La eucaristía y la Iglesia
I. El Concilio Vaticano II afirma, una y otra vez, en muchos de sus textos el vínculo entre la eucaristía y la Iglesia. Lumen Gentium lo reitera, por lo menos, en tres ocasiones (LG 3, 11, 26): "Alimentados en la sagrada eucaristía con el Cuerpo de Cristo, muestran de manera concreta la unidad del Pueblo de Dios, que este Santísimo Sacramento significa [significatur] tan perfectamente y realiza [efficitur] tan maravillosamente" (LG 11). Casi idéntica, incluso en la elección de las palabras, es la enseñanza de Unitatis redintegratio y Orientalium ecclesiarum. La constitución Sacrosanctum Concilium nos dice que la eucaristía es la cumbre la que tiende toda la acción de la Iglesia y a la que se ordena, al mismo tiempo, toda la labor apostólica (SC 10); Presbyterorum Ordinis afirma que la eucaristía es cima de todo ministerio sacerdotal (PO 6). A su vez, el Catecismo de la Iglesia católica nos dice que la Iglesia vive en la comunidades eucarísticas: "existe en las comunidades locales y se realiza como asamblea litúrgica, sobre todo eucarística" (CCC 752). De esta manera, la Iglesia alcanza su plenitud, "se real-iza" en la celebración eucarística.
Este importante tema, es decir, el de la "teología eucarística", es uno de los puntos centrales de mayor interés en la eclesiología ortodoxa (en particular, la rusa) y católica, como también en la eclesiología anglicana.
A él eran dedicados los trabajos de algunos insignes teólogos de nuestro tiempo, como Henri de Lubac, Yves Congar, Joseph Ratzinger, Jean-Marie Tillard, Walter Kasper, Bruno Forte, entre los católicos; entre los ortodoxos, Nicholas Afanassieff, Jean Meyendorff, J.J. von Allmen y, en especial, en nuestra época, John D. Zizioulas, para mencionar sólo algunos nombres.
II. A Henri de Lubac pertenece la expresión "La eucaristía hace la Iglesia, y (a su vez) la Iglesia hace la eucaristía". "Eucharistia facit ecclesiam". Esta expresión nos dice simplemente que en la Cena del Señor tenemos el memorial (zikkaron) de la pascua de Jesús, el memorial de su pasión, muerte y resurrección; tenemos la actualización del misterio pascual en la multiplicidad de los tiempos y los lugares a lo largo de la historia. La eucaristía renueva, en cada comunidad cristiana y en cada vida cristiana, la reconciliación actuada por Dios consigo mismo, nuestra redención y la vida resucitada de Cristo Jesús, "derramada en nuestros corazones", haciéndolo per ipsum et cum ipso et in ipso, "por medio de Cristo Jesús, con él y en él". La eucaristía es el sacramento de la unidad y el vínculo de amor (s. Agustín). Por medio de la fuerza del Espíritu, a través de las realidades salvíficas de la Palabra y el Pan, la Iglesia, como Cuerpo de Cristo, nace a la existencia y la hermandad cristiana se anima, en cada comunidad de fe y de sacramentos, como así también en las comunidades conectadas entre sí en todo el mundo (que son las asambleas sacramentales locales y las iglesias locales), es decir, la communio ecclesiarum, siempre en vital unidad con la Iglesia que "preside sobre la comunión en el amor" (SC 41; LG 21, 22).
A su vez, la Iglesia hace la eucaristía, "Ecclesia facit eucharistiam": porque si la Palabra no es proclamada (cf. Rom 10,14-15), si no hay quien celebre el memorial de la Pascua del Señor en el sacramento, en la obediencia al mandamiento del Señor, no hay entonces una eucaristía "realizada" en el tiempo y en el espacio. Por eso, la eucaristía exige, para su real-ización, el servicio ministerial de la Iglesia. El carácter ministerial "reúne al pueblo, proclama la Palabra, y parte y comparte el pan".
III. La eucaristía es la fuente, el centro y la cima, la continuación de la vida trinitaria de la Iglesia, el corazón mismo de su comunión y su misión. Uno de los grandes dones del periodo posconciliar ha sido la realización de esa verdad en la experiencia viva de los cristianos en todo el mundo, en nuestro tiempo. (El Papa Juan Pablo II ha hecho muchísimo para promover esta experiencia). Queremos subrayar que la eucaristía es todo esto, es decir, fuente y cima, también para la misión de la Iglesia. "La eucaristía constituye la comunidad, colocándola al servicio del pueblo", como recuerda el Sínodo de los Obispos de 1971. "Además de hacer presente a Jesús en la hostia, la eucaristía nos es dada para que lo volvamos presente en el mundo". "La reqalización y el cumplimiento del amor de Cristo en este mundo, en toda la historia humana, es verdaderamente uno de los fines fundamentales de la eucaristía en la vida de la Iglesia".
En un sentido muy verdadero, la Iglesia y su misión existen para actualizar la obra de la salvación, el cuerpo salvífico de Jesús en todo tiempo y en todo el mundo. Por ello, toda la humanidad, todos los pueblos y toda la historia humana pueden reunirse como una sola familia y una sola comunión alrededor de la Mesa del Señor hasta el fin de los tiempos.
Por eso, a todos los cristianos se les exige que lleven la presencia viva y activa del Señor crucificado y resucitado en sus corazones, al dejar la mesa eucarística, para llevarlo en el amor y el servicio, durante todos y cada uno de los días de sus vidas, para que el cuerpo eclesial-sacramental, que es la Iglesia, pueda cumplir con su destino, que es el de hacer que toda la humanidad se transforme en el cuerpo vivo de Cristo en el mundo.