Mensaje del Cardenal Alfonso López Trujillo a los participantes al Primer Encuentro de Jóvenes Pro-Vida del Mercosur
Buenos Aires, 10 y 11 de octubre de 1998
La voluntad de todos los jóvenes, como también la vuestra, queridos jóvenes de Argentina, y de todo el Mercosur, es de construir un mundo más acogedor y un futuro más pacífico. Vuestra generación busca con dificultad no sólo los medios materiales indispensables, sino también razones de vida y objetivos que motiven vuestra generosidad. Os vais a dar cuenta de que sólo estaréis felices si os integráis bien en vuestra sociedad donde se debe respetar la dignidad humana y la fraternidad. Tienen Ustedes aquí una ocasión privilegiada para poner en común aspiraciones e intercambiar recíprocamente las riquezas de sus experiencias.
La Iglesia funda en Ustedes una firme confianza: seréis en el futuro, desde ahora, agentes de la cultura de la vida, es decir, sois testimonio y centinelas de la dignidad de la persona humana, desde su concepción hasta la muerte. Si los jóvenes muchos, muchos más con vosotros, asumís esta causa, habrá futuro! Si no, si muchos claudican, se rinden, no dan la batalla, el futuro de la humanidad será de vergüenza: una sociedad que liquida a los más inocentes y débiles, es una vergüenza.
El Papa León XIII desarrolló este tema en la encíclica Rerum novarum.
Frente a las formas de pobreza que agobian a tantos hombres y mujeres, la caridad es un signo profético del compromiso del cristiano en el seguimiento de Cristo. Por tanto, invito a los laicos, y particularmente a los jóvenes, a dar prueba de valentía y de imaginación, para trabajar en la edificación de sociedades más fraternas, donde se reconozca la dignidad de la persona y se encuentren los medios para una existencia digna.
Todos los cristianos que son comprometidos en este mundo busca la respuesta a esta pregunta: ¿Como podemos defender mejor la vida, la familia, en nuestra sociedad?
En verdad que hay muy fuertes razones de orden filosófico, que nacen de la razón, para defender la vida. Bien los conocéis! (Cfr. Evangelium Vitae...). Pero la oración os pone en contacto directo con "El Señor de la vida". Os introduce en la experiencia única de ir a la misma fuente de la vida, a la raíz de su realidad sagrada y a Dios mismo! Así, la defensa de la vida, sobre todo, en la familia, es una opción de coherencia humana y cristiana!
Cristo debe estar en el centro de nuestra oración porque El es la fuente del vínculo espiritual que nos une en su Iglesia y porque El nos llena los corazones para poder vibrar con el mensaje del evangelio de esperanza, el evangelio de la vida. El nos da la respuesta adecuada a esta pregunta, repuesta que debe transformarse en empeño y en lucha por un mundo mejor.
Cristo os muestra el rostro de Dios, el rostro que todo hombre busca apasionadamente a lo largo de su existencia, a veces incluso sin darse cuenta, y El representa la fuente de energía.
El Santo Padre decía el la Jornada mundial de la juventud en París: "Aspiráis a una vida cada vez más hermosa, fundada en los valores morales y espirituales que hacen libres y que dirigen nuestros pasos hacia la eternidad".
(1)Acoged con prontitud la invitación de Cristo a conocer su morada y permanecer siempre con él, para anunciar su evangelio de esperanza a todo el mundo.
La misión que se os confía exige que, durante toda vuestra vida, dediquéis el tiempo necesario a vuestra formación espiritual y doctrinal, a fin de profundizar vuestra fe y convertiros, también vosotros, en formadores. Así, responderéis a la llamada "a crecer, a madurar continuamente, a dar cada vez más fruto"
(2). En el umbral del tercer milenio, os invito a estar muy atentos a la voz y a los signos de la presencia y de la acción del Espíritu Santo en la Iglesia y en el mundo. Contemplando e imitando a la Virgen María, modelo de la fe vivida, seréis verdaderos discípulos de Cristo, su Hijo divino, que funda la esperanza, fuente de vida.La Iglesia católica en los países del Mercosur, guiada por los pastores, se compromete en la defensa de los valores de la tradición cultural y cristiana. A través de un análisis claro filosófico y teológico de las diferentes corrientes de pensamiento, para sacar a la luz rasgos ambiguos y corregirlos, podéis llegar a una madura formación. Este análisis, si se hace desde una perspectiva cristiana, puede ayudar mucho a los jóvenes de hoy para encontrar su camino en la vida, para descubrir la "Verdad y la Vida" en la existencia personal, para poder llegar también buenos formadores.
