El mensaje
de la Iglesia a favor de la familia
Prof. Gary Devery, OFMCap
Sydney, Australia
El Catecismo de la Iglesia Católica
describe la familia como "la célula original de la vida social"
(CCC n. 2207). Esta enseñanza se encuadra en la experiencia vivida por cada
generación de la humanidad, pero también es plenamente puesta en evidencia en
la Revelación. Nosotros hemos sido creados a imagen y semejanza de Dios.
Jesucristo ha revelado que Dios es una comunidad de personas. La vocación
inscrita en la naturaleza del hombre es vivir en una comunidad de personas de
la cual la familia constituye la unidad fundamental. La Iglesia ofrece un
testimonio profético a la alegría de vivir de la humanidad en el amor y en la
unidad. Es en el ámbito de la Iglesia doméstica que la comunidad de los
creyentes constituye la sal, la luz y la levadura de la sociedad más amplia. Es
el lugar en el cual los padres son los primeros anunciadores de la buena nueva
de Jesucristo a los propios hijos (CCC n. 2207), y contribuyen a la edificación
de la familia de la humanidad. Custodiando siempre esta verdad como un regalo
precioso, en cada generación la Iglesia ha sido la protectora y la custodia de
la familia.
El mensaje de la Iglesia a favor de la familia ha asumido mayor urgencia en
el mundo de hoy. La creciente situación mundial de relativismo está poniendo en
peligro la salud de la familia y, por consiguiente, de la sociedad humana en su
conjunto. El relativismo está vaciando el concepto de familia de lo que es
esencial en ella para poder llegar al mínimo común denominador, en virtud del
cual cada célula fundamental de la alineación social resulte aceptable en
nombre de la tolerancia y la libertad, para que pueda recibir el título de ser
una "familia."
La Iglesia promueve la protección y la consolidación de la familia a nivel
parroquial, diocesano, regional, nacional e internacional mediante su doctrina
social, sus obras sociales y sus varias organizaciones. Se esfuerza siempre de
preservar las dos dimensiones esenciales del matrimonio, la unitiva y la
procreadora. Al proteger y salvaguardar estas dos dimensiones, la Iglesia
promueve lo que es esencial para el matrimonio y la vida de familia, la
transmisión de la vida y los valores, incluidos los valores religiosos y de la
fe.
Esta promoción del matrimonio y de la vida de familia es elaborada en
conformidad con el principio de subsidiariedad. La Iglesia, por sus
estructuras, en particular las parroquias, asisten a los padres en la promoción
de la vida de familia. Esta asistencia tiene lugar mediante una variedad de
medios. Un instrumento bien experimentado es el que consiste en preparar a los
jóvenes al matrimonio. Éste puede ser más fructuoso cuando el párroco, en la
preparación de las jóvenes parejas al matrimonio, trabaja junto a un grupo de
parejas casadas de la comunidad parroquial. Las jóvenes parejas casadas pueden
ser asistidas por un grupo semejante en la preparación del bautismo de los
propios hijos. Los programas parroquiales para los sacramentos de la
Penitencia, de la Confirmación y de la Santa Comunión también pueden ser de
gran ayuda a los padres en la transmisión de la fe a sus hijos y en devolver la
solidaridad y el sostén recibidos preparándose junto a otras parejas en la
parroquia. Las asociaciones de familias y los grupos parroquiales promueven y
también refuerzan la vida de la familia. Allí donde las parejas experimenten
dificultades en el propio matrimonio y en la propia vida de familia pueden
obtener fuerza, sostén y sabiduría de otras parejas de la comunidad parroquial.
Allí donde sea necesario, las organizaciones diocesanas de asistencia
social pueden proveer asistencia práctica a las familias que están
experimentando particulares dificultades, aunque se “abstendrán de usurpar
sus prerrogativas o inmiscuirse en su vida" (CCC n. 2209).