Verdad, al decir que si alguno ha pronunciado una blasfemia contra el Espíritu
Santo, esto no le será perdonado ni en este siglo, ni en el futuro (Mt 12, 31).
En esta frase podemos entender que algunas faltas pueden ser perdonadas en este
siglo, pero otras en el siglo futuro" (San Gregorio Magno, dial. 4, 39).
1032 Esta enseñanza se apoya también en la práctica de la oración por
los difuntos, de la que ya habla la Escritura: "Por esto mandó [Judas
Macabeo] hacer este sacrificio expiatorio en favor de los muertos, para que
quedaran liberados del pecado" (2 M 12, 46). Desde los primeros tiempos,
la Iglesia ha honrado la memoria de los difuntos y ha ofrecido sufragios en su
favor, en particular el sacrificio eucarístico (cf DS 856), para que, una vez
purificados, puedan llegar a la visión beatífica de Dios. La Iglesia también
recomienda las limosnas, las indulgencias y las obras de penitencia en favor de
los difuntos:
"Llevémosles socorros y hagamos su conmemoración. Si los hijos de
Job fueron purificados por el sacrificio de su padre (cf Jb 1, 5), ¿por qué
habríamos de dudar de que nuestras ofrendas por los muertos les lleven un
cierto consuelo? No dudemos, pues, en socorrer a los que han partido y en
ofrecer nuestras plegarias por ellos (San Juan Crisóstomo, hom. In 1 Cor. 41,
5).
Introducción a las Indulgencias
Seguramente usted ha oído decir muchas veces: "Los católicos solían
creer en las indulgencias, pero actualmente ya no creen en ellas." Esta
afirmación se oye de labios de muchos católicos, incluso de algunos sacerdotes.
Se dice con cierta incomodidad y como deseando cerrar un capítulo de la
historia de la Iglesia, con el cual muchos católicos se sienten incómodos.
Los que alegan que las indulgencias ya no son parte de la enseñanza de
la Iglesia tienen el admirable deseo de distanciarse de los abusos que
ocurrieron alrededor de la época de la Reforma Protestante. También desean
remover obstáculos que impiden a los no católicos tener una visión positiva de
la Iglesia. Pese a lo admirable que puedan ser estos motivos, la afirmación de
que las indulgencias no forman parte de la enseñanza actual de la Iglesia, es
falsa.
Esto queda probado por el Catecismo de la Iglesia Católica, que afirma:
"Las indulgencias se obtienen por la Iglesia que, en virtud del poder de
atar y desatar que le fue concebido por Cristo Jesús, interviene en favor de un
cristiano y le abre el tesoro de los méritos de Cristo y de los santos para
obtener del Padre de la misericordia la remisión de las penas temporales
debidas por sus pecados." La Iglesia no hace esto solamente para ayudar al
cristiano, sino también para "impulsarlo a hacer obras de piedad, de
penitencia y de caridad." (Catecismo de la Iglesia Católica, 1478)
Las indulgencias son parte de la enseñanza infalible de la Iglesia. Esto
significa que ningún católico está en libertad de ignorarlas o descreer de
ellas. El Concilio de Trento estableció que "sean anatema quienes dicen
que las indulgencias son inútiles o que la Iglesia no tiene poder para
concederlas". El anatema de Trento coloca a las indulgencias en el campo
de la enseñanza infaliblemente definida.
No era ésta la primera vez que un concilio ecuménico discutía el tema de
las indulgencias -–la primera vez fue en 1415, cuando el Concilio de Constanza
afirmó la práctica–- pero en Trento la doctrina fue proclamada infaliblemente
por primera vez.
El uso piadoso de las indulgencias se remonta a siglos atrás, mucho
antes del Concilio de Constanza, hasta los primeros días de la Iglesia. Los
principios sobre los que se apoyan las indulgencias se remontan a la Biblia
misma. Los católicos que se sienten incómodos con respecto a las indulgencias
no se dan cuenta de cuán bíblicas son. Los principios que subyacen tras las
indulgencias están tan claros en las Escrituras, como aquellos sobre los que se
basan otras doctrinas más familiares, como la Trinidad.
Antes de examinar más de cerca estos principios, deberíamos definir las
indulgencias. En su constitución apostólica sobre las indulgencias, el Papa
Pablo VI dijo: "Una indulgencia es una remisión ante Dios, de la pena
temporal debida por pecados cuya culpa ya ha sido perdonada, que el fiel
cristiano debidamente dispuesto obtiene bajo ciertas condiciones definidas a
través de la ayuda de la Iglesia, cuando ésta, como ministro de la Redención,
dispensa y aplica con autoridad el tesoro de satisfacciones ganado por Cristo y
los santos."
Esta definición técnica puede expresarse más simplemente de este modo:
"Una indulgencia es lo que recibimos cuando la Iglesia disminuye la pena
temporal a la que pudiéramos estar sujetos aunque nuestros pecados hayan sido
perdonados." Para entender esta definición, debemos examinar los
principios bíblicos subyacentes tras las indulgencias.
Principio 1: El pecado acarrea culpa y castigo.
Cuando una persona peca, esto le acarrea ciertas consecuencias: la
consecuencia de la culpa y la consecuencia del castigo. La Escritura habla de
la primera cuando describe a la culpa como adhiriéndose a nuestras almas, y
haciéndolas descoloridas e impuras ante Dios: "Venid, pues, y disputemos
–dice Yahveh–-: Así fueren vuestros pecados como la grana, cual la nieve
blanquearán. Y así fueren rojos como el carmesí, cual la lana quedarán"
(Isaías 1, 18).
Esta idea de la culpa adhiriéndose a nuestras almas aparece en textos
que describen el perdón como una limpieza o lavado y el estado de nuestras almas
perdonadas como limpias y blancas: "Lávame a fondo de mi culpa, y de mi
pecado purifícame... Rocíame con el hisopo, y seré limpio, lávame, y quedaré
más blanco que la nieve" (Salmo 51, 4.9).
No sólo incurrimos en culpa, sino también en la pena de castigo cuando
pecamos: "Pasaré revista al orbe por su malicia y a los malvados por su
culpa. Haré cesar la arrogancia de los insolentes, y la soberbia de los
desmandados humillaré" (Isaías 13, 11). El juicio atañe incluso a las
cosas más pequeñas: "Porque toda obra la emplazará Dios a juicio, también
todo lo oculto, a ver si es bueno o malo." (Eclesiastés 12, 14).
Principio 2: Los castigos son tanto temporales como eternos.
La Biblia enseña que algunos castigos son eternos, durando para siempre,
pero otros son temporales, durando sólo un tiempo. El castigo eterno es
mencionado en Daniel 12, 2: "Muchos de los que duermen en el polvo de la
tierra se despertarán, unos para la vida eterna, otros para el oprobio, para el
horror eterno."
Normalmente nos centramos en las penas eternas del pecado, porque son
las más importantes, pero la Escritura enseña que las penas temporales son
reales y se remontan al primer pecado cometido por los seres humanos: "A
la mujer le dijo: 'Tantas haré tus fatigas cuantos sean tus embarazos: con
dolor parirás los hijos. Hacia tu marido irá tu apetencia, y él te dominará.'
"Al hombre le dijo: 'Por haber escuchado la voz de tu mujer y
comido del árbol del que yo te había prohibido comer, maldito sea el suelo por
tu causa: con fatiga sacarás de él el alimento todos los días de tu vida.
Espinas y abrojos te producirá, y comerás la hierba del campo. Con el sudor de
tu rostro comerás el pan, hasta que vuelvas al suelo, pues de él fuiste tomado.
Porque eres polvo y al polvo tornarás.'" (Génesis 3, 16-19).
Principio 3: Las penas temporales pueden permanecer cuando un pecado es
perdonado.
Cuando alguien se arrepiente, Dios quita su culpa ("Así fueren
vuestros pecados como la grana, cual la nieve blanquearán. Y así fueren rojos
como el carmesí, cual la lana quedarán" [Isaías 1, 18]) y todo castigo
eterno ("¡Con cuánta más razón, pues, justificados ahora por su sangre,
seremos por él salvos de la cólera!" [Romanos 5, 9]), pero las penas
temporales pueden permanecer. Un pasaje que demuestra esto es 2 Samuel 12, en
el cual el profeta Natán confronta a David con su adulterio. "David dijo a
Natán: 'He pecado contra Yahveh.' Respondió Natán a David: 'También Yahveh
perdona tu pecado; no morirás. Pero por haber ultrajado a Yahveh con ese hecho,
el hijo que te ha nacido morirá sin remedio.'" (2 Samuel 12, 13-14). Dios
perdonó a David, hasta el punto de salvar su vida, pero David todavía tuvo que
sufrir la pérdida de su hijo además de otros castigos temporales.
En Números leemos: "Moisés respondió a Yahveh: '... Si haces
perecer a este pueblo como un solo hombre, dirán los pueblos que han oído
hablar de ti: Yahveh, como no ha podido introducir a ese pueblo en la tierra
que les había prometido con juramento, los ha matado en el desierto...' Dijo
Yahveh: 'Le perdono, según tus palabras. Pero, vivo yo ... que ninguno de los
que ... no han escuchado mi voz, verá la tierra que prometí con juramento a sus
padres.'" (Números 14, 13-23) Dios afirma que, aunque perdonaba al pueblo,
les impondría una pena temporal al impedirles entrar a la tierra prometida.
Más tarde, a Moisés, que es evidentemente uno de los salvados (ver Mateo
17, 1-5), se le dice que sufrirá una pena temporal: "Dijo Yahveh a Moisés
y Aarón: 'Por no haber confiado en mí, honrándome ante los israelitas, os
aseguro que no guiaréis a esta asamblea hasta la tierra que les he dado.'"
(Números 20, 12; cf. 27, 12-14).
Los protestantes frecuentemente niegan que las penas temporales
permanezcan luego del perdón de los pecados, pero en la práctica lo reconocen —
por ejemplo, cuando insisten en que la gente devuelva las cosas robadas. Los
ladrones pueden ser perdonados, pero deben ocuparse de la restitución.
Los protestantes se dan cuenta de que, si bien Jesús pagó ante Dios el
precio por nuestros pecados, no nos relevó de nuestra obligación de reparar lo
que hemos hecho. Admiten totalmente que si usted robó el automóvil de alguien,
debe devolverlo; no basta simplemente con arrepentirse. El perdón de Dios (¡y
el del hombre!) no incluye el permitirle quedarse con el auto robado.
Los protestantes también admiten el principio en la práctica, al tratar
el tema de la muerte. La Escritura dice que el pecado entró en el mundo a causa
del pecado original (Génesis 3,22-24; Romanos 5, 12). Cuando venimos a Dios por
primera vez somos perdonados, y cuando pecamos más tarde podemos ser
perdonados, no obstante lo cual eso no nos libera de la pena de la muerte
física. Incluso los perdonados mueren; una pena permanece luego de que nuestros
pecados son perdonados. Esta es una pena temporal, ya que la muerte física es
temporaria y seremos resucitados (Daniel 12, 2).
Un protestante podría decir que Dios da penas temporales para enseñar
una lección al pecador, haciendo que las penas sean una disciplina más bien que
un castigo. Hay tres respuestas a esto: 1) nada en los textos anteriores dice
que sean disciplinas, 2) un católico también podría llamarlas disciplinas, y 3)
no hay nada malo en llamarlas "castigos", ya que
"disciplinar" a un niño, en el habla habitual, es sinónimo de
castigar a un niño.
Como Greg Krehbiel, un protestante que ha escrito para This Rock, lo
indica en un artículo de circulación privada, la idea de que todas las penas
temporales se desvanecen cuando uno es perdonado "es el error central del
'evangelio de la salud y riqueza', es decir 'Jesús se llevó mi pobreza y
enfermedad, de modo que debería estar sano y rico.'"
El católico tiene buenos fundamentos para sostener que las penas
temporales pueden permanecer luego de que un pecado es perdonado. La Iglesia ha
mostrado esto desde sus primeros siglos, y por medio de actos de penitencia
prescriptos como parte del sacramento de reconciliación.
Principio 4: Dios bendice a determinadas personas como recompensa a
otras.
Supongamos que un padre ora por su hijo seriamente enfermo y dice:
"¡Amado Señor, si yo te he agradado, por favor sana a mi hijo!" El
padre está pidiendo que su hijo sea sanado domo recompensa al hecho de que él
(el padre) ha agradado a Dios. Intuitivamente reconocemos que ésta es una
oración válida que a veces Dios contesta positivamente. Pero no necesitamos
quedarnos en nuestras intuiciones: la Escritura confirma este hecho.
Luego de que Abraham libró una batalla a favor del Señor, Dios le habló
en una visión y dijo: "'No temas, Abram [Abraham]. Yo soy para ti un
escudo. Tu premio será muy grande.' Dijo Abram: 'Mi Señor, Yahveh, ¿qué me vas
a dar, si me voy sin hijos...?' Dijo Abram: 'He aquí que no me has dado
descendencia, y un criado de mi casa me va a heredar'. Mas he aquí que la
palabra de Yahveh le dijo: 'No te heredará ése, sino que te heredará uno que
saldrá de tus entrañas.' Y sacándole afuera, le dijo: 'Mira al cielo, y cuenta
las estrellas, si puedes contarlas.' Y le dijo: 'Así será tu descendencia.' Y
creyó él en Yahveh, el cual se lo reputó por justicia." (Génesis 15, 1-6).
Dios prometió a Abraham una recompensa – una multitud de descendientes que de
otro modo no hubieran nacido. Estas personas recibieron un gran don –el don de
la vida– porque Dios recompensó al patriarca.
Más adelante dios dijo a Abraham que de él saldrían naciones y reyes,
que Dios haría un pacto con sus descendientes, y que ellos heredarían la tierra
prometida (Génesis 17, 6-8). Todas estas bendiciones vinieron sobre los
descendientes de Abraham como recompensa de Dios a él.
Este principio también está en el Nuevo Testamento. Pablo nos dice que
"en cuanto a la elección [los judíos son] amados en atención a sus
padres" (Romanos 11, 28); el principio se encuentra también en pasajes en
los que una persona se acerca a Jesús pidiendo la curación o el exorcismo de
otra, como en la historia de la mujer cananea (Mateo 15, 22-28).
Principio 5: Dios remite las penas temporales de algunos como recompensa
a otros.
Cuando Dios bendice a una persona como recompensa a otra, a veces la
bendición específica que da es una reducción de las penas temporales a las
cuales la primera persona está sujeta. Por ejemplo, el corazón de Salomón fue
desviado del Señor hacia el final de su vida, y Dios prometió arrancarle el
reino como resultado. "Yahveh dijo a Salomón: 'Porque de tu parte has
hecho esto y no has guardado mi alianza y las leyes que te ordené, voy a
arrancar el reino de sobre ti y lo daré a un siervo tuyo. No lo haré sin
embargo en vida tuya por causa de David tu padre; lo arrancaré de mano de tu hijo.
Tampoco arrancaré todo el reino; daré una tribu a tu hijo, en atención a David,
mi siervo, y a causa de Jerusalén que he elegido.'" (1 Reyes 11, 13-13).
Dios disminuyó la pena temporal de dos maneras: difiriendo el retiro del reino
hasta los días del hijo de Salomón y dejando una tribu (Benjamín) bajo Judá.
Dios fue claro acerca de por qué hacía esto: no a causa de Salomón, sino
"por causa de David tu padre". Si David no hubiera agradado a Dios, y
si Dios no le hubiera prometido ciertas cosas en relación con su reino, Dios le
hubiera quitado a Salomón el reino entero, y lo hubiera hecho durante la vida
de Salomón. Éste es un ejemplo de Dios disminuyendo un castigo en atención a
uno de sus santos.
Es fácil pensar en otros ejemplos. Dios prometió a Abraham que, si podía
encontrar un cierto número de justos en Sodoma, estaba dispuesto a diferir la
destrucción temporal (y eterna) de la ciudad en atención a esos justos.
(Génesis 18, 16-33).
Pablo escribió: "En cuanto al Evangelio, [los judíos] son enemigos
para vuestro bien; pero en cuanto a la elección amados en atención a sus
padres. Que los dones y la vocación de Dios son irrevocables" (Romanos 11,
28-29). Pablo indicaba que sus contemporáneos judíos eran tratados más
favorablemente de lo que de otro modo hubieran sido tratados (los dones y la
vocación de Dios no fueron quitados de ellos) porque sus antepasados eran
amados de Dios, que les dio dones irrevocables (los que son enumerados en
Romanos 9, 4-5).
Principio 6: Dios remite castigos temporales a través de la Iglesia.