Pero podemos constatar que la situación actual se ve afectada por la influencia demasiada de los massmedia sobre la educación de los jóvenes. "En estos años de profundos cambios los más dañados han sido la familia y los jóvenes...El binomio familia - jóvenes debe constituir la prioridad de las prioridades de toda Iglesia, dijo Santo Padre en una de sus reciente intervención del Castel Gandolfo. Los influjos negativos que llegan hoy por todos los sitios deben encontrar en la comunidad cristiana antídotos eficaces y oportunos".
Asumir una posición de censura y de crítica ante el desgeste de culturas envejecidas que no saben defender la vida, la causa de los más débiles y ante los medios de comunicación, y no son pocos, que conspiran en esa penosa conjura contra la vida!
La clave de este antídoto se encuentra en un concepto claro: formación.
Formación de los jóvenes, formación de las familias, formación de los sacerdotes. De esto dependerá el futuro de la Iglesia, de la sociedad entera porque en la medida que esta el joven está bien formado, informado y preparado puede ayudar a los otros a descubrir la "Verdad" en su vida.
La "verdad" sobre el hombre y la vida requiere un eje, a la vez doctrinal y filosófico, una presentación sistemática, cuyo eje es el proyecto original de Dios sobre estos dos polos, es decir, la verdad a la cual tenemos acceso en la fe desde Dios, con la riqueza sin límites de la Revelación que nos es dada, y la "verdad" a la cual nos acercamos por el camino de la razón. La "verdad" sobre el hombre constituye una preocupación del Papa ante las graves crisis que golpean la familia y los jóvenes, y quizás la más importante de ellas, "la confusión conceptual"
(3).Nuestra causa es el hombre, imagen de Dios! América Latina debe distinguir se por esta noble lucha que nos compromete, nos dignifica y es un reto a vuestra generosidad. Mientras hay generaciones y jóvenes cansados, fatigados, como marchitos por falta de ideales.
Vosotros sois una bandera de esperanza. No podéis desfallecer. Adelante! No dejéis pisotear la dignidad humana!
La proclamación y defensa de los derechos de la vida humana adquiere la altura, de portada histórica de la Encíclica Evangelium Vitae. En torno de las exigencias del reconocimiento de la persona humana y de su adecuado tratamiento, desde el primer momento de la concepción, la "verdad antropológica" es insoslayable.
Esa es la causa de la negación del hombre que es conculcado, sometido a la manipulación y convertido en víctima de toda clase de arbitrariedades, hasta la eliminación injusta, del "nascituro", o del enfermo terminal o del anciano, negando el derecho fundamental a la vida.
La confusión conceptual en las manos de poderes arbitrarios se convierte en terrible amenaza, en una cadena de atentados que tiene como constante negar la entidad e identidad de la persona. Las legislaciones injustas, permisivas, violatorias de la familia y de la vida, por tanto inicuas, son el efecto doloroso del eclipse de la verdad en los espíritus, penosa enfermedad a la que oportunamente se refiriera Romano Guardini.
En la enseñanza del Papa la preocupación central queda la familia y los jóvenes. El Santo Padre invita a todos los creyentes a tener una experiencia del espíritu: "La experiencia del espíritu da al creyente aquel "sentido de la Iglesia" que está en la conciencia de que él no pertenece más a si mismo, sino que pertenece a Dios, en Cristo y en la Iglesia (1Cor 6.19). No hay por tanto experiencia del espíritu separada, cerrada en los límites de una interioridad individualista..."
(4) Hay que dar al alma siempre el alimento espiritual que hace rejuvenecer y también que cambia toda la persona, porque el diálogo con Dios forma y educa en amor. San Ireneo escribía: "La enseñanza de la Iglesia es un depósito precioso encerrado en un vaso excelente, el espíritu lo rejuvenece siempre y comunica su juventud al vaso que lo contiene... Pues, donde está la Iglesia , allí está el Espíritu de Dios, y donde está el Espíritu de Dios, allí está la Iglesia y toda gracia; y el Espíritu es verdad" (5). En vuestras almas, queridos jóvenes está el presente y el futuro de la Iglesia.
