SAN PEDRO POVEDA
Sacerdote, fundador de la Institución
Teresiana, mártir
(1874-1936)
San Pedro Poveda es un sacerdote
diocesano que ha aportado un carisma nuevo a la Iglesia y que entregó su vida a
causa de la fe. Es un caso excepcional no sólo por ser fundador y mártir, sino porque
su Causa se ha conducido por la vía de la práctica heroica de la virtud y por
la del martirio: como confesor y como mártir fue beatificado el 10 de octubre
de 1993 y con estos dos títulos ha sido canonizado el 4 de mayo de 2004.
Definiendo los rasgos principales de su persona y de su acción apostólica, dijo de él el Papa el día de la canonización: “San Pedro Poveda, captando la importancia de la función social de la educación, realizó una importante tarea humanitaria y educativa entre los marginados y carentes de recursos. Fue maestro de oración, pedagogo de la vida cristiana y de las relaciones entre la fe y la ciencia, convencido de que los cristianos debían aportar valores y compromisos sustanciales para la construcción de un mundo más justo y solidario. Culminó su existencia con la corona del martirio”. Y, refiriéndose a los cinco que fueron canonizados el mismo día, añadió: “Los nuevos Santos tienen rostros muy concretos y su historia es bien conocida. ¿Cuál es su mensaje? Sus obras, que admiramos y por las que damos gracias a Dios, no se deben a sus fuerzas o a la sabiduría humana, sino a la acción misteriosa del Espíritu Santo, que ha suscitado en ellos una adhesión inquebrantable a Cristo crucificado y resucitado y el propósito de imitarlo”.
Precisamente la centralidad de Jesucristo en su vida, y por tanto, de María Santísima, cualificó la vida en el Espíritu de San Pedro Poveda, concretada en la más exquisita fidelidad a su vocación sacerdotal.
Temprana vocación al
sacerdocio
Hijo de José Poveda y
María Linarejos Castroverde, nació en Linares (Jaén-España) el 3 de diciembre
de 1874, primogénito de una familia sólidamente cristiana y abierta a distintas
corrientes de pensamiento, como lo era el ambiente local. A penas cumplidos los
diez años manifestó su deseo de estudiar en el Seminario de Jaén, pero, para
verificar su vocación, sus padres no se lo autorizaron hasta algunos años
después y a condición de que simultaneara los estudios eclesiásticos y el
bachillerato, cuyo título obtuvo en 1893.
Después
de estudiar cinco años en el Seminario diocesano de Jaén, por dificultades
económicas de la familia se trasladó en 1894 al Seminario de Guadix (Granada),
donde le fue concedida una beca. En el obispado de dicha ciudad recibió la
ordenación de presbítero el 17 de abril de 1897 y celebró su primera misa
solemne el día 21. En adelante serán estas las fechas más recordadas, queridas
y agradecidas por él.
Lo
primero: Jesucristo
El
comienzo de su vida sacerdotal estuvo plenamente dedicado al servicio de la
diócesis y al estudio. En 1900 obtuvo el título de Licenciado en Teología en
Sevilla y fue Profesor y Director espiritual del Seminario de Guadix.
A
partir de 1902 incorporó a sus habituales actividades las de promover humana y
cristianamente a los habitantes de las cuevas que rodean la ciudad y facilitar
las relaciones entre ambos ambientes, social y afectivamente muy distanciados
entre sí. Convencido de que “la base de todo progreso moral y material es
Jesucristo”, lo primero que hizo fue instalar el Santísimo en la ermita-cueva
de la Virgen de Gracia y, con distintas ayudas de entidades públicas y personas
particulares, pudo construir unas escuelas para los niños con talleres para
adultos, en las que se realizó una importante tarea de ayuda humanitaria,
educativa, de formación profesional y catequética en este amplio sector de la
población, marginado y carente de recursos. Ante las inevitables dificultades,
que también encontró, en 1905 marchó a Madrid con el deseo de hacer una nueva
fundación para pobres, que no pudo realizar.
