Prof. Cajiao, Bogota:
LA LITURGIA FUENTE Y CULMEN DE TODA LA VIDA DE LA IGLESIA
Siendo la liturgia una acción presidida por Cristo (Cfr. SC 7) es Él mismo quien la enriquece como su fuente y la encamina hacia una plenitud que Él como cabeza de la Iglesia ya posee. Por lo tanto esta actuación entre el pasado histórico de Jesús de Nazaret y el futuro pleno del Resucitado se concreta en el hoy de la liturgia y se pone al alcance del creyente a través de toda la vida de la Iglesia pero particularmente de los sacramentos dentro de los cuales descuella la Eucaristía como celebración del misterio, es decir actualización de la Pascua..
Este Cristocentrismo de la liturgia hace que el referente histórico y de actualización de la temporalidad de la revelación se haga presente en el llamado "Año litúrgico" que si bien desplazado respecto al año civil no hace otra cosa sino recordarnos que entre el misterio de la Encarnación de la Palabra y la espera del Señor de la historia, se va fraguando por la acción litúrgica la finalidad primera de la misma, es decir la alabanza digna de la Trinidad Santa y el encaminarse de los creyentes por la acción sacerdotal de Jesucristo (Cfr. Hb. 10, 19-20) hacia la plenitud prometida y cumplida de la salvación que no es otra cosa sino la participación en esa vida de Dios que es amor.
Por lo tanto la liturgia como fuente de donde dimana toda la fuerza de la Iglesia y como culmen de toda la actividad de la misma (Cfr. SC 10) realiza lo que representa, la aproximación de la criatura al Creador y la participación anticipada en su propia vida por la comunicación de la gracia al creyente y que este recibe y acompaña a lo largo de la vida en los sacramentos que van a estarle cercanos en esos grandes momentos de la vida humana, desde el nacer hasta la experiencia de la fragilidad de la condición de su creaturalidad y de la muerte, incluyendo los dos grandes sacramentos del servicio a la misma comunidad eclesial y la del testimonio del amor incondicional de Dios por el hombre, por la vida, y simbolizado en el amor de la pareja creyente.
Es necesario destacar aquí la importancia de hacer partícipes a los fieles, mediante una adecuada catequesis, del sentido de su consagración bautismal y por lo tanto de su concelebración en la liturgia ya que es en ella donde se toma parte con mayor plenitud del misterio que origina y jalona hacia su plenitud la vida de los mismos en la Iglesia. De Ella y de quienes la conforman podemos afirmar con certidumbre lo que Lucas en su Evangelio afirma de Jesús: "progresaba en estatura, en edad y en gracia, delante de Dios y de los hombres" (Lc. 2,52).
Por lo mismo las celebraciones de los sacramentos por parte de los discípulos del Maestro han de recoger la propia vida en donde la gracia de Dios se refleja para celebrarla, o mejor "concelebrarla" bajo la presidencia del Ministro ordenado, que representa a Cristo Sacerdote, y al mismo tiempo ha de dinamizar la vida de la comunidad en su ministerialidad ordenada y laical para llevar la Buena Noticia de que en Cristo la creación, la historia, los seres humanos y su cotidiano esfuerzo de humanización del cosmos no son otra cosa sino la participación en la única adoración adecuada por parte del hombre del misterio de santidad de Dios manifestado en su Hijo Jesucristo y perpetuado por su Espíritu.