"Os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis" (Jn 13, 15). Jesús, Maestro y Señor, deja su lugar en la mesa para tomar el puesto de servidor. Enseña humildemente que amar con palabras y obras consiste ante todo en servir a los hermanos. El que no acepta esto no puede ser su discípulo. La existencia cristiana nos exige avanzar por el camino del amor. La ley de Cristo es la ley del amor. Esta ley, transformando el mundo, como la levadura, desarma a los violentos y devuelve su lugar a los débiles y más pequeños, llamados a anunciar el Evangelio.
Gracias a Cristo estamos cerca de todos nuestros hermanos y somos llamados a manifestar la alegría profunda que se tiene al vivir con él. El Señor nos llama a cumplir nuestra misión donde estamos, pues "el lugar que Dios nos ha señalado es tan hermoso, que no nos está permitido desertar de él"
(6).Independientemente de lo que hagamos, nuestra vida es para el Señor; en él está nuestra esperanza y nuestro título de gloria. En la Iglesia la presencia de los jóvenes, de los catecúmenos y de los nuevos bautizados es una riqueza y una fuente de vitalidad para toda la comunidad cristiana, llamada a dar cuenta de su fe y a testimoniarla hasta los confines de la tierra.
En virtud del Espíritu recibido, el verdadero discípulo de Cristo se ve impulsado a ponerse al servicio de sus hermanos, en la Iglesia, en su familia, en su vida profesional, en las numerosas asociaciones y en la vida pública, en el orden nacional e internacional. Servir es el camino de la felicidad y de la santidad: nuestra vida se transforma, pues, en una forma de amor a Dios y a nuestros hermanos.
Lavando los pies de sus discípulos, Jesús anticipa la humillación de la muerte en la cruz, en la cual él servirá al mundo de manera absoluta.
Enseña que su triunfo y su gloria pasan por el sacrificio y por el servicio: éste es también el camino de cada cristiano. No hay amor más grande que dar libremente la vida por los amigos (cf. Jn 15, 13), pues el amor salva el mundo, construye la sociedad y prepara la eternidad. De esta manera vosotros, queridos jóvenes de América Latina, en este importante sector de jóvenes del Mercosur, seréis los profetas de un mundo nuevo. ¡Que el amor y el servicio sean las primeras reglas de vuestra vida!
En la entrega de vosotros mismos descubriréis lo mucho que ya habéis recibido y que recibiréis aún como don de Dios. El servicio a los hermanos más noble y más urgente es defender, llenos de fe, el derecho a la vida, sin la cual los demás derechos caen como castillos de arena.
¿Cómo no responder alegremente a la llamada del Señor?
El amor es el testimonio por excelencia que abre a la esperanza. El servicio a los hermanos transfigura la existencia, pues manifiesta que la esperanza y la vida fraterna son más fuertes que toda tentación de desesperación. El amor puede triunfar en cualquier circunstancia.
Desconcertado por el humilde gesto de Jesús, Pedro le dice: "Señor, ¿lavarme los pies tú a mí? Jamás!" ( Jn 13, 6. 8). Sólo el que acogen el amor que Dios le da puede a su vez amar. Pedro permitió que el Señor le lavara los pies. Se experimentó el amor de su Señor y después lo comprendió. Queridos jóvenes, haced la experiencia del amor de Cristo: seréis conscientes de lo que él ha hecho por vosotros y entonces lo comprenderéis. Sólo el que vive en intimidad con Cristo es capaz de ahondar en este misterio.
Es el momento de preguntaros, queridos jóvenes, cómo servir a Cristo con una tal donación como la del Señor quien se hace servidor. La disponibilidad y el desprendimiento son las actitudes fundamentales de quien quiere hacer la voluntad de Dios.
El Santo Padre escribió en la encíclica Evangelium Vitae "(...) Quiero meditar de nuevo y anunciar el Evangelio de la vida, esplendor de la verdad que ilumina las conciencias, luz diáfana que sana la mirada oscurecida, fuente inagotable de constancia y valor para afrontar los desafíos siempre nuevos que encontramos en nuestro camino"
(7)Existe, desgraciadamente, una "cultura" de la muerte. Es como un "instituto" de agresión arraigado en el hombre sistemáticamente inducido.