Dios utiliza a la Iglesia cuando remite penas temporales. Ésta es la
esencia de la doctrina de las indulgencias. Antes habíamos definido a las
indulgencias como "lo que recibimos cuando la Iglesia disminuye la pena
temporal a la que pudiéramos estar sujetos aunque nuestros pecados hayan sido
perdonados". Los miembros de la Iglesia tomaron conciencia de este
principio a través del sacramento de la penitencia. Desde el comienzo, actos de
penitencia fueron asignados como parte del sacramento, porque la Iglesia
reconoció que los cristianos tienen que afrontar las penas temporales, como la
disciplina de Dios y la necesidad de compensar a aquellos a quienes nuestros
pecados han perjudicado.
En la Iglesia primitiva las penitencias a veces eran severas. Por
pecados serios, como la apostasía, el asesinato, y el aborto, las penitencias
podían extenderse por años, pero la Iglesia reconoció que los pecadores
arrepentidos podían acortar sus penitencias agradando a Dios mediante actos
piadosos o caritativos que expresaban el arrepentimiento y el deseo de
compensar su pecado.
La Iglesia también reconoció que la duración de las penas temporales
podía ser acortada mediante la intervención de otras personas que hubieran
agradado a Dios (principio 5). A veces un confesor o alguien próximo a ser
martirizado intervenía y pedía, como recompensa para el confesor o el mártir,
que el penitente viera disminuido su tiempo de disciplina. Fue así como la
Iglesia reconoció su función de administrar las penas temporales (principio 6);
esta función era simplemente parte del ministerio del perdón que Dios había
dado a la Iglesia en general.
La Escritura dice que Dios dio la autoridad de personar los pecados
"a los hombres" (Mateo 9, 8) y a los ministros de Cristo en
particular. Jesús les dijo: "Como el padre me envió, también yo os envío.
... Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les quedan
perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos" (Juan 20,
21-23).
Si Cristo dio a sus ministros la capacidad de perdonar las penas eternas
del pecado, ¡cuánto más tendrían la capacidad de remitir las penas temporales
del pecado! Cristo también prometió a su Iglesia el poder para atar y desatar
en la tierra, diciendo: "Yo os aseguro: todo lo que atéis en la tierra
quedará atado en el cielo, y todo lo que desatéis en la tierra quedará desatado
en el cielo" (Mateo 18, 18). Como queda claro por el contexto, el atar y
desatar cubren la disciplina de la Iglesia, y la disciplina de la Iglesia
involucra el administrar y remover penas temporales (tales como separar de y
readmitir a los sacramentos). Por lo tanto, el poder de atar y desatar incluye
la administración de las penas temporales.
Principio 7: Dios bendice a los cristianos difuntos como bendición a los
cristianos en vida.
Desde el principio la Iglesia reconoció la validez de la oración por los
difuntos para que su transición al cielo (a través del purgatorio) fuera rápida
y suave. Esto significaba orar para la disminución o remisión de las penas
temporales que les impedían la gloria plena del cielo.
Si es razonable pedir que esas penas sean remitidas en general, entonces
sería razonable pedir que sean remitidas en un caso particular como una
recompensa. Un viudo podría orar a Dios y pedir que, si él ha agradado a Dios,
la transición de su esposa a la gloria sea acelerada. Por esta razón la Iglesia
enseña que "las indulgencias siempre pueden ser aplicadas a los difuntos
por vía de oración".
Un paralelo cercano a esta aplicación se encuentra en 2 Macabeos. Judas
Macabeo encuentra los cuerpos de soldados que murieron portando amuletos
supersticiosos durante una de las batallas del Señor. Judas y sus hombres
"pasaron a la súplica, rogando que quedara completamente borrado el pecado
cometido" (2 Macabeos 12, 42). La referencia a que el pecado "quedara
completamente borrado" atañe a sus penas temporales. El autor de 2
Macabeos nos relata que para esos hombres Judas "consideraba que una
magnífica recompensa está reservada a los que duermen piadosamente"
(v.45); él creía que aquellos hombres dormían piadosamente, lo cual no hubiera
sido el caso si estuvieran en pecado mortal. Si no estaban en pecado mortal,
entonces no habrían tenido penas eternas a sufrir, y por lo tanto el borrado
completo de su pecado tiene que referirse a las penas temporales por sus
acciones supersticiosas. Judas, "después de haber reunido entre sus
hombres cerca de dos mil dracmas, las mandó a Jerusalén para ofrecer un
sacrificio por el pecado, obrando ... en favor de los muertos, para que quedaran
librados del pecado" (v. 43.45).
Judas no solamente oró por los muertos, sino que proveyó para ellos la
entonces apropiada acción eclesial para disminuir sus penas temporales: un
sacrificio por el pecado. Concordantemente, podemos tomar la ahora apropiada
acción eclesial para disminuir las penas temporales –las indulgencias– y
aplicarlas a los difuntos por vía de oración.
Hay una diferencia entre la manera en la cual obtenemos las indulgencias
para nosotros en esta vida y la manera en la cual son aplicadas a los difuntos.
Los documentos oficiales de la Iglesia, como la constitución apostólica sobre
las indulgencias del Papa Pablo VI, el Código de Derecho Canónico y el
Catecismo de la Iglesia Católica, todos hacen notar que las indulgencias son
aplicadas a los difuntos por vía de oración.
Esto es así, porque los cristianos en el más allá ya no están bajo la
jurisdicción de la Iglesia terrena. Ya no pueden recibir sacramentos,
incluyendo la penitencia, y la Iglesia no tiene autoridad para liberarlos de
sus penas temporales. Todo lo que puede hacer es dirigirse a Dios y orar para
que disminuya esas penas. Ésta es una forma válida de oración, como indica 2
Macabeos. Podemos confiar en que Dios aplicará las indulgencias a los difuntos
de alguna manera, pero la manera exacta y el grado de aplicación son
desconocidos.
Estos siete principios, que como hemos visto son estrictamente bíblicos,
son los fundamentos de las indulgencias, pero aún quedan preguntas para
formular:
¿Quiénes son las partes involucradas?
Hay cuatro partes: la primera agradó a Dios y lo movió a dar una
recompensa, proveyendo la base para la indulgencia; la segunda pide la
indulgencia y la obtiene llevando a cabo el acto prescripto para ella; la
tercera concede la indulgencia (ésta es Dios obrando a través de la Iglesia); y
la cuarta recibe el beneficio de la indulgencia al ver disminuidas sus penas
temporales.
¿Cuánto puede remitirse de la pena temporal de una persona?
Potencialmente, toda. La Iglesia reconoce que Cristo y los santos están
interesados en ayudar a los penitentes a afrontar las consecuencias de sus
pecados, como queda indicado por el hecho de que siempre oran por nosotros
(Hebreos 7, 25; Apocalipsis 5, 8). Llevando a cabo su función en la
administración de las penas temporales, la Iglesia se apoya en el rico caudal
de recompensas que Dios quiso conceder a los santos, que lo agradaron, y a su
Hijo, que lo agradó más que nadie.
Las recompensas en que se apoya la Iglesia son infinitas porque Cristo
es Dios, de modo que las recompensas que obtuvo son infinitas y nunca pueden
ser agotadas. Sus recompensas solas, sin contar las de los santos, podrían
remitir todas las penas temporales de todas las personas, en todos los lugares.
Las recompensas de los santos fueron agregadas a las de Cristo – no porque les
falte nada a las de él, sino porque es conveniente que sean unidas con sus
recompensas así como los santos están unidos con él. Aunque inmensas, las
recompensas de los santos son finitas, pero las de él son infinitas.
Si la Iglesia tiene los recursos y el poder para borrar todas las penas
temporales de todas las personas, ¿por qué no lo hace?
Porque Dios no desea que se haga. Dios mismo instituyó el hecho de que
las penas temporales permanecieran. Ellas llevan a cabo funciones válidas, una
de ellas disciplinaria. Si un niño nunca fuera disciplinado, nunca aprendería
la obediencia. Dios nos disciplina como a niños –"pues a quien ama el
Señor, le corrige; y azota a todos los hijos que acoge" (Hebreos 12, 6)–
de modo que algunas penas temporales deben permanecer.
La Iglesia no puede borrar, de un plumazo, por decirlo así, todas las
penas temporales porque su remisión depende de las disposiciones de las
personas que sufren esas penas temporales. Así como el arrepentimiento y la fe
se requieren para la remisión de las penas eternas, también son necesarios para
la remisión de las penas temporales. El Papa Paulo VI afirmó: "Las
indulgencias no pueden ser ganadas sin una sincera conversión y búsqueda de
unidad con Dios" Podríamos decir que el grado de remisión depende de cuán
bien el penitente ha aprendido su lección.
¿Cómo se determina qué parte de las penas ha disminuido?
Antes del Vaticano II se decía que cada indulgencia remitía un cierto
número de "días" de la disciplina de una persona –por ejemplo, un
acto podía ganar "300 días de indulgencia"– pero el uso del término
"días" confundía a la gente, dándoles la impresión errónea de que en
el purgatorio sigue existiendo el tiempo y de que podemos calcular nuestro
"tiempo de descuento" en una manera mecánica. El número de días
asociado con las indulgencias realmente nunca significó que tal cantidad de
"tiempo" fuera descontada de la estadía que le correspondiera a
alguien en el purgatorio. En lugar de ello, significaba que se concedería un
monto de remisión indefinido pero parcial (no completo), proporcionado a lo que
los antiguos cristianos hubieran recibido llevando a cabo obras piadosas
durante esa cantidad de días. De este modo, alguien que ganaba una indulgencia
de 300 días, obtenía aproximadamente lo que un cristiano primitivo hubiera
obtenido, por ejemplo, recitando una oración determinada al levantarse, durante
300 días.
Para solucionar esta confusión, Pablo VI emitió una revisión del manual
(Enchiridion es el nombre formal) de indulgencias. Hoy ya no se asocian
cantidades de días con las indulgencias, que pueden ser plenarias o parciales.
Sólo Dios sabe exactamente cuán eficaz es una indulgencia parcial o si
se ha recibido de hecho una indulgencia plenaria. El nuevo sistema de
reconocimiento deja a Dios los montos exactos y atribuye a la Iglesia solamente
principios generales.
¿Las indulgencias no duplican o incluso niegan la obra de Cristo?
Pese a los fundamentos bíblicos de las indulgencias, algunos son
críticos punzantes de las mismas, e insisten en que la doctrina suplanta la
obra de Cristo y nos hace nuestros propios salvadores. Esta objeción resulta de
una confusión acerca de la naturaleza de las indulgencias y acerca de cómo es
aplicada a nosotros la obra de Cristo.
Las indulgencias se aplican solamente a penas temporales, no a las
eternas. La Biblia indica que estas penas pueden permanecer luego de que un
pecado ha sido perdonado y que Dios disminuye estas penas como recompensa a
aquellos que lo han agradado. Ya que la Biblia enseña esto, no puede decirse
que la obra de Cristo sea suplantada por las indulgencias.
Los méritos de Cristo, siendo infinitos, constituyen la mayor parte del
tesoro de los méritos. Aplicándolos a los creyentes, la Iglesia actúa como
servidora de Cristo en la aplicación de lo que él ha hecho por nosotros, y
sabemos por la Escritura que la obra de Cristo se aplica a nosotros a través
del tiempo y no de una sola vez. (Filipenses 2, 12; 1 Pedro 1, 9).
¿Pero qué hay de los méritos de los santos? ¿La doctrina de las
indulgencias no
hace de los santos co-salvadores con Cristo?
De ninguna manera. En el mejor de los casos sólo estarían salvándonos de
calamidades temporales, cosa que todo ser humano puede hacer (¡y debiera
hacer!) por otro sin por eso estar blasfemando contra Cristo. Además, los
santos tienen la capacidad de agradar a Dios porque el amor de Dios ha sido
puesto en sus corazones (Romanos 5, 5). Es la gracia de Dios la que les
posibilita agradarlos. Su gracia produce todas sus buenas obras, y su gracia
les es dada a ellos a causa de lo que hizo Cristo. Las buenas acciones de los
santos son por consiguiente producidas por Cristo obrando a través de ellos, lo
que significa que Cristo es en definitiva la causa, incluso de esta
"salvación" temporal.
¿Debiéramos estar considerando todo esto? ¿No es mejor poner todo el
énfasis en Cristo solamente?
No. Si ignoramos el hecho de las indulgencias, estamos menospreciando lo
que Cristo hace a través de nosotros, y dejamos de reconocer el valor de lo que
ha hecho en nosotros. Pablo usó este tipo de lenguaje: "Ahora me alegro
por los padecimientos que soporto por vosotros, y completo en mi carne lo que
falta a las tribulaciones de Cristo, en favor de su cuerpo, que es la
Iglesia" (Colosenses 1, 24).
Aunque los padecimientos de Cristo fueron sobreabundantes (mucho más de
lo necesario para pagar por cualquier cosa), Pablo hablaba acerca de completar
lo que "falta" a los sufrimientos de Cristo. (Como lo expresó
Agustín, "el Dios que te creó sin tu cooperación, no te salvará sin tu cooperación.")
Si este modo de hablar estaba permitido a Pablo, entonces nos está permitido a
nosotros, aunque el lenguaje católico acerca de las indulgencias es mucho menos
chocante que el lenguaje de Pablo acerca de su propia función en la salvación.
Los católicos no debieran estar a la defensiva acerca de las
indulgencias. Están basadas en principios tomados directamente de la Biblia, y
podemos confiar no solamente en que las indulgencias existen, sino en que son
útiles y que vale la pena obtenerlas.
El Papa Pablo VI declaró: "La Iglesia invita a todos sus hijos a
meditar y sopesar en sus mentes tan bien como puedan, cómo el uso de las
indulgencias beneficia a sus vidas y a toda la sociedad cristiana. ... Fundada
en estas verdades, la santa Madre Iglesia nuevamente recomienda a los fieles la
práctica de las indulgencias. Ella ha sido muy querida al pueblo cristiano
durante muchos siglos, al igual que en nuestros días. La experiencia lo
demuestra."
CATECISMO DE LA IGLESIA CATÓLICA
ACERCA DE LAS INDULGENCIAS
1471. La doctrina y la práctica de las indulgencias en la Iglesia están
estrechamente ligadas a los efectos del sacramento de la Penitencia.
La indulgencia es la remisión ante Dios de la pena temporal por los
pecados, ya perdonados, en cuanto a la culpa, que un fiel dispuesto y
cumpliendo determinadas condiciones consigue por mediación de la Iglesia, la
cual, como administradora de la redención, distribuye y aplica con autoridad el
tesoro de las satisfacciones de Cristo y de los santos.
La indulgencia es parcial o plenaria según libere de la pena temporal
debida por los pecados en parte o totalmente.
Todo fiel puede lucrar para sí mismo o aplicar por los difuntos a manera
de sufragio, las indulgencias tanto parciales como plenarias (Código de Derecho
Canónico, can.992-994).
1472. Para entender esta doctrina y esta práctica de la Iglesia es
preciso recordar que el pecado tiene una doble consecuencia. El pecado grave
nos priva de la comunión con Dios y por ello nos hace incapaces de la vida
eterna, cuya privación se llama la "pena eterna" del pecado. Por otra
parte, todo pecado, incluso venial, entraña apego desordenado a las criaturas
que tienen necesidad de purificación, sea aquí abajo, sea después de la muerte,
en el estado que se llama Purgatorio. Esta purificación libera de lo que se
llama la "pena temporal" del pecado. Estas dos penas no deben ser
concebidas como una especie de venganza, infligida por Dios desde el exterior,
sino como algo que brota de la naturaleza misma del pecado. Una conversión que
procede de una ferviente caridad puede llegar a la total purificación del
pecado, de modo que no subsistiría ninguna pena. (cf. Concilio de Trento:
Denzinger-Schönmetzer 1712-1713; 1820).
1473. El perdón del pecado y la restauración de la comunión con Dios entrañan
la remisión de las penas eternas del pecado. Pero las penas temporales del
pecado permanecen. El cristiano debe esforzarse, soportando pacientemente los
sufrimientos y las pruebas de toda clase y, llegado el día, enfrentándose
serenamente con la muerte, por aceptar como una gracia estas penas temporales
del pecado; debe aplicarse, tanto mediante las obras de misericordia y de
caridad, como mediante la oración y las distintas prácticas de penitencia, a
despojarse completamente del "hombre viejo" y a revestirse del
"hombre nuevo" (cf. Efesios 4, 24).
1474. El cristiano que quiere purificarse de su pecado y santificarse
con ayuda de la gracia de Dios no se encuentra solo. "La vida de cada uno
de los hijos de Dios está ligada de una manera admirable, en Cristo y por
Cristo, con la vida de todos los otros hermanos cristianos, en la unidad
sobrenatural del Cuerpo místico de Cristo, como en una persona mística".
