La visita del Papa Pablo VI a Bogotá

Mons. Cipriano Calderón,
Vicepresidente de la Pontificia Comisión para América Latina

22 de agosto de 1998

1. Hace treinta años, el jueves 22 de agosto de 1968, a las 10:20 de la mañana, hora local, Pablo VI besaba el suelo de América Latina en el aeropuerto El Dorado de esta ciudad de Bogotá. Histórico acontecimiento que de alguna manera podría compararse -y lo comparó el mismo Papa (ver catequesis en la audiencia general del 28 de agosto)- al que ocurrió, hace poco más de cinco siglos, cuando el Almirante del mar océano Cristóbal Colón, enarboló la cruz de Cristo en el nuevo mundo y la plantó en la isla de Guanahaní, el 12 de octubre de 1492.

Nos hemos reunido para conmemorar la primera visita de un Romano Pontífice a América; un trigésimo aniversario encuadrado en el año centenario del nacimiento de Giovanni Battista Montini y en el vigésimo de su muerte. Circunstancias excepcionales para centrar nuestra atención en este insigne Papa y evocar, a tres decenios vista, su visita a Bogotá, cosa que trataré de hacer con la ayuda de quien fue su Secretario particular, hoy Arzobispo, Pasquale Macchi, quien hubiera querido estar aquí presente. No ha podido realizar su deseo, pero me entregó unos apuntes sobre el viaje que utilizaré en esta conferencia. Mons. Macchi -como ha anunciado ya el Arzobispo, Mons. Pedro Rubiano- ha enviado, como obsequio y recuerdo del viaje apostólico, una estatua de Pablo VI del famoso artista Enrico Manfrini, que tantas obras ilustres tiene en el Vaticano y en varias catedrales de América Latina. Mañana la entregará a la catedral metropolitana el sustituto de la Secretaría de Estado, Mons. Giovanni Battista Re, Arzobispo especialmente ligado al Papa Montini, por su origen bresciano, de la misma tierra del Papa, y por haber trabajado muy cerca del Pontífice en la Secretaría de Estado de Su Santidad.

 

Fisonomía eclesial de Pablo VI

2. En vísperas del vigésimo aniversario de la muerte del Papa Montini, el pasado domingo 2 de agosto, en la alocución del Ángelus, Juan Pablo II afirmó que la primera encíclica del Siervo de Dios Pablo VI, Ecclesiam suam, publicada el día del Santísimo Salvador, 6 de agosto de 1964, "constituye el documento programático de su pontificado y, de alguna manera, es una síntesis de toda su personalidad de pastor, de maestro y de atento conocedor de los hombres y de la historia".

A mí lo que más me impresionó y me sigue impresionando de esa encíclica es el nombre: Ecclesiam suam. (Como saben, los documentos pontificios suelen designarse con las dos primeras palabras de su texto oficial latino).

Ecclesiam suam. En estos dos términos, emblemáticos y programáticos, "la Iglesia de Jesús", está contenida toda la eclesiología de Pablo VI. No hay cosa que nos dé mayor seguridad, mayor alegría y esperanza, en nuestra condición de miembros de la Iglesia y de personas dedicadas a evangelizar en nombre de la Iglesia, que el saber que Ella, la Iglesia, no es nuestra, no es del Papa, ni de los obispos, ni de los sacerdotes, ni de los fieles. Es de Jesús y vive para anunciar a Jesús: Iglesia de Cristo, Hijo de Dios, Iglesia del Verbo encarnado. Por eso, creemos de verdad en Ella o la creemos -Credo Ecclesiam-; por eso precisamente, la amamos con tanta pasión -Amare Ecclesiam-.

Ecclesiam suam, Encíclica sobre "los caminos por los que la Iglesia Católica debe cumplir hoy su mandato": Sí, este Documento -como insinúa Juan Pablo II en el texto citado- refleja toda la personalidad de Pablo VI, su fino sentido de Iglesia, su fisonomía de pastor y maestro, sus dotes de atento observador del hombre y de la historia, su sensibilidad hacia la cultura y el mundo moderno, sus intuiciones pastorales, su "parresía", todo su temple de Evangelizador.

3. Como encíclica programática del Pontificado, escrita a comienzos del mismo, la Ecclesiam suam sirve de antecedente y empalma con el documento que Pablo VI nos dejó, como testamento pastoral, al final de sus quince años de Papa y que ha resultado la encíclica -en realidad es una exhortación apostólica- programática para los nuevos tiempos de la Iglesia, los tiempos de la evangelización planetaria al filo de un milenio que acaba y de otro que comienza, bajo la guía del Papa Juan Pablo II.

