La escatología después del Concilio Vaticano II
Anthony J. Kelly, CSsR
Australian Catholic University
1. Cabe observar, en primer lugar, que, después del Concilio Vaticano II, la perspectiva escatológica ha sido elaborada y considerada con mayor claridad como un elemento esencial de la espiritualidad eclesial, a diferencia de los tiempos en que las "Cosas Últimas" constituían un ámbito relativamente olvidado, relegado al final de la teología dogmática, ¡eran últimas en más de un sentido! Por añadidura, aunque se haya realizado de alguna manera un "nuevo descubrimiento" de la escatología en los estudios de la Escritura, especialmente entre los exégetas protestantes, ésta se convirtió rápidamente en un terreno de divisiones y subdivisiones infinitas, como por ejemplo entre Consecuente, Extratemporal, Existencial, Realizada, Anticipada, Proléptica, Política, etc. Sin embargo, el cap. 7 de la Lumen Gentium. dedicado a la "Iglesia peregrina" señala con determinación que, lejos de ser un área peculiar del dogma o un ámbito difícil de la exégesis, la escatología es una dimensión radical de la vida de la fe.
2. Además, como queda claro en Gaudium et Spes, la esperanza, que encuentra su expresión en la escatología cristiana, se relaciona con una experiencia más amplia, la de la esperanza humana. Por lo general, se suele ver que en muchos tratados teológicos sobre la escatología, estas reflexiones principian justamente con un análisis de la experiencia humana de la esperanza. La expresión laica más significativa en este sentido se encuentra en una obra, ya clásica, de varios tomos, El principio esperanza de Ernst Bloch (cuyo título original alemán es Das Prinzip Hoffnung). La esperanza, y la imaginación a la que da vida, es una fuerza creativa de la historia que nos induce a mirar más allá de los límites de cada tiempo, lugar y cultura determinadas, hacia algo que los trasciende de manera inexpresable.
3. Vista desde una óptica más psicológica, la experiencia positiva de la esperanza se puede confrontar con su contrario, la desesperación. Esta actitud negativa engendra, por ejemplo, una sensación de aislamiento: quien ha perdido la esperanza no alcanza a imaginar que exista para sí ayuda alguna. Sólo cuando se recobra un sentido de comunidad, la escatología comienza a renacer. Asimismo, hay un sentido de totalización típico de la desesperación: quien está desesperado se siente abrumado por lo que se le representa como un fracaso total. La falta de realismo es otro signo distintivo de la desesperación: ésta es provocada por una expectativa de perfección en los demás y en sí mismo que impide el crecimiento y el cambio. Por lo tanto, sólo con un poco de tolerancia, paciencia y, ¿por qué no?, una pizca de humorismo, puede volver a surgir la esperanza. Otro síntoma de la desesperación es la apatía: quien está desesperado no sólo renuncia a hacer algo para modificar su situación, sino que hasta le falta el deseo más mínimo de hacer algo. La esperanza vuelve a florecer cuando la persona desesperada comienza a desear una salida y a hacer algo para encontrarla (cfr. William F. Lynch, Images of Hope. Imagination as Healer of the Hopeless, University of Notre Dame Press, 1965).
4. Por supuesto, este tipo de análisis conduce naturalmente a aspectos básicos de la esperanza cristiana que reserva una atención especial hacia la comunidad en Cristo, el perdón de los pecados, el poder de la oración y la esperanza de una nueva creación y de la vida eterna. Siguiendo a Rm 5,1-5, la presión del sufrimiento produce la soportación típica de Job y de los mártires del Antiguo Testamento que engendra fortaleza de carácter en quien ha sido sometido a prueba. El resultado es una esperanza realista que confía exclusivamente en el amor de Dios vivido en nuestros corazones por medio del don del Espíritu. Bajo muchos aspectos, la enfatización de Pablo ha encontrado su expresión en la "teología de la liberación", considerada como un acting-out, una manera de "actuar" la esperanza en situaciones de opresión económica y política.
5. No es posible una existencia cristiana sin la esperanza. La vida cristiana no puede ser reducida a un "quedarse mirando el replay de los mejores momentos" después del triunfo de nuestro equipo. No nos encontramos en el mundo como meros espectadores, sino como parte de un gran drama histórico y cósmico. En este sentido, Rm 8,18-28 es un texto clave: toda la creación gime por los dolores del parto, y nosotros gemimos en él, esperando la liberación plena; y, mucho más misterioso, el Espíritu intercede por nosotros con gemidos tan profundos que son inefables: estos "gemidos", cósmicos, personales y divinos, son aspectos insoslayables de la esperanza "gimiente" de la vida cristiana.
