Las dimensiones mariana y petrina de la Iglesia

P. Gary Devery, ofm Cap.

La dimensión petrina de la Iglesia puede ser enunciada, en pocas palabras, como el servicio de san Pedro y sus sucesores para edificar y preservar la vida de fe de la Iglesia, realizar la vida cristiana en la comunión y la caridad, y custodiar la unidad de la Iglesia.

La dimensión mariana de la Iglesia es cristológica, pneumatológica y antropológica. María es la virgen que se hace Iglesia y el modelo del discípulo. Lo que se dice de María se dice de la Iglesia. En su dimensión cristológica, María orienta siempre la mirada del cristiano hacia su Hijo, el Salvador. Su dimensión pneumatológica se manifiesta en su disponibilidad a recibir al Espíritu Santo, al que acoge con gozo desde la anunciación hasta pentecostés. En la cruz, Jesús entrega al cuidado maternal de su madre a su discípulo Juan. Extendido a toda la Iglesia, el cuidado maternal de María para con su Hijo muestra su dimensión eclesiológica. Juan, que representa a la comunidad de los discípulos, es llamado a aceptar a María, y a la Iglesia, como Madre. La dimensión antropológica, que se revela en los evangelios cada vez que en ellos aparece María, tiene un lugar preeminente en el relato de la infancia de Lucas (Lc 1-2), que muestra la manera plenamente humana en que María coopera con la salvación ofrecida por Dios a la humanidad.

La actuación fecunda de la dimensión petrina de la Iglesia supone que la Iglesia viva enteramente la dimensión mariana, que es la base necesaria en que se apoya la dimensión petrina de la Iglesia, sin la cual ésta se vería coartada y limitada en su fecundidad.

La dimensión mariana establece el "espíritu" con que cada uno de los papas cumple con su servicio específico a la Iglesia en su dimensión petrina. En el último siglo, hemos sido bendecidos por el Espíritu Santo con sucesores de Pedro que han brindado a la Iglesia un servicio muy fecundo pues impregnaba su espiritualidad personal esa dimensión mariana.

Aun un papa profundamente impregnado por la dimensión mariana, en su manera de vivir su propia vida cristiana y el servicio a la Iglesia en su propio ministerio específico, podría experimentar que la dimensión petrina está coartada y limitada en su fecundidad si, en determinada Iglesia local, faltara la dimensión mariana.

La interacción entre la dimensión petrina y mariana de la Iglesia está expresada en el milagro de Caná (Jn 2,1-12); allí María aparece con Jesús y los discípulos, esto es, también con Pedro. En su carta apostólica Rosarium Virginis Mariae (21), el papa Juan Pablo II comenta la escena: "La revelación hecha directamente por el Padre en el bautismo del Jordán y repetida por Juan Bautista, vuelve a aparecer en labios de María, en Caná, y se convierte en el gran consejo maternal que María dirige a la Iglesia de todos los tiempos: "Haced lo que él os diga"". En la medida en que ese encuentro entre Jesús, María, Pedro y los discípulos es vivido en la vida de la Iglesia actual, las dimensiones petrina y mariana de la Iglesia seguirán estando al servicio de la Iglesia para el cumplimiento de su misión hacia todas las naciones.