Me estoy refiriendo a la Evangelii nuntiandi (8 de diciembre de 1975, fruto del Sínodo episcopal de 1974). Éste es, sin duda alguna, el documento que más ha influido en la Iglesia de nuestro tiempo de cara a la tarea evangelizadora. Por eso, quisiera que esta tarde del 22 de agosto descubriéramos aquí, reflexionando todos juntos sobre los viajes apostólicos de los Papas, la profecía de la Evangelii nuntiandi: el valor y el alcance de su contenido, la fuerza de su mensaje para los "pueblos nuevos", por usar una expresión del mismo Pablo VI en la Ecclesiam suam (n. 4).

En América Latina la Evangelii nuntiandi inspiró la Conferencia de Puebla y la de Santo Domingo. En la Iglesia Universal ha iluminado los últimos Sínodos episcopales y todo el quehacer de los obispos, sacerdotes y laicos comprometidos en el apostolado y en el afán de anunciar a Jesucristo, Evangelizare Iesum Christum, que diría San Pablo (ver Gál 1, 16).

Se podría afirmar que el pontificado de Juan Pablo II, con sus 83 viajes apostólicos internacionales, no ha sido otra cosa que la realización cabal de la Evangelii nuntiandi.

4. Pienso que el Pontífice actual, con su talante de pastor peregrino y su recorrido ministerial por el mundo entero, es el más grande evangelizador de nuestro tiempo gracias al contacto directo con las gentes en sus propias naciones. Pero fue precisamente Pablo VI quien abrió al Pontífice de Roma los caminos del mundo.

"El Papa viaja. ¿Qué quiere decir? Quiere decir ante todo que ha recuperado la plena libertad de movimiento, libertad que puede figurar como un elemento positivo de las actuales condiciones históricas y políticas... quiere decir, y esto es lo que más cuenta, que los caminos del mundo están abiertos, también logísticamente, al ministerio del Papa. Esto es muy significativo e importante, y quizás con el tiempo podrá producir notables cambios en el ejercicio práctico de su ministerio".

Estas palabras, referidas al futuro del Papado, las pronunció Pablo VI, hace treinta años, precisamente cuando él mismo en persona -según su estilo propio- anunció el viaje apostólico a América Latina. Fue en la audiencia general del 8 de mayo de 1968.

5. Primer anuncio de un viaje que "con la ayuda de Dios -decía el Santo Padre, indicando la finalidad del mismo- nos llevará a Bogotá, Colombia, el próximo mes de agosto, para asistir a la clausura del Congreso eucarístico internacional".

Pocas semanas después, el 29 de junio, fiesta de San Pedro, en audiencia al Colegio de los cardenales, presentó ya de forma explícita y concreta la finalidad del viaje:

"Nuestra presencia será un homenaje a los siglos de vida cristiana en aquellas regiones, a la obra admirable de los apóstoles que han trabajado allá y a los que trabajan actualmente, a la conmovedora respuesta de aquellas buenas y entusiastas poblaciones. Será garantía de nuestra participación en los problemas que angustian, especialmente a las categorías más necesitadas. Será un modo de animar paternalmente a una acción concorde, eficaz y ordenada con miras al desarrollo espiritual y civil de aquellas tierras, de aquellas gentes".

6. Monseñor Macchi, en sus apuntes, pone de relieve la intensidad con que Pablo VI vivió la preparación de este viaje, en el marco de los grandes y significativos acontecimientos del momento.

Hacía tres años que Pablo VI había concluido el Concilio Vaticano II, la gran empresa eclesial, doctrinal y pastoral de su pontificado. El 1 de enero se había celebrado por primera vez la "Jornada mundial de la paz", instituida por el mismo Papa y que ha seguido celebrándose después ininterrumpidamente hasta llegar este año a la trigésima primera edición. El 30 de junio, quinto aniversario de su elección, al concluir el "Año de la fe" celebrado con ocasión del XIX centenario del martirio de san Pedro y san Pablo, el Papa Montini había proclamado solemnemente el Credo del pueblo de Dios, que es uno de los documentos nucleares del pontificado. El 25 de julio publicaba la "sufrida" y decisiva Encíclica Humanae vitae que él mismo presentó y comentó. Sabemos lo que ese excepcional documento ha supuesto para la Iglesia y para la humanidad, que ahora, en estos últimos años, ha descubierto su valor profético y empieza a comprender su importancia y la trascendencia que está llamada a tener en el futuro del mundo.