(Pablo VI, const. ap. "Indulgentarium doctrina", 5).
1478. Las indulgencias se obtienen por la Iglesia que, en virtud del
poder de atar y desatar que le fue concedido por Cristo Jesús, interviene en
favor de un cristiano y le abre el tesoro de los méritos de Cristo y de los
santos para obtener del Padre de la misericordia la remisión de las penas temporales
debidas por sus pecados. Por eso la Iglesia no quiere solamente acudir en ayuda
de este cristiano, sino también impulsarlo a hacer obras de piedad, de
penitencia y de caridad (cf. Pablo VI, ibíd. 8; Concilio de Trento:
Denzinger-Schönmetzer 1835).
¿PODEMOS EXPIAR NUESTROS PECADOS – Y EN TODO CASO, QUÉ SIGNIFICA
"EXPIAR"?
Algunos critican a las indulgencias, diciendo que involucran el hecho de
que hagamos "expiación" por nuestros pecados, algo que sólo Cristo
puede hacer. Si bien esto suena como una noble defensa de la suficiencia de
Cristo, esta crítica está infundada, y la mayoría de los que la hacen no saben
qué significa la palabra "expiación" o cómo funcionan las
indulgencias.
El protestante Leon Morris, especialista en Escritura, comenta acerca de
la confusión en lo tocante a la palabra "expiación": "La mayoría
de nosotros ... no entendemos muy bien qué es 'expiación'... Expiación es ...
el enmendar algo malo ... Expiación es una palabra impersonal; se expía un
pecado o un crimen" (The Atonement [Downers Grove: InterVarsity, 1983],
151). La Enciclopedia Bíblica Wycliff da una definición similar: "La idea
básica de expiación tiene que ver con la reparación del mal, la satisfacción de
las demandas de justicia a través del pago de una pena."
Los términos usados en estas definiciones –expiación, satisfacción,
enmienda, reparación– significan básicamente lo mismo. Hacer expiación o
satisfacción por un pecado es hacer enmienda o reparación por él. Cuando
alguien hace reparaciones, trata de enmendar la situación causada por su
pecado.
Ciertamente cuando se trata de los efectos eternos de nuestros pecados,
sólo Cristo puede hacer enmienda o reparación. Sólo él fue capaz de pagar el
precio infinito para cubrir nuestros pecados. Somos completamente incapaces de
hacerlo no solamente porque somos criaturas finitas incapaces de hacer una
satisfacción infinita (o cualquier cosa infinita), sino porque todo lo que
tenemos nos fue dado por Dios. Para nosotros, tratar de satisfacer la justicia
eterna de Dios sería como usar dinero que le hemos pedido prestado a alguien
para restituirle lo que le habíamos robado a esa misma persona. No habría
habido ninguna restitución real (cf. Salmo 49, 7-9; Job 41, 11; Romanos 11,
35). Esto no quiere decir que no podamos hacer enmiendas o reparación de los
efectos temporales de nuestros pecados. Si alguien roba algo, puede devolverlo.
Si alguien daña la reputación de otra persona, puede corregir públicamente la
calumnia. Cuando alguien destruye la propiedad de otro, puede compensar al dueño
por su pérdida. Todas éstas son maneras en las que se puede hacer enmiendas
(expiación) al menos parciales por lo que se ha hecho.
Hay maneras en las que se espera que hagamos compensaciones, como
admiten incluso los más acerbos críticos de las indulgencias. Si yo he dañado a
otra persona, entonces, además de ponerme en la debida relación con Dios, debo
reparar, o al menos tratar de reparar, el daño causado a esa persona. Para una
reparación total es necesario no solamente restituir lo que había sido tomado o
dañado, sino también compensar al dueño por el tiempo durante el cual fue
privado de su propiedad, o ésta fue dañada. En casos financieros esto se lleva
a cabo mediante el pago de un interés.
Se nos dan excelentes ilustraciones bíblicas de este principio en
Levítico 6, 1-7 y Números 5, 5-8, que nos dicen que en el Antiguo Testamento un
penitente tenía que pagar un veinte por ciento adicional al valor de lo que
había tomado o dañado. (Esto se aplicaba a un penitente que voluntariamente
efectuaba la restitución; un ladrón capturado tenía que pagar el doble del
valor de lo robado [Éxodo 22, 1-9]).
CÓMO OBTENER UNA INDULGENCIA
Para obtener cualquier indulgencia usted debe ser un católico en estado
de gracia. Tiene que ser un católico para estar bajo jurisdicción de la
Iglesia, y tiene que estar en estado de gracia porque fuera de la gracia de
Dios ninguna de sus acciones son fundamentalmente agradables a Dios
(meritorias). También tiene que tener al menos la intención habitual de obtener
una indulgencia mediante el acto que lleva a cabo.
Para ganar una indulgencia parcial, debe llevar a cabo con un corazón
contrito el acto al cual la indulgencia está asociada.
Para ganar una indulgencia plenaria debe llevar a cabo el acto con un
corazón contrito, y además debe confesarse (una confesión puede ser suficiente
para varias indulgencias plenarias), recibir la Sagrada Comunión, y orar por
las intenciones del Papa. (Son suficientes un Padrenuestro y un Avemaría
rezados por las intenciones del Papa, aunque usted es libre de sustituirlos por
otras oraciones de su propia elección). La condición final es que debe estar
libre de todo apego al pecado, incluso al pecado venial.
A causa de la extrema dificultad para cumplir la última condición, rara
vez se obtiene una indulgencia plenaria. Si usted trata de recibir una
indulgencia plenaria, pero no es capaz de cumplir la última condición, recibe
en su lugar una indulgencia parcial.
Más adelante se citan indulgencias enumeradas en el Manual de
Indulgencias (Nueva York: Catholic Book Publishing, 1991). Nótese que hay una
indulgencia para la lectura de la Biblia. De modo que, en lugar de desalentar
la lectura de la Biblia, ¡la Iglesia Católica la promueve concediéndole
indulgencias! (Esto data de mucho antes del Vaticano II).
·
Un acto de comunión espiritual, expresado mediante
cualquier fórmula devota, es recompensado con una indulgencia parcial.
·
Se concede una indulgencia parcial a los fieles
cristianos que devotamente pasen tiempo en oración mental.
·
Se concede una indulgencia parcial a los fieles
cristianos que lean la Sagrada Escritura con la veneración debida a la Palabra
de Dios y como una forma de lectura espiritual. La indulgencia será plenaria
cuando dicha lectura sea realizada al menos durante media hora [siempre que se
cumplan las otras condiciones].
·
Se concede una indulgencia parcial a los fieles
cristianos que devotamente se hagan la señal de la cruz diciendo al mismo
tiempo la fórmula acostumbrada: "En el nombre del Padre, y del Hijo, y del
Espíritu Santo. Amén."
·
Los sacerdotes que administren los sacramentos a los
fieles cristianos que estén en situación de peligro de muerte no deben
descuidar el impartirles la bendición apostólica, con su indulgencia asociada.
·
Pero si un sacerdote no puede estar presente, la Santa
Madre Iglesia amorosamente concede a las personas que están debidamente
dispuestas una indulgencia plenaria para ser obtenida in articulo mortis, al
aproximarse la muerte, siempre que hayan orado habitualmente de alguna manera
durante sus vidas. El uso de un crucifijo o una cruz es recomendado para
obtener esta indulgencia plenaria. En tales condiciones las tres condiciones
habituales requeridas para ganar una indulgencia plenaria son sustituidas por
la condición "siempre que hayan orado habitualmente de alguna
manera". Los fieles cristianos pueden obtener la indulgencia plenaria
mencionada aquí, al aproximarse la muerte (in articulo mortis) aunque ya hayan
obtenido otra indulgencia plenaria el mismo día.
Mitos acerca de las Indulgencias
Mito 1: Una persona puede comprar su salida del infierno mediante
indulgencias.
Este es un error habitual, del cual se aprovechan muchos comentaristas
anticatólicos, apoyándose en la ignorancia tanto de los católicos como de los
no católicos. Pero el cargo no tiene fundamento. Como las indulgencias sólo
remiten penas temporales, no pueden remitir la pena eterna del infierno. Una
vez que alguien está en el infierno, ninguna cantidad de indulgencias cambiará
jamás ese hecho. La única manera de evitar el infierno es apelando a la
misericordia eterna de Dios mientras todavía estamos en vida. Luego de la
muerte, el destino eterno queda fijado. (Hebreos 9, 27).
Mito 2: Una persona puede comprar indulgencias para pecados aún no
cometidos.
La Iglesia siempre ha enseñado que las indulgencias no se aplican a
pecados aún no cometidos. La Enciclopedia Católica dice: "[Una
indulgencia] no es un permiso para pecar, ni un perdón del pecado futuro; una
cosa así no podría ser concedida por poder alguno."
Mito 3: Una persona puede "comprar el perdón" con
indulgencias.
La definición de indulgencias presupone que el perdón ya ha tenido
lugar: "Una indulgencia es la remisión ante Dios de la pena temporal por
los pecados, ya perdonados, en cuanto a la culpa" (Indulgentarium Doctrina
norma 1). Las indulgencias no perdonan pecados en absoluto. Sólo conciernen a
las penas que permanecen luego de que los pecados han sido perdonados.
Mito 4: Las indulgencias fueron inventadas para obtener dinero para la
Iglesia.
Las indulgencias se desarrollaron a partir de la reflexión sobre el
sacramento de la reconciliación. Son una manera de acortar la penitencia de la
disciplina sacramental y estaban en uso siglos antes de que aparecieran
problemas relacionados con el dinero.
Mito 5: Una indulgencia acortará su tiempo en el purgatorio en un número
fijo de días.
El número de días que solía asociarse con las indulgencias era una
referencia al período de penitencia que uno podría realizar durante la vida
terrena. La Iglesia Católica no pretende saber nada acerca de cuán duradero o
breve es el purgatorio en general, mucho menos en el caso de una persona
específica.
Mito 6: Una persona puede comprar indulgencias.
El Concilio de Trento instituyó severas reformas en la práctica de
conceder indulgencias y, a causa de anteriores abusos, "en 1567 el Papa
Pío V canceló todas las concesiones de indulgencias que tuvieran que ver con
estipendios u otras transacciones financieras" (Enciclopedia Católica).
Este hecho prueba la seriedad de la Iglesia al eliminar los abusos de las
indulgencias.
Mito 7: Solía ocurrir que una persona pudiera comprar indulgencias.
Nunca se pudo "comprar" indulgencias. El escándalo financiero
alrededor de las indulgencias, el escándalo que dio a Martín Lutero una excusa
para su heterodoxia, tuvo que ver con indulgencias en las cuales la donación de
dinero para algún fondo de caridad o alguna fundación era usado como ocasión
para conceder la indulgencia. No hubo estrictamente venta de indulgencias. La
Enciclopedia Católica afirma: "Es fácil ver cómo se fueron introduciendo
abusos. Entre las buenas obras que podían estimularse al ponerlas como
condición de una indulgencia, las donaciones tendrían naturalmente un lugar
destacado. ... Es conveniente observar que en estos propósitos no hay nada esencialmente
malo. Dar dinero a Dios o a los pobres es un acto encomiable y, cuando se hace
por los motivos correctos, ciertamente no quedará sin recompensa."
¿Doctrinas demoníacas?
Hacia el final de su carrera como evangelista, el apóstol Pablo
escribió: "El Espíritu afirma claramente que en los últimos tiempos habrá
algunos que renegarán de su fe, para entregarse a espíritus seductores y
doctrinas demoníacas, seducidos por gente mentirosa e hipócrita, cuya
conciencia está marcada a fuego. Esa gente proscribe el matrimonio y prohibe el
consumo de determinados alimentos que Dios creó para que los creyentes y los
conocedores de la verdad los comieran dando gracias." (1 Tim 4, 1-3)
Este es un pasaje favorito de muchos anti-católicos, porque encuentran
en él una profecía acerca de que los católicos han "renegado de su fe para
entregarse a... doctrinas demoníacas".
"Después de todo", dicen estos anti-católicos, "la
Iglesia Católica les prohibe el matrimonio a los sacerdotes y ordena a los
fieles que se abstengan de carne los viernes durante la Cuaresma. Esto
significa que los católicos han aceptado doctrinas demoníacas y han abandonado
la verdadera fe, tal como Pablo predijo". ¿Eran éstas las prácticas que
Pablo tenía en mente?
¿Prohibiendo el matrimonio?
En cuanto al primer cargo: ¿Prohibe la Iglesia Católica el matrimonio?
De ninguna manera. No le prohibe el matrimonio a nadie.
El cargo difícilmente podría ser más absurdo, ya que la Iglesia Católica
considera al matrimonio un sacramento. Desde el punto de vista católico, el
matrimonio es una gran bendición; simplemente no es para todos. Algunos pueden
renunciar al matrimonio en aras de propósitos religiosos. Cristo mismo indicó
esto cuando dijo que algunos "decidieron no casarse a causa del Reino de
los Cielos" (Mt 19, 12).
Esta práctica existía incluso en el Antiguo Testamento. Dios dijo al
profeta Jeremías que no tomara una esposa y tuviera hijos (Jer 16, 1-4), ya que
el hacerlo sería inconsistente con el turbulento ministerio al que Dios lo
estaba llamando. En Jeremías encontramos un paralelo con un sacerdote moderno,
un hombre que se abstiene de casarse y tener una familia, con el objeto de
estar libre para cumplir las demandas de su ministerio.
Esto no era un modelo restringido al Antiguo Testamento. Pablo aconseja
a las personas abstenerse de casarse. Dice: "Es bueno para el hombre
abstenerse de la mujer. Sin embargo, por el peligro de incontinencia, que cada
hombre tenga su propia esposa, y cada mujer, su propio marido... Esto que les
digo es una concesión y no una orden. Mi deseo es que todo el mundo sea como
yo, pero cada uno recibe del Señor su don particular: unos este, otros aquel. A
los solteros y a las viudas, les aconsejo que permanezcan como yo... Yo quiero
que ustedes vivan sin inquietudes. El que no tiene mujer se preocupa de las
cosas del Señor, buscando cómo agradar al Señor. En cambio, el que tiene mujer
se preocupa de las cosas de este mundo, buscando cómo agradar a su mujer, y así
su corazón está dividido. También la mujer soltera, lo mismo que la virgen, se
preocupa de las cosas del Señor, tratando de ser santa en el cuerpo y en el
espíritu.
La mujer casada, en cambio, se preocupa de las cosas de este mundo,
buscando cómo agradar a su marido. Les he dicho estas cosas para el bien de
ustedes, no para ponerles un obstáculo, sino para que ustedes hagan lo que es
más conveniente y se entreguen totalmente al Señor... Por lo tanto, el que se
casa con la mujer que ama, hace bien; pero el que no se casa, obra mejor
todavía." (1 Cor 7, 1-2.6-9.32-35.38)
Pablo considera al matrimonio una opción, pero no siempre la preferible,
ya que las personas casadas tienen intereses divididos que les dificultan el
dedicarse de todo corazón al Señor. En 2 Timoteo 2, 3-4, aplica este punto de
vista directamente al ministerio de tiempo completo. Le dice a su discípulo
Timoteo: "Comparte mis fatigas, como buen soldado de Jesucristo. El que
está bajo las armas no se mezcla en los asuntos de la vida civil, para poder
cumplir las órdenes de aquel que lo enroló." Se le dice a Timoteo que
comparta sus sufrimientos no mezclándose en "asuntos de la vida
civil", como casarse y tener una familia, para poder llevar a cabo su
vocación como soldado de Jesucristo y ministro del Evangelio de tiempo
completo.
En todo lo escrito por Pablo encontramos la idea de un voto de celibato
que compromete a una persona a una vida de continencia.
En 1 Timoteo 5, Pablo dice: "Honra y atiende a las viudas que
realmente están necesitadas... Hay viudas que lo son realmente, porque se han
quedado solas y tienen puesta su confianza en Dios, consagrando sus días y sus
noches a la súplica y a la oración...
Para estar inscripta en el grupo de las viudas, una mujer debe tener por
lo menos sesenta años y haberse casado una sola vez.
Que sus buenas obras den testimonio de ella; tiene que haber educado a
sus hijos, ejercitado la hospitalidad, haber lavado los pies a los hermanos,
socorrido a los necesitados y practicado el bien en todas sus formas. No
inscribas, en cambio, a las viudas más jóvenes, porque cuando los deseos
puramente humanos prevalecen sobre su entrega a Cristo, quieren casarse otra
vez, y se hacen culpables por faltar a su compromiso." (1 Tim 5, 3.5.9-
12)
Pablo describe aquí una orden de viudas, sostenida por la Iglesia, que
son conocidas por la oración, el cuidado de los enfermos, la devoción al bien,
y su compromiso de celibato. Esta orden tiene los mismos principios
fundamentales que una moderna orden de monjas, un grupo de mujeres que han
hecho votos de llevar una vida célibe para servir a Dios. Hay incluso
precedente bíblico para las órdenes de monjas contemplativas. Siguen el ejemplo
de Ana, la profetisa que "no se apartaba del Templo, sirviendo a Dios
noche y día con ayunos y oraciones." (Lc 2, 37)
¿Es la organización de viudas de la que Pablo se ocupa, simplemente una
asociación libre de mujeres que podían entrar o dejar su calidad de viudas, a
su entera discreción?