"La violación sistemática de la ley moral, especialmente en el grave campo del respeto de la vida humana y su dignidad, produce una especie de progresiva ofuscación de la capacidad de percibir la presencia vivificante y salvadora de Dios."
(8)En la denuncia histórica del Papa Juan Pablo II adquiera las más amplias proporciones, como tragedia que crece numéricamente y tiene a su favor progresos técnicos antes no sospechados, y revista la forma de una "conspiración" de una "conjura" contra la vida. Podemos hablar de una conjuración de los más fuertes contra los más débiles en nombre de la libertad, del progreso y de los mismos "derechos" que se niegan a unos, a los que carecen de fuerza y de voz, y a otros son reconocidos, hasta percibir como decisión lícita la eliminación de seres humanos inocentes cuyo derecho fundamental a la vida es negado, y sustraído en medio de estructuras "democráticas".
Es, además una conjura de carácter político y universal. En algunas circunstancias, como en el caso de las políticas de control natal, se invoca el bien de la humanidad, una especie de "bien común universal", para perseverar la especie humana de terribles peligros como hambre, la guerra, y todo género de conflictos cuando aumenta desproporcionadamente el número de los comensales, de los invitados al banquete, en la comparación que introdujo, incluso con versiones corregidas y aumentadas, el mismo Malthus, y el pan es y será más escaso. Nos hallamos de frente a una conjura política de la cultura de la muerte de dimensiones universales con un crecimiento desconcertante.
El fenómeno en las modalidades más difundidas es reciente ¿cómo, en tan poco tiempo, ha podido crecer una actitud a la vez arbitraria y arrogante, que antes provocaba vergüenza y hoy es esgrime como una conquista de un pluralismo democrático? ¿Cómo ha podido derrumbarse tan rápidamente un edificio ético en nombre de una novedosa concepción ética que va conformando un modo de ver, de concebir las cosas, un modo de vivir, un "estilo de vida", como una amplia red cultural? Estamos en presencia de una
forma de "globalización" con las modalidades de un nuevo concepto de humanidad, de antropología, de una nueva moral, con una curiosa erosión y transmisión de "valores.
El año Internacional de la Familia permitió ponderar incisivamente el verdadero rostro de la cultura de la muerte contra la Familia, Santuario de la Vida y contra los derechos sagrados de la persona humana. Hay una dolorosa paradoja, que en este año es doble apreciar mejor, con ocasión de la celebración de los 50 años de la Declaración Universal de los derechos Humanos en la ONU. Mientras, como lo indicaba el Concilio, se experimenta una irrefrenable sed de dignidad y son reconocidos derechos del hombre fundamentales y centrales, son conculcados, en nombre de un a concepción de libertad y de democracia derechos fundamentales de los más débiles, y el más fundamental: el derecho a la vida, sin el cual los demás derechos carecen de soporte, simplemente porque carecen de sujeto... pues este es negado como persona o es eliminado como cosa.
El anuncio del Evangelio de la vida, escribe Juan Pablo II, "es particularmente urgente ante la impresionante multiplicación y agudización de las amenazas a la vida de las personas y de los pueblos, especialmente cuando esta es débil e indefensa (...)". Por desgracia, este alarmante panorama, en vez de disminuir, se ve más bien agrandado. Con las nuevas perspectivas abiertas por el progreso científico y tecnológico, surgen nuevas formas de agresión contra la dignidad del ser humano, a la vez que se va delineado y consolidando una nueva situación cultural que confiere a los atentados contra la vida un aspecto inédito y podría decirse más inicuo, o casionando ulteriores y graves preocupaciones: amplios sectores de la opinión pública justifican algunos atentados contra la vida en nombre de los derechos de la libertad individual.
"En la búsqueda de las raíces más profundas de la lucha entre la " cultura de la vida " y la " cultura de la muerte ", no basta detenerse en la idea perversa de libertad anteriormente señalada. Es necesario llegar al centro del drama vivido por el hombre contemporáneo: el eclipse del sentido de Dios y del hombre, característico del contexto social y cultural dominado por el secularismo, que con sus tentáculos penetrantes no deja de poner a prueba, a veces, a las mismas comunidades cristianas."