En este "crescendo" del pontificado paulino, que se iba desplegando con llamativa plenitud e ilimitada generosidad por parte del Pontífice, se coloca la visita pastoral a Bogotá. Juan Bautista Montini tenía entonces 70 años (había nacido el 26 de setiembre de 1897).

7. Quiero hacer notar que, así como el Papa actual, desde el comienzo de su pontificado, se ha propuesto viajar, dentro de lo posible, a todas las naciones del mundo (y lo ha hecho ya a 118 países), Pablo VI, al iniciar los viajes apostólicos del Romano Pontífice por el mundo, se propuso sólo visitar, podríamos decir simbólicamente, los cinco continentes.

Comenzó peregrinando a Tierra Santa (enero 1964) y -aparte del viaje emblemático a la ONU (octubre 1965), los encuentros ecuménicos de Constantinopla (julio 1967) y Ginebra (junio 1969), y la peregrinación mariana a Fátima (mayo 1967)- visitó el continente asiático (Líbano e India, diciembre 1964); el continente africano (Uganda, julio 1969) y Asia-Oceanía (Irán, Pakistán, Filipinas, Samoa, Australia, Indonesia, Hong Kong y Sri Lanka, noviembre-diciembre de 1970).

El viaje a Bogotá Pablo VI lo concibió como una visita a toda América Latina. El mismo lo dijo:

"Hemos tenido que restringir esta visita a Colombia, más aún, sólo a la capital; pero nuestra intención ha sido saludar a todas y cada una de las naciones de América Latina. Hemos querido dar a nuestra llegada a Colombia el significado más amplio de un acto espiritualmente extendido a todo el territorio latinoamericano" (Catequesis en la audiencia general, 28 de agosto de 1968).

Tanto más que en esta capital inauguró la II Conferencia general del Episcopado latinoamericano, que luego tuvo lugar en Medellín y que el CELAM ha conmemorado, como evento evangelizador, en dicha ciudad antioqueña el pasado mes de julio.

8. Sobre la preparación del viaje transcribo seguidamente unos párrafos de los apuntes de Mons. Macchi.

"Puedo recordar -dice- que también a mí me tocó la tarea de preparar concretamente las jornadas de su presencia en Bogotá: Pablo VI escribió una carta a Mons. Aníbal Muñoz Duque, administrador apostólico de Bogotá, en la cual presenta a Mons. Marcinkus y a mí, como enviados a preparar el viaje. (La carta, dirigida al Arzobispo Muñoz Duque, es autógrafa y el Nuncio Apostólico, Mons. Paolo Romeo, ha tenido la gentileza de proporcionarme una fotocopia del texto).

"Pablo VI escribió una carta semejante al Nuncio, Mons. Paupini.

"Salimos de Roma -dice Mons. Macchi- el 11 de mayo y regresamos el 19.

"En Bogotá el administrador apostólico Muñoz Duque nos acogió con gran fraternidad. La preparación del viaje no resultó difícil, precisamente por su total disponibilidad, afabilidad y generosidad, que no sólo nos abrieron de par en par las puertas del arzobispado, sino también, y sobre todo, las puertas de su corazón. "

"También el Arzobispo (cardenal) Luis Concha, que habitaba ya en su nueva residencia, nos acogió con mucha amabilidad. "

"Su Excelencia Mons. Muñoz Duque nos encomendó a sus colaboradores -a quienes entonces conocí por primera vez- que tenían el encargo de preparar la recepción del Papa: Don Hoyos Darío Castrillón (sic en el texto), ahora cardenal prefecto de la Congregación para el clero, y don Alfonso López Trujillo, también hoy cardenal, presidente del Pontificio Consejo para la familia. Con su ayuda y con la valiosa colaboración de su excelencia el nuncio, fue fácil para nosotros verificar el programa y concordar también con las autoridades de Bogotá todos los detalles para el buen éxito de la visita pastoral del Papa.

"A nuestro regreso, el 24 de mayo, el Papa recibió a Mons. Benelli, Sustituto de la Secretaría de Estado, a Mons. Marcinkus y a mí para los últimos retoques al programa preparado".