No. Pablo dice que no se inscriban las viudas más jóvenes porque,
estando sujetas a "impulsos propios de la juventud" (2 Tim 2, 22),
desean casarse y "se hacen culpables por faltar a su compromiso".
Cuando se inscribieron en la lista de viudas, tomaron un compromiso de no
casarse. Antes de esto, eran libres de casarse, pero al entrar en la comunidad
se comprometieron a vivir como la "mujer soltera, que se preocupa de las
cosas del Señor, tratando de ser santa en el cuerpo y en el espíritu" (1
Cor 7, 34).
El Nuevo Testamento habla de un voto de celibato -un compromiso formal
de llevar una vida de soltero- y Pablo lo incorpora en las reglas de la orden
de proto-monjas que discute en 1 Timoteo 5.
Irónicamente, este voto de celibato es mencionado en 1 Timoteo 5,
¡apenas un capítulo después del pasaje de las "doctrinas demoníacas"
de 1 Timoteo 4!
Otra prueba de que la práctica católica del celibato ministerial no es
lo que Pablo está discutiendo en 1 Tim 4, 1-3, es que las personas que prohiben
el matrimonio en el pasaje, lo enseñan como una doctrina, pero los católicos
consideran al celibato sacerdotal solamente una disciplina. Los católicos
libremente admiten que nada en la Biblia o en la Tradición apostólica requiere
que los ministros sean célibes; simplemente es una buena idea, como Pablo lo
indica. El requerimiento de la Iglesia católica de que sus ministros (de rito
Occidental) sigan el consejo de Pablo y sean célibes, es en principio similar
al requerimiento de una denominación protestante, de que sus ministros estén
graduados en el seminario, algo que los protestantes hacen no porque piensen
que la Biblia lo requiere, sino porque es una buena idea.
Sólo el rito Latino u Occidental (el rito más numeroso de la Iglesia)
requiere el celibato. Los otros ritos de la Iglesia (Orientales) no requieren
el celibato y tienen sacerdotes casados. Incluso el rito Latino hace
excepciones a su política: si un ministro casado de una denominación como el
Luteranismo o el Anglicanismo, se hace Católico, puede llegar a autorizarse que
sea ordenado sacerdote.
El rito Latino podría, si el Papa se convenciera de que esto es
necesario, dejar de lado la disciplina del celibato, pero no parece probable
que esto ocurra en el futuro cercano, ya que la Iglesia ha recibido grandes
bienes como resul-tado de esta política (un hecho que los anti-católicos nunca
mencionan). De cualquier modo, la Iglesia Católica no le prohibe a nadie
casarse, aunque dice, en el rito Latino, que se espera que un hombre dispuesto
a ser ordenado también esté dispuesto a permanecer célibe. ¿Y si quiere
casarse? Entonces puede hacerlo, sin llevar a cabo la vocación sacerdotal.
"Abstinencia de alimentos"
¿Se abstienen los católicos del "consumo de determinados alimentos
que Dios creó para que los comieran dando gracias"? Nuevamente, no. Un
católico es libre de comer todo alimento que desee, ya que Cristo
"declaraba que eran puros todos los alimentos" (Mc 7, 19). Los
católicos firmemente creen la enseñanza de Pablo de que "todo lo que Dios
ha creado es bueno, y nada es despreciable, si se lo recibe con acción de
gracias, porque la Palabra de Dios y la oración lo santifican" (1Tim 4, 4-
5).
¿Por qué, entonces, los católicos se abstienen de comer carne en
determinados viernes? La razón es simple: es una devoción que la familia
católica ha establecido para conmemorar la crucifixión de Cristo. Imagínese un
padre que dice a su familia que comerán alimentos especiales en conmemoración
de lo que Jesús hizo por los hombres, así como los israelitas tenían alimentos
especiales.
Ningún no católico culparía a un padre por instituir esta práctica. Pues
bien, esto es todo lo que la Iglesia Católica ha hecho.
La Iglesia es una gran familia, y sus guías-aquellos que cumplen la
función de sus padres terrenales o pastores-han establecido la devoción
especial de no comer carne en el día en que conmemoramos la pasión del Señor.
Como sustituto, los católicos habitualmente comen pescado en esos viernes, y el
pez es un antiguo símbolo de Cristo. Ésta es una manera de recordar y honrar a
Cristo por lo que hizo por nosotros hace tanto tiempo.
Abstenerse de carne es una incomodidad, un pequeño sacrificio personal
que nos ayuda a dirigir nuestras mentes y corazones a aquel sacrificio de
suprema importancia en el Calvario.
Estaría mal que un católico violara esta devoción sin un motivo
razonable, así como estaría mal que un hijo desobedeciera las reglas familiares
establecidas por sus padres (Col 3, 20; Ef 6, 1). Una persona bajo autoridad es
libre de desobedecer solamente cuando la autoridad requiere algo
fundamentalmente malo, o cuando existen circunstancias suficientemente graves.
Desobedecer flagrantemente es resistir a Dios, ya que no hay autoridad
que no haya sido instituida por Dios (Rom 13, 1-2), un principio que se
aplicaba incluso al gobierno pagano de Roma, del cual hablaba Pablo.
La abstención devocional de determinados alimentos es definitivamente
bíblica. En Daniel 10, 3 leemos: "no comí ningún manjar exquisito; ni la
carne ni el vino entraron en mi boca, ni me hice ninguna unción, hasta que se
cumplieron tres semanas enteras". Como una disciplina especial y un
símbolo de aflicción, el profeta Daniel rehusó comer ningún manjar exquisito.
Los católicos se abstienen actualmente de comer carne en los Viernes de
Cuaresma, como un símbolo de aflicción por lo que Cristo sufrió por nuestros
pecados.
La Biblia incluso contiene precedentes acerca de abstenerse de todo
alimento en ciertas ocasiones. Ésta es la disciplina bíblica del ayuno. Cristo
dijo que sus seguidores ayunarían cuando él les fuera quitado (Mt 9, 15), y dio
reglas acerca de cómo se debía ayunar (Mt 6, 16-18).
Como en el caso del celibato sacerdotal, los católicos ocasionalmente se
abstienen de comer carne sólo como disciplina, no como un punto de doctrina. No
hay nada malo en comer carne, como resulta evidente por el hecho de que los
católicos pueden comerla durante el resto de la semana. Cuando nos abstenemos de
carne, nos abstenemos de algo bueno, no de algo malo. El apóstol Pablo no
estaba hablando de los católicos cuando previno acerca de aquellos que
prohibirían el matrimonio y el comer determinados alimentos. Entonces, ¿de
quiénes estaba hablando? La respuesta queda dentro de cierta especulación, pero
Pablo aparentemente tenía en mente ascéticos que enseñaban que el matrimonio y
determinados alimentos eran fundamentalmente malos.
Varios movimientos en la historia de la Iglesia han promovido estas
enseñanzas, siendo los dos ejemplos más notables los maniqueos y los
albigenses. Consideraban a la materia intrínsecamente mala, y consecuentemente
veían con recelo a los placeres físicos, incluyendo el permitirse determinados
alimentos. Lejos de abrazar esta doctrina, la Iglesia Católica consideró a
estos grupos como heréticos y a sus doctrinas como "doctrinas
demoníacas".
¿Es verdad que los católicos adoran imágenes?
"¡Los católicos adoran estatuas!" A pesar de que este reclamo
es ridículo, la gente continúa haciendo esta acusación. Dicen que porque los
católicos tienen estatuas en sus iglesias y oran delante de ellas, están
violando el mandamiento de Dios: "No te hagas ningún ídolo ni figura de lo
que hay arriba en el cielo, ni de lo que hay abajo en la tierra, ni de lo que
hay en el mar debajo de la tierra. No te inclines delante de ellos ni les
rindas culto" (Ex 20, 4-5). "Realmente el pueblo cometió un gran
pecado al hacerse un Dios de oro" (Ex 32,31).
Este trabajo va a examinar los argumentos fundamentalistas de orden
contra la antigua practica cristiana de usar imágenes y proveerá una respuesta
bíblica a estos argumentos, mostrando la evidencia en las Escrituras para esta
práctica.
Primero señalaremos que es correcto advertirle a la gente contra el
pecado de la idolatría. Pero la acusación de que los católicos son idólatras
porque tienen imágenes de Cristo y los Santos es completamente incorrecto,
estando basados en un malentendido o ignorancia de lo que dice la Biblia sobre
el proposito y el uso (ambos buenos y malos) de estatuas.
El escritor anticatólico Loraine Boettner, en su libro Catolicismo
Romano, declara que es un pecado tener estatuas porque "Dios ha prohibido
el uso de imágenes en la adoración" (pag. 281). Muchos protestantes
abrazan esta afirmación y sin embargo si ellos "estudiaran las
Escrituras" (Jn 5,39) encontrarían que la verdad es exactamente lo
opuesto.
Aun cuando no queda ninguna duda de que Dios condenó la adoración de
estatuas, hay que decir que El nunca condenó el uso de estatuas en la adoración.
Pero aun mas, ¡en realidad El recomendó su uso!
Dios dijo que las hagamos
Mientras que los protestantes y otros citan Éxodo 20,4-5 para reforzar
su acusación a los católicos "adoradores de estatuas" ellos se
olvidan de numerosos otros pasajes donde el Señor ordena el labrado de estatuas
"...con dos seres alados de oro labrado a martillo en los dos extremos,
haz el primer querubín en un extremo y el segundo en el otro. Los querubines
formaran un cuerpo con el propiciatorio, en sus dos extremos. Estarán con las
alas extendidas por encima, cubriendo con ellas el propiciatorio, uno en frente
al otro, con las caras vueltas hacia el propiciatorio" (Ex 25, 18-20).
David le dio un plano a Salomón "para el altar del incienso, oro
acrisolado según el peso; asimismo el modelo de la carroza y de los querubines
que extienden las alas y cubren el arca de la alianza de Yahveh. Todo esto
conforme a lo que Yahveh había escrito de su mano para hacer comprender todos
los detalles del diseño" (1Cro 28, 18-19). Cabe notar que todo esto estaba
dirigido de acuerdo a las Escrituras divinamente inspiradas. Ezequiel 41,18
describe a imágenes grabadas en el templo, "estaban cubiertos de grabados
alternados de seres alados y palmeras".
El uso religioso de las imágenes
Durante una plaga de serpientes El envió a castigar a los malvados
israelitas, Dios le dijo a Moisés: "hazte una serpiente como esas y ponla
en el asta de una bandera. Cuando alguien sea mordido por una serpiente, mire
hacia la serpiente del asta, y se salvará" (Núm. 21, 8-9).
El hecho de que uno debía mirar una estatua de bronce de una serpiente
para ser sanado muestra que las estatuas podían ser usadas ritualmente y no
meramente como decoraciones religiosas.
Los católicos usan estatuas, cuadros y otros objetos artísticos para
recordar a la persona o la cosa que representa. De la misma manera que para
recordar a nuestra madre nos servimos de su fotografía, así los católicos para
recordar el ejemplo de los santos se sirven de sus imágenes.
Los católicos también usan estatuas como herramientas para enseñar. En
la Iglesia primitiva eran especialmente útiles para la instrucción de los
analfabetos. Muchos protestantes tienen ellos mismos cuadros de Jesús y otros
cuadros bíblicos en sus escuelas dominicales con el proposito de enseñar a los
niños, especialmente a aquellos que no han aprendido a leer. Los católicos
también usan para conmemorar algunas personas y eventos, muy parecido a las
escenas tridimensionales de la natividad que usan las iglesias protestantes. Si
uno midiera a los protestantes con la misma regla entonces usando estas
imágenes "grabadas", ellos estarían practicando la
"idolatría" que ellos acusan a los Católicos de practicar. Pero el
hecho es que no hay actos de idolatría en estos casos. Dios prohíbe la
adoración de imágenes, pero no prohíbe la hechura de imágenes en general. Si
así lo hiciera, todas las películas, videos, fotos, escenas del pesebre,
cuadros, dibujos y toda clase de cosas estarían prohibidas, puesto que esas
también son imágenes.
¿Qué hay sobre la genuflexión?
A veces los anticatólicos citan Deut 5,9, donde Dios dijo con respecto a
las estatuas : "no te inclines delante de ellos". Puesto que muchos
Católicos se inclinan o arrodillan frente a las estatuas de Jesús y de los Santos,
los anticatólicos confunden la veneración legitima a una imagen sagrada con el
pecado de idolatría. La realidad es que Deut 5,9 no le ayuda al argumento de
los anticatólico.
Primero, recordar que si bien es cierto que la genuflexión puede ser
usada como una postura en la adoración, no toda genuflexión es adoración. Por
ejemplo, en Japón es costumbre que las personas muestren respeto y buenos
modales al inclinarse al saludar (es el equivalente de dar la mano en
occidente). Obviamente no se hacen ningún tipo de adoración en esto. El
católico que se arrodilla frente a una estatua cuando ora no esta adorando y ni
siquiera orandole a la estatua más que el protestante que esta arrodillado con
una Biblia en sus manos cuando ora esta adorando u orandole a la Biblia.
Cuando las personas tenían que mirar a la serpiente de bronce para ser
curados, no le estaban adorando, cosa que queda demostrada por el hecho de que,
años después, cuando le empezaron a adorar (y hasta le dieron un nombre,
"Nehushtan") como un dios-culebra, el rey justo Hezekiaah lo hizo
destruir (2 Reyes 18,4).
¿"Escondiendo" el segundo mandamiento?
Otros cargos hechos por los Protestantes es que la Iglesia Católica
"esconde" el segundo mandamiento. Esto porque en el Catecismo
Católico el primer mandamiento es; "No tengas otros dioses aparte de
Mi" (Ex 20,3) y el segundo es: "No hagas mal uso del nombre del Señor
tu Dios" (Ex 20,7). Argumentan que los católicos han eliminado la
prohibición de la idolatría para poder justificar su uso de las estatuas
religiosas.
Pero esto es falso. El hecho es que, los católicos simplemente agrupan
los mandamientos de manera diferente de lo que los Protestantes han hecho
tradicionalmente y los han abreviado para facilitar su memorización.
Que tal abreviación les resulta razonable también a los Protestantes se
demuestra por la traducción que ellos mismos hacen del Mandamiento del Sábado
como: "Recuerden el Sábado para mantenerlo sagrado", aunque el texto
actual del mandamiento es bastante largo: "Recuerda el día de descanso,
para mantenerlo sagrado. Trabajaras seis días, pero el séptimo día es dedicado
al Señor tu Dios, ese día no harás ningún trabajo tu o tus hijos, tus criados o
tus criadas o tu ganado o tu jornalero que este en tu propiedad, porque el
Señor hizo en seis días el cielo y la tierra, el mar y todo cuanto contienen, y
el séptimo descansó ; por eso bendijo el Señor el día Sábado y lo hizo
sagrado" (Ex 20, 8-11). Martín Lutero reconoció que las declaraciones :
"No tendrás otros dioses delante de Mi" (Ex 20,3) y "No te hagas
ningún ídolo o figura ni de lo que hay arriba en los cielos ni de lo que hay
abajo en la tierra, ni de lo que hay en las aguas debajo de la tierra" (Ex
20,4) son en realidad dos partes de un mismo mandamiento y las abrevió a
"No tendrás otros dioses delante de Mi". El catecismo de la Iglesia
Católica explica que " la división y la enumeración de los mandamientos
han variado en el curso de la historia. El presente Catecismo sigue la división
de los mandamientos establecidos por San Agustín, la cual se ha hecho
tradicional en la Iglesia Católica. Lo mismo sucede con la confesión luterana.
Los patriarcas griegos han hecho una división un poquito diferente que se
encuentra en las Iglesias Ortodoxas y las Comunidades Reformadas. (CCC 2066).
Algunos anticatólicos usan Deut 4,15-18 que dice "...tengan cuidado
de no caer en la perversión de hacer figuras que tengan forma de hombre o de
mujer..." y tratan de usar este texto para "probar" la
prohibición de estatuas o imágenes.