(9)
La Iglesia tiene necesidad de vosotros, tiene necesidad de vuestro compromiso al servicio del Evangelio. Acoged el fuego del Espíritu del Señor, para convertiros en celosos heraldos de la Buena Nueva.
Queridos jóvenes, como miembros de la Iglesia os corresponde continuar el gesto del Señor: el lavatorio de los pies prefigura todas las obras de amor y de misericordia que los discípulos de Cristo realizarían a lo largo de la historia para hacer crecer la comunión entre los hombres. Hoy, también vosotros estáis llamados a comprometeros en este sentido, aceptando seguir a Cristo; anunciáis que el camino del amor perfecto pasa por la entrega total y constante de sí mismo. El Santo Padre decía en la histórica encíclica Evangelium Vitae: "Deseo que resurja o se refuerce a cada nivel el compromiso de todos por sostener la familia, para que también hoy -aun en medio de numerosas dificultades y de graves amenazas- ella se mantenga siempre, según el designio de Dios, como " santuario de la vida "
(10)Tenemos que esforzarnos para que toda persona pueda vivir de una manera digna y ser reconocida en su dignidad primordial de hijo de Dios. Cada vez que servimos a nuestros hermanos no nos alejamos de Dios; al contrario, le encontramos en nuestro camino y le servimos. "Cuanto hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis" (Mt 25, 40). Así damos gloria al Señor, nuestro Creador y nuestro Salvador, contribuimos al crecimiento del reino de Dios en el mundo y al progreso de la humanidad.
Juntos pedimos hoy especialmente por los jóvenes que no tienen la posibilidad ni los medios para vivir dignamente y recibir la educación necesaria para su crecimiento humano y espiritual a causa de la miseria, la guerra o la enfermedad. ¡Que todos ellos estén seguros del afecto y del apoyo de la Iglesia!
El que ama no hace cálculos, no busca ventajas. Actúa en secreto y gratuitamente en favor de sus hermanos, sabiendo que cada hombre, sea quien sea, tiene un valor infinito. En Cristo no hay personas inferiores o superiores. No hay más que miembros de un mismo cuerpo, que quieren la felicidad unos de otros y que desean construir un mundo acogedor para todos. Por los gestos de atención y por nuestra participación activa en la vida social, testimoniamos a nuestro prójimo que queremos ayudarle para que llegue a ser él mismo y a dar lo mejor de sí para su promoción personal y para el bien de toda la comunidad humana.
Santo Padre dijo: "A todos los miembros de la Iglesia, pueblo de la vida y para la vida, dirijo mi más apremiante invitación para que, juntos, podamos ofrecer a este mundo nuestro nuevos signos de esperanza, trabajando para que aumenten la justicia y la solidaridad y se afiance una nueva cultura de la vida humana, para la edificación de una auténtica civilización de la verdad y del amor".
(11)Queridos jóvenes, lleváis en vosotros capacidades extraordinarias de entrega, de amor y de solidaridad. El Señor quiere reavivar esta generosidad inmensa que anima vuestro corazón. Os invito a venir a beber a la fuente de la vida, que es Cristo, a fin de inventar cada día los medios para servir a vuestros hermanos en el seno de la sociedad en la cual os corresponde asumir vuestras responsabilidades de hombres y de creyentes.
En vuestro apostolado, proponéis a vuestros hermanos el Evangelio de la vida. Donde el testimonio de la palabra es difícil o imposible en un mundo que no lo acepta, por vuestra actitud hacéis presente a Cristo siervo, el Señor de la vida, pues vuestra acción está en armonía con la enseñanza de Aquel que anunciáis. Esta es una forma excelente de confesión de la fe, que han practicado con humildad y perseverancia los santos. Es una manera de manifestar que, como Cristo, se puede sacrificar todo por la verdad del Evangelio y por el amor a los hermanos.
Queridos jóvenes, seáis los testigos del Resucitado a lo largo de toda vuestra vida. Vais ahora hacia los lugares de las diferentes vigilias.