El Papa Peregrino

9. La mañana del jueves 22 de agosto -hace exactamente 30 años- el Papa salió de Castelgandolfo a las 4:15 y a las 4:50 llegó al aeropuerto de Fiumicino. Allí se encontraban, para la despedida, el secretario de Estado, cardenal Amleto Cicognani, quien por su avanzada edad no podía acompañar al Santo Padre; el vicario para la diócesis de Roma, cardenal Angelo dell'Acqua, con otros prelados del Vaticano, así como algunas autoridades civiles y militares. Estaban presentes, entre otros, el embajador de Colombia ante el Gobierno Italiano, Dr. Juan Lozano y Lozano, y el Dr. Alberto Navas de Brigard, encargado de negocios de Colombia ante la Santa Sede. El embajador, excelentísimo Señor don José Antonio Montalvo -padre del actual nuncio apostólico presidente de la Pontificia Academia eclesiástica, Mons. Gabriel Montalvo- iba en el avión papal.

Pablo VI llegaba bien de mañana al aeropuerto, abrumado por las noticias que acababa de recibir sobre lo acaecido en Checoslovaquia: la invasión del país por parte de las tropas soviéticas que sofocaron la "Primavera de Praga". Era algo que le producía "acerba amargura y gran inquietud". Así se expresó en el mismo aeropuerto, pronunciando un breve pero muy expresivo y valiente discurso, en el que comentó los tristes acontecimientos que luego pesaron no poco sobre su espíritu durante todos los días de la estancia en Bogotá (ver Catequesis en la audiencia General del 28 de agosto de 1968), en los cuales continuamente pidió al ""Señor de la Paz", por cuya gloria emprendía el viaje, que usase de su misericordia para devolver a todos la tranquilidad y el orden".

10. La compañía aérea colombiana Avianca realizó el recorrido de ida y vuelta Roma-Bogotá, con una selecta tripulación, que en todo momento derrochó especiales atenciones y exquisitos cuidados para con los ilustres viajeros. Iban a bordo los dirigentes de la Compañía, el presidente Dr. Juan Pablo Ortega y el vicepresidente técnico, capitán Rafael Barro.

Del séquito del Papa formaban parte, -con su secretario particular, Mons. Pasquale Macchi y el organizador del viaje, Mons. Marcinkus- el decano del sacro Colegio, cardenal Eugenio Tisserant; el cardenal Antonio Samoré, presidente de la Pontificia Comisión para América Latina; el sustituto de la Secretaría de Estado, Mons. Giovanni Battista Benelli; Mons. Agostino Casaroli, y el entonces encargado de la sección española de la Secretaría de Estado, más tarde nuncio en Bogotá y hoy cardenal camarlengo de la santa Iglesia romana, Eduardo Martínez Somalo, quien en estos días pasados evocaba conmigo en Roma recuerdos inefables del inolvidable viaje. En el avión iba también un numeroso grupo de periodistas.

11. A las 5:35 el aparato despegó de la pista del aeropuerto romano Leonardo da Vinci. Doce horas de vuelo non stop y, hacia las 10, hora local, el avión entró en los cielos colombianos y prosiguió hacia El Dorado, llevando como escolta una escuadrilla de reactores de la Fuerza aérea colombiana. Los pilotos se habían puesto en comunicación vía radio con la multitud arracimada en el aeropuerto y comenzaron a narrar punto por punto toda la fases del vuelo, enfervorizando a la gente y preparándola para el recibimiento. Al aparecer en el cielo de la capital se desataron las campanas de las iglesias y las sirenas de las fábricas, poniendo una nota de júbilo en el ambiente. El avión dio una vuelta sobre el aeropuerto para hacerse ver por la gente y a las 10:17 aterrizó dulcemente, patinó sobre la pista y fue a detenerse junto a la tribuna de honor mientras se oían las salvas de los cañones y explotaba, por decirlo así, la alegría de los presentes ante la blanca figura del Peregrino de Roma.

Yo también me encontraba en el aeropuerto, acompañando al cardenal Jean Villot (futuro secretario de Estado y entonces prefecto de la Congregación para el clero). Habíamos llegado unos días antes desde Roma. Estábamos con los obispos colombianos y las supremas autoridades del Estado.

Desde aquel momento seguí de cerca todas las fases de la estancia del Papa en Bogotá. No voy a contarlas ahora detalladamente redactando una crónica de los acontecimientos que ya hice y publiqué entonces.