Hemos demostrado ya que Dios no prohíbe la hechura de estatua o imágenes
de varias criaturas (ejemplo : angeles, serpientes, bueyes, flores, leones,
etc.) con propósito religiosos (cf 1Re 6,29-32 ; 8,6-67 ; 2Cro 3,7-14). ¿Pero
qué hay de estatuas o imágenes que representan a Dios mismo? Muchos
protestantes dirán que esto esta mal porque Deut 4 dice que Dios no tiene
forma, por tanto, no deberíamos tratar de hacer imágenes de El. ¿Pero, en
realidad, Deut prohíbe esta clase de imágenes del Señor?.
La respuesta es NO
Al comienzo de su historia en Israel estuvo prohibido hacer
representación de Dios porque El no se había revelado (todavía) en una forma
visible. Si los israelitas hubiesen hecho representaciones de Dios, quizás se
hubiesen visto tentados a adorarle en la forma de un animal o algún objeto
natural (ejemplo, un toro o el sol) de la misma forma en que alaban tales
imágenes los paganos que los rodeaban.
Pero después Dios si se reveló bajo formas visibles como Daniel 7,9 :
"Mientras yo contemplaba: se aderezaron unos tronos y un Anciano se sentó.
Su vestidura blanca como la nieve: los cabellos de su cabeza, puros como la
lana. Su trono, llamas de fuego, con ruedas de fuego ardiente". Los
protestantes hacen descripciones del Padre bajo esta forma cuando hacen ilustraciones
de las profecías del Antiguo Testamento.
El Espíritu Santo se reveló bajo por lo menos dos formas visibles
-aquella de una paloma, en el bautismo de Jesús (Mt 3,16 ; Mc 1,10 ; Lc 3,22 ;
Jn 1,32)- y como lenguas de fuego, en el día de Pentecostés (Hc 2,1-4). Los
Protestantes hacen uso de estas imágenes (especialmente de la paloma) cuando
dibujan o pintan estos episodios bíblicos y cuando usan solapines del Espíritu
Santo o cuando colocan emblemas de paloma en sus autos.
Pero más importante todavía es notar que en la Encarnación de Cristo, su
Hijo, Dios mostro a la humanidad un icono de si mismo. Pablo dijo "El es
imágen (en griego: ikon) del Dios invisible, el primero nacido de toda
creación". Cristo mismo es el "icono" divino e intangible del
Dios invisible e infinito del universo. Leemos de los Magos que cuando
"entraban a la casa vieron al niño con María su madre, y cayeron al suelo
y le adoraron. Luego abriendo sus tesoros, le ofrecieron regalos, oro, incienso
y mirra" (Mt 2,11).
El fondo del asunto es que los protestantes también usan todo tipo de
imágenes religiosas: retratos de Jesús y otros personajes bíblicos aparecen en
una miríada de Biblias, libros de ilustraciones bíblicas, joyas, polos,
stickers, cartas postales, CDs, y escenas del pesebre. Cristo es simbólicamente
representado por medio del símbolo del ictus -el emblema del "pez"-,
popular entre los evangélicos americanos.
El sentido común nos dice que, puesto que Dios se ha revelado en varias
imágenes, y especialmente en Jesucristo Encarnado, nos damos cuenta que no es
malo que nosotros usemos imágenes de estas formas para fortalecer y profundizar
nuestro conocimiento y amor a Dios. Ese es exactamente el proposito que tienen
las estatuas de Jesús y de los santos católicos: ellas son imagen que
representan personas a las que no podemos ver con nuestros ojos materiales.
La idolatría condenada por la Iglesia
Desde los tiempos de los Apóstoles, la Iglesia Católica ha condenado
clara y consistentemente al pecado de idolatría. La Iglesia primitiva de los
primeros Padres nos advierte contra este pecado, y los concilios de la Iglesia
también se ocuparon de este tema. Aquí unos ejemplos :
El segundo concilio de Nicea (787) que se ocupó especialmente de la
cuestión de la veneración de imágenes sagradas, y de iconos, dijo: "El que
nos redimió de las tinieblas de la insanidad idolatra, Cristo Nuestro Dios,
cuando tomó como su esposa a la Santa Iglesia Católica, sin mancha ni arruga,
prometió que la guardaría y les aseguro a sus santos discípulos: `Yo estaré con
vosotros hasta el día ultimo`. Esta promesa, sin embargo, no la hizo sólo a
ellos , sino también a nosotros, que gracias a ellos hemos llegado a creer en
su nombre. A esta gratuita oferta algunas personas no le dieron importancia,
siendo atraídos por el traicionero mal abandonaron la verdadera forma de
razonar ... y cayeron en la incapacidad de distinguir lo santo de lo profano,
asegurando que los iconos de Nuestro Señor y de sus santos no eran diferentes
de las imágenes de madera de los ídolos satánicos... Ciertamente que ese modo
de pensar (el de la adoración de las imágenes) no esta de acuerdo con nuestra
fe, que propiamente da adoración a la naturaleza divina, aun cuando haya gestos
que tengan apariencia de adoración, como aquellos con los que se honra la
figura de la vivificante cruz o los libros santos de los evangelios así como
otros objetos sagrados".
El catecismo del Concilio de Trento (1566) enseñó que se comete
idolatría "adorando ídolos e imágenes como si fueran Dios, o creyendo que
ellos poseen alguna divinidad o virtudes que les de derecho a recibir nuestra
adoración, a elevarle nuestras oraciones o a poner nuestra confianza en
ellos" (p. 374).
El Catecismo de la Iglesia Católica (1993) explica que "la
Escritura constantemente nos recuerda que hay que rechazar los ídolos, de plata
y oro, la obra de manos de los hombres. Ellos tienen boca pero no hablan, ojos
pero no ven". Estos ídolos vacíos hacen vacíos a sus adoradores
"aquellos que los hacen son como ellos, así como todos aquellos que
confían en ellos" (Sal 115,4-5, 8). Dios, sin embargo, es el "Dios
viviente" (cf Josué 3,10 ; Sal 42,3) que da la vida e interviene en la
historia".
"La idolatría no sólo se refiere a la falsa adoración pagana. Es
una tentación constante en contra de la fe. La idolatría consiste en divinizar
lo que no es Dios, sea esto dioses o demonios (por ejemplo, satanismo), el
poder, el placer, la raza, los antepasados, el estado, el dinero, etc. .... La
idolatría rechaza el Señorío único de Dios; es por tanto incompatible con
comunión con Dios.
"La vida humana encuentra su unidad en la adoración de un solo
Dios. El mandamiento de adorar sólo a Dios integra al hombre y lo salva de un
desintegración sin fin.
"La idolatría es una perversión del sentido religioso innato del
hombre, un idolatra es alguien que transfiere su indestructible noción de Dios
a cualquier otra cosa que no sea Dios" (CCC 2112-2114, citando Orígenes,
Contra Celso 2:40)
Las "obras de la ley" y la salvación
En Romanos 3, 20 es la primera vez
que San Pablo usa la expresión "obras de la Torah" (del griego, ergon
nomou). Este término es familiar en las modernas prédicas como "obras de
la ley"; sin embargo sería más propiamente traducido en el contexto como
"obras de la Torah", porque la ley (nomos) de la cual Pablo habla en
todas partes en Romanos y Gálatas es la Ley Mosaica (Torah; siendo nomos la
traducción común de los Setenta del término hebreo "Torah")
La traducción de ergon nomou como "obras de la Torah" es
confirmada por la evidencia arqueológico-léxica ya que también aparece en los
Rollos del Mar Muerto, escritos de la comunidad de Qumrán en Israel del siglo
primero. Así aparece en el famoso documento conocido como MMT, el cual sirvió
como Constitución o Declaración de Independencia para la comunidad de Qumrán.
Este documento, cuyo nombre se traduce como "Algunas Obras relevantes de
la Torah", se centra en ciertas discutidas interpretaciones de específicas
reglas mosaicas y revela una enorme preocupación por parte de los judíos del
siglo primero sobre las obras de la Torah. La frase obras de la Torah/obras de
la Ley es usada repetidamente y arroja gran luz sobre el sentido del término en
San Pablo (cf. los tres artículos en la edición de la Revista de Arqueología
Bíblica de Nov./Dic. de 1994 y en el libro The Dead Sea Scrolls Uncovered de R.
Eisenman y M. Wises, capítulo 6, Obras reputadas como Justicia-- Textos
Legales). El término "obras de la Torah" precede así a San Pablo y es
un término que él ha recogido del vocabulario judío de su tiempo (razón por la
cual él tiene que disputar con el pueblo acerca de esto en Romanos y Gálatas,
porque ellos ya usaban el término). Como ya dijimos, su primera aparición en
San Pablo es en Romanos 3, 20. Antes de este punto en Romanos el término ergon
("obra" o "acción") y sus afínes sólo se encuentran en 2,
6; 7, y 15. En ninguno de estos lugares el término indica lo que Pablo tiene
aquí en mente.
En 2,6 Pablo afirmaba que Dios juzgaría a cada hombre de acuerdo con sus
obras. Obviamente no se refería a obras de la Torah porque se esta hablando
tanto del juicio de los Gentiles como el juicio de los judíos (cf. 2, 9-10).
En 2,7 Pablo afirmaba que Dios recompensaría a aquellos que perseverasen
en "la práctica del bien" (lit., "en las buenas obras")
concediéndoles la vida eterna o la inmortalidad (como así también gloria y
honor). Pero esto es precisamente lo que San Pablo dice que las obras de la
Torah no alcanzarán porque la Torah no da el poder de pecar. (Así hay una
distinción en la mente de Pablo entre "obra buena" y "obra de la
Torah."). Y en 2, 15 Pablo afirmaba que cuando los Gentiles cumplían
naturalmente lo que requería la Torah, ellos muestran que "lo que la Torah
requiere" (lit., "la obra de la Torah") está escrito en sus
corazones. Este es el núcleo de la Torah que es realmente importante -Pablo
tiene en mente lo mismo en 8, 3-4 cuando dice que Dios ha hecho lo que la Torah
no podía hacer enviando a su Hijo para condenar el pecado en la carne,
"para que el justo requerimiento de la Torah se cumpla en nosotros"
(8, 4). La "obra de la Torah" de 2, 15 es entonces la misma que
"el justo requerimiento de la Torah" de 8, 4. Esto es lo que está
escrito en los corazones de los Gentiles -no solamente los preceptos de la
Torah acerca de la dieta, festivales y ceremonias- y por lo cual Cristo murió
para darnos poder de llevarlo a cabo.
Así la introducción del término "obras de la Torah" en 3, 20
es un nuevo tema en la epístola, distinto de "obras" (acciones, ya
sean buenas o malas) de acuerdo a las cuales los hombres serán juzgados,
distinto de "obra buena" que Dios recompensará con la vida eterna, y
distinto de "obra de la Ley" que está escrito en los corazones de los
Gentiles y por lo cual Cristo murió para que nosotros podamos realizarlo. De
acuerdo con estas distinciones nosotros debemos investigar más de cerca lo que
San Pablo significa con este término.
Desafortunadamente el contexto no nos da aquí muchas pistas, pero se
clarifica en el capítulo siguiente, en Romanos 4. Una vez que el término
"obras de la Torah" ha sido introducido, la evidencia se muestra
rápidamente en torno a lo que precisamente Pablo tiene en mente.
En 3, 28 Pablo reitera su tesis de que "el hombre se justifica por
la fe además de las obras de la Torah." Para sostener esto pregunta
retóricamente, "¿O es Dios el Dios de los judíos solamente? ¿No es también
el Dios de los Gentiles? Sí, de los Gentiles también" (3, 29). "Obras
de la Torah" debe ser entonces algo característico de los judíos más bien
que de los Gentiles. Si Pablo tiene en mente aquí algo particular, podría ser
probablemente los componentes ceremoniales de la Torah (circuncisión, leyes
sobre los alimentos y los festivales), los cuales son distintivamente
característicos de los judíos. No podrían ser los componentes morales de la Torah,
pues los mismos Gentiles tienen estos escritos en sus corazones (2, 15) y por
consiguiente los "cumplen naturalmente" (2, 14). (1)
Es en el capítulo 4 que tenemos el primer ejemplo concreto de lo que
Pablo significa por "obras de la Torah," y el ejemplo confirma la
tesis propuesta (que si Pablo tiene algo en mente es el ceremonial más que los
componentes morales de la Torah). El ejemplo es la circuncisión (4, 9-12).
Pablo enfatiza con gran fuerza la no-necesidad de la circuncisión para la
justificación. De hecho, todo el propósito de su discusión de Abrahán como
padre de la fe (capítulo 4) es para mostrar la no-necesidad de la circuncisión.
Esto indica que la circuncisión es la obra de la Torah por excelencia,
la cual Pablo tiene en mente -algo confirmado por el hecho de que Pablo había
sostenido anteriormente una discusión sobre la irrelevancia de la circuncisión
para la salvación (2, 25-3,1), y por el hecho de que justo después de esta
afirmación en 3, 27 de que las obras de la Torah no son necesarias, él llegó a
la consecuencia de que "Dios justificará a los circuncisos en virtud de la
fe y a los incircuncisos por medio de la fe" (3, 30).
Nuestra hipótesis de que San Pablo tiene en mente en primer lugar los
elementos ceremoniales de la Torah por "obras de la Torah" es de este
modo confirmada por la discusión de la circuncisión en Romanos. Esto es
nuevamente confirmado por la discusión de la circunsición en Gálatas.
Pablo se peocupa por puntualizar que Tito no fue obligado a ser
circuncidado en Jerusalén (Gál 2, 3). Pablo caracteriza a los agitadores que se
alarmaban ante la hipocresía de Pedro que estaba en "el partido de los
circuncisos" (Gál 2, 12). Él enfatiza que "si recibes la circuncisión
Cristo no te aprovechará nada" (Gál 5, 2). Su afirmación de que "todo
hombre que recibe la circuncisión... queda obligado a cumplir toda la
Torah" (Gál 5, 3), indica que la circuncisión estaba en primer plano en el
debate sobre la Torah y era el signo de abrazar la Torah. Afirma que "en
Cristo ni la circuncisión ni la incircuncisión tienen valor" (Gál 5, 6).
Pablo enfatiza la diferencia entre su prédica y la prédica de la
circuncisión preguntando: "¿Pero si yo... aún predico la circuncisión, por
qué soy todavía perseguido?" (Gál 5, 11), y continúa para afirmar que él
desearía que los partidarios de la circuncisión "¡llegaran hasta el punto
de mutilarse ellos mismos! (Gál 5, 12, NIV). Advierte a sus lectores que
aquellos "que quisieran obligaros a circuncidaros sólo lo hacen para no
ser ellos perseguidos" (Gál 6, 12) y que "aún aquellos que se
circuncidan no cumplen la Torah, pero desean circuncidaros para gloriarse en
vuestra carne" (Gál 6, 13), recordando finalmente a sus lectores que
"ni la circuncisión cuenta para nada, ni la incircuncisión, sino la
creación nueva" (Gál 6, 15).
Pero mientras la circuncisión es la obra de la Torah por excelencia que
Pablo tiene en mente, hay otras obras como se indica en el texto de Gálatas.
Cuando Pablo recuerda a Pedro en Gálatas 2, 16 que ambos "saben que el
hombre no se justifica por las obras de la Torah," es en el contexto donde
Pedro y los otros judíos se habían separado para no comer con los Gentiles de
Antioquía (Gál 2, 12-13). Esto se debía a que los Gentiles eran impuros y
porque comían alimentos impuros (Hch 10, 9-16 con 11, 3-12). Comer con los
Gentiles indicaba así una brecha de separación entre puros e impuros
(claramente acentuada en la Torah) y una participación en la comida de
alimentos impuros (también acentuado en la Torah). Así las leyes de separación
entre puro e impuro son tenidas en cuenta por Pablo cuando trata de "obras
de la Torah".
Pablo también lamenta que los Gálatas "¡observen los días [judíos],
los meses, las estaciones y los años! (Gál 4, 10). Esto indica que además de la
circuncisión, las leyes de separación, las leyes sobre los alimentos y las
leyes de los festivales judíos están también comprendidas en lo que Pablo tiene
en mente cuando habla de "obras de la Torah." En breve, Pablo tiene
principalmente en mente las obras ceremoniales de la Torah cuando habla de
"obras de la Torah." (2)
Pero surge una cuestión sobre si Pablo tiene en mente solamente las
obras ceremoniales de la Torah cuando usa la frase. ¿O tiene también en mente
las obras morales de la Torah? Muchos predicadores evangélicos contemporáneos
dicen que sí, pero esta afirmación debe establecerse por la exégesis y la
evidencia más bien que por la simple aserción de que es así.