En
1906 fue nombrado canónigo de la Basílica de Nuestra Señora de Covadonga
(Asturias), donde permaneció hasta 1913. El cambio de circunstancia y de
ambiente no modificó su actitud: atento al entorno concreto como exigencia de
su fe, se preocupó en primer lugar de los peregrinos que acudían al Santuario
para los que escribió algunos libritos, varios de los cuales están subtitulados
"Para vivir cristianamente". Entre ellos destaca En provecho del
alma (1909), muy elogiado por prestigiosos autores y por la prensa de la
época.
Formación
y coordinación de los educadores
Durante
los siete intensos años de su estancia en Covadonga, “mirando a Santina” —como
se llama a Virgen en el ambiente local— concibió nuevos proyectos y, en 1911,
fundó de la Institución
Teresiana. Atento con notoria clarividencia a la dimensión
social del hecho educativo en el momento en surgía la pedagogía científica,
escribió artículos sobre el tema, como los recopilados en Alrededor de un
proyecto (1913); tuvo la audacia de proponer un amplio plan de formación y
coordinación del profesorado católico, dado a conocer en los folletos Ensayo
de un proyecto pedagógico (1911) y Simulacro pedagógico (1912), y
fundó algunas Academias para estudiantes de Magisterio, Centros Pedagógicos y
Revistas, que fueron el germen de dicha Institución Teresiana.
Para
poder impulsar mejor la que comenzó llamándose Obra de las Academias Teresianas,
en 1913 se trasladó a Jaén, donde fue canónigo de la Catedral, obtuvo el título
de Maestro y trabajó como profesor del Seminario, de las Escuelas Normales y
del Instituto de Segunda Enseñanza. Además, atento siempre a las necesidades de
su entorno, fue Vocal de la Junta Provincial de Beneficencia, socio de número
de la Asociación de la Prensa y de la Real Sociedad de Amigos de País, director
espiritual del Centro Catequístico de Obreros y miembro de la Junta de Reclusos
y Libertos de Jaén. Desde 1912 pertenecía también a la Unión Apostólica de
Sacerdotes Seculares, de carácter internacional.
Mientras
tanto, como desarrollo de la Obra Teresiana, creó nuevas Academias para
estudiantes de Magisterio en distintas ciudades y fundó en 1914, en Madrid, la
primera Residencia universitaria femenina de España.
La
Institución Teresiana: un carisma nuevo
La
Obra Teresiana, germen de la Institución del mismo nombre, se acogía a la
titularidad de Santa Teresa de Jesús, maestra de oración, “doctora y santa”,
porque en ella veía el fundador el prototipo de los que habrían de brillar por
ciencia y su virtud, por su oración y su estudio. Y proponía el estilo de vida
de los files de la primitiva Iglesia, los más cercanos a Jesús, a la Virgen
María y a los apóstoles, reconocidos por su piedad y caridad y por su audacia
apostólica. Ya desde 1915 el fundador propuso a todos los miembros de esta Obra
un atractivo ideal de santidad: “La Encarnación bien entendida, la persona de
Cristo, su naturaleza y su vida dan, para quien lo entiende, la norma segura
para llegar a ser santo con la santidad más verdadera, siendo al propio tiempo
humano con el humanismo verdad. Así seremos generosos y nuestra Obra será
simpática. ¿Modelo? Santa Teresa de Jesús”.
Esta
Obra, formada por un núcleo de personas completamente dedicadas a su misión en
entrega total a Jesucristo y por varias asociaciones integrantes de la misma,
se articuló en 1917 como la asociación de fieles laicos “Institución Teresiana”,
y fue aprobada por el Obispo de Jaén como Pía Unión según el recién promulgado
Código de Derecho Canónico, y como Asociación civil por el Gobernador de la
provincia, a tenor de la vigente Ley de Asociaciones.