Quiero sólo evocar rápidamente algunos momentos más sobresalientes o emocionantes de aquellas "tres jornadas blancas" que el Papa vivió en Bogotá, prescindiendo del contenido de los discursos que pronunció, los cuales constituyen una auténtica y hasta podríamos decir, sublime antología pastoral, que el arzobispo primado de esta arquidiócesis, Mons. Pedro Rubiano, va a presentar después.

 

Tierra de Evangelización

12. Conmovedor fue el beso del Papa a la tierra bendita de Colombia, o mejor diríamos, de América Latina, en el asfalto del aeropuerto.

He comenzado mi conferencia refiriéndome a este episodio emblemático. Recuerdo la silueta del Papa que sorprende a la multitud con su expresivo gesto. Se arrodilla y pone sus labios en la tierra. Lo había hecho así en anteriores viajes apostólicos. Lo hizo por primera vez cuando Pío XII le mandó como arzobispo a Milán: al llegar al confín de la arquidiócesis, el 4 de enero de 1955, se bajó del coche y se arrodilló sobre el suelo mojado y lleno de nieve, para besar el territorio que iba a ser escenario de sus afanes de Pastor.

El gesto de besar la tierra, característico de Pablo VI, lo ha repetido siempre Juan Pablo II en sus viajes al llegar por primera vez a una nación.

No sé si todavía se conserva en el aeropuerto El Dorado la placa que fue colocada, como recuerdo, en el lugar preciso del episodio. Dice Mons. Macchi en sus apuntes que "el gesto del Papa gustó tanto, que durante el recorrido hacia la Catedral, nos informaron que la gente había invadido la pista del aeropuerto para tomar un poco de la tierra besada por el Papa, cavando así un agujero".

13. El presidente de la República, Dr. Carlos Lleras Restrepo, había dirigido al Romano Pontífice un expresivo discurso de bienvenida, poniendo de relieve el "honor altísimo" que el Papa hacía a toda América Latina: a "estas tierras, crisol de razas" que "se incorporaron a la civilización moderna bajo el signo de la cruz".

"Creo -dijo el Jefe de Estado al insigne huésped- que al presentaros mi filial homenaje en los momentos en que pisáis el suelo de Colombia, distinguida con este singular privilegio, puedo hablar no sólo como colombiano, y para deciros que el continente todo, desde Río Grande hasta los extremos límites australes, comulga hoy en la misma emoción y que un sentimiento de veneración y gratitud llega hasta Vuestra Santidad desde todas las ciudades, valles, montañas, selvas y llanuras de América".

Como se ve, el mismo presidente de Colombia puso de relieve el carácter latinoamericano de la visita papal. Sus palabras, que interpretaban el sentir de todo el pueblo, fueron muy expresivas hablando de la Iglesia, de Colombia y de la paz.

14. Con su respuesta, el Santo Padre comenzó la secuencia de discursos que iban a inundar de luz y de esperanza el horizonte, con certeras orientaciones para la tarea pastoral de la Iglesia, así como para la vida cristiana del pueblo de Colombia y de todos los países iberoamericanos. Son textos que todavía hoy conservan una sorprendente actualidad. "Si hubiéramos escuchado sus palabras", dirá luego el actual arzobispo de Bogotá, Mons. Pedro Rubiano.

"¡Pueblos de América Latina! -exclamó el Romano Pontífice- pueblos mecidos en idénticos mares, cuyos ríos y cordilleras entrelazan comunidades de gentes honradas, pacientes, trabajadoras e hidalgas; cuyas fisonomías peculiares tienen el rasgo común de la fe en Cristo que ha vivificado siglos de historia y suscitado innumerables iniciativas promotoras de vuestra cultura y de vuestro bienestar. ¡Pueblos de América! A todos y cada uno va, desde el suelo de la hospitalaria Colombia, nuestro saludo, nuestro afecto, nuestra plegaria".

El Papa hizo notar que "un gozo íntimo y una trepidante conmoción" invadían su ánimo, como "primer Papa" que llegaba a esta nobilísima tierra, iniciando "una peregrinación religiosa" que consideraba parte de su "ministerio universal" y con la cual deseaba reiterar, de forma inequívoca, "la fe de toda la catolicidad en la Eucaristía, sacrificio y sacramento".