Una persona que reconoce la naturaleza unificada de la Torah en el
pensamiento de San Pablo podría argumentar que, en virtud de su misma
unificación, cuando Pablo habla de las obras de la Torah debe significar todas
las obras de la Torah, ya sean ceremoniales o morales. Pero esta inferencia es
defectuosa. Argumentar que un todo unificado es innecesario no significa que
todos sus elementos sean innecesarios. Sostener eso significa incurrir en lo
que en lógica se conoce como falacia de la división (es decir, el todo tiene
una cierta propiedad -no necesidad- luego todas las partes tienen también esta
propiedad). (3) Para dar un ejemplo de todos los días, el dietista nos podría
decir que beber Coke Diet no es necesario para la buena salud, pero no por eso
estamosa autorizados a llegar a la conclusión de que beber agua (el ingrediente
principal de Coke Diet) no es necesario para la buena salud. Del mismo modo, no
podemos asumir simplemente del hecho de que la Torah no es necesaria para la
salvación que ninguna de los elementos de la Torah son necesarios para la
salvación. Esto se muestra abundantemente por el hecho de que uno de los
elementos de la Torah es la fe en Dios, que es necesario para la salvación
personal. (4) Además, la aparente visión de una Torah unificada en San Pablo es
mitigada por el hecho de que él regularmente se mueve entre ambos elementos de
la Torah que son y no son importantes pero usa de modo sorprendente un lenguaje
similar para expresar estos elementos. Por ejemplo, su uso de la frase
"obras de la Torah" para denotar primariamente (o exclusivamente) las
obras ceremoniales características de los judíos (y que no están escritas en
los corazones de los Gentiles) y la frase similar "obra de la Torah"
que está escrita en los corazones de los Gentiles y que a veces caracteriza su
comportamiento. Gran parte de la impresión que uno recibe de que Pablo tiene en
mente una Torah unificada se deriva de su lenguaje (que siempre habla de una
única Torah, no de un conjunto de Torahs morales, civiles y ceremoniales),
aunque su lenguaje distingue entre los diferentes tipos de "obra(s) de la
Torah."
Por ambas consideraciones (la lógica y la lingüística), no se puede
argumentar desde el punto de vista de Pablo de una Torah unificada para
concluir que él está diciendo que cada elemento de la Torah es inncesario. En
efecto, como hemos visto, por lo menos un elemento de la Torah -la fe en Dios-
es necesario. Se requiere entonces la "obra de la Torah".
Ahora debemos volver a la exégesis y a la evidencia para establecer si
la "obra (moral) de la Torah" está incluida en la frase de Pablo
"obras de la Torah." Hay un número de argumentos poderosos de que no:
1. Una evidencia que ya hemos notado está fuera de la Biblia. Estudios
arqueológicos y lingüísticos recientes han mostrado que en el siglo primero en
el judaísmo la frase "obras de la Torah" era un término técnico para
acciones que servían como marcas de la identidad judía (por ejemplo, obras
ceremoniales), indicando que eran miembros de la alianza judía, en contraste
con aquellos que estaban fuera de ella. (5)
2. Pablo tiene claramente en su mente las obras ceremoniales pero no la
obra moral. Esto está indicado por el hecho de que repetida y explícitamente
acentúa la no-necesidad de las obras ceremoniales, y especialmente la
circuncisión, pero nunca acentúa repetida o explícitamente la no-necesidad de
la obra moral como la caridad.
3. Además, Pablo no sólo no acentúa la no-necesidad de la caridad sino
que pone un gran acento en la importancia de la caridad y la obediencia. Por
ejemplo, cuando Pablo afirma que "aguardamos por la esperanza de la
[justificación]" (Gál 5, 5) dice que "ni la circuncisión ni la
incircuncisión tienen valor [con respecto a aquella esperanza], pero sí la fe
por medio de la caridad" (o "fe vuelta eficaz a través de la
caridad," RSV margin; Gál 5, 6).
4. San Pablo indica también que la vida eterna es una recompensa
"por la perseverancia en buena(s) obras(s)" (Rom 2, 7) y que
"alcanzamos inmortalidad por la perseverancia en la(s) buena(s)
obra(s)" (ibid.). También afirma que "el que siembra en el Espíritu
del Espíritu cosechará vida eterna" (Gal 6, 8) y sembrar en el Espíritu es
definido en el contexto como "compartir todos los bienes con el que
enseña" (Gal 6, 6, ver también 2Cor 9, 1-6), y "hacer el bien a todos
los hombres" (Gal 6, 10). Esto indica claramene la necesidad de obrar el
bien para recibir el don de la vida eterna en el último día.
El único modo en que alguien podría evitar la fuerza de este argumento
sería decir que el argumento 1. es a la larga poco consistente (aunque sea
bastante firme) porque se basa en una evidencia extra-canónica, que 2. aunque
(también) bastante firme, es presuntivo más bien que conclusivo, que 3. tiene
principalmente en mente el bien que es necesario después que uno es
justificado, no antes, y que en 4. se habla de la recepción final de la vida
eterna más que de la justificación inicial. Esta réplica es posible (pero muy
dudosa, en vista de la fuerza de los argumentos precedentes), pero aunque fuese
satisfactoria no perjudicaría la exposición de Romanos que estamos
desarrollando aquí. Solamente mostraría que la caridad no es necesaria para la
justificación inicial, dejando intacto el hecho de que es necesaria para la
recompensa de la vida eterna en el último día (Rom 2, 7, Gál 6, 6-10) y
finalmente para la justificación escatológica (Gál 5, 5-6).
La tesis de que la caridad no es necesaria para la justificación inicial
es algo sobre lo que todos los cristianos están de acuerdo. El hecho de que los
protestantes están de acuerdo es bien conocido y no necesita documentación.
Pero el acuerdo de los católicos en esta tesis es comúnmente negado (en
círculos protestantes) por tanto necesita documentación.
Un católico puede ser perfectamente feliz diciendo que "las obras
de la Torah" (incluyendo las obras de la caridad) no son neccesarias para
ser justificado porque el Concilio de Trento, la respuesta católica oficial a
los reformadores protestantes, declara: "Nada de lo que precede a la
justificación, ya sea fe u obras, merece la gracia de la justificación. Porque
si es por la gracia no lo es por las obras. Además como dice el Apóstol, la gracia
ya no es más gracia." (6) Trento enseña así que no hay nada anterior a la
justificación, incluyendo las obras (de cualquier tipo) que merezca la
justificación.
De hecho la teología católica podría enseñar que las obras de la caridad
realmente son imposibles antes de la justificación porque antes de aquel tiempo
la virtud teologal de la caridad no había sido infundida (derramada) en los
corazones de los fieles (cf. Rom 5, 5: "El amor de Dios ha sido derramado
en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado"). La
única caridad que una persona tiene antes de la justificación es la caridad
orientada hacia sí mismo que él manifiesta a aquellos de los cuales espera
recibir algún provecho. Pero este tipo de caridad no cuenta para nada ante Dios
(Mt 5, 46). Pero si las obras de la caridad propia no son posibles antes de la
justificación, obviamente tampoco son necesarias para la justificación.
Finalmente, los ortodoxos orientales también estarían de acuerdo con la tesis
de que las obras de la caridad no son necesarias para quedar justificado,
indicando el acuerdo de todos los cristianos en este punto.
Por lo tanto, aún si "las obras de la Torah" incluye "la
obra (moral) de la Torah," no afecta a nuestra exposición sobre Romanos.
Dando una evaluación imparcial de los cuatro argumentos anteriores es
extremadamente improbable que Pablo incluya la obra moral en "obras de la
Torah," pero si así fuera no perjudicaría nuestra interpretación.
Una aplicación de las consideraciones precedentes sobre la interpretación
de 3, 20. Como vimos antes, Pablo piensa que el conocimiento del pecado viene a
través de la Torah y que la Torah no concede poder para escapar del pecado, es
incapaz de justificar. Pablo establece de este modo que "nadie será
justificado en vista de las obras de la Torah." Cualquier interpretación
de "las obras de la Torah" tendría sentido en esta afirmación.
Si "obras de la Torah" significa todas las obras de la Torah,
incluyendo las obras de la caridad, entonces es obvio que ellas no producirán
la justificación porque la Torah no da la capacidad de practicar obras de
caridad. De modo similar, si "obras de la Torah" quiere decir obras
ceremoniales, entonces es obvio una vez más que uno no se justifica por las
obras de la Torah porque practicar las obras ceremoniales ni siquiera comienza
a librar del pecado, razón por la cual la Torah no es capaz de justificar.
Entonces, en cualquier sentido que se construya la frase "obras de
la Torah", el argumento de Pablo permanece firme: la Torah sólo produce el
conocimiento del pecado, no su liberación, y así realizar las obras de la Torah
no llevaría a la justificación. Ningún hombre será justificado por las obras de
la Torah.
NOTAS
1) Para un desarrollo más amplio, ver el comentario en 3, 29.
2) La frase "obras ceremoniales de la Torah" debe preferirse a
la frase común "obras de la ley ceremonial" porque San Pablo no habla
de una Torah ceremonial en contraste a una Torah moral o a una Torah civil. La
división tripartita de la Torah en preceptos morales, civiles y ceremoniales,
aunque es una división exacta, es un anacronismo que no se halla en el
pensamiento de San Pablo. La Torah puede ser ciertamente dividida de ese modo,
pero Pablo mismo no hace esa división. Si hay una división que va por delante en
la mente de Pablo esta es entre las partes obligatorias y no obligatorias de la
Torah. Pero cuando él discute esto no habla de dos Torahs separadas, sino de
una Torah que tiene dos aspectos -moral y ceremonial- que son obligatorios y no
obligatorios respectivamente para los cristianos. Así debemos distinguir entre
las "obras (ceremoniales) de la Torah" que no cuentan para nada
"en Cristo" y la "obra (moral) de la Torah que está escrita en
los corazones de los Gentiles y que los cristianos tienen poder para llevar a
cabo.
3) Para dar un ejemplo de esta falacia que aprendí en mi primera clase
de Lógica, un gran edificio puede tener cierta propiedad, como la de pesar
cientos de toneladas, de lo cual no se sigue que cada ladrillo del edificio
posea también esa propiedad.
4) Aún siendo fe implícita.
5) Ver Dunn, "Jesus, Paul and the Law", p. 220, Romans, vol.
1, p. 154. Esta tesis es confirmada por numerosos autores modernos, incluyendo
E. P. Sanders, Paul, the Law, and the Jews People, p. 147, Alan Segal, Paul the
Convert, p. 131, F.J. Matera, Galatians, p. 93.
6) Trento, sesión seis, "Decreto sobre la Justificación",
capítulo 8, citando a Rom 11, 6.
El Papado: Regalo de Dios a la Iglesia
Quiero comenzar contando una historia. Es la historia de un rey sabio y
bueno que vivió hace 3.000 años en el Medio Este. Si bien este rey cometió
errores -algunos muy serios y por los que fue castigado- continuó siendo el rey
piadoso y devoto que la Biblia describe como un hombre 'según el corazón de
Dios' (1Sam 13,14).
El Rey David agradó tanto a Dios que logró hacer un pacto especial con
El. Dios prometió que le sucedería una gran dinastía después de él. Incluso le
daría un descendiente -un hijo- quien se convertiría en el gran libertador del
pueblo de Israel, el tan esperado Mesias que Dios había prometido algún tiempo
atras y que sería el grande y glorioso Hijo de David, el mismo que crearía un
gran reino que llegaría a impresionar al propio David.
El Rey David, como todos los reyes -especialmente los buenos- era un hombre
de muchas ocupaciones. El tenía la responsabilidad de incrementar los fondos
del reino, publicar proyectos de trabajo, tenía que castigar crímenes y dirimir
casos legales, tenía que pelear guerras con otros paises y atender asuntos de
diplomacia exterior; todo esto aún por encima de las tareas cotidianas de un
hombre ordinario, como el comer, dormir y convivir con la familia.
Tenía su agenda llena, y simplemente no había forma de administrar
personalmente su propia casa, que incluía más de un millar de personas entre
familiares y sirvientes. Había que hacer compras, cocinar, atender a los
pequeños, educar a los estudiantes, amparar a las viudas, reemplazar
sirvientes, limpiar cuartos, pulir pisos, levantar muros, balancear cuentas,
saldar deudas, y cientos de tareas más.
David no podía supervisar personalmente todas estas tareas, ni había
forma de dar intrucciones personalmente a cada uno de los sirvientes o
familiares, ni tampoco podía premiar o castigar los resultados de esas
instrucciones. Entonces David comisionó un grupo de ministros que se hicieran
cargo de la supervisión de su casa. Dichos ministros tendrían que atender a la
coordinación y disciplina de todos los miembros.
Pero era una casa tan grande, con tantos miembros y tantas tareas que
supervisar, que fueron muchos tambien los ministros que designar, y siempre que
se tiene un gran número de personas supervisando algo, existe el riesgo de que
surjan desacuerdos y conflictos. Miembros de un departamento interfieren en las
cosas del otro departamento, y viceversa. Algunos opinan que los niños deben
ser educados de una forma, y los demás opinan de manera diferente. Algunos
querrán el horario de una forma, los demás de otra. Y es imprescindible
encontrar una forma de hacer trabajar al grupo de forma armoniosa y coordinada.
Entonces el sabio Rey David ideó un método. Designó a un ministro en
particular para que sirviera de mayordomo en jefe de la casa; así como el
presidente de los Estados Unidos tiene un jefe de funcionarios en la Casa
Blanca. Este ministro, quien estaba en contacto continuo con el Rey David,
tenía la tarea de solucionar las diferencias, mantener en línea a los
ministros, y mantener a toda la casa trabajando unida.
Esto quería decir que cuando el Rey estuviese fuera, el Mayordomo en
Jefe tendría la casa completamente a su cargo. Era la cabeza de la casa
mientras el rey estaba ausente, y el segundo a cargo cuando estaba presente.
Este arreglo de tener un ministro que tuviera la función de jefe y que
dirigiera a los demás, manteniéndolos alejados de conflictos y desacuerdos,
posteriormente continuó siendo utilizado por los reyes que sucedieron al trono
de la Casa de David, y aún por los reyes de la Casa de Israel cuando esta
rompió tratos con el Reino del Sur, después de la muerte de Salomón.
Desafortunadamente, no todos los tesoreros llegaban dignamente a ocupar
su posición. Dios despojó a algunos de éllos de sus cargos. Se puede leer a
este respecto en Isaías 22. Ahí se describe cómo un mayordomo en jefe llamado
Shebna es despojado de su cargo, el cual le había sido otorgado por un hombre
llamado Eliakim.
Leyendo el pasaje nos percatamos que Shebna enfadó a Dios a causa de la
pompa y finura de sus oficinas, sus relucientes y espléndidos carruajes y demás
lujos innecesarios; de forma por demás arrogante había mandado a esculpir una
caprichosa tumba para él en Jerusalén, cuando en realidad habría de ser
exiliado y muerto en tierras lejanas. Dios declaró que Shebna sería sacado de
su puesto como tesorero del rey y que éste sería dado a otro hombre. Dios
describe este cambio de poder de forma muy vivida y visual. El dice: "21
Le vestiré de tu túnica, con tu fajín le sujetaré, tu autoridad pondré en su
mano, y será él un padre para los habitantes de Jerusalén y para la casa de
Judá. 22 Pondré la llave de la casa de David sobre su hombro; abrirá, y nadie
cerrará, cerrará y nadie abrirá. 23 Le hincaré como clavija en lugar seguro, y
será trono de gloria para la casa de su padre". (Is 22,21-23). Típico de
las profecias hebreas, aquí se muestra un gran uso de figuras poderosas, dos de
las cuales -la llave de la casa de David y el hecho de que el tesorero actue
como padre del pueblo de Jerusalén y de la casa de Judá- son de gran
significado para nosotros. Para simbolizar su autoridad, el mayordomo en jefe
tenía una llave especial que cargaba en un saco bajo su hombro. Esta llave
simbolizaba la diferencia entre él y los demás ministros bajo su supervisión.
Los demás ministros también podían atar y desatar -permitir y prohibir las
actividades en la casa- pero el mayordomo en jefe, o tesorero, podía atar y
desatar en un mayor rango, entonces nadie podía pasar por alto sus juicios.
Nadie, excepto el rey. Debido a su gran autoridad, él servía como figura
paterna para el reino. Un padre, en cultura bíblica e imagen bíblica, es
alguien que es capaz de defender y proveer de lo necesario a quien no tiene
amparo. Esta es la base de las fuertes declaraciones del Antiguo Testamento en
cuanto se refiere a la defensa de los huérfanos a quienes les han sido violados
sus derechos. Es su deber defenderlos porque no tienen padre, porque no tienen
a nadie que pueda defenderlos ni velar por sus necesidades. Cualquiera que se
pusiera en la posición de defensor y proveedor era visto como figura paterna
-incluyendo al tesorero del rey. Si los derechos de alguien estaban siendo
violados o si estaba en gran necesidad, podía dirigirse al tesorero y obtener
de él protección y provisiones, ya fuera inmediatamente y por su propia
autoridad o acudiendo al rey para pedir en su nombre lo que necesitaba. Ésta es
la forma cómo el tesorero adquiría la figura paterna para el pueblo de Israel.