6. Todos los credos son expresiones de fe, y también expresiones de esperanza. Aunque el tema del "amor de Dios" no encuentre mención explícita en ningún credo religioso, la expresión de fe/esperanza sería baladí si no se basara en el más fundamental de los "artículos de fe": "Dios es amor" (1 Jn 4,8.16). La esperanza es confiar en ese amor, entregarse a él y colaborar con él.
7. Sea cual fuere la forma que reciba el credo oficial (o cualquier otra expresión de fe), para confesar por entero el alcance y la vastedad del amor de Dios, es necesario, por lo general, utilizar siete palabras claves (que admiten múltiples matices): Padre, Hijo, Cruz, Resurreción, Espíritu, Iglesia, Reino/Vida Eterna. No se puede omitir alguna de estas palabras en cualquier descripción de la esperanza cristiana sin mutilar el mensaje. Por lo demás, tampoco se requieren añadidos, puesto que todas las demás doctrinas pueden ser sintetizadas en estos términos. Es innecesario recordar que el orden puede ser alterado según se quiera destacar uno u otro aspecto del Evangelio de la salvación.
8. A continuación exponemos brevemente cada uno de los siete términos en su relación con el éschaton, "lo último", es decir, la realidad de Dios como amor:
Amor - el Principio y el Fin: Padre"En ello consiste el amor: no en el hecho de que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que Él nos amó y envió a su Hijo al mundo para que pudiéramos vivir por medio de él" (1 Jn 4,10).
Amor como Don de sí: Hijo"Tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna" (Jn 3,16).
Amor como Incondicionado: la Cruz"Jesucristo... Él es víctima de propiciación por nuestros pecados, no sólo por los nuestros, sino también por los del mundo entero" (1 Jn 2,2).
Amor como Victorioso y transformador: Resurrección"La Palabra de vida -pues la Vida se manifestó, y nosotros la hemos visto y damos testimonio y os anunciamos la Vida eterna, que estaba junto al Padre y que se nos manifestó- lo que hemos visto y oído, os lo anunciamos" (1 Jn 1,1-3).
Amor Comunicado: Espíritu"En esto conocemos que mora en nosotros: por el Espíritu que nos ha dado" (1 Jn 3,24).
Amor actualizado en la historia y la comunidad: Iglesia"Lo que hemos visto y oído, os lo anunciamos, para que también vosotros estéis en comunión [koinonia] con nosotros. Y nosotros estamos en la comunión con el Padre y con su Hijo Jesucristo" (1 Jn 1,3).
Amor realizado: Reino/Vida eterna"En ello ha alcanzado el amor la plenitud en nosotros: en que tengamos confianza en el día del Juicio, pues, según es Él, así seremos nosotros en ese mundo. No cabe temor en el amor; antes bien, el amor pleno expulsa al temor, porque el temor entraña castigo; quien teme no ha alcanzado la plenitud en el amor" (1 Jn 4,17-18).
9. La enumeración de estos siete términos claves sugiere de qué manera la teología contemporánea se esfuerza por integrar la perspectiva escatológica en cada tema tratado. El lógos, "el significado", de Theós, "Dios", y del éschaton, "lo último", están necesariamente conectados.
10. Nótese también que el Evangelio de la esperanza promete una victoria que invoca la libertad humana pero no la suprime. Dios sigue teniendo tiempo a lo largo de toda nuestra historia. La evidencia inmediata y esplendorosa del Señor Resucitado y la visión del Dios invisible deben aguardar hasta el final. Sólo la energía del Espíritu, que inspira la fe y la esperanza y el amor duraderos (1 Cor 13,13) es la victoria del amor comunicada, en la medida en que transforma la vida de los hombres, individual o colectivamente, en una anticipación de lo que será. El exceso de mal genera todos los excesos del Amor "sin fin" que "Todo lo excusa. Todo lo cree. Todo lo espera. Todo lo soporta" (1 Cor 13,7-8).