15. Toda la visita pastoral de Pablo VI se desarrolló al ritmo del Congreso eucarístico internacional que, bajo la presidencia del legado pontificio, cardenal Giacomo Lercaro, había comenzado el domingo anterior y que tenía a los sacerdotes y a los fieles en tensión eclesial, vivida generosamente en torno a Jesús sacramentado, mediante celebraciones litúrgicas, conferencias y actos programados para preparar la llegada del Vicario de Cristo, que venía como un peregrino de excepción a postrarse, con todo el pueblo de Dios, ante el "altar del Congreso".

Habían pasado ya las once de la mañana cuando el cortejo papal, cruzando entre hileras de colombianos amasados en todas las calles, llegó a la plaza de Bolívar.

La primera visita fue para la catedral, centro y símbolo de la Iglesia local. Allí, con cardenales, obispos de toda América Latina y de otras partes del mundo y miles de sacerdotes y religiosos, el Peregrino apostólico oró, saludó a la Iglesia viva y pronunció un discurso que fue al mismo tiempo expresión de gratitud, catequesis y plegaria. En esa catedral primada habrá en adelante una estatua de bronce del Pontífice para recordar este histórico evento.

El Papa entró en el palacio arzobispal y desde el balcón saludó y bendijo a la multitud entusiasta que llenaba la plaza. Luego, se dirigió a la Sede de la nunciatura apostólica, Carrera 15, donde residió los días de su estancia en Bogotá.

16. En la tarde de ese mismo día 22, el Papa fue al Campo eucarístico y allí, en el "templete", que hoy es templo, celebró su primera eucaristía en América y ordenó a 41 diáconos y a 161 presbíteros procedentes de todo el continente.

No sé si estará aquí presente alguno de los sacerdotes ordenados por Pablo VI. Recordará que la alocución-plegaria pronunciada allá por el Papa tiene acentos sublimes, que dibujan perfectamente, con el característico estilo montiniano, la sublime fisonomía del sacerdocio ministerial.

17. El día 23 de agosto la jornada del Santo Padre comenzó con la visita oficial al presidente de la República de Colombia, Dr. Carlos Lleras Restrepo, en el palacio de San Carlos.

El acto fue solemne. El Papa tuvo un coloquio privado con el estadista, saludó a su familia y luego el presidente presentó a Pablo VI los más altos cargos del Estado. A la selecta asamblea el Pontífice dirigió un discurso sobre la presencia de la Iglesia en la espléndida trayectoria de la nación colombiana.

Desde el palacio presidencial, el Papa fue en helicóptero al Campo de San José para el encuentro con los campesinos. Eran unos trescientos mil, que habían llegado de todas las montañas, valles y veredas de Colombia y de algunas naciones vecinas. El Santo Padre pasó entre ellos en un jeep haciendo un giro que duró una hora y que suscitó el entusiasmo de la gente, la cual aplaudía, agitaba pañuelos o pancartas y echaba orquídeas al Papa.

Su Santidad bendijo las nuevas instalaciones de Radio Sutatenza y después, desde la tribuna, se dirigió a los campesinos, hablando sobre la doctrina social cristiana y poniendo de relieve la opción preferencial evangélica de la Iglesia por los pobres. En este discurso resonó por primera vez en América Latina el grito del Vicario de Cristo contra la "violencia" y la "revolución".

Mons. Macchi ha escrito que el encuentro con los campesinos constituyó "uno de los momentos más conmovedores de todo el viaje y que quedó profundamente grabado en la memoria de Pablo VI".

En la misma sede de Radio Sutatenza el Santo Padre tuvo un encuentro con los representantes de la prensa, la radio y la televisión, que habían llegado de diversas partes del mundo, y les confió un noble mensaje para la paz entre las naciones.

Vuelve Pablo VI a saludar a los campesinos y parte luego en helicóptero hasta el helipuerto del hospital militar desde donde, después de saludar a los enfermos, regresa a la nunciatura.

18. Ese mismo día 23 de agosto, el Papa pronunció otro discurso de carácter social, en la línea de su famosa encíclica Populorum progressio, para la construcción de la "civilización del amor", según la expresión que el mismo Pablo VI acuñaría después, en la clausura del Año santo de 1975.

Fue en el Campo eucarístico donde, con motivo de la "Jornada del desarrollo" -así se titulaba ese día en el calendario del Congreso-, se encontraban allí reunidos representantes calificados de todas las categorías sociales de América Latina: estudiantes, hombres de la cultura, trabajadores, exponentes de las clases dirigentes, familias cristianas.

