La Resurrección de la Carne
En todas las religiones, el discurso escatológico presenta una gran riqueza de mitología e imágenes.
No faltan tampoco en la religión bíblica.
Son ejemplo típico los textos del Profeta Ezequiel en el Antiguo Testamento y, en el Nuevo Testamento, el Apocalipsis.
Jesús mismo ha heredado y adoptado ese lenguaje.
Si, por un lado, al abordar el tema escatológico, la exégesis bíblica y el discurso teológico enfrentan muchos obstáculos para delimitar su contenido, por otro, la materia les ofrece un espacio mayor para la creatividad.
Aunque el Magisterio de la Iglesia presente efectivamente una doctrina positiva, respecto de la escatología, puede comprobarse que dicha doctrina no suele ser ni muy clara, ni muy precisa. La Iglesia se preocupa por establcer los límites que los fieles no deben pasar, y además, les indica el camino a seguir.
Podemos aducir como ejemplo, la Carta de la Congregación de la Doctrina de la Fe del 17 de mayo de 1979 sobre: "Algunos problemas teológicos referentes a la escatología". Ese documento trata de la muerte del cristiano y la resurrección final, desarrollando el tema en siete puntos, de los cuales uno se refiere directamente a la Resurrección de la Carne.
Podemos plantear algunos interrogantes:
¿Qué es verdaderamente mi Carne?
¿La que resucitará es verdaderamente mi Carne actual?
Mi carne, ¿no tiene estrechos vínculos de solidaridad y unidad que me unen a Cristo, a los Demás, a todo lo que me vincula con el Universo?...
¿Cómo es posible separar, efectivamente, todo ello por completo de mi Carne?
¿Es improcedente afirmar que la Carne de cada uno no es sino el compendio de nuestro vínculo relacional con Cristo, con los Demás y con el Universo?
Cuando la escatología habla de la Resurrección de la Carne, ¿no habla también de lo que "ya es" y de lo que "no es aún"?
Desde esta perspectiva, la fe de la religión cristiana en la Resurrección de la Carne adquiere un sentido mucho más amplio.
Podemos, pues, afirmar que la Parusía gloriosa de Cristo, la Resurrección de la Carne, los Cielos y la Tierra Nuevos no son más que la manifestación Cristológico-Humana y Cosmológica de la plenitud de la salvación; en efecto, Cristo, la Humanidad y el Universo están ligados entre sí por un estrecho e íntimo vínculo de solidaridad.
"Luego vi un cielo nuevo y una tierra nueva -porque el primer cielo y la primera tierra desaparecieron, y el mar no existe ya. Y vi la ciudad santa, la nueva Jerusalén, que bajaba del cielo, de junto a Dios, engalanada como una novia ataviada para su esposo. Y oí una fuerte voz que decía desde el trono:
"Ésta es la morada de Dios con los hombres.
Pondrá su morada entre ellos
y ellos serán su pueblo
y él, Dios-con-ellos"" (Ap 21,1-3).
Ésta es, por antonomasia, la que nosotros los chinos solemos definir como "Da Tuan Yuan", es decir "La Gran Unión Circular" de Cielo, Tierra y Hombre.
Este concepto coincide con lo que afirma S. Pablo en la Primera Carta a los Corintios: "Cuando hayan sido sometidas a él todas las cosas, entonces también el Hijo se someterá a Aquel que ha sometido a él todas las cosas, para que Dios sea todo en todos" (1 Cor 15,28). La única diferencia es que, en su discurso teológico, Pablo no recurre a la imagen de la "Gran Unión (= Reunión)", que tanta celebración y gozo expresa.
La óptica de la "Gran Unión Circular de Cielo, Tierra y Hombre" nos permite entender el sentido más profundo y auténtico de la Resurrección de la Carne.