Volved vuestra mirada a Cristo, para comprender el sentido del mensaje divino y encontrar la fuerza para la misión que el Señor os confía en el mundo, ya sea en un compromiso como laicos, ya en la vida consagrada. Realizando de ese modo vuestra existencia cotidiana con lucidez y esperanza, sin pesadumbre o desánimo, compartiendo vuestras experiencias, percibiréis la presencia de Dios, que os acompaña con delicadeza. Dad vuestra aportación a la vida de la Iglesia, que tiene necesidad de vuestra juventud y de vuestro dinamismo.
La lucha por la vida es difícil. Hay que sufrir, incluso ataques e incomprensiones. Tiene la Iglesia en Juan Pablo II un grande leader, abogado de los más pobres. Tiene la Iglesia y la humanidad a Cristo, Resucitado, triunfador de la muerte que garantiza la victoria definitiva.
Queridos jóvenes, sois los testigos de la Buena Nueva del Señor en vuestros países y en América Latina. Tenéis grandes riquezas espirituales para compartir con vuestros hermanos. Cristo os llama a seguirlo para encontrar la felicidad y construir con vuestros hermanos una sociedad de justicia y de paz. Os llama a resucitar en otros jóvenes la visión sobre la vida.
Seréis verdaderos constructores de la Iglesia, templo espiritual
(12), si lleváis la buena nueva a todas las naciones; si entabláis diálogo con vuestros hermanos de diferentes orígenes y culturas; si acogéis a los heridos de la vida, a los pobres, a los enfermos, a los minusválidos y a los prisioneros; y si acogéis también a los representantes de las diversas clases, de cualquier parte del mundo que vengan.Poned al servicio de todos vuestros hermanos vuestro dinamismo y vuestra alegría de vivir vuestra generosidad, vuestro ardor, para continuar construyendo la Iglesia desde la vuestra testimonio de vida, haciendo progresar de esta manera toda la sociedad. Que la oración de todos os dé la fuerza para ser discípulos de Cristo y constructores de nueva humanidad.
Cristo es nuestra esperanza, es nuestra alegría. Durante los días siguientes, abrid vuestro corazón y vuestra mente a Cristo. Formáis parte de la Iglesia que os quiere revelar el camino de la salvación y la vía de la felicidad. Os invito a dejaros guiar por el Señor y a caminar con él. Que vuestra vida cristiana sea un "acostumbrarse" progresivo a la vida con Dios, según la hermosa expresión de san Ireneo, para que seáis misioneros del Evangelio.
Que este Primer Encuentro de Jóvenes Pro-Vida del Mercosur sea para vosotros una invitación a acoger a Cristo y convertiros cada vez más en sus discípulos.
Mucho me alegra saber que con el Pontificio Consilio para la Familia podemos, desde y en la Iglesia, llevar esta hermosa lucha, en profunda unidad y convergencia.
Durante estos días, de manera especial, pediré a Dios que, con el poder de su Espíritu, reavive constantemente en vosotros el deseo de encontraros con Cristo y que os dé la valentía de defender la vida, la familia y grandes valores, siguendolo a donde os guíe.
Que la bendición de Dios os acompañe a vosotros y a los jóvenes de vuestra edad que no han podido venir aquí.
El Señor de la vida, que ha muerto y Reina vivo, os bendiga.
Notas
1. Juan Pablo II, Discorso pronunciado con la ocasión del la Jornada mundial de la juventud, 21 agosto, 1997
[Regresar]2. Christifideles laici, 57
[Regresar]3. "¿Quién puede negar que la nuestra es una época de gran crisis, que se manifiesta ante todo como profunda 'crisis de la verdad'? Crisis de la verdad significa, en primer lugar, crisis de conceptos", Juan Pablo II, Carta a las Familias Gratissimam Sane, n.13
[Regresar]4. Marcello Bordoni, La cristologia nell'orizzonte dello Spirito, Querinianan, Brescia, 1955, pp.61-62
[Regresar]5. Ireneo, Adeversus haereses, III, 14
[Regresar]6. cf.Carta a Diogneto, VI, 10
[Regresar]7. Evangelium Vitae n.6
[Regresar]8. Evangelium Vitae n.6
[Regresar]9. Evangelium Vitae n.21
[Regresar]10. Evangelium Vitae n.6
[Regresar]11. Evangelium Vitae n.6
[Regresar]12. cf. Lumen gentium, 6
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