El Romano Pontífice celebró la Misa ante una inmensa multitud. Novecientos sacerdotes distribuyeron la comunión a miles de fieles que siguieron la celebración ordenadamente.

Tras regresar a la sede de la representación pontificia, a las 19:30, en la sala de honor de la nunciatura, el Papa recibió a los miembros del Cuerpo diplomático acreditados ante el Gobierno de Colombia. Saludó uno por uno a todos y pronunció en francés un elevado discurso sobre el tema de la paz y el desarrollo de los pueblos.

A las 20:10, en otra sala de la nunciatura, Pablo VI concedió una audiencia al cuerpo consular de Bogotá con breves palabras, también en francés.

Seguidamente es el turno de los representantes de las diversas comunidades cristianas presentes como observadores en el Congreso eucarístico internacional. Breves palabras en español sobre la unidad en Cristo.

En castellano habló también, a las 20:50, a los representantes de la comunidad judía de Bogotá, presidida por el rabino.

Así concluyó esta intensa jornada del Papa.

19. El día 24 de agosto, la visita pastoral del Vicario de Cristo a Bogotá llega a su culmen. A primeras horas de la mañana el Papa va a una parroquia de la periferia, Santa Cecilia, en el barrio Venecia.

Pablo VI atraviesa la ciudad en coche cerrado con techo transparente. Tiempo nebuloso, aire frío. Pero por todas partes fiesta, banderas, aclamaciones.

A las 8 llega al templo. Campanas al vuelo. Le recibe el párroco, don Jaime Sánchez. La iglesia y los alrededores llenos de fieles gozosos hasta el extremo.

En el presbiterio se han colocado los enfermos. A ellos las primeras cordiales palabras y los primeros saludos personales de afecto y consuelo.

La Misa es fuera, al aire libre, ante una multitud atenta y devota. Un grupo de 18 niños recibe de manos del Vicario de Cristo la primera comunión. El Papa les ofrece también el pan de la palabra en una preciosa homilía dirigida al párroco, a los sacerdotes y a todos los presentes. "Palabras muy afectuosas" para los niños y niñas, dice Mons. Macchi en sus apuntes. Después de la Celebración eucarística, todos los niños y niñas de primera comunión desayunaron deliciosamente con Pablo VI en la casa parroquial. La despedida resultó verdaderamente conmovedora. El Papa se entretuvo con los padres y madres de los niños, entró de nuevo en la pequeña iglesia y, al despedirse, dejó una suma de dinero al párroco para las obras de caridad y apostolado.

Pablo VI toma un jeep para regresar al centro de la ciudad; pero en el camino se para y entra en una casita pobre: un patio y tres habitaciones; se entretiene con las familias de Miguel y Gloria Pinzón y de Benjamín y Teresa Romero; habla con ellos, acaricia a los niños y les deja un regalo.

Sube de nuevo al jeep pero vuelve a detenerse en la casa de otra familia, esta vez, la de Jaime y Rafael Liévano: saluda a todos los componentes y desde la ventana del primer piso bendice a la gente que se ha reunido en torno a la casa.

20. A las 10:30 el Santo Padre llega a la plaza de Bolívar. Entra en el palacio arzobispal y desde el balcón central saluda a la multitud.

Luego, pasa a la catedral. Allí tiene lugar uno de los actos más importantes del viaje apostólico, un acontecimiento que en parte lo ha motivado: la inauguración de la II Conferencia general del Episcopado latinoamericano, que se celebrará luego en Medellín del 26 de agosto al 6 de septiembre y que marcó profundamente la trayectoria eclesial del continente, con notables repercusiones en la Iglesia universal.

En la nave central del templo catedralicio se han colocado los participantes: unos 250 obispos con los peritos y los demás componentes de la Conferencia. Están los tres presidentes nombrados por el Sumo Pontífice: el cardenal Juan Landázuri Ricketts, arzobispo primado de Lima; el cardenal Antonio Samoré, presidente de la Pontificia Comisión para América Latina, y Mons. Avelar Brandão Vilela, arzobispo de Teresina y presidente del CELAM. El secretario general era el futuro cardenal Eduardo Pironio.

Saludo del cardenal Landázuri y largo discurso del Papa, el decimocuarto, el más largo y tal vez el más importante en la serie de Bogotá. Se trata de una alocución que refleja de forma evidente la mentalidad eclesial del Papa Montini, un texto para la historia, que iluminó la asamblea de Medellín y dio a sus documentos el contorno justo y su auténtica proyección pastoral.

