OBISPOS Y PRESBÍTEROS

Prof. S. E. Rino Fisichella - Roma

Si un día habrá que evaluar el significado teológico del Vaticano II sobre su valor histórico de mayor importancia, será necesario revisar el capitulo III de la Lumen gentium. Así como la doctrina sobre el primado distinguió la calidad del Primer Concilio Vaticano, de la misma manera, la doctrina sobre el valor sacramental del episcopado determinó el Concilio Vaticano II que, en este sentido, ha alcanzado a realizar la reflexión precedente. La enseñanza con la cual hoy nos encontramos, permite verificar y evaluar el desarrollo de la doctrina que ha sido realizada según la intención de los padres conciliares; para usar las mismas palabras de Pablo VI: "La integridad de la verdad católica reclama en la actualidad una clarificación armónica con la doctrina relacionada al Papado que pone en su espléndida luz la figura y la misión del episcopado".

Dos son las expresiones fundamentales para comprender la doctrina conciliar que nos ocupa: 1. "Cristo constituyó con los Doce Apóstoles una especie de colegio o conjunto estable, en el que puso como cabeza a Pedro, elegido entre ellos" (LG 19); 2. El hecho que S. Pedro, con todos los demás Apóstoles, constituyen por voluntad del Señor, un único colegio apostólico, de igual manera el Romano Pontífice y a los obispos sucesores de los Apóstoles, están unidos entre ellos" (LG 22). Con estas afirmaciones los Padres enseñan la institución divina del Colegio de los Doce y aportan una primera y fundamental integración a la doctrina del Primado. Siguiendo la enseñanza bíblica y toda la tradición de los Padres, el Vaticano II describe la "sacramentalidad" del obispado (LG 21): el obispo es ministro de Cristo, además de su imagen viviente o, queriendo utilizar la bella expresión de Ignacio de Antioquía: typos tou Patros, la imagen viviente de Dios Padre. Si se quiere, la dimensión sacramental del obispo, como está expresada por los Padres conciliares, tiende a fundir tanto el horizonte histórico por medio del cual con la sucesión apostólica el obispo es incluido en el colegio y, por lo tanto, relacionado a la acción originaria de Jesucristo, como el horizonte neumático que permite al obispo ser sacramento de la acción del Espirito de Cristo glorioso, a través del cual él mismo obra y actúa.

A la pregunta si a los Padres les gustaba el diseño que hablaba de la consagración episcopal como "el grado más alto del sacramento del orden", la respuesta fue negativa. Lo que hoy en día se está afirmando por la constitución conciliar es que el obispado constituye "la plenitud del sacramento del orden". El Spiritus principalis, que nos es donado con la consagración, confiere la gracia e imprime el carácter (LG 21). De ahí deriva el desarrollo del argumento que tiene como objetivo el ministerio de los obispos, llamado justamente "diaconía", porqué es el servicio verdadero y genuino que les configura a Cristo. Luego la tarea de enseñar, santificar y gobernar manifiesta la diaconía episcopal y muestra el espacio propio y peculiar de su consagración.

En esta enseñanza orgánica sobre el episcopado se encuentra el argumento sobre el sacerdocio y el diaconado. De esta manera, la teología sobre el presbiterado se está reforzando, porqué explica mejor la naturaleza del presbiterio, su papel y mérito. Esto, está fundamentalmente relacionado con toda la historia de la salvación y se articula con aquella admirable dinámica que permite verlo más íntimamente unido con la "apostolicidad" y la "misionariedad" propia de los obispos. Haciendo suya la visión dogmática tridentina, según la cual la unicidad del Orden sagrado se expresa en los tres grados de la actividad eclesial que comprende el obispo, el colegio de los presbiterios y los diáconos; el Vaticano II pone las premisas para una teología del presbiterado que sabe recoger la íntima conexión entre le ministerio presbiterial y la misión propia de los obispos. Con la ordenación sacerdotal, ellos están unidos a la misión de los obispos y, por lo tanto, colocados en esa sucesión apostólica que los conduce hacia Jesucristo, sumo y eterno sacerdote, fuente primera y única de cualquier sacerdocio y apostolado, por el que sirven para bien de toda la Iglesia.

La teología del Orden, por cierto, adquiere importancia frente a la enseñanza conciliar. La unión sobrenatural que une obispos y presbíteros es, en primer lugar, de orden ontológico en razón de la participación con el único sacerdocio de Cristo y, desde ahí, se abre a la naturaleza pastoral y jurídica. Haber alcanzado una claridad dogmática acerca de la sacramentalidad del episcopado y del colegio apostólico ha favorecido seguramente su inclusión y el progreso de la teología del presbiteriado, no como un apéndice, sino como forma y expresión real del único sacerdocio de Cristo y, por lo tanto, como "verdaderos sacerdotes del Nuevo Testamento" (LG 28).