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Os escribo - dice el Papa - desde el Cenáculo, recordando lo que ocurrió aquella noche cargada de misterio. A los ojos del espíritu se me presenta Jesús, se me presentan los apóstoles sentados a la mesa con El. Desde este lugar santo me surge espontáneamente pensar en vosotros en las diversas partes del mundo, con vuestro rostro concreto, más jóvenes o más avanzados en años, en vuestros diferentes estados de ánimo: para tantos, gracias a Dios, de alegría y entusiasmo; y para otros, de dolor, cansancio y quizás de desconcierto. En todos quiero venerar la imagen de Cristo que habéis recibido con la consagración, el "carácter" que marca indeleblemente a cada uno de vosotros.
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