21. Desde la catedral, Pablo VI retorna al palacio arzobispal y en la sala de honor recibe al alcalde, ing. Virgilio Barco, y a los miembros del Consejo cívico de la ciudad. Le entregaron las llaves de la misma y pronunció un breve discurso, lleno de afecto a Bogotá.

Luego, el Santo Padre va a la nueva (hoy antigua) sede del CELAM, para bendecir el edificio. Están presentes todos los miembros del Consejo episcopal latinoamericano con los secretarios ejecutivos y algunos invitados especiales. Palabras de Mons. Brandão Vilela y discurso del Papa, sobre la importancia y la labor del Consejo episcopal latinoamericano.

A las 15:30 en la nunciatura apostólica, el Santo Padre recibe y habla, lleno de gratitud y complacencias, a los organizadores del XXXIX Congreso eucarístico internacional.

A las 16:40 llega por última vez al campo eucarístico. Mons. Lucas Moreira Neves, o.p., -entonces obispo auxiliar de San Pablo y hoy cardenal prefecto de la Congregación para los obispos y presidente de la Pontificia Comisión para América Latina-, está celebrando la misa para veinticinco parejas de esposos que acaban de recibir el sacramento del Matrimonio. El Papa les saluda y felicita. Después desde el templete, recordando a la Madre de Dios y Madre de la Iglesia, María santísima, habla a toda la multitud que llena el campo.

Es la despedida de aquel pueblo entusiasta que le ha acompañado durante las tres inolvidables jornadas. El discurso del Papa refleja los sentimientos que se han ido acumulando en su corazón desde que llegó a Bogotá.

22. Del Campo eucarístico el Papa va directamente al aeropuerto.

Allí están para decirle "adiós" el presidente de la República, todos los miembros del Gobierno y del Cuerpo diplomático, otras autoridades civiles, los cardenales y obispos, numerosos representantes de la ciudad, de la nación y del continente.

El Papa pronunció su discurso de despedida, que hacía el número 19 de la formidable antología pontificia de Bogotá.

A las 18:17 el avión comienza a moverse y a las 18:56 parte hacia Roma con escala técnica en las islas Bermudas. Es un Boeing 707 de la compañía aérea colombiana.

Evangelización planetaria a la luz de la Evangelii nuntiandi

23. "El mundo se convierte en la meta de los viajes apostólicos del Papa; pero Roma sigue siendo su casa. Me siento feliz por el viaje realizado, soy feliz por haber regresado".

Con estas palabras comenzaba Pablo VI su discurso a las personalidades eclesiásticas y civiles que salieron a recibirle al aeropuerto de Roma. Tres días después, el miércoles 28 de agosto, en la audiencia general, Pablo VI evocó y comentó las fases de su visita a Colombia.

En sus 15 años de Pontificado el Papa Montini hizo nueve viajes apostólicos. Todos ellos resultaron grandes empresas evangelizadoras. Con el realizado a Bogotá, podríamos decir que Pablo VI empezó ya -ante litteram- la nueva evangelización de América Latina.

Ahora un recuerdo personal. El día 23 por la mañana, Mons. Benelli me dijo en el Campo de San José: Ven esta tarde a la nunciatura, pues quiero hablar contigo. Llegué cuando el Papa y sus acompañantes acababan de salir del almuerzo. En el hall, Mons. Benelli me dijo: "Mira, Cipriano, el Santo Padre quiere que, como recuerdo de esta visita a América Latina, comience a publicarse en español L'Osservatore Romano y hemos pensado que te encargues tú de ello. ¿Aceptas?"

¿Cómo podía yo negarme a realizar, más o menos bien según mis posibilidades, un deseo del Papa?

En octubre me incorporé oficialmente a mi nuevo cargo en el Vaticano y, a principios de enero de 1969, comenzó a publicarse la edición en lengua española de L'Osservatore Romano que desde entonces evangeliza Hispanoamérica, difundiendo en castellano las palabras y los escritos de los Papas.

En estos 20 años que nos separan de la muerte del inolvidable Papa Montini, él, después de dar su vida por la Iglesia, ha seguido evangelizando al mundo con las enseñanzas y el testimonio que nos dejó, mientras realiza ahora su último viaje caminando hacia los altares, en los que los fieles desean ansiosamente ver al siervo de Dios Pablo VI. Esperamos que lo vea la Iglesia del tercer milenio.

Muchas gracias.