LA PARUSÍA DEL SEÑOR
SU DESARROLLO A PARTIR DEL VATICANO II
Una de las novedades principales de la escatología del Concilio Vaticano II, fruto de su retorno a las fuentes, fue el rescate del lenguaje y contenido de fe en la venida del Señor o Parusía, que en la primera comunidad cristiana fue el determinante de la vivencia del Evangelio de Jesús en todas sus consecuencias y bajo la luz y fuerza del Espíritu Santo hasta el testimonio supremo del martirio en aquel siglo I de persecuciones.
La afirmación de fe en la venida del Señor es un sentido dominante en toda la revelación veterotestamentaria. Hace eco al motivo de esperanza del Pueblo de Israel en el "Día del Señor", que proviene desde las primerísimas tradiciones veterotestamentarias. Ahora bien la afirmación constante de la parusía había perdido, a lo largo de los veinte siglos de la era cristiana, su incidencia directa en la vivencia de la fe con la ineludible consecuencia de un individualismo de la salvación.
El Concilio Vaticano II de manera creativa y abierta ha asumido un riquísimo aporte de estudios exegéticos y teológicos, que vienen in crescendo desde el alborear mismo del siglo XX en que con decidido empeño la exégesis dio comienzo a la profundización sobre la raigambre escatológica del mensaje central del Evangelio, el del Reino, con los aportes de estudioso de reconocida talla, como Johannes Weiss y Albert Schweitzer, los padres del llamado escatologismo consecuente y cuya afirmación central se sintetiza en que Jesús predicó un Reino meramente futuro sin incidencia en la historia y por lo tanto, ante la crisis de la primera comunidad cristiana, la mesianidad de Jesús se consideró como consecuencia del misterio pascual. El aporte de la teología dialéctica de Karl Barth contribuyó a la contraposición entre la eternidad y el tiempo y a la identificación de la escatología con la eternidad. En un segundo Barth la escatología se centró en el Jesús de la historia. El énfasis de Rudolf Bultmann en lo existencial, fruto de su programa de "desmitologización", es un valioso aporte, pues ciertamente el anuncio fundamental cristiano debe comprometer la respuesta de la persona en su presente decisión existencial. Ahora bien, la crítica principal que se hace a la posición bultmaniana es la de reducirse a una perspectiva individual, en línea con la posición existencialista. Más tarde la posición de Oscar Cullmann pone de relieve la dimensión histórico-salvífica de la revelación. Cristo ocupa el centro de la historia de salvación y en él "ya" se ha cumplido plenamente la promesa de Dios. Con relación a la humanidad y al cosmos la plenitud del cumplimiento de la promesa es un "todavía – no", un futuro abierto. Hablaríamos, entonces, de una doble escatología: la del ya del cumplimiento en el misterio pascual de Cristo y la del todavía – no del cumplimiento en relación a nosotros.
La revalorización de la historia de salvación ha sido consecuencia de la crítica concienzuda y severa al pensamiento bultmaniano. La tesis central de la teología de la esperanza, iniciada por Jürgen Moltmann, consigna que la escatología cristiana no es la doctrina de las cosas últimas, de acontecimientos que sucederían al final de los tiempos y que no tienen influencia en la vida cristiana, sino la doctrina de la esperanza cristiana que implica tanto lo esperado como el esperar vivificado por lo que se espera. Y lo esperado es el futuro del acontecimiento histórico de la muerte y resurrección de Cristo. Es una esperanza que entra en contradicción con el sufrimiento y todas las negatividades de la historia para superarlos.
De acuerdo con las anteriores indicaciones la primera problemática teológica en torno a la parusía o venida gloriosa de Jesús, es la que se refiere a la realidad misma del acontecimiento de plenitud. La encarnación del Hijo de Dios y su gloriosa resurrección con todos sus efectos de salvación son para nosotros una promesa, que abre su compás de espera hacia el futuro. Si no queremos que estas dos intervenciones salvíficas de Dios en Jesús se queden en promesa, hemos de admitir un acontecimiento real de cumplimiento, que es precisamente el acontecimiento de la parusía.
En un segundo momento la teología, sin pretender dilucidar el gran misterio de la venida del Señor, trata de indicar sus efectos y de prever cómo será ese acontecimiento: ciertamente tendría el aspecto revelatorio de una novedad, que en el momento está oculta. ¿No será más que el desvelamiento de algo oculto? Ciertamente Cristo no se ha ido y su presencia es múltiple: está presente en cada uno de nosotros, en la comunidad, en los sacramentos, en los pobres…¿Su venida, entonces, no será más bien cuando nosotros hayamos disminuido, no una distancia cuantitativa, sino una distancia cualitativa (ser más de Cristo), que aún nos separa de Él?
Los llamados "signos de la parusía" que aparecen en la Escritura, no serán interpretados como indicaciones cosmológicas de la Venida del Señor, sino como advertencias para continuar en nuestra misión profética como Iglesia de Jesús y en nuestro compromiso auténtico. Estos podrían revestir nuevas denominaciones de acuerdo a los tiempos actuales.
La parusía o Venida del Señor aparece en el mensaje cristiano como un acontecimiento plenificador o consumador de la historia humana y de la creación entera. Sería un único suceso con varias dimensiones o ángulos de visión: la resurrección de los muertos, el juicio final y la nueva creación supone un estado de vida eterna.
La parusía o Venida del Señor sintetiza prácticamente toda la escatología cristiana y debe seguir siendo el gran motivo de la esperanza vivido en el aquí y en el ahora de nuestra existencia. Además del contenido positivo de la realización definitiva del Reino de Dios, muestra por contraste la tremenda frustración que implica el estado de muerte eterna y ayuda a reafirmar la gracia que significa la purificación para el encuentro definitivo con el Señor Jesús.
Muchas gracias!
Silvio Cajiao, S.I.