¿Por que son ahora esas lecciones importantes para nosotros? Porque hoy,
para nosotros, también hay un tesorero para el pueblo de Dios. Cuando llegó el
tiempo en que el Mesias tenía que aparecer - el gran hijo de David, el que
cumplió la promesa hecha por Dios a David, siendo él mismo el nuevo y perfecto
David - hizo algo muy similar al instaurar su reino. El nuevo reino no podía
ser meramente empresa nacional, como el reino anterior, sino que debía tener
carácter internacional para poder incluir a personas de todas las naciones.
Esto hizo crecer la organización, y por lo mismo fue necesaria una estructura
mayor que la anterior. Así fue como el gobernante de los miembros de esta casa,
el Nuevo David, tal como el primero, designó ministros. Nosotros les llamamos
apóstoles, obispos, sacerdotes y diáconos, pero a final de cuentas son
ministros -ministros de Cristo- que supervisan su reino. Y como antes, siempre
que se tiene un número grande de ministros, habrá algún conflicto que resolver.
Para ello se cuenta también con una autoridad central, un jefe que esté a cargo
de los demás. Si no se contara con esta autoridad central para resolver los
problemas y desacuerdos, todo sería un tremendo caos y la casa se desintegraría
en múltiples sectas, compitiendo entre ellas. Por eso cuando Jesús, hijo de
David, instaló su reino y designó a los primeros ministros, inteligentemente
designó al ministro en jefe.
Desde el principio de su interacción con este hombre que habría de ser
elegido, Jesús lo señaló de forma muy especial dándole un nombre también
especial, un nombre personal. El hace esto en Juan 1,42, en donde podemos leer
de Andrés: " Y le llevó donde Jesús. Jesús, fijando su mirada en él le
dijo: 'Tu eres Simón, el hijo de Juan; tú te llamarás Cefas' (que quiere decir,
'Piedra')". Entonces, cuando Jesús conoció al hombre que él mismo
designaría como mayordomo en jefe -un hombre conocido como Simón bar-Jonah o
Simón hijo de Juan- le dió un nuevo nombre para marcarlo de forma especial -la
palabra aramea "Cefas", o más propiamente "Kepha", y que
después, cuando la Iglesia comenzó a ser difundida a los gentiles, que hablaban
el Griego, fue traducida como "Pedro". Este nombre no era un nombre
ordinario, sino que guardaba un gran significado. La gente en este tiempo no
usaba el nombre "Kepha". Esta palabra significa "Piedra" y
sin duda debió ser un poco extraño para Pedro ser llamado así, naturalmente se
preguntaria "¿Por qué este hombre al que apenas conozco me ha nombrado
'Piedra'? ¿Por qué dice que éste será mi nombre a partir de hoy? ¿Qué tendrá
deparado para mi?" Pedro eventualmente encontraría respuesta a sus dudas.
Ya que Jesús había formado un grupo de discípulos a su alrededor, Pedro sería
el lider natural del grupo, y eventualmente Jesús formalizaría esta relación
haciendo a Pedro el lider oficial de los discípulos. Leemos en Mateo 16, el
famoso pasaje donde Cristo pregunta a sus discípulos quién dice la gente que es
El. Ellos responden que la gente no está segura acerca de la identidad de
Cristo. Entonces Jesús les pregunta a ellos -los discípulos- quién creen que es
El, y Pedro responde correctamente: "17 Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios
vivo". Replicando Jesús dijo: "Bienaventurado eres Simón, hijo de
Jonás, porque no te ha revelado esto la carne ni la sangre, sino mi Padre que
está en los Cielos. 18 Y yo a mi vez te digo que tú eres Pedro, y sobre esta
piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del Hades no prevalecerán contra
ella. 19 A tí te daré las llaves del Reino de los Cielos; y lo que ates en la
tierra quedará atado en los Cielos; y lo que desates en la tierra quedará
desatado en los Cielos." (Mt 16,17-19).
Este pasaje fue de gran importancia para mi conversión. Por años me dije
a mí mismo, como cualquier protestante, que la Roca a la que Jesús se refería
en el pasaje no se refería a Pedro sino a la revelación de que Jesús era el
Mesias. Con todo y esto, un día estaba leyendo este mismo pasaje y algo de lo
que no me había percatado antes, llamó mi atención. Eventualmente noté muchas
cosas acerca de este texto que señalan que Pedro era la Roca de la que hablaba
Jesús, por hoy quiero compartir solamente un par de ellas.
Observando la estructura en que Jesús habla, él hace tres declaraciones,
todas ellas dirigidas a Pedro.
La primera da inicio diciendo "Bienaventurado Tú".
La segunda comienza, "Tú eres Pedro".
Y la tercera dice: "A tí te daré las llaves del Reino de los
Cielos".
Lo primero que noté es que en este pasaje Jesús bendice a Pedro.
Observemos la primera y tercera oraciones que él hace: "Bienaventurado
seas", dice Jesús, "A tí te dare las llaves del Reino de los
Cielos". Yo me sentiría grandemente bendecido si Jesús me dijera algo
semejante, y sé que cualquiera se sentiría de la misma forma. Esto es
significativo porque, si en la primera y la tercera oración Jesús hace
beatificaciones a Pedro, entonces la oración del centro -la segunda- también es
una beatitud hacia Pedro. Esto quiere decir que cuando Jesús dice: "Y yo a
mi vez te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y
las puertas del Hades no prevalecerán contra élla...", El está diciendo
algo que magnifica o engrandece a Pedro.
Esto es muy importante en sí porque, tratando de decir que la Roca es
otra y no Pedro, las personas que se disputan el papado tratan de decir que
Jesús se opone a la bendición de Pedro en este pasaje y que en realidad
pretende rebajarlo. Ellos aseguran, y yo mismo lo hice en un tiempo antes de convirtirme
al Catolicismo, que lo que en realidad dice Jesús en este pasaje es: Te digo
ciertamente, Pedro, que tú eres una pequeña piedra, tan pequeña e
insignificante que no se compara a la Gran Piedra de la Revelación que Soy Yo,
y yo mismo contruiré mi Iglesia...
Pero cuando ponemos esta frase en el contexto de la dos beatitudes
pronunciadas por Jesús hacia Pedro, antes y después de citar la frase en
cuestión, dicha interpretación carece de sentido. Jesús pudo haber dicho:
Bienaventurado eres Simón, hijo de Jonás (tú, pequeña cosa), aquí están las
llaves del Reino de los Cielos... Entonces no tendriamos que buscar más y sería
claro que Pedro es la Roca sobre la que construiría su Iglesia.
Otra de las cosas de que me percaté acerca de este pasaje, es que cada
una de las tres declaraciones que Jesús hace a Pedro tiene dos partes, la
segunda explicando la primera. De tal manera de que cuando Jesús hace su primer
declaración diciendo "Bienaventurado eres Simón, hijo de Jonás", el
significado -la razón por la que es bendecido- es explicada en la segunda parte
de la oración, donde dice "porque no te ha revelado esto la carne ni la
sangre, sino mi padre que está en los cielos". De forma similar, cuando
Jesús hace su tercer declaración y dice "A tí te daré las llaves del Reino
de los Cielos" el significado -parte de lo que implica tener las llaves-
queda claro en la segunda parte de la oración donde dice "y lo que ates en
la tierra quedará atado en los cielos; y lo que desates en la tierra quedará
desatado en los cielos". Esto quiere decir que cuando hace la segunda
declaración comenzando "Y yo a mi vez te digo que tú eres Pedro" su
significado -lo que implica ser Pedro- se encuentra en la segunda parte que
dice "y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del Hades no
prevalecerán contra élla".
Hay también muchas otras razones por las que Pedro debe ser la Roca a la
que Jesús se refiere.
Por ejemplo, notemos que este pasaje muestra a Jesús separado de la
Iglesia que construye, no siendo parte de ella, y en esto no puede estar su
fundamento -punto que descubrí leyendo un comentario Evangélico Protestante
acerca de este mismo pasaje.
Las dos razones que he mostrado aquí han sido instrumento de mi
conversión, y son también la razón por la que he querido compartirlas. Cuando
me di cuenta de que Jesús estaba haciendo de Pedro la Roca sobre la que
construiría la Iglesia, esto significaba que Pedro estaría a cargo de ella
cuando Jesús ascendiera al Cielo. El sería la cabeza de los apóstoles, el lider
de la Iglesia terrena y, como percibí, el lider de la Iglesia en la tierra era
una muy buena descripción de la función del Papa. Al percatarme de que sin duda
era Pedro la Roca de la que se habla en este pasaje, tuve que reconocer que los
católicos estaban en lo correcto y que Pedro realmente era el primer Papa.
Yo no sabía si Jesús se refería también a los demás Papas, pero sabía
bien que los católicos estaban en lo correcto al describir a Pedro como Papa.
Esto es algo que se hizo aún más claro cuando comencé a estudiar la estructura
de este pasaje en el Antiguo Testamento y de donde Jesús toma el importante
símbolo de las llaves.
Leyendo el Antiguo Testamento encontramos dos lugares en donde se hace
mención a las llaves.
-El primero es Jueces 3 y no es de gran importancia teológica ya que
sólo trata del tiempo después en que un juez de Israel mató a un rey de otro
lugar, los sirvientes del rey tomaron una llave y abrieron la puerta del cuarto
en el que su amo cayó muerto.
-El otro pasaje donde se menciona la llave es en aquel que vimos
anteriormente -Isaias 22- donde la llave es el símbolo de la autoridad del
primer ministro de la casa de David. Dado que es el único pasaje del Antiguo
Testamento donde la llave es usada como un símbolo, Isaias 22 debe ser la estructura
simbólica en la que está basado Mateo 16, lo que significa que Jesús, el nuevo
David, estaba haciendo a Pedro el tesorero de la casa del nuevo David. Pedro
sería entonces el mayordomo en jefe, bajo el rey Jesús.
Esto es lo que este pasaje dice en realidad. Esto es algo que yo
solamente he mostrado en términos católicos y que ciertamente no había
comprendido desde el punto de vista protestante.
Quisiera compartir este breve extracto de uno de los escritos de F.F.
Bruce, quien es reconocido como uno de los más importantes escolásticos de la
Biblia Evangélica Protestante del siglo veinte. En esta sección del libro,
"Las Difíciles Expresiones de Jesús", Bruce comenta y escribe:
"¿Y qué acerca de las 'Llaves del Reino'? Las llaves de un real y
digno establecimiento serían confiadas a un mayordomo en jefe o empleado. En
otros tiempos, era este personaje quien las cargaba en su hombro como insignia
de la autoridad que se le había confiado. Cerca del año 700 a.c. un oráculo del
Señor anunció que esta autoridad del palacio real en Jerusalén sería conferida
a un hombre llamado Eliakim: 'Pondré la llave de la casa de David sobre su
hombro; abrirá, y nadie cerrará, cerrará, y nadie abrirá' (Is 22,22). Entonces
en la nueva comunidad que Jesús construiría, Pedro sería, por así decirlo, el
mayordomo en jefe. En los primeros capítulos de Hechos, Pedro es visto
ejerciendo esta reponsabilidad en la Iglesia primitiva. Él actúa como lider del
grupo de discípulos en Jerusalén aún antes de la llegada del Espíritu en Pentecostés
(Hech 1,15-26); en el día de Pentecostés es él quien predica el Evangelio de
forma tan efectiva que hay trescientos escuchas que creen el mensaje y se
incorporan a la Iglesia (Hech 2,14-41); algún tiempo después sería él quien
primero predicara el Evangelio a los gentiles, momento en que se abre la puerta
de la fe tanto a los gentiles como a los judios (Hech 10,34-38)."
Aquí podemos darnos cuenta de que, una persona que no es católica y que
no cree en el papado, alguien que es considerado como uno de los grandes
escolásticos de este siglo, respetado aún por los críticos de la Biblia
liberal, quienes despreciaron su fe evangélica, fue capaz de admitir que en
este pasaje Jesús está comisionando a Pedro el ser jefe de la casa del nuevo
David, significando que mientras Jesús el rey esté lejos en el Cielo, Pedro
estará a cargo de la Iglesia en la tierra. En otras palabras, Pedro es el Papa.
Debido a que él es el primer ministro de la casa del Nuevo David, puesto que
posee las llaves del Nuevo Reino, también es nuestro padre en la Iglesia. El no
infringe de manera alguna la Paternidad de Dios -porque Dios es el personaje
fundamental que nos defiende y nos provee-, pero siguiendo el paralelismo del
Viejo Testamento, podemos decir que el tesorero de la casa de Cristo es
"el padre de aquellos en Jerusalén y Judá." El es aquel a quien
-dentro de la Iglesia- acudimos para la defensa de nuestros derechos eclesiales
y que nos provee del alimento espiritual. El Papa es un grande y especial
regalo a la Iglesia porque él está capacitado para intervenir cuando surgen los
problemas. Cualquier grupo necesita de un lider. Esto se aplica tanto a grupos
religiosos como a grupos en iglesias no católicas. Una típica congregación
Protestante puede estar regida por un consejo de diáconos o por un consejo de
ancianos, pero aún así contará con una persona -el pastor- que pueda intervenir
y poner fin a las disputas. En las Iglesias Ortodoxas Orientales es el obispo
quien asume este importante papel. Y como lo que es cierto en pequeña escala lo
es en gran escala, podemos poner como ejemplo la elección del presidente de la
Convención Bautista del Sur. De forma similar la Iglesia Ortodoxa cuenta con
patriarcas que resuelven las disputas entre los obispos de sus áreas. Lo que
estos hombres reconocen -de forma acertada- es la necesidad que todo grupo
tiene de contar con un lider que intervenga cuando surjan situaciones de crisis
o conflicto. Y es entonces que se da reconocimiento a la designación de Pedro,
a través de Cristo, como sede de la Iglesia en su totalidad. Sin embargo, aún
no es reconocido el poder que ese hombre debe tener. Aún en el caso de ser una
persona nominalmente asignada al cargo, si es solamente un modelo o si tiene
muy poca autoridad real, simplemente no estará apto para actuar de forma
efectiva y lograr así mantener la unidad del grupo. Sin pretender desacreditar
a nuestros hermanos no católicos, bastará con observar las razones por las que
la comunión Ortodoxa Oriental está tan dividida y fragmentada en iglesias
autónomas y con una gran cantidad de conflictos. El sistema de patriarcas no
está capacitado para mantener una unión efectiva entre ellos, ya que los
patriarcas no cuentan con suficiente autoridad para resolver disputas, y
también porque los patriarcas tienen disputas entre ellos mismos y no son
capaces de resolverlas. Esta es otra razón, nuevamente sin tratar de
desacreditar de forma alguna a nuestros hermanos no católicos, por la que hay
literalmente miles de denominaciones Protestantes. Sin la influencia de los patriarcas
para mantener al grupo unido, la comunión Protestante se ha fragmentado hasta
llegar a unidades administrativas en donde, lamentablemente, prevalecen los
conflictos de unos contra otros.
Algunas veces las congregaciones hacen gran alboroto de insignificancias.
Recuerdo un grupo al cual asistí en un momento de crisis, en ese entonces
alguien del grupo pensaba que los fondos de la institución estaban siendo mal
administrados. Regresé en otra ocasión y entonces el pastor comentaba que, al
estrenarse las nuevas instalaciones, algunas personas dejaron de asistir debido
a que no les gustaba el color de la alfombra que habían elegido. Estas son sólo
cosas menores entre las que suelen ocasionar la división de una iglesia, pero
pasan con regularidad. En las librerias Evangélicas, específicamente en la
sección para pastores, se pueden encontrar numerosos libros sobre cómo
prevenir, manejar y superar estas divisiones en la iglesia. Cosas como estas
nunca suceden en una comunidad católica. Seguro que la gente puede molestarse
por el color de la alfombra o por el modo cómo los fondos son manejados, pero
la parroquia nunca se fragmenta en dos iglesias. Esto nunca sucede en una
comunidad católica porque los líderes cuentan con una autoridad efectiva y
pueden prevenir que estas pequeñas cosas se tornen verdaderas crisis. Esta es
también la razón por la que las comunidades católicas son mucho más numerosas
que las protestantes. La típica iglesia Protestante consta de menos de un
centenar de personas; mientras la típica comunidad católica consta de cientos
de familias en ella. ¿Por qué? Porque las iglesias católicas no se fragmentan.