11. La modalidad en que Dios ha entrado en la historia humana para conducirla hacia su futuro es la de la comunicación directa a seres libres. Nosotros seguimos viviendo una historia de libertad. Y esta modalidad típicamente humana de existencia requiere tiempo, lleva tiempo, para desplegarse por entero. Aunque Dios esté presente de la manera encarnada y personal que hemos descrito, dicha presencia crea un "espacio libre" a su alrededor para dejar lugar a toda nuestra historia humana. Se trata del espacio del Espíritu, que inspira nuestras búsquedas y nuestras esperanzas, estimula deseos y anhelos, nos lleva al diálogo y al testimonio de las distintas vocaciones y dones.
12. Sin embargo, la última palabra sobre nuestro futuro no pierde su carácter definitivo, aunque se dirija a la realidad vana y fragmentaria de la historia humana, puesto que ha sido reivindicada y poseída por Dios en su totalidad. El género humano, en su totalidad, tiene un futuro divino. Aunque la teología no se atribuya el derecho de dar juicios sobre el destino particular de los individuos, figura entre sus capacidades y deberes el de hablar de un futuro cierto para todo el género humano.
13. De ello deriva que todas las temáticas específicas de la escatología no se expresan como temas desligados de una esperanza abstracta y vana, sino como extrapolaciones hechas a partir de un núcleo ardiente, constituido por lo que ya está sucediendo en nuestra historia. Porque el momento en que nos encontramos y el mundo en el que estamos ya han sido penetrados por lo divino. Por medio de Cristo, la realidad de nuestro mundo ya ha sido reivindicada y poseída por Dios. La muerte y la resurrección del Señor ya se han realizado bajo la forma de un cambio dentro de la esfera de la existencia humana.
14. Y sin embargo, por muy distintas que puedan ser las descripciones de la esperanza, en toda esperanza cristiana auténtica hay algunas constantes. Puede hablarse fundamentalmente de dos: en primer lugar, la gracia, el ser-don del misterio de Cristo; luego, la búsqueda, la tensión incesante de nuestra vida hacia la unidad última y el retorno a la casa final.
i. El Amor originario de Dios:
El fin último del universo, su carácter esencial, deriva del éschaton del amor de Dios. Éste alcanza la victoria en la gloria de un universo transformado por la gracia del don de sí de Dios en Cristo. Como escribe san Pablo:
"Nos ha elegido de antemano para ser sus hijos [e hijas] adoptivos por medio de Jesucristo, según el beneplácito de su voluntad, para alabanza de la gloria de su gracia con la que nos agració en el Amado" (Ef 1,7-8).
Esta voluntad originaria y universal de Dios, misterio del amor creador y redentor, encuentra su consumación en el momento de la comunicación última, cuando "Dios será todo en todos" (1 Cor 15,28). En este contexto, la oración escatológica es "¡Venga Tu reino!"
ii. Cristo, Forma última:
En cuanto forma última del universo transformado y de la humanidad redimida, Cristo mismo es el éschaton. También aquí, las palabras de Pablo expresan este tipo de finalidad:
"Él es imagen de Dios invisible, Primogénito de toda la creación, porque en él fueron creadas todas las cosas, en los cielos y en la tierra, las visibles y las invisibles (...) todo fue creado por él y para él, él existe con anterioridad a todo, y todo tiene en él su consistencia" (Col 1,15-17).
En este contexto, la oración escatológica es la más antigua oración cristiana registrada por el Nuevo Testamento: "¡Marana tha, Señor, ven!" (1 Cor 16,22).
iii. El Espíritu, Vida última:
Como energía que lleva a todos y a cada uno a alcanzar su forma última en Cristo y a unir todo en él, el éschaton es el Espíritu.
"Si el Espíritu de Aquel que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en vosotros, Aquel que resucitó a Cristo de entre los muertos dará también la vida a vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que habita en vosotros" (Rm 8,11).
Aquí, la oración de la esperanza ha de unirse a los "gemidos inefables" del Espíritu que reza en todas las oraciones llenas de esperanza del cristiano (Rm 8,26). Es lo que expresa la invocación: "Ven, Espíritu Santo".
iv. La humanidad transformada
Desde el punto de vista de nuestra historia humana, última es la resurrección de nuestra humanidad en un universo transformado. Ni el mundo ni nuestro género humano quedan sacrificados en el designio bondadoso de Dios. El gemido de toda la creación en su actividad cósmica de dar a luz, el gemido de aquellos que tienen esperanza en nuestra plena redención (Rm 8,22-23) no prevé la destrucción de nuestro género humano o de nuestro mundo, sino una creación que se regocija en la "gloriosa libertad de los hijos de Dios". Aquí, la oración escatológica es "Abbá", "Padre nuestro...".