En
1921 el Padre Poveda fue nombrado Capellán de Honor de número de la Real
Capilla, trasladándose a vivir a Madrid. También en la capital recibió
distintas comisiones, como la de Vocal de la Junta Central contra el
Analfabetismo creada en 1922. Pero su actividad principal continuó siendo el
impulso a la Pía Unión Institución Teresiana fundada por él, que, presentada en
Roma por su Directora General, la hoy Venerable sierva de Dios Josefa Segovia,
y algunos otros miembros, obtuvo el 11 de enero de 1924 la aprobación del papa
Pío XI por medio del Breve Inter frugíferas,
que también erigió en Pía Unión Primaria a la Institución Teresiana establecida
en Madrid. Con la debida actualización, continuaron siendo reconocidas a
efectos civiles en España las distintas Asociaciones integrantes de dicha
Institución.
Humilde y
audaz
Al
aumentar el número de estudiantes universitarios a partir de la tercera década
del siglo XX, se interesó aún más por este ámbito, creando nuevas Residencias y
Asociaciones, prestando continua atención al movimiento cultural, e incluso
colaborando en un proyecto de creación de una Universidad Católica en España,
como las que entonces comenzaban a existir en algunos países europeos. Se ocupó
asimismo del magisterio en los ambientes rurales más desfavorecidos,
colaborando en planes para su promoción. Y desde 1930 perteneció a la Hermandad
del Refugio y Piedad de Madrid, para atender a pobres, vagabundos y enfermos.
Aun
no formando parte de los organismos directivos de la Institución Teresiana,
como fundador de la misma se dedicó intensamente a consolidar y promover su
desarrollo en los distintos aspectos de su misión, impulsó la relación con
organizaciones internacionales, principalmente de ámbito europeo, y la presencia
en algunos países: Chile (1928) y poco después en Italia (1934).
Humilde,
discreto, buen conocedor del momento presente, atento siempre a la realidad,
prestó su consejo y colaboración a cuantos se la solicitaron, animando de modo activo
y audaz distintas iniciativas. Promovió activamente la presencia de hombres y
mujeres de fe en los sectores públicos y privados de la sociedad donde estimó
que su presencia era más urgente y necesaria. Estaba convencido de que la
transformación del mundo en sentido más humano y más justo debía hacerse desde
la fe, y no renunciando a ella según la propuesta laicista del momento.
Hasta el martirio
El
deseo de vivir su fe hasta la entrega de la propia vida si fuese necesario,
manifestado en algunas ocasiones, llegó a constituir en él una verdadera
espiritualidad martirial, anterior y más profunda que la coyuntura que le
produjo este género de muerte en la mañana del 28 de julio de 1936, a los 61
años de edad.
Acababa de celebrar la santa
Misa en su oratorio privado en la mañana del día 27, cuando un grupo de cuatro
milicianos se presentó en su casa de la calle de la Alameda de Madrid con orden
de detenerle. “Soy sacerdote de Jesucristo”, respondió valientemente a la
pregunta sobre su identidad. Lo condujeron hacia una taberna en la calle de la
Luna, junto con su hermano Carlos, que quiso acompañarle. “Se ve que Dios,
además de fundador, me quiere mártir”, le dijo don Pedro cuando, en ese lugar, les
separaron a la fuerza.
Aunque se hicieron múltiples
gestiones en su búsqueda, nada cierto se supo de él hasta que, a la mañana del
día siguiente, dos Teresianas encontraron su cuerpo, con evidentes signos de
haber recibido disparos de bala, al lado de la capilla del cementerio de La
Almudena de Madrid. Les permitieron recogerlo y darle sepultura en la
Sacramental de San Lorenzo, junto su madre, que vivía con él y había fallecido
el año anterior.
En 1965 se trasladaron sus
preciadas reliquias a “Santa María”, casa de espiritualidad de la Institución
Teresiana en Los Negrales (Madrid), donde actualmente se veneran debajo del
altar de la capilla, como los mártires de la primitiva Iglesia, tan evocada por
él.
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~ (ed.) San Pedro Poveda Castroverde. Canonización.
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