LA TRINIDAD Y LA IGLESIA

Prof. Bruno Forte, Roma - Italia

 

En la realidad compleja que es la Iglesia, un elemento clave sobre el que insiste el Concilio Vaticano II - el Concilio de la Iglesia - es el de su relación con la Trinidad. Se puede decir que la eclesiología del Concilio, a partir de éste, ha tomado consciencia de esta profundidad trinitaria. Considerando los llamados de la "renovación eclesiológica" que había preparado la nueva primavera de la Iglesia, el Concilio vuelve a descubrir la dimensión interior y sobrenatural de la misma Iglesia, más allá de la exasperada acentuación de los aspectos visibles, jurídicos e institucionales, que había caracterizado la eclesiología de la Contrareforma. La renovada atención a las categorías bíblicas de "pueblo de Dios" permite luego de dar valor a la dimensión histórica de la Iglesia, a su estar "entre los tiempos" entre sus orígenes de la misión divina del Hijo y del Espíritu Santo y su realización en la gloria de Dios, todo en todos. Recogiendo los alcances de estas fuentes, el Vaticano II restituye a la eclesiología católica la conciencia de la relación originaria y constitutiva de la Trinidad, unida a la conciencia que el pueblo de Dios es peregrino en la historia, en el camino hacia la "éschaton". La eclesiología del Concilio recoge en su pensamiento frente a tres preguntas y a tres respectivos horizontes de respuesta, radicados en la fe trinitaria.

1. ¿DE DONDE VIENE LA IGLESIA?

La respuesta del Concilio podría resumirse en la fórmula "de Trinitate Ecclesia": la Iglesia es "oriens ex alto"; su origen no es de este mundo, en una convergencia de intereses humanos o en la intrepidez de algún corazón generoso, sino que viene del alto, cerca de Dios, desde donde ha venido el Hijo en la carne y en el Espíritu. De este llamamiento al origen trinitario deriva que la Iglesia es misterio, gloria escondida y revelada bajo los signos de la historia, objeto de un necesario y continuo discernimiento pastoral, que es el don, que no se inventa ni se produce sino que se recibe. En el ser y en el actuar de la Iglesia el primado le corresponde a la dimensión contemplativa de la vida. El don, sin embargo, se cumple en la historia: como el Verbo se ha hecho carne, entrando en las profundidades de las contradicciones de la existencia humana y de la muerte, de esta manera la Iglesia deberá hacerse presente hasta lo más profundo de todas las situaciones humanas, para contagiar en éstas, la fuerza y la paz del Redentor del hombre. La Iglesia que viene de la Trinidad es, antes que nada, la Iglesia que vive el primado de la caridad…

2. ¿QUÉ ES LA IGLESIA?

Originada en el tiempo de la Trinidad, la Iglesia es en la historia "icono de la Trinidad", comunión a imagen de la comunión divina: participando al único Espíritu ("communio Sancti") los bautizados están enriquecidos por las variedades de sus dones, orientados todos a la utilidad común, constituyendo la "communio sactorum", la comunión de los santos. En esta comunión nadie tiene derecho a no empeñarse, porque cada uno está, por su parte, dotado de carisma para vivir en el servicio y en la comunión. Nadie tiene derecho a la división, porque el carisma viene del único Señor y está orientado a la construcción del único Cuerpo, que es la Iglesia (cf. 1Cor 12, 4-7), Nadie tiene derecho a la parálisis y a la nostalgia del pasado, porque el Espíritu es siempre vivo y operante. La "communio" se expresa en la corresponsabilidad, en el diálogo respetuoso de la diversidad y en la constante tensión para corresponder al llamado de Dios: justamente de esta manera la Iglesia es icono de la Trinidad, participación en el tiempo a la "pericoresi" eterna. Y la comunión universal de las Iglesias locales o particulares, recoge en su pensamiento alrededor de la Iglesia que preside el amor, la Iglesia de Roma, cuyo Obispo es el signo y el siervo de la unidad de toda la Iglesia católica.

Esta Iglesia comunión, se expresa y nace en la celebración de la eucaristía, culmine y fuente de toda la condición sagrada de la Iglesia: ¡la eucaristía hace la Iglesia! Si la eucaristía hace la Iglesia, es también verdad que la Iglesia hace la eucaristía: la Palabra no es proclamada sino hay alguien que la anuncie. El memorial de la Pascua no es celebrado, sino hay quien lo haga en la obediencia del encargo del Señor. Palabra y Sacramento suponen la ministerialidad de la Iglesia, al servicio del anuncio, el de la celebración del memorial del sacrificio y el de la recapitulación de la familia humana, dispersa en la unidad del pueblo santo de Dios. La Iglesia está toda ella comprometida en esta triple tarea profética, sacerdotal y real, es toda ministerial, alrededor del ministerio de la unidad de sus pastores, de manera que constituye una imagen de la comunión trinitaria ("pericoresi eclesiológica").

3. ¿A DÓNDE VA LA IGLESIA?

La comunión eclesial que surge del alto, del Padre por Cristo en el Espíritu, está constituida en su unidad y en su diversidad por los dones y por los servicios a imagen de la comunión trinitaria y no tiene por finalidad a sí misma: ésta tiende hacia el origen del cual procede, es peregrina hacia la patria de la Trinidad. Este llamado de la meta trinitaria, enseña a la Iglesia a ser relativa ya que descubre no ser absoluta sino instrumento, no un fin sino un medio, pobre y sierva, llamada a vivir en constante conversión y reforma. Además, el llamado de la finalidad enseña a la Iglesia a hacer relativas las grandezas de este mundo, en nombre de su meta más grande, esa deberá ser critica hacia todas las miopes realizaciones de este mundo. Está aquí la inspiración profunda de la presencia cristiana en los diferentes contextos culturales, políticos y sociales: en nombre de su" reserva escatológica" la Iglesia no puede identificarse con alguna ideología, con ninguna fuerza partidaria ni con algún sistema, sino que debe ser consciencia critica de todos, llamado del origen y del fin, estimulo con el fin de que en todo se tienda a desarrollar toda la humanidad en cada hombre. Para terminar, el llamado a la patria trinitaria llena la Iglesia de gozo, ésta ya exulta en la esperanza que la promesa ha encendido en ella. Ésta sabe que es la anticipación militante de lo que fue prometido en la Resurrección del Crucifijo, el icono de la Trinidad en el tiempo, para que el tiempo camine hacia el encuentro pleno con la Trinidad, cuando Dios será todo en todos y el mundo entero será la patria de Dios.