Este es el liderazgo efectivo que ha permitido a la Iglesia católica
permanecer unida y creciendo en cantidad. Ahora mismo, la Iglesia católica
incluye el 18% de la raza humana. Una de cada seis personas es católica, y la
razón fundamental es el Papa. El es el centro ecuménico de la Iglesia, el punto
de arranque que la mantiene unida y a salvo de divisiones. Esto sólo muestra la
sabiduria de Cristo al dotar a la Iglesia de un lider que ejerciera su función
durante su ausencia. El papado es un gran regalo a la Iglesia, y es la razón
por la que ha prosperado como lo ha hecho hasta ahora, convirtiéndose en el más
grande grupo cristiano de la tierra, más grande aún que todos los grupos
cristianos juntos. Si Dios no hubiese elegido bendecirnos con un lider con
efectiva autoridad administrativa, alguien con la suficiente jurisdicción
administrativa como para solventar las diferentes crisis en toda la Iglesia,
ésto nunca hubiese sido posible. Para lograr que la Iglesia de Cristo llegara a
realizarse, debía haber alguien, que en ausencia de Cristo, fungiera con
primacía papal.
Pero no todas las disputas en la Iglesia son meramente administrativas.
Algunas son de carácter doctrinal, que son precisamente las más serias, no sólo
porque las materias doctrinales son más graves que las materias de práctica y
administración, sino porque también son la causa más común de división entre
personas. Cuando se tiene un arraigado y fundamental desacuerdo acerca de la
doctrina, las divisiones son a otro nivel. Esto significa que el Papa
verdaderamente realiza, de forma efectiva, su labor de mantener unida la
Iglesia, ya que debe haber un mecanismo por el cual las disputas doctrinales
queden resueltas. Desde luego, este es el sentido de un concilio ecuménico.
Este es el modelo bíblico aplicado para mantener la unión del Espíritu: el
concilio descrito por Hechos 15, donde está decidido que los gentiles pueden
convertirse al Cristianismo sin tener que apegarse a la Ley Mosaica. Pero
algunas veces un concilio no es suficientemente oportuno, ya sea porque
físicamente no es nombrado -como fue el caso durante la persecuciónes romanas-
o porque el concilio pudo haber estado profundamente dividido en alguna
cuestión, o simplemente porque la solución a una crisis debía ser dada de forma
inmediata y no se contaba con el tiempo suficiente para que el concilio pudiera
reunise. En estos casos, cuando un concilio ecuménico no es práctico, Dios ha
regalado la persona del Papa que cuenta con la facultad definitiva para
solucionar estos conflictos. Con esto le ha sido dado al Papa el regalo de la
infalibilidad. Este regalo es frecuentemente confundido. Se suele inferir que
esto quiere decir que el Papa no comete pecados, pero éste no fue el caso ni
siquiera para el propio Pedro. En la misma Escritura se muestran de forma clara
sus pecados, así como los pecados de todas las figuras se encuentran a través
de esas páginas. Pero ésto no le impidió a Pedro actuar de forma infalible al
escribir los libros de las Escrituras: las dos epístolas que llevan su nombre,
Primera y Segunda Cartas de Pedro.
El regalo de la infalibilidad suele ser entendido también como que el
Papa es infalible en todo lo que hace, en todo lo que dice. Esto tampoco es
cierto. El objeto de la infalibilidad del Papa se refiere a cuestiones de fe y
de moral. El no puede hablar de forma infalible a menos que se refiera a las
enseñanzas de fe y de moral, esto es lo que los teólogos llaman objeto
secundario de infalibilidad. Pero el Papa no es infalible cuando se refiere a
temas de ciencia, historia, matemáticas, decoración de interiores o cualquier
otro tema que no tenga que ver con la defensa de la fe y moral cristianas.
No solamente es limitada su infalibilidad en estos términos, sino que
también lo es en términos del tiempo en que se aplica. La abrumadora mayoría de
las cosas que el Papa dice no son infalibles. El único momento en que el Papa
cuenta con infalibilidad al hablar es, definitivamente, durante la declaración
de la doctrina que deberá ser adoptada por todos, cuando él mismo indica que es
una decisión definitiva y que no hay lugar a dudas, debates o interpretaciones
al respecto. Este es el final de la linea y todos deben apegarse a ella. Esto
sólo sucede ocasionalmente. Algunas veces habrá Papas elegidos que prefieran
nunca emitir un juicio de infaliblilidad en encíclicas, libros o cartas
apostólicas que escriban a lo largo de su oficio. Normalmente, estos juicios se
reservan sólo para ciertas épocas de crisis, cuando alguna enseñanza peligrosa
está siendo diseminada en la Iglesia.
Entonces, aún cuando la expresión 'infalible' es usada con poca
frecuencia, sigue siendo una herramienta de gran valor y muy necesaria en estos
tiempos de creciente crisis doctrinal. Para ésto es que Cristo la dió a la
Iglesia, porque él prometió que la Iglesia nunca enseñaría herejias dogmáticas.
Recordemos, Cristo hizo una promesa a Pedro: "Edificaré mi Iglesia, y las
puertas del Hades no prevalecerán contra élla." Si alguna vez la Iglesia
dogmáticamente enseñara alguna herejia, uniendo la conciencia de los creyentes
en algo equivocado, entonces dejaría de ser la Iglesia de Jesús y las puertas
del infierno habrán prevalecido contra ella. Entonces no hay forma en que la
Iglesia enseñe dogmas erróneos. Si lo hace, las puertas del infierno habrán
prevalecido contra élla y habrá dejado de ser la Iglesia de Jesús. El mismo
prometió que esto nunca sucedería. De aquí se infiere pues que, cuando la Iglesia
enseña un dogma y dice "Verdaderamente deben creer esto. Ésta es la verdad
de Dios", entonces ese dogma es cierto. Por eso Pablo, en 1Tim 3,15, se
refiere a la Iglesia como "columna y fundamento de la verdad." Es la
Iglesia quien reafirma la verdad de Dios en el mundo. Y así como el Papa es el
pastor de la Iglesia -el foco de la autoridad pastoral- así también es el
maestro de la Iglesia -el foco de la autoridad doctrinal- y es capaz de hacer
afirmaciones infalibles.
Esto de ninguna manera es nuevo en la historia del pueblo de Dios. Si
vemos a los sumos sacedotes del Antiguo Testamento, por ejemplo, tenían un
carisma revelatorio similar, aunque no idéntico.
-Leyendo Éxodo 28,30, por ejemplo, encontramos que el sumo sacerdote
debía utilizar un pectoral especial, conocido como el Pectoral del Juicio, el
cual constaba de dos objetos llamados 'Urim' y 'Tummim'. El sumo sacerdote
debía colocarse en el corazón el Urim y el Tummim y pedir a Dios una solución
para las disputas, obteniendo entonces las direcciones que debía seguir el
pueblo de Dios.
-En Números 27,21, por ejemplo, Moisés es enviado a tomar a Josué y
colocarlo frente al sacedote para que éste consulte según el rito de Urim y
Tummim sobre cuándo y dónde debían entrar y salir los israelitas.
-En 1 Samuel 14,41, Saúl pidió al sacerdote que usara el Urim y el
Tummim para saber en qué había consistido la falta en una situación particular.
-Después del exilio, en Esdras 2,63 y en Nehemias 7,65, el gobernador
decidió que ciertos hombres que decían ser sacerdotes y que no pudieron probar
que eran dignos de comer de los alimentos sagrados en el templo, debían esperar
hasta que un sumo sacerdote consultara con el Urim y el Tummim y entonces
estuvieran seguros de que realmente eran sacerdotes.
Por tanto, no hay nada nuevo en pensar que un lider religioso del pueblo
de Dios debe tener un carisma especial venido de Dios que le permita resolver
conflictos. Y desde luego, cuando Dios opera a través de este carisma, los
resultados son infalibles, implicando así que en ciertas situaciones los sumos
sacerdotes del Antiguo Testamento tienen, en cierta forma, el carisma de
infalibilidad.
Este carisma también opera en lo concerniente a si el sumo sacerdote es
un santo o un bribón. Por ejemplo, en Juan 11,49-52 leemos: "49 Pero uno
de éllos, Caifás, que era el Sumo Sacerdote de aquel año, les dijo: 'Vosotros
no sabéis nada, 50 ni caéis en la cuenta que os conviene que muera uno sólo por
el pueblo y no perezca toda la nación.' 51 Esto no lo dijo por su propia cuenta,
sino que, como era Sumo Sacerdote aquel año, profetizó que Jesús iba a morir
por la nación 52 y no sólo por la nación, sino también para reunir en uno a los
hijos de Dios que estaban dispersos." Aquí tenemos al sumo sacerdote que
envió al Mesias a la muerte -ciertamente no era un hombre santo- sin haber
creido en él, cumpliendo con una profecía. Y no hizo esto porque fuera una
buena persona y estuviera del lado de Dios -puesto que estaba enviando a la
muerte al Hijo de Dios- pero Juan dice que lo hizo porque era el sacerdote ese
año. Por el simple hecho de estar en el puesto de sumo sacerdote, es que él
logra cumplir la profecía. Esto fue muy significativo para mí cuando era
protestante. Reconocí que el Sumo Sacerdote tiene un carisma especial venido de
Dios que opera independientemente de la calidad de la persona, simplemente por
su posición. Yo me decía a mi mismo que, "es bueno que los católicos estén
equivocados al comparar a Pedro con la roca, porque si el hubiese sido la roca,
entonces esta roca podría ser equivalente, en el Nuevo Testamento, al sumo
sacerdote como lider -en la tierra- del pueblo de Dios, y podriamos esperar que
su posición le diera la investidura de algún carisma similar, significando que
los católicos tendrían un gran punto en la infalibilidad del Papa".
Después, cuando encontré que Pedro era la Roca, me fue mucho más fácil
aceptar la infalibilidad del Papa. Aún apuntando a Scott Hahn encontré que
también él lo utiliza en su comentario sobre el evangelio de Juan. Ésto provee
de un excelente paralelismo respecto a la infalibilidad del Papa. Debido a que
vivían en la época en la que la revelación aún se estaba realizando, los sumos
sacerdotes estaban a tiempo de recibir nuevas revelaciones, mientras ahora que
la época de la revelación ha concluido, el Papa no tiene que continuar con esta
labor, sino que tiene que apaciguar las controversias dogmáticas que surgen
después de que la revelación ha sido dada, con la investidura de sumo sacerdote
a través de este carisma. De hecho, si los sumos sacerdotes judios eran más
emprendedores al usar este carisma pidiendo a Dios la verdad, el mundo judio
del tiempo de Jesús pudo no haber estado tan teológicamente dividido, aún con
algunos judios -como los Fariseos- asegurando la existencia de almas, ángeles y
del Mesias, y otros judios -como los Saduceos- negándolo. Entonces Dios proveyó
excelentemente a la Iglesia al escoger un hombre que sirviera como lider
mientras Cristo está en el cielo, dotando a este hombre con la autoridad
necesaria para dar fin a las controversias dentro de la Iglesia, concediéndole
la habilidad de hablar con autoridad en temas de doctrina y hacer definiciones
solemnes; el cristiano puede saber que lo que él dice es la verdad. En todas
estas cosas Cristo satisfizo las necesidades de la Iglesia de forma excelente,
permitiendo que la Iglesia católica crezca y progrese a través de la historia.
Los Papas han usado todo su poder para apoyar a la Iglesia desde el
principio. Aún en los tiempos de las persecuciones romanas, tiempo en que la
Iglesia era una organización oculta y los Papas se veían impedidos de realizar
sus labores de forma tan completa, rápida y eficiente como pudieron hacerlo una
vez que la Iglesia operó libremente. Ellos hicieron todo cuanto les fue
posible. Un ejemplo de ésto se remonta al siglo primero, en los años 90 D.C. El
papa Clemente I escribió una carta a los Corintios -en la lejana Grecia- para
ayudarles a resolver una disputa interna en sus iglesias. De hecho, leyendo la
carta de Clemente a los Corintios, encontramos que ellos le escribieron para
pedir su intervención. Inferimos ésto porque al principio de la carta Clemente
se disculpa por no haber podido responder antes debido a la persecución romana.
Clemente fue un hombre de inmenso poder en la primitiva Iglesia, y algunos
pensaron que su epístola a los Corintios debía ser incluida en el canon del
Nuevo Testamento. Esto por supuesto, le causó un dificil comportamiento a
seguir, y no cualquier Papa viviría de acuerdo a las más altas exigencias de
santidad personal y buen juicio, pero aún cuando papas de aquel tiempo
cometieron errores, les vemos comportándose bajo la insignia de papas aún bajo
las persecuciones romanas.
Por ejemplo, un siglo después de Clemente, alrededor del año 190 D.C.,
la Iglesia se vió envuelta en una controversia sobre temas a los cuáles hoy no
les dariamos la misma importancia. Es concerniente a la fecha más apropiada
para la celebración de la Pascua. Algunos cristianos eran de la opinión de que
la Pascua debía celebrarse el mismo día del mes cada año, mientras otros
pensaban que debía celebrarse el mismo día de la semana de cada año (domingo).
El problema era que el mismo día del mes no caía necesarimente en el mismo día
de la semana, entonces la controversia era si la Pascua debía celebrarse como
una fiesta establecida o variante en el calendario. Los cristianos en la
provincia del Asia Menor pensaban que debía ser una fiesta establecida,
mientras en otra parte Pascua era considerada como una fiesta que debía ser
siempre celebrada (como la resurrección de Cristo) en el Dia del Señor, en el
dia de la semana en que ocurrió su resurrección. La controversia creció tan
acaloradamente que el Papa Victor I excomulgó por un tiempo a la provincia del
Asia Menor.
J.N.D. Kelly, historiador protestante de la primera Iglesia, explica la
situación: "A petición suya, las asambleas se realizaban en Roma y en
algún otro centro, de Gaul a Mesopotamia, y la mayoría de las opiniones se
inclinaban hacia él. Las iglesias de Asia Menor, aún así, rehusaron abandonar
la antigua decimocuarta usanza de celebrar la Pascua el día catorce de Nisan,
cualquiera que fuera el día de la semana. Entonces Victor proclamó su exclusión
de la comunión, no sólo con Roma sino con toda la Iglesia en general" (El
Diccionario de Oxford de los Papas, 12.) Personalmente, pienso que esto fue un
poco precipitado de su parte. Yo no podría haber aplicado la excomunión a
instancias de este tema, pero aún así vemos al Papa actuando con la autoridad
de un papa, contando con la habilidad de excomulgar a una provincia entera de
la Iglesia si rehusa aceptar su juicio. Este hombre claramente tuvo un
entendimiento particular de la autoridad que poseía. Los escritores de ese
tiempo no lo confrontaron. El obispo francés Ireneo -uno de los más importantes
Padres de la Iglesia del siglo segundo- pidió al Papa que retirara la
excomunión de Asia Menor, y el Papa accedió, pero Ireneo nunca confrontó su
autoridad para éllo, tan sólo la orientó de forma diferente. De hecho, en los
propios escritos de Ireneo, en su obra maestra, el libro Contra los Herejes, él
describe a Roma como "presidiendo la Iglesia enamorada" y da una
lista de sucesión de los Papas desde el principio de la Iglesia hasta sus días.
Afortunadamente, la mayoría de los Papas no han sido tan impulsivos como
Victor. Excelente ejemplo lo encontramos en un Papa de la primitiva Iglesia,
hombre que trabajó en beneficio de la Iglesia que dirigió: León I -también
conocido como León el Grande-, quien a través de grandes habilidades de
negociación, logró mantenener Roma a salvo del saqueo de Atila el Bárbaro.
Alrededor del año 440, se dió fin a una herejia conocida con el nombre
de monofisismo. Esta herejia se refería a una confusión sobre la doble
naturaleza -la divina y la humana- de Cristo. En respuesta León escribió un
documento que hoy es conocido como El Tomo de León, el mismo que fue enviado al
cuarto concilio ecuménico, el Concilio de Calcedonia. De aucerdo a las actas de
ese concilio, encontramos: "Después de leer la anterior epístola [El Tomo
de León], el reverendísimo obispo exclamó: 'Ésta es la fe de nuestros padres!
Ésta es la fe de los apóstoles! La que todos creemos! la que los ortodoxos
creen!... Anatema a quienes no lo creen! Pedro ha hablado a través de León!
...Ésta es la verdadera fe!'" (Actas del Concilio, sesión 2 [451 a.c.].)
De esta forma, los católicos saben que cuando el Papa solemnemente
define un tema, también pueden tener confianza en que lo que ha dicho es
verdadero, y junto con los padres del Concilio de Calcedonia pueden decir: "Esta
es la fe de nuestros padres! Ésta es la fe de los apostoles! Pedro ha
hablado!"